ii.4. el acortiñamiento de las agras

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II.4.
EL ACORTIÑAMIENTO DE LAS AGRAS
EI sistema de obligaciones colectivas sobre las agras se mantuvo
en San Martiño a lo largo del S. XIX, mientras el barbecho se
suprimía fuera de ellas. No es un caso aislado. Bouhier (1979, p.
799 y 801) señala que en la Meseta de Lugo el barbecho bienal
empieza a romperse en las agras como resultado de la introducción
en ellas dé la patata, entre los años 1890 y 1920, y este movimiento
se generaliza a partir de 1925.
Sin embargo la legislación liberal desde las Cortes de Cádiz,
pasando por las leyes de 1833 y 1853 hasta culminar en el Código
Civil y el Código Penal se había manifestado unánimemente en
contra de la práctica de la derrota de mieses. Villares (1982, p.
198-199) detecta en la provincia de Lugo en los años 50-60 del S.
XIX numerosos intentos de romper la disciplina de las agras, con
el fin de reducirlas a cultivo intensivo, sembrando patatas, nabos
o maíz en el año de barbecho. EI mismo autor señala como se
producían enfrentamientos entre vecinos, partidarios o contrarios
de la medida de acortiñar un agra, y como en varios casos un grupo
de vecinos presenta al Ministerio de Fomento una petición para
que haga cumplir la ley de 1853 que prohibía las derrotas, dado
el escaso apoyo que les prestaba el gobernador provincial (36). El
abogado José María Castro Bolaño, en un artículo publicado en
El Correo de Lugo en X-1860 recoge los términos de la polémica.
(36)
Especialmente expresivo es el caso citado por Villares (1982, p. 199):
«Acogiéndose a la l^al Orden de IS de noviembre de 1853 que lo prohibía, los
aainos de Tirimol (ayto. de LugoJ so[icitan al Min^terio de Fomento, en 1858,
qru les parnita áprovechar los ksrrnos que poseen en el sitio llamado Agro, sembrando
rn e[!os fiutos menores como son patalas, maíz y otros ... durank el tiempo que
media dt una cosecha de centeno a otra'. Para lograr tal propósito, piden perm^o
para cerrar el agro, de[ mismo modo gue euando se siembra unt^no, y agregan que
lo so[icitan al Min^krio porque el Cobiemo Ciail rtaocó el perm ^o inicialmenk
concedido, pues "aarias tenaknirnks se opusieron a esta medida manifestando que
sus tienas salían perjudicadas"^,.
175
«Es sabido que en los distritos del interior de la provincia alternan
la siembra y el barbecho de las tierras de pan llevar, siendo consiguiente que las hazas, conocidas con los nombres de agros, villares
y otros, estén cerradas un año y francas en otro, en cuyo último caso
pueden los ganados introducirse en ellas libremente. Nadie, empero,
ha disputado jamás al propietario o arrendador el derecho de sembrar
y conservar cerradas sus fincas el año de barbecho, dejando espedito
el uso de las servidumbres establecidas; pero en tal caso deben cerrar
sobre su terreno, sin disputar a los demás propietarios la libertad
de cerrar o conseruar francas sus heredades según les convenga.
Tal era la práctica constantemente observada desde tiempo inmemorial, cuando se expidió por el Ministerio de Fomento la Real
Orden de 15 de Noviembre de 1853 ... La generalidad ha creído
ver en ella la carga impuesta a los co propietarios de conservar y
sostener los cierros de los agrosy villares, que quieran o no, siempre
que alguno tenga interés en sembrar sus fincas. De aquí el empeño
de una o dos indiaidualidades en dar la ley a la mayoría, obligándola
a cerrar a,ntra su voluntad; de aquí contiendas acaloradas entre
vecinos, vejaciones injustificables y resoluciones contradictorias; y
de aquí, en fin, expedientes voluminosos, que ocupan la atención de
las autoridades superiores» (37).
Pasemos entonces a examinar las novedades que en esta cuestión
conllevó la legislación liberal, para acto seguido afrontar el problema de los canales en la recepción de la ley.
Como el mismo Castro Bolaño aclara en el artículo citado, o
Alejandro Nieto (1959, p. 197 y ss.), la legislación de los S. XVI
al XVIII fue favorable a la institución de la derrota de mieses
como garante del equilibrio entre agricultura y ganadería. De entre
toda la legislación sobre el tema, destacaban en la Novísima Recopilación, título 25, libro 7(Nieto, 1959, p. 198) dos Pragmáticas de
los Reyes Católicos, la de 3-XI-1490, prohibiendo los adehesamien-
(37)
1860.
176
José María Castro Bolaño, Ciesros de los agros, El Correo de Lugo, S-XI-
tos en el Reino de Granada y la de 5-VII-1491, revocando una
Ordenanza de la ciudad de Avila que permitía tales adehesamientos. Sin embargo, paralelamente se desarrolla, sobre todo con el
reformismo borbónico, una corriente de opinión hostil a^las derrotas, en cuanto obstáculo al progreso agrario. Tal corriente se ejemplifica en tratadistas como Jovellanos (1795), y se encarna en una
serie de leyes bajo Carlos III y Carlos IV que restringen las derrotas
(Nieto, 1959, p. 204-210).
En el S. XIX la legislación toma un sesgo crecientemente contrario a las derrotas. El Decreto gaditano de 8-VI-1813 en su artícul0 1.° declara:
atodas las dehesas, heredades, ..., cerradas o acotadas perpetuamente, y sus dueños o poseedores podrán cercarlas sin fierjuicio de las
cañadas, abreaaderos, caminos, travesías y seruidumbres».
^
Abolido en 1814 este decreto, se volvieron a dictar leyes restrictivas en los años 20 y 30 hasta la R.O. de 11-II-1836 que declara
ilegítimas las derrotas a menos que los pretendidos beneficiarios
presenten título de adquisición de los aprovechamientos de pastos
sobre fundo ajeno (Nieto, 1959, p. 216-217). Finalmente la R.O.
de 15-XI-1853 sentencia definitivamente esa práctica.
«Enterada S.M. la Reina de la abusiva costumbre ... por la cual,
apenas alzados los frutos de las mieses que bajo una cerca tienen
entre sí diaersos profiietarios, se abren las barrerasy se rompen los
cierrns, entrando a pastar los ganados, como si fuera terreno común;
atendiendo a que de esta suerte al fiaso que se estropean sobremanera
las exfiresadas barreras y... se im^iosibilita la duplicación y aún
la rotación de cosechas, el plantío de aiñedo y el cultivo de prados
artificiales, sin los cuales es imposible el fomento y mejora de toda
ganadería; considerando que esta es una irrupción que se hace sobre
la propiedad priaada ...
... Quedan ... p rohibidas ... las llamadas derrotas de mieses,
o bien el abrirlas alzados los frutos p ara que entre a pastarlos el
ganado de todos los aecinos. Esta prohibición es bajo la más estrecha
responsabilidad del Alcalde y Ayuntamiento... ».
177
Además la R.O. partiendo del principio de «correspondiendo el
aproaechamiento exclusiaó del terreno a su propietario» exige para autorizarse la apertura de la mies el consentimiento por escrito de todos los
propietarios, la aprobación del acuerdo por el gobernador provincial, y la inserción de este expediente en el Boletín provincial del
año corriente.
El Código Civil (1889) sistematiza definitivamente estas cuestiones. En principio el Código es terminante. «La propiedad de los bienes
da derecho por accesión a todo lo que ellos producen ...» (Art. 353), incluídos
los ^frutos naturales» (Art. 354) definidos estos últimos como «producciones espontáneas de la tierra» (Art. 355). Además:
«Todo propietario podrá cerrar o cercar sus heredades ... sin perjuicio
de las servidumbres constituídas sobre las mismas» (Art. 388).
A su vez el Título VII, Cap. III aDe las seraidumbres aoluntarias»
declara que:
«La comunidad de pastos sólo podrá establecerse en lo sucesiao
por concesión expresa de sus propietarios, y no a favor de una
uniaersalidad de indiaiduos y sobre una uniaersalidad de bienes,
sino a favor de determinados indiaiduos y... predios» (Art. 600).
aSi entre los vecinos de uno o más pueblos existiere comunidad
de pastos, el propietario que cercare ... una finca la hará libre de
la comunidad. Quedarán, sin embargo, subsistentes las demás seroidumbres que sobre la misma estuaieren establecidas. El propietario
que cercare su finca conseruará su derecho a la comunidad de pastos
en las otras fincas no cercadas». (Art. 602).
«El dueño de terrenos gravados con la serr^idumbre de fiastos
podrá redimir esta carga mediante el pago de su valor» (Art. 603).
EI Código Penal (1870)^ completa esta legislación en su Libro I II,
Título IV aDe las faltas contra la firopiedad» sancionando con arresto
menor
«l.°.- Los que entraren en heredad o campo ajeno f^ara coger
frutos y comerlos en el acto.
178
2.°. - Los que en la misma forma cogieran frutos, mieses u otros
productosforestales para echarlos en el acto a caballerías o ganados.
3.°. - Los que, sin permiso del dueño, entraren en heredad o campo
ajeno antes de haber levantado por completo la cosecha para aprovechar el espigueo u otros restos de ésta» (Art. 607).
E impone multas a los dueños o encargados de la custodia de
ganados que causaran daños en heredad ajena (Arts. 611 al 613).
Toda esta legislación en conjunto se alimenta a la vez en razones
económicas, sociales y jurídicas. Económicas, ya que si las derrotas
garantizan una articulación entre agricultura con barbecho y ganadería extensiva, el legislador argumerita que la supresión de aquellas permitirá desarrollarse una articulación entre ganadería en
estabulación intensiva y una agricultura sin barbecho, con rotaciones de cultivos y praderas artificiales. Razones tambiéri sociales,
pues prácticas como el espigueo o el pastoreo sobre fundos ajenos
eran una base esencial de supervivencia de la población rural más
pobre: la equiparación de tales prácticas a los delitos de hurto 0
mendicidad -ergo, a vicios- permitía al legislador apoyar su
supresión, y de ahí una proletarización de esa población, que pasaría a depender del salario. Finalmente también razones de coherencia jurídica se argumentaban contra las derrotas, en.tanto vulneraban un principio de propiedad privada absoluta e indisoluble
supuesto motor de progreso.
Esta concurrencia de razones es al mismo tiempo causa de una
cierta fragilidad de la legisláción. La derrota de mieses constituía
antes que nada un proceso productivo, sólo a posteriori amparado
jurídicamente. La legislación liberal y especialmente el Código Civil
intentan encuadrar estas prácticas dentro de un sistema de categorías abstractas, pero el afán por poner obstáculos a las derrotas no
llevó aparejado un similar rigor jurídico en la redacción del articulado.
Cuadrado (1980) ha sistematizado las ambigtiedades en la redacción de los artículos 600 a 604 del Código Civil, que oscilan
entre calificar los aprovechamientos de pastos de las derrotas como
«comunidad» o«servidumbre». En cuanto «comunidad de disfrute»
179
la ley pone las mayores trabas para reconocer en derecho las existentes o admitir su constitución en el futuro; en cuanto servidumbres
se establece una normativa flexible para eliminarlas por prescripción o redención.
El concepto de servidumbre es un instrumento jurídico al que
el Código Civil recurre con frecuencia para conceptualizar aparentes desmembraciones de dominio.
El régimen de derrotas se descompone así en una propiedad
individual absoluta por un lado, y por otro una serie de servidumbres accesorias de paso o de pasto. Es aquí donde la legislación se
muestra más vulnerable a ser objeto de manipulación jurídica por
el comentador de turno, aprovechando la ambig ^edad de las definiciones. Calificar como «comunidad» los aprovechamientos de pastos permite dotarlos de un amparo jurídico, calificar como servidumbres una serie de prácticas del régimen de derrotas
-especialmente el derecho de paso- levanta obstáculos a la disolución de dicho régimen.
Para asegurar el cumplimiento efectivo de la legislación la principal garantía es la organización de un aparato burocrático centralizado, en sus vertientes ejecutiva y judicial. Un aparato de justicia
jerarquizado desde los juzgados de paz municipales hasta el Tribunal Supremo se encarga de velar por la interpretación de la ley.
La legislación permite que la oposición de un solo vecino impida
la derrota de mieses en cualquier lugar, y obliga a presentar ante
los tribunales documentos escritos normalmente inexistentes, sin
reconocer el principio de prescripción a quienes pretendan argumentar jurídicamente su derecho a seguir practicando las derrotas.
En segundo lugar nos encontramos con un aparato ejecutivo organizado sobre los gobernadores y diputaciones provinciales hasta llegar
a los ayuntamientos: el control que detenta el partido en el gobierno
sobre estas instancias, sobre todo durante la Restauración, cuando
es a los gobernadores a quienes corresponde la competencia de
suspender en sus funciones al equipo municipal, sería en teoría
garante suficiente de que todos estos cargos velarán por el cumplimiento de la ley. Y la R.O. de 1853 al tiempo que responsabiliza
a alcaldes y ayuntamientos de la observancia de la ley, presenta,
180
aún en caso de que todos los vecinos pretendan seguir practicando
la derrota, un engorroso procedimiento que incluye la supervisión
del gobernador provincial y el asentimiento de sus superiores..
La red municipal es una de las bases del nuevo Estado Liberal.
El cuerpo de funcionarios y ediles municipales constituye un primer
eslabón de una nueva carrera burocrática, que abre posibilidades
de promoción a las élites locales y garantiza su fidelidad al nuevo
régimen. El reclutamiento de las corporaciones dentro de la élite
local garantiza a su vez un control efectivo sobre población y territorio, dado el conocimiento de primera mano que tienen los ediles
de su entorno, y sus redes de cooptación personal que extienden
entre sus vecinos. A1 mismo tiempo esto constituye una raiz de
debilidad del gobierno central, ya que depende de la buena voluntad
de una élite local con intereses propios y a veces antagónicos con
los del gobierno.
La ley de Régimen Municipal de 1870 dio amplias atribuciones
a las corporaciones, y una de las más importantes era la de redactar
Ordenanzas Municipales para regular aspectos de todo tipo, entre
ellos la policía rural sobre montes y pastos. El ayuntamiento de
Castro de Rei redactó las suyas en 1880.
aDurante se hallen sembrados los villares y cortiñas de propiedad
colectiaa o de varios indiUiduos, ninguno de ellos podrá fiastar
ganados más que en la finca que le pertenezca, sin que para introducirlos le sea permitido atraaesar por sobre las ajenas ni perjudicarlas
de manera alguna, salvo el caso que tenga seraidumbre adquirida
o que haya sendero destinado al efecta^ (Art. 51).
«Tamfioco se permitirá destruir los cierros de heredades ajenas,
ni entrar en ellas a sacar hierba, cortar ni arrancar espigas de trigo,
maíZ o centeno, ni extraer legumbres, sea por mera diversión o por
afiroaechamiento, requiriéndose el permiso del dueño fiara el espigueo,
rebusca de patatas y de cualquier otro fruto.
Los que a firetexto de espigar la corteri con hoces, navajas,
t^eras u otros instrumentos o extraigan los haces fiara machacarlos
y utiliZar el grano, serán considerados como reos de hurto» (Art. 52).
181
«Nadie podrá cerrar roturaciones o rozas ni terreno alguno en
perjuicio.de los abrevaderos de ganados y del tránsito de caminos
públicos ... tolerándose a lo más el hacerlo con cancillas cuando a
juicio del Ayuntamiento no causen daño» (Art. 53).
^^Tampoco se podrán abrir villares ni rozas desprovistas de
cancillas para extraer los frutos, fuera del día que se señale y
acuerde por los porcioneros» (Art. 54).
«Siendo este distrito esencialmente agrícola, muy fraccionada
su propiedad y tan pequeña la riqueza pecuaria individual que no
permite el sostenimiento de pastores, con objeto de atender de consuno
a la conservación de los frutos y al aprovechamiento colectivo de los
pastos comunales, según costumbre inmemorial, los dueños, colonos
o poseedores de toda clase de heredades destinadas al cultivo, prados
y montes en producción, estarán obligados a tenerlas siempre cerradas
y con la solidez suficiente para impedir la introducción de ganados»
(Art. 56).
Estas Ordenanzas remiten a un ámbito de juridicidad propio,
que goza de cierta independencia respecto al Código Civil. Esa
juridicidad se alimenta en un cuerpo legislativo anterior disonante
con el Código, y en la práctica de organizar un espacio concreto
a lo largo de generaciones. El artificio es la remisión del fundamento
jurídico de esas prácticas a la «costumbre inmemorial» (Art. 56 de las
Ordenanzas) que el Código Civil sí reconoce como fuente de derecho. Y el método se basa en explotar las ambigiiedades que el
propio Código contenía cuando dudaba en calificar los aprovechamientos comunales de pastos como «comunidad» o«servidumbre»
en sus artículos 600-603 (Castán, 1978, p. 431): pues de esta calificación dependían las garantías jurídicas que pudieran respaldar esos
aprovechamientos.
Las Ordenanzas optan por la primera definición, al hablar de
«propiedad colectiva» de las agras (Art. 51) o de aaprovechamiento colectivo
de los pastos comunales» (Art. 56). De esta forma dotan a dichas agras
de las garantías jurídicas que el Código reserva para la comunidad
de pastos. Pero van más allá, se remiten a la racionalidad de un
proceso productivo específico, basado en una complementariedad
182
de agricultura y ganadería, donde dadas unas limitaciones en los
bienes productivos -«muy fraccionada su propiedad [agrícolaJ y tan
pequeña lá riqueza pecuaria individual» (Art. 56) - el cerramiento y
vallado de las tierras se constituye en condición indispensable
de la producción. Las Ordenanzas son claras al respecto al equiparar unidades agrarias de muy distinta naturaleza bajo el común
denominador de estar valladas por un cierre común: «cortiña» de
un sólo individuo, área de cortiñas pertenecientes a varios individuos pero cerradas por muro común, y agra. Y las Ordenanzas
proceden a regular y, por tanto, legalizar un régimen de agras que
la R.O. de 1853 o el Código pónían fuera de la ley. En concreto,
las Ordenanzas preven la fijación de un calendario que garantice
el acceso a los pastos en el año de barbecho, y proteja los cultivos
cuando las tierras están sembradas. Esto último se consigue aplicando las disposiciones del Gódigo Penal (Arts. 607, 611, 612 y 613)
sobre hurto a quienes espiguen, escarden la hierba entre el cereal
o apacienten sus ganados antes de levantarse la cosecha.
Las Actas Municipales de Castro de Rei permiten ver como la
corporación municipal regula día a día este tipo de cuestiones,
especialmente a través de la sección de Policía Rural. Los libros
de Actas entre 1837-57 están plagados de referencias como esta:
«Siendoya escandaloso el poco o ningún resfieto que guardan algunos
aecinos a la autoridad local, que sin embargo de estarles prohibida
la introducción de ganados en los agros sembrados a centeno ... lo
hacen ... se obseraa el destrozo echo en el Agro dos Castros de
Villadonga, causados ... por los ganados de ...» (38).
Coinciden las fuentes en que los conflictos están causados por
quienes introducen sus ganados en el agro sembrado, so pretexto
de apacentarlos en ciertas fincas que por lo que sea están a inculto;
o por quienes so pretexto de esquilmar hierba entre el cereal o
espigar «roban» espigas. La corporación municipal extiende las
(38)
Libros de Actas del Ayto. de Castro de Rei, 29-V-1844.
183
garantías que respaldan una finca privada al agra como conjunto;
pero al mismo tiempo mánipulan la ley al obligar a todos los
propietarios de fincas en un agra a cooperar laboral y financieramente en el sostenimiento de los cierres, independientemente de
que esos particulares estén interesados en ello. Se construye un
eficaz sistema de control encargado de vigilar y sancionar, que
arranca en los pedáneos, sigue en la comisión de policía rural y en
la corporación municipal en conjunto y se ve respaldado por las
sentencias del juzgado de paz, cuyos miembros nombra la propia
comisión municipal (39). A1 mismo tiempo este sistema de control
es un formidable instrumento de poder local, ya que hace depender
a los campesinos más pobres del consentimiento de los «ricos» para
espigar, esquilmar hierba o apacentar ganado en las tierras de
éstos; y les deja en dependencia de la benevolencia de los ediles
municipales a la hora de fijar multas.
Junto a la vigilancia del respeto a este sistema, se construyen
también una serie de normas para regular en qué condiciones se
podrá acortiñar toda él agra o parte de ella, o sea en qué condiciones
se podrá romper el sistema. Castro Bolaño en el artículo referido
ya aludía a quienes creían ver en la R.O. de 1853:
«la carga impuesta a los co propietarios de consernary sostener los
cierres de los agros . .. que quieran o no, siempre que alguno tenga
interés en sembrar sus fincas» (40).
En aquel movimiento general a favor de acortiñar los agros de
que se hacía eco el articulista, el método consistía en subvertir el
sistema desde dentro, mantener cerrado al pasto perpetuamente la
totalidad del agro, con la finalidad de impedir que los ganados se
introdujeran en las fincas que estuvieran acortiñadas.
(39) Por ejemplo, el «Juicio por destrozos causados por ganados en el agro
das Mangelas» , citado en Libros de Actas del Ayuntamiento de Castro de Rei, 30V-1854.
(40)
184
Castro Bolaño, op. cit.
Ese movimiento no tuvo éxito ni en el ayuntamiento de Castro
de Rei ni en la comarca (41). En Castro de Rei las Ordenanzas
Municipales establecen la forma de acortiñar dentro de un agra,
cerrando el área acortiñada con un valado construído dentro de
la propia finca. Dado el grado de parcelación de las fincas de las
agras, y sobre todo su escasa anchura, vallarlas una por una equivaldría a reducir sus dimensiones de forma ruinosa, hasta incluso
impedir el laboreo. Debido a ello el acortiñamiento sólo estaba al
alcance de quienes tuvieran una finca de grandes dimensiones, o
quienes por acuerdo colectivo cerraran conjuntamente varias fincas
contiguas.
Nuevamente las Actas Municipales nos permiten ver cómo se
regula día a día el acortiñamiento. Hasta 1880 se presentan denuncias contra quienes individualmente o en grupo pretendían cerrar
heredades dentro de un agra, y la corporación resuelve siempre
ordenando derribar los cierres, excepto en ciertos casos. Así cuando
D. José Benito Pardo Balmonte, rico propietario, ex-alcalde y posteriormente diputado provincial solicita cerrar heredades en un agra,
la corporación asiente (42).
Hasta mediados del S. XIX la legislación vigente podía invocarse para prohibir los cerramientos dentro de un agra. En la segunda
mitad del S. XIX la corporación municipal consigue defender el
sistema de agras invocando una legislación contraria a las derrotas.
^Cómo?: explotando nuevamente las ambigiiedades de dicha legislación. Del mismo modo que las Ordenanzas Municipales calificaban como «comunidad de pastos» las agras en el año de barbecho,
también definirán como servidumbre de paso el derecho a pasar
sobre fincas ajenas para acceder a las propias. De forma que mientras el Código Civil decía:
«Todo firofiietario podrá cerrar o cercar sus heredades ...sin perjuicio
de las sernidumbres constituídas sobre las mismas» (Art. 388).
en cambio las Ordenanzas Municipales dirán:
(41)
Si nos atenemos a la referencia citada de Bouhier (1979, p. 799 y 801).
(42)
Libros de Actas del Ayuntamiento de Castro de Rey, 3-VI-1851.
185
«Nadiepodrá cerrar ... terreno alguno en perjuicio de los abrevaderos
de ganados y del tránsito de caminos públicos» (Art. 53).
La clave está así en la discreccionalidad de que goza la corporación municipal y en su caso el juez de paz para determinar si el
cerramiento de una o varias fincas constituye una obstrucción de
vía pública.
Frente a la racionalidad de la ley, a nivel local se elabora una
regulación divergente, que se apoya en una racionalidad económica,
social y jurídica autónoma. Racionalidad económica, ya que el
acortiñamiento de las agras no era la panacea que preveía la ley.
EI acortiñamiento pone en cuestión un sistema de complementariedad entre agricultura con barbecho y ganadería extensiva, en un
terrazgo muy parcelado. Suprimido el régimen de las agras se hace
muy difícil técnicamente el pastoreo, lo que obligaría a muchos a
reducir su cabaña ganadera; carente la tierra de las deyecciones
espontáneas del ganado, la supresión del barbecho acarrea una.
caída de los rendimientos si no se ve compensada por la aportación
de grandes cantidades de estiércol. De ahí razones sociales a favor
de las agras: las de los campesinos pobres, sin tierra propia de
donde obtener forraje para sus rebaños, ni capacidad de generar
volúmenes de estiércol en sus cuadras para abonar las tierras; las
de campesinos fuertes, con grandes rebaños de ovino; las de quienes
fundamentan su aspiración a cargos municipales en las redes clientelares que son capaces de organizar entre el campesinado pobre,
y retrihuyen a este campesinado defendiendo algunos de sus intereses. Racionalidad jurídica finalmente, que se alimenta en una legislación previa y en las ambigiiedades de la nueva legislación, así
como en el amparo que esta última presta a los usos locales.
Entre el gobierno central y cada ayuntamiento concreto la ley
circula y ve matizado su contenido a través de una serie de canales,
y la información sobre su cumplimiento pasa por numerosos filtros
dentro de la red administrativa. En el nivel municipal se sitúan
las primeras instancias de control, juzgado de paz y corporación
municipal: pero los cargos están cor.trolados por un grupo de vecinos interesados directamente o a través de sus redes clientelares
186
en los procesos cuya supervisión se les encomienda. En el nivel
provincial se encuentra toda una red de tribunales por un lado, y
por otro el gobernador provincial a la cabeza de la Diputación.
Aparentemente las diputaciones reproducen a escala provincial el
funcionamiento de los ayuntamientos: basando parte de su influencia en las redes clientelares en que se integran las corporaciones
municipales, desarrollan una pareja labor de encubrimiento respecto al gobierno central. Véase sino los ejemplos citados por Villares
(1982, p. 199-200) donde ante el enfrentamiento entre los vecinos
de una parroquia, partidarios unos y contrarios otros a acortiñar
un agro, el gobernador provincial apoya a los segundos. Cuando
lós partidarios de acortiñar recurren al Ministerio de Fomento,
solicitando que la R. O. de 1853 sea aplicada, el gobernador provincial asume ante el Ministerio la defensa de la posición contraria
(43).
Pero una función igualmente importante de la élite provincial
compuesta por funcionarios o miembros de profesiones liberales es
la de desarrollar una labor de teorización y sistematización en torno
a las cuestiones en discusión, tanto de cara a presentar oposición
al gobierno central, como a proporcionar argumentos en derecho
y fórmulas estandarizadas a las corporaciones locales. El artículo
de Castro Bolaño se encuadra en una campaña más amplia impulsada por un partido político con el fin de crear un estado general de
opinión, como se puede concluir de Villares (1982, p. 263)
aEn Lugo ... a traaés del fieriódico El Correó de Lugo, que
impulsaba el partido moderado..., se efectuó desde 1859-60, una
gran campaña en faUOr de la supresión del sistema foral y de la
mejora de la actiaidad agrícola^^.
En el artículo citado, Castro Bolaño explicita el público al que
se dirige:
'
(43)
Véase el ejemplo citado en la nota 36.
187
«Conviene, fiues, ilustrar la opinión de nuestros labradores, y
hacer ver a los Sres. Alcaldes y Ayuntamientos que el pensamiento
de la Real Orden citada no es el que le ha atribuido la generalidad».
Así mismo Castro Bolaño, en otro artículo «Cargas perpetuas que
afectan a la propiedad territorial de Galicia ...» (Art. VIII) publicado
en El Correo de Lugo a 25-VII-1860, se pronunciaba sobre la
regulación mediante ordenanzas rurales.
,,...las servidumbres rústicas ... para las f ncas sujetas ... así
como también la carga de cerrar ... Hay en esto costumbres abusivas,
que pueden y deben ser corregidas, conciliando el interés particular
con el de la agricultura y de la riqueza pública; y creemos que
puede esto conseguirse por medio de ordenanzas rurales, acomodadas
a la naturaleza del suelo y al sistema de cultivo. En ellas deben
regularizarse los trabajos de siembra y recolección, él uso de las
servidumbres de tránsito, la plantación de árboles, el cerramiento
de heredades, el aprovechamiento de aguas, y todo lo demás que
tiene relación con las necesidadesy procedimientos de la agricultura.
Este trabajo importante es digno del celo de las,Juntas provinciales
de agricultura, y no dudamos que producirá buenos resultados, si
estos cuerfios, evitando la manía de introducir prácticas exóticas, se
limitan a estudiar las costumbres de cada localidad, a fijar lo que
hay en ellas de vario e indeterminado, y a formar de estos elementos
dispersos un reglamento ordenado y sistemático».
Nieto (1959, p. 226) argumenta como en la redacción de las
Ordenanzas Municipales unas corporaciones se inspiran en el ejemplo de otras o en las instrucciones de la autoridad superior. En
cuanto a la sistematización de argumentos, a nivel provincial se
elabora una teoria de la singularidad juridica de las agras.
Volvamos al artículo de Castro Bolaño, abogado y diputado provincial:
,,... la Real Orden [de 1853J no puede tener aplicación a las
provincias de Galicia, por que no hay, ni hubo en ellas jamás la
188
costumbre abusiva que firetende desterrar. Entre nosotros no son ni
fueron conocidas nunca las llamadas derrotas, ni el común de vecinos
se consideró jamás con derecho al aprovechamiento de las tierras de
dominio fiarticular, alzadas las mieses. Si entonces quedan ^rancas
y abiertas, y si los ^anados se introducen en ellas librementé, es
fiorque así lo quieren los dueños ...
... en los años que los agros quedan de barbecho ^es fior ventura
más respetable la firopiedad'de los que quieren sembrary cerrar sus
f:ncas, que las de lo,s que prefzeren tener las suyasfrancasy abiertas?
... como dueños pueden unos y otros disponer libremente de sus
fzncas, y facer de ellas e en ellas lo que quisieren, como dice una
ley de Partida^^ (44).
La argumentación no tierie pérdida. r:l sistema de agras es
fundamentado en una racionalidad económica, las condiciones productivas; en razones sociales, el consenso entre los cultivadores al
respecto, y el hecho de que la supresión del régimen sólo acarrearía
conflictos; en razones jurídicas, la costumbre inmemorial, las leyes
anteriores -remontándose hasta las Partidas-. Incluso el ordenamiento jurídico vigente es invocado, negando que el régimen de
agras pueda ser conceptualizado como derrota de mieses, y defendiendo aquel régimen a partir del principio de propiedad.
Pero no parece que estos teóricos lucenses estén solos, antes al
contrario todo indica una circulación de ideas entre escritores de
distintas regiones españolas, que en la teoría jurídica se agruparon
en torno a la defensa del principio de particularidad frente a la
universalidad del derecho. Son Ilamativas las similitudes con la
obra de Joaquín Costa. Este autor, en Colectivismo Agrario en
España (p. 250 y ss.) fundamenta las derrotas en razones similares
a las manejadas por Castro Bolaño, tanto económicas -«la lógica
natural de las cosas»- como jurídicas -«la derrota .. constituye
una desmembración del dominio»-, y argumenta la ilegitimidad
del procedimiento administrativo exigido para tolerar su continui-
(44)
Castro Bolaño, «Cimos de tos agrosH, ...
189
dad. Y la misma labor de teorización realizan otros autores incluídos en la obra colectiva dirigida por Costa Derecho consuetudinario y economía populaz de España, al hablar de la derrota de
mieses en Ciudad Real, León o Santander. En el apartado «Acomo- .
do de pastos en La Solana» en Santander -Costa, (1896) 1981,
p. 204- se repite el argumento de Castro Bolaño:
aNo se conoce aquí el régimen nombrado derrota de mieses, ni la
mancomunidad de fiastos de rastrojera y barbechera que supone: el
propietario del suelo tiene derecho exclusivo al aprovechamiento de
la espiga y de las hierbas que produce. Pero como las parcelas o
fincas de que se compone el fiatrimonio o labranza de cada cual se
hallan diseminadas por el término y reaueltas con las de los demás,
ese aproaechamiento sería imposible si no se mancomunaran para
tal efecto todas las del término, borrando moralmente las lindes ...».
El mismo Costa (1898) 1983, p. 263, argumentando que el
régimen de derrotas se fundamenta en el consenso entre los cultivadores, da una pista sobre la crisis del régimen de agras en S.
Martiño:
«allí donde las condiciones^sicasy sociales han re^lamado o impuesto el cultiao intensiao, el régimen de la derrota ha ido cesando y
retirándose espontáneamente, sin poner obstáculo a esa transformación [la duplicación y aún la rotación de cosechasJ, como en ciertas
zonas de Asturias y Galicia en nuestro tiempo».
A finales del S. XIX se nota en San Martiño la incidencia de
un fenómeno que afecta a toda Galicia, la especialización regional
en la ceba de ganado vacuno sobre plantas forrajeras. Extendido
el cultivo intensivo fuera de las agras, se empezaba a dar una
presión creciente para acortiñar las agras, y un debilitamiento de
la oposición a esta medida. Los Libros de Actas de Castro de Rei
reflejan hacia 1900 una nueva actitud de la corporación municipal,
que concede autorizaciones para que varios vecinos cierren izna
porción de un agra, o una pequeña agra por entero, para ponerla
190
en cultivo intensivo. En la vecina parroquia de Ansemar se cierra
el agra de Arcas «para [ponerla en] cultivo anual» (45). Y en San
Martiño, en el mismo año de 1904, se refrenda el cierre de las
«Cortiñas Novas». (46).
Sin embargo, la crisis definitiva se produjo unos años más tarde.
Es el «mito de Penas», que circula entre los vecinos de San Martiño.
«O Penas foi o que deu en eliminar o cultiao alternativo nas
agras. D'aquela estaban os das ovellas, que non querían que se
eliminara a alternancia, pra poder botar as oaellas a pacer».
«Foi o Penas o firimeiro que prantou menudos [nabosy patatasJ
na agra de Francos».
«0 Penas demandou a un home que tiña ovellas e pacéronlle
nos nabos. 0 xuicio foi a Lugo ... e o xuez díxolle ó demandado
que non o aolaera facer ... O de sembrar nabos [na AgraJ caeulle
mal a moita xente, porque antes casi todalas casas tiñan ovellas,
e leaábannas as agras, e ahora cos nabos xa tiñan que andarlles
dous homes da casa detrás delas pra que non os comeran [los nabosJ».
aTardaron anos pra que outros se decidiran a botar menudos».
Las informaciones orales se ven confirmadas por el texto de la
sentencia del juicio verbal celebrado en el juzgado de paz:
•
«A 31 de octubre de 1910 una yegua de la p ertenencia de los
... denunciados entró en una f:nca del denunciante sembrada a nábos
... en el agro de Francos ... compuesto de aarias parcelas que
corresponden a diferentes aecinos, que lo siembran cada dos años
de centeno, quedando desde antiguo en abertal los años que no está
sembrado ... para el fiastoreo en común de los ganados del pueblo,
estando en abertal cuando se realizó el echo de autos» (47).
(45)
Escritura de cierre del agra de Arcas, parroquia de Ansemar, -Castro
de Rei-, 1904, Documentación privada.
(46)
Escritura de cier_re de la «Cortiñas Novas», 7-III-1904, documentación
privada.
(47)
Sentencia «por daños causados por una caballería» por apelación de juicio
verbal de faltas, I6-II-19l l, documentación privada.
191
El proyecto producto/reproductivo de Cas. Penas era netamente
intensificador. Penas era en palabras de sus vecinos un hombre
«que iba a.vanguardia». Tratante en mercancías diversas, invirtió
las ganancias en adquirir tierras, hasta llegar a formar un importante patrimonio. Su numerosa familia -diez hijos- aportaba mano
de obra para poner en cultivo sus tierras y así producir alimentos
para autoconsumo y forrajes para una cabaña de vacuno y porcino
en estabulación intensiva.
El proyecto de los demandados era antagónico: familia de campesinos pobres, con poca tierra, para los que la ganadería extensiva
de ovinos y una yegua constituía una base muy importante de
recursos.
No es casual el lugar elegido por Penas para acortiñar, una de
las zonas más fértiles del agra de Francos, al igual que un vecino
de Penas acortiñaría poco después una finca en la zona más fértil
del agra da Fiouqueira. Pero más allá de la anécdota el enfrentamiento real se daba entre dos proyectos productivos qué se concebían ya antagónicos, y envolvía a toda la parroquia. Y_ así en la
memoria oral la yegua del juicio ha sido sustituída por unas ovejas.
La estrategia de Penas era muy novedosa, acortiñar y cultivar una
finca en el agra en el año de barbecho sin acometer la costosa
operación de cerrarla. Una proliferación anárquica de fincas acortiñadas sin cierres obligaría a poner varios pastores a los rebaños
que pacieran en las agras, y pondría en cuestión el entero sistema.
El método utilizado contra Penas era igualmente eficaz, invadirle los sembrados con el ganado. Pocos años más tarde cuando un
vecino de Penas acortiñó una finca en el Agra da Fiouqueira sembrando nabos y después maíz:
«E aiñéranlle unha noite, e cun fouciño cortáronlle o maíz».
Sin embargo, este tipo de represalias individuales estaban animadas y respaldadas por grupos mayores. Y es aquí donde la
estrategia de Penas se complementa en el uso de instancias judiciales. En juicio verbal de faltas y en juicio de apelación ante el juzgado
municipal, la sentencia fue favorable a los demandados:
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«por faltar por parte de los demandados la intención criminal
... estando justif:cado para los efectos de este juicio la posesión en
que aienen los denunciadosy demcís aecinos del fiueblo de pastorear
en común sus ganados en las diferentes fiarcelas de que se comfione
'
el agro de Francos» (48).
En apelación al juzgado de primera instancia de Lugo la sentencia, en ^ambio, resultó condenatoria contra los demandados, tanto
en juicio penál (49) como en juicio civil:
«la finca objeto de la demanda pertenece en plena propiedad al
demandante y se halla en posesión de la misma, sin que por consi^uiente los demandados tengan derecho a utilizarla para pastorear
sus ganados . .. pues ellos m•mos reconocen que no existe contrato
alguno sobre el particular ni acreditaron la posesión inmemorial»
(50).
Es abismal la diferencia de lenguaje jurídico entre ambas sentencias. En el juzgado municipal, controlado por aquella oligarquía
local, la sentencia recurre a la manipulación de la ley que ya vimos,
y se remite a la lógica de un estado de cosas; en el juzgado de
primera instancia, el lenguaje es ya el del Código Civil, su inviolable
derecho de propiedad y los procedimientos de prueba exigidos para
legitimar una servidumbre. Legislación contra las derrotas y tribunales provinciales estaban ya disponibles medio siglo antes para
combatir el régimen de las agras. Lo significativo es que sólo se
recurriera a esos medios exitosamente cuando un proyecto agroganadero intensificador empezó a resultar incompatible con el mantenimiento de las agras, y la correlación de fuerzas resultaba favorable
a ese proyecto.
«E f:nalmente botamos aos das oaellas fora das agras, pro
monte. E despoes ainda os tiaemos que botar fo:a do monte».
(48)
Ibid.
(49)
Copia de sentencia de juicio penal, 22-VII-1911. Documentación privada.
(50)
Copia de sentencia de juicio civil, 29-IX-19l l. Documentación privada.
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