E-VOTO Y E-DEMOCRACIA: - Junta de Castilla y León

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E-VOTO Y E-DEMOCRACIA:
LA EXPERIENCIA DE EL HOYO DE PINARES
Carlos Javier Galán Gutiérrez
Primer Teniente de Alcalde del Ayuntamiento
de El Hoyo de Pinares (Ávila)
En marzo de 2003 la localidad abulense de El Hoyo de Pinares acogía
una experiencia pionera: una prueba piloto de votación popular a través de
Internet, que sigue siendo hoy una referencia, objeto de atención en cuantos
foros o estudios abordan el e-voto, no sólo en el plano nacional, sino
también internacional.
La iniciativa se enmarcaba dentro de un proyecto puesto en marcha
por CERES, el organismo de certificación de la Real Casa de la MonedaFábrica Nacional de Moneda y Timbre (RCM-FNMT). Sobre la base de
previos estudios tecnológicos, sociológicos y legislativos (en los que
colaboraron grupos de trabajo de las Universidades Politécnica y
Complutense de Madrid), un equipo multidisciplinar había venido trabajando
en este interesante proyecto, respaldado por el Ministerio de Ciencia y
Tecnología, para desarrollar un software de votación a través de la red. Una
de las fases del mismo consistía en que el mecanismo se evaluara en una
prueba piloto con población real, de forma que ello permitiera estudiar la
viabilidad técnica y social de tales sistemas.
Esta votación se programó en coordinación con la Dirección General
de Política Interior y Procesos Electorales del Ministerio del Interior, y contó
con el apoyo de diversas firmas colaboradoras, del ámbito de las nuevas
tecnologías de la información y la telecomunicación, que pusieron a
disposición de la prueba recursos materiales y humanos. Telefónica, la más
importante multinacional española, además de otras aportaciones, instaló las
líneas ADSL en la localidad, lo que permitió que contásemos tempranamente
con un servicio que, en otro caso, hubiera tardado aún algunos años en
llegar a nuestro municipio rural. Otra importante empresa colaboradora fue
Cisco Systems, líder mundial en infraestructuras de red para Internet, cuyas
soluciones de conectividad basadas en IP (protocolo de Internet) son la base
de la propia Internet y de la mayoría de las redes que existen en entornos
empresariales, educativos y gubernamentales de todo el mundo. Sun
Mycrosistems, empresa que cuenta en su haber con la paternidad del
sistema Java y que ocupa una posición de proveedor líder de hardware,
software y servicios, aportó los equipos necesarios para la prueba celebrada
en El Hoyo de Pinares. En todo el proceso se implicó, por último, la conocida
consultora Accenture, que venía ya colaborando con Ceres en la definición y
expansión de la infraestructura de certificación electrónica, y que presta
especial atención al desarrollo de este tipo de procesos a través de
Accenture eDemocracy Services.
La experiencia de El Hoyo de Pinares constituía la primera votación
por Internet en España y una de las primeras del mundo. En nuestro país se
conocía el antecedente de las elecciones del Consejo Asesor de la Guardia
Civil, organizadas por el Ministerio del Interior, con el soporte técnico de
Indra y la propia FNMT, pero se trataba de una votación a través de la
Intranet del propio cuerpo y condicionada por la especial condición de los
votantes –un conjunto homogéneo de funcionarios, con una organización
interna jerarquizada-. En el caso de la villa castellano-leonesa nos
hallábamos, por el contrario, con una votación a través de la propia Internet,
y en la que iba a participar un censo de población real, de todas las edades y
condiciones sociales, de todas las profesiones y niveles de formación, con
muy diversos grados de familiarización con las nuevas tecnologías y que,
además, habían de hacerlo de forma voluntaria, inscribiéndose primero para
participar en la prueba y emitiendo luego su voto.
En el ámbito internacional existían ya interesantes antecedentes de
voto electrónico, pero la mayoría de ellos a través de urnas electrónicas
orientadas meramente a favorecer un rápido recuento. La novedad de la
emisión de voto, en nuestro caso, a través de Internet es que no sólo
favorece un escrutinio más ágil y sin errores, sino que permite votar
cómodamente y a distancia, lo que podría constituir en el futuro una
respuesta para los problemas con los que hoy se enfrentan determinados
colectivos –emigrantes españoles en todo el mundo, marinos que se hallan
en alta mar, etc-. Por otro lado, supone una interesante alternativa al voto
tradicional por correo, la engorrosa fórmula con la que contamos
actualmente. En el voto por correo el elector tiene que conocer con suficiente
antelación que no va a estar en su lugar de residencia en la jornada
electoral: si la imposibilidad es sobrevenida, se verá impedido de ejercer su
voto. El votante por correo emite su sufragio con antelación: se pierde así
una buena parte de la campaña electoral y no disfruta de la jornada de
reflexión. Pensemos, por ejemplo, en las últimas elecciones generales
celebradas en nuestro país y en la influencia que -según todos los analistas,
algo por lo demás evidente-, tuvieron en el resultado los acontecimientos de
los últimos días, y concluiremos que el votante por correo estuvo en
situación de desigualdad respecto al resto de electores, puesto que, al tener
que enviar su papeleta días antes, no conocía estos sucesos en el momento
de emitir su voluntad. Además, el elector que se acoge al sistema de voto
por correo no puede cambiar de idea y votar luego personalmente, puesto
que el mecanismo no permite esa versatilidad. Finalmente, en el caso
concreto de los españoles residentes en el extranjero no existe
simultaneidad en el escrutinio. Por el contrario, el voto por Internet permite
que no haya que programarlo anticipadamente, que pueda ejercitarse desde
cualquier lugar y que su recuento sea simultáneo.
Ceres se había planteado como requisitos de su sistema de votación
por Internet, ensayado con éxito en El Hoyo de Pinares:
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La autenticación: sólo los votantes autorizados, previamente
registrados y censados, podían votar.
La fiabilidad: cada votante no podía votar más de una vez y,
obviamente, no se podía producir ninguna alteración en los
resultados de la votación.
El anonimato: no podía relacionarse un voto con el sujeto que lo
emitió.
La imposibilidad de coacción: ningún votante tenía posibilidad de
demostrar el voto emitido. De esta forma se impide la compra de
voluntades o la presión sobre los votantes, ya que la persona que
desea influir sobre otra u otras no tiene garantía del resultado de
su acción.
La verificación: cada votante tenía un “acuse de recibo” por parte
de la urna digital, de forma que recibía un mensaje que le indicaba
que su voto se había emitido correctamente, como garantía de que
sería incluido en el cómputo final.
La imparcialidad: así como sí se conocía el índice de participación
en tiempo real, sin embargo el sentido de todos los votos
permanecía en secreto hasta la finalización de la jornada electoral,
de forma que los resultados parciales no influyesen en la decisión
de quienes aún no habían depositado su voto.
La veracidad de la votación: el sistema garantizaba que, si se
descubría algún defecto en la publicación de los resultados, se
contaba con mecanismos para poder verificar todos y cada uno de
los votos que se tuvieron en cuenta.
El Hoyo de Pinares, lugar elegido para la prueba, es un municipio que
–aunque en épocas de vacaciones multiplica considerablemente su
población- cuenta con unos 2.500 vecinos empadronados, de los cuales
alrededor de 2.000 tienen derecho a voto, una vez excluidos los menores de
edad y la población inmigrante. Era el tamaño de censo aproximado que
buscaba la FNMT para esta prueba piloto y, por otro lado, la localidad tenía
suficiente proximidad a Madrid –sede de la Real Casa de la Moneda- como
para facilitar los necesarios desplazamientos de técnicos durante todo el
proceso de registro de votantes, de información pública y de instalación de
infraestructuras. El Ayuntamiento aprobó colaborar en la iniciativa, por
unanimidad todos los grupos políticos y de todos los concejales integrantes
de la Corporación Municipal, que se volcaron personalmente en la buena
marcha del proyecto.
A diferencia de otras localidades –por ejemplo, el municipio granadino
de Jun, pionero en la aplicación de nuevas tecnologías a la participación
ciudadana en la política municipal-, El Hoyo de Pinares no contaba con una
experiencia previa en este terreno. Quizá hubiera de reseñarse únicamente
la temprana existencia del Aula Mentor, un proyecto de enseñanza asistida
por nuevas tecnologías, que funciona mediante convenio entre el MEC (hoy
ya la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León) y el
consistorio. En todo caso, no había antecedentes en la villa de un uso
especialmente intenso de la informática o las telecomunicaciones, pero
precisamente de eso se trataba: para evaluar el sistema, si se hace con una
población más familiarizada con las nuevas tecnologías de lo que es usual,
el resultado sociológico queda falseado. La prueba debía realizarse con la
participación de una población con un perfil “normal” –por tanto, muy
desigual por tramos de edades y por grado de formación e información- en
cuanto al uso y conocimiento de las TIC, y que, por tanto, plantease los
problemas con los que un sistema de este tipo se encontraría, en su caso,
en una implantación generalizada y real.
La cuestión elegida para la consulta fue la fecha de la Romería local.
No se trataba, pues, de elección entre diferentes listas políticas, sino de una
pregunta tipo referéndum, con dos opciones alternativas, además de la
posibilidad de voto en blanco. Los sistemas electrónicos no permiten algo
que sí existe en el voto mediante papeleta: el voto nulo, puesto que
normalmente validan previamente cada voto emitido y, si existe alguna
anomalía, avisan al emisor. Hasta que éste no recibe el mensaje de que su
voto ha sido emitido correctamente, no finaliza el proceso. Algunos
estudiosos plantean que el voto nulo es una opción más, y esto constituye
un debate doctrinal abierto. En todo caso, el sistema utilizado en El Hoyo de
Pinares partía de la premisa opuesta: no consideraba el voto nulo en rigor
una herramienta política –aunque pueda ser utilizada como tal-, sino un voto
anómalo, un sufragio mal emitido, que no permite conocer con certeza la
voluntad del elector y por ello no se suma al cómputo final. La votación
electrónica ofrece la garantía de que el elector no emitirá involuntariamente
un voto incorrecto –en cuanto a la forma de emisión, no por lo que respecta
al sentido del mismo- y, como queda explicado, el votante recibe un mensaje
expreso de confirmación de que su voto será incluido en el recuento, por lo
que no cabe la posterior anulación del sufragio.
La pregunta elegida reunía las condiciones que la Corporación
Municipal se había planteado: que fuese suficientemente interesante en el
plano local como para no desincentivar la participación, pero que al mismo
tiempo no constituyese un motivo de enfrentamiento o de agrio debate. La
cuestión finalmente sometida a referéndum municipal partía de unos
antecedentes históricos. La primitiva Romería del pueblo, celebrada tiempo
atrás el martes de pascua, había ido languideciendo hasta prácticamente
desaparecer. En la década de los setenta, parroquia y Ayuntamiento
decidieron ubicarla discrecionalmente en una nueva fecha: el último domingo
de mayo, y desde entonces se había fortalecido y consolidado
inequívocamente, con una amplia participación de vecinos del pueblo y
visitantes. En la época en que se fijó, no estaba aún muy asentado el
concepto de “fin de semana” y el sábado era día laborable para muchas
personas. Pero actualmente, parte de la población opinaba que, siendo en
domingo, la fiesta se cortaba abruptamente a media tarde, al tener que
madrugar y trabajar los vecinos al día siguiente, tener que regresar los
visitantes a sus puntos de origen, etc. De ahí surge la propuesta de ubicarla
en lo sucesivo en el último sábado de mayo. La cuestión provocaba
controversia, por lo que la Corporación, que en otro caso no se hubiera
atrevido a cambiar una fiesta local, encontró la posibilidad de consultar al
propio pueblo sobre si prefería que la romería fuese en sábado o en
domingo.
El resultado de esta consulta no era legalmente vinculante. De hecho,
el referéndum en España no es en ningún caso vinculante, ni siquiera
cuando se celebra de acuerdo con la legislación vigente y con la debida
autorización gubernativa. Pero, además, en nuestro país no existe hoy la
posibilidad de realizar una votación por Internet con validez legal, mientras
no se acometa una reforma legislativa ad hoc. No obstante, el Ayuntamiento
convirtió esta consulta en “políticamente vinculante”, puesto que asumió un
compromiso público, para dar carácter de acuerdo plenario a lo que la
voluntad que la mayoría de los vecinos manifestase en la votación.
Tan pronto como se acordó celebrar esta prueba, comenzaron los
actos de información a los electores: se remitió un folleto a todas las casas,
se publicaron en los medios informativos comunicados sobre la marcha de
los preparativos y la forma en que iba a desarrollarse el proceso, se
desarrollaron reuniones con colectivos y asociaciones locales, se celebraron
actos divulgativos específicos para distintos sectores de población y se
convocaron asambleas públicas informativas, con participación de la FNMT y
del Ayuntamiento.
Simultáneamente, se llevó a efecto el proceso de registro de votantes.
A cada elector que voluntariamente se inscribía para participar en la prueba,
se le dotaba de una tarjeta con un chip, físicamente parecida a la de los
cajeros automáticos. La tarjeta contenía el certificado digital de la FNMT
clase 2CA, que permite identificar al usuario y garantiza la seguridad de sus
gestiones por Internet, y que en este caso se aplicó a la emisión de su voto.
El certificado incorporado a la tarjeta posibilitaba a cada vecino, además de
votar en el referéndum, la realización de trámites con las Administraciones
Públicas a través de Internet, desde pedir un informe de vida laboral a la
Seguridad Social, por ejemplo, hasta realizar la presentación de su
Declaración de la Renta ante la Agencia Tributaria por vía telemática. Hoy,
tras haber suscrito la propia Junta de Castilla y León un convenio de
colaboración con la FNMT, para la implantación y uso de estos servicios, los
vecinos de El Hoyo de Pinares cuentan ya en su mayoría con el certificado
necesario para beneficiarse de estas nuevas posibilidades que ofrece la
administración electrónica. En sobre aparte, el elector recibía su clave
personal, un pin alfanumérico de hasta ocho caracteres, que el usuario podía
libremente modificar. Por motivos de seguridad, en caso de extravío, la
introducción errónea de la clave en tres ocasiones bloqueaba
automáticamente la tarjeta, que sólo podía rehabilitarse mediante el uso de
otra clave personal de desbloqueo, o bien mediante su definitiva anulación y
emisión de una nueva.
La iniciativa tuvo una indudable aceptación popular, puesto que los
electores inscritos voluntariamente para participar en esta prueba piloto
alcanzaron el 87’35 % del censo electoral.
La emisión del voto se realizó con esa tarjeta electrónica, con la
posibilidad de hacerlo desde los hogares, utilizando el PC doméstico como
puesto de votación. Para ello se precisaba únicamente un lector de tarjetas y
un software, que facilitaban el Ayuntamiento y la FNMT de forma gratuita a
las familias. Quienes no disponían de ordenador con conexión a la red,
podían emitir su voto desde el Colegio electoral, en el que se habilitaron
puestos de votación, siempre por Internet, con el apoyo de personal técnico
que auxiliaba al votante y resolvía sus dudas. En lugar de presentar el DNI
como en las elecciones presenciales, en esta votación electrónica el elector,
al introducir su “tarjeta inteligente”, se conectaba con la “Mesa Electoral”
virtual. El sistema comprobaba la identidad del certificado y, si el votante
estaba incluido en el censo, le solicitaba su clave. Una vez introducida ésta,
se verificaba su corrección, permitiendo en su caso la continuación del
proceso. La siguiente pantalla preguntaba al elector si prefería que la
romería se celebrase en sábado, en domingo o si votaba en blanco. El
vecino marcaba su preferencia y enviaba su voto. Acto seguido, si todo era
correcto, recibía el mensaje de verificación y el proceso había concluido.
Enfrente del Colegio electoral, se instaló una carpa en la que
Ayuntamiento, FNMT y empresas patrocinadoras instalaron sus “stands” con
material informativo, obsequios promocionales y puestos de navegación
gratuita por Internet. La presencia de numerosos visitantes, observadores y
estudiosos, autoridades, medios informativos nacionales e internacionales...
contribuyó a un ambiente festivo. Esto permitió que la votación por Internet
no anulase en absoluto el “ritual social” que también constituye, sin duda,
una jornada electoral.
Se emitieron 1.036 votos, lo que supuso una participación del 50’76 %
sobre el censo electoral real, pero el 58’10 % sobre el “censo virtual” de los
previamente inscritos para participar en la prueba.
Al término del horario hábil de votación, y ante una considerable
expectación popular y mediática, los interventores –el Subdelegado del
Gobierno en Ávila, Javier Encinas; el Director de Ceres, Sergio Ruiz; el
alcalde Fausto Santamaría; y yo mismo, como Teniente de Alcalde y
coordinador de la intervención municipal en esta prueba- procedimos a abrir,
con nuestras propias tarjetas y claves, la “urna” digital, dado comienzo al
recuento. Apenas unos minutos después, se conoció el resultado de un
escrutinio que, con sobres y papeletas recontados manualmente, se hubiera
prolongado considerablemente:
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619 votos a favor de cambiar la romería al sábado (59’75 % de los
votos emitidos)
400 votos a favor de mantener la romería en domingo (38’71 %)
17 votos en blanco (1’64 %).
Respecto a las conclusiones tras esta experiencia, se constató que un
elevado número de votantes, especialmente los de mayor edad –muchos de
los cuales era la primera vez que cogían un ratón de ordenador en su mano-,
precisaron ayuda técnica, extremo que deberá irse solventando
progresivamente, para que la confidencialidad del voto esté plenamente
garantizada. Se impone, además, la utilización de caracteres grandes,
suficientemente legibles por todas las personas. Y quizá el uso de pantallas
táctiles resulte más sencillo que la utilización del ratón para personas no
acostumbradas. La tan controvertida “brecha digital” existe, no debe
minimizarse, sino que debe intentarse su superación o, cuando menos, su
disminución sustancial. Pero también es cierto que la emisión de un voto
electrónico no es un acto más complicado que sacar dinero de un cajero
automático y que es más sencillo que manejar un teléfono móvil, por citar
dos procesos que hace unos años resultaban tremendamente novedosos y
con los que hoy está familiarizada la inmensa mayoría de la población. En
este sentido, además de las iniciativas de los poderes públicos, hay que
resaltar que funciona espontáneamente una especie de “ayuda
generacional”, de forma que los más jóvenes enseñan a los adultos el uso
de ciertos procesos relacionados con las nuevas tecnologías, y una votación
electrónica no es ajeno a ello. En El Hoyo de Pinares los hijos acompañaban
a sus padres y los nietos a sus abuelos, a votar en los puestos habilitados en
el Colegio electoral, donde les enseñaban cómo podían hacerlo. Y los
ordenadores de los hogares se convirtieron a su vez en pequeños puestos
de votación, en los que sus usuarios habituales instruían acerca del proceso
de emisión de sufragio electrónico no sólo a sus familiares, sino en muchas
ocasiones, a los vecinos o a los amigos de la familia.
A falta de conocerse el estudio sociológico en profundidad, la
impresión que tenemos los responsables es que se produjo una aceptación
popular de la legitimidad del proceso, un dato que reviste indudable
importancia. A cada vecino de El Hoyo de Pinares lógicamente le agradó
más o le agradó menos el resultado de la votación, en función de cual fuese
su particular opción. Pero la generalidad de los votantes no dudó de la
limpieza de la votación, no insinuó la existencia de “pucherazo” informático.
A pesar del desconocimiento que los ciudadanos de a pie tenemos sobre las
cuestiones técnicas, no han existido comentarios significativos poniendo en
duda que los resultados que se publicaron respondieron a lo que la gente
realmente votó. Insisto en que me parece importante esta idea, porque en
España tenemos afortunadamente un sistema electoral (no me refiero
obviamente a las listas cerradas, al sistema d’Hont, etc, que sí son
cuestionados, sino a la limpieza en el desarrollo del proceso y sus
mecanismos de verificación) que es muy aceptado por la ciudadanía:
gustará más o menos el resultado electoral, pero nadie cuestiona su
veracidad. Y este patrimonio debe conservarse, realizando cualquier reforma
legislativa en el campo del voto electrónico, con prudencia y con razonables
garantías de seguridad, aunque creo que también sin temor y con decisión.
En este sentido, los experimentos posteriores en otros municipios –
durante las elecciones autonómicas catalanas y las elecciones generaleshan seguido confirmando la viabilidad técnica del e-voto. Sin duda, deberán
seguirse realizando estudios, verificándose sistemas y realizando pruebas,
quizá partiendo de ámbitos más reducidos que el de un cuerpo electoral
general. En este sentido, la reciente reforma normativa que permite la
emisión de voto por Internet en las Juntas Generales de Accionistas de las
sociedades mercantiles, supone un paso muy positivo, que en mi opinión
debería ser seguido a continuación en los Colegios Profesionales. A partir de
ahí, la generalización o no de estos mecanismos y las reformas legislativas
precisas, constituirán ya una cuestión más política que técnica.
En todo caso, considero que el voto electrónico no es un fin en sí
mismo, sino, en mi criterio, un instrumento al servicio de la democracia
electrónica. Permitir la emisión de sufragios con mayor comodidad es
positivo. Realizar un recuento más ágil es, indudablemente, un avance. Pero
lo más interesante del e-voto, con diferencia, son las posibilidades que
ofrece para una mayor y mejor participación ciudadana. Y ahí sí que
entramos en el ámbito de la voluntad de las formaciones políticas,
dependemos de en qué medida estén dispuestas a conceder la mayoría de
edad democrática a los ciudadanos españoles o prefieran seguir
manteniendo inamovible el sistema representativo tradicional.
Los municipios ofrecen un ámbito muy adecuado para experimentar
estas opciones. La democracia municipal aborda frecuentemente cuestiones
mucho más sencillas que un proyecto legislativo de contenido muy técnico y
complejo, sobre el que difícilmente la ciudadanía podría pronunciarse con
auténtico conocimiento de causa. En nuestros pueblos y ciudades se
deciden a menudo asuntos tremendamente cercanos a las personas y los
mecanismos de voto electrónico permitirían a los Ayuntamientos conocer la
opinión de los vecinos, como sucedió en nuestra experiencia.
Los responsables públicos deberían descartar cualquier reticencia a
tener más y mejor democracia. Las nuevas tecnologías abren cauces que insisto, con la seguridad y cautela exigibles, pero también apostando con
audacia por el futuro- pueden resultar extraordinariamente útiles y
sugestivos. El voto electrónico no debería sólo aportar técnicamente mayor
eficiencia en los procesos, sino convertirse en un instrumento al servicio de
la democracia electrónica, abriendo mayores espacios de libertad.
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