entrañable. No solo se conmueve sentimentalmente, sino que de la preocupación pasa a la ocupación para sanar el corazón humano, y con corazones nuevos rehace el mundo creado y renueva los lazos rotos de la familia humana. Sin corazones nuevos no cambia el mundo. Las mejores leyes, las más completas instituciones, los más abundantes almacenes de recursos fracasan si la Misericordia no se convierte en el bálsamo que cura las heridas y devuelve al ser humano la capacidad de conmoverse y de llorar. Lo que más contribuye a que el desorden y el odio se extiendan es la indiferencia de los corazones. El primer viaje del Papa Francisco después de su elección fue en julio de 2013, cuando se trasladó a Lampedusa a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias; allí celebró la Eucaristía en sufragio de los 300 emigrantes ahogados en el Mediterráneo: Hemos caído en la globalización de la indiferencia -decía-. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne! ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por esas personas que iban en la barca? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar, de “sufrir con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar! Queridos jóvenes: ¡hagan un mundo distinto! Sí, cuando conectamos unos con otros, cuando conectamos con Padre Dios, cuando nos conmueve la ternura del Padre para con nosotros y nos convertimos en testigos de su ternura, entonces VA CAMBIANDO EL MUNDO, aparece un mundo distinto, una nueva familia humana. Desde que Jesús, el Hijo, recorrió nuestros caminos, sigue cambiando el mundo. Acérquense a Jesús. Que Él nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo. Un abrazo, queridos jóvenes Francisco, Obispo -6- MONSEÑOR FRANCISCO CASES ANDREU ENCUENTRO DIOCESANO DE JÓVENES CONECTA, CONMUÉVETE... Y CAMBIARÁ EL MUNDO. LA ALDEA DE SAN NICOLÁS 1-3 DE ABRIL DE 2016 amor de esa mujer a la que se le ha perdonado mucho, que su frialdad crítica que ignora qué es amor. Es él quien salva de las mortales pedradas a la adúltera, animándole a vivir el futuro sin pecado, sin condena y sin odio. Es él quien, clavado en la cruz, pide al Padre que perdone a quienes le están matando porque no saben lo que hacen, y el que acoge en el último momento la súplica de perdón del ladrón crucificado junto a él. ... Y CAMBIARÁ EL MUNDO ¿Vale más un europeo muerto en Bruselas que un cristiano paquistaní asesinado en un parque de Lahore por la misma razón fanática? Esta pregunta aparecía hace pocas fechas en un diario español. Durante días y días los atentados de Bélgica han llenado columnas y columnas de los diarios de todos nuestro países de la vieja Europa. Casi por casualidad encontrabas en un pequeño rincón de alguna página de algún diario la noticia de que más de cuatrocientas eran las víctimas de un atentado selectivo, contra los cristianos que celebraban la Pascua en Pakistán, y de que más de setenta habían muerto. La razón, o sinrazón, del atentado de Bruselas es la misma que la del atentado de Lahore en Pakistán, y la misma que la del de Bagdad unos días antes, y el de Nueva York, y el de Atocha en Madrid, y el de Londres, y el de Turquía. Y la razón, o la sinrazón, de la diferencia con la que el mundo mira unos y otros. Porque esa razón, o sinrazón, está dentro del corazón de los humanos. El hombre ha roto el precioso regalo de la creación y la convivencia de la familia humana, con mil contaminaciones en la tierra, el aire y el agua, y mil golpes y gritos de violencia, de odio, de envidia y de rencor. Padre Dios, tal como su propio Hijo Jesús nos lo ha mostrado, se conmueve con Misericordia -5- hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón (MV 6). Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, es el Rostro de la Misericordia del Padre. Se conmueve con misericordia entrañable cuando mira la multitud que le busca, y la contempla extenuada y abandonada como ovejas que no tienen pastor. Se conmueve con misericordia entrañable cuando escucha la súplica de los dos ciegos de Jericó o el leproso que le suplican para que les abra los ojos o le dé la salud. Se conmueve ante el cortejo fúnebre del hijo de la mujer viuda, o ante la noticia de la muerte del amigo Lázaro. Es él mismo quien se esconde en los personajes de tantas parábolas que inventó para anunciar el don de la misericordia entrañable. Es él el samaritano que al ver al hombre herido en el camino de Jericó, en la senda de la vida, no pasa de largo dando un rodeo como hicieron el sacerdote y el levita, sino que se conmueve y baja de su cabalgadura para ofrecer su consuelo al herido y poner los medios para sanarlo. Es él el pastor que se duele porque le falta una oveja, que se ha perdido por los montes, y sale a buscarla hasta encontrarla; es él el ama de casa que ha perdido una moneda y revuelve toda la casa hasta dar con ella; es él el padre de la parábola que ve de lejos a su hijo, el que se marchó de casa, y se conmueve y sale corriendo, se le echa al cuello y lo llena de besos, sin pedirle explicaciones y ofreciéndole un banquete, es él el que invita a tantos hermanos mayores que no quieren compartir la alegría del banquete del regreso del hermano para que aprendan a llamarlo así, hermano, y entren en la sala del banquete. ENCUENTRO DIOCESANO DE JÓVENES La Aldea de San Nicolás, 2-3 de abril de 2016 CONECTA, CONMUÉVETE... Y CAMBIARÁ EL MUNDO. Muy queridos jóvenes: El día 1 de Marzo escribí una carta para invitar a los jóvenes de la Diócesis, a Ustedes, a participar en este Encuentro. Algunos de los que están aquí, -todos, muchos o pocos-, la habrán conocido y leído. Me he sentido impulsado a ampliar un poco la expresión de las ideas que en ella exponía y entregarles a todos hoy este escrito, que no es más que eso, una ampliación de lo que ya les decía para invitarles a venir. Se trata en realidad de comentar el lema del Encuentro, que me parece un precioso mensaje, y muy apropiado para vivir el Año Jubilar de la Misericordia, que el Papa Francisco nos ha invitado a celebrar. Ya les decía en la carta que trataba de leer el lema del Encuentro: CONECTA, CONMUÉVETE... Y CAMBIARÁ EL MUNDO, como si fuera el mismo Dios quien lo ha inventado y quien nos lo dice a nosotros; pero mostrándose Él mismo el sujeto de esos verbos. Es Él quien conecta, quien se conmueve, quien está trabajando para cambiar el mundo, este mundo que no nos gusta cómo funciona, ni a nosotros ni a Él. El estar aquí, en el Encuentro, es ya una forma de responder a ese mensaje que Dios nos envía, asumiéndolo personalmente. Solo intento con estas reflexiones reforzar su respuesta. CONECTA. Toda la vida de Jesús es una parábola de amor misericordioso. Pero una parábola vivida, no solo contada. Es él quien advierte el amor de la mujer pecadora en la casa de Simón, el que subraya ante su desconsiderado anfitrión que vale más el El Señor Dios no ha dejado de conectar con el hombre, que se ha perdido, que se ha salido de la cobertura de su llamada. La Biblia, para mostrarnos el origen de los males que vemos a nuestro alrededor, nos cuenta que Dios todo lo hizo bien y todo -4- -1- lo hizo bueno y muy bueno, pero que el hombre ha decidido dominar el mundo y organizar la convivencia humana no siguiendo el libro de instrucciones de este hermoso regalo, sino siguiendo su propio arbitrio, que muchas veces ha sido capricho. Y el regalo se rompió en mil pedazos: la tierra, los mares y el aire se contaminaron, y la familia humana se llenó de egoísmos y distancias y se manchó de sangre y de muertes. Pero Dios nunca ha querido romper la comunicación, siempre de mil formas se ha hecho presente buscando al hombre con la pregunta y el mensaje: ¿Dónde estás, Adán? Con misericordia eterna, te quiero. regalo para estos tiempos, nos dejó el punto de conexión de su Palabra, los puntos de conexión de los Sacramentos, los puntos de conexión de sus pastores, Obispos y Sacerdotes, los puntos de conexión de las mismas Comunidades, las Parroquias y los grupos, los puntos de conexión de los pobres y necesitados, en los cuales Él se esconde para pedirnos ayuda. Sí, Dios sigue conectado con el hombre, lo ha llenado todo con señales de su cobertura y con una rica red de puntos de acceso para mantener la conexión. Pero el hombre puede pasar de largo, puede no querer conectarse ni con él, ni con los hermanos. La palabra repetida constantemente por los profetas ha sido: ¡ESCUCHA! Era la forma que tenían entonces de decir lo que nosotros decimos ahora al proponer: ¡Conecta! Sí, Padre Dios ha ido dejando señales de su presencia y cercanía, manteniendo abiertos los canales de su misericordia, mandando mensajes continuos. Nos llegan directamente al propio corazón, con la voz de la conciencia, en la experiencia de la belleza, del bien, de la verdad y la justicia, en el ansia de infinito. Nos llegan en la creación misma, en la naturaleza, esa carta de amor que Dios ha dejado escrita para el hombre, como los enamorados que ponen en las tapias de las ciudades mensajes de cariño para su amada: Te quiero, Paula. Un Dios que nos habla, poniéndonos regalos en las cosas, y mensajes en los regalos. Nos llegan en las voces de hombres elegidos para hacer oír su voz, los profetas del pueblo elegido, que hicieron y escribieron siglos de historia. Y sobre todo nos llegan cuando esa historia llegó a su plenitud, cuando Dios mismo decidió venir personalmente a buscar al hombre perdido, haciéndose voz y palabra, y carne y sangre, un hombre como cualquiera de nosotros, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, nacido de María Virgen. CONMUÉVETE. Dios ha hecho todo eso porque ve y oye lo que nos pasa, ve y oye, más que nosotros mismos, nuestros lamentos, nuestros cantos de alegría y de esperanza, nuestras quejas y nuestros dolores, los que sufrimos y los que hacemos sufrir a los demás. Y todo lo que nos pasa le afecta, se deja conmover. Y después de vivir y morir con nosotros y por nosotros resucitó y nos acompaña día a día. Y en su Iglesia, su precioso Cuando Moisés, para salvar su vida, marchó lejos de Egipto, se casó y se instaló en Madián, encontró en la zarza ardiente al Dios inquieto, que le dijo: El clamor de los hijos de Israel ha llegado a mí y he visto la opresión de mi pueblo en Egipto, conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo. Te envío al faraón para que saques a mi pueblo (cf. Ex 3, 7-10). El Padre Dios que se conmueve con el mal que sufre su pueblo, elige hombres que compartan sus sentimientos y reaccionen con disponibilidad. En la Biblia ese conmoverse de Dios recibe el nombre de misericordia, y en hebreo evoca exactamente la conmoción de las entrañas maternas por el sufrimiento del hijo. Así lo explica el Papa Francisco: la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio -2- -3-