La colmena - Pegar la hebra

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literatura · LEER
La colmena
El café de doña Rosa
El café es un espacio en el que coinciden muchos personajes de la obra.
Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña
Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao1.
Para doña Rosa, el mundo es su café, y alrededor de
su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña
Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera
y las muchachas empiezan a andar de manga corta.
Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no
hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata2 por
nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A
doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas3,
sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco
de noventa4, cuando está a solas, y bebe ojén5, buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que
se acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de
buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja,
y lee novelas y folletines, cuanto más sangrientos,
mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la
gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores
o el del expreso de Andalucía.
Camilo José Cela, La colmena
1
nos ha merengao: nos ha fastidiado.
amadeo de plata: moneda de plata acuñada en 1871.
3
arrobas: masas de carne.
4
tabaco de noventa: tabaco de picadura que costaba noventa
céntimos de peseta.
5
ojén: aguardiente dulce.
2
Martín Marco
Martín Marco, escritor sin dinero, es expulsado del café. Este personaje actúa como nexo
entre algunas de las historias que pueblan la novela.
Uno de los hombres que, de codos sobre el velador1,
ya sabéis, se sujeta la pálida frente con una mano
–triste y amarga la mirada, preocupada y como sobrecogida la expresión–, habla con el camarero. Trata de
sonreír con dulzura, parece un niño abandonado que
pide agua en una casa del camino.
El camarero hace gestos con la cabeza y llama al
echador2.
Luis, el echador, se acerca hasta la dueña.
–Señorita, dice Pepe que aquel señor no quiere pagar.
–Pues que se las arregle como pueda para sacarle los
cuartos; eso es cosa suya; si no se los saca, dile que
se le pegan al bolsillo3 y en paz. ¡Hasta ahí podíamos
llegar!
–Ya ve… Dice que se ha venido sin dinero.
–¡Pues sí, lo que faltaba para el duro! Lo que sobran
en este país son pícaros.
El echador, sin mirar para los ojos de doña Rosa, habla con un hilo de voz.
–Dice que cuando tenga ya vendrá a pagar.
Las palabras, al salir de la garganta de doña Rosa,
suenan como el latón.
–Eso dicen todos y después, para uno que vuelve,
cien se largan, y si te he visto no me acuerdo. ¡Ni
hablar! ¡Cría cuervos y te sacarán los ojos! Dile a Pepe
que ya sabe: a la calle con suavidad, y en la acera,
dos patadas bien dadas donde se tercie. ¡Pues nos
ha merengao!
Camilo José Cela, La colmena
La dueña se ajusta los lentes y mira.
–¿Cuál es?
1
–Aquel de allí, aquel que lleva gafitas de hierro.
velador: mesita de un solo pie, por lo común redonda.
2
–¡Anda, qué tío, pues esto sí que tiene gracia! ¡Con esa
cara! Oye, ¿y por qué regla de tres no quiere pagar?
e chador: camarero encargado de echar el café y la leche en
las tazas.
3
se le pegan al bolsillo: se le descuentan del sueldo.
LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 4.° ESO | UNIDAD 11 | © SANTILLANA EDUCACIÓN, S.L.
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literatura · LEER
Victorita y Paco
Dentro del mosaico de vidas de La colmena, se relata la historia
de amor entre Victorita, una joven humilde, y su novio enfermo, Paco.
Victorita andaba por los dieciocho años, pero estaba
muy desarrollada y parecía una mujer de veinte o
veintidós años. La chica tenía un novio, a quien habían devuelto del cuartel porque estaba tuberculoso;
el pobre no podía trabajar y se pasaba todo el día en
la cama, sin fuerzas para nada, esperando a que Victorita fuese a verlo, al salir del trabajo.
–¿Cómo te encuentras?
–Mejor.
Victorita, en cuanto la madre de su novio salía de la
alcoba, se acercaba a la cama y lo besaba.
–No me beses, te voy a pegar esto.
–¿Qué dices?
Victorita estaba muy tranquila.
–Pues lo que oyes. Si te fueses a curar me liaba con el
primer tío rico que me sacase de querida.
A Paco le subió un poco el color y le temblaron ligeramente los párpados. Victorita se quedó algo extrañada
cuando Paco le dijo:
–Bueno.
Pero en el fondo, Victorita lo quiso aún un poco más.
Camilo José Cela, La colmena
–Nada me importa, Paco. ¿A ti no te gusta besarme?
–¡Mujer, sí!
–Pues lo demás no importa; yo por ti sería capaz de
cualquier cosa.
Un día que Victorita estaba pálida y demacrada, Paco
le preguntó:
–¿Qué te pasa?
–Nada, que he estado pensando.
–¿En qué pensaste?
–Pues pensé que eso se te quitaba a ti con medicinas
y comiendo hasta hartarte.
–Puede ser, pero ¡ya ves!
–Yo puedo buscar dinero.
–¿Tú?
A Victorita se le puso la voz gangosa, como si estuviera bebida.
–Yo, sí. Una mujer joven, por fea que sea, siempre
vale dinero.
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