La obra - Fnac.es

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Es Belle époque (1992) una de las tres películas
españolas que consiguieron el Oscar a la mejor película de habla no inglesa: Volver a empezar, 1982,
José Luis Garci. Belle époque, 1994, Fernando Trueba.
Mar adentro, 2004, Alejandro Amenábar). El proyecto reúne a tres hombres muy importantes del cine español:
José Luis Alcaine que construye la transparencia que tiene
la película desde una luz del sur que empapa la a historia
de una atmósfera de libertad, Rafael Azcona que regresa
con sus pícaros diálogos y con el deseo de ir desmontando los dogmas y la épica española de la epopeya histórica
del siglo XX y Fernando Fernán Gómez que dibuja un perfecto Manolo, pintor y librepensador que adora a sus hijas
y a la libertad.
LA OBRA
La obra
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la obra
La historia está ubicada en 1931, después de los pronunciamientos en favor de la República de los cuarteles de
Jaca (Huesca) y Cuatro Vientos (Madrid) y con una opinión
pública española que seguía y devoraba los textos en favor del nuevo régimen de José Ortega y Gasset, Gregorio
Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Hay otras dos referencias literarias importantes que rondan la obra de Fernando Trueba, La casa de Bernarda Alba (1936) de Federico
García Lorca y Del sentimiento trágico de la vida (1912) de
Miguel de Unamuno.
Estamos en la España de
1931, el país está dividido
entre republicanos y tradicionalistas, Fernando (Jorge Sanz) es un joven soldado desertor que va huyendo
por los campos hasta que
se encuentra con Manolo
(Fernando Fernán Gómez)
que le da cobijo y afecto en
su casa y a la que llegarán
posteriormente sus cuatro
bellísimas hijas: Clara (Miriam Díaz-Aroca), Violeta
(Ariadna Gil), Rocío (Maribel Verdú) y Luz (Penélope
Cruz). Si en La casa de Bernarda Alba las mujeres de luto y
abnegadas les cierran las puertas a la vida y a la sociedad,
en este guión de Azcona es precisamente lo contrario, se
transmite la emoción por las ideas libres que inspiraron los
principios de la proclamación de la República y se capta la
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melancolía por el recuerdo de lo que vendría después, el
sesgo tremendo social, intelectual e ideológico que supuso el ffracaso y la derrota republicana.
¿Qué podría haber sido de España, de haberse mantenido
la II República?, esa es la pregunta que muchos españoles
se han hecho a lo largo de su vida y la que se hace Rafael
Azcona construyendo un guión de Belle époque por donde se cuela la pasión del deseo y los primeros descubrimientos sexuales de una juventud que podría ser más feliz
sin los miedos, las tensiones, el control y la represión que
impuso siempre una cultura conservadora, beata y feudal.
En Belle époque se transmite que España tenía o siempre
tuvo una alegría de vivir y una filosofía gitana y bohemia
que quisieron arrancar y reprimir para imponer la imagen
oscura, áspera, católica y reaccionaria que cerrara La casa
de Bernarda Alba a cal y canto y que impusiera el silencio
a través de levantamientos y la imposición de una moral
vieja.
En Belle époque se ve esa alegría a través de los persona3
la obra
jes de Manolo, el patriarca rebelde, infiel y libertino; de don
Luis, un cura unamuniano, disfrutador de manjares como
el vino, la gastronomía, el subastado (juego de naipes) y el
carnaval, tiempo de chanza, disfraz y juego que brotó en
la península como para sacudirse de tanta cruz y de tanta
corona.
Uno de los escritores, historiadores y críticos que ha dejado escuela y recuerdo en el análisis cinematográfico de
nuestro país escribía en La Vanguardia, un 12 de diciembre
de 1992,
“Es obligado añadir que su triunfo es el triunfo de
una feliz conjunción de elementos excelentes: un
guión bien construido, unos diálogos inusitadamente inventivos e intencionados, un grupo de
intérpretes perfectos del primero al último —con
Fernando Fernán Gómez en uno de los mejores
personajes de su carrera—, una iluminación y
una ambientación de primera categoría. Gracias
a todos ellos esta historia del pasado resulta vi4
vida presente, la celebración gozosa y melancólica a un tiempo de la joie de vivre de una España
que pudo ser y no fue.”
Don Luis, el cura bonachón se colgará de las vigas de su
parroquia, de su iglesia, con el libro Del sentimiento trágico
de la vida, de Miguel de Unamuno entre las manos, esperando en vano el respaldo del autor de La tía Tula (1907) a
la República (algo que llegará desde el balcón de la Plaza
Mayor de Salamanca el mismo 14 de abril de 1931, demasiado tarde para la película y demasiado tarde para don
Luis que decide no ver lo que se viene encima). Al cura le
habían increpado por estar en lugares de mal ambiente:
– Parece mentira, don Luis, Usted en una casa
de lenocinio...
– ¡Sí señor!, en una casa de putas, donde se
peca, trabajando a pie de obra.
Había citado también el cura otro texto del autor bilbaíno,
rector de la Universidad de Salamanca y que ese mismo
año de 1931 moriría, probablemente también para no ver
tampoco el largo invierno de la dictadura:
“Quien se quita la vida, se quita el miedo a la
muerte.”
Es importante la reacción que construyen Azcona, García
Sánchez y Trueba con el suicidio del cura, no hay juicio
ni tragedia, hay comprensión hacia un hombre que seguía
una verdad diferente a la que le trasladaban las jerarquías
de la iglesia a la que pertenecía.
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LA OBRA
El tono de Belle époque es el de comedia, comedia costumbrista, empapada de humor, de un humor de Azcona,
inteligente, ácido y, sobre todo, de recuperación de la memoria, de reconstrucción histórica. No olvidemos que estamos ante un guionista que ha escrito la España de Berlanga, que ha
reconstruido la negrura de Plácido
(1961), el sainete de La escopeta
nacional (1978) o los tremendos
diálogos de El verdugo (1963). Un
Azcona que con Trueba ha hecho
El año de las luces (1986) y La niña
de tus ojos (1998). Belle époque
es heredera de esas ansias de libertad que percibe Azcona que
tenía la España pre-republicana,
ese acento erótico que vemos en
la pintura española y que difiere
mucho del resto de Europa y que
se ve en ¡Ay Carmela! (1990) y en
París-Tombuctú (1999), aunque
no sea de Azcona, con esa escena de alto voltaje entre una mujer
española (Concha Velasco) y Michel Piccoli.
En Belle époque están esas idas
y venidas hacía el deseo de Clara y hasta el del propio Manolo,
unas formas eróticas y sensuales que vemos en la pintura
española de Goya, Fortuny y Salinas y también en nuestra
literatura. Es un joven soldado el que disfruta en libertad de
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