(Jorge Riechmann) Es diria que el desenvolupament s

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13 DE DESEMBRE
EL DESENVOLUPAMENT SOSTENIBLE COM A ASSUMPTE DE JUSTA MESURA
(Jorge Riechmann)
Es diria que el desenvolupament sostenible és un assumpte de justa mesura, d’un
equilibri entre el defecte i l’excés de “desenvolupament” (o de “progrés”). En un
context de “món ple” i de límits per a l’expansió de l’escala física de l’economia,
deixa de resultar plausible ordenar a les societats en un continu evolutiu de més a
menys avançades -com han fet les teories de la “modernització” i del
“desenvolupament” al llarg de l’últim mig segle-, l’expressió “països en via de
desenvolupament” apareix com un eufemisme hipòcrita i, en canvi, es diria
necessari emprar d’una forma sistemàtica el parell de conceptes societats
sobredesenvolupades (més enllà de la justa mesura) enfront de societats
infradesenvolupades. Entre el flagell del subdesenvolupament i els mals del
sobredesenvolupament, no serem capaços de trobar una zona d’equilibri -social i
ecològic- on viure bé?
14 DE DESEMBRE
ENERGIA, MEDI I SOCIETAT
(Juan Antonio Alonso González)
No hi ha dubte que l’energia ha estat, i és, un element clau per al desenvolupament
econòmic i social, i que ha contribuït d’una forma decisiva a aconseguir l’alt grau de
confort i de benestar que tenim actualment els països desenvolupats.
La societat, però, no identifica el problema del continu creixement del consum
energètic ni en pren consciència; cal convèncer-la que major consum d’energia no
significa, necessàriament, major qualitat de vida. Cal desvincular la idea que lliga
major consum energètic amb major desenvolupament econòmic.
D’altra banda, de l’ús de l’energia deriven efectes no desitjats:
• Importants impactes en el medi i en el sistema climàtic.
• Exhauriment de recursos naturals.
• Dependència energètica: factor latent d’inestabilitat econòmica i social (Espanya
n’importa prop del 80%).
El creixement continu del consum i la incorporació de països en via de
desenvolupament a demandes importants d’energia fan que el model energètic a
escala mundial no siga sostenible. És imprescindible un canvi d’hàbits en els
consumidors sense alterar el creixement econòmic i el nivell de desenvolupament.
El missatge és d’optimisme i de confiança en la capacitat de la nostra societat per
canviar el model energètic en el futur.
15 DE DESEMBRE
SALUT I MEDI AMBIENT (Miquel Porta)
Salud
Los contaminantes orgánicos persistentes (COP), como el DDT o las dioxinas, están presentes en nuestros
cuerpos, se almacenan en los alimentos, circulan por la sangre, tienen una vida media muy larga en el organismo y son difíciles
de eliminar. El Convenio de Estocolmo ha sido un primer paso, pero ahora la Unión Europea debe impulsar su ratificación.
Contaminantes para nuestros nietos
En España apenas hay estudios sobre los residuos orgánicos en alimentos y sus efectos sobre la salud
a mayoría de nuestros
cuerpos contienen niveles apreciables de los
llamados
contaminantes orgánicos persistentes (COP en castellano,
POP en inglés) que afectan a la
salud. También es un hecho que
los contaminantes orgánicos persistentes se han dispersado y siguen contaminando amplias zonas del planeta, son muy difíciles
de excretar por el cuerpo humano, tienen una larga vida media
en el organismo y se acumulan
en los tejidos grasos.
Los principales COP son el
plaguicida DDT, el DDE (el principal producto de degradación
del DDT), bifenilos policlorados
en un 60% o incluso un 85% de
las muestras.
El hígado animal, la leche y
la mantequilla son asimismo alimentos que habitualmente contienen residuos de varios COP.
El problema atañe también a la
grasa animal que se reutiliza
para producir un sinfín de productos para consumo humano
y animal. Más de un 90% de las
dioxinas entran en el cuerpo humano a través de los alimentos.
Por lo tanto, estamos también
ante un importante tema de seguridad alimentaria. En particular porque —aunque no
siempre se sobrepasan los niveles establecidos por la legislación comunitaria— la capacidad que el sistema español de
Los residuos llegan
al cuerpo mediante una
exposición ambiental
continua a dosis bajas
Muchas muestras
de huevos, pescado
y carne contienen
residuos de COP
(más conocidos por PCB, en sus
siglas en inglés), dioxinas, hexaclorobenceno, hexaclorociclohexanos y otros residuos de compuestos organoclorados. En España el DDT se utilizó ampliamente como plaguicida hasta hace aproximadamente una o dos
décadas; no se sabe con certeza
cuándo terminó realmente su
uso. Los PCB, por su parte, se
han utilizado como aislantes en
equipos eléctricos (transformadores, lámparas), como lubricantes,
en plásticos, tintas y otras múltiples aplicaciones. En España existe un preocupante desconocimiento sobre la cantidad de PCB
almacenados, la localización y
las condiciones en que se encuentran las instalaciones que los contienen.
En la actualidad, España
atiende una denuncia presentada
por la Comisión Europea por incumplir la directiva comunitaria
que establece la obligatoriedad
de elaborar un inventario de productos e instalaciones que contienen PCB. Este lamentable hecho
no sólo ilustra las dificultades
que tenemos de pasar de las palabras a lo hechos: refleja también
la magnitud de la escala temporal en la que nos movemos. Tengamos en cuenta que a menudo
el tiempo de vida media de estos
compuestos es de décadas. De
modo que si se cumplen normas
como la mencionada directiva,
entre los años 2020 y 2030 la impregnación corporal por muchos
COP sólo habrá descendido a la
mitad o a un tercio. Obviamente,
los beneficios de aplicar la ley sólo podrán ser percibidos por los
descendientes de nuestros descendientes. Esta dimensión temporal
plantea a nuestra generación
cuestiones culturales inéditas.
Circulando por la sangre e impregnando órganos y tejidos, los
contaminantes orgánicos persistentes forman parte de nuestras
vidas. Con un poco de suerte, nunca lo notaremos. Pero un número
creciente de estudios sugiere que
salud pública tiene de detectar
contaminaciones accidentales
es débil.
De la magnitud de la contaminación de los alimentos en España apenas tenemos una idea cabal, pues la mayoría de los trabajos científicos se han hecho sin
exhaustividad, a menudo gracias
al voluntarismo de grupos que
trabajan en condiciones precarias. Y los estudios oficiales,
cuando existen, son poco difundidos, o adolecen de importantes
limitaciones metodológicas. Es
pues necesario disponer de análisis más sistemáticos de la contaminación por COP de los alimentos.
Pasa a la página 28
MIQUEL PORTA SERRA
L
Una de las fuentes de contaminación orgánica persistente son los insecticidas. / GARCÍA GONZÁLEZ
estas sustancias afectan a nuestra
capacidad reproductora (pues aumentan el riesgo de endometriosis, infertilidad, malformaciones
congénitas), al equilibrio de los
sistemas inmunológico y hormonal (son disruptores endocrinos);
tienen un papel en el desarrollo de
varios tipos de cáncer y transtornos neurológicos, y quizá también en la etiología de otras enfermedades de causas poco conocidas, como las demencias, la de
Parkinson o la diabetes.
¿Debemos resignarnos a esos
efectos adversos o podremos hacer algo localmente útil? Pero
¿qué sociedad sería la que hiciese
aceptable esa resignación? “Prefiero no saberlo”, dicen algunos,
agarrando el tenedor... ¿No saber qué comemos, bebemos y respiramos? Una democracia que favorece esa actitud está seriamente contaminada.
Los COP llegan hasta nuestro
organismo primordialmente mediante una exposición ambiental
de fondo, continua, a dosis muy
bajas. Fundamentalmente, a tra-
vés de las partes más grasas de
los alimentos y derivados. Muchos COP se mezclan bien con
las grasas y el organismo los absorbe desde el tracto digestivo
cuando están disueltos en ellas.
Estudios efectuados por equipos
españoles han demostrado que
muchas muestras de huevos, pescado y carne (tocino, pollo, cordero, salchichas) contienen residuos de COP. No es infrecuente,
por ejemplo, detectar DDE,
PCB, hexaclorobenceno o residuos relacionados con el lindano
Desafíos para España más allá de Estocolmo
E
l número de
estudios sobre los
efectos que los
contaminantes orgánicos
persistentes (COP) tienen
en los españoles se
cuentan con los dedos de
una mano. España está
subordinada a las
investigaciones de otros
países, que indican que
dosis de algunos
contaminantes por debajo
de las que se consideran
seguras pueden causar
efectos biológicos. Valorar
mejor la significación
clínica, poblacional y
ecológica de los efectos
más sutiles y con periodos
de latancia más largos de
los COP es uno de los
grandes retos científicos y
sociales actuales. Se
espera que el Gobierno
incentive estudios que
conecten las ciencias
biológicas y las ciencias
poblacionales. En
particular, para analizar
las interacciones
genético-ambientales;
para conocer, por
ejemplo, qué alteraciones
genéticas adquiridas
tienen su origen en
procesos ambientales.
Una actitud cauta, si
la salud pública y la
ecología fueran más
prioritarias, exigiría
empezar a poner en
marcha actuaciones
concretas; y fortalecer las
que funcionen. Como, por
ejemplo, programas de
control de la
contaminación industrial
por PCB del agua y el
aire, protección de los
trabajadores expuestos,
control del uso de
plaguicidas en agricultura,
o medidas eficaces de
inspección de los residuos
químicos en los alimentos.
En paralelo se
considera fundamental
apoyar con decisión la
investigación
—actualmente débil en
España— que ayude a
comprender mejor el
impacto ambiental,
laboral, epidemiológico y
económico de los COP
sobre los ecosistemas y la
salud humana. Dicho
conocimiento y el control
de esos efectos son una de
las grandes utopías
asequibles del siglo XXI:
por el vasto número de
personas expuestas, por el
carácter global de la
contaminación y por los
retos económicos,
políticos y culturales que
su control nos plantea.
El panorama parece
sombrío y, sin embargo,
sorprendentemente, los
COP nos ofrecen ahora
una oportunidad
fascinante para hacer algo
útil. Cuando los
movimientos opuestos a la
globalización incontrolada
pugnan por articular
alternativas, los COP han
conseguido fraguar un
instrumento jurídico
global con un potencial
enorme: el Convenio de
Estocolmo. Auspiciado
por el Programa
Ambiental de la ONU,
propone acabar con el uso
de varios de esos
compuestos y reducir el de
otros (aldrin, DDT, PCB,
clordano, dieldrina,
endrina, heptacloro,
hexaclorobenceno, mirex,
toxafeno). Establece,
además, las condiciones en
las que los COP
actualmente existentes
deben ser eliminados.
Además, exige planes de
aplicación a cada país que
lo ratifique. El convenio
fue suscrito por un
centenar de países —entre
ellos, España— en
Estocolmo en el pasado
mes de mayo. Los países
firmantes deben ratificarlo
en los próximos meses; de
momento sólo lo han
hecho Canadá y Fiji.
Iniciada ya la
presidencia española de la
Unión Europea, el
Gobierno tiene la
oportunidad de alentar la
ratificación del Convenio
de Estocolmo en todos
los países de la UE.
Empezando por dar
ejemplo con la ratificación
en el Parlamento español,
y sobre todo, presentando
un buen plan de
aplicación. Si el
compromiso de los
gobiernos central,
autonómicos y
municipales con este
acuerdo internacional es
firme, ahora es el
momento de poner en
marcha actuaciones
concretas para servir a los
intereses generales del país
y demostrar que hay
voluntad política de
actuar global y localmente.
Y hacerlo pensando a
largo plazo, pues el
convenio contempla el
abandono de los PCB
para dentro de dos o tres
décadas. Así pues, más
allá de Estocolmo, la
utopía asequible es que
los hijos de nuestros
nietos nazcan sin COP en
su sangre.
28 / SOCIEDAD
EL PAÍS, martes 15 de enero de 2002
Salud
Viene de la página 26
En esta tarea deben implicarse los
distintos niveles de la Administración. Para empezar, aplicando metódicamente la legislación vigente
y proporcionando información
creíble a la ciudadanía. Asimismo, los programas que funcionan
ejemplarmente (por ejemplo, los
de algunos ayuntamientos) deberían popularizarse.
Si poca es la información en
cuanto a los alimentos, mayor es
nuestra ignorancia sobre los niveles de COP en la población española. Y lo poco que se sabe no es
tranquilizador: la inmensa mayoría de las personas estudiadas tienen concentraciones apreciables
de COP. Lo habitual es detectar
DDE, PCB, hexaclorobenceno y
compuestos relacionados con el
lindano en un 80% o un 90% de
la población.
Incluso en los recién nacidos: la
acumulación de residuos en tejido
graso durante la vida de la madre
es una fuente de exposición para el
hijo desde la concepción, durante
la gestación y a través de la lactancia. Así lo indican estudios como
los de Nicolás Olea en Andalucía
y de Jordi Sunyer y Joan Grimalt
en Cataluña: en la práctica totalidad de recién nacidos se detecta
DDE, hexaclorobenceno y PCB.
Aunque esos incipientes estudios no ofrecen una imagen válida
de lo que ocurre en la población
general española, sin duda indican que la situación merece más
atención. A título no exactamente
anecdótico, mencionemos que un
estudio de Pieter van Veer y Eliseo
Guallar en mujeres de cinco ciudades europeas observó que las mujeres de Málaga presentaban concentraciones de DDE significativamente más altas que el resto.
Estamos ya en 2002 y en España
seguimos sin disponer de un solo
buen estudio representativo de zonas geográficas amplias y bien definidas, que haya analizado los factores que condicionan los niveles de
los COP en nuestra sangre, tejidos u
orina. Esa carencia resulta llamativa, y contrasta con la multiplicidad
de estudios gubernamentales de carácter económico, sociológico y político. El desequilibrio existente entre la abundancia de indicadores po-
En casi todos los
recién nacidos se
detectan residuos
orgánicos persistentes
blacionales socioeconómicos y la
ausencia de indicadores poblacionales acerca de los efectos que los factores ambientales tienen en la salud
humana es impropio de una sociedad posindustrial. Impide realizar
tareas elementales, como monitorizar la salud de la población. Impide
también efectuar valoraciones racionales y tomar decisiones científicamente justificadas ante crisis motivadas por accidentes, brotes epidémicos y otras circunstancias socialmente alarmantes.
Países como Bélgica saben de
eso, y han aprendido dolorosamente algunas lecciones tras sufrir, detectar y analizar con rigor
episodios como el de contaminación alimentaria por COP, ocurrido allí en 1999. Tras ello, los expertos belgas han escrito: “Aunque
tras el accidente se han efectuado
más de 20.000 mediciones de PCB
y dioxinas en piensos para animales, grasas animales y alimentos
para humanos, persisten muchas
incertidumbres acerca de la magnitud de la exposición a estos tóxi-
cos por parte de la población belga. Tales incertidumbres tienen su
principal origen en el hecho de
que prácticamente no había mediciones disponibles sobre la carga
corporal de esos contaminantes
antes de la crisis, ni tampoco se
hicieron mediciones durante o después de ella”.
Lo que hoy nadie pone en duda es que las autoridades democráticas —en particular las autoridades ambientales y de salud
pública— tienen la responsabilidad de evaluar los niveles biológicos de los contaminantes ambientales y valorar los posibles riesgos
de efectos adversos para la salud.
Sin embargo, ante la pregunta:
¿cuáles son las concentraciones
de COP en el cuerpo de los españoles, según comunidades autónomas, grupos de edad y género, hábitos alimentarios, ocupación,
educación, clase social, ...?, la respuesta es: no lo sabemos, pues no
disponemos de los correspondientes sistemas de información. Ante
lo cual es lógico preguntarse ¿qué
prioridades de salud pública, laboral y ambiental, qué prioridades
Es difícil pensar en
otro proceso que sea
a la vez tan global
y multidimensional
de investigación tenemos en España que nos ayudan tan poco a
saber y a controlar lo que sucede
en este tema?
Un componente central de tales sistemas consistiría en un Informe sobre la Exposición Humana a Agentes Químicos Ambientales en la población general española. El propósito general de este
informe sería proporcionar a los
agentes sociales, a las autoridades
(sanitarias, laborales, ambientales) y a los expertos información
válida sobre dosis internas de
agentes químicos ambientales como los COP en una muestra representativa de la población general,
con el fin de ayudar a prevenir
enfermedades provocadas por la
exposición a tales agentes.
Ciertamente, los actuales niveles de COP en humanos son producto de décadas de ingenuidad,
ignorancia, mercantilismo y abuso tecnológico; en suma, de un
determinado modelo de desarrollo. Y por supuesto, del largo
tiempo de vida media que tienen
la mayoría de los compuestos.
Hay también buenas razones
para preguntarse si los alimentos,
piensos, grasas y derivados que
importamos están libres de COP.
Por ejemplo, el DDT se sigue detectando en muchos alimentos
que consumimos.
En todo ello ¿qué papel pueden tener los controles locales? Es
una cuestión especialmente difícil, pues muchos COP viajan por
todo el planeta; por la atmósfera,
las aguas y el suelo, pero también
por los canales internacionales de
comercialización de compuestos
químicos, piensos y alimentos. De
modo que tenemos contaminación por COP sin fronteras y para
rato. Es difícil pensar en otro proceso que sea a la vez tan genuinamente global y multidimensional
por sus causas y consecuencias
químico-biológicas, económicas,
ecológicas y culturales.
Miquel Porta es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la
Universidad de Carolina del Norte e
investigador del Instituto Municipal
de Investigación Médica de Barcelona.
EL PAÍS
Menos fumadores en Canadá por su agresiva campaña
La campaña antitabaco emprendida hace un año
por las autoridades sanitarias de Canadá ha conseguido su objetivo. Cánceres pulmonares, cerebros
con ictus, embarazadas fumando y bebés enfermos
son algunas de las 16 impactantes imágenes que
cubren como mínimo obligatoriamente la mitad
del paquete de tabaco. La mitad de los canadienses
fumadores reconoce en una encuesta que estas imágenes han aumentado su motivación para dejar de
fumar, y un tercio de los que lo consiguieron lo
relacionan con la campaña. Uno de cada cuatro
dice que tapa la imagen para no verla.
Los expertos piden más control en la
dispensación de plantas medicinales
La fitoterapia experimenta en España un crecimiento anual del 30%
MAYKA SÁNCHEZ, Madrid
La Sociedad Española de Fitoterapia y la Asociación Española
de Médicos Naturistas, que celebraron a finales de 2001 en Madrid su primer congreso anual,
piden una regulación más estricta en el uso terapéutico de las
plantas medicinales en España,
país en el que este sector está
experimetando uno de los mayores crecimientos en Europa cifrado en un 30% al año.
Aun así, las ventas de plantas
medicinales con indicación terapéutica sitúan al mercado español en el sexto lugar de los
miembros de la Unión Europea,
con un gasto de 100.369 euros
anuales, frente a los 2.145.613
euros de Alemania, país en el
que está más arraigada esta
práctica.
Un estudio realizado en 2000
por varios colegios oficiales de
farmacéuticos revela que cada español invierte al año en productos medicinales de venta en farmacia una media de 2,4 euros.
No obstante, según el médico
Bernat Vanaclocha, del comité
organizador del congreso, las oficinas de farmacia sólo dispensan
el 30% de los productos fitoterapéuticos, mientras que el 70% res-
tante se vende en herbolarios,
mercadillos y otros establecimientos. Estos porcentajes son inversamente proporcionales en países
como Alemania, Francia e Italia.
Por ello los expertos reunidos
en Madrid han solicitado una
normativa española rigurosa,
que regule qué plantas deben adquirirse únicamente en farmacia
y cuáles pueden obtenerse en
El 70% de los pacientes
usa plantas medicinales
y sólo la mitad de ellos
se lo dice a su médico
otros centros. Existe ya un proyecto de Real Decreto, al amparo
de la Ley del Medicamento, elaborado por la Agencia Española
del Medicamento, organismo
que tendrá todas las competencias en materia de plantas medicinales, sean o no de venta libre.
En esta normativa queda así
establecida la definición para medicamentos de plantas medicinales o fitofármacos: “Las plantas
y sus mezclas, así como los preparados obtenidos de las mismas
en forma de extractos, liofilizados, destilados, tinturas, cocimientos o cualquier otra preparación galénica, destinados a su utilización en las personas o en los
animales, que se presentan dotados de propiedades para prevenir, diagnosticar, tratar, aliviar o
curar enfermedades o dolencias
o para afectar a funciones corporales o al estado mental”.
Como indica Salvador Cañigueral, profesor de Fitoterapia
de la Universidad de Barcelona,
existe también en este borrador
una disposición por la que se deroga la todavía vigente Orden Ministerial (de Interior) de 1973,
que “regula el registro especial
para los preparados a base de especies vegetales medicinales, que
hasta ahora ha marcado la reglamentación para los productos de
plantas en España y que exigía
urgentemente una revisión y
puesta al día”.
Los expertos en fitoterapia
instan a que los profesionales sanitarios conozcan las plantas medicinales, pues, a tenor de los datos obtenidos en algunos estudios españoles, el 70% de los pacientes toma productos fitoterapéuticos y sólo la mitad de ellos
lo comenta a su médico.
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