La comunicación en la educación – Daniel Prieto Castillo CAPÍTULO CINCO: “Comunicación con el educador” La comunicación es una condición básica de la vida humana y del mundo social. Todas las actividades humanas están atravesadas por la comunicación. Sin embargo, como señala el investigador Daniel Prieto Castillo, ninguna profesión está tan impregnada de comunicación como la de los educadores. “Los educadores somos seres de comunicación (…) Nada más delicado que la trama de la comunicación. Influyen en ella las variaciones del contexto, la vida cotidiana, las actitudes a la defensiva, la esgrima verbal para enfrentar a un contrincante que viene a herirnos con sus palabras, las miradas, los gestos. Todo lo que nos sucede en las diarias relaciones va a dar a esa delicada trama de lo comunicacional. Y cuentan también las situaciones en las cuales reina una comunicación diferente y quienes les dan sentido, aprendices y maestros viven la alegría del encuentro, gozan la mirada y el gesto, la construcción de la palabra y la preciosa sensación de ir creciendo juntos en el discurso y en las prácticas de aprendizaje”. Si bien no se puede reducir la complejidad del proceso educativo a lo comunicativo, es claro que la mayoría de las actividades docentes son actos de comunicación: explicar, exponer, leer, transmitir, escuchar, conversar, escribir notas, correcciones, comunicaciones, apuntes, leer textos bibliográficos, textos producidos por alumnos, directivos y colegas, formular instrucciones, corregir, etcétera. En estas actividades, como en toda comunicación, además de trasmitirse significados se establecen y se construyen las relaciones entre maestros y alumnos, maestros y colegas, maestros y directivos, maestros y padres. Cada uno de estos participantes de la comunidad escolar “dice” quién es durante estas interacciones. Entonces, reflexionar sobre el hecho comunicativo puede aportar elementos para pensar/ evaluar/ revisar/ reformular las diferentes actividades docentes teniendo conciencia de los diversos niveles de sentido de los discursos propios y los de los otros: alumnos, textos, directivos. No concebimos la educación sin educador y no hay país en la tierra que avance en esa dirección. Aún cuando asistamos a propuestas de digitalización completa del establecimiento, el educador tiene en tales situaciones una presencia y una función innegables. Para orientar la reflexión introducimos aquí el concepto de gestión, entendida como la toma de decisiones en torno al hacer, y el mismo hacer, en el espacio de las instituciones. Hay una gestión cotidiana en el plano directivo, pero también en el aula. La gestión de ese acto educativo se mueve en un plano de entropía a menudo asfixiante. Por otro lado, al repetir lo mismo, tiende a igualar a quienes están frente a él. Como si los jóvenes de cada generación fueran siempre los mismos. A menor gestión menor esfuerzo de comunicación. De otra manera: la comunicabilidad, como algo inherente a una educación gestionada en todas sus posibilidades, siempre desde el educador en este apartado, requiere de una inversión de energía mucho mayor que cuando se vive la tendencia a reducirlo todo a la entropía. La madurez pedagógica La comunicabilidad es parte de la madurez pedagógica. Entiendo por madurez pedagógica la capacidad personal de utilizar en la promoción del aprendizaje los más ricos recursos de comunicación propios de una relación educativa. La madurez pedagógica consiste en mi apropiación del contenido y de los recursos para comunicarlo. El texto paralelo Aspiramos a un educador que se construya en la comunicación. En tiempos como los presentes, de imágenes y de lenguajes mediados por la computadora, la escritura parece perder día a día la batalla frente a otros lenguajes más atractivos y más universalizados. La escritura pensada en función de un lector, hace que se espere también la palabra del otro y de esa manera se rompa de alguna forma la soledad del educador. Construcción a través de la escritura significa un esfuerzo comunicacional en el que se va intercalando el esfuerzo de dirigirse a los demás y de buscar caminos de expresión personal. Mediar con toda la cultura La mediación consiste en la tarea de tender puentes entre lo que se sabe y lo que no se sabe, ente lo vivido y lo por vivir, entre la experiencia y el futuro. Los viejos ideales de la cultura como totalidad, de un entrecruzamiento entre las distintas disciplinas, se concretan en la labor pedagógica, a través de un esfuerzo de mediar que signifique la promoción y el acompañamiento del aprendizaje con todos los productos de la imaginación y de la creatividad humanas. A los educadores nos toca navegar de manera constante por el variado océano de la cultura para rescatar horizontes y arcoíris, fuegos y abismos, que de éstos también se aprende. El educador deber ser un hombre ilustrado, en el sentido de una cultura amplia que le permita abrirse a todos los horizontes del saber y de la curiosidad de sus estudiantes. La situación de comunicación Estamos insertos, desde que nacemos, en situaciones de comunicación. La sociedad nos habla a través de múltiples discursos y nos va exigiendo que aprendamos a expresarnos de determinada manera y a referirnos a ciertos temas por encima de otros. Una situación de comunicación no se resuelve a través de algo tan pobre como aquello de un emisor que emite y un receptor que recibe. Estamos siempre inmersos en un todo significativo que se manifiesta por medio de distintos discursos, los cuales pueden contradecirse, sin dejar de pertenecer por ello al todo. Una relación de comunicación comprende las relaciones intrapersonales (yo conmigo mismo), grupales, sociales en general; las circunstancias económicas, políticas, culturales, el desarrollo de ciertas tecnologías, de ciertas formas de enfrentar y resolver los problemas de la naturaleza y la sociedad. Nuestra propuesta es sencilla: leer las situaciones sociales desde lo comunicacional, leer entonces situaciones de comunicación. El concepto es útil tanto para analizar relaciones sociales generales como para abordar las que corresponden a instituciones o grupos pequeños. Los educadores estamos siempre inmersos en situaciones de comunicación. La institución toda lo es, pero también, de manera especial, el aula. Hay todo un arte de creación de la situación de comunicación neg-entrópica (contraria a la entropía), y en su mayor artista, artífice, es el educador. Un ser de quien se aprende No podemos dejar de lado lo correspondiente al encuentro cotidiano en el aula. Es en ese espacio donde se establecen las relaciones fundamentales de aprendizaje. Se aprende de un educador capaz de establecer relaciones empáticas con sus interlocutores. Se aprende de un educador cuyo método de relación se fundamenta en la personalización. Se aprende de un educador capaz de comunicar de manera clara la información. Se aprende de un educador entusiasta por su materia. Se aprende de un educador apasionado por el conocimiento y por el camino del hombre en las ciencias, por las experiencias históricas que originaron una propuesta nueva en cualquiera de los ámbitos de la cultura. Se aprende de un educador sensible a las variaciones del contexto. Se aprende de un educador persuadido de que ningún espacio temático está cerrado. Se aprende de un educador con fuerza, capacidad y voluntad de aprendizaje. Se aprende de un educador con voluntad de comunicación. Síntesis No son tiempos fáciles los de hoy para el educador. Conspiran contra la comunicabilidad las aulas numerosas, las instituciones sumidas en la entropía, la violencia cotidiana, el abandono desde el Estado, es desprestigio de nuestra práctica. Y sin embargo, nuestro destino es la comunicación. Entre el apostolado y el abandono, optamos por la voluntad de comunicación como tarea cotidiana.