1 Poesía y ecología en la literatura anglófona Alejandra Portela Facultad de Lenguas, UNC. Santiago Massano (estudiante) Facultad de Ciencias Económicas, UNC. I. Introducción En el presente trabajo se intentará hacer un recorrido para identificar las etapas históricas en las que se produjeron cambios en la postura adoptada por científicos, economistas, e intelectuales, entre otros, con respecto a una actitud ecológica. Se entenderá por actitud ecológica al modo de relacionarse y proceder del ser humano en relación con la naturaleza. Luego de examinar y caracterizar dichas etapas, en este estudio, por razones de tiempo, se analizarán las diversas formas de manifestación de estas actitudes en la producción de tres poetas norteamericanos representativos de los siglos XIX, y XX, principalmente. II. La relación del ser humano con la naturaleza La relación del ser humano con la naturaleza no ha mantenido un patrón constante en el transcurso del tiempo. Sin duda alguna la interacción entre los primeros homo sapiens y su ecosistema no es la misma que tienen hoy los habitantes globalizados de este planeta con su medio. De acuerdo con lo desarrollado por diversos teóricos, se pueden distinguir al menos dos formas de caracterizar las diferentes etapas en las que se divide la relación antes mencionada. Una primera aproximación es la realizada por Georgescu-Roegen (1975) en la cual el autor distingue un hecho particular como el punto de inflexión en el vínculo entre el hombre y su medio. Dicho hecho fue el desarrollo de instrumentos exosomáticos, lo que derivó en grandes transformaciones en este vínculo. El ser humano disponía en un principio sólo de instrumentos endosomáticos: sus piernas, brazos y manos, principalmente; pero, con el correr de los años fue desarrollando instrumentos exosomáticos (herramientas, armas, medios de transporte, entre otros) que le permitieron explotar la naturaleza de manera más intensiva y, lamentablemente, más destructiva. Una segunda aproximación, que indudablemente complementa a la anterior, consiste en dividir la historia en varias etapas: La primera se extiende desde el origen del ser humano hasta el desarrollo de la agricultura; la segunda abarca el progreso de la agricultura hasta el descubrimiento de América; la tercera incluye el período entre el descubrimiento de América (o más precisamente el desarrollo del comercio marítimo) y la revolución industrial, y la cuarta comprende desde la revolución industrial hasta el comienzo del fenómeno conocido como globalización, que podría situarse a mediados del siglo XX, y que constituye la quinta y última etapa que mencionaremos. Por razones de tiempo y espacio, nos centraremos en las dos últimas fases, aunque a continuación nos referiremos brevemente a las otras etapas para poder entender los cambios en el desenvolvimiento de la relación hombre-naturaleza. En la primera etapa, el hombre es esencialmente un recolector y luego cazador. Tiene una relación de armonía con su medio en la que sólo toma de éste lo necesario para su subsistencia diaria, es decir, es un trato sustentable. El ser humano no interrumpe el ciclo natural normal y permite que el medio se recupere. Una vez que el hombre perfecciona la actividad agrícola, su relación con la naturaleza cambia rotundamente debido a que le es posible acumular, o sea, obtener más sustentos del medio de los que son necesarios para vivir en su presente. Comienza así una etapa de explotación más intensiva de los recursos naturales. Cuando el planeta se comenzó a poblar, los problemas de pérdida de fertilidad de la tierra empezaron a 2 causar inconvenientes y a ocasionar conflictos por la posesión de los recursos. Aún así, la relación de los seres humanos con la naturaleza no era la misma en el continente americano que en el continente europeo. Mientras en América las civilizaciones Maya, Azteca e Inca todavía contaban con gran cantidad de recursos, en Europa la situación era más apremiante. La tercera etapa comienza con el descubrimiento de América, quizás un poco antes, con el desarrollo de la navegación, la cual permitió a Europa obtener recursos de otros continentes, especialmente del continente asiático. Esto implica que el hombre no sólo obtiene más de lo que necesita sino que busca más aún de lo que su propio ecosistema local es capaz de proveerle. Por lo tanto, al no ser suficientes los recursos de un ecosistema para satisfacer a su propia población, comienzan las guerras por la obtención de recursos esencialmente escasos. Asimismo, el desarrollo de la navegación implicó un desplazamiento de recursos y habitantes que influyó fuertemente en el medio a través del traslado de enfermedades y la introducción de especies exóticas que alteraban los equilibrios ecológicos locales. Estos efectos se hicieron más palpables con el descubrimiento de América, acontecimiento que implicó la explotación indiscriminada de los recursos minerales del continente americano y provocó notables transformaciones en el ecosistema local. De este modo, ya no quedaban rastros de aquella relación sustentable de antaño: El hombre no extraía del medio lo necesario para sobrevivir sino que buscaba acumular y satisfacer necesidades que iban más allá de la mera subsistencia. La revolución industrial fue sin duda un hecho de relevancia para la ecología. El desarrollo de las grandes industrias implicó para el ecosistema la generación de cantidades de desechos y contaminantes de diferentes clases que modificarían para siempre el equilibrio ecológico planetario. Esta etapa estuvo marcada por la explotación ultra intensiva de casi todos los recursos naturales, afectando gravemente los equilibrios ecológicos locales, a través de la extracción indiscriminada de recursos que generó no sólo problemas ambientales sino también sociales. Los recursos fluyeron más que nunca desde el sur hacia el norte y la contaminación en cambio lo hacía en sentido inverso, desde el norte hacia el sur. Esta etapa estuvo marcada por la extinción de especies, la deforestación indiscriminada, la contaminación de las aguas, de la tierra y del aire y el consumo excesivo de las grandes fuentes naturales de energía. Sin duda, en este período, la utilización intensiva del petróleo como combustible y para la fabricación de polímeros fue uno de los hechos que más profundamente marcó la relación del ser humano con la naturaleza. Veremos luego, entonces, cómo estas transformaciones se proyectaron en la producción poética anglófona ante la ruptura del nexo hombre-naturaleza. La última etapa es la de la globalización. No hay aquí grandes modificaciones en cuanto a métodos, o uso de recursos pero la transformación más importante es la globalización de la contaminación. Desde finales de la segunda guerra mundial en adelante comienzan a desarrollarse fuertemente las comunicaciones, lo que permite la transnacionalización de las empresas e impulsa la creación de bloques regionales. Esto lleva a que los problemas ambientales se globalicen y ya ningún lugar del planeta esté a salvo de la contaminación. Esta etapa está marcada también por la repetición de catástrofes naturales y por primera vez ponen en evidencia que la relación actual del ser humano con su medio no es sostenible. Es recién durante esta fase que el hombre comienza a prestar atención a los problemas ecológicos, quizás no por toma de conciencia sino porque estos se han vuelto evidentes y porque, además, han comenzado a generar inconvenientes para la vida humana. Esta etapa también se verá reflejada en la obra de algunos poetas, tal como lo señalaremos más adelante. La evolución de la Ciencia Ecológica De acuerdo con Constanza et al en su libro Una introducción a la economía ecológica (1999), la ecología como ciencia es una disciplina joven, nacida a mediados del siglo XIX a partir de 3 la biología y la historia natural. Se ocupaba de la forma en que los sistemas como un todo podían trabajar en pos del bien común de las especies que lo componían. En 1870 Haeckel definió por primera vez el concepto ecología: Por ecología se entiende el conjunto de conocimientos acerca de la economía de la naturaleza: la investigación de las relaciones totales del animal tanto con su ambiente inorgánico como con el orgánico, incluyendo por encima de todo sus relaciones amistosas y hostiles con aquellos animales y plantas con los cuales entra en contacto de forma directa o indirecta, en suma, la ecología es el estudio de todas aquellas correlaciones complejas a las que Darwin hace referencia como las condiciones de la lucha por la existencia (en Constanza, pág. 41, de acuerdo con trad. de Allee y Cols. 1949, frontispicio). La ecología fue en un principio el estudio de la economía de la parte de la naturaleza que no incluye al hombre. Luego, cuando el interés central pasó a ser las poblaciones animales, la ecología se transformó en “el estudio de la distribución y la abundancia de los animales” (en Constanza, pág. 41, Andrewartha y Birch, 1954). Más adelante, los ecosistemas se convirtieron en el tema central y la ecología pasó a ser “el estudio de la estructura y función de los ecosistemas” (en Constanza, pág. 41, E. P. Odum, 1953). Un hecho interesante para hacer referencia es la transformación que sufrieron la mayoría de las ciencias a inicios del siglo XX. La aparición de la física newtoniana llevó a un proceso de fragmentación de las ciencias conocido como “paradigma reduccionista”. Dicho paradigma postula que es posible separar al mundo en compartimentos estancos, relativamente aislados entre sí que se pueden estudiar y comprender por sí solos y luego volver a unir para obtener una idea del todo. A pesar de que la ecología no sufrió en forma tan profunda esta división, tampoco podía quedar ajena a estas transformaciones. En la ciencia ecológica se dio un proceso de fraccionamiento entre los ecologistas de la población que se enfocaban en las poblaciones individuales de organismos, y los ecologistas de sistemas que ponían atención a los ecosistemas como un todo. Sin embargo, a pesar de ello, los ecologistas han sido siempre quienes más han mantenido y promovido las relaciones interdisciplinarias. Quizás, el eje de división más importante que ha tenido es en relación con la inclusión o exclusión del ser humano en la definición de ecología. Indudablemente, y como intentaremos ejemplificar a continuación, esa relación interdisciplinaria incluye la conexión con la literatura y, por lo tanto, con el hombre. III. Poesía anglófona y ecología: Algunos ejemplos En esta sección nos centraremos en el análisis de tres poemas de autores norteamericanos, y en cada caso abordaremos sólo aquellos aspectos del texto seleccionado que se refieren a la relación del ser humano con la naturaleza. El primer ejemplo es el poema “The Wind Begun to Rock the Grass” de Emily Dickinson, escrito alrededor de 1864. El segundo es “A Brook in the City” de Robert Frost, publicado en 1921, y el último se titula “Front Lines” de Gary Snyder y aparece en 1974, en una compilación con otros poemas del autor denominada Turtle Island. Como podemos observar, los textos pertenecen a períodos diferentes: fines del siglo XIX, principios del siglo XX, y segunda mitad del siglo XX. Estos períodos se corresponden con las etapas post revolución industrial y con la de la “globalización de la contaminación”, antes mencionadas. En una taxonomía literaria elaborada por Levy y Hallowell, publicada en 1994 y titulada Green Perspectives, estos poemas pertenecen, respectivamente, a las siguientes fases: i) el desarrollo de la conciencia ambiental, ii) respuestas espirituales, simbólicas y prácticas al medioambiente, y iii) actitudes conflictivas hacia los ambientes 4 naturales y humanos. Esta clasificación de orden literario puede equipararse, en un sentido amplio, con las propuestas por los estudios teóricos sobre medioambiente. Emily Dickinson (1830-1886) pasó casi toda su vida recluida en su casa con su familia en Amherst, Massachussets, y los temas que desarrolló en sus poemas se refieren, en general, a su visión mística de la naturaleza, la preocupación por la inmortalidad y por la muerte, la escritura, entre otros. A pesar de que cronológicamente el poema pertenece al período que incluye la revolución industrial, la actitud de la autora se encuentra más cerca de lo contemplativo, espiritual e incluso piadoso. Algunos escritores contemporáneos de Dickinson, como Emerson y Thoreau, sin embargo, tuvieron posturas más abiertamente pragmáticas en defensa de la naturaleza. Este aspecto de la obra de Dickinson puede justificarse por el hecho de que, como ya lo expresamos, la autora vivió en aislamiento y dedicada a explorar su mundo interior. No obstante, no podemos negar que muchos de sus poemas muestran el respeto, admiración, temor, e incluso compasión por el entorno natural, lo cual constituye una forma primordial de respuesta ecológica. En “The Wind Begun to Rock the Grass”, Dickinson utiliza la figura literaria de la personificación para describir con realismo la aproximación de una tormenta eléctrica y las consecuencias que produce en su medio. La tormenta se representa con imágenes que marcan su fuerza y ferocidad. La primera estrofa ya señala la brutalidad que se aproxima: “lanzó una amenaza sobre la tierra” y las siguientes detallan cómo se esconden y protegen los animales asustados y de qué modo la primeras gota de una lluvia que destruirá el cielo empieza a caer. En el penúltimo verso, sin embargo, se menciona que esta tormenta no afectará “my Father’s House”, es decir, la casa de su familia. La actitud de la autora, o de la voz poética, frente a la naturaleza es interesante y se refleja en su forma de representar la tempestad como un animal feroz, formado por la energía del viento que agita el pasto y arranca las hojas de los árboles, la polvareda que se levanta y destroza el camino, el poder del trueno, el relámpago que muestra primero su pico y luego sus garras, la “gran” lluvia que despliega sus “manos” como si sostuvieran un dique para luego soltar las aguas. Este salvajismo, que pareciera desmedido e inclemente, se compadece del ser humano al esquivar la casa familiar y disminuir su fuerza al final del poema. Las imágenes, entonces, sugieren que Dickinson siente una consideración especial por la naturaleza ya que, a pesar de la ferocidad inicial, los impulsos naturales no destruyen el medio ni el hombre que habita en el mismo. Este reparo bien puede interpretarse como el inicio del entendimiento de la naturaleza y sus fenómenos, aún cuando ese entendimiento sea místico, romántico y no práctico. Robert Frost (1874-1963) nació en San Francisco y creció en una ciudad industrial; en 1901 se mudó con su familia a una granja en Ferry, New Hampshire, y dedicó su tiempo a escribir y a realizar tareas de agricultor. Como esto se refleja en sus escritos, se lo denominó “a poet of the country”, un poeta del campo. Sus descripciones de New England son rústicas, agrestes, pero no por eso carecen de sofisticación o inteligencia. En los textos representa principalmente los ciclos de la naturaleza, los paisajes, el contraste entre el campo y la ciudad, entre otros. En “A Brook in the City”, el contenido que desarrolla puede condensarse en la antítesis entre lo urbano y lo rural, temática que ya se adelanta en el título y que responde a su preocupación por el medioambiente. El poema describe la intrusión del progreso urbano en el ambiente aldeano: una calle de cemento construida sobre un arroyo. Los opuestos se revelan en las imágenes que se crean por el uso de términos tales como granja, arroyo, flores, corriente de 5 agua, praderas y manzanos que contrastan con calles de ciudad, numeración de las casas, pavimento, cemento, prisiones de alcantarillas y urbes nuevas. En síntesis, el arroyo es víctima del crecimiento urbano; sin embargo, en los últimos cuatro versos, el poeta se pregunta si la presencia del agua fluyendo persistentemente debajo del cemento no inquieta el descanso y el trabajo de los habitantes. Esta duda, expresada como cuestionamiento retórico, alude a una de las preocupaciones de Frost: la perseverancia de la naturaleza a pesar de la insistencia del hombre por ignorarla, controlarla o minimizar sus efectos. Este tema no es sólo filosófico sino también esencialmente ecológico y demuestra que el poeta, a pesar de presentar imágenes aún envueltas en cierto misticismo y espiritualidad, denuncia la manipulación del entorno natural por parte del hombre. El arroyo quedó sepultado por el crecimiento urbano y esto lleva a la pérdida de lo natural en el afán humano de “civilizar” lo rural. De este modo, el poema de Frost se sitúa en una etapa de transición entre el de Dickinson y el de Snyder que examinaremos a continuación. Gary Snyder tiene una trayectoria de vida que explica su profunda preocupación por la naturaleza: creció en una pequeña granja en Seattle; vivió durante los años cincuenta en Japón; perteneció al movimiento Beat, en el cual cultivó una postura de admiración y devoción por el mundo natural; trabajó como guardabosque, leñador, y marino; estudió poesía y filosofías orientales; investigó sobre la cultura y mitos de los nativos norteamericanos, y escribió poemas, especialmente en la década del sesenta, sobre la relación entre el hombre y el medioambiente. En “Front Lines”, el autor describe en detalle cómo la llegada de máquinas –camiones, tractores, sierras- y del hombre que las utiliza destruyen un bosque. A diferencia de Dickinson y Frost, el tono del texto es claramente hostil ya que Snyder explícitamente critica los avances técnicos y los considera culpables de los destrozos producidos en el medio natural. La tecnología constituye una amenaza permanente para el ambiente y lo primitivo. En este sentido, Snyder explora una temática similar a la de Frost debido a que ambos rechazan el desarrollo de la civilización cuando ésta se convierte en victimaria de la naturaleza. Asimismo, los dos poetas hacen tangibles esta postura a través del contraste de imágenes: las máquinas son un cáncer contra los cerros, las sierras gruñen a los árboles, los camiones hacen suspirar de temor al bosque, las camionetas traen a los leñadores que “violarán” el monte, los tractores arrasan los arbustos. En la última parte del poema, el autor nos advierte que el destrozo debe tener límites y los humanos somos los encargados de hacerlo: más allá hay una arboleda y un desierto, y “aquí debemos trazar nuestra línea”. En conclusión, la ecología hasta hace no tanto tiempo fue una preocupación principalmente de los románticos de la naturaleza, tanto en el ámbito intelectual como en el literario; hoy, en cambio, se ha vuelto una inquietud y preocupación que deriva en críticas y acciones concretas para la búsqueda de soluciones desde distintas disciplinas, instituciones, y manifestaciones artísticas. La poesía es un modo de reflexionar sobre los problemas ecológicos, una forma de denuncia del daño al medioambiente y una manera de invitarnos a defender la naturaleza y sus recursos. IV. Referencias Constanza, et al (1999) Una introducción a la economía ecológica. México: Compañía Editorial Continental, S.A. Daly (ed.) (1989) Economía, ecología y ética. FCE: México. Georgescu-Roegen (1975) “Selecciones de mitos de la economía y la energía”. Southern Economic Journal, pag. 41, vol 3., en Daly (ed.) (1989) Economía, ecología y ética. Levy, W. y C. Hallowell (ed.) (1994) Green Perspectives. New York: HarperCollins.