11. carta de fecha 26 de septiembre de 1985 dirigida al presidente

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Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
los Estados Unidos, a saber, la definición de los términos de
la solución del problema del Oriente Medio contenida en las
resoluciones 242 (1967) y 338 (1973). Se refirió igualmente
a la importancia de la resolución 435 (1978) como base para
el progreso sobre Namibia y la utilización positiva de las
fuerzas de mantenimiento de la paz en el Líbano y en Chipre.
Sin embargo, quedaba pendiente la cuestión de saber si el
Consejo era lo suficientemente eficaz. Se declaró de acuerdo
con los oradores anteriores que habían prevenido contra la
tentación de adoptar un enfoque retórico y recordó que la
responsabilidad con respecto al mejoramiento y la eficacia
del Consejo seguía recayendo en los miembros del Consejo y
dependía de su voluntad política.
Se refirió a las sugerencias hechas sobre la necesidad de
mejorar los métodos del Consejo, así como los objetivos a los
que deberían aplicarse esos métodos. Respaldó la participación del Consejo en una diplomacia más preventiva. Apoyó
asimismo la institución de reuniones regulares del Consejo
para examinar potenciales controversias. Consideraba también que el Secretario General debería señalar los asuntos a
la atención del Consejo lo antes posible y que se debería efectuar un examen crítico de los procedimientos del Consejo.
Reconoció que no todas las controversias podían resolverse
y respaldó la idea de que algunas controversias que existían
desde hacía tiempo, no dominadas por la división Este-Oeste,
merecían ser objeto de un nuevo enfoque. Entre ellas figuraba la controversia entre el Irán y el Iraq, respecto de la cual
existía una voluntad universal de hallar una solución; la controversia árabe-israelí, en la que existía la necesidad urgente
de un arreglo equilibrado, basado en la resolución 242 (1987)
del Consejo de Seguridad , que prescribía la existencia segura
de Israel y la libre determinación del pueblo palestino; la situación en Chipre, donde la función de las Naciones Unidas
era esencial porque ambas partes tenían confianza en ellas,
y la situación en el África meridional y Sudáfrica, donde el
objetivo común era la erradicación del apartheid.
El Secretario de Estado declaró asimismo que el Consejo
podía concentrar su atención, elaborar marcos para la solución y promover negociaciones, pero que en última instancia
su éxito dependía de la voluntad de los Estados Miembros en
reconocer su autoridad y utilizar sus recursos.
Terminó reiterando la conveniencia de que todos los Estados Miembros examinaran las prácticas del Consejo de
Seguridad , se adhirieran a las ideas de la Carta y buscaran
formas prácticas de alcanzar sus objetivos17.
Reanudó sus funciones como Presidente del Consejo de
Seguridad e hizo la siguiente declaración en nombre de los
miembros del Consejo18:
17
18
Ibíd., págs. 118 a 128.
S/1750.
El Consejo de Seguridad se reunió en sesión pública en la Sede de las
Naciones Unidas, en Nueva York, el jueves 26 de septiembre de 1985, a
nivel de Ministros de Relaciones Exteriores, para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la Organización.
Presidió la reunión el Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en su condición de Presidente del
Consejo de Seguridad por el mes de septiembre. Hicieron declaraciones los
Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, la República Socialista Soviética de Ucrania, Trinidad y Tabago,
Tailandia y el Perú, el Representante Permanente de Madagascar, el Ministro de Estado de Comercio de la India, y los Ministros de Relaciones
Exteriores de Francia, Egipto, Dinamarca, China, Burkina Faso, Australia,
los Estados Unidos de América y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte, así como el Secretario General.
El orden del día de la sesión conmemorativa fue: “Las Naciones Unidas
por un mundo mejor y la responsabilidad del Consejo de Seguridad en el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales?”.
Los miembros del Consejo acogieron con beneplácito la oportunidad que
les proporcionaba el cuadragésimo aniversario de las Naciones Unidas para
reafirmar en un alto nivel sus obligaciones en virtud de la Carta y su adhesión permanente a los propósitos y principios de ésta. Los miembros realizaron un amplio examen de la situación internacional. Expresaron su profunda
preocupación por la existencia de diversas amenazas para la paz, incluida la
amenaza nuclear. Aunque reconocieron que no siempre había sido posible
que la Organización eliminara esas amenazas, destacaron que las Naciones
Unidas seguían teniendo importancia como fuerza positiva en pro de la paz
y el progreso de la humanidad. Se felicitaron también por el constante aumento del número de Miembros de la Organización, hasta el punto en que el
objetivo de la universalidad , que apoyaban, casi se había logrado.
Los miembros del Consejo tenían presente la responsabilidad primordial
de mantener la paz y la seguridad internacionales que la Carta confería al
Consejo de Seguridad y los derechos y responsabilidades especiales que
incumbían a sus miembros permanentes. Destacaron la conveniencia de
que imperara en el Consejo la actitud de un órgano colegiado de manera
de facilitar la adopción de medidas concertadas y bien informadas como
principal instrumento para mantener la paz internacional. Reconocieron que
las grandes esperanzas que la comunidad internacional había depositado en
la Organización no se habían colmado plenamente, y se comprometieron a
cumplir con renovada dedicación y determinación su responsabilidad individual y colectiva de prevenir y eliminar las amenazas a la paz. Convinieron
en aplicar las medidas apropiadas que ofrecía la Carta al examinar las controversias internacionales, las amenazas a la paz, los quebrantamientos de la
paz y los actos de agresión. Reconocieron la valiosa contribución que habían
aportado en muchas ocasiones las fuerzas de mantenimiento de la paz de las
Naciones Unidas. Exhortaron una vez más a todos los Miembros de las Naciones Unidas a que cumplieran con las obligaciones adquiridas en virtud de
la Carta de aceptar y ejecutar las decisiones del Consejo de Seguridad.
Los miembros del Consejo convinieron en que existía la necesidad urgente de aumentar la eficacia del Consejo de Seguridad en el cumplimiento
de su función principal de mantener la paz y la seguridad internacionales.
En consecuencia, resolvieron continuar su examen de las posibilidades de
mejorar el funcionamiento del Consejo para desempeñar las labores que
le corresponden en virtud de la Carta. En ese contexto prestaron especial
atención a las sugerencias dirigidas a los miembros del Consejo en las memorias anuales del Secretario General sobre la labor de la Organización.
Agradecieron al Secretario General la presentación de esas memorias y lo
alentaron a desempeñar un papel activo en el marco de las funciones que le
habían sido encomendadas en virtud de la Carta19.
El Consejo de Seguridad concluyó así sus deliberaciones
de la reunión conmemorativa.
19
A/41/2, cap. 7, págs. 87 y 88.
11. CARTA DE FECHA 26 DE SEPTIEMBRE DE 1985 DIRIGIDA AL PRESIDENTE DEL CONSEJO
DE SEGURIDAD POR EL REPRESENTANTE PERMANENTE DE BOTSWANA ANTE LAS NACIONES UNIDAS
El 11 de septiembre de 1985 el Secretario General presentó un informe1 en cumplimiento de la resolución 568
(1985)2 del Consejo de Seguridad , relativo a la labor de la
S/17453.
Para el examen y la aprobación de la resolución 568 (1985) del Consejo
de Seguridad , véase la secc. 9.
1
2
misión enviada por el Secretario General a visitar Botswana
del 27 de julio de 1985 al 2 de agosto de 1985. En el informe
se esbozaban proyectos que el Gobierno de Botswana había
insistido en que estuvieran estrictamente relacionados con
las necesidades de los refugiados y, en particular, con las
necesidades adicionales resultantes del ataque de Sudáfrica
contra Gaborone el 14 de junio de 1985. El informe señalaba
Parte II
que, a pesar de un profundo sentido de inseguridad por parte
de la población como resultado del ataque del 14 de junio,
Botswana seguía estando decidida a mantener sus puertas
abiertas a los refugiados sudafricanos y convencida de que
la comunidad internacional debería mejorar su asistencia a
Botswana para garantizar la seguridad , protección y bienestar de los refugiados. El informe llegaba a la conclusión de
que estaba en juego el derecho de los países que proporcionaban asilo a los refugiados a estar a salvo del ataque o la
coerción de los países que producían refugiados, principio
fundamental de los tratados y convenciones internacionales
que se ocupaban de los refugiados.
Por carta de fecha 26 de septiembre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad3, el representante de
Botswana pidió que se convocara una sesión del Consejo
para examinar y adoptar el informe del Secretario General
en aplicación de la resolución 568 (1985) del Consejo de
Seguridad.
En su 2609a. sesión, celebrada el 30 de septiembre de
1985, el Consejo incluyó en su orden del día el tema titulado
“Carta de fecha 26 de septiembre de 1985 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad por el representante permanente de Botswana ante las Naciones Unidas”, incluida en
su orden del día, y examinó el tema, junto con el informe del
Secretario General presentado en aplicación de la resolución
568 (1985) del Consejo de Seguridad , en la misma sesión4.
El Consejo invitó, a petición suya, al representante de
Botswana a participar, sin derecho de voto, en el debate del
Consejo sobre el tema5.
Decisión de 30 de septiembre de 1985 (2609a. sesión): resolución 572 (1985)
En la 2609a. sesión, celebrada el 30 de septiembre de
1985, el Presidente, al comienzo del debate, señaló a la atención de los miembros del Consejo un proyecto de resolución
presentado por Botswana, Burkina Faso, Egipto, la India,
Madagascar, el Perú y Trinidad y Tabago6.
El representante de Botswana dijo que Gaborone había
sido atacado injustamente por comandos sudafricanos el
14 de junio de 1985 y que su Gobierno tenía el derecho de
pedir una indemnización por los daños causados en vidas y
propiedades y por la violación de la integridad territorial y
la soberanía nacional de su país. Declaró que, en el cumplimiento de sus obligaciones internacionales con respecto a los
refugiados, Botswana no debería y no podría dejarse librar
a su propia suerte y que el derecho de asilo político en paz
y seguridad era un principio fundamental que la comunidad
internacional tenía la obligación de defender y proteger7.
El representante de Madagascar, hablando también en su
calidad de Presidente del Grupo de Estados Africanos, dijo
que el informe de la misión del Secretario General en Botswana ponía de relieve dos cuestiones en particular, a saber:
a) la carga económica que había representado la asistencia
suministrada a los refugiados por el Gobierno de Botswana,
y b) el riesgo que corría Botswana en cuanto a su propia
S/17497.
Para la aprobación del orden del día, véase S/PV.2609, pág. 2.
5
Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento.
6
S/17503, aprobado posteriormente como resolución 572 (1985).
7
S/PV.2609, págs. 6 a 12.
281
seguridad por la presencia de los refugiados en su territorio. Recordó la práctica sudafricana de atacar a los Estados
independientes vecinos y la brutalidad con la que Pretoria
reprimía las manifestaciones contra el apartheid , que podía
provocar una nueva afluencia de refugiados, y dijo que el informe presentado por el Secretario General en aplicación de
la resolución 568 (1985) del Consejo de Seguridad lo habían
examinado en ese contexto. Dijo que los patrocinadores del
proyecto de resolución (S/17503) deseaban que el Consejo
aprobara las recomendaciones y conclusiones del informe y
garantizara que Sudáfrica pagaría la reparación por los daños
y pérdidas resultantes de sus actos de agresión del 14 de junio
de 19858.
A continuación se procedió a votar el proyecto de resolución, que fue aprobado por unanimidad como resolución 572
(1985)9, cuyo texto dice lo siguiente:
El Consejo de Seguridad,
Recordando su resolución 568 (1985),
Habiendo examinado el informe de la misión a Botswana nombrada por
el Secretario General de conformidad con la resolución 568 (1985),
Habiendo escuchado la declaración del Representante Permanente de
Botswana ante las Naciones Unidas en que expresaba la profunda preocupación de su Gobierno por el ataque de Sudáfrica contra la integridad
territorial de Botswana,
Profundamente preocupado porque el ataque de Sudáfrica ocasionó pérdidas de vidas y lesiones a muchos residentes y refugiados en Gaborone, así
como la destrucción y el daño de bienes,
Tomando nota con satisfacción de la política que sigue Botswana en
relación con la concesión de asilo a las personas que huyen de la opresión
del apartheid , así como su respeto y adhesión a las convenciones internacionales sobre el estatuto de los refugiados,
Reafirmando su oposición al sistema de apartheid y el derecho de todos
los países de recibir refugiados que huyen de la opresión del apartheid.
Tomando nota asimismo de las necesidades urgentes de Botswana de
prestar albergue y servicios adecuados a los refugiados que buscan asilo
en Botswana,
Convencido de la importancia del apoyo internacional a Botswana,
1. Encomia al Gobierno de Botswana por su firme oposición al apartheid y por las políticas humanitarias que sigue con respecto a los refugiados;
2. Expresa su reconocimiento al Secretario General por haber adoptado disposiciones para enviar una misión a Botswana a fin de determinar
los daños causados por los actos de agresión no provocados y premeditados
cometidos por Sudáfrica, y por proponer medidas encaminadas a fortalecer
la capacidad de Botswana para recibir y prestar asistencia a los refugiados
de Sudáfrica, así como por determinar el volumen de asistencia que requiere
Botswana para hacer frente a la situación resultante del ataque;
3. Hace suyo el informe de la misión enviada a Botswana con arreglo
a la resolución 568 (1985)10;
4. Exige que Sudáfrica pague una indemnización completa y suficiente
a Botswana por las pérdidas de vidas y los daños materiales causados por
su acto de agresión;
5. Pide a los Estados Miembros, a las organizaciones internacionales y
las instituciones financieras que asistan a Botswana en las esferas indicadas
en el informe de la misión a Botswana;
6. Pide al Secretario General que preste atención permanente a la
cuestión de la asistencia a Botswana y mantenga informado al Consejo de
Seguridad;
7. Decide seguir ocupándose de la cuestión.
En carta de fecha 21 de octubre de 1985 dirigida al Secretario General11, el representante de Sudáfrica se refirió a la
resolución 572 (1985) del Consejo de Seguridad y declaró
3
4
Ibíd., págs. 13 a 17.
Para la votación, véase ibíd., pág. 17.
10
S/17453.
11
S/17586.
8
9
282
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
que su Gobierno no tenía ninguna obligación de pagar una
indemnización a Botswana. Añadió que su Gobierno rechazaba las deducciones que figuraban en la resolución 572
(1985) de que se había llevado a cabo “un acto de agresión”
contra Botswana o que los “grupos de terroristas” que se
habían constituido en Botswana y actuaban dentro de Botswana eran sinónimos de “refugiados”. La Carta terminaba
reafirmando que Pretoria había ejercido su derecho inherente y natural de defensa propia con miras a reducir los “actos
inminentes de violencia” en Sudáfrica.
12. CARTA DE FECHA 1º DE OCTUBRE DE 1985 DIRIGIDA AL PRESIDENTE DEL CONSEJO
DE SEGURIDAD POR EL REPRESENTANTE PERMANENTE DE TÚNEZ ANTE LAS NACIONES UNIDAS
ACTUACIONES INICIALES
Por carta de fecha 1º de octubre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad1, el representante de
Túnez informó a los miembros del Consejo de que, a las
10.07 horas del mismo día, seis aviones militares israelíes
que volaban a baja altura habían penetrado en el espacio
aéreo tunecino y habían lanzado cinco bombas de acción
retardada de 1.000 libras cada una sobre la localidad civil
de Borj-Cedria, denominada Hammam Plage, situada en el
suburbio sur de Túnez. Esta operación, que Israel reivindicó
oficialmente, había causado 50 muertos y casi un centenar
de heridos, y aún proseguía la búsqueda, y había también
grandes pérdidas y destrucciones materiales. El ataque
israelí constituía un acto de agresión que nada podía justificar contra la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Túnez y una violación de las reglas y normas
del derecho internacional y los principios consagrados en
la Carta de las Naciones Unidas, y el Gobierno de Túnez
pidió la reunión inmediata del Consejo de Seguridad para
que examinase la situación creada como consecuencia de
la agresión. El Gobierno de Túnez invitó al Consejo a que
condenase enérgicamente ese acto de agresión, que exigiese
la indemnización justa y completa por todos los daños sufridos y que adoptase las medidas apropiadas para prevenir
la repetición de esos actos.
En su 2610a. sesión, celebrada el 2 de octubre de 1985,
el Consejo de Seguridad incluyó en su orden del día el tema
titulado “Carta de fecha 1º de octubre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad por el Representante
Permanente de Túnez ante las Naciones Unidas” y lo examinó en las 2610a., 2611a., 2613a. y 2615a. sesiones, celebradas del 2 al 4 de octubre de 19852.
Decisión de 2 de octubre de 1985 (2610a. sesión): invitación
expedida a la Organización de Liberación de Palestina
En el curso de sus deliberaciones el Consejo de Seguridad
invitó, a petición suya, a los representantes del Afganistán,
Arabia Saudita, Argelia, Bangladesh, Cuba, Grecia, Indonesia, la Jamahiriya Árabe Libia, Jordania, Kuwait, Lesotho,
Malta, Marruecos, Mauritania, Nicaragua, Nigeria, el Pakistán, la República Árabe Siria, la República Democrática
Alemana, la República Islámica del Irán, el Senegal, Turquía, Viet Nam, Yemen y Yugoslavia a participar, sin derecho
de voto, en las deliberaciones del Consejo3.
En la 2610a. sesión, celebrada el 2 de octubre de 1985,
el Presidente informó al Consejo de que había recibido una
carta del representante de Egipto solicitando la participación
del Sr. Farouk Kadoumi de la Organización de Liberación
de Palestina (OLP) en el debate del Consejo, de conformidad con la práctica anterior del Consejo. El Presidente
señaló que la propuesta no se formuló de conformidad con
el artículo 37 o el artículo 39 del reglamento provisional
del Consejo de Seguridad , pero que, si fuera aprobada por
el Consejo, la invitación a la OLP a participar en el debate
conferiría a esta Organización los mismos derechos de participación que los conferidos a un Estado Miembro invitado
a participar de conformidad con el artículo 374. Hablando en
su calidad de representante de los Estados Unidos de América, el Presidente manifestó que su Gobierno se oponía a
desviaciones especiales del procedimiento habitual porque
consideraba que esa práctica no tenía ningún fundamento
jurídico, y pidió que la invitación propuesta se sometiera a
votación5. La petición de invitar a la OLP se sometió a continuación a votación y fue aprobada por 10 votos contra 1 y 4
abstenciones6. En consecuencia, se invitó al representante de
la OLP a participar en las deliberaciones del Consejo.
El Consejo expidió asimismo una invitación, en la forma
requerida, de conformidad con el artículo 39 del reglamento
provisional del Consejo de Seguridad , al Sr. Clovis Maksoud , Observador Permanente de la Liga de los Estados Árabes (LEA) ante las Naciones Unidas, al Sr. Adnan Omran,
también de la LEA, y al Sr. Seid Sherifuddin Pirzada de la
Organización de la Conferencia Islámica (OCI)7.
Decisión de 4 de octubre de 1985 (2615a. sesión): resolución 573 (1985)
En la 2610a. sesión, celebrada el 2 de octubre de 1985,
el Ministro de Relaciones Exteriores de Túnez se refirió a
la carta de su Gobierno1, en la que se describía la agresión
cometida contra su país, y dijo que, contrariamente a lo que
pretendían los funcionarios israelíes, el objetivo del ataque
era una zona urbana exclusivamente residencial que había
sido el hogar tradicional de las familias tunecinas y de un pequeño número de civiles palestinos que habían huido al Líbano después de la invasión de su país por el ejército israelí.
Declaró que el crimen cometido contra Túnez era particularmente reprensible porque su objetivo era socavar los esfuerzos por establecer una solución pacífica, justa y duradera del
problema palestino sobre la base de los principios de la Carta
y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, que
constituían asimismo el marco dentro del cual Túnez había
otorgado su hospitalidad a los dirigentes palestinos. Dijo que
la petición dirigida por su Gobierno al Consejo de Seguridad
para que condenara el acto de agresión y para solicitar una
reparación justa y completa de los daños tenía por finalidad
S/PV.2610, págs. 3 a 5.
Ibíd., págs. 3 a 6.
6
Para la votación sobre la invitación expedida a la OLP, véase ibíd.,
págs. 6 y 7.
7
Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento.
4
5
S/17509.
Para la aprobación del orden del día, véase S/PV.2610, pág. 2.
3
Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento.
1
2
Parte II
no sólo solicitar la sanción de la legalidad internacional, sino
también preservar las posibilidades de una solución pacífica
del problema del Oriente Medio8.
En la misma sesión, el Viceprimer Ministro y Ministro de
Relaciones Exteriores de Kuwait, hablando en nombre del
Grupo de Estados Árabes, dijo que la incursión aérea contra
la capital de Túnez constituía un acto de agresión contra la
Carta de las Naciones Unidas, que garantizaba la soberanía
y la integridad territorial de los Estados, y que era también
una agresión contra la ética, que constituía el árbitro moral
en las relaciones entre Estados que respetaban la Carta de las
Naciones Unidas y valoraban la inviolabilidad del derecho
internacional. Declaró que los Estados árabes, que condenaban la flagrante agresión, estaban convencidos de que el delito de Israel pertenecía a la categoría de terrorismo oficial
de Estado. Se refirió a los esfuerzos constantes de Israel por
destruir todo rastro de la OLP, el único representante legítimo del pueblo palestino, dondequiera que se encontrase, y
que había tratado de hacerlo por medio de: a) la invasión del
Líbano; b) las políticas coercitivas, de represión y deportación de la población de los territorios ocupados, en violación
de las disposiciones del Cuarto Convenio de Ginebra, y c) el
ataque aéreo contra la sede de la OLP en la capital de Túnez,
situada en zonas civiles densamente pobladas. Añadió que
esos actos estaban destinados a expulsar a la población árabe
de las tierras árabes que quedaban en Palestina con el fin de
obtener la posesión de esas tierras en violación del principio
consagrado en la Carta de las Naciones Unidas de la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la fuerza. Descartó el intento de justificar el ataque aéreo como un ataque
dirigido contra la OLP y no contra Túnez y como un acto de
defensa propia y declaró que la Carta fue aprobada para
aplicarse y que el Consejo de Seguridad tenía el deber de
adoptar medidas adecuadas de conformidad con la Carta
para velar por que Israel cumpliera las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas9.
En la misma sesión, el representante de la India dijo que el
ataque contra la soberanía y la integridad territorial de Túnez
constituía otra manifestación del deseo de Israel de eliminar la
resistencia palestina contra su país y consolidar su ocupación
de los territorios palestinos y árabes en flagrante violación
de las normas del derecho internacional y de los propósitos
y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Añadió que
el ataque israelí había sido debatido el día precedente en una
reunión de Ministros y Jefes de Delegación del Movimiento
de los Países No Alineados ante el cuadragésimo período de
sesiones de la Asamblea General y que se había aprobado un
comunicado especial condenando firmemente a Israel por
su ataque contra Túnez. Declaró que los Ministros y Jefes
de Delegación habían renovado asimismo el repetido llamamiento del Movimiento de los Países No Alineados en favor
de la imposición de sanciones amplias y obligatorias contra
Israel con arreglo al Capítulo VII de la Carta. Insistió en que
el único camino hacia la paz era una solución global, justa y
duradera del problema del Oriente Medio y que el marco de
esa solución, tal como se definía en las resoluciones pertinentes de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad ,
tenía que basarse en los principios fundamentales siguientes:
a) que la cuestión de Palestina constituyera el elemento cen8
9
S/PV.2610, págs. 7 a 10.
Ibíd., págs. 12 a 21.
283
tral del problema del Oriente Medio; b) que el ejercicio de
los derechos inalienables del pueblo palestino, con inclusión
de su derecho a la libre determinación, contribuiría a una
solución definitiva sobre la crisis en la región; c) que la OLP,
único y auténtico representante del pueblo palestino, debía
participar en pie de igualdad en todos los esfuerzos destinados a hallar una solución al problema del Oriente Medio, y
d) que no se podría establecer ninguna paz en la región sin la
retirada de Israel de todos los territorios palestinos y otros territorios árabes que había ocupado desde 1967, con inclusión
de Jerusalén, y sin la garantía de que todos los Estados de la
región podrían vivir dentro de fronteras seguras y reconocidas. Al mismo tiempo que insistió en la importancia de una
pronta convocación de la propuesta conferencia internacional
sobre la paz en el Oriente Medio, hizo igualmente hincapié
en la importancia atribuida a la reunión siguiente del Consejo
de Seguridad que había solicitado su delegación en aplicación de la decisión de la reunión de Ministros de Relaciones
Exteriores del Movimiento de los Países No Alineados, que
se había celebrado en septiembre de 1985 en Luanda10.
En la 2611a. sesión, celebrada el 2 de octubre de 1985, el
representante de Israel dijo que a lo largo de todo el año pasado la sede de la OLP en Túnez había planificado y lanzado
más de 600 ataques terroristas, en los que habían muerto o
habían resultado heridos más de 75 ciudadanos israelíes, con
inclusión de escolares. Las últimas víctimas habían sido tres
turistas indefensos en un barco en la rada de Larnaca a manos de una unidad de guardaespaldas personales de Arafat,
Fuerza 17, que eran las mismas personas que habían ocupado
la sede de la OLP en Túnez. Señaló que en el “ataque quirúrgico” de Israel se habían elegido cuidadosamente como
objetivo tres edificios que albergaban a la sede de la OLP y
no, como había afirmado el Ministro de Relaciones Exteriores de Túnez, casas particulares dispersas. Declaró que Israel
no podía aceptar la noción de inmunidad de bases y sedes de
asesinos terroristas, en ningún lugar ni en ningún momento, y que todo Estado era responsable de impedir ataques
armados contra su territorio, en particular, contra civiles. A
continuación advirtió que la soberanía de un Estado no podía
separarse de sus responsabilidades, la principal de las cuales
era impedir que un territorio soberano se utilizara como un
terreno de lanzamiento de actos de agresión contra otro país,
y que cuando un Estado renunciaba a esa responsabilidad
fundamental, deliberadamente o por negligencia, no podía
hacerlo sin asumir los peligros de ese abandono de su deber.
El interés de un Estado en el ejercicio de la protección de sus
nacionales tenía precedencia sobre la integridad territorial y
citó al respecto el Artículo 51 de la Carta, que prescribe lo
siguiente:
Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de
legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un
miembro de las Naciones Unidas.
Dijo que la única cuestión que podía surgir cuando un
Estado actuaba en legítima defensa para contener ataques
armados de otros países era si había otros remedios a mano,
pero que en este caso no existía ninguno, puesto que Túnez
no dio muestras del menor deseo o de la menor intención de
impedir que la OLP planeara e iniciara actividades terroristas desde su suelo. Con referencia a las alegaciones de que el
acto de Israel estaba dirigido contra el proceso de paz, dijo
10
Ibíd., págs. 23 a 27.
284
que su país seguía empeñado en la paz real con todos sus
vecinos, mientras que la OLP, que era el obstáculo a la paz,
seguía “empeñada inalterablemente” en la destrucción de
Israel y en la “práctica desenfrenada del terrorismo”11.
En la 2615a. sesión, celebrada el 4 de octubre de 198512,
el Sr. Terzi de la OLP, haciendo uso de la palabra en el ejercicio del derecho a contestar, dijo que en su trigésimo cuarto
período de sesiones la Asamblea General había examinado
el tema titulado “Terrorismo internacional” y que había
condenado la continuación de actos represivos y terroristas realizados por regímenes coloniales y extranjeros que
estaban privando a los pueblos del legítimo derecho a la
libre determinación y la independencia. La Asamblea había
reconocido que para contribuir a la eliminación de las causas del problema del terrorismo tanto la Asamblea como el
Consejo de Seguridad deberían prestar particular atención a
situaciones como el colonialismo, el racismo y la ocupación
extranjera con miras a la aplicación, en la forma que procediera, de las disposiciones pertinentes de la Carta, incluidas
las del Capítulo VII. Declaró que un pueblo sometido a la
ocupación extranjera tenía el derecho y el deber de resistir y
recurrir a la lucha armada contra las fuerzas de ocupación y
que la legitimidad de la lucha armada del pueblo palestino
sometido a ocupación había sido claramente establecida en
las resoluciones de la Asamblea General. Afirmó además
que el terrorismo y las represalias, que eran la política del
Estado de Israel, constituían actos de violencia a los que los
palestinos se estaban enfrentando y que, como la resistencia
armada no podía considerarse como un acto de terrorismo,
creía que el Consejo tenía la obligación de llevar a cabo las
recomendaciones de la Asamblea y tomar medidas para eliminar las causas de esas controversias y luchas13.
En la misma sesión, el Presidente señaló a la atención de
los miembros del Consejo un proyecto de resolución presentado por Burkina Faso, Egipto, la India, Madagascar, el
Perú y Trinidad y Tabago14, que se sometió a continuación a
votación y fue aprobado por 14 votos contra ninguno y una
abstención, como resolución 573 (1985)15, cuyo texto dice
lo siguiente:
El Consejo de Seguridad,
Habiendo examinado la carta de fecha 1º de octubre de 19851, en la que
Túnez presentó una denuncia contra Israel tras el acto de agresión cometido
por este país contra la soberanía y la integridad territorial de Túnez,
Habiendo escuchado la declaración del Ministro de Relaciones Exteriores de Túnez8,
Habiendo tomado nota con preocupación de que el ataque israelí ocasionó grandes pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños materiales,
S/PV.2611, págs. 22 a 28.
La sesión se reanudó después de una breve suspensión a petición del
Presidente (Estados Unidos de América), véase S/PV.2615, págs. 75 y 76.
13
S/PV.2615, págs. 93 a 98.
14
S/17535.
15
Para la votación, véase S/PV.2615, pág. 108.
11
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
Considerando que, de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 4 del
Artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas, todos los Estados Miembros
deben abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza
o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado y de proceder en cualquier otra forma incompatible
con los propósitos de las Naciones Unidas,
Gravemente preocupado por la amenaza a la paz y la seguridad en la
región del Mediterráneo que plantea el ataque aéreo perpetrado por Israel
el 1º de octubre en la zona de Hammam Plage, situada en el suburbio sur
de Túnez,
Señalando las graves consecuencias que la agresión cometida por Israel
y todos los actos contrarios a la Carta tendrán necesariamente para cualquier iniciativa encaminada a establecer una paz completa, justa y duradera
en el Oriente Medio,
Considerando que el Gobierno de Israel reivindicó el ataque tan pronto
como éste se llevó a cabo,
1. Condena enérgicamente el acto de agresión armada perpetrado por
Israel contra el territorio de Túnez en patente violación de la Carta de las
Naciones Unidas y del derecho y las normas de conducta internacionales;
2. Exige que Israel se abstenga de perpetrar tales actos de agresión o de
amenazar con perpetrarlos;
3. Insta a los Estados Miembros a que adopten medidas para disuadir a
Israel de recurrir a tales actos contra la soberanía y la integridad territorial
de cualquier Estado;
4. Estima que Túnez tiene derecho a una reparación apropiada por la
pérdida de vidas humanas y los daños materiales que ha sufrido y de los que
Israel se reconoce responsable;
5. Pide al Secretario General que informe al Consejo de Seguridad
sobre la aplicación de la presente resolución el 30 de noviembre de 1985
a más tardar;
6. Decide seguir ocupándose de la cuestión.
El 29 de noviembre de 1985 el Secretario General presentó un informe en aplicación del párrafo 5 de la resolución
573 (1985) del Consejo de Seguridad16. El Secretario General adjuntó a su informe las respuestas que había recibido de
Israel, Omán y Túnez a la nota por la que había transmitido
a todos los Estados Miembros el texto de la resolución 573
(1985), señalando en particular el párrafo 3 de la resolución.
La respuesta del representante de Israel17 sostenía que la resolución 573 (1985) del Consejo de Seguridad condenaba a
Israel por defenderse contra los ataques terroristas de la
OLP, con lo que se distorsionaba no sólo el principio de la
defensa propia, sino también el concepto mismo de agresión
y que, por consiguiente, Israel consideraba el contenido de la
resolución totalmente inaceptable y rechazaba, en particular,
el empleo inapropiado de los términos “actos de agresión” y
“actos de agresión armada”. Por otro lado, la respuesta del
representante de Túnez18, que se había preparado conforme
con el párrafo 4 de la resolución 573 (1985), incluía un informe en el que se evaluaban los daños resultantes de la
agresión armada de Israel contra el territorio tunecino el 1º
de octubre de 1985.
12
S/17659, substituido posteriormente por S/17659/Rev.1.
Ibíd., anexo II.
18
Ibíd., anexo II y apéndice.
16
17
Parte II
285
13. DECLARACIÓN DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE SEGURIDAD
[EN RELACIÓN CON EL INCIDENTE DEL ACHILLE LAURO]
Decisión de 9 de octubre de 1985 (2618a. sesión): declaración del Presidente
Por carta de fecha 8 de octubre de 19851, el representante
de Italia solicitó que el secuestro del buque italiano Achille
Lauro se señalara a la atención del Consejo de Seguridad a
fin de que condenara firmemente el acto e hiciera un llamamiento para que se liberara prontamente a los rehenes.
En la 2618a. sesión celebrada el 9 de octubre de 1985, con
anterioridad a la aprobación del orden del día2, el Presidente
S/17548.
El orden del día de la sesión era “El problema del Oriente Medio, incluida la cuestión palestina”.
1
hizo la siguiente declaración en nombre de los miembros del
Consejo3:
Los miembros del Consejo de Seguridad expresan su satisfacción ante
la noticia de que se ha liberado a los pasajeros y a la tripulación del buque
de excursión Achille Llauro y lamentan que, según se informa, haya muerto
un pasajero.
Hacen suya la declaración formulada por el Secretario General el 8 de
octubre de 1985, en la cual se condenan todos los actos de terrorismo.
Condenan enérgicamente este secuestro injustificado y criminal, así
como otros actos de terrorismo, incluida la toma de rehenes.
Condenan también el terrorismo en todas sus formas, independientemente del lugar donde se cometa y de quiénes sean sus autores.
2
3
S/17554.
14. EL PROBLEMA DEL ORIENTE MEDIO, INCLUIDA LA CUESTIÓN PALESTINA
Decisión: no se adoptó ninguna decisión
Por carta de fecha 30 de septiembre de 19851 el representante de la India, en nombre del Movimiento de los Países
No Alineados, pidió que se convocara con carácter de urgencia una sesión del Consejo de Seguridad en relación con el
tema titulado “El problema del Oriente Medio, incluida la
cuestión palestina”.
En su 2618a. sesión, celebrada el 9 de octubre de 1985, el
Consejo de Seguridad incluyó el tema en su orden del día.
El Consejo decidió invitar a los siguientes representantes, a
petición suya, a participar en el debate, sin derecho de voto,
de conformidad con las disposiciones pertinentes de la Carta
y con el artículo 37 del reglamento provisional del Consejo:
a la 2619a. sesión, a los representantes de Israel, Kuwait y
la República Árabe Siria; a la 2620a. sesión, a los representantes de Argelia, Checoslovaquia, Marruecos, el Pakistán y
Yugoslavia; a la 2621a. sesión, a los representantes del Afganistán, Bangladesh, la República Democrática Alemana, la
República Democrática Popular del Yemen e Indonesia, y a
la 2622a. sesión, a los representantes de Cuba y Jordania.
En su 2619a. sesión, celebrada el 10 de octubre de 1985,
el Consejo decidió, por votación, y de conformidad con
su práctica habitual, expedir una invitación al Sr. Farouk
Kaddoumi, representante de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) y Jefe del Departamento Político
y Miembro del Comité Ejecutivo de la misma. El Consejo
invitó, también en la misma sesión, al Presidente del Comité para el ejercicio de los derechos inalienables del pueblo
palestino, con arreglo al artículo 39 del reglamento provisional, y en la 2620a. sesión al Sr. C. Maksoud , Observador
Permanente de la Liga de los Estados Árabes (LEA) ante las
Naciones Unidas. En la 2621a. sesión, celebrada el 11 de
octubre de 1985, se expidió una invitación, de conformidad
igualmente con el artículo 39, al Sr. S. S. Pirzada, Secretario
General de la Organización de la Conferencia Islámica.
El Consejo examinó el tema en sus 2618a. a 2622a. sesiones, celebradas del 9 al 11 de octubre de 1985.
En la 2619a. sesión, celebrada el 10 de octubre de 1985,
el representante de la India afirmó que la sesión del Consejo de Seguridad se había convocado de conformidad con
la decisión adoptada por la Conferencia Ministerial del
1
S/17507.
Movimiento de los Países No Alineados, con el objetivo
de debatir todos los aspectos de la cuestión de Palestina,
considerada como el elemento crucial para una solución
política justa y duradera en el Oriente Medio. La propuesta
tenía como objetivo centrar la atención en la cuestión básica
del derecho del pueblo palestino a la libre determinación.
Los acontecimientos que recientemente habían tenido lugar en la región, como la ocupación del Líbano por Israel,
contraviniendo las resoluciones 508 (1982) y 509 (1982) del
Consejo de Seguridad , la creación de nuevos asentamientos
en los territorios ocupados y el más reciente ataque contra
Túnez habían aumentado la desestabilización. El apoyo de la
India a la creación de un Estado palestino estaba arraigado
en el reconocimiento de la identidad histórica, territorial y
nacional de los palestinos. Sin embargo, sus tierras, incluso
las no señaladas por la Asamblea General en su resolución
181 (II) de 29 de noviembre de 1947, en la que se establecía la partición de Palestina, habían permanecido ocupadas
por la fuerza. Israel, como Potencia ocupante, con sus actos
de represión y terror y su negación de los derechos fundamentales violaba los Convenios de Ginebra y perseguía el
objetivo de llevar a cabo en la región cambios geopolíticos y
demográficos permanentes, a expensas de los palestinos. El
orador hizo referencia a la Conferencia Internacional sobre
la Cuestión de Palestina celebrada en 1983 y a la Declaración de Ginebra en la que se pedía que se convocara una
conferencia internacional sobre la paz en el Oriente Medio,
basada en los principios de la Carta y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas. La conferencia propuesta
sería auspiciada por las Naciones Unidas y participarían en
ella todas las partes en el conflicto árabe-israelí, incluida la
OLP, así como los Estados Unidos de América, la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas y otros Estados interesados. Se otorgó al Consejo de Seguridad la responsabilidad
primordial de establecer los arreglos institucionales adecuados para garantizar y poner en práctica los acuerdos
que se alcanzaran en la conferencia. Esa recomendación
fue respaldada por la Asamblea General en sus trigésimo
octavo y trigésimo noveno períodos de sesiones. El representante recordó las resoluciones 38/58 C y 39/49 D de la
Asamblea General, en las que se pedía al Secretario General
que, en consulta con el Consejo de Seguridad , convocara la
conferencia e informara a la Asamblea sobre sus esfuerzos.
Dio las gracias al Secretario General por haber iniciado el
286
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
proceso de consultas. La India estuvo de acuerdo con el plan
de acción propuesto, pero sugirió que hubiera cierta flexibilidad en la selección de los participantes. Con respecto al
calendario de la conferencia, opinó que se deberían adoptar
medidas preparatorias con carácter de urgencia a fin de que
pudiera convocarse lo antes posible. Lamentó que, si bien la
mayoría de los Estados estaba de acuerdo con la conferencia
de paz propuesta, otros no lo estuvieran.
El orador reiteró la posición del Movimiento de los Países
No Alineados de que la cuestión de Palestina era el meollo
del problema del Oriente Medio y la causa fundamental del
conflicto árabe-israelí. Esos países habían participado activamente en la movilización del apoyo internacional contra
las acciones israelíes en los territorios ocupados y su invasión del Líbano y reafirmaban su oposición a las prácticas y
políticas israelíes en los territorios ocupados. Los principios
fundamentales para la solución del problema, como se había
reiterado en la reciente Conferencia Ministerial, eran que no
se alcanzaría una paz duradera sin la retirada total e incondicional de Israel de la totalidad de los territorios palestinos
y árabes que ocupaba desde 1967, incluida Jerusalén, y sin
una solución justa del problema de Palestina, sobre la base
del derecho inalienable del pueblo palestino a la libre determinación, en particular del derecho a establecer un Estado
palestino independiente en su patria, Palestina.
El orador reconoció el importante papel que desempeñaba
el Comité para el ejercicio de los derechos inalienables del
pueblo palestino. Expresó su profunda preocupación por
los actos de violencia cometidos contra personas inocentes y condenó el terrorismo en todas sus formas. Hizo un
llamamiento a la comunidad internacional para que uniera
esfuerzos con el fin de encontrar una solución amplia, justa
y rápida al problema. Esperaba que el Consejo de Seguridad
demostraría la voluntad necesaria para llevar a cabo una acción decidida2.
En la misma sesión el Presidente del Consejo de Seguridad , hablando en su calidad de representante de los Estados
Unidos de América, reconoció la gravedad de la situación
en el Oriente Medio, que crecía en violencia. El número de
personas inocentes que habían perdido la vida aumentó con
la matanza de compatriotas suyos. El terrorismo representaba un aspecto de la situación en la región, pero prevalecía
sobre todos los demás. Su país acogía con beneplácito la posibilidad de alcanzar una paz justa y duradera en el Oriente
Medio, que sólo podía lograrse en la mesa de negociaciones.
Se sintió aliviado por la liberación de los pasajeros y la
tripulación del buque italiano Achille Lauro, pero consternado por el brutal asesinato a manos de los terroristas de
un pasajero estadounidense de 69 años. El orador recordó
otros incidentes y a víctimas del terrorismo, ciudadanos de
distintos Estados, que todavía seguían retenidos como rehenes. Comparó a los terroristas con piratas, que durante siglos
fueron considerados como hostis humani generis. Consideró
que todo ataque terrorista era un ataque contra la comunidad
internacional, y que cada justificación esgrimida en favor
del terrorismo socavaba el imperio de la ley. El representante agradeció al Presidente de la Asamblea General y al
Secretario General sus declaraciones sobre el terrorismo y
pidió a las Naciones Unidas que alzaran su voz firmemente
y sin ambigüedades contra esos actos. Citó asimismo al
2
S/PV.2619, págs. 7 a 15.
Presidente y al Secretario de Estado de los Estados Unidos,
quienes condenaron el terrorismo y la intimidación política
calificándolos como la antítesis de la libertad de expresión
política, una vuelta a la barbarie que socavaba todo lo que
el mundo moderno había logrado y un freno que imposibilitaba la marcha del progreso. Exhortó a todos los pueblos
y gobiernos a que renunciaran al terrorismo, cualquiera que
fuera su presunta justificación, por considerarlo hostil a las
normas de la civilización3.
También en la misma sesión el representante de la OLP,
al referirse al secuestro del buque italiano, dijo que durante
el incidente el Gobierno de Italia había solicitado a la OLP
que interviniera e intentara salvar la vida de los que se encontraban a bordo. Consecuente con su fe en los derechos
de las personas, la OLP intercedió. El orador dio cuenta de
los casos en el pasado en los que el Gobierno de los Estados
Unidos había pedido ayuda a la OLP y, ciertamente, ésta
la había concedido para salvar la vida de ciudadanos estadounidenses, a pesar de que ese país era hostil a la causa
palestina. El Consejo Nacional de la OLP había condenado
el terrorismo internacional y estatal. Con respecto a la víctima de 69 años del secuestro, el representante señaló que no
existían pruebas de que los secuestradores hubieran asesinado a ese ciudadano civil que, según su familia, había sufrido
ataques al corazón en el pasado, además de estar paralizado.
Recordó asimismo a los 165 palestinos asesinados en Túnez.
Volviendo a la cuestión principal, el representante afirmó
que los Estados Unidos e Israel eran los instigadores de los
actos de terrorismo y de la tensión en la región, y los únicos
obstáculos para hallar una solución al problema.
Agradeció al Consejo la oportunidad de participar en su
labor e interpretó la invitación como una reafirmación de la
convicción de que Palestina era el meollo del conflicto en
el Oriente Medio. Al referirse a la reciente agresión israelí
contra Túnez y la OLP, indicó que el Consejo de Seguridad
había condenado el acto de agresión, pero no había logrado
imponer las sanciones necesarias contra Israel, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta. Israel no era un Estado
amante de la paz y su política representaba un serio peligro
para la paz y la seguridad internacionales. Del mismo modo,
con su negativa a secundar las medidas los Estados Unidos
persistían en su empeño de frenar los procedimientos del
Consejo de Seguridad , de impedir que se disuadiera a Israel
y de evitar que se adoptaran las medidas necesarias para
contribuir a los avances en el proceso de paz en el Oriente
Medio. Los Estados Unidos no estuvieron, pues, a la altura
de su papel de superpotencia, de miembro permanente del
Consejo de Seguridad y de Estado que asumía una responsabilidad en tal calidad para la aplicación de las resoluciones
de las Naciones Unidas.
El orador indicó asimismo que los debates en el Consejo
de Seguridad ponían de manifiesto el aislamiento de Israel
y de los Estados Unidos en esa cuestión. El reciente acto
de agresión representaba un golpe contra los esfuerzos por
alcanzar la paz en la región, y no podía intimidar al pueblo
palestino ni obligarlo a capitular. Al contrario, tales actos
le daban más coraje para defender sus derechos y sus territorios. Esos actos demostraban que la política de puño
de hierro que aplicaba Israel en los territorios palestinos y
demás territorios ocupados, así como la política de agresión
3
Ibíd., págs. 15 a 20.
Parte II
y terrorismo contra el pueblo palestino desplazado, sólo generaría más violencia, destrucción y sufrimiento para todos
los pueblos del mundo.
Con relación a la sesión del Consejo de Seguridad que se
estaba celebrando, el representante de la OLP señaló que se
había convocado en el marco de la resolución 38/58 de la
Asamblea General, aprobada el 13 de diciembre de 1983.
Esa resolución pedía la celebración de una conferencia de
paz internacional sobre el Oriente Medio y solicitaba al
Secretario General que adoptara las medidas preparatorias.
Invitaba también al Consejo de Seguridad a que facilitara la
organización de la conferencia. Los Estados Unidos habían
obstaculizado todos los esfuerzos positivos.
El orador observó que los Estados Unidos reconocían
solamente una resolución del Consejo de Seguridad , la 242
(1967), que, en sus propias palabras, no trataba de la dimensión política de la cuestión palestina. Por lo tanto, el veto
estadounidense estaba dirigido solamente contra los derechos nacionales inalienables del pueblo palestino. Además,
los Estados Unidos habían dado marcha atrás y se habían
negado a celebrar una reunión con una delegación conjunta
palestino-jordana. El representante recordó la resolución
181 (II) de la Asamblea General que aceptaba la creación de
un Estado árabe en Palestina junto a un Estado judío. Había
exigido al Consejo de Seguridad que aplicara la resolución,
pero éste no había asumido su responsabilidad.
En lugar de ello recomendó que se aceptara a Israel como
Miembro de las Naciones Unidas sin tener en cuenta las consecuencias. Desde entonces, Israel había intentado eliminar
al pueblo palestino, había expropiado sus tierras y propiedades y había impedido el regreso de los refugiados. Había
librado guerras contra los países árabes vecinos y ocupado
territorios de Egipto, la República Árabe Siria y el Líbano.
Había ido ampliando el círculo de violencia hacia el Iraq y
Túnez. Con esa política y esas prácticas Israel desacataba
las resoluciones del Consejo de Seguridad. La arrogancia
del poder de Israel, respaldado por los Estados Unidos, le
llevaba a considerar con cinismo los derechos del pueblo palestino y a la propia comunidad internacional. Israel jamás
había formulado o aceptado ninguna iniciativa de paz. Al
contrario, siempre había impedido esas iniciativas. El pueblo
palestino, dirigido por la OLP, hacía frente a las condiciones
más extremas de ocupación, desplazamiento y agresión y
afrontaba la máquina bélica israelí, la represión y el terrorismo. Jamás había renunciado a su meta pacífica, puesto
que una paz justa y duradera garantizaría los derechos inalienables de su pueblo, reconocidos por las Naciones Unidas,
incluido el derecho a la libre determinación y a la creación
de un Estado independiente. La OLP había acogido con beneplácito la declaración conjunta de los EE.UU. y la URSS,
del 1º de octubre de 1977, la iniciativa soviética de 1981 y el
plan de paz árabe de 1982. Aceptó asimismo las resoluciones aprobadas en 1983 por la conferencia internacional organizada por las Naciones Unidas, en especial la Declaración
de Ginebra sobre Palestina, que contenía las directrices para
la celebración de una conferencia de paz internacional sobre
el Oriente Medio. El representante estimaba que el factor
tiempo era esencial. Las condiciones creadas por Israel en
los territorios podían tener consecuencias negativas para las
esperanzas de paz. Una sensación de desesperación respecto
al logro de una solución justa y amplia conduciría al extremismo. Todo intento de eludir el ejercicio por parte del pue-
287
blo palestino de sus derechos, incluido el intento de ignorar
a la OLP, su único representante legítimo, jamás conduciría a
la anhelada paz. Pidió al Consejo de Seguridad , que tenía la
responsabilidad principal de mantener la paz y la seguridad
internacionales, que tuviera presente la resolución 38/58 de
la Asamblea General y que facilitara los continuos esfuerzos
del Secretario General, así como los emprendidos en la esfera internacional, dentro del marco de las Naciones Unidas
y sobre la base de todas las resoluciones de la Organización
que tuvieran relación con la cuestión palestina4.
En la misma sesión el representante de Egipto declaró
que la convocación del Consejo de Seguridad para examinar
el tema del orden del día propuesto por la Conferencia de
Ministros de Relaciones Exteriores del Movimiento de los
Países No Alineados era una reafirmación de la confianza
depositada en las Naciones Unidas, en el cuadragésimo
aniversario de su fundación, y en el papel primordial que
desempeñaba el Consejo de Seguridad en el mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales. Se esperaba que
el Consejo encauzara la cuestión palestina, el núcleo del
conflicto en el Oriente Medio, en la buena dirección a fin
de alcanzar una solución duradera, justa y amplia. Recordó
que en la sesión conmemorativa un grupo de ministros de relaciones exteriores de varios Estados miembros del Consejo
de Seguridad habían indicado que las resoluciones adoptadas por el Consejo constituían la base política y jurídica para
el establecimiento de la paz, en particular las resoluciones
242 (1967) y 338 (1973). Durante el debate general que se
celebró en la Asamblea General, los representantes de todos
los Estados Miembros habían pedido la adopción de medidas responsables y rápidas con miras a alcanzar una solución
global en el Oriente Medio.
Dijo que las prácticas de Israel contra los palestinos, ya
fuera contra los que permanecían en su territorio o contra
los que habían sido expulsados por la fuerza de los territorios ocupados, no conducirían a una solución del problema.
La escalada de violencia no debilitaría la determinación de
Egipto de proseguir sus esfuerzos por lograr la paz. Acogió
con beneplácito las decisivas medidas aprobadas por la OLP
y Jordania y su programa de acción conjunto encaminado a
poner fin al estancamiento de la situación. Las partes árabes
deseaban proceder a una seria negociación con otras partes
involucradas en el conflicto, dentro de un marco internacional apropiado. Las Naciones Unidas deberían continuar
dando apoyo a esas iniciativas.
Las políticas de ocupación y dominación no habían conseguido ni la paz ni la seguridad , sino que más bien habían
puesto de manifiesto que la restitución de los territorios
ocupados a cambio de paz, seguridad y buena vecindad era
la clave para una verdadera seguridad.
Egipto estaba preparado para desempeñar su papel. Correspondía a la parte israelí responder de manera seria y realista.
En opinión de Egipto los requisitos para el establecimiento
de la paz eran, en primer lugar, la afirmación del derecho de
todos los pueblos y Estados de la región a vivir en paz dentro
de unas fronteras legítimas y libres de injerencias externas;
en segundo lugar, el reconocimiento de los derechos nacionales legítimos del pueblo palestino, incluido el derecho a la
libre determinación; en tercer lugar, la retirada de Israel de
los territorios árabes ocupados, con inclusión de la Ribera
4
Ibíd., págs. 20 a 37.
288
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
Occidental, la Faja de Gaza, las Alturas sirias del Golán y,
sobre todo, la Ciudad Santa de Jerusalén, y, en cuarto lugar, el
establecimiento de relaciones normales entre todas las partes
implicadas en el conflicto. Las Naciones Unidas habían sido
testigo durante mucho tiempo de la crisis histórica que tenía
lugar en la región, con sus complicaciones y sus víctimas.
Había intentado con su labor mediadora, sus enviados, sus
observadores y las tropas de mantenimiento de la paz contener las repercusiones y hacer frente a las consecuencias.
Había llegado el momento de que la Organización demostrara una verdadera voluntad colectiva y de que propiciara la
estabilidad en la región.
A modo de conclusión, el representante retomó el tema del
Achille Lauro. Dijo que Egipto, de conformidad con su firme
principio de condenar la violencia independientemente de
quién la cometiera, condenaba el secuestro del buque italiano. Destacó que la declaración del Ministro de Relaciones
Exteriores de Egipto indicaba, entre otras cosas, que el establecimiento de una paz justa y global en el Oriente Medio era
la mejor garantía de poner fin a los actos de violencia y contraviolencia y el único camino que podía llevar a la estabilidad y al mantenimiento de la seguridad en la región. Puesto
que el incidente había tenido lugar fuera de las aguas territoriales egipcias, en alta mar, en un buque que enarbolaba el
pabellón de un país amigo del suyo y de Palestina, Egipto,
por motivos humanitarios, y con el propósito de salvar vidas
inocentes, había aceptado la difícil tarea de intermediario.
Egipto se alegró cuando se resolvió la crisis y lamentó el fallecimiento de uno de los pasajeros, porque todo hacía suponer que se había cometido un crimen, y condenó ese acto.
Lamentó, como todos los demás, que la satisfacción de haber
salvado todas las vidas quedara ensombrecida por la muerte
de una víctima inocente5.
En la 2620a. sesión, celebrada el 10 de octubre de 1985,
el Presidente del Comité para el ejercicio de los derechos
inalienables del pueblo palestino (Senegal) apoyó la posición del Movimiento de los Países No Alineados de que la
atención de la comunidad internacional, y en particular del
Consejo de Seguridad , debía centrarse en la necesidad urgente de restablecer la paz en el Oriente Medio, en beneficio
de todos los Estados y pueblos de la región. La cuestión de
Palestina ocupaba el centro del conflicto árabe-israelí. Las
Naciones Unidas, por conducto del Consejo de Seguridad ,
tenían la responsabilidad de asegurar el reconocimiento de
los derechos del pueblo palestino a la libre determinación,
la independencia, la soberanía nacional, la devolución de sus
bienes y la protección física y a unas condiciones de vida
dignas en los campos de refugiados.
Recordó las recomendaciones que había hecho el Comité, de conformidad con su mandato, y que figuraban en
su primer informe de 1976. Esas recomendaciones habían
sido respaldadas cada año por la Asamblea General. Sin
embargo, el Consejo de Seguridad ni las siguió ni las puso
en práctica. Desde 1983 el Comité había promovido las recomendaciones adoptadas en la Conferencia Internacional
sobre la Cuestión de Palestina, que pedían, entre otras cosas,
la celebración de una conferencia de paz internacional sobre
el Oriente Medio. La Asamblea General aprobó la propuesta
(resoluciones 38/58 C y 39/49 D) e instó al Consejo a elaborar las disposiciones apropiadas y a adoptar medidas para
5
Ibíd., págs. 37 a 47.
la celebración de esa conferencia. Los principios rectores de
una conferencia de ese tipo eran los siguientes: a) el logro
por parte del pueblo palestino de sus derechos; b) el derecho
de la OLP a participar en igualdad de condiciones con otras
partes en todos los esfuerzos y conferencias sobre el Oriente
Medio; c) la necesidad de poner fin a la ocupación israelí de
los territorios árabes, y d) el derecho de todos los Estados de
la región a existir dentro de fronteras seguras reconocidas internacionalmente. En consecuencia, la Asamblea había invitado a todas las partes en el conflicto árabe-israelí, incluida
la OLP, así como a los Estados Unidos de América, la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los demás miembros
del Consejo de Seguridad y otros Estados interesados a participar en una conferencia internacional sobre la paz en el
Oriente Medio. Según el orador, sólo las Naciones Unidas
y en especial el Consejo de Seguridad podían proporcionar
el marco político y jurídico aceptable para la mayoría de la
comunidad internacional.
El Presidente consideró que el primer elemento de esa
conferencia ya existía. Mencionó las recomendaciones del
Comité, el plan árabe de Fez, el plan jordano-palestino y
otras iniciativas. El Comité, en su programa de trabajo para
1985, había dado prioridad a la celebración de la conferencia
y había enviado delegaciones a las capitales de varios miembros del Consejo de Seguridad , insistiendo en la función
fundamental que había desempeñado el Consejo en esa cuestión. El Comité se sentía alentado por la creciente aceptación
que había tenido la idea de celebrar la conferencia, que había
surgido en varios seminarios y simposios, y por la labor realizada por muchas organizaciones no gubernamentales. Se
sentía asimismo satisfecho de las respuestas positivas de la
mayoría de los miembros del Consejo, aunque lamentaba las
reservas de algunos Estados.
Agradeció al Secretario General sus esfuerzos y pidió una
vez más al Consejo de Seguridad que no dejara escapar la
oportunidad histórica que aportaría la celebración de una
conferencia internacional sobre la paz en el Oriente Medio.
El Consejo podía, por su autoridad legítima y poniendo en
juego la voluntad política adecuada, establecer la paz en la
región6.
En la 2620a. sesión el representante de Israel se centró en
el secuestro del transatlántico italiano Achille Lauro. Dijo
que un pasajero de 69 años de nacionalidad judía, confinado
a una silla de ruedas, había sido brutalmente asesinado por
los secuestradores. Supuso que el Consejo de Seguridad ,
si quería obrar de forma responsable, debatiría sobre esa
última manifestación de terrorismo y piratería en alta mar,
que afectaba a todos los países, directa o indirectamente.
Presentó un informe de los servicios de información israelíes que se había distribuido asimismo a varios Estados
Miembros. Según el representante, el secuestro del Achille
Lauro se había llevado a cabo con el previo conocimiento y
consentimiento del Presidente de la OLP. En consecuencia,
sus posteriores protestas y su “intermediación benevolente”
fueron una estrategia destinada a encubrir su participación
en la misión y el posterior fracaso de la misma.
El orador declaró que el plan original de los terroristas
consistía en viajar hasta el puerto israelí, desembarcar y
perpetrar allí una toma de rehenes y a continuación exigir
la liberación de los terroristas retenidos en las cárceles is6
Véase S/PV.2620.
Parte II
raelíes. Se refirió a las cartas que había sometido al Consejo
de Seguridad en las que daba cuenta de ataques similares en
alta mar cometidos por la OLP. El orador consideró que los
terroristas a bordo del Achille Lauro no pudieron llevar a
cabo su operación tal como la habían planeado, habían sido
desenmascarados y tuvieron que actuar. Los secuestradores
exigieron entonces la liberación de 50 terroristas árabes
palestinos encarcelados en Israel y después dispararon al pasajero. Al margen de esto, todos los gobiernos involucrados
se habían negado a aceptar el buque y a negociar con él. Fue
en ese momento cuando el Presidente de la OLP apareció
en escena como mediador. De hecho, había ordenado a los
secuestradores que llevaran el buque de regreso a Egipto y
que se rindieran a las autoridades egipcias.
El representante dijo también que el intento de la OLP de
desviar la atención del mundo de sus propios crímenes no
podía engañar a nadie. Recordó al Consejo muchos asesinatos que creía que habían sido cometidos por la OLP, aunque
ésta lo negaba. El Consejo de Seguridad debía debatir cómo
poner fin a los asesinatos y al terrorismo, y cómo castigar a
los Estados que lo apoyaban. Sostuvo que existían tres categorías de Estados: los que se oponían al terrorismo, los que
lo apoyaban y los que adoptaban una posición neutral. Pero
respecto al terrorismo no cabía ningún tipo de neutralidad.
Los Estados que luchaban contra los terroristas no debían
darles libre paso, debían extraditarlos o procesarlos, y no
debían facilitar sus actividades. Por lo que respecta a los países que apoyaban el terrorismo, la comunidad internacional
debía idear las medidas políticas, económicas y, en caso necesario, militares que había que tomar conjuntamente contra
esos Estados fuera de la ley.
El representante acogió con beneplácito la enérgica declaración del Consejo de Seguridad relativa al transatlántico
Achille Lauro y propuso que el Consejo procediera a un debate centrado en las medidas necesarias relativas a ese asunto.
El representante de Israel indicó que no se había sentado
a la mesa del Consejo, sino al fondo de la sala. Había hecho
eso deliberadamente para poner de manifiesto su sentimiento de que la sesión era irrelevante e injustificada, no sólo
debido a la incapacidad de centrarse en el problema inmediato del terrorismo y la piratería, sino también debido a su
desacuerdo con respecto al enfoque dado al tema del orden
del día. Su país no aceptaría la celebración de una conferencia a menos que hubiera un deseo verdadero por parte de
algunos representantes de debatir la situación en el Oriente
Medio. Presentó un resumen de los aspectos más candentes
de la situación en el Oriente Medio de que había que tratar
y dio ejemplos de actos violentos relacionados con la cuestión. Se refirió asimismo a la tendencia más amplia de varios
regímenes y grupos árabes extremistas de sumir la región en
la violencia, el derramamiento de sangre y el terror. Puso
fin a su intervención diciendo que hasta que el Consejo de
Seguridad actuara de forma responsable y se ocupara de la
situación real en el Oriente Medio seguiría sentándose lejos
de la mesa del Consejo.
El representante de la República Árabe Siria declaró que
el Consejo estaba examinando la crisis en el Oriente Medio y la causa de Palestina, que era su esencia. Atribuyó la
persistencia de Israel en la intensificación de su política de
agresión y terrorismo contra el pueblo árabe a la naturaleza
expansionista del sionismo, al plan de crear un “gran Israel”
y al apoyo recibido por parte de las fuerzas imperialistas,
289
encabezadas por los Estados Unidos. La idea que Israel tenía
de la “paz” se reducía a breves períodos de tregua entre sus
incesantes actos de agresión en nombre de la religión, la raza
o la historia. Definió al sionismo como un segundo estadio
de un movimiento colonialista nacido del imperialismo europeo que se servía de la misma doctrina y métodos. Israel se
había apropiado de territorios por la fuerza, había reemplazado a la población autóctona por colonos foráneos y había
intentado privar a los árabes de sus derechos humanos. Con
el fin de justificar la apropiación de las tierras de Palestina y
otros territorios colindantes, el sionismo había inventado las
nociones de “pueblo elegido” y “tierra prometida”.
El orador consideró que la anexión de territorios árabes y
la política de Israel constituían crímenes de lesa humanidad
y violaciones del derecho internacional y el Cuarto Convenio de Ginebra y comparó sus acciones con las de Sudáfrica.
Señaló asimismo que los planes expansionistas no se habrían
podido llevar a cabo sin la ayuda extranjera. Los Estados
Unidos, que habían continuado las prácticas del Imperio
Británico en el Oriente Medio, habían suministrado a Israel
poder militar y asistencia económica para crear situaciones
de hechos consumados. Sin embargo, a pesar de la división
existente en el seno del mundo árabe, el pueblo árabe jamás
había cesado su resistencia. Se refirió a la afirmación de
Israel de que los árabes, que defendían su tierra, sus casas
y su propia existencia, eran terroristas y dijo que el mundo
occidental, por naturaleza, e Israel por imitación, creían que
la resistencia contra un agresor era permisible. Por eso, la
resistencia europea contra el nazismo no fue terrorismo. Se
preguntó cómo podía considerarse que la resistencia de la
población árabe sí lo era.
Con respecto a los Acuerdos de Camp David , el representante declaró que su país rechazaba ese acuerdo y era
partidario de una paz completa, amplia y justa basada en el
espíritu de unanimidad del plan de paz árabe, acordado en la
Reunión en la Cumbre de Fez de 1982.
La República Árabe Siria rechazaba soluciones parciales
como la del Acuerdo de Amman de 11 de febrero de 1985,
que representaba un intento de eliminar el derecho inalienable
del pueblo palestino a crear su propio Estado independiente
en su patria nacional. El derecho a la libre determinación era
la piedra angular de las resoluciones de las Naciones Unidas
relativas a la situación en el Oriente Medio. La renuncia a
ese derecho convertiría el concepto de libre determinación
en una palabra desprovista de significado. Su país apoyaba la
idea de celebrar una conferencia internacional auspiciada por
las Naciones Unidas y en la que participaran todas las partes
interesadas en el conflicto, con inclusión de la Unión Soviética y los Estados Unidos. Declaró también que los Estados
Unidos e Israel no sólo rechazaban los principios de una
solución global, sino que también rechazaban la invitación
a participar en una conferencia internacional sobre la paz en
el Oriente Medio, que se pedía en la resolución 38/58 C de
la Asamblea General, que había sido aprobada en 1983 por
124 votos a favor contra 4, incluidos entre éstos los de los
Estados Unidos e Israel. La negativa israelí y estadounidense
a participar en cualquier iniciativa constructiva reflejaba su
determinación de buscar sólo sus intereses agresivos, en detrimento de los intereses de todas las naciones árabes. Querían suprimir el papel que podían desempeñar otros países,
en particular la Unión Soviética y los países no alineados,
al igual que convertir todas las resoluciones de las Naciones
290
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
Unidas en nulas y sin valor y privar al Secretario General y a
las Naciones Unidas de cualquier función en cualquier posible intento de lograr la paz.
El representante citó los discursos o artículos del Secretario de Estado de los Estados Unidos como prueba de la
cooperación estratégica antiárabe existente entre ese país
e Israel y criticó duramente a los Estados que respaldaban
soluciones parciales.
Exhortó al Consejo de Seguridad a que tomara las siguientes medidas: en primer lugar, hacer hincapié en los
derechos inalienables del pueblo palestino, sobre todo el derecho a un Estado independiente; en segundo lugar, obligar a
Israel a retirarse sin condiciones de los territorios ocupados;
por último, convocar una conferencia internacional sobre la
paz en el Oriente Medio con la participación de todas las
partes interesadas. De lo contrario, habría que aplicar sanciones contra Israel de conformidad con el Capítulo VII de
la Carta7.
En la misma sesión el representante de Australia manifestó que consideraba que la paz en el Oriente Medio sólo se
podría alcanzar mediante un acuerdo negociado que tuviera
en cuenta los derechos, aspiraciones e intereses legítimos de
todos los pueblos de la región. A la larga sería posible lograr
una solución global basada en una serie de compromisos conexos, entre ellos la retirada israelí de los territorios árabes
ocupados; el reconocimiento por parte de los Estados de la
región y de la OLP del derecho de Israel a existir; la aceptación de todos los elementos de las resoluciones 242 (1967)
y 338 (1973), y el reconocimiento del derecho del pueblo
palestino a la libre determinación. Admitió que el meollo del
problema en el Oriente Medio era el futuro de los palestinos
y que una solución duradera era posible si todas las partes
involucradas participaban en la tarea. Instó a que se lograran
compromisos y una mayor flexibilidad y acogió con agrado
los últimos avances positivos.
El orador consideró que el secuestro del Achille Lauro y la
incursión israelí en la sede de la OLP en Túnez no eran incidentes aislados. El tipo de terrorismo y violencia que existía
en el Oriente Medio era una fuente de preocupación para la
comunidad internacional y una amenaza para la paz.
El representante de Australia expresó la preocupación de
su delegación por el rumbo que habían tomado ese y otros
debates precedentes del Consejo de Seguridad , y ello debido a dos razones. En primer lugar, la eficacia potencial del
Consejo se estaba erosionando debido a su mal uso, puesto
que se había convertido en una Asamblea General de menor
importancia. El Consejo no era un foro, era responsable del
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y
sólo podía contribuir mediante la aportación de un enfoque
cooperativo. En segundo lugar, el Consejo parecía haberse
convertido en un lugar de enfrentamiento más que en un foro
de conciliación. Las declaraciones que culpaban a una u otra
parte no favorecían a la causa de la paz en el Oriente Medio;
las declaraciones debían ser constructivas y beneficiosas, y
no polémicas. Concluyó diciendo que el Consejo sólo podía
desempeñar un papel útil en esa o cualquier otra controversia
si la comunidad internacional dejaba de lado las cuestiones
relacionadas con la violencia y la venganza y se centraba en
la conciliación8.
7
8
Ibíd., págs. 23 a 46.
Ibíd., págs. 46 a 50.
En la misma sesión el representante del Perú declaró que
el imperio de la ley se veía socavado por un afán de satisfacer
intereses concretos en perjuicio de consideraciones éticas y
jurídicas. Muchos de los elementos que definían la crisis en
el Oriente Medio estaban proscritos por el derecho internacional: la ocupación, el anexionismo de hecho y el recurso
constante a la amenaza y al uso de la fuerza, que exacerbaban
el terrorismo y la violencia. Sin embargo, los principios fundamentales y el marco para una solución del conflicto estaban
ya dados. La posición de su país se basaba, en primer lugar,
en la afirmación radical de que todo lo relacionado con Palestina era parte esencial del problema del Oriente Medio; en
segundo lugar, en el reconocimiento de que el ejercicio de los
derechos inalienables del pueblo palestino conllevaba el derecho a la libre determinación y al establecimiento de un Estado independiente; en tercer lugar, en un criterio fundamental
según el cual cualquier solución debía asegurar el derecho de
todos los Estados a existir dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas, y, por último, en la convocación de
una conferencia internacional sobre el Oriente Medio. La tarea que aguardaba al Consejo consistía en combinar todos los
elementos en un esquema factible, que exigiría perseverancia
y voluntad política. Sin embargo, la comunidad internacional
no debía perder de vista el compromiso original, que casi 40
años después permanecía incumplido. Nada se conseguiría
sin restablecer la justicia con respecto al pueblo palestino, a
la verdad , la Organización y la historia9.
En la misma sesión, el representante de Tailandia reiteró
el firme y constante apoyo de su Gobierno al reconocimiento de los derechos del pueblo palestino, representado por la
OLP, y reconoció la importancia crucial del asunto y la necesidad de convocar una conferencia de paz internacional para
mejorar las perspectivas de paz en la región10.
En la 2621a. sesión, celebrada el 11 de octubre de 1985, el
representante de Marruecos declaró que el Oriente Medio se
había convertido en una fuente crónica de tensión que ponía
en peligro la paz y la seguridad internacionales. Las Naciones
Unidas proporcionaban un sólido marco internacional para el
establecimiento de un orden justo y equilibrado. Como respuesta a la intransigencia de Israel y a su empeño por truncar
los esfuerzos para resolver los problemas pacíficamente, había que tomar medidas para detener el empeoramiento de la
situación. Debían aplicarse las resoluciones de las Naciones
Unidas que preveían la imposición de sanciones contra Israel
de conformidad con las disposiciones de la Carta. Denunció
los actos de agresión israelíes, como la invasión del Líbano,
la anexión de Gaza, el Golán y Jerusalén, la expropiación de
propiedades árabes, la expansión de los asentamientos y la
imposición de la legislación israelí a los territorios ocupados.
Israel desafiaba las resoluciones del Consejo de Seguridad
que declaraban esas acciones nulas y sin valor; su política
inmutable excedía incluso a las prácticas llevadas a cabo en
los días más oscuros del colonialismo.
El último acto de agresión contra Túnez y la sede de la
OLP apuntaba hacia un castigo colectivo a los árabes, un objetivo que Israel ni siquiera había negado. La meta de Israel
era crear una situación irreversible para subyugar al pueblo
palestino en beneficio del “Gran Israel”, que se extendería
del Nilo al Éufrates.
9
Ibíd., págs. 50 a 53.
Ibíd., págs. 53 a 58.
10
Parte II
Insistió en que la cuestión de Palestina era el núcleo del
conflicto en el Oriente Medio. Se refirió a las decisiones de
los organismos de las Naciones Unidas relativas a esa cuestión. Reafirmó el apoyo de su país a las propuestas hechas en
la Reunión Cumbre de Fez de 1982. Declaró asimismo que
la Cumbre, de conformidad con los principios defendidos
por las naciones árabes y basándose en la civilización y tradición árabes, condenó enérgicamente toda forma de terrorismo de cualquier origen y, sobre todo, el terrorismo israelí,
dentro y fuera de los territorios ocupados. Al mismo tiempo,
pidió la adhesión a los principios del derecho y la justicia
para el logro de objetivos nacionales y en defensa de los
derechos nacionales, en particular los derechos del pueblo
palestino. Insistió asimismo en la solidaridad de Marruecos
con el pueblo del Líbano y manifestó su apoyo a la unidad y
estabilidad en ese país.
Exhortó al Consejo de Seguridad a que hiciera lo necesario para convocar una conferencia de paz internacional
sobre el Oriente Medio, auspiciada por las Naciones Unidas,
y a que participaran en ella los Estados Unidos de América,
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el resto de
los miembros permanentes del Consejo de Seguridad , al
igual que la OLP, único y legítimo representante del pueblo
palestino. Agradeció también los esfuerzos del Secretario
General, la División para los Derechos de los Palestinos y
el Comité para el ejercicio de los derechos inalienables del
pueblo palestino11.
En la misma sesión el representante de China resumió los
aspectos principales de la cuestión del Oriente Medio. En
primer lugar, desde 1948 Israel había practicado una política
de agresión y expansión. Ello había supuesto una catástrofe
para el pueblo palestino: la prolongada ocupación del territorio árabe y la grave violación de la soberanía y la integridad
territorial del Líbano. Palestina y otros países árabes no
pondrían fin a sus luchas justificadas por la recuperación de
los territorios perdidos y por la recuperación de sus derechos
nacionales. Lamentablemente, la lógica del “poder es la ley”
impedía al Consejo de Seguridad defender la justicia y detener la agresión. En segundo lugar, el meollo de la cuestión del
Oriente Medio era el tema de Palestina, el más trágico de la
historia contemporánea. La naturaleza geográfica y la composición de la población de los territorios ocupados estaban
siendo alteradas incesantemente y millones de refugiados se
veían obligados a deambular sin hogar. Israel estaba decidido
a destruir a la OLP y al mismo pueblo palestino, así como
a eliminar sus derechos nacionales. A pesar de que la lucha
sería larga y tortuosa, esos derechos no podían ser anulados
por nadie. En tercer lugar, la manera correcta de resolver el
problema era encontrar una solución general, justa y duradera que incluyera los siguientes elementos: la retirada de las
tropas israelíes de todos los territorios ocupados, entre ellos
la Jerusalén árabe; la restauración de los derechos del pueblo
palestino, incluido el derecho a la libre determinación y al
establecimiento de su propio Estado, y el derecho universal
de todos los países de la región a la independencia y la existencia. La delegación china respaldaba todas las propuestas
que tuvieran ese fin. Consideraba que la OLP tenía el derecho a participar en una solución global del problema en pie
de igualdad.
291
Se mostró partidario de celebrar una conferencia de paz
internacional sobre el Oriente Medio de conformidad con los
principios de la Carta y las resoluciones pertinentes aprobadas
por las Naciones Unidas. Esperó que el examen de la cuestión
hiciera que el Consejo de Seguridad tomara conciencia de la
necesidad urgente de alcanzar una solución y adoptara medidas para fomentarla, cumpliendo así plenamente su cometido
de mantener la paz y la seguridad internacionales12.
También en la misma sesión el Ministro de Relaciones
Exteriores del Pakistán declaró que la violencia y la inestabilidad en el Oriente Medio eran consecuencia directa de la
denegación de los derechos nacionales del pueblo palestino.
Israel consideraba la petición de reconocimiento de esos
derechos como una amenaza a sus ambiciones expansionistas, que daban como resultado los ataques injustificados
contra la soberanía y la integridad territorial de los Estados
árabes y la máxima indiferencia hacia las resoluciones del
Consejo de Seguridad. La responsabilidad por la intransigencia israelí debía ser compartida por sus poderosos aliados. La afirmación de Israel de arrogarse el derecho a atacar
a cualquier país, en cualquier momento, en defensa de sus
intereses concebidos arbitrariamente, no emanaba de un
sentido de debilidad o inseguridad.
La inestabilidad y un ciclo de terror y contraterror no beneficiarían a nadie. Israel cosecharía el fruto amargo de lo
que había sembrado, a menos que se apartara del camino de
la agresión inconsiderada y respondiera de forma constructiva a las iniciativas árabes en pro de la paz.
El Ministro instó al Consejo de Seguridad a que iniciara
la rectificación de las injusticias cometidas contra el pueblo
palestino durante más de medio siglo mediante la promoción de la propuesta de las Naciones Unidas de celebrar una
conferencia de paz internacional sobre el Oriente Medio. El
Consejo de Seguridad debía asimismo reafirmar sus decisiones del pasado. La incapacidad de contener a Israel intensificaría el conflicto en el Oriente Medio. Como conclusión
reiteró la solidaridad de su país con los Estados árabes y el
pueblo palestino en su lucha por lograr la estabilidad en su
región y recuperar sus derechos nacionales legítimos13.
En la misma sesión el representante de Argelia dijo que
el círculo de la crisis continuaba ensanchándose debido a la
violencia israelí, centrífuga en su esencia. Así, mediante una
intensificación horizontal programada, el Mediterráneo occidental se había convertido, desde la agresión contra Túnez,
en el nuevo eje de una amenaza constante. Ello hacía que el
Mediterráneo entero estuviera en peligro de conflagración.
La amenaza estaba a las puertas de Europa. La seguridad
no podía centrarse únicamente en Europa, que había sido
incapaz de contribuir a la solución de las denominadas crisis
periféricas o de librarse de las imprevisibles consecuencias
presentes, mucho menos de las futuras, de un conflicto
incontrolable. Sería una ilusión peligrosa creer que un conflicto como el que tenía lugar en el Oriente Medio podría circunscribirse a unos límites aceptables para la paz mundial.
Los hechos consumados de Israel no podían hacer olvidar
al mundo los derechos reconocidos del pueblo palestino. La
resistencia palestina era la prueba de la determinación de ese
pueblo a recuperar sus derechos nacionales.
12
11
S/PV.2621, págs. 1 a 12.
13
Ibíd., págs. 12 a 16.
Ibíd., págs. 16 a 21.
292
El Consejo de Seguridad , por primera vez en muchos años
y en el cuadragésimo aniversario de las Naciones Unidas,
estaba haciendo un examen general del conflicto del Oriente
Medio y las esperanzas de pacificación. Honraría al Consejo
estar a la altura de la tarea que se le encomendaba de resolver
el problema, dándose cuenta de la gravedad de la amenaza y
fomentando una solución justa y duradera del conflicto, en
todas sus dimensiones, dentro del marco de una conferencia
internacional que restituyera al pueblo palestino sus derechos y garantizara internacionalmente la paz y la seguridad
para los pueblos del Oriente Medio14.
También en la 2621a. sesión el representante de Yugoslavia afirmó que su país, como no alineado, había considerado
siempre que la solución a la crisis del Oriente Medio tenía
que ser global y que la libre determinación, la soberanía, la
independencia, la integridad territorial, la igualdad , la no
injerencia, la retirada de las tropas extranjeras de los territorios ocupados y el pleno respeto al derecho de los pueblos a
escoger su propia vía de desarrollo eran la única base para la
construcción de la paz15.
En la misma sesión el representante de Indonesia dijo que
el Movimiento de los Países No Alineados había tomado la
iniciativa innumerables veces en la búsqueda de una solución pacífica, al mismo tiempo que mantenía su solidaridad
con el pueblo palestino. La decisión de hacer un nuevo
llamamiento al Consejo de Seguridad para que examinara
el problema del Oriente Medio surgió a raíz de lo que en
apariencia parecían insuperables obstáculos en el camino de
la convocación de una conferencia de paz internacional. La
responsabilidad del estancamiento correspondía a Israel. La
lista de sus transgresiones contra la Carta de las Naciones
Unidas y las normas del comportamiento civilizado habían
sido plenamente documentadas en múltiples resoluciones de
la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. El representante dijo asimismo que Indonesia había condenado siempre los actos terroristas dirigidos contra civiles inocentes.
Hizo hincapié también en que, a pesar de las insuficientes
medidas que había tomado el Consejo de Seguridad en el
pasado, la comunidad internacional seguía depositando toda
su confianza y esperanza en el Consejo, al que incumbía la
responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad
internacionales. Confiaba en que las principales Potencias
renunciarían a sus proyectos estratégicos en la región y
cooperarían con el Secretario General en su empeño por
lograr un acuerdo sobre las modalidades de la conferencia
de paz internacional. El apoyo y la participación activa de
las dos superpotencias era esencial. Acabó reiterando que el
único camino hacia una paz global, justa y duradera era el de
la diplomacia y las negociaciones serias16.
En la 2622a. sesión, celebrada el 11 de octubre de 1985,
el representante de Bangladesh destacó que el Consejo de
Seguridad había demostrado una determinación ejemplar
para tratar de los dos últimos actos de agresión cometidos
por Israel y Sudáfrica contra Túnez y Angola, respectivamente. La situación en el Oriente Medio era una consecuencia
directa de una injusticia histórica cometida contra el pueblo
palestino, expulsado de sus casas por la creación de Israel,
que adoptó una política agresiva y hostil que violaba todos
Ibíd., págs. 21 a 27.
Ibíd., págs. 27 a 31.
16
Ibíd., págs. 32 a 36.
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
los cánones del derecho internacional. Israel había rechazado
terminantemente todos los esfuerzos de las Naciones Unidas.
El último acto se había cometido contra la soberanía y la integridad territorial de Túnez. El argumento de Israel según el
cual tenía derecho a atacar a cualquier Estado, en cualquier
momento, con el pretexto de su noción de la defensa propia
era inaceptable. La comunidad internacional debía oponerse
a la propagación de esa nueva doctrina del terrorismo estatal,
cuyo único objetivo era continuar la expropiación de nuevos
territorios mediante actos de agresión. A pesar de que la
Asamblea General y el Consejo de Seguridad habían estado
ocupándose del problema del terrorismo durante bastante
tiempo, no se habían adoptado todavía medidas concretas y
efectivas para poner fin a esos actos criminales. Bangladesh
condenaba todas las formas de terrorismo, cuando y donde
fuera que se cometieran, y consideraba que el terrorismo engendraba terrorismo. En consecuencia, instó firmemente a la
Asamblea General a que tomara la iniciativa a ese respecto.
La cuestión palestina era el meollo del problema del
Oriente Medio. No podía resolverse a menos que se restituyeran plenamente los derechos legítimos del pueblo palestino. Su delegación respaldaba la propuesta de convocación
de una conferencia internacional y el plan de paz árabe. El
Consejo de Seguridad , en especial sus miembros permanentes, tenían la responsabilidad de aportar la paz a la región. En
el pasado el fracaso del Consejo en la función de garantizar
la aplicación de sus decisiones y resoluciones había inducido
a Israel a intensificar sus políticas agresivas. Había una necesidad urgente de aumentar la eficacia del Consejo de Seguridad en el desempeño de su función principal y también
de examinar las posibilidades de mejorar su funcionamiento.
El Consejo debía adoptar medidas eficaces y concretas para
iniciar el proceso de paz17.
En la misma sesión, el representante de la República
Democrática Alemana atribuyó el problema del Oriente
Medio al apoyo incondicional que Israel recibía por parte
de la principal Potencia imperialista; unidos en la llamada
alianza estratégica, los Estados Unidos de América e Israel
tenían la intención de involucrar cada vez más a la región
árabe en un enfrentamiento mundial imperialista con el fin
de intensificar su presión militar y de extender el alcance de
las operaciones de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) a esa parte del mundo. Había que poner freno
a esos planes y prácticas. Respaldó la acción conjunta de las
fuerzas árabes basada en el plan de paz de Fez y la convocación de una conferencia internacional18.
En la misma sesión, el representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas compartió la preocupación de
los Estados no alineados ante el rumbo que habían tomado
los acontecimientos en el Oriente Medio. Su país vigilaba de
cerca la situación en esa parte del mundo y obraba con un
gran sentido de la responsabilidad a fin de que la situación
no se volviera incontrolable. La persistencia de la fuente de
tensión en la región se explicaba por la política agresiva y
expansionista de los dirigentes israelíes. La principal víctima era el pueblo árabe de Palestina. Recordó al Consejo
que Israel debía su misma existencia a una decisión tomada
por las Naciones Unidas y que esa misma decisión preveía
también la formación de un Estado árabe palestino. Sin
14
15
17
18
S/PV.2622, págs. 1 a 11.
Ibíd., págs. 11 y 16.
Parte II
embargo, Israel había elevado al nivel de política estatal el
menosprecio de los derechos de otros pueblos y el uso del
terror y la violencia. No podía llevar a cabo sus políticas sin
la ayuda de los Estados Unidos de América. Hizo hincapié
en que la lucha que el pueblo árabe había tenido que librar
en pro de la independencia y el honor no se podía superar
mediante la intimidación, el chantaje o las aventuras militares. La fuerza de los árabes radicaba en su unidad. Las
desafortunadas lecciones de Camp David mostraban que los
problemas del Oriente Medio no podían abordarse sobre la
base de acuerdos separados. Sólo el método colectivo podía
aportar verdaderas esperanzas de que se estableciera una
paz duradera. Secundaba la convocación de una conferencia de paz internacional para alcanzar una solución radical.
Denunció la posición obstruccionista de los Estados Unidos
de América e Israel a ese respecto. El representante también
mencionó las propuestas de la URSS, que estaban en armonía con el plan de paz árabe. Manifestó asimismo que su país
estaba preparado para participar en las garantías internacionales para poner fin al problema del Oriente Medio19.
En la misma sesión, el Observador Permanente de la LEA
ante las Naciones Unidas dijo que el objetivo de la sesión
del Consejo de Seguridad era contribuir de la mejor manera
posible a agotar todas las opciones políticas y diplomáticas
que ofrecía el mecanismo de las Naciones Unidas a fin de
minimizar la violencia, el terrorismo, la ocupación y la
pérdida de credibilidad de las Naciones Unidas. Condenó
el reciente asesinato en California, EE.UU., del director del
Comité árabe-estadounidense contra la discriminación, un
conocido americano de origen palestino. Manifestó también
su solidaridad y preocupación por los condenables acontecimientos sucedidos a bordo del buque italiano secuestrado y el asesinato de un pasajero estadounidense. Pensaba
que la retórica de la venganza generaba una atmósfera de
permisividad ante la violencia. El Consejo debía centrarse
de nuevo en la posibilidad de utilizar el mecanismo de las
Naciones Unidas para resolver la crisis en el Oriente Medio.
La Liga Árabe creía en las negociaciones, fueran directas o
indirectas. Sin embargo, no podía aceptar negociaciones que
tendieran a transformarse en una especie de dictado de las
condiciones y del resultado. A su juicio, el Consejo de Seguridad se podía utilizar para lograr una solución pacífica del
conflicto árabe-israelí. Dijo asimismo que Israel se servía de
cualquier incidente y accidente que tuviera lugar en su territorio para justificar su posición de denegar a los palestinos
sus derechos legítimos y como pretexto para cometer actos
de agresión. Con ese propósito, las actividades de varios
grupos marginales se atribuían a la OLP, un observador de
las Naciones Unidas reconocido y un miembro de la LEA.
Israel utilizaba asimismo una campaña sistemática de propaganda en un intento deliberado de representar la aberración
que había tenido lugar a bordo del buque en el Mediterráneo
como una actividad característica de la OLP. Esa campaña
intensiva de distorsión estaba planeada con el fin de tener un
pretexto para la acción, como sucedió contra Túnez.
La Liga Árabe depositaba grandes esperanzas en la próxima reunión de los Estados Unidos de América y la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. No quería que el conflicto
árabe-israelí se situara en el contexto de las tensiones o la
competición soviético-estadounidense. Consideraba que el
19
Ibíd., págs. 16 a 22.
293
apaciguamiento de los problemas en la región podía contribuir a los objetivos de desarme y pensaba que la reunión
podía crear un clima propicio a la celebración de la conferencia internacional. El Observador indicó que la gestión
unilateral de la crisis en el Oriente Medio había demostrado
ser contraproducente. Indicó que la mejor manera de relajar
la tensión y lograr el éxito era resolver los conflictos regionales en el marco de las Naciones Unidas. Se refirió a los
casos en los que la petición de celebración de una conferencia internacional por parte de una superpotencia había sido
rechazada por la oposición de otra. A su juicio, puesto que
todos los asuntos del Oriente Medio estaban relacionados, su
resolución debía basarse en un modelo que abordara todos
los problemas de forma simultánea. En ese contexto, veía
la convocación de una conferencia internacional por parte
del Consejo de Seguridad como un medio para eliminar las
causas de la violencia en el Oriente Medio. Condenó asimismo la política de chantaje israelí contra la comunidad internacional y pidió a los Estados Unidos que examinaran los
asuntos por cuenta propia, sin dejarse influenciar por Israel.
Puso fin a su intervención diciendo que era imperativo que
Israel no ejerciera un derecho de un veto indirecto sobre las
Naciones Unidas20.
También en la 2622a. sesión el Secretario General de
la Organización de la Conferencia Islámica declaró que el
problema del Oriente Medio era de particular interés para
el mundo islámico. La sesión se estaba celebrando con dos
acontecimientos recientes como telón de fondo. El primero
era el acto de agresión injustificado cometido por Israel
contra la soberanía y la integridad territorial de Túnez, que
se había cobrado más de 60 vidas inocentes y había herido a
muchas personas más. Se trataba de un acto de terrorismo de
Estado. El segundo era el secuestro de un buque italiano por
parte de cuatro palestinos, que había tenido como consecuencia la muerte de un pasajero anciano. Se trataba de un acto de
terrorismo individual. El avión que transportaba a los cuatro
secuestrados había sido interceptado por la Fuerza Aérea de
los Estados Unidos y aterrizó en una base militar que ese país
tenía en Italia, y el asunto tuvo repercusiones jurídicas que
iban más allá del alcance del debate. Continuó diciendo que
el ciclo de violencia, sin embargo, era un síntoma más que
una causa del conflicto en el Oriente Medio. La causa principal era la denegación de los derechos nacionales del pueblo
palestino, nación que estaba siendo destruida. Durante 40
años Israel había violado la Carta de las Naciones Unidas, los
principios del derecho internacional y la moralidad. Rechazaba todas las propuestas de paz. El Consejo de Seguridad ,
que en virtud de la Carta tenía la responsabilidad primordial
de preservar la paz y la seguridad internacionales, era incapaz de actuar porque Israel disfrutaba de la seguridad que
le aportaba el veto de un miembro permanente del Consejo.
Pidió a los Estados Unidos de América que reexaminaran su
posición y su política y que se unieran a los esfuerzos de la
comunidad internacional por erradicar la injusticia cometida
contra el pueblo de Palestina. A continuación se refirió a los
principios de una paz global y duradera en el Oriente Medio,
diciendo que era el deber del Consejo de Seguridad asegurar
que todas las partes reconocieran esos principios. La mejor
manera de hacerlo era convocar una conferencia internacional. Acabó declarando que el Consejo debía estar preparado,
20
Ibíd., págs. 22 a 33.
294
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
en el ejercicio de sus funciones, para aplicar sanciones de
conformidad con el capítulo VII de la Carta contra los que se
negaran a aplicar sus decisiones21.
En la misma sesión el representante de Jordania dijo que
el Consejo de Seguridad tenía que recordar los cuatro hechos
que constituían la raíz del conflicto. En primer lugar, el problema básico del Oriente Medio era la continuada ocupación
israelí de los territorios árabes y la denegación de los derechos
legítimos del pueblo palestino. En segundo lugar, el aumento
de los actos de terrorismo por un lado y de la resistencia legítima por el otro reafirmaban la gravedad que suponía la ausencia de una paz global y exigían medidas inmediatas para
la consecución de la paz. En tercer lugar, la continuación de
una situación que no era ni de guerra ni de paz era la causa de
la violencia en la región y de una resistencia continuada contra los ocupantes. Y, por último, el factor tiempo no jugaba a
favor de nadie. El tiempo podía ir en contra de los intereses
de todos, si se utilizaba para fortalecer los actos de agresión y
expansión, o bien a favor de los intereses de todos, si se usaba
adecuadamente con flexibilidad y moderación.
En su búsqueda de la paz Jordania, en colaboración con
otros países árabes, había abogado por una solución política
del conflicto árabe-israelí, la del territorio a cambio de paz.
Sin embargo, la unanimidad internacional respecto a esta
cuestión no había conducido al establecimiento de la paz en
el Oriente Medio. El orador opinaba que los palestinos debían participar en la formulación de una paz justa y duradera. Debían también garantizarla por conducto de la OLP, que
se había adherido a los principios de paz y coexistencia, basándose en los derechos nacionales legítimos del pueblo palestino. Reiteró los principios del Acuerdo palestino-jordano
de 1985 y de las resoluciones de Fez de 1982 y expresó su
apoyo a la convocación de una conferencia internacional en
la que participaran todas las partes, además de los miembros
permanentes del Consejo de Seguridad. Recordó que todas
las partes interesadas habían dado apoyo a la celebración de
la conferencia en un momento u otro con posterioridad a la
guerra de 1973. No creía que una conferencia de esa índole
reforzara la posición negociadora de una parte en detrimento
de la otra. Concluyó instando a las partes a que adoptaran
una posición más flexible y positiva que favoreciera la posibilidad de alcanzar la paz22.
También en la misma sesión el representante de Israel
transmitió una declaración de su Ministro de Relaciones Exteriores en la que expresaba satisfacción y agradecimiento
por la acción decidida de los Estados Unidos al interceptar
el avión que transportaba a los terroristas responsables del
acto de piratería contra el Achille Lauro. Consideraba que
ese acto representaba un paso esencial hacia la erradicación
del terrorismo mundial. Afirmó que el debate degradaba al
Consejo de Seguridad y que, salvo el representante de Israel,
ningún orador se había centrado en los muchos conflictos
que arrasaban el Oriente Medio. En lugar de hacerlo, el
Consejo apartaba su atención del verdadero problema: el
terrorismo perpetrado por la OLP y su amenaza a la seguridad mundial. Se refirió al asesinato del pasajero del Achille
Lauro y dijo que la OLP intentaba transformar su crimen
en una victoria. Afirmó que los dirigentes de la OLP conocieron y aprobaron el acto terrorista. Se refirió asimismo al
bombardeo de la sede de la OLP en Túnez, afirmando que
las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos no habían participado en la operación. El representante contó varios otros
incidentes que ponían de manifiesto la posición de su país
respecto a la cuestión. Concluyó diciendo que su país había
solicitado repetidas veces la negociación de un acuerdo de
paz con los países vecinos para seguir el modelo de Camp
David , consistente en negociaciones directas sin condiciones previas. Aguardaba esperanzado a que el Consejo de
Seguridad se convirtiera en el escenario de una diplomacia
constructiva23.
22
21
Ibíd., págs. 33 a 38.
23
Ibíd., págs. 46 a 53.
Ibíd., págs. 53 a 58.
15. CARTA DE FECHA 6 DE DICIEMBRE DE 1985 DIRIGIDA AL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE SEGURIDAD POR EL ENCARGADO DE NEGOCIOS INTERINO DE LA MISIÓN PERMANENTE DE NICARAGUA
ANTE LAS NACIONES UNIDAS
Por carta de fecha 6 de diciembre de 19851, el representante de Nicaragua pidió una sesión urgente del Consejo de
Seguridad con el fin de examinar la gravísima situación
creada por la escalada de la agresión dirigida contra su país
por el Gobierno de los Estados Unidos.
En su 2533a. sesión, celebrada el 10 de diciembre de 1985,
el Secretario General incluyó el tema en su orden del día e
invitó en la misma sesión a los representantes de Nicaragua,
la República Islámica del Irán, México, la República Árabe
Siria y Viet Nam; en la 2634a. sesión, a los representantes de
Costa Rica, Honduras y la Jamahiriya Árabe Libia, y en la
2636a. sesión, al representante de Zimbabwe a petición suya
a participar, sin derecho de voto, en el examen del tema2. El
Consejo examinó la cuestión en sus 2633a., 2634a. y 2636a.
sesiones, celebradas del 10 al 12 de diciembre de 1985.
En la misma sesión el Presidente señaló a la atención de
los miembros del Consejo los documentos S/17674, S/17675
1
2
S/17671.
Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento.
y S/17676, que contenían los textos de cartas de fecha 5 y 6
de diciembre de 1985 dirigidas al Secretario General por el
Encargado de Negocios interino de la Misión Permanente de
Nicaragua ante las Naciones Unidas.
Igualmente En la misma sesión el representante de Nicaragua declaró que en el curso de la guerra criminal que el
Gobierno de los Estados Unidos había lanzado contra Nicaragua desde 1981 se había producido un acontecimiento sin
precedentes, a saber, la utilización por las fuerzas mercenarias contrarrevolucionarias de cohetes tierra-aire entregados
por el Gobierno de los Estados Unidos. Al referirse a fuentes
confidenciales, afirmó que por lo menos 30 de esos cohetes
se habían suministrado a los campamentos de entrenamiento
contrarrevolucionarios en Las Vegas. Los cohetes habían
sido filmados por una red de televisión estadounidense y,
además, existía un informe de que se había derribado a un
helicóptero nicaragüense con un cohete SAM-7. El orador
señaló a la atención del Consejo el hecho de que por primera vez en la historia del continente americano, una fuerza
irregular que luchaba contra un gobierno establecido había
Parte II
recibido ese tipo de armas, que daba a los terroristas poderes
sin precedentes. Esto confirmaba el desdén del Gobierno de
los Estados Unidos por el derecho internacional y por la decisión de 10 de mayo de la Corte Internacional de Justicia, en
la que se ordenaba a los Estados Unidos que suspendiesen su
agresión contra Nicaragua. El orador señaló que su Gobierno y el pueblo de Nicaragua estaban decididos a defender su
soberanía, su integridad territorial, su independencia política
y su libre determinación. Pidió al Consejo de Seguridad que
denunciara, que alertara y que luchara contra las acciones
de los Estados Unidos, que representaban una real amenaza
para la paz mundial3.
En la misma sesión el representante de los Estados Unidos
de América alegó que el obstáculo más grave a la paz en la
región era el intento del Gobierno de Nicaragua de imponer
un régimen totalitario en el país. Después de haber aplastado todas las formas de oposición, ahora caracterizaba a la
resistencia armada democrática de su pueblo, que había pasado de 7.000-8.000 efectivos a mediados de 1984 a 20.000,
como una fuerza mercenaria reaccionaria organizada por los
Estados Unidos. Indicó que el Gobierno de Nicaragua había
introducido una nueva dimensión alarmante en la guerra en
América Central al adquirir uno de los helicópteros de ataque
más sofisticados del mundo, el MI-24, que no sólo intimidaba
a los elementos de la oposición nicaragüense, sino también a
sus vecinos —Honduras, Costa Rica y El Salvador—, que
estaban al alcance de este “tanque volador” y ninguno de los
cuales disponía de un arma comparable. Señaló que el arma
era la última incorporación al nivel sin precedentes de tropas,
tanques, artillería, helicópteros y otro equipo, con inclusión
de los cohetes tierra-aire SAM-7. Según el orador, el cohete
utilizado por la resistencia nicaragüense era de fabricación
soviética y se había adquirido en el mercado internacional.
Mencionó la ley de los Estados Unidos que prohibía el suministro de equipo letal a la resistencia nicaragüense.
Con respecto a la Corte Internacional de Justicia, el representante advirtió que de los 15 magistrados de la Corte, 10
de los países a los que pertenecían esos magistrados rechazaban la competencia obligatoria del Tribunal.
Por su parte, condenó a Nicaragua por proporcionar apoyo logístico, material y moral a varios grupos terroristas de
América Latina así como por su participación en actividades
de combate. Señaló asimismo que la información confidencial confirmaba el establecimiento por los sandinistas de
unidades de guerrilleros clandestinas y la infiltración de impostores que, pretendiendo ser combatientes por la libertad ,
lanzaban ataques contra civiles nicaragüenses e intentaban
asesinar a los principales comandantes de la resistencia como
parte de la campaña de descrédito de la resistencia armada.
Calificó las 10 solicitudes nicaragüenses de convocación del
Consejo de Seguridad como destinadas a impedir el progreso
del proceso de Contadora o a influir en el debate político
acerca de Centroamérica en los Estados Unidos y denunció a Nicaragua por la utilización abusiva del Consejo para
convertirlo en un foro de propaganda. Hizo hincapié en que
el proceso de negociación de Contadora constituía la mejor
posibilidad de lograr la paz en América Central y censuró a
Nicaragua por negarse a asistir a las reuniones en Cartagena
para examinar el futuro de Contadora y por haber pedido unilateralmente la suspensión de las negociaciones de Contadora
3
S/PV.2633, págs. 6 a 25.
295
durante seis meses en el momento en que el proceso había
pasado del documento básico de 21 objetivos al examen de
proyectos de acuerdo. Para terminar, atribuyó al Gobierno
de Nicaragua la responsabilidad por las consecuencias de su
agresión y pidió que se adoptaran medidas urgentes para llegar a una solución de avenencia con su propio pueblo4.
En el ejercicio del derecho a contestar, el representante de
Nicaragua señaló que el Gobierno de los Estados Unidos era
el que se había negado a responder en la práctica a la solicitud del Grupo de Contadora de que pusiera fin a su agresión
contra Nicaragua así como a la petición de Contadora de
que se reanudaran las conversaciones bilaterales. Dudaba
de la posibilidad de que los Gobiernos de América Central
llegaran a un acuerdo sin poner primero fin a la guerra de
los Estados Unidos contra Nicaragua. Consideraba que era
imposible hacer progresos debido a la falta total de voluntad
del Gobierno de los Estados Unidos de llegar a un entendimiento con el Gobierno de Nicaragua y de hallar una salida
a la crisis centroamericana.
Con respecto a la prohibición de que el Gobierno de los
Estados Unidos proporcionara legalmente cohetes a las fuerzas mercenarias, el orador sugirió que el Departamento de
Estado debería enviar una nota oficial al Gobierno de Nicaragua negando que hubiera suministrado cohetes a los contrarrevolucionarios y confirmando que no había dado ningún
tipo de ayuda a esas fuerzas para adquirir ese tipo de armas5.
En la 2634a. sesión, celebrada el 11 de diciembre de 1985,
el representante de la India describió la situación en América
Central como caracterizada por la inestabilidad y la lucha
debido a los actos constantes e intensificados de injerencia
e intervención, tanto directos como indirectos. Hablando en
su calidad de Presidente del Movimiento de los Países No
Alineados, reafirmó la solidaridad del Movimiento con el
Gobierno y el pueblo de Nicaragua. Recordó las resoluciones 530 (1983) y 562 (1985) del Consejo de Seguridad , en
las que se reafirmaba el derecho de Nicaragua a vivir en paz
y seguridad , sin injerencias externas, y pidió a los Estados
que respaldaran el proceso de Contadora. Se refirió también
a los documentos del Movimiento de los Países No Alineados6 en los que se manifestaba preocupación por la tensión
en América Central y se pedía una solución negociada y
política a los problemas de la región.
Expresó el convencimiento de su Gobierno de que la paz
en la región debía basarse en los principios del pluralismo
político y socioeconómico de los Estados, respeto escrupuloso de los principios de no injerencia y no intervención,
una valoración positiva de los problemas endémicos de la
región y un enfoque constructivo y cooperativo para darles
solución. Pidió al Consejo de Seguridad que se aferrara a la
realidad y diera a la urgente tarea de llevar la paz a esa región
una posibilidad real7.
En la misma sesión el representante del Perú manifestó su
solidaridad con el pueblo de Nicaragua y reiteró el compromiso de su país a la tarea colectiva de lograr una solución
pacífica, negociada, estable y democrática a la cuestión de
Centroamérica. Señaló que la crisis en la región había entrado en una fase en la que se utilizaban todos los recursos miliIbíd., págs. 26 a 36.
Ibíd., págs. 37 a 39.
6
S/15675, anexo, y S/17610, anexo I.
7
S/PV.2634, págs. 3 a 11.
4
5
296
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
tares, económicos y políticos para conseguir un objetivo
geopolítico preestablecido y que la superioridad militar se
ejercía como un argumento supremo y permanente. La crisis
económica causada por las transacciones comerciales injustas y la deuda resultante era un factor explosivo e inestable
que resultaría decisivo en los cambios futuros en la región.
Consideraba que el intento de imponer por la fuerza un destino diferente del que habían elegido tres millones de nicaragüenses tendría una enorme repercusión en 400 millones de
latinoamericanos. Pidió que se alcanzara un acuerdo y entendimiento sin la injerencia de factores externos, sobre la base
del pluralismo ideológico y económico y con el respeto del
principio de la igualdad soberana de los Estados, en armonía
con los principios y pactos intraamericanos. Se opuso a lo
que denominó los intentos de las superpotencias de reservarse la exclusividad de la solución de los conflictos regionales
en el tercer mundo, lo que podía equivaler a repudiar el sistema de las relaciones multilaterales, a liquidar el derecho de
libre determinación y a hacer caso omiso de los principios de
las Naciones Unidas. En consecuencia, consideraba el proceso de Contadora como la única alternativa a la opción de la
guerra en América Central y como un proceso político que
podía resolver las contradicciones, profundamente enraizadas en la región, que se derivaban no tanto de diferentes
ideologías, sino más bien de una larga historia de privaciones
materiales, institucionales y democráticas, que se había reconocido en las resoluciones del Consejo de Seguridad. Acogió
con satisfacción la inclusión de la Argentina, el Brasil, el Perú
y el Uruguay como miembros del Grupo de Apoyo de Lima.
Pidió al Consejo de Seguridad que estableciera medidas de
investigación y control y que adoptara disposiciones preventivas que podían ser un requisito previo esencial para la acción pacificadora del Grupo de Contadora8.
Igualmente, en la misma sesión, el representante de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas apoyó la reclamación de Nicaragua que estaba plenamente justificada y era
un paso oportuno, dado que la tensión seguía costando la vida
a miles de seres humanos y que el peligro militar existente
en la región podía desembocar en trágicos acontecimientos
con los que ya estaba familiarizado el Consejo de Seguridad
por otros conflictos regionales. Se refirió a la resolución 562
(1985) del Consejo de Seguridad como requisito previo político básico para la solución del conflicto, así como a la resolución especial de la Asamblea General en la que se condenaba el embargo contra Nicaragua impuesto por los Estados
Unidos. Atribuyó la agravación de la situación a la presión
militar y política contra el pueblo nicaragüense. La aparición
de cohetes tierra-aire y antiaéreos era una manifestación
sumamente peligrosa de la escalada de la tensión impuesta
desde fuera y perseguía una desestabilización general para
derrocar al Gobierno. Esa política de los Estados Unidos con
respecto a Nicaragua se describía como incompatible con las
obligaciones de los Estados Unidos en su calidad de miembro
permanente del Consejo de Seguridad y se consideraba que
socavaba también el proceso de Contadora. Las propuestas
constructivas de Nicaragua relativas al establecimiento en la
región de una zona de paz libre de la presencia militar extranjera se habían ignorado. El orador insistió en que la Unión
Soviética respaldaba la solución de los problemas de América
Central por medios políticos adoptados por los países de la
8
Ibíd., págs. 12 a 18.
región sin injerencia extranjera; tenía una opinión positiva
sobre los esfuerzos del Grupo de Contadora, y pedía el reconocimiento del derecho inalienable de cada país a la independencia y a una opción autónoma. Manifestó la esperanza
de que el Consejo de Seguridad desempeñaría una función
importante en la protección de la soberanía de Nicaragua y
ejercería una influencia moderadora sobre la peligrosa evolución en América Central9.
En la misma sesión el representante de Trinidad y Tabago
mantuvo que la utilización de armas sofisticadas podía producir el deterioro de la situación social, política y económica
en América Central y obstaculizar los intentos de negociar
la paz y la estabilidad , que se debían basar en los principios
de libre determinación, no injerencia, inviolabilidad de las
fronteras nacionales y solución pacífica de las controversias.
El proceso de paz de Contadora era un foro adecuado para
alcanzar esos objetivos por medio de un diálogo constructivo bilateral y multilateral. El proceso de Contadora había
sido respaldado en la resolución 530 (1983) del Consejo de
Seguridad y en las resoluciones 38/10 y 39/4 de la Asamblea
General10.
También en la 2534a. sesión, el representante de China señaló que la manera fundamental de aliviar la situación y eliminar las tensiones en América Central consistía en suprimir
toda injerencia exterior. Respaldó al Grupo de Contadora y
al Grupo de Apoyo de Lima y pidió a los Estados Unidos
de América y a Nicaragua que resolvieran las controversias
por medio de negociación de conformidad con los principios
básicos de la Carta11.
En la misma sesión el representante de Cuba apoyó plenamente la condena de la entrega de aeronaves, helicópteros,
lanzadores y otros tipos de material de guerra a las fuerzas
mercenarias que estaban cometiendo agresión contra Nicaragua, lo que constituía una escalada peligrosa que amenazaba
la paz y un serio golpe contra los esfuerzos de negociación.
Hizo hincapié en que la comunidad internacional no podía
ignorar la gravedad de los acontecimientos y que había repudiado la agresión, como podía comprobarse en las resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad , las
decisiones de la Corte Internacional de Justicia y la Segunda
Comisión en el actual período de sesiones, así como en la
Declaración de la Conferencia Ministerial de los Países No
Alineados celebrada en Luanda. Hizo hincapié en que los
Estados Unidos estaban violando la Carta de las Naciones
Unidas y actuando en contra de su condición de miembro
permanente del Consejo de Seguridad responsable del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Manifestó
la esperanza de que el Consejo de Seguridad cumpliría el
mandato que se le había otorgado, coadyuvando de manera
serena y firme en el establecimiento de la paz y la estabilidad
en la región centroamericana12.
Igualmente en la misma sesión el representante de México señaló a la atención del Consejo los aspectos que, en
opinión de su Gobierno, se encontraban en el corazón del
conflicto centroamericano. Dijo que la vigencia misma de
los principios de no intervención y de respeto de la libre determinación de los pueblos estaba en peligro en la región. Su
Ibíd., págs. 18 a 28.
Ibíd., págs. 28 a 32.
11
Ibíd., págs. 31 a 33.
12
Ibíd., págs. 33 a 41.
9
10
Parte II
país estaba en contra de cualquier violación de la soberanía,
la independencia y la integridad territorial de los Estados.
Una interpretación unilateral y totalmente inaceptable de la
evolución política de América Latina frecuentemente negaba
el derecho de los pueblos a crear su futuro sin condiciones
previas. La situación de Nicaragua tenía elementos comunes
con otros procesos de las últimas décadas. Señaló que la actividad de fuerzas irregulares destinada a derrocar gobiernos
legítimamente establecidos constituía un claro obstáculo a
la distensión regional. El proceso de pacificación del Grupo
de Contadora estableció un conjunto de compromisos bien
definidos con respecto a la prohibición de cualquier tipo de
apoyo a dichas acciones. Para llevar la paz a la región hacía
falta que los Estados, con inclusión de los Estados de fuera
de la región, respetasen escrupulosamente esa obligación.
Al mismo tiempo, el rápido cambio cuantitativo y cualitativo de los arsenales de armas no podía desconocerse, ya
que multiplicaba los riesgos de confrontación militar. A su
juicio, el apoyo a Contadora significaba la búsqueda de la
negociación de los principios destinados a controlar y reducir la acumulación de armas, así como la eliminación de la
presencia militar extranjera y la erradicación del tráfico de
armas. Reiteró el llamamiento de su Gobierno en favor del
establecimiento del diálogo y de la adopción de acuerdos
constructivos13.
En la misma sesión el representante de Viet Nam condenó la guerra de agresión impuesta por los Estados Unidos
contra el pueblo nicaragüense, en particular la autorización
de suministrar aeronaves, helicópteros, lanchas rápidas y
otros tipos de materiales de guerra a las fuerzas mercenarias
que operaban dentro y fuera de Nicaragua. Afirmó que esos
actos de la superpotencia de América del Norte constituían
un desafío y una afrenta a todas las naciones: constituían
una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas y
del derecho internacional, así como una actitud de desprecio
con respecto a la orden del 10 de mayo de 1985 de la Corte
Internacional de Justicia. Esos actos de los Estados Unidos
no sólo agravaban la tensión, sino que también socavaban
el proceso de Contadora. Pidió firmemente que los Estados
Unidos pusieran fin a todos los tipos de asistencia a las fuerzas mercenarias y reiteró su apoyo al derecho del pueblo nicaragüense a defenderse. Dijo que los principios de la Carta
debían respetarse y manifestó la confianza en que el Consejo
de Seguridad reaccionaría de manera adecuada a la petición
del representante de Nicaragua14.
En la misma sesión el representante de la República Islámica del Irán señaló que la situación en torno a las fronteras
de Nicaragua se estaba deteriorando y que los 27 millones de
dólares que el Gobierno de los Estados Unidos había dado
a los Contras so capa de asistencia humanitaria se habían
convertido en misiles SAM. Al mismo tiempo el pueblo de
Nicaragua estaba sufriendo el bloqueo económico, el minado de puertos y otras actividades políticas, económicas y
militares de los Estados Unidos. La guerra general de los
Estados Unidos contra Nicaragua merecía la firme condena
del órgano internacional. Señaló que el Grupo de Contadora, que representaba la esperanza de toda la región, parecía
estar perdiendo su carisma. Si sus miembros no adoptaban
una actitud decidida, se volverían ineficaces y el Gobierno
13
14
Ibíd., págs. 41 a 46.
Ibíd., págs. 47 a 53.
297
de los Estados Unidos podría intentar manipular o influir en
el Grupo de Contadora y el Grupo de Apoyo para preservar
sus intereses supuestamente justificados. El orador dijo que,
si bien no existía comparación posible entre los recursos de
los dos adversarios y que no cabía duda de la gravedad de
la amenaza que esos recursos representaban para la paz y la
seguridad en la región, Nicaragua había dado pruebas de prudencia, paciencia, disposición para celebrar conversaciones
pacíficas y constructivas en cualquier momento, mientras
que los Estados Unidos, por el contrario, se mostraban empecinados e intransigentes y rechazaban todas las propuestas
de negociación. Los Estados Unidos mostraban que no tenían
interés en resolver sus discrepancias con Nicaragua. Por la
misma razón, se abstenían de aceptar la jurisdicción de la
Corte Internacional de Justicia y probablemente eran partidarios de una solución militar. A ese respecto, el representante
recordó las lecciones de Viet Nam. El orador enumeró las
medidas positivas adoptadas por Nicaragua que demostraban
su buena voluntad. Pidió al Presidente del Consejo de Seguridad que, en sus consultas privadas, advirtiera al representante
de los Estados Unidos que su Gobierno estaba equivocado,
que su actuación era contraproducente y amenazaba la paz
y la seguridad de Centroamérica. Para terminar, pidió a los
miembros del Consejo de Seguridad que movilizaran su sabiduría colectiva para persuadir a los Estados Unidos a poner
fin a todas sus actividades contra Nicaragua15.
En la 2636a. sesión, celebrada el 12 de diciembre de
1985, el representante de Madagascar señaló que, cuando
el Consejo examinaba la situación en América Latina y las
controversias bilaterales siempre se refería al espíritu de
Contadora, no para eludir responsabilidades, sino porque los
propósitos y principios del Acta de Contadora sobre la paz
y cooperación en Centroamérica eran los mismos que los de
la Carta de las Naciones Unidas. Recordó las resoluciones
530 (1983) y 562 (1985) del Consejo de Seguridad y declaró
que su posición era bastante clara con respecto al derecho de
Nicaragua y de todos los demás países de la región a vivir en
paz y seguridad , sin injerencia exterior con respecto a su derecho a determinar libremente su propia forma de gobierno
y a elegir sus sistemas económico, político y social. Destacó
cinco elementos entre los objetivos políticos y de seguridad
de Contadora: primeramente, la limitación y reducción de los
armamentos y de los efectivos militares; en segundo lugar, la
eliminación de la intimidación; en tercer lugar, la eliminación
de todas las formas de presencia militar extranjera; en cuarto
lugar, la terminación de todo apoyo a fuerzas irregulares, y
en quinto lugar, la eliminación del terrorismo, la subversión
y el sabotaje. Afirmó que, al haber decidido apoyar al Grupo
de Contadora, las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad tenían la obligación de garantizar que los derechos de los
Estados de la región se respetasen. El orador tomó nota con
pesar de que, a pesar de las negociaciones constantes y del
apoyo internacional al Grupo de Contadora, la situación en
la región y en particular en Nicaragua seguía inalterada. Sin
desalentar al Grupo de Contadora, el Consejo de Seguridad
tenía que asumir sus responsabilidades de conformidad con
el Capítulo VI de la Carta. A petición de Nicaragua de que se
convocase una sesión del Consejo de Seguridad en virtud del
Artículo 35 de la Carta, el Consejo podía actuar con arreglo
al Artículo 34 en el entendimiento de que el párrafo 2 del
15
Ibíd., págs. 54 a 57.
298
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
Artículo 36 prescribía que se debería tomar en consideración
cualquier procedimiento para la solución de la controversia
que ya hubieran adoptado las partes. El Consejo tenía otro
medio de intervenir, a saber, el Artículo 38. El delegado consideraba que el recurso a las disposiciones del Capítulo VI
era compatible con el Capítulo VIII, en particular el párrafo
4 de su Artículo 52. Sin embargo, reconocía que para lograr
la normalización las partes deberían dar muestras de un
mínimo de voluntad política. Manifestó el deseo de que el
Consejo de Seguridad no hubiera adoptado simplemente una
función de apoyo, sino un papel motor. Para terminar, reiteró
la plena solidaridad de su país con la causa nicaragüense en
los órganos internacionales y en el Movimiento de los Países
No Alineados16.
En la misma sesión el representante de Honduras afirmó
que el Consejo estaba consciente de que se estaba ocupando
de un problema nicaragüense interno, pero que no podía
separarse del contexto regional. Según el orador, el Consejo
deseaba oír a todas las partes para no ser utilizado a los fines
exclusivos de la política de un determinado gobierno. Consideraba que los propósitos del Gobierno sandinista eran detener el proceso de negociación de Contadora y seguir ignorando las causas centroamericanas internas del conflicto. El
logro de una solución pacífica, global y regional dependía de
que se resolvieran dos cuestiones: la carrera de armamentos
en Nicaragua y las frecuentes maniobras militares internacionales que, como contramedida, había tenido que realizar
Honduras. Si bien ya existían compromisos en las cuestiones
políticas y democráticas y en el tema de la reconciliación nacional en cada país, las dos cuestiones mencionadas quedaban pendientes de acuerdo. Creía que el Gobierno sandinista
no estaba interesado en una pronta terminación del conflicto
en Centroamérica, que consideraba que los intereses ideológicos y de partido eran más importantes que las necesidades
de otros pueblos. Se estaba asimismo tratando de establecer
la conexión entre una solución regional global en Centroamérica y un acuerdo bilateral entre Nicaragua y los Estados Unidos de América. Por ese motivo se había bloqueado la parte
fundamental final de las negociaciones y se estaba intentando
hacer participar a las Naciones Unidas en asuntos de ámbito
regional. Denunció un intento de Nicaragua de vincular la
solución del conflicto en América Latina con el apoyo dado a
la oposición nicaragüense por los Estados Unidos. El representante recordó que los Estados Unidos estaban dispuestos a
acatar cualquier acuerdo al que llegaran los centroamericanos
y pidió a otros países que mostraran la misma voluntad.
El orador se refirió asimismo a la acusación nicaragüense
de que el territorio hondureño estaba siendo utilizado por los
insurgentes nicaragüenses. Declaró que, aparte de que existía una guerra civil en Nicaragua, el ejército de su país no
tenía acceso a esas regiones y el ejército de Nicaragua, que
era cinco veces más grande, no podía controlar sus propias
fronteras. En cuanto a las alegaciones de que grupos de insurgentes estaban recibiendo entrenamiento en Honduras, el
representante dijo que no había ninguna prueba objetiva de
esa acusación. Al mismo tiempo dio ejemplos de actividades
de Honduras contra los insurgentes.
El representante de Honduras se refirió a disposiciones
establecidas en la última versión del Acta de Contadora en
las que se proponía el establecimiento de una comisión de
verificación y control para asuntos de seguridad. Dijo que
el Gobierno de Nicaragua no aceptó ese mecanismo porque
una misión imparcial examinaría no sólo las denuncias de
Nicaragua contra sus países vecinos, sino también las denuncias que cualquier Estado centroamericano pudiera presentar
contra Nicaragua. Además, Nicaragua trataba de hacer caso
omiso de los compromisos políticos contenidos en el Acta de
Contadora y consecuentemente no quería ningún seguimiento en las esferas de la reconciliación nacional, los derechos
humanos y los procesos electorales. Citó igualmente la declaración del representante de Nicaragua relativa al posible
levantamiento dentro de Honduras y recordó las disposiciones de la Carta que prohibían no sólo la utilización de la
fuerza, sino también la amenaza del uso de la fuerza. Afirmó
que esas amenazas constituían una flagrante violación de las
disposiciones de la Carta y de la Declaración sobre los principios del derecho internacional referentes a las relaciones
de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. Dijo que todos los
hechos presentados por su delegación eran fácilmente verificables. La Asamblea General y el Consejo de Seguridad
no podían pasar por alto las repercusiones de sus decisiones
o ignorar las formas en que podían contribuir al proceso de
Contadora, ni podían hacer caso omiso del daño causado a la
moral de la región centroamericana si su enfoque sólo favorecía a una parte en el conflicto.
Terminó recordando la responsabilidad colectiva de los
Estados Miembros de actuar sin perder de vista el marco
amplio de la unidad fundamental en favor de la paz17.
En la misma sesión el representante de la Jamahiriya Árabe
Libia dijo que el suministro de armas sofisticadas a bandas
mercenarias constituía un acto de agresión y una amenaza
para la paz y la seguridad en la región. Ponía aeronaves civiles en peligro en un momento en que la Asamblea General
había condenado todas las formas de terrorismo. Respaldó
la postura de Nicaragua y condenó los intentos de imponer
la hegemonía y el dominio a una pequeña nación. Insistió
en la necesidad de respetar la soberanía de los Estados y el
derecho de los pueblos a elegir su propio régimen. Con referencia a la presencia cubana en Nicaragua, la consideraba
legítima de conformidad con un acuerdo entre los dos Estados soberanos. Creía que la participación extranjera, en total
desacato del derecho internacional, tenía por objeto socavar
el sistema revolucionario en Nicaragua y citó un ejemplo
extraído de una publicación18.
Igualmente en la misma sesión el representante de Costa
Rica dijo que su país era un factor de paz en el contexto de
la crisis en América Central y que había hecho del diálogo
y la tolerancia los principios básicos de su conducta nacional. Se sintió obligado a comparecer ante el Consejo para
dejar bien claro que Costa Rica estaba a favor de la paz en
Centroamérica. Rechazó la afirmación de que “bandas contrarrevolucionarias” estaban operando en el territorio de su
país. Lamentó que las autoridades sandinistas estuvieran tan
obsesionadas acerca del descubrimiento de sus enemigos.
Dijo que la distorsión de los hechos se había utilizado en el
pasado para lanzar una burda campaña contra el prestigio
internacional de su país, pero confiaba en que Nicaragua terminaría por aceptar la estricta neutralidad de su país con res17
16
S/PV.2636, págs. 3 a 7.
18
Ibíd., págs. 7 a 21.
Ibíd., págs. 21 a 27.
Parte II
pecto a la guerra civil en Nicaragua. No obstante, las últimas
acusaciones indicaban un cambio cualitativo en las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica. El delegado declaró que
su país no tomaría la iniciativa de lanzar un ataque político
contra Nicaragua y deseaba establecer normas pacíficas y
estables de coexistencia con todos los países de Centro América independientemente de su ideología, y de sus sistemas
político o económico. Dijo que la norma fundamental de la
política internacional de su país era la neutralidad activa y no
armada. Costa Rica estaba abierta a la verificación de que no
había campamentos contrarrevolucionarios en su territorio.
Jamás había impedido que misiones de los países del Grupo
de Contadora visitaran cualquier parte de su territorio nacional; no tenía ejército ni fuerzas armadas. Por consiguiente,
era imposible que su país realizara maniobras militares conjuntas o bilaterales con cualquier otro país. En los últimos 37
años Costa Rica había dedicado sus recursos a la educación,
la salud pública, la seguridad social y el bienestar de sus ciudadanos. Y describió sus logros sociales.
Con el mismo ánimo, el representante de Costa Rica manifestó su apoyo a las negociaciones del Grupo de Contadora
y reiteró que su país estaba dispuesto a firmar el acta final.
No obstante, señaló que la neutralidad de Costa Rica no debería entenderse como una falta de voluntad de defenderse.
El país estaba plenamente consciente de las graves responsabilidades que asumía con la política de paz y desarme en el
contexto de la polarización ideológica y militar en la región.
Consideraba que la acumulación militar desproporcionada
en Nicaragua constituía un peligro potencial para la seguridad nacional de su país.
El representante señaló que los compromisos necesarios
en asuntos de seguridad , armamentos y fuerza militar, tal
como figuraban en el Acta de Contadora, eran tan importantes como los relativos a los asuntos políticos. No podía haber
paz sin una reconciliación nacional en la región. Preconizó
el desarme, la cesación de las maniobras militares, procedimientos electorales regulares, la plena observancia de los
derechos civiles, la libertad de la prensa, los sindicatos y el
respeto de los derechos humanos. Atribuyó también suma
importancia a los aspectos económicos y sociales del Acta
de Contadora y señaló la conveniencia de pedir al Secretario
General que formulase y realizase un plan de cooperación
económica y social en Centroamérica. A ese respecto, mencionó la necesidad de cooperación entre los órganos de las
Naciones Unidas y, en particular, la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)19.
En la misma sesión el representante de Zimbabwe declaró que el suministro de cohetes tierra-aire SAM-7 a las
fuerzas irregulares constituía una escalada cuantitativa del
conflicto en Centroamérica. Como lo demostraba la agresión
contra el pequeño país de Nicaragua, mostraba hasta dónde
estaban dispuestos a llegar los Estados Unidos. Nicaragua
se esforzaba por mantener la democracia en el país y relaciones amistosas con el extranjero. Había celebrado unas
elecciones libres y justas supervisadas por observadores
internacionales. Sin embargo, los Estados Unidos habían
proporcionado dinero y materiales a los Contras, los habían
entrenado y dirigido, con el objetivo de derrocar al Gobierno
de Nicaragua. Los Estados Unidos habían dado rienda suelta
299
a una campaña de propaganda, minado los puertos y, por
último, impuesto un embargo económico.
El orador comparó la actitud de los Estados Unidos con
respecto a la imposición de sanciones contra Sudáfrica, en
cuyo caso se opuso a las medidas legítimas adoptadas por
la comunidad internacional y previstas en el Capítulo VII de
la Carta de las Naciones Unidas con el pretexto de que las
sanciones “no daban resultado”, mientras que, simultáneamente, impusieron unilateralmente sanciones contra Nicaragua, independientemente de la condena de la comunidad
internacional, con inclusión de sus propios aliados.
El delegado señaló que, de conformidad con la Carta, que
proscribe el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, el Gobierno de Nicaragua había tratado de resolver
las controversias por medios pacíficos. Cuando los Estados
Unidos se dieron cuenta de hasta dónde estaba dispuesta a
llegar Nicaragua, abandonaron las conversaciones de Manzanillo y sugirieron que se celebraran conversaciones con
los Contras. A juicio del orador, los Estados Unidos eran el
creador y el director de los Contras, mientras que Nicaragua,
que era otra nación pequeña, era víctima de la agresión de
la gran Potencia. Nicaragua no podía sentirse segura cuando
se estaban proyectando maniobras militares conjuntas en la
frontera entre Nicaragua y Honduras.
El orador reiteró por último la posición de su Gobierno,
que respaldaba una solución negociada de la crisis, exhortó
a las partes a reanudar las conversaciones bilaterales y encomió al Grupo de Contadora por sus esfuerzos20.
En la misma sesión el Presidente del Consejo de Seguridad , hablando en su calidad de representante de Burkina
Faso, dijo que el empleo de cohetes SAM-7 contra un helicóptero nicaragüense constituía un vuelco de los acontecimientos y una amenaza real para la seguridad en la subregión.
La grave situación requería una acción adecuada del Consejo
de Seguridad y, por consiguiente, tenía que examinarse en
el contexto mundial. Su país mantenía la posición de que
los pueblos de América Latina, que siempre habían luchado
resueltamente por su independencia nacional y por el pleno
ejercicio de su soberanía, debían seguir teniendo libertad
para elegir sus propios sistemas político, económico y social. El hecho de que se les denegara ese derecho inalienable
contribuía obviamente a la persistencia de la tensión en Centroamérica. Los esfuerzos de la comunidad internacional por
elaborar una solución política negociada habrían dado fruto
de no ser por la injerencia externa en los asuntos internos de
los países de la región. Su país había condenado siempre la
utilización o la amenaza de la fuerza en las relaciones entre
Estados. La presión económica y política sobre Nicaragua era
inaceptable. Había alimentado el riesgo de una guerra regional, socavado el diálogo establecido por el Grupo de Contadora y tenía por objeto desestabilizar a Nicaragua y derrocar
el régimen revolucionario democráticamente elegido por ese
pequeño Estado, que era Miembro de las Naciones Unidas y
del Movimiento de los Países No Alineados.
Pidió que se pusiera fin a los actos hostiles y a la financiación de los grupos de mercenarios y que se reafirmara la
soberanía de Nicaragua y de otros Estados de la región. Se
refirió a las esperanzas legítimas que se habían depositado
en el Consejo de Seguridad21.
20
19
Ibíd., págs. 27 a 40.
21
Ibíd., págs. 41 a 50.
Ibíd., págs. 50 a 52.
300
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
En la misma sesión el representante de los Estados Unidos, hablando en el ejercicio de su derecho a contestar,
señaló que varios países que apoyaban a Nicaragua eran
“países exportadores de refugiados”, que trataban de aplastar toda forma de oposición interna y denegar a sus pueblos
las libertades democráticas básicas. Recordó asimismo la
cuestión inicial que habían sometido los Estados Miembros
en esa sesión del Consejo de Seguridad. Señaló que Nicaragua había tratado de desviar la atención de su obligación de
negociar seriamente en el proceso de Contadora, del que la
reconciliación nacional por medio del diálogo era el principio fundamental.
Con respecto a las falsas alegaciones de que los Estados
Unidos habían suministrado cohetes SAM-7 a las fuerzas de
la resistencia, el representante repitió que eso no era cierto.
Hizo hincapié en que el Gobierno de Nicaragua había lanzado una guerra contra su propio pueblo que no era probable
terminara hasta que dejara de acusar a fuerzas externas de
la oposición interna a su dominio. Pidió que se aceptara la
propuesta de la resistencia democrática nicaragüense de que
se celebrase un diálogo bajo los auspicios de la iglesia, una
cesación del fuego y una suspensión del estado de emergencia22.
El representante de la República Islámica, en el ejercicio
de su derecho a contestar, condenó firmemente la alusión
de los Estados Unidos a los asuntos internos de su país.
Recordó al Consejo los hechos que había abordado en su
declaración, a saber, la negativa de los Estados Unidos a reconocer la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia.
En cuanto a los problemas de los refugiados, señaló que el
Irán estaba acogiendo a dos millones de refugiados afganos,
a medio millón de refugiados iraquíes y a 2,5 millones de
personas afectadas por la guerra de su propio país. Men-
cionó asimismo que los Estados Unidos habían acogido a
ciertos individuos, la mayoría de los cuales habían robado
una gran cantidad de bienes iraníes. En cuanto a Nicaragua,
afirmó que los Estados Unidos eran responsables de muchos
problemas y del sufrimiento de la población23.
El representante de Nicaragua, en el ejercicio de su derecho a contestar, dijo que su delegación se sentía obligada a
acudir al Consejo de Seguridad para denunciar la agresión
de los Estados Unidos y señaló que había pasado a ser la
práctica de la delegación estadounidense distorsionar los
motivos auténticos por los que Nicaragua recurría al Consejo. Declaró que los Estados Unidos repetían constantemente
ante ese importante órgano, al que deberían respetar por las
funciones que le habían sido encomendadas, que no tenían la
intención de socavar al Gobierno de Nicaragua. Señaló que
esas afirmaciones o eran el producto de la ignorancia o más
bien intentos terroristas de derrocar al Gobierno legítimamente constituido.
Creía que tenía suma importancia que el Consejo examinara la denuncia de Nicaragua para garantizar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, de
manera preventiva, así como la situación que podía surgir
en el futuro. Dio las gracias a las delegaciones que habían
manifestado su firme apoyo al imperio de la ley. Reiteró
el carácter pacífico de la política de su país y su deseo de
transformar Centroamérica en una zona libre de cualquier
presencia militar. Al mismo tiempo, repitió que Nicaragua
no aceptaría nunca desarmarse mientras no cesase la agresión estadounidense24.
El Presidente declaró que el Consejo de Seguridad había
llegado a la etapa final del examen del tema inscrito en el
orden del día.
23
22
Ibíd., págs. 52 a 55.
24
Ibíd., págs. 56 a 57.
Ibíd., págs. 58 a 63.
16. CARTA DE FECHA 16 DE DICIEMBRE DE 1985 DIRIGIDA AL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE SEGURIDAD POR EL REPRESENTANTE PERMANENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA ANTE LAS
NACIONES UNIDAS
[TOMA DE REHENES Y SECUESTROS]
Decisión de 18 de diciembre de 1985 (2637a. sesión): resolución 579 (1985)
Por carta de fecha 16 de diciembre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad1, el representante de
los Estados Unidos de América pidió que se convocase una
sesión urgente del Consejo para examinar la grave situación
creada por las tomas de rehenes y los secuestros.
En la 2637a. sesión, celebrada el 18 de diciembre de 1985,
el Consejo incluyó el tema en su orden del día sin objeciones.
El Presidente del Consejo de Seguridad mencionó un proyecto de resolución presentado por Australia, Dinamarca,
Egipto, los Estados Unidos de América, Francia, el Perú, el
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Trinidad y Tabago2, que propuso que se sometiera a votación; el
1
2
S/17685.
S/17686.
proyecto de resolución fue aprobado por unanimidad como
resolución 579 (1985), cuyo texto dice lo siguiente:
El Consejo de Seguridad,
Profundamente perturbado por la frecuencia de los casos de secuestro y
toma de rehenes, varios de los cuales han sido de duración prolongada y han
entrañado la pérdida de vidas,
Considerando que los secuestros y la toma de rehenes son delitos que
preocupan seriamente a la comunidad internacional, por tener graves consecuencias adversas para los derechos de las víctimas y para la promoción
de las relaciones de amistad y la cooperación entre los Estados,
Recordando la declaración formulada el 9 de octubre de 1985 por el Presidente del Consejo de Seguridad , en la que condenó enérgicamente todos
los actos de terrorismo, incluida la toma de rehenes3,
Recordando también la resolución 40/61 de la Asamblea General, de 9
de diciembre de 1985,
Teniendo presentes la Convención internacional contra la toma de rehenes, aprobada el 17 de diciembre de 1979, la Convención sobre la prevención y el castigo de delitos contra personas internacionalmente protegidas,
inclusive los agentes diplomáticos, aprobada el 14 de diciembre de 1973,
el Convenio para la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la
aviación civil, firmado el 23 de septiembre de 1971, el Convenio para la re3
S/17554.
Parte II
301
presión del apoderamiento ilícito de aeronaves, firmado el 16 de diciembre
de 1970, y otros convenios y convenciones pertinentes,
1. Condena inequívocamente todos los actos de secuestro y de toma
de rehenes;
2. Pide que se ponga en libertad inmediatamente y en condiciones
de seguridad a todas las personas secuestradas y tomadas como rehenes,
independientemente del lugar en que se encuentren detenidas y de quién las
tenga en su poder;
3. Afirma la obligación de todos los Estados en cuyo territorio se encuentren detenidas personas secuestradas o tomadas como rehenes de adoptar urgentemente todas las medidas apropiadas para lograr su liberación en
condiciones de seguridad e impedir que se cometan actos de secuestro y de
toma de rehenes en el futuro;
4. Hace un llamamiento a todos los Estados que todavía no lo hayan
hecho para que consideren la posibilidad de pasar a ser partes en la Convención internacional contra la toma de rehenes, la Convención sobre la
prevención y el castigo de delitos contra personas internacionalmente protegidas, inclusive los agentes diplomáticos, el Convenio para la represión
de actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil, el Convenio para
la represión del apoderamiento ilícito de aeronaves, y otros convenios y
convenciones pertinentes;
5. Insta a que se desarrolle aún más la cooperación internacional entre
los Estados para la formulación y adopción de medidas eficaces que se ajusten a las normas del derecho internacional, a fin de facilitar la prevención,
el enjuiciamiento y el castigo de todos los actos de secuestro y de toma de
rehenes como manifestaciones de terrorismo internacional.
17. DENUNCIA DE LESOTHO CONTRA SUDÁFRICA
Decisión de 30 de diciembre de 1985 (2639a. sesión): resolución 580 (1985)
Por carta de fecha 23 de diciembre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad1, el representante de
Lesotho solicitó la convocación de una sesión del Consejo
de Seguridad para que se ocupase de la grave situación creada por una agresión armada perpetrada por Sudáfrica contra
Lesotho sin que mediara provocación.
En su 2638a. sesión, celebrada el 30 de diciembre de
1985, el Consejo de Seguridad incluyó el tema en el orden del día. Después de la aprobación del orden del día,
el Consejo invitó, a petición suya, a que participaran en el
debate sin derecho de voto los representantes de Burundi,
Lesotho, el Senegal y Sudáfrica. De acuerdo con la petición
que figuraba en la carta de 30 de diciembre de 1985 de los
representantes de Burkina Faso, Egipto y Madagascar2, se
expidió una invitación, de conformidad con el artículo 39 del
reglamento provisional del Consejo, al Sr. Neo Mnumzana,
representante del Congreso Nacional Africano de Sudáfrica
(ANC). El Consejo examinó el tema en sus 2638a. y 2639a.
sesiones, celebradas el 30 de diciembre de 1985.
En la 2638a. sesión, celebrada el 30 de diciembre de 1985,
el representante de Lesotho recordó que la primera denuncia
contra Sudáfrica se presentó al Consejo en diciembre de 1982
después de la invasión y el brutal asesinato de 42 personas en
la capital, Maseru. Ese acto agresivo, fue condenado por el
Consejo de Seguridad en su resolución 527 (1982) de 15 de
diciembre de 1982, en la que pidió a Sudáfrica que se comprometiera a no repetir ataques similares y que pagara una
indemnización plena y suficiente. Sudáfrica se había negado
arrogantemente a cumplir cualquiera de las disposiciones de
la resolución y había continuado una campaña sistemática de
desestabilización de Lesotho mediante el llamado Ejército
de Liberación de Lesotho, emplazado y entrenado en su territorio.
El orador describió el ataque reciente, que se había producido en las primeras horas del 20 de diciembre de 1985.
Según testigos independientes, comandos del Ejército sudafricano dispararon a sangre fría contra siete personas, seis
de las cuales eran sudafricanos, en una casa situada en un
suburbio de la capital, Maseru. Testigos independientes
vieron a soldados blancos rodear la casa e indicaron que,
a juzgar por el ruido acallado que producían, se utilizaron
1
2
S/17692.
S/17700.
armas con silenciadores. Los asesinos siguieron a otras dos
víctimas hasta sus casas y les dispararon. Otros testigos
dijeron que habían visto a un grupo de soldados blancos
que se dirigían hacia el territorio sudafricano. El representante anunció que se disponía de declaraciones juradas de
testigos y fotógrafos que podían ser examinadas. Se refirió
también al intercambio de mensajes de télex entre Sudáfrica
y Lesotho3 que, según el orador, mostraba claramente el
carácter premeditado del último ataque sobre la base de
alegaciones no probadas de que miembros del ANC habían
proyectado ataques contra Sudáfrica desde Lesotho durante
el período navideño. Al mismo tiempo, el intercambio de
mensajes había demostrado claramente que Lesotho quería
sinceramente resolver cualquier diferencia por medio de
conversaciones y negociaciones. El representante declaró
que su país había recibido a refugiados que pertenecían a
diversas organizaciones sudafricanas a condición de que no
utilizaran su territorio para lanzar ataques contra Sudáfrica.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados había tomado las disposiciones necesarias para su transporte a segundos países de asilo. Pidió
a la comunidad internacional que adoptara medidas para
darles salvoconductos a los refugiados de Lesotho. Señaló
asimismo a la atención del Consejo que Sudáfrica había
amenazado con imponer restricciones al tráfico normal
de entrada y salida y había pedido al Consejo que tomara
nota de que Sudáfrica estaba creando problemas de tránsito
especiales para Lesotho, poniendo en peligro la seguridad y
el desarrollo económico de ese país. A continuación declaró que el apartheid estaba extendiendo sus alas por toda la
región del África meridional con actos de desestabilización
en Lesotho, Angola, Botswana, Mozambique, Swazilandia,
Zambia y Zimbabwe. Para finalizar su declaración, el orador hizo un llamamiento al Consejo de Seguridad para que
volviera a condenar las acciones agresivas de Sudáfrica así
como el sistema de apartheid , que era incompatible con la
paz y la seguridad. Dijo que su país acogería con satisfacción cualquier misión del Consejo de Seguridad que pudiera
contribuir a preservar la soberanía y la integridad territorial
de Lesotho4.
En la 2639a. sesión, celebrada el 30 de diciembre de
1985, el representante del Senegal declaró que el régimen
de Pretoria desafiaba a la comunidad internacional con
sus políticas de tiranía e ilegalidad. Mencionó la negativa
3
4
S/17689.
S/PV.2638, págs. 1 a 3.
302
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
del régimen racista de reconocer el derecho del pueblo de
Sudáfrica al establecimiento de una sociedad democrática
y multirracial. Mencionó también la ocupación ilegal de
Namibia, contraria a todas las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad y a la agresión de Pretoria contra los
Estados africanos vecinos. Condenó los actos cínicos de
agresión más recientes contra el Estado soberano de Lesotho y pidió que se enviara una misión de investigación para
evaluar los daños y su costo en vidas humanas. Declaró que
la indemnización de Lesotho y de las víctimas constituiría
lo mínimo que podía decidir el Consejo de Seguridad para
renovar la confianza depositada en los miembros fundadores de las Naciones Unidas y de sus Estados Miembros en
el órgano principal para el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales. A su juicio, la única respuesta
coherente del Consejo de Seguridad con los esfuerzos por
erradicar totalmente el sistema de apartheid sería la aplicación de sanciones económicas —e incluso políticas—,
globales y obligatorias. Se refirió a la propuesta del Presidente de la Organización de la Unidad Africana (OUA) de
convocar una conferencia mundial sobre sanciones contra
Sudáfrica, que había sido ratificada por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General. Expresó el convencimiento de
que, después de efectuar un examen objetivo de la situación,
el Consejo adoptaría todas las medidas necesarias para que
Sudáfrica, entrara en razón y para garantizar el establecimiento de la paz y la estabilidad en el África meridional y
en todo el continente5.
En la misma sesión el representante de Egipto dijo que el
nuevo acto premeditado de agresión perpetrado por Sudáfrica era la continuación de repetidos actos de agresión
contra los demás vecinos —Angola y Botswana— y tenía
claramente por objeto distraer la atención de los acontecimientos sucedidos dentro de la propia Sudáfrica y responsabilizar de sus problemas a elementos externos de los países
vecinos. Señaló que un examen de la correspondencia entre
el Gobierno de Lesotho y el Gobierno de Sudáfrica a lo largo
del período comprendido entre el 13 y el 19 de diciembre de
19853 revelaba que Lesotho había estado dispuesto a resolver
cualquier problema entre los dos Estados por medio de negociación, mientras que la comunicación de Sudáfrica contenía
amenazas implícitas y explícitas que se habían llevado a la
práctica el 19 de diciembre. Indicó que simultáneamente
fuerzas sudafricanas habían penetrado en el territorio de
Swazilandia, obligando a desplazarse a algunos residentes.
Recordó igualmente los ataques de Sudáfrica contra Angola
y describió todas esas acciones como una prolongación de
las políticas de apartheid , violencia y supresión seguidas por
el régimen de Pretoria. Pensaba que el Consejo de Seguridad
tenía una clara responsabilidad de proteger el territorio de
Lesotho y sus súbditos inocentes contra la agresión de las
fuerzas sudafricanas. Añadió que el Consejo reafirmaría que
Sudáfrica tenía la obligación de pagar una indemnización a
las familias de las víctimas, así como de ayudar a Lesotho
a cumplir sus compromisos internacionales de recibir a los
refugiados políticos y de otra índole6.
Igualmente en la misma sesión el representante de Sudáfrica se opuso a las acusaciones de haber cometido “un acto
de agresión armada sin que mediara provocación” que había
5
6
S/PV.2639, págs. 1 y 2.
Ibíd., págs. 2 y 3.
presentado el representante de Lesotho el 23 de diciembre
de 19851. Caracterizó la última denuncia como un intento
de desviar la atención de la inestabilidad interna en Lesotho
y de la enajenación de gran parte de su población, que tenía
especialmente su origen en la usurpación ilegal del poder
por el Primer Ministro Jonathan en 1970, que había hecho
que surgiera la resistencia armada dentro de Lesotho. Atribuyó una profunda corriente de resentimiento en particular
a la presencia de una organización violenta que recibía fondos y estaba patrocinada por Moscú, y que, además, había
elementos integrantes de las fuerzas de seguridad de Lesotho
y de los grupos partidarios del ANC que colaboraban con
ésta. Añadió que Lesotho trataba de explotar la situación
remitiendo peticiones de ayuda financiera a la comunidad
internacional. El orador señaló que su país había procurado
sin éxito en numerosas ocasiones solicitar la cooperación
de Lesotho para abordar los problemas de seguridad mutua.
Recordó la propuesta de su Ministro de Relaciones Exteriores al Ministro Interino de Relaciones Exteriores de Lesotho de establecer un mecanismo conjunto de inspección
a fin de investigar los incidentes en materia de seguridad
y añadió que su Ministro se había ofrecido a proveer los
servicios necesarios y a asumir los gastos, pero que Lesotho
no había respondido a esa propuesta. Se refirió también a
la declaración tranquilizadora del Ministro de Relaciones
Exteriores de Lesotho en la sesión anterior del Consejo
en la que expresaba la voluntad de buscar soluciones a los
problemas comunes por medio de la negociación y dijo que
pensaba que la propuesta sudafricana de establecimiento de
un mecanismo de vigilancia conjunto sería seriamente considerada por el Gobierno de Lesotho. El orador concluyó
afirmando que Sudáfrica había experimentado la violencia
terrorista proveniente del territorio de Lesotho perpetrada
por fuerzas inspiradas por el ANC so capa de refugiados,
y pidió al Consejo de Seguridad que, con el espíritu de la
resolución 40/61 de la Asamblea General de 9 de diciembre
de 1985, en la que se denunciaba el terrorismo, invitara a
Lesotho a cooperar con su Gobierno para eliminar el terrorismo en la región7.
En la misma sesión el representante de Burundi, hablando en nombre el Grupo de Estados Africanos, condenó al
régimen racista sudafricano por haber violado una vez más
el derecho internacional y las disposiciones de la Carta de
las Naciones Unidas en las que se pedía a todos los Estados
que se abstuvieran de recurrir a la amenaza o al uso de la
fuerza contra la integridad territorial y la independencia política de cualquier Estado, y describió a Lesotho como una
víctima de la agresión y el terrorismo. Afirmó que Sudáfrica no cumpliría nunca el derecho internacional mientras
disfrutara de impunidad por sus actos de agresión contra los
países de primera línea y mientras los actos de represión de
la población negra de Sudáfrica no fueran condenados por
la comunidad internacional. Hizo una reseña de los actos de
agresión recientes por parte de Sudáfrica y reiteró la solidaridad del Grupo Africano con el pueblo de Lesotho. Exhortó
a la comunidad internacional a prestar asistencia a Lesotho
para que resistiera la agresión y reforzara su capacidad de
recibir refugiados. Exhortó también al Consejo de Seguridad
a que obligara a Pretoria a poner fin a la política de apartheid
y a pagar una indemnización inmediata y suficiente por la
7
Ibíd., pág. 3.
Parte II
pérdida de vidas humanas y de bienes. Sudáfrica, añadió,
debería poner término a la ocupación ilegal de Namibia tal
como se prescribía en la resolución 435 (1978) del Consejo
de Seguridad8.
En la misma sesión igualmente el representante de la
India denunció el último acto no provocado de agresión armada contra Lesotho, que era un país no alineado y miembro
del Commonwealth, así como acciones similares anteriores
que perseguían el objetivo de aterrorizar, ejercer presión e
intimidar a ese Estado amante de la paz. Consideraba que
Sudáfrica, bajo el pretexto del derecho de persecución de
los activistas del ANC, estaba tratando de desestabilizar a
los Gobiernos de los países de la línea del frente y de otros
Estados vecinos. Recordó que Sudáfrica, que había ocupado
ilegalmente Namibia, en violación de numerosas resoluciones de las Naciones Unidas y de la opinión consultiva de la
Corte Internacional de Justicia, seguía estacionando algunas
tropas en parte del territorio angoleño y había extendido
su aventurismo militar a Botswana, Zambia, Zimbabwe y
Seychelles. Reiteró que el Movimiento de los Países No Alineados había respaldado a Lesotho y citó la parte pertinente
de la Declaración de la Séptima Conferencia de Jefes de
Estado o de Gobierno de los Países No Alineados9. El orador
apoyó el derecho de Lesotho a dar refugio a las víctimas
del apartheid. Manifestó la convicción de que las sanciones
globales y obligatorias impuestas de conformidad con el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas sería la única
respuesta internacional eficaz al régimen racista. Exhortó a
todos los miembros del Consejo a que pasaran de la condena
a la adopción en común de medidas eficaces10.
En la misma sesión el representante de Madagascar recordó que sólo en 1985 se habían aprobado siete resoluciones
del Consejo de Seguridad condenando las políticas racistas
de Sudáfrica y señaló que el régimen racista despreciaba
esas resoluciones. Señaló que Sudáfrica había cobijado,
equipado y entrenado en su territorio a un movimiento rebelde —el Ejército de Liberación de Lesotho— que cometía
actos de sabotaje y asesinatos en Lesotho con el objetivo de
desestabilizar al Gobierno. Expuso también la idea de que
el sistema de apartheid , el colonianismo y el racismo eran
la causa principal del aumento del número de refugiados en
la región y que Lesotho desde su independencia en 1960 los
había recibido y había tratado de facilitar su tránsito a otros
países de conformidad con la Convención sobre el Estatuto
de los Refugiados de 1951. Reconoció la legitimidad del
ANC, que representaba las aspiraciones de la mayoría del
pueblo de Sudáfrica y describió los ataques premeditados,
armados y no provocados de Sudáfrica contra sus vecinos
como violaciones deliberadas de la Carta de las Naciones
Unidas y del derecho internacional. Expresó la esperanza
de que el Consejo aprobaría por unanimidad el proyecto de
resolución11 patrocinado por Burkina Faso, Egipto, la India,
Madagascar, el Perú y Trinidad y Tabago12.
En la misma sesión el representante del Perú, al condenar
al régimen de Sudáfrica y solidarizarse con Lesotho, expresó
la esperanza de que en el futuro el Consejo de Seguridad
Ibíd., págs. 3 y 4.
S/15675, anexo.
10
S/PV.2639, págs. 4 y 5.
11
S/17701.
12
S/PV.2639, págs. 5 y 6.
8
303
podría ejercitar su autoridad y hacer uso de los medios legítimos con que se le había dotado para asumir plenamente
sus responsabilidades políticas. Consideraba que una medida muy importante sería llevar a cabo una investigación del
origen de las armas que permitían a Sudáfrica proseguir su
agresión interna y externa13.
Asimismo en la misma sesión el representante del Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte indicó que una
vez más el Consejo de Seguridad estaba examinando un ataque de Sudáfrica contra sus Estados vecinos, lo que atribuía
a una pauta basada en una política fundamentalmente equivocada. A continuación señaló los factores fundamentales
que regían el enfoque del Reino Unido sobre esta cuestión.
En primer lugar, Lesotho no abrigaba ninguna intención
agresiva contra Sudáfrica y no tenía alternativa alguna a
una política de coexistencia pacífica al ser tanto en el plano
económico como de otra índole dependiente de Sudáfrica.
El Consejo de Seguridad debía poner en claro que cualquier
ataque contra los Estados vecinos no sería tolerado. Por
consiguiente, su Gobierno condenaba categóricamente a los
responsables del último ataque. En segundo lugar, el Reino
Unido no simpatizaba con quienes preferían la violencia al
diálogo o la negociación. La represalia no era ninguna solución y las incursiones contra los exiliados sudafricanos no
resolverían los problemas; de hecho sólo podían aumentar
la polarización existente. Era necesario atacar la raíz del
problema y resolverlo allí. Por último, el Acuerdo del Commonwealth sobre el África meridional14 que había hecho un
llamamiento a favor de la iniciación de un proceso de diálogo en el contexto de la suspensión de la violencia de todas
las partes, tenía una particular importancia a la luz de los
últimos acontecimientos. Señaló que, no obstante el rechazo
de Sudáfrica de las resoluciones del Consejo de Seguridad ,
los miembros del Consejo no deberían subestimar el efecto
de sus acciones sobre Pretoria. No creía que el régimen de
la minoría gobernante estuviera satisfecho de la condena de
la comunidad internacional o de su aislamiento del resto del
mundo. En consecuencia, exhortó a que se insistiera en la
persuasión y en la presión sobre el régimen y anunció el
apoyo de su delegación al proyecto de resolución que tenía
ante sí el Consejo15.
En la misma sesión el representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas condenó enérgicamente la nueva
agresión de Sudáfrica contra un país soberano, miembro de
las Naciones Unidas, la OUA y el Movimiento de los Países
No Alineados. El ataque representaba un nuevo desafío a la
comunidad internacional y constituía una flagrante violación
del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas. Manifestó la más profunda solidaridad de su país y su
más sentido pésame al Gobierno de Lesotho y a las familias
de las víctimas. Señaló que la política brutal de apartheid dentro de Sudáfrica y la imposición de su hegemonía colonialista
a toda África meridional representaba la cristalización del
racismo, el colonialismo, el terrorismo de Estado y la agresión. Por esa misma razón constituía una amenaza constante
a la paz y la seguridad internacionales y a la estabilidad de la
región. El orador se refirió al reciente período de sesiones de
la Asamblea General, que había mostrado que la mayoría de
9
Ibíd., págs. 6 y 7.
A/40/817.
15
S/PV.2639, pág. 7.
13
14
304
los Estados Miembros apoyaba la aplicación contra Pretoria
de sanciones globales y obligatorias de conformidad con el
Capítulo VII de la Carta. Se refirió también a la posición de
algunas Potencias occidentales que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad y declaró que su utilización del
veto para proteger al régimen de apartheid había permitido a
Pretoria seguir amenazando a los Estados vecinos. Recordó
que el Ministro de Relaciones Exteriores de la URSS había
transmitido al Ministro de Relaciones Exteriores de Lesotho que, como cuestión de principio, la URSS defendía los
intereses de todas las fuerzas progresistas y amantes de la
libertad en Sudáfrica. Reiteró que su Gobierno apoyaba la
aprobación por el Consejo de Seguridad de medidas eficaces
contra Sudáfrica de conformidad con el Capítulo VII de la
Carta16.
En la misma sesión igualmente, el representante de China
condenó firmemente la flagrante violación de los principios
de la Carta de las Naciones Unidas por Sudáfrica, su invasión del territorio de Lesotho, la amenaza de la utilización de
la fuerza militar y las tácticas de chantaje contra los países
vecinos así como la intransigencia del régimen racista en la
persistencia de la práctica de la discriminación racial y el
apartheid. Añadió que, para hallar excusas a su política agresiva, el régimen había invocado siempre el pretexto de la instigación externa de la lucha del pueblo de Sudáfrica contra
la persecución racial. Declaró además que el último ataque
por sorpresa contra Lesotho representaba una amenaza para
la paz y la seguridad en toda la región y pidió al Consejo de
Seguridad que condenara a Sudáfrica por su agresión, que
exigiera una indemnización por todas las pérdidas que había
causado su invasión, que movilizara a la comunidad internacional y que adoptara sanciones adicionales contra Sudáfrica
con el fin de aportar un fuerte apoyo a la justa lucha contra el
apartheid , para obtener la independencia de Namibia y para
salvaguardar la soberanía y la integridad territorial de todos
los países de la región17.
En la misma sesión el Sr. Neo Mnumzana, hablando de
conformidad con el artículo 39 del reglamento provisional
del Consejo de Seguridad , dijo que el régimen de Pretoria
había puesto en movimiento una espiral de violencia castigando sistemáticamente con la muerte a los que buscaban
la libertad , y destruyendo insensatamente las abundantes riquezas nacionales del país cuando millones de sus habitantes
estaban afligidos por la pobreza, la enfermedad y la ignorancia. A medida que la lucha contra el apartheid se afianzaba
y que la marea de la liberación africana llegaba a las mismas
fronteras del país, el régimen racista había respondido con la
institución de un régimen de terror contra su propio pueblo
y había desencadenado la guerra contra los países vecinos a
los que había intentado desestabilizar mediante la agresión
militar abierta, el chantaje y el sabotaje económicos, así
como la subversión política. Señaló que la persecución de
los refugiados y exiliados sudafricanos en los países que les
ofrecían refugio formaba parte de la política de apartheid.
Declaró además que la falta de castigo del régimen de apartheid por sus crímenes equivalía a castigar a los pueblos de
Lesotho, Sudáfrica y los demás países del África meridional.
El orador consideraba que la única solución del problema
sería el desmantelamiento del apartheid y la creación de
Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales
una Sudáfrica libre, unida, no racista y democrática. Para
terminar, dejó constancia de la profunda gratitud del ANC a
Lesotho por su compromiso, coherente con el derecho internacional, de dar refugio a las víctimas del apartheid y reafirmó la solidaridad del ANC con los pueblos y Gobiernos de
los Estados de primera línea18.
En la misma sesión el representante de Ucrania declaró
que la cuarta parte de todas las sesiones del Consejo de
Seguridad en los últimos dos años se habían consagrado
a cuestiones relacionadas con las actividades agresivas de
Sudáfrica. Señaló que Lesotho, pequeño país que ni siquiera
disponía de un ejército regular, no constituía una terrible
amenaza para la seguridad de Sudáfrica. El Gobierno de
Lesotho había apelado frecuentemente a las autoridades
sudafricanas para que pusieran fin a los actos de agresión y
se abstuvieran de descargar sobre Lesotho la responsabilidad
de sus propios problemas internos. Recordó también que la
Asamblea General, la OUA, el Movimiento de los Países No
Alineados y los Estados socialistas habían instado frecuentemente al Consejo de Seguridad a que aprobara medidas eficaces contra Sudáfrica mediante la introducción de sanciones completas y obligatorias contra el régimen racista. Sin
embargo, esas peticiones no habían sido tenidas en cuenta
por dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad ,
con lo que se había apoyado y alentado al régimen racista a
que prosiguiera su política de represión, agresión y terrorismo de Estado. Dijo que su delegación condenaba categóricamente los actos recientes de agresión y manifestó la creencia
de que el Consejo de Seguridad adoptaría medidas eficaces
contra el agresor, de conformidad con el Capítulo VII de la
Carta. Esas medidas, añadió, eran esenciales para el mantenimiento de la paz en la región, la preservación de la soberanía e integridad territorial de jóvenes Estados africanos y
para otorgar una auténtica independencia a Namibia19.
Asimismo en la misma sesión el representante de Tailandia
manifestó que los actos criminales del régimen de Pretoria
deberían ser condenados en los términos más categóricos
posibles y que habría que pagar a Lesotho una indemnización adecuada por los daños y las pérdidas de vidas humanas
resultantes de esos actos. Señaló que el apartheid se había
transformado en el flagelo de todos los Estados de primera
línea, ya que todo país que diera refugio a las víctimas del
apartheid estaría sometido a las amenazas constantes de ataque, pese a que era un principio reconocido que la noble política humanitaria de recibir refugiados no era un acto hostil
contra el país de origen. Citó la declaración del Ministro de
Relaciones Exteriores de Lesotho de que su país estaba recibiendo refugiados de distintas organizaciones a condición de
que no utilizaran el territorio de Lesotho como trampolín para
lanzar ataques contra Sudáfrica. Su delegación votaría a favor
del proyecto de resolución que tenía ante sí el Consejo20.
En la misma sesión el Presidente, hablando en su calidad
de representante de Burkina Faso, señaló que, a pesar de las
repetidas condenas, el régimen de Pretoria se negaba obstinadamente a entrar en razón y que los actos de agresión se
repetían una y otra vez al igual que las resoluciones del Consejo de Seguridad. Según el orador, el régimen se había mantenido imperturbable y había ignorado hasta las advertencias
Ibíd., págs. 9 y 10.
Ibíd., pág. 10.
20
Ibíd., págs. 10 y 11.
18
Ibíd., pág. 8.
17
Ibíd., págs. 8 y 9.
16
19
Parte II
más serias de aquellos cuya ayuda le permitía desafiar las
decisiones del Consejo de Seguridad sin temor de ser castigado. Reconoció que la simple aprobación de resoluciones
condenatorias no bastaría para erradicar el apartheid. Lo que
hacía falta hacer ya estaba previsto por la Carta y sólo tenía
que aplicarse. Lamentó que algunos miembros del Consejo
estuvieran obstaculizando la imposición de sanciones completas y obligatorias contra el régimen racista.
Reanudando su función de Presidente del Consejo de
Seguridad , el orador sometió a votación el proyecto de resolución presentado por Burkina Faso, Egipto, la India, Madagascar, el Perú y Trinidad y Tabago11. El proyecto se aprobó
por unanimidad como resolución 580 (1985), cuyo texto dice
lo siguiente:
El Consejo de Seguridad,
Tomando nota de la carta de fecha 23 de diciembre de 1985 dirigida al
Presidente del Consejo de Seguridad por el Representante Permanente del
Reino de Lesotho ante las Naciones Unidas1,
Habiendo escuchado la declaración del Ministro de Relaciones Exteriores del Reino de Lesotho, Sr. V. M. Makhele4,
Teniendo presente que todos los Estados Miembros, en sus relaciones
internacionales, deben abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la
fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, y de proceder en cualquier otra forma incompatible con los
propósitos de la Carta de las Naciones Unidas,
Recordando su resolución 527 (1982),
Gravemente preocupado por los recientes asesinatos, no provocados y
premeditados, de los cuales Sudáfrica es responsable, en violación de la
soberanía y la integridad territorial del Reino de Lesotho, y por sus consecuencias para la paz y la seguridad en el África meridional,
Gravemente preocupado porque este acto de agresión está destinado a
debilitar el apoyo humanitario decidido y tenaz que presta Lesotho a los
refugiados sudafricanos,
Apenado por la trágica muerte de seis refugiados sudafricanos y tres
nacionales de Lesotho a consecuencia de este acto de agresión cometido
contra Lesotho,
Alarmado por el hecho de que la continuación del apartheid en Sudáfrica
sea la causa principal del aumento de la violencia tanto dentro de Sudáfrica
como desde Sudáfrica contra los países vecinos,
1. Condena enérgicamente estos asesinatos y los recientes actos de
violencia no provocada y premeditada, de los cuales Sudáfrica es responsable, dirigidos contra el Reino de Lesotho en violación flagrante de la
soberanía y la integridad territorial de ese país;
2. Exige que Sudáfrica pague una indemnización plena y adecuada al
Reino de Lesotho por las pérdidas de vidas y daños materiales causados por
este acto de agresión;
3. Exhorta a todas las partes a normalizar sus relaciones y utilizar los
canales de comunicación establecidos para todas las cuestiones de interés
común;
4. Reafirma el derecho de Lesotho a recibir a las víctimas del apartheid
y concederles asilo, de conformidad con su práctica tradicional, los principios humanitarios y sus obligaciones internacionales;
5. Pide a los Estados Miembros que presten urgentemente a Lesotho
toda la asistencia económica necesaria para fortalecer su capacidad de recibir, mantener y proteger a los refugiados sudafricanos en Lesotho;
305
6. Exhorta al Gobierno de Sudáfrica a que recurra a medios pacíficos
para resolver los problemas internacionales de conformidad con la Carta de
las Naciones Unidas y la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los
Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas;
7. Exhorta además a Sudáfrica a que cumpla su compromiso de no
desestabilizar a los países vecinos ni permitir que su territorio se utilice
como base de ataque contra los países vecinos, y a que declare públicamente que cumplirá en el futuro las disposiciones de la Carta de las Naciones
Unidas y que no cometerá actos de violencia contra Lesotho, ya sea directamente o por intermedio de terceros;
8. Exige que Sudáfrica tome inmediatamente medidas concretas para
desmantelar el apartheid;
9. Pide al Secretario General que, en consulta con el Gobierno de Lesotho, establezca una presencia adecuada en Maseru, integrada por uno o
dos civiles, para que lo mantengan informado de cualquier acontecimiento
que afecte la integridad territorial de Lesotho.
10. Pide además al Secretario General que, utilizando los medios apropiados, vigile el cumplimiento de la presente resolución y la situación imperante y que informe al Consejo de Seguridad según lo exija la situación;
11. Decide seguir examinando esta cuestión.
Después de la votación, el representante de los Estados
Unidos de América manifestó la profunda preocupación de
su país por la última escalada de la violencia en el África
meridional. Advirtió que, según testigos, las personas que
habían perpetrado el delito habían huido a Sudáfrica. Pidió al
Gobierno de Sudáfrica que investigara la cuestión, que prendiera a las partes culpables y que las sometiera a la justicia.
Reiteró que los Estados Unidos habían indicado claramente
al Gobierno de Sudáfrica que no podían aceptar la posibilidad de enviar tropas para realizar actividades militares más
allá de las fronteras nacionales. La solución del problema residía más bien en la eliminación del sistema de apartheid y en
el fortalecimiento del diálogo con los vecinos. Señaló que su
delegación apoyaba la resolución por su carácter constructivo
y moderado. Se refirió en particular al párrafo 3, que exigía
el empleo de los cauces de comunicación establecidos y recordó que el principio de no utilización del territorio de los
Estados para lanzar ataques contra otros Estados se aplicaba
a todos21.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Lesotho manifestó el reconocimiento de su país al Consejo de Seguridad por
haber adoptado la resolución por unanimidad. Con referencia a la declaración del representante de Sudáfrica relativa
a los “problemas internos” de Lesotho, alegó que no había
ninguno, pero que todos los problemas tenían su origen en
Sudáfrica, donde 28 millones de personas eran gobernadas
por una minoría de blancos de 4 millones, que estaba fundada y financiada por grupos de bandidos22.
21
22
Ibíd., pág. 12.
Ibíd., pág. 12.
18. DECLARACIÓN DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE SEGURIDAD
[EN RELACIÓN CON LOS INCIDENTES HABIDOS EN LOS AEROPUERTOS DE ROMA Y VIENA]
Decisión: declaración del Presidente
En la 2639a. sesión1, celebrada el 30 de diciembre de 1985,
después de una breve suspensión de las consultas y antes de
que se suspendiera la sesión, el Presidente hizo la siguiente
declaración en nombre del Consejo2:
1
El orden del día de la sesión fue “Denuncia de Lesotho contra Sudáfrica”.
2
S/17702.
Los miembros del Consejo de Seguridad condenan enérgicamente los
injustificables y criminales ataques terroristas que han causado la pérdida
de vidas humanas inocentes en los aeropuertos de Roma y de Viena.
Instan a que los responsables de esos asesinatos deliberados e indiscriminados sean enjuiciados con arreglo a los procedimientos judiciales
pertinentes.
Exhortan a todas las partes a proceder con moderación y a abstenerse de
adoptar cualquier medida que sea incompatible con sus obligaciones con
arreglo a la Carta de las Naciones Unidas y otras normas pertinentes del
derecho internacional.
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