SÍ. EN ESTO CREO ANTONIO HERNÁNDEZ GAMARRA1 Señoras

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SÍ. EN ESTO CREO
ANTONIO HERNÁNDEZ GAMARRA1
Señoras, señores, amigas y amigos todos:
Honda es mi gratitud para con los miembros del Consejo Académico
de la Universidad que postularon mi nombre para ser honrado con
esta distinción, y muy en especial para el doctor Édgar Bejarano,
decano de la facultad de Ciencias Económicas y representante de ella
en esa corporación.
De igual manera expreso mis agradecimientos a los miembros del
Consejo Superior Universitario organismo que me otorgó la distinción y
a los amigos Gabriel Misas Arango y Consuelo Corredor, que
pensaron en mi candidatura y dieron los primeros pasos para que ella
surtiera los procedimientos establecidos en el reglamento.
Me honra la distinción y me honra la causa que las autoridades
académicas invocaron al otorgármela, al juzgar que son meritorios mis
aportes al desarrollo del área de las ciencias económicas y mi
transparencia en el desempeño profesional en cargos públicos.
Al conocer tan regocijante noticia se agolparon en mi mente la imagen
de gozo que tendrían mis padres si hoy estuvieran presentes y
también la alegría que ha embargado a Betsy, a mis hijos, que a la
usanza de antes incluye por supuesto a mi hija, a mis nietos, a mis
hermanos y hermanas y a mis amigas y amigos.
El cariño y la solidaridad de ellos hacen que sea mi deber rendir tributo
a la amistad. Sentimiento que efusivamente expreso en este momento
evocando a los amigos de la infancia de mi Sincé natal y que
emocionadamente simbolizo rememorando a Alberto Corchuelo,
Leonidas Mora, Héctor Melo, Chucho Bejarano, Luis Bernardo Flórez,
1
Palabras en la ceremonia de otorgamiento del doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de
Colombia.Bogotá,septiembre22de2016.
Homero Cuevas y César González, compañeros y cómplices en el
aprendizaje, en la enseñanza y en los debates sobre la economía, y
quienes nos han precedido en el retorno a la madre tierra.
Junto a esa amalgama de sentimientos también se vino a mi mente un
torrente de ideas sobre las palabras que compartiría con ustedes el
día de hoy para expresar mi gratitud.
Desde el mismo instante en que con ternura Catalina Ramírez Gómez,
secretaria general de la Universidad, me comunicó la decisión del
Consejo Superior Universitario, pensé que debía hacer una reflexión
académica sobre un tópico que hubiese ocupado mis quehaceres
intelectuales a lo largo de mi formación como economista y de mi
ejercicio profesional.
Primer candidato para ese propósito fue el examen del modelo de
hombre de los economistas, con sus gustos y preferencias
socialmente no interrelacionados, cuyo comportamiento racional lleva,
según esa teoría, a decisiones óptimas para él como individuo y para
la sociedad como un todo.
A pesar de las críticas que con razón se le formulan, esa
conceptualización tiene fortalezas relevantes para explicar hechos en
el mundo real, y su olvido y su menosprecio, unidos al populismo
como manifestación política, pueden conducir a desastres en las
economías nacionales, como hondamente lo sufre hoy el pueblo de
uno de nuestros vecinos.
No obstante, desde un ángulo opuesto, la santificación de esa teoría y
la ideologización que de ella se hace conducen al endiosamiento del
mercado, lo que hace beatífico lo privado y satánico lo público. Y eso
se traduce en perversos resultados para el bienestar de la población,
como se pone de presente en algunos aspectos del funcionamiento
del sistema de salud en nuestro país.
Un segundo tópico que consideré podría exponer a ustedes el día de
hoy estuvo referido a las características del desarrollo económico y
social de Colombia a lo largo del siglo XX. La doble característica de
una economía constantemente creciente, que ha alcanzado logros que
se reflejan en muchos indicadores sociales, y al mismo tiempo gestora
de una sociedad profundamente desigual entre sus regiones, entre
segmentos de la población, entre hombres y mujeres, y entre las
etnias, merece permanente reflexión.
En esas lucubraciones andaba cuando llegó a mi memoria un
pensamiento de Norberto Bobbio que dice que cuando uno se hace
viejo le importan tanto los conceptos como los afectos. Ateniéndome a
esa verdad, en vez de ocuparme del tipo de temáticas que acabo de
describir, tan caras a mi vocación de economista y tan propias de las
circunstancias académicas del solemne acto que hoy nos congrega, lo
que voy a hacer es, contando con su benevolencia, compartir con
ustedes la carta que ahora les dirijo a mis nietos.
Bogotá, septiembre 22 de 2016
Simón Hernández
Pablo Hernández
Alejandra Hernández
Julieta Hernández
Llenas del amor y la ternura, que junto a Betsy y sus padres les
profesamos, estas letras les manifiestan que el de hoy es un acto de
especial significación para nuestra familia al recibir la distinción que
me ha conferido la Universidad Nacional al titularme Doctor Honoris
Causa.
Esta distinción nos llena de regocijo, nos enaltece y nos enorgullece.
En especial porque en este claustro estudié en la primera mitad de los
años 60 del siglo pasado, habiéndome tocado en suerte uno de sus
períodos académica y culturalmente más fecundos, gracias al espíritu
innovador, creativo y filosóficamente liberal del entonces rector, doctor
José Félix Patiño.
En ese clima intelectual, y dentro de naturales controversias, aquí yo
pude vivir, ver, sentir y ejercer el idealismo por una mejor Colombia en
su estado más puro.
Ese alimento espiritual marcó mi vida y me guio en el desempeño
profesional y en el ejercicio de mis deberes y derechos como
ciudadano, en un país golpeado a lo largo de muchas décadas por la
violencia y por la intolerancia.
Eso hizo que la nuestra y muchas otras generaciones de colombianos
no hayamos conocido el sosiego para el ejercicio y el disfrute de
nuestros derechos políticos, económicos y culturales.
En los próximos años y a medida que ustedes avancen en sus
estudios, en especial en la historia de Colombia, que debe ser una de
sus prioridades académicas y culturales, oirán, en ocasiones, que el
conflicto empezó, aun cuando sea más remoto en sus orígenes, en el
momento en que el Estado agredió a los campesinos de la región del
Pato, Guayabero y Marquetalia.
Otras voces les dirán que el origen de la guerra fue el legítimo derecho
del Estado a defenderse de una ideología y de unas acciones bélicas
que atentaban contra los principios fundamentales de la
institucionalidad.
Ello será así porque muy variadas son y serán las opiniones y las
interpretaciones sobre el origen del conflicto y sobre las causas que
hicieron posible que se prolongara durante más de cinco décadas.
De lo que no cabe duda es de que hubo voces que en su momento
expresaron que buscar “la redención popular por la vía de las
armas… sería demorada, sangrienta y antidemocrática”2. Haber
desoído palabras como esas nos hizo sufrir en carne propia la verdad
universal que enseña que no hay guerras relámpagos, pese a las
creencias y manifestaciones de quienes las declaran.
2
LafraseesdelpolíticoliberalAlfonsoRomeroAguirreenunaentrevistaqueleconcedióalDiariodelCaribe
ennoviembrede1960yquefuereproducidaenlabellanoveladeRicardoSilvaRomerotituladaHistoria
OficialdelAmor.
Afortunadamente el acuerdo suscrito el pasado 24 de agosto entre el
gobierno nacional y la guerrilla de las FARC abre una luz de
esperanza para que ustedes puedan vivir en una sociedad mucho
menos conflictiva que la que nos tocó vivir a nosotros.
Sin embargo, el realismo aconseja entender y saber que aclimatar la
paz no es una tarea que les compete sólo a los protagonistas del
conflicto, pues ella será, en lo fundamental, una labor que debe
desarrollar la ciudadanía si queremos que se respeten las ideas de los
contrarios, se acepten como naturales los distintos pareceres y
opiniones y se defienda el derecho de otros a expresar su verdad, así
no estemos de acuerdo con sus ideas.
Para que la finalidad suprema de esa conducta civilizada se arraigue
en la sociedad colombiana será fundamental que colectivamente
construyamos la mesa de la tolerancia, la concordia y la equidad.
Para el diseño y el molde de la primera pata de la mesa de la
tolerancia, la concordia y la equidad podríamos basarnos en los Siete
saberes necesarios para la educación del futuro. Texto preparado
por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (Unesco) bajo la dirección del filósofo francés
Edgar Morin. Allí aprenderemos que “la racionalidad debe
permanecer abierta a la discusión para evitar que se vuelva una
doctrina y se convierta en racionalización”.
Para el segundo soporte de la mesa de la tolerancia, la concordia y la
equidad podríamos acudir al ensayo de Estanislao Zuleta titulado
Elogio de la dificultad. En él leeremos que “no se puede respetar el
pensamiento del otro cuando se habla desde la verdad misma,
cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque
entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe”.
Reflexiones como estas nos alejarán de los fundamentalismos, de
creer que nuestras opiniones son las únicas verdaderas y justas, y
desterrarán de nuestras mentes el pensamiento obsesivo.
Tercer soporte de la mesa de la tolerancia, la concordia y la equidad
podrían ser las enseñanzas de Carlo Cipolla de cuya lectura, en
Allegro ma non troppo, aprenderemos que “el humor es el mejor
remedio para disipar tensiones, resolver situaciones que resultan
penosas y facilitar el trato y las relaciones humanas”. La
indulgente simpatía, que es el humor así entendido, tiene poco que ver
con el chiste flojo y con la hiriente ironía.
La cuarta pata de la mesa de la tolerancia, la concordia y la equidad
debería apoyarse en el desvanecimiento de los humos de la pasión y
el rencor, y nos corresponderá moldearla con el pensamiento de todos
los colombianos.
Si ustedes, como integrantes de nuestra sociedad, y todos nuestros
conciudadanos aplicamos de manera sistemática esos principios, el
acuerdo que han firmado el gobierno nacional y la guerrilla de las
FARC nos debe conducir a ser una mejor nación, pues a nadie le
debería caber duda de que los fines del mismo son todos deseables.
Es razonable pensar que la construcción de una nueva sociedad rural
se debe basar en la disminución de las amplias disparidades sociales
y regionales que agobian a Colombia. La búsqueda de mayor equidad
y la dotación de medios materiales a los habitantes rurales es
condición necesaria para ello, aun cuando insuficiente si no se
destierra de algunos sectores de nuestra sociedad la creencia, tan
hondamente arraigada, de que lo rural es sinónimo de rusticidad y de
atraso.
Que se cuente con garantías para el ejercicio de la oposición política,
que se fortalezcan los mecanismos democráticos para la participación
ciudadana, que se promueva el pluralismo y que se construya un
sistema electoral probo y respetado por todos los ciudadanos son
condiciones necesarias para fortalecer la democracia.
Encontrar una solución más racional y más realista a la producción y el
consumo de las drogas ilícitas nos quitará el Inri de ser los
responsables del narcotráfico a nivel internacional, cuando la verdad
es que nuestra patria ha sido su víctima. En esa guerra también
hemos avanzado hacia la victoria, pero sólo la ganaremos plenamente
cuando los países consumidores, siguiendo las recomendaciones de
la academia y de calificados actores del ejercicio del poder en el
mundo, instituyan que ese consumo es más un problema de salud
pública que producto de los agentes económicos que se benefician de
la prohibición.
El reconocimiento de las víctimas y la reparación a que legítimamente
tienen derecho, al igual que los mecanismos acordados para la
implementación y la verificación de los acuerdos, el castigo a los
responsables de los crímenes atroces cualquiera haya sido el bando
en que militaron quienes los cometieron, y la decisión de las FARC de
abandonar las armas, como medio para adelantar la lucha política y
acceder al poder, son todas noticias que nos deben llenar de regocijo.
En especial si las FARC dan pruebas fehacientes de que contribuirán
a superar la crisis de confianza en el proceso que, de buena fe, tienen
algunos sectores de la población.
Si para conseguir esas finalidades últimas del acuerdo la sociedad
colombiana toda se dedica a construir la mesa de la tolerancia, la
concordia y la equidad y si todos los ciudadanos somos conscientes
de que esta es una tarea colectiva, ustedes vivirán en un país donde
nadie considere legítimo combatir la pobreza con fusiles y donde
nadie crea que es legítimo defender su riqueza con fusiles, como
predicó en alguna ocasión nuestro buen amigo el poeta sucreño Cristo
García Tapia.
Un país donde, de manera progresiva, la política sea entendida como
la forma de concebir, plantear y resolver todo problema público3. Si
ello es así, la política será un ejercicio de la inteligencia y “una
costumbre virtuosa, receptiva de los datos de la cultura, la
tradición, el respeto al individuo y el vigor de la colectividad”,
para emplear las palabras de Carlos Fuentes.
3
SegúnanotóDonMigueldeUnamunoensutextolos“Antipoliticistas.”
Bajo ese paradigma nadie juzgará conveniente ni necesario el uso de
las armas para acceder al poder, y una parte representativa de los
ciudadanos dejará de juzgar la política como una actividad abominable
a la que sólo se dedican quienes tratan de obtener de ella dividendos
mercantiles.
Si ese pensamiento guía a nuestra sociedad y a sus dirigentes, la
política dejará de ser sólo un ejercicio para acceder a la contratación y
al presupuesto y por lo tanto, los actos de corrupción no encontrarán
en ella el medio de propagación de que hoy se nutren en buena parte.
Un segundo dividendo que generará la construcción de la mesa de la
tolerancia, la concordia y la equidad será el mejor uso de los
impuestos que los ciudadanos pagamos al Estado. Con el paso de los
años, en vez de gastarnos parte importante de esos dineros en armas,
en municiones, en logística, en salarios y prestaciones sociales de una
fuerza pública siempre creciente, podremos invertirlos en mayor y
mejor educación para los jóvenes y los niños, al igual que en un mejor
servicio de salud para todos los ciudadanos.
Dividendo que se acrecentará si, como lo pronostican todos los
expertos, en una nación en paz la economía produce más, y en
consecuencia se pueden cobrar más impuestos que no se dedicarán a
la guerra. De esa manera, en un par de décadas la nuestra será una
población más sana, más educada y mejor formada.
Pero sin duda el más importante dividendo de la construcción de la
mesa de la tolerancia, la concordia y la equidad será el dividendo
humanitario. Las vidas salvadas, las mutilaciones evitadas, el fin de la
extorsión y el secuestro (que fueron todas ellas secuelas del uso
irracional de las armas ), junto con una amplia libertad de pensamiento
y de palabra, nos posibilitarán construir un Estado democrático donde
se dé una relación de colaboración entre el sector público y el sector
privado; un Estado fuerte, sin restricciones ni autoritarismos, que dirija
una economía en donde la creación de riqueza y la equidad social no
transiten por senderos diferentes.
Hoy algunos colombianos se oponen a los acuerdos por un cálculo
político. Algunos otros de nuestros conciudadanos dudan, de buena fe,
sobre la eficacia de los acuerdos. Estos últimos, cuando la mesa de la
tolerancia, la concordia y la equidad produzca sus dividendos, dirán al
referirse a la paz: “venías de tan lejos como de algún recuerdo… y
el amor fue tan sólo encontrarte de nuevo”, como dejó consignado
Meira del Mar en su poema Nueva Presencia.
Alusión a la poesía que es propicia para recomendarles la lectura de
Constantino Cavafis y de León de Greiff, quien dio nombre al auditorio
que ahora nos alberga. De Cavafis oirán decir:
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
De León y sus múltiples nombres (entre otros Beremundo el Lelo, Leo
Legrís, Sergio Stepansky, Aldecoa, Gaspar, Ramón Antigua, Alipio
Falopio, Segismundo Junior, Apolodoro) aprenderán cuán rico es
nuestro idioma, oirán la musicalidad y la invención de las palabras, y
conocerán sus vivencias y su dejo de juglar. Lo cual palparán cuando
lean en uno de sus sonetos:
Este que veis aquí – barbitaheño,
tendiente a barbicano por minutos –
un día fue el mejor – a pies enjutos –
navegador por rutas del ensueño.
La conversación que mantenemos en nuestra familia para intercambiar
información sobre nuestros quehaceres, nuestros logros y nuestros
quebrantos, cuando los tenemos, se seguirá fortaleciendo ya que
hemos estado construyendo nuestra propia mesa de la tolerancia al
aceptar que, en ocasiones, algunos de nosotros no entendemos el
sentido del humor de quien envía un mensaje. Sabemos que esas
pequeñas incomprensiones, y la sonrisa con que expresamos nuestras
opiniones a este respecto, nos hacen ser más auténticos y más
tolerantes.
Habrá quienes se pregunten si este texto y algunas de las expresiones
en él contenidas están al alcance de los conocimientos que ustedes
han adquirido a sus escasos años. A quienes así piensen les decimos
que cuando sus padres lean detenidamente estas palabras con
ustedes ejercerán la vocación pedagógica ancestral en nuestra
familia, y al recurrir al diccionario para jugar con él -- en especial el de
USO DEL ESPAÑOL, de la señora Moliner-seguirán la
recomendación de ese otro gran escritor sucreño que fue Héctor Rojas
Herazo, pues el diccionario hay que leerlo como el cuento de las
palabras, como una novela, como un “mundo de misterios, de
efímeras claridades, de inexploradas lejanías… Porque está
hecho de vivencias y recuerdos…, de ciencia y brujería, de
certidumbre y de mito”.
Dicho lo cual me anticipo a responderles la pregunta que me harán en
breve cuando me indaguen sobre quién es la persona que al igual que
yo ha sido distinguida con el doctorado Honoris Causa por la
Universidad Nacional el día de hoy.
Francisco de Roux es un sacerdote jesuita fiel seguidor de las
enseñanzas de San Francisco Javier; un hombre que, acorde con ese
ejemplo, se alejó de todo boato para dedicarse a servir bien a sus
semejantes. De ello es testigo la sociedad colombiana y muy
especialmente lo son los habitantes del Magdalena Medio, donde
Pacho, como le decimos sus amigos, ha estado construyendo la mesa
regional de la tolerancia, la concordia y la equidad. En ocasiones tuvo
que llevar a cabo esa misión en medio de actitudes profundamente
hostiles, como cuando, con el fin de descalificarlo, un político de la
extrema derecha lo tildó de “peligroso comunista”. Lo cual es otra
muestra de la irracionalidad a que han llegado algunos colombianos
en estos años.
Al arroparlos con el afecto que desde lo profundo del corazón les
profesamos la Abue Betsy, sus padres, yo y sus demás abuelos, les
recuerdo que aún cuando en abstracto el futuro no es previsible,
también es cierto que el de Colombia será mejor si nos dedicamos a
construir colectivamente la mesa de la concordia, la tolerancia y la
equidad. Con lo que pongo punto que no final a estas palabras,
diciéndoles: Sí, en esto creo.
Con profundo amor, Toño
----------------A ustedes, señores asistentes, muchas gracias por su benevolencia y
muchas gracias por escuchar las razones por las cuales creo que mis
nietos tendrán un mejor futuro si los colombianos decimos SÍ el
próximo 2 de octubre.
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