La espontaneidad de la danza - AMORC

Anuncio
La espontaneidad de la danza
Por Prema Devi, S.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
Un maestro de baile no puede hacer de usted un magistral bailarín. Puede decirse más
bien que un maestro es alguien encargado de despertar en usted sus facultades
latentes y le hace tomar conciencia de su maestro interno.
Cada una de las células del cuerpo posee memoria del alma: la conciencia de éstas está
programada de tal forma que determine la actividad que deben realizar. Los místicos
llaman a este proceso "banco de la memoria Nuestro ser superior está armonizado con
la Mente Divina, conocida también con el nombre de Mente Cósmica. Un artista genuino
está en constante armonía con la fuente eterna de la cual emana toda creación; está
armonizado con la corriente continua de energía creativa que puede ser aprovechada.
La expresión artística es una danza de meditación en movimiento, una danza de
revelación que depara muchas sorpresas porque desconocemos lo que surgirá en el
instante siguiente: cada momento artístico, cada danza, es todo un acontecimiento.
En mis años de artista profesional (pintora) cada pintura ha representado una
sorpresa, porque dentro de ella una meditación ha quedado transformada en acción. El
proceso creativo siempre es el mismo, sea que lo utilice un pintor, un bailarín, un
escritor u otra persona que emplee cualquiera forma de arte para expresarse. Por
ejemplo, yo no sabía que algún día escribiría este artículo: por ende, es una expresión
del saber que sorpresivamente se ha manifestado por mi conducto.
En contraste con la creatividad, el ego tiene que inventar e imitar: vive en constante
zozobra cuando le es necesario actuar, y procura dominarse empleando ciertas rutinas
y practicando cada paso. Cuando el ego asume la actitud de "yo soy el hacedor" se
separa de la fuente de la creatividad y el resultado es la mediocridad. Cuando el ego
está en control nos convierte en autómatas: actuamos simplemente para complacer a
otros.
La verdadera creatividad es espontánea, así que el acto resultante ocurre "en el
momento"; es una condición donde se realiza de manera natural lo que venga, sin pensar ni preocuparse por la crítica, el reproche ni los elogios ajenos: es independizarse
del ego. Un artista creativo no es necesariamente alguien que vive para complacer a la
gente: a él le da lo mismo que lo elogien o lo critiquen.
No debemos atribuirnos el mérito por nuestro papel de cocreadores. Si queremos ser
un instrumento de la Mente Divina (nuestro ser superior), debemos representar el
papel de que somos una "flauta hueca" (flauta de Krisna) o una copa vacía. Todo el
mérito corresponde a la fuente creativa que funciona independientemente del bien y
del mal, de gustos y aversiones. En esto nunca hay dualidad; no hay una moneda de dos
caras. La actitud mental adecuada es neutral, centrada, discreta.
Un artista consumado no se concentra exclusivamente en el éxito y cuando crea
renuncia a su espíritu competitivo. Su habilidad artística es una expansión de alegría,
una danza no de imitación sino de celebración. Un artista lo inspira a usted a cobrar
conciencia de su ser superior, aunque sólo sea por un fugaz instante.
La aceptación de que "no soy yo quien lo hace" da como resultado la unión espiritual,
donde el ego (el ser inferior) se une con el Ser Superior, y entonces la diosa de la
creatividad ejecuta su danza.
Un maestro de baile no puede hacer de usted un magistral bailarín. Lo único que puede
hacer es enseñarle la técnica, los diferentes movimientos, familiarizarlo con la música,
etc., así que usted aprende los mecanismos del baile. Lamentablemente, el baile suele
ser, en su mayor parte, sólo una copia, una imitación de lo que hacen otros bailarines o
el maestro: es memoria y repetición, no arte.
Por otro lado, un bailarín magistral es espontáneo: el arte genuino es espontaneidad,
no algo que se logra a fuerza de ensayar.
Las raíces del arte
Lo antedicho no quiere decir que uno no tenga que aprender los fundamentos del arte
que le interesa. El secreto de todas las cosas se halla en sus raíces. El vigor, la singularidad y la belleza de un árbol dependen de la calidad de sus raíces, aun cuando
éstas no se vean. Un artista que domina su arte es alguien que comprende sus
fundamentos y ha adquirido total destreza en ellos. Sin una base sólida (raíces fuertes),
el resultado es un producto débil, mediocre, inmaduro.
Raras veces alguien tiene la habilidad de madurar artísticamente si carece de una
buena base. Un árbol no puede crecer en toda su plenitud si las raíces son débiles; del
mismo modo, el desarrollo del potencial artístico depende de las raíces: no importa
qué forma de arte uno elija, debe aprender a dominar el método que ha de convertirlo
en la "flauta de la creatividad" de Krisna.
Los fundamentos para un bailarín incluyen saber en qué consiste el movimiento,
conocer su propio cuerpo y cómo se articula éste. El dominio del baile empieza con el
aprendizaje de la postura, del movimiento puro, de la distribución de la energía y la
técnica.
El primer paso para tocar cualquier instrumento es afinarlo en base a la ley natural de
la armonía. El cuerpo es un instrumento y requiere la misma afinación para dominar el
arte de la danza.
A fin de que usted entre en contacto con su cuerpo debe aprender a escucharlo. De esta
manera podrá afinarse con la armonía o la desarmonía internas; podrá localizar áreas
de tensión y opresión que crean obstrucciones en los canales de energía llamados
meridianos, y aprenderá a eliminarías. La energía es como el agua: cuando circula a
través del cuerpo sin ser interrumpida por los bloqueos causados por la tensión, el
bailarín se mueve con fluidez, un movimiento desemboca en otro con transiciones
naturales. De lo contrario, la cristalización y la rigidez (empeoradas por el
desconocimiento de la forma como funciona el cuerpo) darán como resultado que el
movimiento del "templo" en el cual residimos sea muy limitado.
Abramos el templo del cuerpo
Toda nuestra vida hemos vivido afuera de este templo y nunca se nos ha ocurrido abrir
sus puertas para mirar hacia el interior, el que encierra un universo donde moran
dioses y diosas. A través de la danza nos espera un recorrido fantástico por ese templo,
durante el cual descubriremos todas las partes misteriosas que mantienen el funcionamiento del cuerpo.
Los fundamentos y las técnicas son la base sobre la cual se edifica todo, y es importante
conocerlos para adquirir la habilidad de interpretar lo que nos comunica el Ser que
mora en el interior de nuestro templo. Sin embargo, la comunicación real que procede
de lo Divino es momentánea, espontánea. Cuando el Ser Divino Superior danza a través
nuestro, nace el arte.
Lamentablemente, muchos tienen tanta prisa por aprender a bailar que empiezan en la
mitad del proceso, por así decirlo, omitiendo los primeros pasos básicos. No es de
extrañar que en las artes de nuestra época haya tanta mediocridad. La paciencia es algo
que debe caracterizar al verdadero artista: empezar por la mitad o por el final carece
de la base de disciplina y de paciencia, y sin esa base no es posible dominar el arte.
Es absurdo pensar que uno puede dominar el arte de la danza en seis meses o en un
año.
Consideremos, por ejemplo, las danzas de los templos egipcios (danzas sensuales del
Oriente Medio), un hermoso estilo de baile que requiere de años de práctica para poder
dominarlo. La falta de fundamentos puede ser disimulada debajo de hermosos
vestuarios y de maquillaje, y la persona común sólo verá la apariencia, lo que reluce.
Sin embargo, el ojo experto ve al bailarín en el interior, ve más allá de lo reluciente; no
sólo ve la portada, sino el libro.
Es probable que de cada mil bailarines, sólo haya diez buenos: ellos han aprendido a
dominar la técnica, para luego entregarse por completo a crear la danza. Su Ser Divino
Superior ha empezado a danzar y se ha unido a la Fuente Creativa. Cuando el arte nace,
la danza se convierte en magia.
* La autora, una estudiante Rosacruz, innovó la ciencia del movimiento puro en el baile,
desarrollando la filosofía de que un cuerpo y una mente relajados son básicos para
permitir que la energía creativa fluya libre de obstrucciones, filosofía que ha puesto en
práctica durante treinta años. Habiendo nacido con escoliosis, una desviación de la
columna vertebral, decidió no permitir que esto la convirtiera en una inválida. A través
de los años realizó muchas clases de ejercicios e incluso estudió ballet, danzas
modernas y danza de los templos sagrados de la India. Cuando todas estas actividades
agravaron su estado y le provocaron severos dolores permanentes, descubrió la ciencia
del movimiento puro (que no causa dolor) en la danza egipcia Beledi ("danza sensual
del Oriente Medio") y el Tai-Chi del Lejano Oriente. Con más de setenta años de edad y
aún bailando, está firmemente convencida del valor terapéutico de las danzas de los
templos egipcios y de su efecto para retardar el proceso de envejecimiento.
Descargar