TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 26 de octubre de 2013 D OS COSAS están claras con respecto al arte de hablar con uno mismo. Hacerlo no es de locos y trae beneficios. Es decir, en términos prácticos, todas esas veces que ensayó lo que le iba a decir a otra persona mientras caminaba por la calle o cuando se debatía, en los pasillos del supermercado, sobre qué sería mejor si el queso o el jamón, valieron la pena. De hecho, este “hablar con uno mismo” es descrito por los expertos como “el discurso interno” y resulta sumamente beneficioso para organizar nuestros pensamientos, ayudarnos a analizar una situación complicada o, simplemente, narrar nuestras propias historias, de modo que nos resulte más fácil comprenderlas. Nada de esto podría ocurrir sin el lenguaje. Pero hay una tercera cosa. Hablar con nosotros mismos puede condicionar la forma en que dirigimos nuestras acciones e incluso predeterminar nuestro éxito en alguna tarea. Pero hay un secreto detrás de esto: todo depende de cómo se lo diga a usted mismo. Distintos investigadores del comportamiento han analizado cómo intencionando la forma en que algunas personas se hablan a sí mismas puede condicionar también su accionar y, finalmente, el resultado de sus tareas. Por ejemplo, no es lo mismo decirse “voy a ir a hablar con mi jefe para negociar mi sueldo” que “¿voy a hablar con mi jefe para negociar mi sueldo?”... Uno podría pensar que la forma declarativa es más decidora, pero no. Tras una serie de experimentos, sicólogos llegaron a la conclusión de que la forma interrogativa tiene mejores resultados en el momento de desarrollar una tarea. Para llegar a esto, un equipo de investigadores de la U. de Illinois, en EE.UU., tomó a un grupo de estudiantes de sicología de la misma universi- comportamiento//T21 Qué hablar cuando hable con usted mismo En esas conversaciones en las que sólo está usted, lo mejor es hablarse haciéndose preguntas y decir “yo no” en vez de “yo no puedo”. TEXTO: F. D. dad y les dieron instrucciones de resolver un anagrama. El grupo fue dividido en dos y se les dio un minuto para pensar y decirse a sí mismos “¿voy a resolver los anagramas?” o “voy a resolver los anagramas”, dependiendo del subgrupo en el que estuvieran. Después de 10 minutos, los participantes resolvieron significativamente más anagramas cuando les hicieron pensar en la posibilidad de hacerlo que cuando los hicieron pensar que efectivamente lo harían. En otras palabras: resolvieron más anagramas ante la duda que ante la certeza. De acuerdo a Ibrahim Senay, coautor del estudio, formularse preguntas genera mayor motivación personal, porque nos hace recordar nuevamente las razones profundas de por qué deseamos actuar de tal manera, lo que objetivamente lleva a dirigirse con más fuerzas a la meta. No es lo único. Otro estudio de la escuela de negocios de la U. de Houston, EE.UU., descubrió que el comportamiento de las personas varía cuando dice “no puedo ir allá” o “no voy a ir allá”. En este caso, sus observaciones se basaron en el cumplimiento de metas personales. En el experimento se tomó a estudiantes que deseaban comer sano y fueron instruidos a usar el “yo no puedo” y el “yo no” al momento de enfrentar la tentación. Al salir del experimento se les ofreció una barra de chocolate o una de granola como muestra de agradecimiento. Los resultados fueron así: del total que anteriormente se dijo a sí mismo “yo no puedo comer chocolate”, sólo 39% escogió la opción saludable. Mientras que quienes se habían dicho a sí mismos “yo no como chocolate”, 64% optó por la saludable. Los expertos se dieron cuenta de que cuando las personas enmarcan la negativa se vuelven más dispuestas a cumplir sus metas.T