usuario - Colectivo NPH

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¿Septiembre Negro?:
elecciones, autonomía y lucha de clases:
más allá del árbol
La desobediencia civil representa la forma básica de la acción política de la
multitud
(Paolo Virno, 2000)
El capital no puede destruir a la clase obrera; la clase obrera puede destruir al
capital
(Mario Tronti, 1964)
¿Septiembre negro? estabilización y hegemonía burguesa: indicios
materialistas: hacer visible, decir con palabras claras, para hacerse entender,
incluso con el riesgo de no interpretar bien, problemas y encrucijadas de por sí
oscuras y opacas. Como señalábamos en anteriores Masa y Poder, septiembre
era el mes clave para el nuevo proyecto hegemónico del Kapital. Una fracción
del capital emparentada con la ecuación Petróleo+Soja (beneficiaria del putsch
de diciembre del 2001 a De la Rua), enfrentada a los sectores financieros y de
servicios ganadores de la primera etapa del posfordismo. Los realineamientos
del capital no siguen con una delgada línea roja las líneas azules de las
fracciones enfrentadas de la Nueva Clase política. El movimiento no ha podido
quebrar, por errores propios (no existe todavía un área de la autonomía
organizada) y limitaciones de su propia juventud, la encrucijada planteada por
la estabilización iniciada por Duhalde con el adelantamiento de las elecciones
en el 2002. Se ha cerrado toda una gran etapa con lo que ello significa.
Kirchner aprovechó los propios deseos y necesidades de salir de la crisis de las
masas para canalizar el instinto constituyente en la maquinaria electoral. Pero,
como un líquido evanescente, se desliza por cerrojos y candados, rebasa las
nervaduras de la maquinaria gótica, esquiva el bombardeo mediático y el
fetiche de la política. En este mes, se realizan comicios en 9 distritos, que en su
conjunto representan tres cuartas partes del padrón electoral nacional. Más allá
de los rendimientos de la izquierda partidaria y extraparlamentaria, esta cadena
comicial marcará el nuevo mapa político burgués. La primera elección de
septiembre, la de Santa Fe, produjo consecuencias políticas nacionales en la
clase política. La figura de Reutemann, ha vuelto a ocupar un lugar importante
como líder de la oposición burguesa, de la nueva contra elite del CapitalParlamentarismo, al ser electo senador con el 57% de los votos. La
centroizquierda con Binner (sin el apoyo de Kirchner), ganador nominal, cayó
bajo la trampa de la ley de lemas. La prensa nos puede hablar de lo que quiera:
lo cierto es que los santafesinos tuvieron la más alta abstención de su historia
(1999: 81,9%; 2001: 75,2%; 2003: 73,81%) y un voto en blanco del 16%¡. Si se
suma este sabotaje activo y pasivo a las cifras de la izquierda clásica, el
panorama es potencialmente explosivo.
La provincia de Buenos Aires: el instinto de la multitud o la base está (el filósofo
Veira): en una encuesta realizada a fines de noviembre del 2002 sólo el 53%
de la población del GBA (Gran Buenos Aires) manifestaba que tenía la
intención de hacer un voto positivo - por algún candidato- frente a la elección
presidencial de 2003. Un 15% manifestaba enfáticamente que no iría a votar
por repudio al sistema. El sondeo descubría que la intención de ignorar y
abstenerse a ir a votar (la salida) tiende a ser mayor en los segmentos más
populares y en cambio aumenta considerablemente la indecisión electoral en
los segmentos más altos (la voz: se vota en blanco o se impugna, pero se cree
en el sistema, sólo no gusta la oferta del mercado electoral). En otra encuesta
de diciembre del 2002 dos de cada tres personas estaban de acuerdo con la
idea de que que se vayan todos. El apoyo a esta idea esra sensiblemente más
alto en los segmentos de menor nivel educativo y nivel socio-económico más
bajo: era la nueva figura del trabajador posfordista. Pese a que el 66% estaba
de acuerdo con que se vayan todos, el 61% tenía, paradójicamente, intención
de voto definida por algún candidato. Es así como pensaban que deben irse
todos, el 75% de quienes querían votar por Rodríguez Saá, el 58% por Menem
y el 72% de quienes votarían por Carrió. La contradicción latente en el
movimiento no era tal: simplemente se participaba con cinismo en los rituales
del sistema y ya se prefiguraba una característica materialista de la multitud: su
irrepresentabilidad en el estado de partidos del Capital-Parlamentarismo. Pero
aparte este comportamiento era bifronte: tenía dos caras. Los viejos sectores
de la clase media preferían una elección negativa, tendiendo a la participación,
impugnando o votando en blanco, pero creyendo hasta el final en los valores
del Capital-Parlamentarismo; es una resistencia que simplemente testimonia
una profunda fidelidad al comando estatal. Por el otro, el movimiento del nuevo
trabajador precario era radicalmente de sabotaje: su instinto era el éxodo
radical. La elección de la provincia de Buenos Aires con la reelección de Solá,
determinará el peso que mantendrá Duhalde en la política nacional. Si el PJ
logra 20 de los 35 diputados nacionales que están en juego, habría obtenido el
mejor resultado de los últimos 20 años en su provincia, además de asegurarse
un núcleo de legisladores que le darán un rol decisivo en la Cámara de
Diputados. En los noventa, con el liderazgo de Duhalde y su elaborada red
clientelística, el PJ mantiene una diferencia de más de veinte puntos sobre el
segundo. En 1991 triunfa con el 41,9%, quedando segunda la UCR con el
21,7% y en tercer lugar el MODIN (Rico) con el 8,7%. En 1993 el PJ es la
fuerza más votada con el 46,3%, quedando segunda la UCR con el 24,9% y
tercero el MODIN con el 10,6%. Para las elecciones de convencionales de
1994 el PJ se impone con el 41,1%, seguido en segundo lugar por el Frente
Grande con el 15,6% y en el tercero por la UCR con el 14,9%, ubicándose
cuarto el MODIN con el 13,1%. En 1995 el justicialismo se impone nuevamente
con el 48,8%, quedando segundo el Frepaso con el 22,6% y tercera la UCR
con el 16,9%; y en 1997 la Alianza UCR-Frepaso gana la elección con el
46,9%, desplazando al PJ al segundo lugar con el 40,1%. En 1999, gana la
Alianza con el 43,3% y el PJ obtiene el segundo puesto con el 36,6%. Por
último, en las elecciones legislativas de 2001 el PJ y sus aliados se imponen
cómodamente, con el 39,3% de los votos, seguidos por la Alianza que logra el
15,4%; como en todo el país, se produce una gran dispersión del voto en esta
elección, con 7 agrupaciones superando el 5% de los votos, y un fuerte
aumento del "voto bronca" -la suma de votos blancos, nulos e impugnados. Era
el preanuncio del movimiento que surgiría en las jornadas de diciembre-enero
del 2001. Todo esto está muy bien, pero si nos olvidamos de la falsa
hegemonía con que la prensa presenta el triunfo de Solá nos daremos cuenta
de lo siguiente: también fue el récord histórico de abstención con un 69,37%
(1999: 84,9%; 2001: 74,7%), pero no acaba aquí: hubo un 14,5% de voto en
blanco. Pero no sólo eso: existen situaciones dramáticas para la burguesía en
el tercero (Lanús, Quilmas, Lomas de Zamora, Berazategui y Alte. Brown) y
cuarto cordón del conurbano (Moreno, José C. Paz, Malvinas, San Miguel,
Merlo, Tigre, F. Varela, E. Echeverría, Ezeiza y La Matanza), donde la
abstención ha horadado el umbral del 60%, el voto en blanco ha llegado al 25%
y la izquierda en su conjunto orilla el 15%. ¿Quién convocó coordinadamente a
las masas a este tremendo sabotaje al Capital-Parlamentarismo? Su propia
socialización exterior al trabajo: el instinto constituyente revolucionario de esta
nueva figura trabajadora. Y esto es fácil de ver: en sus inicios las clases
antagonistas no es más que interés político inmediato en la destrucción de todo
lo existente.
Iniciativa y biopolítica de clase: el punto de vista obrero no puede salir fuera de
la sociedad capitalista. A lo que es necesario añadir: no puede salir fuera de las
necesidades prácticas y materialistas de la lucha de clases dentro del CapitalParlamentarismo. Sostenemos la siguiente hipótesis contrastada con los datos
empíricos: analizando la asistencia a votar, surge que la participación (la voz
leal al sistema) fue más baja en Salta (59,6%), Tucumán (63,5%), Santiago del
Estero (63,7%) y Jujuy (67,6%). Por otra parte, los distritos donde fue más alta
son La Pampa (78,8%), Entre Ríos (78,4%) y Santa Cruz (77,5%). Una lectura
sociológica muestra que en las provincias más pobres la concurrencia a
participar en los rituales capitales-parlamentarios fue menor (contra el sentido
común y la leyenda de los medios que nos hablan de que son todos empleados
municipales, etc.)si tomamos como indicador de pobreza el porcentaje de
población con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), sobre el total de la
población provincial-, mientras que a medida que el nivel socioeconómico de
las provincias aumenta, la concurrencia a participar en el CapitalParlamentarismo es mayor. La tracción hacia el sistema es fortísima en los
nichos de la vieja y nueva clase media. En los nueve distritos con mayor
cantidad de pobres del país, la concurrencia a votar se mantuvo por debajo de
la media nacional, y en los cuatro más pobres por debajo aún del 70%. Con
respecto al voto negativo (blanco o impugnado), cuya significación es de
creencia en el sistema (rechazando la mercancía electoral que se ofrece,
primacía de la voz, la protesta, pos sobre el éxodo o la salida) se registra el
fenómeno inverso. Con la excepción de Jujuy, que muestra un voto negativo de
19,1% -cercano al promedio del país, que es del 20,9%-, en las provincias más
pobres la suma de votos blancos y nulos se ubica muy por debajo de la media
nacional. Los distritos donde el voto negativo fue menor son Santiago del
Estero y Chaco (dos provincias con un tercio de su población por debajo de la
línea de pobreza), con 5,5 y 5,7% respectivamente. Y a medida que el nivel
socioeconómico de las provincias aumenta este fenómeno se hace más
significativo, alcanzando su máxima expresión en Santa Fe (40,3%) y Capital
Federal (28,9%), donde la pobreza es relativamente menor. Como lo
demuestra las elecciones en la Capital Federal en las dos circunscripciones
típicas de los sectores más bajos (Villa Lugano y Cristo Obrero), el voto
negativo fue el 23,9%; en las dos más características de los sectores medios
(Flores y San Carlos Norte), se elevó al 27,1% y en las que más definen a los
sectores altos (Pilar y Socorro), este voto llegó al 29,2%. La voz sobre la salida
es una elección típicamente clasista, de sectores de la clase media y alta. El
llamado de Zamora a la voz (votar en blanco) fue coherente con su perfil de
clase, en este sentido. Por el contrario, la salida del sistema, mediante la
indiferencia y el éxodo del Capital-Parlamentarismo, es una herramienta
ontológicamente anclada en el nuevo trabajador posfordista, precario,
flexibilizado o desempleado, lo que la sociología burguesa llama los nuevos
pobres. Esto muestra que, respecto de las dos expresiones electorales del
desencanto con la política o la crisis de representatividadla no concurrencia a
votar, más afín a sentimientos de sabotaje y de desobediencia a la misma
faculta del estado de mandar, y el voto negativo, más ligado a un rechazo
activo pero con lealtad al sistema-, existe una marcada diferencia
socioeconómica en el análisis por distrito: la primera es más fuerte en las
regiones de menor nivel socioeconómico, y el segundo es más relevante en las
provincias donde éste es mayor.
El porcentaje de concurrencia a votar en las quince elecciones presidenciales
realizadas en la Argentina con voto obligatorio desde 1911, ha sido en
promedio del 79,7%. En los años veinte (bajo una fuerte influencia anarcosindicalista)-al iniciarse el voto obligatorio- la concurrencia estuvo por debajo
del 63%. Desde entonces la asistencia a votar fue aumentando hasta llegar al
máximo histórico en el año 1958, 90%. En los años siguientes la concurrencia
tendió a descender, llegando en 1999 al 80,5%, la menor desde los años
treinta. Si observamos las legislativas y a gobernador en 1983 concurrió a votar
el 81,3%, en 1985 el 80,9%, en 1987 el 82,5% y en 1989 el 82,3%. Fue el inicio
del posfordismo el que coincidió. Casi con exactitud, con la crisis del estado de
partidos. Comenzó a disminuir, bajando al 78,2% en 1991, al 76,6% en 1993 y
al 75,2% en la elección de constituyentes de 1994, en 1995 aumentó
nuevamente el número de gente que concurrió a votar, llegando al 80,2%, y en
1997 se registra otro descenso, con el 77,6%; en 1999 (con la ilusión de la
Alianza) sube un poco, 81,9%, y en las elecciones legislativas de 2001
desciende al 73,0% del padrón. Ahora se llega al increíble piso del 69,37%. El
promedio de concurrencia a votar de las once elecciones nacionales es de
79,1%. Es así como la concurrencia a votar de las últimas elecciones es la más
baja desde 1983, a casi 9 puntos porcentuales de la media de la normalidad
institucional histórica burguesa. Hay que observar que la concurrencia ha sido
más alta cuando las elecciones legislativas coincidían con las presidenciales en
1983, 1989, 1995 y 1999, la concurrencia siempre superó el 80%- y más baja
cuando las elecciones fueron sólo legislativas y no se votaba por ningún cargo
ejecutivo si tomamos las elecciones de 1985, 1993, 1994, 1997 y 2001, el
promedio de concurrencia fue de 76,7%. Es decir, que si comparamos la
concurrencia de 2001 con la media de las elecciones legislativas, vemos que
no es tan baja como parecía a primera vista. Si analizamos la concurrencia por
distritos, vemos que los de mayor concurrencia histórica fueron La Pampa
(86,2%), Entre Ríos (84%), Mendoza (83,4%) y San Juan (83%). Por su parte,
los distritos con menor concurrencia durante el período son Santiago del Estero
(68,2%), Tierra del Fuego (70,7%) y Salta (73,5%). En la elección legislativa
clave de 2001, vemos que aún cuando la concurrencia a votar descendió en
todo el país, se mantienen las tendencias por distrito. Los distritos de mayor
concurrencia fueron La Pampa (86,2%) y Entre Ríos, y los de menor
concurrencia fueron Salta (59,6%), Tucumán (63,5%) y Santiago del Estero
(63,7%). En las elecciones legislativas de 2001 la concurrencia a votar alcanza
su nivel más bajo desde 1983, representando sólo el 73% del padrón electoral,
seis puntos porcentuales por debajo de la media del período, que es 79,1%.
Pero si comparamos la concurrencia a votar de 2001 con el promedio de las
elecciones sólo legislativas, vemos que el fenómeno del descenso de
concurrencia cuando no se eligen cargos ejecutivos se repite en todos los
casos. Si analizamos las últimas elecciones la tendencia antagonista es similar:
en el Chaco (1999: 77,4%; 2001: 72,4%; 2003: 69,2%); en Jujuy (1999: 80,3%;
2001: 67,6%; 2003: 62,3%); en la modélica Santa Cruz (1999: 81,1%; 2001:
77,5%; 2003: 74,8%), en Río Negro (1999: 82,5%; 2001: 71,4%; 2003: 71,8%;
la única que se detuvo) y Santa Fe (1999: 81,9%; 2001: 75,2%; 2003: 73,8%).
Las tendencias a nivel de distritos se mantienen (las provincias de La Pampa y
Entre Ríos siguen siendo las de mayor porcentaje de asistencia, y las del
noroeste las de menor), lo que indica que el descenso de concurrencia fue
generalizado y a nivel nacional: fue un efecto de la irrepresentabilidad creciente
de la multitud posfordista y de las condiciones materiales de la forma estado
posmoderna, el Capital-Parlamentarismo.
Bipartidismo y lucha de clases: muchos comentaristas hablan del bipartidismo
como rehabilitado por los resultados del último año. Nada más lejos de esto
visto en perspectiva histórica. El mismo era más pronunciado en los años
ochenta, cuando en promedio los dos partidos mayoritarios reunían en conjunto
el 81,2% de los votos. Es 1983 esto alcanza su máxima expresión, reuniendo
ambos el 86,6%. En 1985 suman el 78,5%, en 1987 el 80,2% y en 1989 el
79,5% de los votos para diputados nacionales. En los años noventa se reduce
la polarización electoral, ya que el promedio de la suma de votos del PJ y la
UCR en las cinco elecciones de la década (tomando los votos de la Alianza
desde 1997) es del 73,3%. En las elecciones de 1991, 1993 y 1995 se produce
una fuga de votos del núcleo bipartidista (fundamentalmente de la UCR), y los
beneficiarios de la misma son las fuerzas de centroizquierda representadas por
el Frepaso. Es así como en 1991 la suma de ambos es de sólo el 69,5% de los
votos, en 1993 es del 73,6% y en 1995 de 64,7% (cuando el Frepaso sale
segundo en las elecciones presidenciales). Aunque las fuerzas de
centroderecha experimentan un crecimiento importante correlativo al
debilitamiento del núcleo con la UCeDé entre fines de los ochenta y principios
de los noventa, y el cavallismo en las elecciones de 1999, que se suman al
fortalecimiento de los partidos provinciales-, el fenómeno del Frente
Grande/Frepaso es el hecho político que más había puesto en riesgo la
continuidad del bipartidismo radical-justicialista, vigente en Argentina durante
medio siglo. A partir de 1997, cuando se conforma la Alianza entre la UCR y el
Frepaso, el núcleo bipartidista se refuerza. Los dos partidos mayoritarios
obtienen el 81,9%, y en 1999 el 76,6%. Inaugurando el nuevo siglo, la suma de
los votos del PJ y la Alianza es de sólo el 61,3%, 15 puntos menos que la
elección anterior, lo que constituye el resultado más débil de la evolución del
bipartidismo desde 1983 y coincide con la primera fase del postfordismo. Y
como sucediera en la primera mitad de los noventa, esto ha beneficiado a
nuevos grupos de centroizquierda como ARI y Polo Social, formados en gran
parte por disidentes de la Alianza, y a los pequeños partidos de izquierda.
Desde 1983, la evolución de las elecciones para diputados nacionales muestra
claramente desde 1983 la existencia de un bipartidismo radical-justicialista
imperfecto, que se debilita en la década del noventa en desmedro del
surgimiento de otras fuerzas y la creceiente abstención y sabotaje de el nuevo
movimiento social. En las elecciones legislativas de 2001, no sólo se produce el
récord de voto negativo y no concurrencia a votar, sino que también el
bipartidismo alcanza su momento de mayor debilidad, al reunir los partidos
mayoritarios sólo el 61% de los votos válidos. lo mismo en las presidenciales
de abril. Hoy el sistema bipartidista esta roto y las distintas variantes del capital
se juegan en internas del propio PJ. No hay mecanismo de recambi en el
estado de partidos. Este logro revolucionario, que quiebra la dialéctica política
perpetua de oficialismo-oposición, es producto directo del movimiento surgido
en el 2001 y su antagonismo constituyente.
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