Pero, por fin, el actual período de nuestra historia

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La lengua catalana
en la Administración
Pública de Cataluña
Joaquím FERRER
L
a existencia de diversas lenguas en esta piel
de toro ha constituido para algunos ciudadanos y sobre todo para determinadas
estructuras políticas una curiosa
incomodidad que ha desembocado con
frecuencia en un pertinaz intento de desconocer
esa realidad y combatirla.
Concretamente, desde principios del siglo XVIII
hasta bien entrada la segunda mitad del XX la
configuración que adoptó el Estado español estaba fundamentada entre otros criterios en el
uni-formismo lingüístico y en el centralismo
político. Este era el resultado de haber
introducido en nuestra tradición política un
modelo de Estado ajeno a ella, porque aunque
sea telegráficamente creo que es oportuno
recordar que durante los siglos anteriores había
existido una convivencia, valoración y respeto
entre todos los pueblos y hacia sus lenguas.
Un nuevo modelo de estado rompió aquella relación cordial y se propuso ignorar aquellas realidades imponiendo absurdamente otras. Es por
esta razón que puede afirmarse que la mayoría
de los conflictos que han sacudido nuestra historia desde las primeras décadas del siglo XVIII han
sido provocados por una obsesión uniformista y
centralizadora y por las lógicas reacciones que
producía entre los pueblos afectados.
Pero, por fin, el actual período de nuestra historia
está recomponiendo muchos desaguisados anteriores. Concretamente y en lo que respecta al
reconocimiento de las lenguas existentes en España la Constitución fue taxativa y ya en su
Preámbulo afirma como uno de sus objetivos el
proteger el ejercicio de todas ellas y en su artículo
Tercero aparte de reafirmar el castellano se dice
que «las demás lenguas españolas serán también
oficiales en las respectivas Comunidades
Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. He
ahí, como, nuevamente reeempredimos una
tradición interrumpida por los designios de un
modelo estatal importado y volvíamos a reconocer una de de las características más atractivas de
nuestra panorámica, cual es, la existencia de diversas lenguas que originan formas de vida particular e importantes y diversos patrimonios
culturales.
La siguiente cristalización en este camino fue el
que en los Estatutos de Autonomía figurara, en
las Comunidades que lo requerían, el reconocimiento de su lengua propia con carácter de oficial al lado del castellano. Como era previsible
ese fue el caso de Cataluña que en su Estatuto
de Autonomía (1979) reconoce esta realidad.
Pero también como era previsible la aplicación de
esta nueva visión sobre nuestra realidad ha registrado avances espectaculares, tales como la armonía y la colaboración creciente entre las distintas
lenguas y culturas y también ha encontrado obstáculos que han debido removerse. Por lo que a
la lengua catalana se refiere uno de los
obstáculos con que se ha encontrado en su
proceso de normalización acaba justamente de resolverse favorablemente. Se trataba de que una
ley aprobada en julio de 1985 por el Parlamento
de Cataluña sobre la Función Pública fue objeto de
un recurso de incons-titucionalidad por parte del
Gobierno poque en su artículo 34 que se refiere a
los criterios de se-
lección de los aspirantes a plazas en la Administración de Cataluña termina diciendo: «En el
proceso de selección se ha de acreditar el conocimiento de la lengua catalana, tanto en la expresión oral como en la escrita.» El citado recurso
que fue presentado y aceptado a trámite y que
por consiguiente ha significado un obstáculo para
la correcta aplicación de la Ley de la Función
Pública de la Administración de la Generalidad
ha recibido recientemente una sentencia del
Tribunal Constitucional del 28 de febrero de este
año que elimina recelos y con claridad y
contudencia recuerda el derecho de la lengua
catalana a que pueda utilizarse con plenitud y
concretamente en este caso afirma la sentencia:
«forzoso, es entender que, para dar cumplida
satisfacción al derecho, el que desee ser
funcionario al servicio de la Generalidad y lo sea
de «nuevo ingreso» deberá conocer aquel
idioma.»
La sentencia es de singular interés porque no solo
resuelve el conflicto planteado, sino que recuerda
las razones que justifican el respeto en todos los
ámbitos de una lengua y asi leemos: «una lengua
es oficial cuando es reconocida por los poderes
públicos como medio normal de
comunicación en y entre ellos y en su relación con
los sujetos privados, con plena validez y efectos
jurídicos».
Tras afirmar que en modo alguno puede considerarse discriminatorio la acreditación del conocimiento de la lengua catalana para los
funcionarios en Cataluña argumenta la sentencia: «resulta constitucionalmente lícito exigir en
todo caso un cierto nivel de conocimiento de la
lengua catalana, que resulta imprescindible para
que el funcionario pueda ejercer adecuadamente
su trabajo en la Administración autonómica* dado el carácter cooficial del idioma catalán en Cataluña (art. 3.2 de la Constitución y art. 3.2
Estatuto de Autonomía de Cataluña) y dada tam-
bién la extensión del uso del catalán en todo el
territorio de la Comunidad Autónoma». El
Fallo de la Sentencia desestima el recurso de
inconstitucionalidad presentado y con ello el Tribunal posibilita la aplicación de la citada Ley de
la Función Pública de la Administración de la Generalidad y al hacerlo vuelve a rearfirmar de manera operativa que la diversidad lingüística es una
realidad que no solo sabemos que existe, sino que
es protegida en su desarrollo. Esta Sentencia
constituye un episodio de la historia de
convivencia que hemos reemprendido.
La Sagrada familia de Gandí.
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