Reflexiones sobre Primo Levi. De la zona gris

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Reflexiones sobre Primo Levi. De la zona gris.
Me atrevo a aseverar que quien lee a Primo Levi, no lo olvida fácilmente.
Nació en Turín, Italia, en el seno de una familia judía del Piamonte. Fue un autor de
relatos, novelas y poemas. En sus libros aborda particularmente una de las tragedias
del siglo XX. Fue miembro de la resistencia antifascista italiana durante la segunda
guerra mundial y en 1943 es detenido y derivado al campo de Auschwitz. Estuvo
recluido por los nazis en el campo de concentración de Monowice, alterno del de
Auschwitz y a donde eran destinados aquellos que trabajaban de modo esclavo y
morían dadas las condiciones, a los pocos meses. Sobrevivió gracias a su profesión de
Químico y a ciertas variables que estuvieron de su lado, de hecho fue uno de los 20
judíos italianos liberados a tiempo, por el Ejército Rojo. Varios de sus textos hablan
sobre sus historias de vida y Primo Levi no solo la cuenta, también sacude al lector en
algunas de sus páginas, con sus reflexiones.
Personalmente, el nombre Primo Levi, lo había escuchado durante mi adolescencia
pero se me había perdido en algún recodo del camino. Leyendo la obra formidable
“Memoria del mal, tentación del bien” de Tzvetan Todorov lo encontré de vuelta en el
2010, y de ahí, comencé a buscar y leer sus libros. He visto filmaciones de entrevistas
de él en Youtube y busqué otros autores que hablaran sobre su obra en distintas
publicaciones. Establecí contactos con el Centro de Estudios Primo Levi de la ciudad de
Turín y lo pude visitar en el año 2015. Conocí la biblioteca del Centro con la secreta
intención u obsesión de encontrar respuestas a algunas de sus ideas y a su suicidio,
aunque obviamente, no contesté ninguna de las interrogantes que tenía. No era por
ahí.
Hay un concepto de Primo Levi que es el que deseo abordar en esta ocasión. La “zona
grigia”. La zona gris de la que nos habla Levi, particularmente, en uno de sus últimos
textos, “Los hundidos y los salvados”. Elabora este concepto, desarrollándolo,
analizándolo y discutiéndolo para tratar de entender parte del comportamiento de
muchos individuos que vivían en el campo de concentración.
En su primer libro, “Si esto es un hombre” y mucho tiempo antes de hablar de zona
gris, señalaba en relación al campo de concentración, al Lager: “Aquí, la lucha por la
vida es implacable y cada uno está desesperada y ferozmente solo”. Para sobrevivir
hay que “abandonar toda dignidad, sofocar todo viso de conciencia, arrojarse en la
confusión como un bruto contra otros brutos, abandonarse a las fuerzas subterráneas
insospechadas que sostienen a las generaciones y a los individuos en la adversidad.”
En “Los Hundidos y los salvados”, explicando el concepto de zona gris, Levi dice: “El
mundo en el que uno se veía precipitado era efectivamente terrible pero, además,
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indescifrable: no se ajustaba a ningún modelo, ingresar al Lager incluía sorpresas, el
enemigo estaba alrededor, pero dentro también, el nosotros perdía sus límites, los
contendientes no eran dos, no se distinguía una frontera sino muchas y confusas, tal
vez innumerables, entre cada uno y el otro.” Para él, la zona gris tiene “los contornos
mal definidos” y “separa y une al mismo tiempo a los dos bandos de patrones y
siervos”. Confirma que la piedad y la brutalidad pueden coexistir en el mismo individuo
y en el mismo momento contra toda lógica.
Para Primo Levi, se daban en el Campo, una serie de personajes que eran
representantes de la zona gris por excelencia. Por ejemplo, los llamados Kapos, que las
autoridades nazis del lugar elegían para mandar y que eran extraídos de la masa de
prisioneros y víctimas, para encausar el orden en el campo como fuera, en forma
discrecional o como se les ocurriera. Otros personajes eran los Sonderkommandos, el
grupo de prisioneros o internos a los que se les obligaba o confiaba todas las tareas en
los crematorios. Eran para Primo, “los cuervos del crematorio”. Durante el tiempo que
actuaban como tales, tenían un mejor nivel de vida que les permitía sobrevivir sin
hambre, sin grandes avatares. Luego, los Sonderkommandos eran eliminados por los
nazis. Eran asesinados y otro grupo era seleccionado para cumplir con esa función
durante unos meses. En la ilusión omnipotente del Monstruo, no podían quedar
testigos.
Dentro de lo que se ha dado en llamar “Literatura del exterminio”, hay varios autores
que habiendo escrito su testimonio en base a su experiencia, hablan de lo que le
ocurre a los individuos en el campo, al ambiente violento entre los compañeros de
infortunio y a las contradicciones en cada uno y entre ellos. Se refieren a situaciones
que quedan en las tinieblas, o hacen alusión a una ambivalencia o ambigüedad en los
vínculos humanos. Por ejemplo: Margarette Buber-Neumann, Liana Millu, David
Rousset, Germaine Tillion, Tadeusz Borowsky. El conocido Jorge Semprún señala en su
texto “La escritura o la vida”: “…En los campos, el hombre se convierte en ese animal
capaz de robar el pan de un camarada, de empujarlo hacia la muerte. Pero en los
campos el hombre se hace también ese ser invencible capaz de compartir hasta la su
última colilla, hasta su último pedazo de pan, hasta su último aliento, para sostener a
los camaradas…”
Robert Antelme en “La especie humana”, es preciso en nombrar las contradicciones:
“Hay tipos que serán quizás respetados allá y que se nos han vuelto tan horribles, más
horribles que nuestros peores enemigos de allá. Están también aquellos de los que no
se esperaba nada, cuya existencia era allá la del hombre sin historia, y que aquí se han
revelado héroes. Acá habremos conocido las estimas más íntegras y los desprecios más
categóricos, el amor por el hombre y el horror de él, con una certeza más completa
que en ninguna parte.”
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Mordechai Rumkowsky, catalogado como “el rey de los judíos” en el Ghetto de Lodz,
Bernard Murmelstein entrevistado por Claude Lanzman y figura clave de la comunidad
judía de Viena y del Consejo que regenteaba el Ghetto de Terezin, o el Doctor Miklos
Nyzsly que trabajó junto con Joseph Mengele en el mismo Auschwitz, son figuras que
han convocado numerosos escritos sobre su comportamiento ambiguo, servil, vidrioso
dada la función que cumplían entre los representantes de la barbarie nazi y las
víctimas en general.
Nótese que en todos estos conceptos que voy volcando, al igual que Primo Levi, solo
tomo en cuenta lo acontecido con los que estuvieron en una primera fase, en el lugar
de las víctimas. Por cierto que hay quienes podrían describir las zonas grises de los que
estructuraron la maquinaria industrial de eliminación de seres humanos, es decir los
verdugos. No es mi interés hacerlo.
El concepto de Primo Levi ha sido retomado por diferentes autores desde distintas
disciplinas: Sociología, Literatura, Antropología, Ciencias Políticas, Filosofía, Historia.
Nombro algunos de estos autores: Giorgio Agamben, Tzvetan Todorov, Anna Bravo,
Paz Moreno Feliú, Francois Rastier, Carlo Guinzburg, Marco Belpolliti, Antonio Muñoz
Molina, Giovanni Tesio, Martina Mengoni, entre otros.
Si bien hay diferencias entre estos y otros autores, a grandes rasgos, existe cierta
convergencia en la opinión de que en algunos regímenes políticos sumamente
autoritarios, donde no es posible ninguna crítica, donde los castigos y las amenazas
son terribles, los individuos tienden a debilitar y a confundir su capacidad para realizar
juicios adecuados y actuar en consecuencia. Las habituales y complejas relaciones de
poder entre los individuos se trastocan y la realidad aparece con una brutalidad, donde
no es posible definir quién es el opresor y quién es el oprimido.
Antonio Muñoz Molina dice que existía un espacio entre “los verdugos indudables y las
víctimas del todo inocentes: en él habitaron los prisioneros que a cambio de una ración
más de pan o medio litro suplementario de sopa actuaban como ejecutores o sicarios
de los nazis…” El tema desesperante era poder salvarse y quien no podía hacerlo o no
asumía determinado tipo de conductas, se hundía.
¿Qué puede decir un psicoanalista con respecto a este fenómeno de la zona gris?
En mi caso, puedo decir algunas cosas:
En primer lugar, los testimonios de Primo Levi nos dejan pensando en ese concepto
siempre inasible que es “la condición humana”. La zona gris es, desde cierta
perspectiva una terrible aunque magnífica descripción de aspectos del ser humano en
condiciones donde el individuo se encuentra inerme.
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En segundo lugar, es posible valorar la arriesgada acción del autor italiano, para poner
en palabras y esta vez las palabras no cauterizan las heridas, elementos que otros
prefieren tapar de las miserias humanas.
En tercer lugar, quisiera traer a Sigmund Freud. No solo desenmascaró los valores de la
sociedad, sino como dice Daniel Gil, “descubrió las raíces del bien, del mal y de la
crueldad”. También, en esa obra monumental que es “El malestar en la cultura”
publicada en 1930 y al retomar la frase de Plauto, “homo homini lupus”, sostiene que
el hombre no es un ser “manso, amable”, sino que tiene “una buena cuota de
agresividad”. Luego expresa que “Bajo circunstancias propicias”, la agresión cruel
aguarda para exteriorizarse y desenmascara a los seres humanos “como bestias
salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie”. Si bien, no
comparto totalmente el planteo freudiano, tiendo a pensar que la pulsión destructiva
predomina y eso explica el largo horror de esa estruendosa serie de horrores que es la
historia del ser humano. (Las letras en negrita fueron agregadas así por el autor)
En cuarto lugar y salvando las obvias diferencias, uno como psicoanalista conoce a
partir de nuestro trabajo, de las zonas grises que consciente e inconscientemente
poseemos los seres humanos. Por favor, repito e insisto, no es estrictamente la zona
gris que describe y analiza, Primo Levi y que se daba en el Lager. Lo que intento señalar
es con lo que como psicoanalista uno se topa, son los claroscuros con los que
tropezamos y que encontramos en nosotros mismos y en las personas con las que
trabajamos. Las oscuridades propias que ni conocemos, que nos sorprenden cuando
alguien nos las muestra y resultan extrañas y hasta paradójicas con respecto a otros
aspectos. Los elementos contradictorios de los individuos son materia habitual de lo
que escuchamos día tras día. Sabemos que la criatura humana es confusa, delicada,
frágil, que desarrolla su astucia para sobrevivir y a la vez y en ocasiones, también para
autodestruirse, sin darse cuenta. No nos es difícil observar sobre generosidad,
altruismo y afectos, pero también y en los mismos individuos podemos escuchar sobre
fuertes cargas de envidia, odios, malignidad, el “contagio del mal”, el abuso o la
intoxicación del poder. Tal vez, lo que Primo Levi encontraba in extremis en el Lager, se
encuentra en ciernes, en todos nosotros. Solo serían necesarias las “circunstancias
propicias” de las que nos habla Freud, para que se desate una clase de infierno.
En quinto lugar. Siguiendo a Emanuel Levinas nos preguntamos ¿Qué ocurre cuando
cae el mundo con sus categorías conocidas, que damos por supuestas y que
imaginamos permanentes? ¿Cómo pensar en un mundo sin ley? O, ¿cómo pensar en
un mundo regido por leyes desconocidas o por arbitrariedades? Caídas las reglas
conocidas y consensuadas, las instituciones se estabilizan en el suspenso y no existe
una justicia compartible. Entonces, ¿cómo vivir en un mundo sorpresivo, hostil, repleto
de violencias desmesuradas? La violencia disruptiva y abrumadora ejercida sobre el
aparato psíquico de cada individuo es totalmente traumática. Que algunos o muchos,
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se hubieran abrazado a la jerarquía nazi, degradándose desde cierta perspectiva, no
parece ser extraño. También los dueños de los campos necesitaban sus
“complicidades” y las fomentaban. Muchos prisioneros ocuparon posiciones
sumamente altas en la estructura del Lager de Auschwitz y no facilitaron la vida de los
otros prisioneros. Quiero aclarar que no pretendo juzgar ni absolver a nadie. Sería un
atrevimiento de mi parte. Simplemente intento entender cómo esos individuos en esa
situación de abandono y desamparo, organizaron su mente para sobrevivir, hallándose
bien o no, en el mal.
En sexto y último lugar. Al decir de Italo Calvino, “… El infierno de los vivos no es algo
por venir; hay uno, el que ya existe aquí…” Aquí en la tierra, diríamos nosotros.
También sabemos que existen las zonas grises, como las conoció, analizó y describió
Primo Levi o las que observamos todos los días en nuestra cotidianeidad y en nuestro
trabajo.
Uno de los puntos en los que me parece que para el Psicoanálisis es importante pensar
y analizar, no es el paraíso, que obviamente no existe por acá abajo, sino en aquellas
personas que en determinados tipos de circunstancias desarrollan comportamientos
donde ayudan a rescatar a otros. Tal como lo he planteado en otro trabajo, la
interrogante son algunos individuos que ponen en riesgo su vida para salvar la de
alguien que está a punto de perecer. La segunda guerra mundial y la Shoá son
escenarios donde se han visto este tipo de circunstancias. De hecho, Primo Levi fue
ayudado por un obrero italiano, que trabajaba en el Lager.
Lorenzo Perrone no era un prisionero, era un trabajador civil contratado por una firma
italiana a quien lo habían asignado en las instalaciones del campo. Este trabajador
junto a otros vivía en condiciones confortables, les pagaban por su tarea, tenía los
domingos libres, licencia anual, se comunicaba con sus parientes y recibían ropa y
comida extra. Por casualidad, Primo Levi es asignado a la misma tarea que Lorenzo
Perrone. Comenzaron a hablar en italiano. Perrone comenzó a traerle diariamente una
lata de sopa y le adicionaba un trozo de pan. Levi declaró que sin esas calorías extra no
hubiera podido sobrevivir a la magra dieta que recibía en el campo. Lorenzo Perrone
robaba de la cocina esa sopa durante la noche para llevársela a Levi. Primo le advirtió
de los peligros que corría si alguien sabía de su ayuda pero Lorenzo desechó la idea
con un movimiento de hombros. Es más, a través de Perrone¸ Levi pudo informarle a
su madre que vivía escondida en Italia, que él aún estaba vivo. Esto provocó que a
través de Perrone le llegara un paquete que contenía chocolate, galletitas y leche en
polvo. En palabras de Primo Levi: “para describir su verdadero valor, el impacto que
me produjo, excede los poderes del lenguaje común. Ese inesperado e improbable
paquete fue como un meteorito, un objeto celestial cargado de símbolos,
inmensamente precioso y con enorme ímpetu. Por todo esto, Lorenzo Perrone no
aceptó ni pidió ninguna promesa de recompensa futura porque en palabras de Primo
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Levi, “él era bueno y sencillo”. Y agregó en otro lugar que Lorenzo Perrone le
recordaba “… constantemente, por su presencia, por su manera natural y sencilla de
ser bueno, que aún existía un mundo justo fuera del nuestro, algo y alguien… para lo
cual valía la pena sobrevivir… Gracias a él, yo logré no olvidar que yo mismo era un
hombre…”
¿Por qué Lorenzo Perrone procedió de este modo por Primo Levi? ¿Por qué arriesgó su
vida? Personalmente, no me alcanzan las explicaciones de Levi ni las que han
intentado estructurar algunos autores.
En fin, para quienes desempeñamos este oficio de psicoanalista, la lectura de Primo
Levi y sus testimonios nos invita por un lado, a seguir valorando la palabra, que tiene
una dimensión que restituye al sujeto a su condición de tal. Por otro lado, nos lleva a
seguir investigando en la formidable aventura de buscar verdades siempre elusivas e
inalcanzables.
Elías Adler.
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