E n e ro - J u n i o 2 0 1 2 Edición No. 1 M O N I T O R E S T R A T É G I C O Ley 1438: Nueva Expectativa Augusto Galán Sarmiento* 4 El ex presidente César Gaviria ha señalado con bastante razón que el sistema de salud colombiano no requiere de más normas y la solución de sus problemas se haya más en el terreno de la gestión y menos en el de la legislación. De hecho, en escasos cuatro años (2007 al 2011) hemos visto nacer dos nuevas leyes que le introdujeron reformas al sistema y cuyos desarrollos reglamentarios en gran medida se encuentran pendientes. Con ambas normas se han generado grandes expectativas para el sector, que se han acrecentado con las órdenes señaladas por la Corte Constitucional mediante la Sentencia T-760 de 2008 y los seguimientos que la institución ha hecho sobre su cumplimiento. Es claro que el desenlace desafortunado de los pertinentes decretos expedidos por el Gobierno Nacional a principios del año 2010, en el marco de la declaratoria de Emergencia Social, hizo necesario apelar al Congreso de la República para introducirle correctivos al Sistema General de Seguridad Social en Salud, lo que condujo a nuevos debates y discusiones que se suspendieron (¿o pospusieron?) con la expedición de la Ley 1438 de 2011. Esta nueva norma trae aspectos interesantes para destacar y uno muy preocupante en relación con el futuro del sistema de salud. Entre los primeros, quisiera resaltar los siguientes. El énfasis que se hace sobre la recuperación de la institucionalidad de la Salud Pública y la estrategia de atención primaria en salud; el giro directo * Ex ministro de Salud y ex embajador de Colombia en la Unesco. Médico. MPA. de los recursos y la portabilidad nacional del aseguramiento en el régimen subsidiado; los mayores controles para mejorar la gestión de los hospitales públicos; la organización institucional para la adecuada administración de las atenciones no incluidas en el plan de beneficios y las herramientas de inspección, vigilancia y control que se le entregan a la rectoría del sistema. Paso a analizar por qué estos temas son tan relevantes y cómo su inclusión en la norma contribuirá a mejorar la operación del sistema y a disminuir las fuentes de conflicto, ineficiencias o inequidades que lo venían aquejando. Se hizo evidente a lo largo de los años que la salud pública en el país se había debilitado y pasado a un segundo plano, entre otras razones por el traslado a las entidades territoriales de la mayoría de las funciones relativas a este tema. Las capacidades institucionales a nivel territorial eran muy débiles en el momento en que se dieron esos traslados en 1993 y han tardado más de lo esperado para desarrollarse plenamente. Pero adicional a eso, prevaleció a lo largo de estos años la confusión sobre las competencias entre las entidades territoriales y las EPS en materia de prevención de la enfermedad y promoción de la salud. Es por ello que el nivel nacional al recuperar la maniobra de la dirección en estas materias, le permitirá a la rectoría del sistema tomar unas decisiones más acertadas y definir los programas y líneas de acción que fortalezcan la salud pública en el país. De otra parte, la distribución financiera del régimen subsidiado a nivel regional no permitía que los municipios ricos, con buenas rentas propias adicionales a las transferencias de la Nación, a los que eventualmente les podían sobrar recursos, compensaran solidariamente a los municipios más pobres y sin rentas propias, en los cuales las transferencias de la Nación eran insuficientes para cubrir a todos los ciudadanos necesitados de subsidios en salud. La estructura financiera que permite ahora el giro directo desde el nivel nacional elimina esa fuente de inequidad, a lo cual se une la portabilidad nacional que facilitará a los ciudadanos del régimen subsidiado ser atendidos en cualquier lugar del país en donde necesiten los servicios de salud. La gestión de los hospitales públicos ha sido otra fuente de dificultades para el sistema. La realidad es que la sombra del denominado “septiembre negro” no ha desaparecido. Antes de la Ley 100 todos los años, por esa época, las mencionadas instituciones entraban en crisis financiera y se precipitaban las protestas de los trabajadores de la salud unidas a cierres parciales de los servicios. A pesar de los cambios introducidos por la reforma de 1993, no ha sido posible que los hospitales públicos del país sean financieramente sostenibles y tengan altos estándares de calidad unidos a eficiencia en el manejo de sus recursos. El Estado ha gastado más de 1,5 billones de pesos en reestructuraciones de hospitales y el resultado no ha sido el esperado. La Ley 1438 les establece planes de gestión y una serie de normas de saneamiento fiscal y financiero semejantes a los aplicados a las alcaldías y gobernaciones, con los Superintendencia Nacional de Salud Edición No. 1 I N V I T A D O cuales estas últimas se han vuelto más eficientes y sostenibles. Ojalá ocurra lo mismo con los hospitales públicos. Otro punto que ha generado dificultades en la operación del sistema tiene que ver con la falta que tuvo la Ley 100 para establecer la institucionalidad y los mecanismos administrativos mediante los cuales se efectúa la gestión adecuada para que la población acceda a los servicios no incluidos en el plan de beneficios (POS). Una canasta de servicios explícita requiere de claras definiciones. No fue así. A ello se unión la lentitud en la actualización del POS y las diversas interpretaciones que se dieron sobre sus contenidos, en especial sobre las nuevas tecnologías en salud que fueron ingresando al país. Todo lo anterior condujo a restricciones para los ciudadanos en el acceso a los servicios, que derivaron en tutelas y en el desbordamiento de los recobros ante el Fosyga hasta llegar a los escándalos de corrupción que son de público conocimiento. Por eso, de la Ley 1438 son bienvenidos el nacimiento del Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud, el fortalecimiento de los comités técnicos científicos, la creación de la Junta Técnica Científica de Pares en la Superintendencia de Salud y las normas que facilitan el establecimiento de una política nacional farmacéutica y de insumos médicos. La gestión coordinada de estos aspectos, unida a la necesaria autorregulación médica, deberá eliminar esa fuente de dificultades en la operación del sistema y contribuir al disfrute más pleno del derecho a la salud por parte de los ciudadanos. Por último, entre los aspectos a destacar de la Ley 1438 se en- cuentra el incremento en la financiación para fortalecer la Superintendencia Nacional de Salud. Esta entidad tiene ahora más oportunidad de aumentar sus cualificaciones para realizar con mayor propiedad y eficiencia las labores de fiscalización del sistema, en particular aquellas relacionadas con el control de los riesgos sistémicos que confronta este último. La crisis de liquidez por la cual atraviesa el SGSSS en los últimos años, se relaciona directamente con un débil control de los riesgos financieros de las EPS y de los demás agentes del sector. Es de confiar en que con más recursos y mayores posibilidades de actuar, se incrementen y consoliden las capacidades institucionales de las entidades encargadas de las funciones de vigilancia y control dentro del sistema, en particular de la Superintendencia de Salud. Pero la Ley 1438 trae un aspecto preocupante que toca de lleno uno de los tres pilares del Sistema General de Seguridad Social en Salud: la solidaridad. Este es un valor reconocido del modelo colombiano, que ha contribuido, entre otras, a la ampliación acelerada en la cobertura, hasta llegar hoy prácticamente, a la universalidad del aseguramiento en salud. La Ley 1438 abrió la compuerta para que en el mediano plazo se elimine el aporte solidario que el régimen contributivo hace al régimen subsidiado. El punto y medio de la cotización, que los cotizantes del régimen contributivo aportan, podrá disminuir gradualmente hasta desaparecer. El tema quedó refrendado públicamente con el planteamiento del presidente Santos sobre una futura financiación exclusiva con recursos fiscales de la totalidad de la operación del sistema. Varias inquietudes surgen ante esta posibilidad. ¿Con qué fuente financiera se van a cubrir los $2 billones anuales que corresponden hoy a ese aporte solidario? ¿Si en el mediano plazo la financiación del sistema de salud será exclusiva con recursos fiscales, cómo se cubrirá el aporte de los cotizantes del régimen contributivo que corresponde hoy a más o menos 3,5% del PIB nacional? ¿Hasta qué cobertura deberá incrementarse la base de contribuyentes tributarios del país, que hoy son 600 mil personas naturales, para compensar los 8 millones de personas que cotizan al sistema general de seguridad social en salud? ¿La financiación fiscal de la salud se hará con un incremento a la base y a la cobertura de un impuesto general, tipo IVA? ¿Será solidario cambiar un impuesto progresivo como el que hoy se tiene para la salud, por uno tan regresivo como el IVA? ¿Cuál puede ser la seguridad para el sector salud de que, al depender su financiación del presupuesto nacional, no se repetirá la experiencia que ya tiene con el famoso “pari passu”? La Ley 1438 abrió un marco de expectativa para el sector de la salud con herramientas pertinentes para mejorar su operación, fortalecer la rectoría y avanzar hacia el disfrute más pleno del derecho a la salud de todos los ciudadanos, todo lo cual tiene un camino reglamentario por recorrer. Paralelo a ello, dejó planteado un gran interrogante sobre el futuro del principio de solidaridad y de la financiación del sistema. Estos son asuntos esenciales para analizar con mayor detalle y los agentes del sector no podemos estar ajenos a él. 5