2.3 LA TEORÍA COMPRENSIVA COMO PERSPECTIVA TEÓRICA

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2.3 LA TEORÍA COMPRENSIVA COMO PERSPECTIVA TEÓRICA PARA EL
ANÁLISIS SOCIAL
2.3.1. Max Weber y su aportación a las Ciencias Sociales.
Sociólogo alemán (Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich,
Baviera, 1920). Max Weber era hijo de un jurista y
político destacado del Partido Liberal Nacional en la
época de Bismarck. Estudió en las universidades de
Heidelberg, Berlín y Gotinga, interesándose
especialmente por el Derecho, la Historia y la
Economía.
Las primeras investigaciones de Max Weber versaron
sobre temas económicos, algunas de ellas realizadas
por cuenta de los intelectuales reformistas
conocidos como «socialistas de cátedra». Desde
1893 fue catedrático en varias universidades
alemanas, fundamentalmente en Heidelberg, salvo
los años 1898-1906 en que, aquejado de fuertes
depresiones, dejó la enseñanza para dedicarse a
viajar y a investigar.
2.14 Max Weber se
esforzó por elaborar
una teoría que le
permitiera orientarse
entre las causas de la
vida social
Fundador de la teoría social comprensiva. Max Weber escribe en la época del
primer gran auge del capitalismo; cuando surgen los monopolios, los obreros
crean grandes sindicatos y se forman partidos socialistas de masas mediante
los cuales luchan por limitar la jornada de trabajo y regular el trabajo
femenino e infantil. Su teoría consistió en la revaloración de los fenómenos
culturales e individuales, y fue promotor de una profunda modernización para
lograr superar muchos de los problemas sociales.
El mismo proyecto de una ciencia social era parte de esta racionalización de
la sociedad, pues permitía un nuevo tipo de conocimiento, más preciso que
las opiniones comunes y que al ubicar al individuo y a las instituciones en un
proyecto general de modernización, permitiría dar claridad a la sociedad.
Estudiaba entonces donde había insuficiente modernidad y luego proponía
esquemas y reglas para su renovación. La ciencia social es así un medio para
la modernización y realización de la vida.
Max Weber, se esforzó también por elaborar una teoría que le permitiera
orientarse ante las múltiples causas de la vida social y por llevar a cabo
estudios de carácter científico sobre los motivos de la acción humana. Se
trata de hacer ciencia social pero no viendo a la sociedad como una totalidad
de relaciones sociales materiales (como Marx); o como un cuerpo que
funciona y se mantiene (como Durkheim), de tal modo que en ella no hubiera
los signos vitales característicos de lo humano: pasión, sentimientos,
experiencia y pensamientos, sino incluyendo éstos en los hechos sociales y
considerándolos también científicamente.
Como puede observarse, la sociedad es un producto de las acciones
individuales de los hombres, pero en donde es muy importante incluir sus
sentimientos, experiencias y pensamientos. Hay que incluir, entonces, a los
factores culturales como una parte primordial en la explicación: sus valores,
normas, imágenes del mundo, ideas de lo moral, el prestigio, el éxito, el
fracaso, lo bueno, lo malo, etcétera. Como ejemplo, diremos que si el
científico estudia el suicidio, no se trata de que investigue quienes son los que
más recurren a la privación de su vida, sean hombres o mujeres, niños,
jóvenes, adultos, católicos, o protestantes, etcétera. Sino tratar de entender
en casos típicos las razones, los motivos y sentimientos que unidos llevaron al
suicida a tomar esa decisión. Así, habrá casos en que el motivo sea pasional,
sentimental, subestimación personal, pérdida de valores, etcétera.
Weber creía que buena parte de los problemas sociales eran motivados porque
la sociedad no acababa de ser moderna: el capitalismo era la sociedad en que
la modernización era una fuerza positiva que debía ser cultivada. A esta
tendencia continua al mejoramiento sobre reglas claras y razonables le llamo
racionalización. El alma del capitalismo era este impulso por ordenar,
organizar, establecer normas claras y racionales, fines y motivos precisos,
fincados en la ciencia.
Para Weber la sociedad no debe entenderse como una realidad fija que se
impone a las personas, sino como un conjunto social que si bien tiene vida
propia es creada por la acción social de los individuos. El reto de entender
como se da este vínculo entre sociedad y acciones sociales individuales pasa
por la comprensión de los motivos y significados que tienen las acciones en las
personas, la importancia de los valores y contextos culturales con los que
justificamos y damos sentido a lo que hacemos y la relevancia del modo como
las personas valoramos lo que debemos o no hacer.
1. La acción individual de las personas, que consiste en todas aquellas
actividades personales que son importantes solo para nosotros y que a la
vez no tienen efecto o influencia en otras personas.
2. La acción social de las personas que consiste en todas aquellas actividades
que efectuamos los individuos y que son importantes no solo para nosotros,
sino que también influye en los demás.
Los cuatro tipos básicos de acción social que tenemos los individuos según
Weber son:
– El comportamiento orientado por fines y medios racionales. Surge con la
sociedad moderna, es entonces el modelo del comportamiento moderno.
Surge cada vez que las personas podemos elegir algún propósito de modo
individual, sin que haya algo o alguien que nos lo imponga,
– El comportamiento orientado por creencias en valores. En este tipo de
comportamiento sólo podemos elegir los medios, pues los fines que nos
orientan están predeterminados por nuestras creencias y convicciones.
– El comportamiento orientado por emociones. En éste, nuestros fines y
medios lo dictan los impulsos emocionales o sentimentales, no el
pensamiento y el cálculo.
– El comportamiento orientado por la tradición. Igual que en el anterior caso
los fines y los medios no los pensamos ni elegimos nosotros, sino una
fuerza ahora externa: la costumbre y la tradición.
El concepto de la sociedad de Max Weber se construye a partir de la trama de
acciones sociales que desarrollan los individuos en un momento determinado,
que tiende a entrelazar las acciones orientadas por valores, por la tradición,
la costumbre y las orientadas a fines racionales. Ésta sociedad tiende a la
racionalización o al predominio de la acción racional sobre las otras tanto en
las instituciones como en las relaciones interpersonales.
En 1909 fundó la Asociación Sociológica Alemana, fue un gran renovador de las
ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia
de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas
disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias
físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con
conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender. Propuso el
método de los tipos ideales, categorías subjetivas que describen la
intencionalidad de los agentes sociales mediante casos extremos, puros y
exentos de ambigüedad, aunque tales casos no se hayan dado nunca en la
realidad; Weber puso así los fundamentos del método de trabajo de la
sociología moderna -y de todas las ciencias sociales-, a base de construir
modelos teóricos que centren el análisis y la discusión sobre conceptos
rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue la obra de Weber sobre La
ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905); trabajando sobre los
tipos ideales del «burgués», la «ética protestante» y el «capitalismo
industrial», estudió la moral que proponían algunas sectas calvinistas de los
siglos XVI y XVII para mostrar que la reforma protestante habría creado en
algunos países occidentales una cultura social más favorable al desarrollo
económico capitalista que la predominante en los países católicos.
En términos generales, puede decirse que Weber se esforzó por comprender
las interrelaciones de todos los factores que confluyen en la construcción de
una estructura social; y en particular reivindicó la importancia de los
elementos culturales y las mentalidades colectivas en la evolución histórica,
rechazando la exclusiva determinación económica defendida por Marx y
Engels. Frente a la prioridad de la lucha de clases como motor de la historia
en el pensamiento marxista, Weber prestó más atención a la racionalización
como clave del desarrollo de la civilización occidental: un proceso guiado por
la racionalidad instrumental plasmada en la burocracia.
Todos estos temas aparecen en su obra póstuma Economía y sociedad (1922).
Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó
a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas de
su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). Y después de la derrota
adquirió influencia política como miembro del comité de expertos que acudió
en representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París
(1918) y como colaborador de Hugo Preuss en la redacción de la Constitución
republicana de Weimar (1919).
La sociología comprensiva: Max Weber
2.15 La tolerancia social a
permitido que se
establezcan diversas
sectas o ritos religiosos en
nuestra sociedad.
De acuerdo con Weber la sociología es la ciencia que
interpreta la acción social para explicarla causalmente
en su desarrollo y efectos, entendiendo por acción como
una conducta humana en la que el individuo o
individuos de la acción la enlacen con un sentido
subjetivo. La acción social estaría referida a la
conducta de otros. Pero lo que interesa al autor es el
sentido de la acción susceptible de ser comprendida.
Destaca
en
la
investigación
sociológica
la
intersubjetividad o el cúmulo de relaciones entre sujetos movidos por la
intencionalidad, relaciones dotadas de un sentido que las hace comprensibles.
Así trata de captar la lógica que subyace a los fenómenos sociales, con lo que
establecer inferencias causales y modelos tipológicos.
Para el autor, la sociología debe ser comprensiva y no unilateral, no
prejuzgando los elementos de fondo, sino contrastando las racionalidades
aceptando que alguna de ellas es predominante.
Así también, consideraba la Sociología como una ciencia de la cultura con una
metodología apartada de las ciencias naturales. Pone en relieve la
inseparabilidad que existe entre sociedad y los factores culturales que le
afectan.
Introduce un enfoque en el análisis del poder que nunca antes había sido
utilizado, no sólo ve el poder desde el punto de vista del gobernante sino
también desde el punto de vista del súbdito. Para ello distingue dos
conceptos, el macht (poder desnudo) y el Herrschaft (forma compleja de
dominación).
Según Weber las personas o grupos deben aceptar la autoridad como algo
legítimo, por tanto esta autoridad debe legitimarse mediante procesos de
dominación complejos. Cuando estos sistemas de autoridad hacen quiebra a lo
largo de la historia se cambian por otros.
Distingue tres tipos ideales de dominación: el carismático, el tradicional y el
racional-legal.
La legitimidad carismática es definida como aquella que descansa en la
santidad, heroísmo o ejemplicidad de la persona, es la forma de legitimidad
propia de las sociedades antiguas, la entraña del sistema carismático de
autoridad es su excepcionalidad, como en el Israel de Moisés. Cuando el
carisma se hace rutinario aparece el tipo de dominación tradicional el cual
descansa en la tradición de las instituciones creadas en la etapa anterior por
esas personas excepcionales, lo que le otorga legitimidad. La tradición
descansa en sí misma, el ejemplo más notable de este tipo serían las
monarquías medievales y absolutistas, en las que el carácter hereditario
supone la aceptación de esa autoridad como legítima. En estas sociedades
estamentales la movilidad social es inexistente, cuando aparece ese deseo de
movilidad es cuando aparece el tipo racional-legal. Este sistema está basado
en la adecuación de una serie de normas que se consideran justas, igualitarias
y aceptadas voluntariamente por el conjunto de la sociedad. El ejemplo
característico de este tipo de dominación serían los regímenes salidos de la
revolución francesa o de la independencia americana.
Weber define clase social como aquel grupo que comparte una idéntica
situación con respecto a la provisión de bienes, posición y destino personal. La
primera clasificación que realiza diferencia entre clases propietarias y no
propietarias, aunque parece referirse a la división de clases en sociedades
antiguas. Con respecto a la moderna clasificación, la establecería en función
de su posición en el mercado, atendiendo a la producción, la especulación
financiera y el consumo. Básicamente diferencia entre empresarios y
trabajadores con una serie de clases intermedias entre las dos (funcionarios,
artesanos, etc.).
Los trabajadores se distinguen en: cualificados, semicualifícados y no
cualificados; entre los empresarios vemos a empresarios, comerciantes,
armadores, etc.
Max Weber: Los cuatro tipos ideales de orientación de la acción social.
Partiendo de la pretensión de fundar una sociología comprensiva, es decir una
“ciencia que pretende interpretar, la acción social para de esa manera
explicarla en sus desarrollos y efectos” (Weber, 1944: 5), Weber define a la
acción social como cualquier tipo de proceder humano que significativamente
“...se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser presentes o
esperadas como futuras” (Weber, 1944: 16).
El énfasis puesto por Weber en su construcción de una sociología
interpretativa y en el sentido subjetivo de la acción, hace que la acción
humana sea entendida como aquella cuyo sentido subjetivo hace referencia a
otro individuo o grupo.
Pero ya sea que la acción sea realizada en referencia al significado subjetivo
de quién la ejecuta o por su relación con un tipo ideal de significado
subjetivo, esto, en principio, no alcanzaría para establecer una distinción
clara entre los modos de obrar basados en causas racionales y los
comportamientos meramente irreflexivos.
Debido a que muchas de las acciones humanas se hallan influidas por
emociones o valores, Weber establece el principio de construcción racional de
los “tipos ideales”. Metodológicamente el tipo ideal constituye lo que podría
denominarse un principio de “acción racional” por lo que, si éste es
especificado, el hecho de desviársele es útil para el estudio de la acción en su
relación con el posible influjo de elementos irracionales.
De este modo, el tipo predominante de influjo -racional o emotivodeterminará la clase de “captación interpretativa de sentido” que realizará el
investigador.
En términos generales Weber distingue cuatro tipos de orientación del
proceder social:
– Racional con arreglo a fines.
– Racional con arreglo a valores.
– Afectiva.
– Tradicional.
En el primero de estos cuatro tipos se pondera el elemento racional en
términos de cálculo de medios para alcanzar un fin, valorando racionalmente
las probables consecuencias de los actos y comparando la efectividad relativa
de los diversos medios como las consecuencias que se puedan derivar de su
obtención y de los medios utilizados para alcanzarla.
A diferencia del primer caso, la acción racional con arreglo a valores implica
la orientación del accionar hacia la consecución de un ideal que constituye
objetivos coherentes hacia los que el individuo dirige su actividad. De este
modo la principal diferencia entre este tipo de acción y la afectiva es que la
última no supone que el individuo posea un ideal definido a través del cuál
orienta su accionar, por lo que podemos comprender que la acción afectiva
se desarrolla bajo el influjo de un estado emotivo y, siguiendo el esquema
weberiano, ésta se hallaría en los límites de lo significativo y no significativo,
debido a que su sentido no se establece en la instrumentación de medios
hacia fines sino en realizar un acto “por que sí'”.
El cuarto de los casos lo constituye la acción tradicional en la que el impulso
del acto se desarrolla bajo el influjo de la costumbre y el hábito y procede de
un conjunto de ideales o símbolos que no poseen una forma coherente y
precisa.
Esta suerte de taxonomía conceptual desarrollada por Weber no tiene por
objeto establecer una clasificación general de la acción social sino que podría
ser comprendida como un esquema típico ideal cuyo fin es establecer
mediciones racionales sobre las cuáles analizar las desviaciones irracionales
de la acción.
De este modo, la condición de predicibilidad de la acción humana se apoya en
su carácter relacional (toda acción implica necesariamente una relación
social) lo que supone uniformidades de conducta que se establecen por medio
del “uso” y la “costumbre”.
2.3.2. Problemas sociales desde la perspectiva de la
teoría comprensiva.
Tergiversación de valores en los jóvenes.
"Los valores son cualidades de las acciones, de las
personas, de las cosas, que las hacen atractivas”.
La perspectiva de la teoría comprensiva de la acción social
nos permite analizar las identidades y valores de los
jóvenes bajo otros criterios. Usualmente los valores de los
jóvenes son estudiados de un modo externo por teorías
como el estructural funcionalismo, que valiéndose de la
oposición entre tradición y modernización terminan por
defender los valores tradicionales de los adultos como si
estos fueran los “mejores valores descubiertos en la
actualidad”, concluyendo en una actitud conservadora y
poco científica.
La perspectiva científica que nos ofrece Max Weber nos
proporciona un acercamiento científico distinto, ya que su
método nos exige, para una cabal comprensión del
tema, “ponernos en el punto de vista del actor” con
una actitud comprensiva. Éste es su punto de partida.
2.16 La amistad es un valor que
adquiere un significado muy
especial para los jóvenes.
El tema de los valores es sin duda polémico, pues cada
actor, generación o clase social tiene su propio concepto de esto. El científico
que quiera estudiar los valores de los otros enfrenta el problema de que sus
propios valores lo orientan a tener una menor o mayor simpatía sobre los de
otros. Un adulto que quiere entender los valores de los jóvenes enfrenta el
problema de que el mira sus valores como los adecuados y los de los jóvenes,
como una desviación, corrupción o alteración de los valores genuinos, que
son, por supuesto, los que él sostiene.
Bajo la perspectiva de la teoría comprensiva, los sistemas culturales
tradicionales entran en conflicto con los procesos de modernización que
acompañan al capitalismo; esto significa que la sociedad moderna trae
consigo comportamientos que al principio son minoritarios y hasta anormales,
pero que poco a poco se van haciendo más aceptados y habituales.
La perspectiva comprensiva implica que no juzguemos desde nuestra posición
los valores de los otros: si somos tradicionales, no mirar como malos los
valores modernos, simplemente entender que estos valores son estructuras
que encuentran las nuevas generaciones y que tienen que vivir con ellos si
quieren triunfar en el marco de las nuevas reglas capitalistas. Visto así
quienes son personas individualistas, egoístas, eficientes, etcétera; están
simplemente asumiendo un grupo de valores que les tocó vivir y que son
válidos y tan significativos que diariamente orientan su comportamiento sobre
la base de ellos. Para Weber, se trata entonces de comprender el mundo
como ellos lo hacen, no de acuerdo con nuestros valores.
Los valores que reciben los jóvenes sirven para orientar sus conductas en el
medio que viven. Si el medio esta cambiando, sus valores lo harán, de otro
modo ellos fracasarán. Asumen entonces cambios en los valores solo para
poder sobrevivir en su medio que se hace cada vez más urbano, moderno y
sujeto a la racionalización capitalista. Pedirles que sostengan valores
tradicionales es tanto como pedirles que se aíslen, pues no les servirán para el
tipo de problemas que viven.
Bajo esta perspectiva, los jóvenes no están tergiversando valores, sino
simplemente modificándolos lo suficiente para poder sobrevivir en su mundo.
Este proceso implica comprender sus valores, ponerse en su mundo y en las
posibilidades de acción que tienen, para ayudarle a decidir qué caminos
tomar. Los valores se deben ajustar a estos nuevos mundos que les toca vivir a
los jóvenes, sin perder su orientación básica: respeto a la vida, a la persona,
al comportamiento genuino, a la familia, pero sobre bases distintas.
Globalización e imaginación. La comunicación es hoy otro lugar indispensable
para estudiar la crisis y reelaboración de los valores morales de la juventud.
Los recursos traídos por la informática permiten conectar el mundo en un
ambiente que facilita el cambio y consumo de información, de transferencia
de imágenes, ideas, diferencias. Los medios de comunicación no producen los
valores morales propiamente, pero refuerzan aquellos que transmiten.
Además, propician una atmósfera de encuentro común en el que, para la
juventud, se fortalece una imagen de su vida, de su realización personal y de
sus correspondientes valores y comportamientos morales. No hay que
menospreciar la libertad creativa con que las personas jóvenes concretas
participan en estas redes de comunicación. Pero también es innegable el
poder de influencia que tienen los modelos ofrecidos. La moda, el deporte,
algunos intereses principales, la manera de ser joven. Una tendencia es, por
consiguiente, la de reforzar algunos modelos de juventud, a través de un
planteamiento virtual.
Aprecio de los valores de la subjetividad. En sintonía con la cultura moderna
que privilegia al individuo, esta juventud se muestra más atraída por los
valores e intereses de los individuos y los grupos pequeños como los que se
empeñan en la transformación completa de la sociedad. Los movimientos
sociales que más les atraen son los que se relacionan con sentimientos
humanitarios y ambientales; y mucho menos los de cuño más políticomilitante. La dimensión lúdica, deportiva y cultural predomina sobre lo
reivindicativo o de influencia social; las instituciones que más les inspiran
confianza son las que se basan en las relaciones interpersonales: la Iglesia,
prensa, sindicatos, instancias gubernamentales, que tienen un nivel medio de
aceptación; con oportunidad de una mayor aceptación en la medida en que se
muestren más democráticos y más cercanos a la vida cotidiana.
Actitudes de tolerancia o de relativismo. La juventud acepta con más
facilidad el pluralismo ideológico y social. Se inclina a aceptar a las personas
en el conjunto de sus circunstancias sin llegar a discutirlas. Estaría aquí la
expresión de una sociedad bajo la señal del pluralismo; bombardeado por
imágenes y diversificación de mensajes.
Autoafirmación. Más exactamente porque bajo el impacto del pluralismo,
puede notarse la inseguridad y la necesidad de autoafirmación de esta
generación (post)moderna de jóvenes. La afirmación del individuo no consigue
ser suficientemente fuerte para superar el anonimato en medio del
pluralismo. El déficit de identidad personal es enormemente grave en el
mundo juvenil. De ahí que se busque una “identidad prestada” en grupos de
tiempo libre o de carácter religioso, en tribus urbanas, en grupos violentos de
ideologías extremistas, en sectas, que acogen a jóvenes sin una identidad
lograda, dándoles un apoyo colectivo que llene el vacío psicológico. Esta falta
de identidad explica la obsesión por la imagen: la ropa y la moda en general,
instrumentos de uso “consagrado” entre los jóvenes, como el medio, símbolo
de un grupo, son recursos que buscan llenar la necesidad social de pertenecer
a un grupo. También expresan esta ansiedad de auto-afirmación.
La amistad como valor: la amistad adquiere un significado especial para los
jóvenes. Se vuelve un elemento afectivo del que se necesita, y al mismo
tiempo un encuentro de auto-afirmación y de reforzamiento de la identidad.
Una red de amigos significa, de algún modo, estabilidad emocional e
integración social para los jóvenes; de ahí la importancia de los grupos de
amigos y sus momentos de expresión e iniciativas. También por esto en sus
problemas, el o la joven no busca tanto una voz de un orientador de
experiencia como una persona amiga.
Es típico el hecho que se verifica: en el período de la formación, vemos más a
los jóvenes conversando con sus iguales de sus problemas íntimos, que con las
personas encargadas de la formación. En las relaciones interpersonales
aparecen dos tendencias aparentemente contradictorias: buscar relaciones
que no generan compromisos serios, pero al mismo tiempo, ansiar la
fidelidad.
Valoración del placer y de la fiesta: La cultura moderna, aunque experimente
una profunda ambigüedad de desigualdad, de exclusión, y albergue los dolores
de una humanidad en su mayor parte empobrecida, no obstante todo esto,
cultiva sueños de la felicidad y de placer; de ocio y de tiempo libre. La
juventud moderna tiende a vivir al máximo esta propuesta y los recursos que
se le ofrecen. Distanciada de las relaciones de trabajo, tiende a no cultivar
grandes aspiraciones económicas así como no tener una necesidad de ahorrar.
Los propios padres son, muchas veces, los que favorecen esta tendencia, al
querer ofrecer a sus hijos aquello que, en términos de consumismo, ellos
mismos no tenían en su juventud. El tiempo de la fiesta se vive como libre de
las coerciones y normas.
Junto con la fiesta, el placer merece observaciones específicas. Aunque la
sociedad contemporánea no prescinda de formas de culpabilización, es
bastante evidente como se distancia hoy la relación entre placer y culpa. Así,
se vuelve difícil para los jóvenes percibir y reconocer los límites o por lo
menos las posibles ambigüedades éticas entre el placer y la fiesta. La actual
generación de jóvenes, la noche se ha convertido en su símbolo por
excelencia: es el tiempo “sin tiempo”, sin reloj y sin horario, es el espacio de
la libertad sin disciplina y sin exigencias externas, es el lugar de la
ambigüedad y de la seducción, de las emociones y de la fragilidad, del placer
y de la vulnerabilidad.
El fenómeno de aculturación.
El fenómeno de la aculturación, denomina el proceso de adaptación a una
cultura, o de recepción de ella, de un pueblo por contacto con la civilización
de otro más desarrollado.
La aculturación consiste en la transmisión y difusión de los valores de una
cultura hacia otra. La cultura cuyos valores adquieren vigencia sobre los otros
es la dominante, en tanto la cultura receptora que se va desintegrando o
adaptando es la dominada. Este fenómeno se da en procesos de conquista
militar de un pueblo sobre otro, o invasión simplemente cultural por el
predominio de una técnica sobre otra.
Explicar este fenómeno desde la perspectiva de la teoría comprensiva resulta
interesante, porque nos permite entender como es que los integrantes de la
cultura receptora asumen valores de la cultura dominante. Aplicando el
método de este enfoque tenemos que tratar de comprender el sentido de la
acción de los miembros de la cultura receptora; esto es, ponernos en el lugar
de quienes teniendo una cultura determinada de pronto se enfrentan a
valores externos que tratan de entender o rechazar. La cuestión es qué
sentido dan a la aceptación de los valores externos, y cómo lo hacen; o bien
qué sentido dan al rechazo a esos valores externos y cómo lo hacen.
Frente al vocablo aculturación, el cubano Fernando Ortiz propone el uso del
término transculturación y lo presenta de la siguiente manera: "entendemos
que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso
transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en
adquirir una cultura, que es lo que en rigor indica la voz anglo-americana
aculturación, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida
o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial
desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos
fenómenos culturales que pudieran denominarse neoculturación".
Dicho concepto de las influencias y las transformaciones culturales, nos
permite ver el punto de vista latinoamericano del fenómeno, y revela una
resistencia a considerar la cultura propia y tradicional, que recibe el impacto
externo que habrá de modificarla, como una entidad solamente pasiva o
incluso inferior, destinada a las mayores pérdidas, sin ninguna clase de
respuesta creadora.
En el proceso de transculturación podrían identificarse tres etapas:
Primera
Segunda
Tercera
Una parcial pérdida de la cultura que
puede alcanzar diversos grados y afectar
variadas zonas trayendo consigo siempre
la pérdida de componentes considerados
como obsoletos.
La incorporación de la cultura externa.
El esfuerzo de recomposición mediante el
manejo de los elementos que sobreviven
de la cultura originaria y los que vienen de
fuera.
Entonces, se puede decir que hay pérdidas, selecciones, redescubrimientos e
incorporaciones, y que estas operaciones se resuelven dentro de una
reestructuración general del sistema cultural, que es la función creadora más
alta que puede cumplirse en un proceso intercultural.
Fanatismo religioso
Explicar el fanatismo religioso desde la
perspectiva de Weber o de la teoría comprensiva
nos lleva a abordar primero el tema del impacto
que ha tenido la modernización en las sociedades
tradicionales y como la religión se ha convertido
en un espacio de resistencia a la misma y después
de cómo una parte de las iglesias se convierte en
una secta fanática y se auto adjudica la misión de
conservar las tradiciones con formas de lucha
extrema a nombre de la sociedad tradicional.
Desde la perspectiva de la teoría comprensiva, el
fanatismo religioso es una reacción cultural a la
modernización capitalista que adoptan grupos de
individuos que pretenden encontrarle un sentido
a la vida refugiándose en las tradiciones y en
textos religiosos, adoptando formas de crítica y acción extremista, muchas
veces violenta.
2.17 Mucho se habla de que el
acto terrorista que destruyo las
torres gemelas fue producto del
fanatismo religioso.
El fanático es un hombre obsesionado por algún pensamiento práctico, por un
objetivo social que trata de hacer realidad a toda costa, concretamente a
costa del respeto debido a sus conciudadanos. El fanático, para el logro de sus
fines, es maquiavélico y no duda en conculcar el orden ético y el legal. El
fanático no es desde luego un demócrata, porque piensa que sólo él o unos
pocos como él han visto la verdad práctica y que a ellos corresponde
realizarla mediante una acción violenta. En el fanático se aloja una carga de
violencia potencial: está dispuesto a utilizar la violencia si fuera precisa para
sus fines; violencia física (agresión), violencia psicológica (terror) y violencia
intelectual (engaño), todo como medio para violentar o contrariar las
voluntades de quienes se oponen a sus proyectos.
Es característica del fanático la obstinación, la enérgica y casi inconmovible
persistencia en su actitud decidida. Ciertas convicciones elementales forman
parte de dicha actitud y la alimentan; éstas varían según los diversos grupos
sociológicos de fanáticos. Pero se puede hablar de una convicción universal
que ceba y sostiene cualquier fanatismo: el maquiavelismo que justifica
cualquier medio en función de un fin que el fanático coloca como absoluto en
su sistema de valores. La coherencia del fanático depende de esta última
convicción.
Además, es típico del fanático descartar el diálogo como un elemento
absolutamente inútil, porque el fanático renuncia al ideal de que su empresa
y las convicciones peculiares que la guían puedan ser comprendidas y
aceptadas pacíficamente por la comunidad. El fanático no cree que la
inteligencia sea un patrimonio común de la Humanidad
en la cual deben fundarse las relaciones sociales. Por
eso, sus palabras no quieren ser razonables ni
razonadas, sino sólo persuasivas e impulsivas: su
discurso público se apoya sobre lemas y no sobre
razones.
Un signo para distinguir al creyente religioso del
fanático: uno busca el diálogo porque es un vehículo
2.18 Símbolo Masónico.
hacia la prudente tolerancia; el otro lo rechaza
porque lo desprecia e incluso lo teme: cualquier tolerancia le resulta
inconcebible e inaceptable. Las comunidades religiosas pueden albergar
dentro de sí a hombres fanáticos, hombres cuya fe religiosa ha degenerado en
creencia fanática. Parece importante subrayar que resulta inexacto hablar como desgraciadamente acontece con frecuencia- de fanatismo religioso.
El fanatismo sólo merece esta calificación de religioso extrínsecamente; es
decir, se trata de un fanatismo que surge en el espíritu de hombres que han
sido religiosos o que han estado en contacto con ideas religiosas. Pero sería un
error entender esa expresión como si el fanatismo fuera consecuencia de la
religiosidad. Fanatismo y religiosidad se oponen netamente entre sí, porque la
esencia de la religiosidad es la sumisión y obediencia a un Dios que es la
Bondad. El fanático es, por contraste, un hombre que ha elegido por sí mismo,
siguiendo su propio parecer, prescindir de algunas creencias, adoptar otras e
imponerlas violentamente a la sociedad; en la elección de una coherente y
violenta cerrazón se ha equivocado gravemente, se ha convertido en un
instrumento de maldad.
Las atrocidades del fanatismo se han visto en ejemplos como el suicidio
masivo de la secta de Mason en los EE.UU.; Waco, Texas y los innumerables
terroristas “auto inmolados” a su dios, Alá. En casos menos escandalosos pero
igualmente fanáticos: en las curaciones masivas en congresos carismáticos
protestantes.
En el campo religioso, fanatismo significa también carencia de racionalidad,
de discernimiento, de instrucción. La pasión predomina excesivamente sobre
las emociones y a veces se impone a la razón. En la religión, los fanatismos
son siempre perjudiciales, puesto que revelan un desequilibrio de la persona;
esto, incluso, puede ser “contagiado” en ambientes masivos como estadios,
grandes auditorios, etc.
Este fanatismo religioso lo encontramos hoy también en otros grupos
religiosos, como católicos, protestantes, judíos, etcétera; en los cuales se han
desarrollado minorías ultra religiosas que defienden la autenticidad y pureza
tradicional en su fe. El fanatismo puede surgir en cualquier religión, ya que
siempre habrá quienes quieran defender el sentido auténtico de un credo, una
fe o una costumbre, y que lo harán con mayor fuerza si se ve amenazado por
religiones externas o por afrentas militares extremas.
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