48 LATERCERA Domingo 10 de abril de 2016 Deportes Tenía tanto talento que estaba llamado a marcar una época en el balompié chileno, pero no supo vivir en las alturas. Sus adicciones y sus constantes indisciplinas terminaron por eclipsar aquellos goles de rabona que amenazaban con volverse inmortales. Tras tocar fondo, el floridano trata hoy de iniciar una nueva vida. Aquella que, dice, Dios le había encomendado. Por Denís Fernández La redención de Mauricio Cataldo S abe de lo que habla porque habla, sin tapujos, de lo que se siente al tocar fondo. O, más bien, de lo que ya no se siente. De todo lo que se deja de sentir. De lo amarga que resulta la derrota después de haber saboreado las mieles del triunfo prematuro, de los peligros y las terribles consecuencias que comporta el vivir al límite. Y eso es lo que trata de transmitir ahora, en su particular discurso previo al inicio del entrenamiento, a las decenas de niños que se han congregado hoy, como cada miércoles, en la recóndita cancha La Calvo de la Población Los Navíos. Porque es aquí, en este olvidado escondite de la Comuna de La Florida, donde se ejercitan los alumnos y alumnas de la escuela de fútbol Mauricio Cataldo. Un lugar simbólico -decisivo casia la hora de tratar de entender la historia de quien da nombre a este centro formativo, de quien imparte de manera gratuita estas clases. El lugar en donde comenzó todo, en donde se fraguaron el nacimiento y la caída de un jugador que pare- cía condenado a tener que llegar mucho más alto. “Aquí es donde yo me crié cuando era niño. Casi toda la vida la hice aquí en La Florida. En la Población La Matucana, en la Villa Las Mercedes. De ahí vengo yo”, comienza a rememorar Cataldo, frunciendo el ceño al hablar, como si le costase esfuerzo desenterrar aquellos recuerdos, como si le doliese demasiado. “Fue una infancia difícil. Yo me acuerdo que cuando niño andábamos recogiendo aquí en los hoyos fierros, comíamos pan duro y esas cosas. Y hoy es igual, porque uno anda por ahí y ve a toda la gente angustiada. Las mujeres con la pasta base, los jóvenes todos flacos. Y uno no quiere que los niños y las niñas que están en la escuela de fútbol vivan eso”, prosigue, con gesto serio, antes de evocar la imagen de uno de los principales responsables de la fundación de su escuela de fútbol, concebida para facilitar el acceso al balompié a jóvenes en situación de vulnerabilidad social y que hoy cuenta con nada menos que 70 alumnos: “Cuando era chico, había una persona en Santa Raquel que se llama-