La Biblia: ¿Única regla de la Fe?

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La Biblia:
¿Única regla de la Fe?
por John Vennari
El protestante piensa que está en terreno sólido al decir que cree en la Biblia y
acepta la Biblia, y sólo la Biblia, como única regla de Fe.
Esto es el principio central de los protestantes, la Sola Scriptura – que sólo la Biblia
es la única regla de la Fe. Es la Biblia y sólo la Biblia que es el contrafuerte y pilar de la
verdad.
Por lo tanto, la primera pregunta que debemos hacer es ésta: ¿Para empezar, hasta
qué punto este principio de los protestantes es aceptable? ¿Estarán los protestantes
realmente en terreno sólido, cuando dicen que la Biblia sola es la única regla de la Fe?
Hay en los Estados Unidos un convertido al Catolicismo muy conocido, llamado
Scott Hahn – un ministro protestante que se hizo católico. Parte de la historia de su
conversión da respuestas útiles a esta cuestión (personalmente, me gustaría que el Dr.
Hahn, después de su conversión, fuese más tradicional, pero este detalle no disminuye la
fuerza de esta historia).
El Dr. Hahn había sido un ministro presbiteriano que, en sus días de seminario, fue
vehemente anti-católico. Como ministro, hizo un estudio exhaustivo de las Sagradas
Escrituras, porque quería que sus sermones estuviesen permeados con citas bíblicas.
Pero cuanto más estudiaba las Sagradas Escrituras, más daba cuenta que las
verdades en que un católico cree, manifiestas en especial en las enseñanzas de los más
antiguos Padres de la Iglesia – San Jerónimo, San Basilio, San Agustín – están firmemente
arraigados en las Sagradas Escrituras. Estos Padres de la Iglesia eran católicos. ¡Todos y
cada uno de ellos celebraban el Santo Sacrificio de la Misa!
No voy a repetir toda la historia, pero quiero enfocar un suceso crucial que precipitó
su conversión. Fue una cosa que le sucedió cuando estaba dando una clase.
Allí estaba él, un ministro presbiteriano – un profesor presbiteriano – enseñando
jóvenes adultos.
Y uno de los estudiantes más inteligentes de la clase le preguntó: “¿Dr. Hahn, sabe
como nosotros, protestantes, creemos que la Biblia sola es la única regla de la Fe cristiana,
y que seguimos la Biblia, y apenas la Biblia – y no la Biblia y la Tradición?
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Hahn dijo “Sí”.
El estudiante preguntó: “¿Pero dónde en la Biblia dice eso”?
Hahn contestó: “¡Pero qué pregunta estúpida”!
En el momento en que Hahn dijo eso, reflexionó a sí mismo: “Nunca hablaste así a
un estudiante. Nunca contestaste a un estudiante insultándolo”. Pero la razón para Hahn
haber contestado así era porque, en realidad, no tenía contestación.
Hahn dijo: “Bueno, tenemos II Timoteo, 3:16”.
Pero el estudiante replicó: “¡No! II Timoteo 3:16 dice: ‘Toda escritura inspirada de
Dios es propia para enseñar, para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia’. ¡Dice
que la Escritura es propia! ¡No dice que debemos creer sólo en la Biblia!”
Hahn dijo entonces: “Bueno, vea lo que Nuestro Señor dice sobre la Tradición en
Mateo 15”.
Una vez más el estudiante contestó: “¡Pero no! Nuestro Señor no estaba condenando
toda la tradición, sino la tradición corrupta de los Fariseos”.
Así, después de algunas más tentativas fracasadas con citas bíblicas, Hahn anunció
que el tiempo había acabado y que deben continuar discutiendo el asunto la semana
siguiente.
Fíjense el Dr. Hahn sabía que no había contestado a la pregunta del estudiante. Y el
estudiante sabía que su pregunta quedó sin contestación. Hahn se fue a casa aquella noche
preocupado, pensando: “¿Cuál sería la respuesta a esa pregunta”?
Cuando llegó a casa, llamó a los mejores eruditos protestantes de las Sagradas
Escrituras que conocía en los Estados Unidos. Y les preguntó: “Por casualidad, no presté
atención a esta parte de mi curso del seminario, pero saben que nosotros, protestantes, sólo
creemos en la Biblia y apenas la Biblia, y no en las Sagradas Escrituras y en la Tradición –
¿pero dónde dice esto en la Biblia”?
Y todos eses eruditos protestantes, sin excepción, dijeron: “¡Pero qué pregunta
estúpida”!
Entonces, todos eses profesores se refirieron al mismo versículo que Hahn había
citado: “Bueno, tenemos II Timoteo 3:16”. Y Hahn contestó como el estudiante había
contestado: “No, este versículo sólo dice que la Sagrada Escritura es propia, y no que debe
ser la única regla de la Fe”.
Y todos los profesores dijeron también: “Hay las palabras de Nuestro Señor en
Mateo 15”.
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Y Hahn replicó: “No, Nuestro Señor no estaba condenando toda la Tradición, sino
apenas la tradición corrupta de los Fariseos”. Y además, dijo Hahn, San Pablo nos
recomendó en II Tesalonicenses 2:14: “Estad firmes, y mantened las tradiciones que
habéis aprendido, ora por medio de la predicación, ora por carta nuestra”.
Y estos grandes eruditos, los teólogos protestantes más eminentes, no tuvieron
contestación.
Fue entonces que Scott Hahn realizó que el principio central, fundacional del
protestantismo – sólo la Biblia y nada más que la Biblia – ¡no es bíblico!
Esto es una contradicción tremenda; es uno de las razones por qué yo nunca podría
ser protestante. El protestantismo dice que basa todo su sistema de creencias apenas en la
Biblia, pero el principio de “Sólo la Biblia” no es un principio bíblico; no se encuentra en
ninguna parte de la Biblia.
Sin base en la Historia
En segundo lugar, el principio de “Sólo la Biblia como única regla de la Fe” no
puede ser un principio auténtico del Cristianismo, porque no tiene base en la historia del
Cristianismo.
¿Cómo aprendieron la Fe los cristianos primitivos?
¿Cómo se les comunicó la Fe?
¿Cómo dijo Nuestro Señor a los Apóstoles que comunicasen la Fe, las verdades en
que debemos creer para nuestra salvación?
Les ordenó: “Id e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, Y dijo a Pedro, “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia”. (Mateo 16:18) Y San Pablo enseñó claramente que la Iglesia es la
columna y apoyo de la verdad. (I Tim 3:15)
Nuestro Señor dio autoridad a Pedro, y Él comisionó los Apóstoles de predicar en
Su nombre. “Como mi Padre me envió, así os envío también a vosotros”. (Juan 20:21)
Nuestro Señor no escribió libros. Ni dijo a Sus Apóstoles: “Sentíos y escribid
Biblias y difundidlas por toda la tierra, y que cada hombre lea su Biblia y juzgue por sí
propio”, lo que es la esencia del protestantismo – cada uno lee la Biblia y decide por sí
propio cuales son las verdades del Cristianismo. ¡No! Como dije, Nuestro Señor estableció
la Iglesia para que enseñase en Su nombre: “El que os escucha a vosotros, me escucha a mí;
y el que os desprecia a vosotros, a mí me desprecia. (Lucas 10:16). “Si ni a la Iglesia oyere,
tenle por gentil y publicano”. (Mateo 18:17)
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La Iglesia y la Fe existían antes del Nuevo Testamento. ¡Sólo cinco de los doce
Apóstoles dejaron algo escrito! La Iglesia enseñaba y administraba los Sacramentos, los
Apóstoles perdonaban los pecados y la Iglesia hacía mártires siete a diez años antes de una
única letra del Nuevo Testamento haber sido escrita en un pergamino.
La Iglesia se difundió por todo el Imperio Romano antes que fuese escrita una sola
palabra del Nuevo Testamento. Hubo santos y mártires católicos antes que tuviésemos
Evangelios y Epístolas.
El primer Evangelio fue escrito por San Mateo, unos 7 años después de Nuestro
Señor había dejado la tierra. El Evangelio siguiente fue de San Marcos, escrito 10 años
después de Cristo haber subido al Cielo. El Evangelio de San Lucas se escribió 25 años
después de la Ascensión de Nuestro Señor, y el Evangelio de San Juan se escribió 63 años
después de Nuestro Señor había dejado la tierra. El Apocalipsis se escribió unos buenos 65
años después de la Ascensión de Nuestro Señor. Y todo eso se escribió, como reafirmó el
Papa León XIII, bajo la inspiración divina.
¿Entonces cómo se hicieron cristianos y salvaron las almas los primeros cristianos?
¿Leyendo la Biblia? No, porque el Nuevo Testamento aún no existía. Como vimos, el
Nuevo Testamento sólo se completó 65 años después de Nuestro Señor había subido al
Cielo.
Pero esto no es todo.
Durante más que trescientos años, la Iglesia no tenía todos los libros de la Biblia
compilados en un solo libro.
Y esto nos lleva directamente a la cuestión de la Autoridad.
Porque si me dan un libro – le llamamos La Biblia – y me dicen que todo lo que está
en este libro es la Palabra infalible de Dios, la primera cosa que yo pregunto es: “¿Quién
dice eso?”
Los libros no se escriben a sí propios. Los libros de varios autores no se unen todos
en un solo libro grande y después proclaman que son la Palabra escrita de Dios.
¡No! Alguien, o alguna unidad social, a quien Dios mismo confirió la autoridad para
enseñar en Su Nombre, para enseñar infaliblemente, tiene que decirme eso. Sólo una
autoridad así me puede decir que este libro es la Palabra escrita e infalible de Dios.
Y fue la Iglesia católica, en el Concilio de Cartago, en el año 397, que, guiada por el
Espíritu Santo, estableció definitivamente lo que sería el Canon del Nuevo Testamento; que
decidió cuáles libros eran divinamente inspirados, y cuáles no eran.
Como saben, había un número de otros “Evangelios” y “Epístolas” en circulación;
unos fueron escritos por hombres buenos y santos, pero no eran la Palabra inspirada de
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Dios (por ejemplo, las Epístolas de San Clemente). Otros eran simplemente falsificaciones,
como el llamado Evangelio de Pilatos o el Evangelio de Nicodemo.
Y fue la Iglesia católica que decidió cuáles libros eran divinamente inspirados y
cuáles no eran. Fue la Iglesia católica que compiló el Nuevo Testamento, que lo unió al
Antiguo Testamento, y dio al mundo la Biblia. Fue la Iglesia católica que produjo la Biblia,
no fue la Biblia que produjo la Iglesia.
Así, como dije, el principio de los protestantes de “Sólo la Biblia” no tiene base
histórica. La religión católica es la única religión que puede contestar la pregunta: “¿Quién
dice eso”? – o sea, “¿quién dice que la Biblia es la Palabra escrita de Dios”?
¡Que venga Gutenberg!
Pero los problemas no acaban aquí. Porque si fuese necesario yo leer la Biblia para
salvarme, si la Fe sólo viene por la lectura de la Biblia, entonces la Fe vino apenas con la
invención de la tipografía, que sólo se inventó en mediados del Siglo XV por Johannes
Gutenberg.
Antes de eso, todos los libros eran copiados a mano. Era una tarea laboriosa,
demorada y cara. No era posible que hubiese un ejemplar de la Biblia en las manos de cada
católico, y aun en cada familia católica.
Es sólo desde hace poco más de 400 años que tenemos Biblias difundidas por todas
partes. ¿Y entonces qué decimos sobre los millones de cristianos que vivieron antes de eso,
que pasaban toda la vida ni siquiera viendo una Biblia, cuanto más un texto impreso del
Nuevo Testamento?
Fíjense, la teoría de “Sólo la Biblia” – según la cual sólo la Biblia era el camino a la
salvación – presupone que la Biblia debería estar disponible para todos desde la fundación
del Cristianismo. Sin embargo, ya vimos que esto no era el caso. Vimos que los libros del
Nuevo Testamento sólo acabaron de escribirse 65 años después de Nuestro Señor había
dejado la tierra. Y ya vimos que el mundo cristiano ni siquiera había compilado una Biblia
completa hasta el año 397; y que la Biblia ni siquiera podría ser distribuida en masa hasta
mediados del Siglo XV. Por lo tanto, el principio de “Sólo la Biblia” no tiene base
histórica.
Conflictos con la razón
Finalmente, el principio de “Sólo la Biblia” es contrario a la razón. Porque si me
dan un libro, y me dicen que todo lo que está en el libro es la Palabra escrita de Dios, y que
tengo que leer y creer que sólo la Biblia me lleva a la salvación, entonces la primera cosa
que yo digo es: “Esta bien; entonces déjenme en paz. Denme esa Biblia, y ahora yo soy
quien va a decidir cuál es el verdadero significado de las Escrituras”.
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Esto es, esencialmente, el sistema protestante. Si va a una congregación luterana,
sólo oirá la interpretación particular que Martin Lutero hizo de la Biblia.
Y si va a una congregación metodista, sólo le darán la interpretación particular de la
Biblia hecha por otro hombre – un individuo llamado John Wesley.
Y si va a una congregación presbiteriana, sólo tendrá la interpretación personal de
John Knox, fundador de aquel grupo.
Y si sea miembro de una denominación protestante, no hay razón para no levantarse
y decir al predicador: “Hermano, me parece que Usted no camina en la verdad. ¡Su
interpretación está errada! Encontré yo el significado correcto”.
Y si Usted es suficientemente celoso, y suficientemente elocuente, y
suficientemente determinado, puede empezar predicando, y puede fundar su propia
congregación protestante – porque fue así que ellos todos empezaron.
Y vimos que esto es la consecuencia de la interpretación particular de la Biblia.
Porque, de acuerdo con el sistema protestante – cada uno lee la Biblia y llega a su propia
interpretación – la conclusión lógica de esto es que podría haber tantas religiones
protestantes como hay personas. ¡Para ellas, no hay una Iglesia establecida por Cristo para
enseñar en Su nombre! ¡No hay una autoridad establecida por Dios para decirme que puedo
estar engañado!
Aquí está una de muchas razones por qué yo nunca podría ser protestante. Vemos
que el principio “Sólo la Biblia” es contrario a la Sagradas Escrituras, el principio “Sólo la
Biblia” no es apoyado por la historia, y el principio “Sólo la Biblia” es contrario a la razón;
porque acaba por dar origen a miles de interpretaciones de las Escrituras en conflicto entre
sí, y es contrario a la finalidad para que Nuestro Señor estableció Su Iglesia.
¡La Biblia hizo de mí un católico!
Uno de los muchos protestantes que descubrieron finalmente esta verdad fue un
hombre llamado Paul Whitcomb.
Paul Whitcomb era un ministro protestante, cuyo estudio intenso de las Sagradas
Escrituras lo llevó a aceptar la Iglesia católica como la única Iglesia verdadera establecida
en la Biblia. Esto se explica en un folleto ya agotado, llamado La Biblia hizo de mí un
católico.
El señor Whitcomb estudió las Sagradas Escrituras por el método de “interpretación
por correlación”.
El método funciona así: Él se concentraba en una dada expresión de la Escrituras,
como “Hijo de Dios”, y procuraba por todas las Escrituras, localizando todos los lugares en
que esa expresión era usada, para llegar a la verdad bíblica sobre el significado de la
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expresión. Cuando el señor Whitcomb usó este método de interpretación por correlación
para la palabra “Iglesia”, descubrió una cosa que no esperaba (y que aquí sumariamos en
cuatro puntos).
1.) Su primer descubrimiento, dijo, fue que la “Iglesia” definida en la Biblia debería
ser “un cuerpo” – y no apenas un cuerpo humano, sino un Cuerpo Divino – el
Cuerpo Místico de Cristo.
“Y él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia”.
(Colosenses 1:18)
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros unidos a otros
miembros”.
(I Corintios 12:27)
“Somos miembros de su cuerpo, formados de su carne y de sus huesos”.
(Efesios 5:30)
2.) El señor Whitcomb descubrió también que esta Iglesia no debería ser un cuerpo
desorganizado, sino un cuerpo unificado.
“Y habrá un solo rebaño, y un solo pastor”.
(Juan 10:16)
“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros
somos uno”.
(Juan 17:22)
“Siendo un solo cuerpo y un solo espíritu, así como fuisteis llamados en una
misma esperanza de vuestra vocación. Uno es el Señor, una la fe, uno el
bautismo”.
(Efesios 4:4-5)
El señor Whitcomb vio claramente que este cuerpo – la Iglesia – debería ser
constituido como siendo uno: uno en sus miembros, uno en la doctrina, uno en el culto, uno
en la gobernación.
3.) Siguiendo eso, vio que esta Iglesia debería ser una Iglesia docente. Y no sólo eso,
sino una Iglesia docente infalible:
“A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, e
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas
que yo os he mandado”.
(Mateo 28:18-20)
4.) Vio que Nuestro Señor concedió una protección divina a esta autoridad docente:
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“Estas cosas os he dicho, conversando con vosotros. Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os
recordará cuantas cosas os tengo dichas. Mas cuando viniere el Consolador, a
quien yo os enviaré de parte de mi Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y
vosotros daréis testimonio también, puesto que desde el principio habéis
estado en mi compañía”.
(Juan 14:25-26 y 15:26-27)
Leyó más en I Timoteo 3:15:
“Te escribo esto…para que sepas cómo debes portarte en la Casa de Dios, que es
la Iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad”.
Después de leer todo esto, comentó, “Me perturbó el descubrimiento de esta verdad
bíblica…porque [como protestante] no era miembro de una Iglesia docente, y mucho
menos de una Iglesia docente infalible”.
Y esto porque no hay una tal “Iglesia” en el sistema protestante.
Y el señor Whitcomb continuó:
“La iglesia de que era miembro, como todas las iglesias protestantes, sostenía que la
Biblia es la única fuente y garantía divinamente autorizada de la verdad, y que quien
quisiese salvarse debería aprender de la Biblia lo que era necesario para la salvación.
“La única responsabilidad de la Iglesia, según las creencias protestantes, es dar a
conocer y proveer a los ‘salvados’, los que profesan a Cristo como Señor y Salvador, un
lugar donde se puedan reunir en ‘la fraternidad de oración’.
“Esto a pesar del hecho que, durante los primeros cuatrocientos años no hubo una
Biblia cristiana publicada.
“Esto a pesar del hecho que, en los mil años siguientes, hasta la invención de
tipografía, había muy pocas Biblias;
“Esto a pesar del hecho de que los que han hecho de la Biblia su única regla de Fe
han llegado a centenas de reglas de Fe en conflicto unas con las otras;
“Esto a pesar del hecho que la Biblia dice que muchos de los que la interpretan
particularmente (II Pedro 3:16) la interpretan erróneamente”.
Para resumir la historia, el señor Whitcomb explicó que la única “Iglesia” que está
de acuerdo con la descripción de la “Iglesia” encontrada en la Biblia era la Iglesia católica.
(También señaló que la Biblia no dice todo, porque Juan 21:25 nos dice: “Otras muchas
cosas hay que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, me parece que ni aun en
el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”.)
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Fue la Iglesia católica, investida con la autoridad infalible que Nuestro Señor le
confirió, que nos dio la Biblia, y es sólo por la autoridad de la Iglesia católica que sabemos
con seguridad que la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios. Fue por eso que, en el
Siglo IV, el gran San Agustín dijo: “Yo no creería en el propio Evangelio si la autoridad de
la Iglesia católica no me llevase a creerlo”.
Centro de Fátima
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