PRODUCTOS DE VENEZUELA Este es para Venezuela el mes hermoso, en que en sabia exhibición han de juntarse los productos todos de aquel pueblo histórico, cuna, como la Grecia de las razas latinas de Europa, de los pueblos hispanoamericanos. Porque de allí, como de seno de gloriosa madre, surgió el padre de pueblos. Viene ahora a cuento recordar lo que la industriosa Venezuela, que hoy tiene tiempo por fortuna para ocuparse en sus industrias, expuso en aquella otra Exhibición buena, que celebró el año pasado la República Argentina en la brillante ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo no había de dar muestras la sección venezolana de producción natural, variada y rica? Y no hay que celebrar a la tierra fértil, que da maravillas casuales,―sino a los que cuidan de presentarlas con orden y lucimiento en los pueblos extranjeros. Desde el primer instante, atraía los ojos una escogida colección de muy bien curtidos cueros. De vaca los había, con tal esmero trabajados, que parecían de cabritilla. Los había de carnero, teñidos con la cochinilla del país; de cabra, de color oscuro o de vivo azul. Tan notables y perfectos eran los preparados al uso de Inglaterra como los dispuestos al modo de Levante.―Y es lo más celebrable que todas las sustancias empleadas en curtir aquellos cueros, eran sustancias del país.―A esto sí que puede llamarse industria venezolana; y esta sí que puede competir con fruto con industrias similares en el extranjero. La tierra de Venezuela da la materia prima, las que sirven para trabajarla y los trabajadores. A tales industrias patrias que tienen tales elementos de prosperidad y victoria,―pueden dedicar sin miedo dineros y trabajos los capitalistas.―Y como en Venezuela se da el ingenio vivo, y abundante, como las flores del bucare,―hasta el sistema de emplear los colores para teñir los cueros, es venezolano.― Tiene Venezuela excelentes químicos. Ha hecho bien su gobierno en levantar estatua al hombre de ciencia que alimentó en la privilegiada República el amor a estos nobles estudios. De café, de aquel café venezolano, vivificador y fragante,―café tal que parece que hierve una oda en cada taza; de cacao, de algodón—de que hacen en el país buenos tejidos; de cochinilla, de más vivo color aún que las de Guatemala y México,—no hay que decir que había excelentes y numerosas muestras,—y era celebrada la exquisita finura con que, como con manos francesas, estaban trabajados los dulces de chocolate. De Venezuela es el buen gusto. Casi queda dicho que era muy importante la sección de productos de Farmacia y Química. Sobresalían el extracto de zarzaparrilla, crema de eucalyptus, y buenas preparaciones botánicas. Se sabe que la botánica, base de la ciencia médica en todos los pueblos nacientes, y elemento casi único de la sabia terapéutica china,—figura grandemente, y acaso exclusivamente, en el sistema de curación de los indígenas, no desdeñado por cierto, sino muy atendido por los médicos cuerdos. En anchas vidrieras, veíanse allí sombreros bien hechos, botas á la grenadière, de aquellas que ya obtuvieron en la Exposición de Filadelfia medalla de bronce; y muy bien acabados zapatos para mujeres y niños: a bien que para esto tiene Caracas excelentes modelos.—Delfino es el zapatero renombrado. Muy bueno pareció también el jabón de lavar de Meneses, ya compacto, ya líquido, muy preferible, a lo que parece, a muchos de importación extranjera en la América española. elementos. Sebo americano. . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 He aquí sus Resina de pino. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Aceite de palma amarillo. . . . . . . . . . . 11/2 Sosa cáustica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10% Del azúcar, que en abundancia grande y en ricos panelones produce Venezuela, Exposición, que hacen hallaron favorable las juicio muestras los críticos venezolanas de muy la bien refinadas y dispuestas. Ponía hermoso remate al espacioso salón que destinó a Venezuela la noble madre de San Martín, la generosa República del Plata, una colección muy rica de minerales y maderas.―Con tener maderas tan buenas Buenos Aires, todos se detenían a admirar la especial naturaleza, la sólida fibra, el fresco color, las caprichosas vetas de las maderas de Venezuela, que, por lucirlas mejor, no quiso barnizar sus muestras. ¿Qué más que fe de sus hijos en sus propias fuerzas, y vías de comunicación entre los centros de producción y las costas, y estas y las tierras extranjeras,—faltan para que entren en vías de prosperidad pasmosa a pueblos que tienen a raudales las riquezas que otros explotan y codician? Como gigantes que ya se cansan de reposar, se ve que se levantan y emprenden la marcha nuestros pueblos nuevos. La América. Nueva York, agosto de 1883.