El Monasterio de Yuste. Historia y vicisitudes

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PATRIMONIO NACIONAL
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DEPARTAMENTO DE PRENSA
El Monasterio de Yuste. Historia y vicisitudes
El cenobio.
Los orígenes del Monasterio de San Jerónimo de Yuste se remontan a fines del siglo XIV cuando el prelado
placentino D. Pedro Hernández de Soria autoriza un cenobio en la ermita de San Cristóbal que estaba en la
ladera de uno de los cerros que circundan Plasencia.
En esta ermita se desarrolló la existencia de los anacoretas protegidos por el prelado que incluso en su
testamento les hizo donación de treinta y tres reales de plata y un maravedí.
A comienzos del siglo XV los dos eremitas que componían el convento deciden trasladarse desde Plasencia a La
Vera para tener mayor recogimiento. Después de asentarse en la Ermita de San Salvador que se ubicaba entre
las localidades veratas de Cuacos, Aldeanueva de la Vera y Garganta la Olla, empujados por los rigores
climáticos y la topografía del terreno, más adelante, se trasladan a otro emplazamiento menos agreste, eligiendo
para ello el que está entre los arroyos de Gilona y Vercelejo también llamado Yuste que dará el nombre al
Monasterio. Ante el escribano Martín Fernández y en Cuacos se produjo la donación de los terrenos el 24 de
Agosto de 1402.
Su fama se extendió pronto por los alrededores, agregándose más profesos a la Comunidad, por lo que hubo que
agregar nuevos espacios para el alojamiento y habilitar otras dependencias de trabajo como un taller de herrería,
otro de zapatería. Además se ocupaban de las tierras de labor. Su trabajo y dedicación produjeron cierta riqueza
por lo cual les reclamaron diezmos sobre la misma. Por ello solicitaron al Papa dispensa del pago de los tributos
y permiso para construir una capilla bajo la advocación de San Pablo, en honor del primer ermitaño. La bula se
les concedió en julio de 1407, pero el prelado de Plasencia nunca bendijo la iglesia para poder celebrar oficios y
les negó la titularidad de los bienes que poseían
Está situación les indujo a pedir amparo en la Orden Jerónima, porque su regla se adaptaba muy bien a sus
principios fundacionales.
Las gestiones que hicieron “los ermitaños de la pobre vida” como se les conocía, llegaron hasta el Infante D.
Fernando, hermano del Rey D. Enrique III, del que consiguieron el compromiso de solicitar una bula papal para
levantar un monasterio bajo la regla agustina y bajo la advocación de San Jerónimo. Finalmente en 1409, queda
constituido el claustro bajo el mandato del padre Juan de Robledillo, primer Abad de la Comunidad y en 1415
durante el Capítulo General de la Orden Jerónima celebrado en Guadalupe se produjo su incorporación definitiva
a la misma.
En diciembre de 2009, la Orden Jerónima abandona el Monasterio, para agrupar a todos sus monjes en el
Monasterio de El Parral en Segovia.
La vida monacal se reinicia en marzo de 2013, con la incorporación a la vida del Monasterio de la orden de
clausura polaca de San Pablo Eremita (Orden Paulina).
La construcción del Monasterio
No se tienen muchos datos sobre la construcción del primer convento. Si se conoce que a finales del siglo XV,
las donaciones del Conde de Plasencia y de muchos particulares, permitieron acometer una importante
remodelación del Monasterio. De la antigua construcción se conservarían la torre y la portada principal de la
antigua Iglesia, de la que, desaparecida también, sólo se conservaría la torre. En el piso alto del claustro se
incorporan veinticuatro celdas, la hospedería, el dormitorio de los novicios, la enfermería y un refectorio para los
monjes enfermos. En el bajo, junto al coro, estaban la celda del prior y seis celdas más. A poniente la sacristía y
en el piso alto una terraza que daba a la huerta y que en siguientes remodelaciones desapareció. Esta tipo de
galerías eran frecuentes en los monasterios jerónimos, y en el de Yuste se conocía como la judería porque allí se
alojaban los conversos procedentes de Toledo.
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A principios del siglo XVI se acomete una nueva ampliación porque la importancia del monasterio crecía cada
vez más y que será al postre la que hoy conocemos. Se construyó el claustro gótico y la nueva iglesia donde en
la bóveda de la capilla mayor aparece el escudo con las armas de los condes de Plasencia así como en la
vidriera y en los enterramientos del suelo, según el acuerdo que firmaron los condes con los monjes. El Obispo
de Plasencia sufragaría la sillería del coro y también hizo construir una casa para sus criados, conocida como La
Casa del Obispo, además de la Ermita de Belén, hoy en ruinas.
A mediados del siglo XVI los monjes completan el conjunto monumental que hoy conocemos con la construcción
de un nuevo claustro, el renacentista. Primero se edificó la parte septentrional con tres niveles de arcos donde
emplazaron el refectorio en la parte baja y arriba las celdas. El frente oriental hubo de ser remodelado en 1548
demoliéndose el último nivel y rehaciéndolo con factura de ladrillo y finalmente en 1554 Felipe II al organizar la
estancia de su padre acomete las obras necesarias para solucionar problemas de estabilidad. Así este claustro
pasa a ser el procesional y por tanto el principal. Tenía también una terraza acorde con la estética acostumbrada
de los monasterios jerónimos. El maestro cantero Fr. Antonio de la Cruz fue el encargado de las obras.
Desde el año 2004, el Monasterio de Yuste se incorpora a los bienes de Patrimonio Nacional quedando afectado
al uso y servicio de la Corona. La historia del Monasterio inició así una nueva etapa que condujo a que el
conjunto formado por el monasterio y su entorno pudieran conocerse y admirarse en su totalidad.
El Palacio Real.
A mediados del siglo XVI, la salud del Emperador Carlos V era cada vez más delicada y ya en 1543 encarga a
una comisión buscar el sitio más propicio para retirarse. Entre 1555 y 1556 abdica a favor de su hijo Felipe II y
posiblemente influido por D. Luis de Ávila y Zúñiga residente en Plasencia, decide que Yuste será el mejor sitio
para su retiro, momento en el que se empezó a construir la que será su última residencia para él y que debía
acoger a sus servidores.
En 1553 encarga a su hijo Felipe II y al secretario Juan Vázquez de Molina la entrega de dinero para su
construcción. El propio Carlos V diseñó las directrices de la que debía ser su “Casa” que no Palacio en Yuste,
sólo su hijo podrá tener alojamiento fijo, este consistiría en algo parecido a una celda. La premura del tiempo y
los deseos del Emperador de que el lugar para su retiro no tuviera ninguna pompa, determinaron las
características nada suntuarias del palacio. Esto no quiere decir que Carlos V no tuviera interés en seguir el
desarrollo de los trabajos, pidiendo la opinión a uno de los arquitectos más importantes de la época Alonso de
Covarrubias.
En mayo de 1554, Felipe II llegó a Yuste acompañado del arquitecto regio Gaspar de Vega. Con el plano
proporcionado por el Emperador desde Bruselas se determina el emplazamiento y seguramente realiza las
trazas del edificio, aunque hay fuentes que atribuyen tal autoría y la dirección de las obras al arquitecto jerónimo
Fray Antonio de Villacastín Los artesanos canteros y maestros carpinteros que hicieron los trabajos se buscaron
de la zona. Las obras comenzaron bajo la dirección general de Fray Juan de Ortega, monje del Monasterio de
San Bartolomé de Lupiana, las cuestiones administrativas las llevó Fray Melchor de Pie de Concha.
Ante el temor de que el Palacio no se terminase antes de la llegada de S.M. Fray Juan dispone que en el
convento se realicen las obras oportunas para acoger temporalmente al Emperador. Se habilitan para ello unas
dependencias anejas a los claustros, remodelando el dormitorio de novicios para que el emperador tuviera una
sala con su capilla y un dormitorio con una recámara, donde se pudiese ver tanto el altar como el presbiterio de
la iglesia, abriendo un vano que se ubicaba entre los dos claustros y que hoy aún se puede ver. Estas
dependencias nunca las usó porque hasta la finalización de las obras prefirió alojarse en el palacio de los Condes
de Jarandilla.
No obstante como el viaje del Emperador desde Laredo duró más de lo previsto, en Abril de 1555 se pudieron
finalizar las obras del Palacio salvo la rampa de acceso desde el jardín a la terraza que se iba a levantar delante
de la puerta de ingreso a las estancias de la planta superior. Esta terraza fue uno de sus lugares preferidos.
Ordenó que se porticara y además que se introdujeran algunos elementos decorativos como la fuente y un reloj
de sol. Asimismo algunas de las dependencias del convento se reconvirtieron; la antigua sala capitular pasó a
ser la cava y la antigua hospedería pasó a ser las habitaciones para el médico, los cerveceros y los panaderos.
En el exterior, ante la parte meridional de la casa palacio, se dispuso un espacio conformado en terrazas, frente a
un estanque que serviría para el riego de las huertas.
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Carlos V procuró que los enseres que adornasen fuesen de su gusto, entre
otros había varios tapices traídos de Flandes alguno de ellos formaban parte de la serie dedicada a la expedición
de Túnez, y asimismo se incluían libros religiosos de canto.
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