Poner la Misericordia en práctica.

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¡Poner la Misericordia en práctica..!
…porque la misericordia no es un sentimiento, es praxis.
Queridos hermanos:
El Señor ha querido darnos un Papa muy sensible a la
principal misión de la Iglesia, que no es otra que hacer visible a Cristo en medio
del mundo mediante la oración, el testimonio de vida y el apostolado. Quiere
inclinar el Evangelio, aún más si cabe, hacia el hombre de hoy y sus periferias
existenciales.
Es el Papa Francisco quien nos llama a todos los bautizados a salir de nosotros
mismos: él quiere una Iglesia “en salida” que ha de tener “amplias entradas” y
para ello, invita a cada cristiano a no mirar sólo la “superficie” de los demás,
como hizo Simón, el fariseo, cuando juzgó a la mujer que se acercó a Jesús (cf.
Lc 7, 36-50); a ese nivel es muy fácil equivocarse. La misericordia mira más
adentro y solidariza el corazón con las miserias que tenemos cada uno. “He
pensado mucho –dijo Francisco el 13 de marzo– cómo la Iglesia puede hacer
más evidente su misión de ser testigo de la misericordia… He decidido convocar
un Jubileo Extraordinario –a partir del próximo 8 de Diciembre– que tenga en el
centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la misericordia”.
El Papa quiere que todas las miserias humanas puedan acercarse a la Iglesia.
Ahora bien, las miserias se diversifican tanto como las necesidades del hombre.
La Iglesia no pretende remediarlas todas, pero sí ofrecer su mejor esfuerzo. Ella
busca aliviar la miseria corporal dando alimento, techo y vestido; la miseria
afectiva dando cercanía, calidez y bondad; la miseria humana e intelectual
educando y promoviendo la justicia; la miseria psicológica dando atención y
acompañamiento; y, sobre todo, la miseria moral y espiritual enseñando la fe y
administrando los sacramentos, que son su mayor tesoro. La Iglesia es experta
en misericordia, porque es experta en humanidad. Su único fin es “continuar,
bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar
testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar.
El Año de la Misericordia compromete a toda la Iglesia: a los obispos y
sacerdotes como ministros de la misericordia, a los consagrados como
encarnación misericordiosa para cada ser humano, y a todos los fieles laicos como
promotores de la misericordia en medio del mundo, porque la misericordia no es un
sentimiento, es una praxis.
Las “obras de misericordia” son una síntesis concreta y práctica al alcance de
todos: 1.- Enseñar al que no sabe. 2.- Dar buen consejo al que lo necesita. 3.Corregir al que yerra. 4.- Perdonar las injurias. 5.- Consolar al triste. 6.- Sufrir
con paciencia los defectos del prójimo. 7.- Rogar a Dios por los vivos y difuntos.
Entre ellas destaca el perdón de las ofensas como gesto propio del año jubilar.
Porque los jubileos nacieron, en la historia de Israel, como “años de gracia”; en
ellos se condonaban las deudas y se devolvía la igualdad a todos.
Pero la misericordia tiene un precio; para que germine en nuestras vidas, como
el grano de trigo, algo debe morir en nosotros: quizá una pereza, un apego, una
visión superficial, un rencor, una desconfianza… sin embargo, este morir es
pasajero. Cuando somos misericordiosos reencontramos nuestra propia esencia,
que lleva en sí la impronta de Dios y como el grano, brota y vivimos de nuevo.
Porque nunca nos pareceremos más a Dios que cuando somos misericordiosos,
pongámosla en práctica y vivámosla con alegría.
Ángel-Daniel de Toro González
CONSILIARIO
ORACIÓN: Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la
samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y
glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad
para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en
el error:
haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado
por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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