Piel con piel La corteza es la piel de los árboles. Como la nuestra, sus arrugas, texturas, ceras y resinas hablan de una vida llena de secretos y milagros. Así dialogan las pieles arbóreas. TEXTO: leonor hermoso. FOTOS: juan muguruza* La piel de eucalipto es la más parecida a la humana. Su corteza se desprende en grandes placas lisas dejando en el interior marcas más claras a modo de arrugas humanas. En la otra página: la aracauria, un árbol relicto; es decir, un fósil viviente de la edad Mesozoica. La corteza de este árbol nacional de Chile ha sido tallada y adorada por las poblaciones indígenas de la Patagonia. Audi magazine /67 Este haya es vieja, muy vieja. El súber (corteza) del haya común joven es gris y lisa. Sólo en edades avanzadas adquiere estos surcos que los druidas celtas utilizaban para predecir catástrofes y buenas cosechas. El hombre primitivo pensaba que el árbol es un ser superior y sagrado. ¿Las razones? Su majestuosidad, su tamaño y el hecho de que su crecimiento sea independiente de sus cuidados. Hoy, estos seres vivos dominan desde su altura y, desde la extinción de los dinosaurios, son los individuos más grandes y más viejos del planeta. Además, sería impensable nuestra vida en la Tierra sin tener en cuenta a estos gigantes. Ellos solos regulan el ciclo del agua, protegen los terrenos de inundaciones y de la erosión, regulan el intercambio de gases atmosféricos, fijan el oxígeno y mantienen el polvo atmosférico en suspensión. La corteza, la piel del árbol, ha sido y es el primer encuentro físico entre este y el hombre, algo que ha sabido captar el objetivo de Juan Muguruza, que expone su colección de Pieles en el Real Jardín Botánico de Madrid hasta el 20 de mayo. Sus imágenes de cortezas se reflejan en este reportaje. Esta capa de árbol (o de arbusto, pues la poseen todas las plantas leñosas) es su carta de presentación y su único escudo de protección frente a agresiones externas. Como DNI del árbol, las cortezas permiten diferenciar una especie de otra, e incluso individuos dentro de distintas subespecies. Hay casi tantas cortezas como árboles: pueden ser finas como el papel, pero también existen de 30 centímetros de grosor; así, por ejemplo, “en las sequoias y los alcornoques este amplio diámetro sirve para proteger al árbol del fuego”, explica Gerard Passola, consultor en arboricultura de la empresa Árbol, Investigación y Gestión. Como un chubasquero, o como nuestra misma piel, la corteza protege al árbol del clima (sobre todo evita que se deseque, pues es impermeable); también resiste el ataque de los insectos taladradores, evitando que estos depredadores de madera lleguen a la savia, la sangre arborícora. Aunque lo más normal es distinguir entre corteza muerta y corteza viva, en todas las especies no puede hacerse. “Existen ejemplares cuyas cortezas, de color verde, son capaces de hacer la fotosíntesis cuando los árboles pierden la hoja”, explica Passola. Por contra, también hay cortezas tan muertas que tienen 68/ explorar / Audi magazine Audi magazine /69 En la otra página, el tronco o estípite de la palmera, que no tiene corteza propiamente dicha, sino una epidermis endurecida que protege a la planta. En la isla de Delos (Grecia), esta especie es sagrada, pues fue madre de los dioses Apolo y Artemis. zonas huecas, como el castaño de Can Cuch (Barcelona), que albergaba dentro, durante los años sesenta, la vivienda de un carbonero que disponía en su interior de cama, cocina y chimenea... Como casa, refugio o incluso santuario de tranquilidad, los árboles siempre han tenido un tratamiento especial por las gentes del campo. En la mayoría de los municipios se castigaba tan severamente a quien talara fuera de época, o fuera de su zona de influencia, que incluso se le llegaba a quitar la ciudadanía del municipio y todos los derechos, a convertirle en un paria. Corteza sensorial. La parte de fuera de los árboles, a veces, está tan viva que siente y padece con su dueño: la corteza 70/ explorar / Audi magazine arbórea se pone morena (cambia de color) si le da de repente el sol tras haber estado durante años en la sombra, y conduce el frío o el calor dependiendo del tipo de árbol al que pertenece. La del abeto, por ejemplo, es muy mala aislante del calor pues, como su árbol, está preparada solo para hacer frente a los climas muy fríos. Incluso existen estudios de la Universidad de Lieja (Bélgica) que intentan relacionar la corteza de los árboles con las arrugas humanas. Estéticamente, tiene su parte de razón; cuanto mayor es un árbol, más grietas y ritidomas (capas arrugadas de corcho) presenta en su corteza, como los surcos que aparecen en las caras humanas. “Botánicamente, lo cierto es que si la madera que está debajo de la corteza crece de forma homogé- nea, esta también será lisa; pero cuando el crecimiento del árbol es heterogéneo, la corteza se estira, las placas se separan y se afinan”, explica Gerard Passola, quien reconoce que “aunque sepamos el mecanismo, lo cierto es que ningún biólogo, fitólogo o arborista sabe a ciencia cierta por qué las cortezas se desarrollan de una u otra forma. La mayoría pensamos que su aspecto final (color, arrugas, textura...) solo tiene que ver con el uso de este tejido; y esta finalidad está condicionada por la ecología y los posibles problemas del entorno donde vive el árbol”. Piel con misterio. La mayoría de las cortezas son químicamente indigeribles, por eso hay pocos organismos, hongos o Arriba: la corteza de roble es la más mitológica de todos los árboles. Alrededor de ella, según los celtas, se reunían los druidas para utilizarla como fuente de inspiración. En el santuario de Dodona (Grecia) tenía función de oráculo. Rica en taninos, sus propiedades medicinales se emplean en todo el planeta, y es tan dura que en el norte de España, para talar esta corteza, se utilizaba dinamita. bacterias que se las coman o que habiten en ella. Los dos casos más reseñables son el puerco espín, que sobrevive en invierno gracias a estos trozos de madera pues tienen en el estómago una sustancia que les deja digerirla , y el muérdago, una planta parasitaria que, a lo largo del tiempo, ha sido sagrada para diferentes pueblos del planeta. Siempre se ha recogido de las cortezas con gran ceremonia y ofrecido como un precioso amuleto procedente del sagrado árbol. Y el secreto continúa: aún no se sabe por qué la corteza de los árboles atrae los rayos de las tormentas; ¿será la suberina, una sustancia de la que está compuesta? Lo cierto es que estos son su peor enemigo y, cuando les alcanza, el árbol no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir en su entorno y va muriendo Audi magazine /71 Abajo: corteza escuamiforme (con surcos oscuros y grandes planchas) de un pino. Esta corteza permanece, durante años, en el tronco, pues sus capas se adhieren unas a otras. Además, puede cambiar de color con el sol: se enrojece si le da de forma muy directa y se pone blanquecina con las heladas. ¿Su principal ventaja? Resiste al fuego mejor que otras. Sobre estas líneas: acacia viene del griego akis y significa punta. Recibe este nombre porque sus ramas y, muchas veces, su corteza (las de las variedades africanas, no las australianas), están recubiertas de espinas. Uno de los tipos de acacia, la acacia amarilla o árbol de la fiebre, tiene una corteza capaz de hacer la fotosíntesis por sí sola. En la otra página: El banano no es realmente un árbol, sino una megaforbia; es decir, una hierba perenne de gran tamaño. Realmente, carece de tronco y, por consiguiente, de lo que se llama tradicionalmente corteza (células muertas formadas por el cámbium). Su tallo, en la imagen, no es leñoso, de ahí su aspecto tan liso. Cuanto mayor es el platanero, más amarillo se vuelve. poco a poco, tal y como está ocurriendo con Rebochu, el roble centenario más famoso de Asturias, situado en la localidad de Bermiego, que fue herido por un rayo hace 20 años. Que se muera un árbol, o su corteza, es siempre una tragedia, por las múltiples utilidades que este tiene. Esta misteriosa parte está llena de propiedades: se utilizan cortezas de eucalipto para matar algas malsanas que viven en los embalses; la resina de muchos árboles se convierte en un pegamento excepcional, incluso la mirra y el incienso se obtienen de aquí, por no hablar de la canela, que también procede de esta parte del árbol. Pero no nos equivoquemos, a pesar de su belleza y de su excepcional función, las cortezas también tienen su leyenda ne- 08/ seccion / Audi magazine gra. El veneno más temido y efectivo del Amazonas, el curare se hace con una mezcla de cortezas; la mitología celta atribuía a algunas –la del roble, el haya o el pino– propiedades depresivas e incluso decían que debilitaban el organismo; por esta razón los druidas recomendaban no plantar estos árboles en los patios o cerca de las casas. Hoy hemos superado la mayoría de los prejuicios arborícoras, lo que no significa que nos hayamos hecho, completamente, amigos de ellos. La activista americana Julia Butterfly Hills, que pasó dos años de su vida viviendo en una secuoya gigante, afirma que el hombre del siglo XXI tiene el ‘síndrome de separación’ respecto a los árboles, un trastorno que imposibilita a ponerse en la piel de estos seres vivos, por mucho que cada día los admiremos más. www.aearboricultura.com Audi magazine /73