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EL OBISPO DE ORIHUELA-ALICANTE
A TODAS LAS COMUNIDADES
Queridos hermanos y hermanas:
¡Al menos 125 personas muertas y varios centenares de heridos! Así escucho,
cuando estoy escribiendo estas letras. Desde el comienzo de mi carta os pido una
oración al Señor por ellas y sus familias destrozadas.
Este escalofriante dato, aún no cerrado, se va ampliando a medida que pasan los
minutos de esta angustiosa mañana, que la convierten en un día sangriento. Quiero, con
toda prisa y con mi pulso tembloroso por la emoción, expresaros la necesidad que siento
de escribiros y compartir con todos vosotros, mi comunidad, el dolor hondo y a la vez la
fe y levantaros a la esperanza, tan necesaria. Comparto también con todos los hombres y
mujeres de buena voluntad el rechazo frontal al terrorismo que nos ha golpeado
brutalmente y nos ha convertido a todos en víctimas.
Como hermano y Pastor vuestro, afirmo con rotundidad que cualquier acto
terrorista viola y cercena la dignidad intocable de la persona, hoy con rostros concretos
de conciudadanos nuestros, obreros que han salido de madrugada buscando su trabajo o
estudiantes camino de sus aulas.
Por ello, ante los atentados de esta mañana en Madrid, como creyente en
Jesucristo, Señor de la Vida, desde lo más profundo de mi corazón, de nuevo grito
también con vosotros y con todas mis fuerzas que el terrorismo es intrínsecamente malo
y que nada ni nadie lo puede justificar. Es degradante, es irracional, es un desprecio a
Dios y al hombre, es un pecado gravísimo que ‘clama al cielo’ (Gn. 4, 10), porque con
sus zarpazos de muerte, el terrorismo asesina al hermano y rasga el corazón de la
convivencia.
No matarás. Este es el mandato de Dios. Por eso, hoy, nuevamente y con toda
claridad, junto con vosotros, rechazo el recurso al odio, al vil asesinato, a los métodos
terroristas, e igualmente condeno con energía toda cooperación, directa o indirecta, con
estos medios criminales. Nadie, por otra parte, puede levantar los hombros con
indiferencia cuando el hermano yace muerto o herido en las vías de Atocha, de Santa
Eugenia y del Pozo del Tío Raimundo. Su sangre clama a Dios y pide con fuerza
justicia y caridad.
Mi oración y mi pensamiento, como comprenderéis, no se separan de las
víctimas de este acto terrorista. Pienso en los que han muerto, en los heridos, y pienso
en tantas familias inocentes que en estos momentos sufren. Que sepan que su dolor es
también nuestro dolor. Su angustia es la nuestra. Y que tengan la certeza de que nuestra
Comunidad diocesana las recuerda y se une a ellas. Y su pregunta del porqué ante la sin
razón y la barbarie es también nuestra pregunta. ¿Por qué, Dios mío, por qué?
Envío mi condolencia sentida al Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid para que la
haga llegar a esa Comunidad bien recordada y querida por mí.
Os ruego con sumo interés que en estos días y, sobre todo, en las celebraciones
del domingo se hagan preces por los que han muerto, por los heridos y por sus familias.
Igualmente, os invito a que participéis en los actos cívicos que se organicen en contra
del terrorismo y, por último, os comunico que el próximo lunes, día 15, a las 7’30 de la
tarde, en la Concatedral de San Nicolás, quiero celebrar una Misa por todos los que han
muerto y por las numerosas víctimas. Sé que haréis por participar.
Son momentos de intenso dolor. Ofrecemos nuestra respuesta que no es sólo la
repulsa, sino trabajar denodadamente por la paz, como es mandato del Señor, y servir
siempre a la vida y a la dignidad de la persona.
Vuestro hermano,
? VICTORIO OLIVER DOMINGO
Alicante, 11 de marzo de 2004.
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