Pino Bethencourt Gallagher Toma las riendas ¿Te atreves a cambiar? PRÓLOGO C uando Pino me llamó para mostrarme su libro y pedirme que lo presentara, lo que me movió a participar en él fue, por supuesto, que se trataba de Pino. Pero, además, me encantó el proyecto por la profunda convicción que comparto con ella de que todos, vengamos de donde vengamos, podemos llegar a ser emprendedores. Para mí esta iniciativa es crucial porque nos acerca a todos y cada uno de nosotros a la posibilidad de ser emprendedores. Nos enseña lo que ya he comprobado miles de veces con el programa LIDERA: que todos podemos abrir una nueva ventana en nuestras vidas, de modo que ya no tengamos que depender de los demás sino sólo de nosotros mismos. Muchos dicen que para ser emprendedor hay que nacer con unos ingredientes particulares, pero yo estoy convencidísima de que, aunque es cierto que el punto de partida influye mucho, una parte muy importante de la capacidad de emprender es ejercitable y aprendible. Lo pienso porque es lo que he experimentado yo misma, y lo que he visto en muchos grandes empresarios a lo largo de mi trayectoria. Hay muchas circunstancias que van coincidiendo en nuestro camino profesional para convertirlo finalmente en una carrera de emprendimiento. La gran mayoría de los emprendedores no hemos crecido soñando épicas historias de crear macroimperios desde la nada. Más bien te vas metiendo en proyectos que te gustan y a los que dedicas tiempo, trabajo e ilusión. Proyectos que cada vez van tomando más cuerpo y, de repente, ves con claridad que estás construyendo un proyecto empresarial. Por todo ello, me gustó desde el primer momento el libro de Pino Toma las riendas. En él no sólo nos aporta historias contadas en primera persona de emprendedores de todo tipo y condición, sino que además nos pone en guardia a los lectores de lo maravilloso que es emprender. Sé de primera mano que el camino más fácil para llegar a emprender consiste en abrir muy bien la ventana mental. Mantener los ojos y los oídos bien alertas para ver y otear las posibilidades que van apareciendo aquí y ahí sin previo aviso. Y luego, como anuncia la portada, hay que tomar las riendas y saber aprovecharlo. Evidentemente, algunos lo tienen tan claro que dedican un año a buscar expresamente la oportunidad y consiguen crear algo tan difícil como una línea aérea. Pero a su lado nos encontramos muchos otros que nunca imaginábamos que íbamos a acabar viviendo de nuestra propia empresa. La gama de posibilidades a través de las cuales uno puede emprender es tan amplia como tipos de personas existen. Los reportajes sobre Alfredo Kraus y Sara Baras ofrecen una muestra de lo que viven todos aquellos volcados en el cine, la gastronomía, las artes o el deporte: se han construido a sí mismos con dedicación y esfuerzo, creando a su vez equipos de personas que han sabido motivar y entrenar para hacer crecer aún más el objeto de su pasión. Están emprendiendo con cada decisión y cada riesgo que toman a lo largo de su trayectoria, viviendo el día a día con la misma pasión, las mismas ganas y tanto esfuerzo como los famosos empresarios galácticos que tan lejanos nos parecen a veces. El libro está lleno de ejercicios para que el lector se cuestione a sí mismo. Para que no se vea solamente como es ahora, sino también como el emprendedor que puede llegar a ser si se atreve a intentarlo. Algunas de las prácticas remueven bastante y tocan la fibra sensible, pero sólo porque quieren convencer al lector de que «tú también puedes». Un foco importante del libro es cómo nos enfrentamos a los cambios, y de qué modo esto nos prepara para ir construyendo la confianza en nosotros mismos. Enfrentarse a los cambios es claramente la mejor forma de afianzarnos en quienes somos. Gracias a los imprevistos y a la incertidumbre, uno se curte y se da cuenta de que no pasa nada por cometer un error. Un fracaso es un valiosísimo aprendizaje. No tenemos más que ver el ejemplo americano... Valoran el fracaso y lo consideran un auténtico trampolín para el éxito. Quiero convencerme de que en España ya caminamos en esa dirección, lo que incrementará considerablemente el número de emprendedores. Atreverse a emprender y responder personalmente de los propios hechos es el mejor constructor de autoconfianza que conozco, desde la satisfacción que produce el éxito conseguido por uno mismo hasta las frecuentes frustraciones de equivocarse solito. Sin depender de terceros. Sólo superando los propios errores acaba uno convenciéndose de que aparecerán las luces que harán triunfar su proyecto. ¡Qué importante es la convicción! El proyecto LIDERA lo ha demostrado en sus casi tres años de andadura y las más de dos mil mujeres que han pasado por sus programas de entrenamiento. Las razones de este éxito son múltiples. Por un lado, LIDERA se dirige a todas las mujeres de Madrid: empresarias, directivas, estudiantes y jóvenes profesionales, universitarias o con un título de formación profesional, mujeres mayores de cuarenta años, etc. Realmente es la «suma de todos». Por otro lado, es una apuesta decidida y valiente por la mujer de la Comunidad de Madrid, con un mensaje nuclear constructivo y positivo: «SI QUIERES, PUEDES. DECIDE CON LIBERTAD Y COMPITE EN IGUALDAD DE CONDICIONES». Además, los mejores de los mejores se unieron para hacerlo realidad. Los formadores que participan son los number one en desarrollo de habilidades de liderazgo. La cuidadosa selección de mujeres referentes en los diferentes campos de actividad se ha unido a la ilusión y el coraje de las mujeres participantes: las protagonistas. ¡Las más importantes de todo el proyecto! La gran maravilla es que todo lo que describe Pino en este libro se ha demostrado una y otra vez en las diferentes promociones de mujeres LIDERA. La alegría y la ilusión que ha florecido en estas mujeres durante el programa las está impulsando a crear nuevas empresas, a buscar cambios profesionales y a potenciar la confianza en sí mismas día tras día. Sé de lo que hablo porque lo he vivido. Me parece que fue ayer, aunque hayan pasado más de treinta años. Al terminar mis estudios universitarios decidí opositar. Si hubiese aprobado las oposiciones no habría aprendido nada de todo esto. ¡Nunca he agradecido más un suspenso! Empecé mi pequeño proyecto como una forma de compaginar un estímulo profesional con mi vida de mujer joven, casada y con niños pequeños. Poco a poco y sin grandes visiones ni ambiciones, sino con muchas ganas de crear, de esforzarme y de construir algo útil para el mercado. Creo que lo he pasado infinitamente bien al haber podido hacer realidad todas las ideas que he tenido a lo largo de la trayectoria empresarial de Infoempleo. De verdad, emprender no es cuestión de grandes mitos ni de leyendas, sino pura y simplemente de querer. ¡Querer sí que es poder! María Benjumea Presidenta de Infoempleo INtRODuCCIÓN. tOma Las RIENDas H acía mucho tiempo que tenía ganas de escribir un libro sobre el cambio en general. ¿Por qué unos se atreven a cambiar y otros no? El cambio y el atrevimiento me impresionan desde hace muchos años, y me han incitado a cabalgar sobre sus olas con más o menos destreza desde que era pequeña. Como sucede muchas veces, se han alineado varios elementos para convertir esta aventura literaria en todo un revolcón vital bastante inesperado. La crisis económica que envía mensajes peores cada semana nos está deprimiendo a todos poco a poco, y yo nunca he sido capaz de vivir en medio de una situación mala sin intentar hacer algo para mejorarla. Supongo que soy una «metomentodo», pero creo que este libro es la mejor aportación que puedo hacer a mi sociedad en estos momentos. El último dato tenebroso que me ha llegado es la cifra de cuatro millones de parados, por lo que cada vez está más oscuramente claro que tendremos que enfrentarnos a cambios múltiples y difíciles en poco tiempo. Tanto en el ámbito individual como en el regional, e incluso a escala nacio- nal, estamos probablemente ante el mayor reto empresarial de los últimos cien años y, la verdad, da un poco de yuyu. Somos poco emprendedores. Uno de los mayores obstáculos que veo es que no somos un país especialmente valiente y emprendedor, que se diga. El último informe anual del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), en español, el observador global del emprendimiento, nos asigna un 3,3% de actividad inicial emprendedora en 2008, un 3,9% de nuevos negocios y un 14,8% en actividad general de creación de empresa. Comparados con el resto de las economías de innovación, como las llama el informe, quedamos más o menos en el punto medio entre la peor y la mejor. Sin embargo, nuestra intención de montar un negocio en los tres años siguientes y nuestra implicación activa en un negocio naciente sí que están en los puestos más bajos de la tabla de los treinta y ocho países analizados. Nuestros acompañantes en esta área del ranking son Bélgica, Japón y Alemania, entre otros. Las malas lenguas hablan de muchas sociedades que se crean con fines fiscales, y luego suele haber un cierto ratio de empresas creadas por necesidad y sin ambición alguna más allá de procurarse empleo propio. Aquí es donde se ve que esto de emprender y asumir riesgos no nos gusta nada: el índice de actividad emprendedora con altas expectativas de crecimiento (que significa llegar a emplear a más de veinte trabajadores) es de los más bajos de la tabla, junto con México, Bélgica, Francia y Japón, por debajo del 0,5%. Lo que nos distingue de nuestros compis poco emprendedores es que somos más pobres. Sus PIB duplican el nuestro, en el caso de Francia y Alemania, o lo cuadruplican, en el caso japonés. México lo tiene parecido y Bélgica es un país más pequeño, pero con una renta per cápita mayor que la nuestra. O sea que podríamos decir que ellos pueden permitírselo más que nosotros. Somos poco productivos o competitivos. Todos los años nos dicen lo mismo desde varios organismos sobre nuestra baja productividad, y en el informe del World Economic Forum de 2008-2009 nos otorgan el puesto 29 de su ranking de competitividad global. Mientras que, por un lado, nos consideran potentes porque tenemos un gran mercado de consumo, un sector empresarial sofisticado y diversificado internacionalmente y unas infraestructuras buenísimas, por otro, nos suspenden en nuestro potencial innovador, en la calidad de nuestras instituciones y, sobre todo, en la inflexibilidad de nuestro mercado laboral. No hay que ser psicólogo para intuir que esta inflexibilidad y la carencia de innovación están muy relacionadas con lo poco que nos gusta asumir riesgos. Ni ahora, ni antes tampoco. Nuestro tejido económico se ha centrado en la segunda mitad del siglo xx alrededor de la inversión más segura que se nos ocurría: el ladrillo. La entrada de riqueza y nuevos negocios que supuso la apertura del país al mundo internacional tras la dictadura y, en particular, la entrada en la Comunidad Económica Europea (después, Unión Europea) han generado muchas oportunidades de negocio y nos han permitido crear empleo de modo estable hasta bien entrado el año 2008. La abundancia de oportunidades, la apertura de nuevos mercados europeos sin aranceles egoístas y la entrada de fondos europeos para modernizar nuestras infraestructuras nos permitieron crear muchas empresas. Algunas han llegado a sorprender al mundo entero con su poderío y su expansión. Hemos ido engordando felices en los últimos treinta años, convencidos de que éramos listísimos, y sin darnos cuenta de que crecer cuando los nutrientes abundan tiene bastante menos mérito del que puede parecer. La crisis internacional de liquidez de 2008 y 2009 ha acelerado a un ritmo impresionante lo que tenía que lle- garnos antes o después: la puesta en evidencia de una economía que vivía demasiado del ladrillo, invertía poco en tecnología y prefería un trabajo fijo por cuenta ajena. A poder ser vitalicio. También nos hemos dejado llevar por la cultura del pelotazo. La ganancia fácil y poco esforzada. Quien tenía que trabajar demasiado para hacerse rico debía de ser más estúpido que los demás, porque los auténticos listos «se forraban en un pispás». Como el cuento de la cigarra y la hormiga, hemos estado bailando todo el verano de abundancia, riéndonos de las hormiguitas, currantes humildes y sacrificadas. En nuestra ebria alegría, casi todos nos hemos lanzado a la carrera por conducir el coche más grande, ir de viaje al sitio más exótico o comprarnos el piso más caro. Hasta que llegó el invierno económico... Y vaya si llegó. Desde el verano de 2008 nos hemos convertido en una triste cigarra pelada de frío con la helada de liquidez internacional, y ahora los demás europeos nos recuerdan cómo presumíamos de ser «los que más crecíamos de Europa». Nuestras calles se llenan de carteles de venta y de alquiler, y las ofertas de dos por uno invaden los medios, pero no está nada claro de dónde van a llegar los compradores y alquiladores necesarios. ¿Dónde está la gracia de venir a un país que ha dejado de ser una fiesta porque no tiene dinero? No nos queda otra alternativa que aprender a crear valor de verdad. Crear productos y servicios que el resto del mundo quiera comprarnos porque sean únicos y diferentes. Innovar y sacarle punta a nuestro ingenio. Explotar todo lo que nos hace grandes: nuestra riquísima diversidad cultural, nuestro variadísimo bagaje histórico, nuestra simpatía de siempre y nuestra privilegiada ubicación geográfica como punto intermedio entre unos y otros. No se reconstruye un país en un día ni en un año. Pero se puede hacer si nos lo proponemos en serio. Tenemos que aprender a arriesgar, a trabajar duro y a vender lo que sabemos hacer. Hemos de pasar de una cultura que se lo pone muy difícil al emprendedor a una nueva mentalidad que elogie el arrojo, las ganas de emprender y la valentía de fracasar para aprender. Una vez más, la clave es la emoción. El fallecimiento de mi queridísima tía Esperanza, el 19 de abril de 2009, también ha marcado profundamente este proyecto. No sólo porque vivir las últimas semanas de su enfermedad y ser testigo de su muerte me han obligado a vivir en primera persona el cambio vital más difícil que existe: la pérdida de un ser querido, sino también porque Esperanza Bethencourt, mortal como todos en sus defectos y sus virtudes, será inmortal para los que la conocimos en la huella que deja su modo de vivir, siempre mirando hacia delante. Destacó por tener una confianza ciega en que el mañana traería nuevas y mejores oportunidades, y decoró el museo de mi vida con un modelo inigualable de enfrentamiento a las dificultades, que irradiaba a todos con su impactante y contagiosa convicción. Creo que todos los emprendedores que he tenido la suerte de entrevistar para este libro vibraban también con un algo especial que incita a moverse. Algunos lo llaman convicción, otros, pasión por el proyecto, y aun otros hablan de fe y de esperanza. Es ese combustible tan especial que los ha impulsado hacia delante en lo bueno y en lo malo, y cuyo ingrediente principal es pura emoción. La esperanza ha aparecido una y otra vez como un elemento clave en todas las fuentes que he investigado para ilustrar cómo se aprende a emprender y encarar las dificultades. Desde la neurociencia, la psicología evolucionista o la genética del comportamiento, todos los expertos coinciden en el protagonismo indiscutible de las emociones en nuestro modo de afrontar la adversidad y el riesgo. De nuevo, nuestra herencia evolutiva nos exige una emoción fuerte y positiva si queremos sobrevivir al camino más difícil. La llamemos convicción, pasión o esperanza, sin esta emoción, no llegamos al otro lado. Cada vez más estudios lo demuestran. No siendo menos adicta que el resto de la raza humana al «subidón» de chispitas emotivas que provoca el pensamiento mágico, como describo en detalle en el capítulo 5, no puedo dejar de preguntarme si hay una conexión mágica o divina que me ha llevado a escribir estas líneas en este preciso instante de mi vida, con la pasión y la entrega que me han salido de no sé dónde. Y sobre todo, con un enorme espíritu de esperanza en el futuro de España. Mi último libro, El éxito en seis cafés (Gestión 2000, 2008), abordaba la forma y el fondo del desarrollo de nuestras redes sociales, provocando al lector a entrenar una gestión más estratégica de sus contactos. Ahora enfrento otro gran apartado de nuestra naturaleza humana, sin el cual no hubiésemos sobrevivido como especie, y que, sin embargo, parecemos ignorar o dar por hecho. Ésta es mi apuesta por ti y por tu futuro. Apuesta tú también por ti. ¡Atrévete a tomar las riendas! 1. ENfRENtaRLO EN LuGaR DE EvItaRLO Q uieras convertirte en empresario o no, te interesa aprender a vivir el cambio de modo más efectivo. Primero porque la vida de todos está llena de cambios, así que aún te van a tocar unos cuantos, y más vale pasarlos lo mejor posible. Y segundo porque emprender tu vida no se reduce a crear un proyecto empresarial, sino que se extiende a todo lo que sea hacer realidad tus ideas y tus aspiraciones. Es el modo más emocionante y pleno de emprender tu vida. Cualquiera que viva así te lo podrá asegurar. ¿Por dónde empezar? La verdad es que no he encontrado nunca ningún libro que me explique cómo puedo sufrir menos y no estresarme cuando me cambian mis esquemas profesionales o vitales. Hay libros buenísimos que hablan de gestionar crisis o de convencer al jefe para modificar los procesos o de cambiar la mentalidad de la gente que nos rodea. Pero aún no he encontrado uno que me explique lo que debo hacer cuando son los demás los que pretenden cambiarme a mí. Y voy más lejos: ¿qué hay que hacer para reunir el coraje de lanzarse a la piscina de los emprendedores? ¿Es tan difí- cil? ¿Lo puede hacer cualquiera o hay que pasar algún examen o tener una sangre especial? ¿Dónde se encuentran las respuestas a estas preguntas? ¿Qué se supone que uno debe hacer si se levanta una mañana en mitad de una crisis económica en la que las empresas pierden clientes, y los empleados, su trabajo, los medios pierden anunciantes y los responsables de cobros no encuentran pagos por ninguna parte? sI no puedes evItarlo, dIsfrútalo A menos que seas una flagrante excepción a la regla de empeoramiento generalizado que nos asola en estos meses, y te sientas como el tío Gilito, ese gracioso pato que veíamos en los cómics del pato Donald, sentado encima de una montaña de lingotes de oro que contaba todos los días porque no se atrevía a meterlos en ningún banco, estás igual que todos los demás. ¡Vamos a tener que aprender a disfrutarlo! Porque esto ya no hay quien lo evite o lo niegue. Así es que me he propuesto escribir el primer libro que explique a sus lectores cómo maximizar sus ganancias ante cualquier cambio que les traiga la buena o mala suerte. Y cómo, aprendiendo a resistir un cambio tras otro, uno puede convertirse en emprendedor de éxito. Practiquemos lo que predicamos y ¡atrevámonos a experimentar! Te propongo un sencillo ejercicio para demostrarte que te va a venir muy bien seguir leyendo. Piensa en el cambio más importante que has sufrido en los últimos seis meses. Tal vez has perdido el trabajo o tenido un hijo. Te has casado, has comprado una casa, te «han divorciado» o incluso has ganado un premio en una lotería. Te ha dejado la chica que cuidaba a tus hijos de dos y tres años, has tenido que cerrar la empresa, o tu jefe ha sido promocionado y ahora es el compi de equipo al que no soportas quien paga tu sueldo. Sea lo que sea, escríbelo en estas líneas: _______________________________________________ _______________________________________________ _______________________________________________ _______________________________________________ _______________________________________________ Ahora responde a las siguientes preguntas. ¿cuánto te ha costado este cambio? Cuenta el dinero que has perdido o los euros que has dejado de ganar. Las horas de trabajo o de recados extraordinarios que tuviste que hacer por culpa de este cambio, y todas las horas extra que haces desde que fue alterada tu situación. Piensa en las amistades que se han distanciado, o en los puntos positivos que han borrado tus familiares de la lista mental que tenían de ti. Escribe absolutamente todo lo que ya no tienes desde aquel instante. ¿cuánto tardaste en darte cuenta? Piensa en las horas, días o semanas que transcurrieron entre la primera señal de peligro y el gran evento que te convenció definitivamente de que tu vida ya no sería igual. La mayoría de los cambios se anuncian con señales muy sutiles, aparentemente desconectadas e insignificantes, pero tiempo después uno reconoce el patrón que no supo ver en su momento. Tal vez te ayude hacer una lista de todas estas señales. Usemos un ejemplo bien conocido: cuando la esposa se da cuenta de que su marido la engaña, suelen haber ocurrido muchos detalles extraños que no parecían tener importancia. Alguna mentirijilla sobre qué hizo un viernes para llegar tan tarde a casa, una caja de cerillas de un bar extraño, alguna mirada sospechosa de su marido al preguntarle por un gasto en la tarjeta de crédito… Lo cierto es que cuando el cónyuge engañado se da por enterado, suele haber mucha más gente que ya lo sabe… y suelen haber pasado meses desde la primera vez que su esposo le fue infiel. Aprovecha este ratito de lectura para pensar, haz tu lista de eventos, señales y momentos de duda, y ponles una fecha lo más exacta posible. Así podrás contar el tiempo que transcurrió entre el primer anuncio del cambio y la llegada inequívoca de tu nueva realidad. Ésta es la pregunta más dura: ¿cuánto tiempo pasó hasta que dejaste de lamentarte y desear que el cambio no hubiese ocurrido? Cuando uno pierde su trabajo, por ejemplo, se va a casa en mitad de la jornada laboral en una nube de estupor. Aunque ya supiese por adelantado que ese momento iba a llegar, el último recorrido desde su oficina o su taller hasta el hogar pasa completamente desapercibido para el recién desempleado. Es difícil saber si dura unos minutos o unas horas, y muchos se pierden por los parques o en los bares en su esfuerzo por darse por enterados de su nueva situación. Transcurren unos días o unas semanas de sufrimiento y preocupación. Uno no sabe cómo decírselo a su novia o a sus amigos, incluso a veces la gente prefiere fingir que sigue yendo a trabajar todas las mañanas para no tener que decirle a nadie lo que ha ocurrido. A veces las semanas se convierten en meses de discusiones inútiles con uno mismo sobre el porqué de la decisión y cómo podría haber cambiado sus actos y palabras para evitar lo que ocurrió. Tal vez busque culpables o se irrite sin razón con quienes le rodean, metiéndose en peleas por cualquier tontería, y seguramente se permita llorar o quejarse cuando nadie pueda verle. Y luego, de repente, uno empieza a sentirse mejor. Se levanta más ligero por la mañana y tiene más ganas de reír. Su casa parece menos gris y deprimente, la calle tiene colores más vivos, ve más sonrisas y oye más expresiones de alegría, y poco a poco se pone a reescribir su currículum y a navegar por Internet para buscar un nuevo trabajo. Piensa bien y cuenta las horas, o los días o meses que pasaron desde el día del cambio y el momento en el que empezaste a sentirte mejor y te pusiste manos a la obra. última pregunta: ¿qué ganaste con esta experiencia? Antes de escribir un enorme NADA en mayúsculas, piénsalo bien. ¿Aprendiste algo nuevo? ¿Descubriste una parte de ti mismo o de tus seres queridos que no conocías? ¿Acabaste encontrando un trabajo mucho mejor que el que tenías antes? ¿Aprendiste un idioma en la búsqueda? ¿Te echaste un noviete más guapo y más galante, aunque tardaste varios meses o todo un añito en dar con él? Fíjate que, si sometemos a un auditorio lleno de emprendedores a este ejercicio, la mayoría va a mostrar una enorme sonrisa agradecida al acabarlo. Para los no emprendedores esto sólo puede querer decir que los sonrientes no perdieron nada y que el negocio les fue de fábula. Pero no es así. Los emprendedores son como cohetes llenos de energía, tan motivados por la libertad de escoger lo que hacen con su tiempo cada día, que las pérdidas sufridas por el camino no han sido sino oportunidades para aprender una lección utilísima. En las culturas anglosajonas se respeta e incluso se admira a los emprendedores que han fracasado, y empiezan a ser perfiles muy buscados por los cazatalentos, puesto que son personas que sí han aprendido de sus propios errores. Ésta es la victoria personal que explica tanta sonrisa. Por algo dicen que «más sabe el diablo por viejo que por diablo». Todos los cambios nos obligan a aprender nuevas cosas sobre quiénes somos y dónde vivimos. Sería muy extraño que no hubieses ganado nada de nada con esta experiencia. Si sigues convencido de que no ganaste nada, es por una de dos: o aún no has querido darte por enterado de lo que ocurrió y evitas pensar en ello, o has decidido echarles la culpa a todos menos a ti mismo, concluyendo que no te queda ya nada por aprender y hundiéndote en una ceguera aburrida e ignorante. Pues bien, mi ambición al escribir este libro es que mejores tu respuesta ante este cambio y otros parecidos que te sobrevengan en el futuro. Que aprendas a maximizar tus resultados frente a los cambios, lo cual equivale a: • Perder menos tiempo en percatarte de que algo está ocurriendo. • Poner en marcha planes de contingencia que te protejan contra la materialización de tus sospechas, de forma que tus pérdidas sean menores o más controlables. • Prepararte psicológicamente para recibir el golpe, con lo que reducirás el sufrimiento, el estupor y el arrepentimiento que aparecen después. • Perder menos tiempo en reaccionar de nuevo y volver a coger las riendas de tu vida, gastando menos paro, viendo menos horas de mala televisión y aburriendo menos a tus amigos con discursos sobre lo horrible que es la vida. • Incluso, y esto ya sería para nota, ver las nuevas oportunidades lo antes posible y ser capaz de prepararte para aprovecharlas. Si en lugar de sufrir y patalear, estuvieses aprovechando toda esa energía en analizar lo que viene, tendrías la opción de imaginar una forma de ganar algo con el cambio por haberlo visto venir: la gran idea para montar tu primera empresa, el camino para negociar una salida rentable del curro del que quieren echarte o empezar a buscar dinero en otros lugares antes de que el banco te reclame un pago adelantado. Podrías mudarte de país para buscar mercados más propicios para tus productos, cerrar unas oficinas que gastan más de lo que rinden o lanzar un nuevo producto barato que la gente vaya a necesitar cuando lleguen las vacas flacas. Emprender las oportunidades que nacen en el seno de toda revolución. En otras palabras: cuanto antes veas lo que puede ocurrir, y menos tiempo y energía desperdicies en lamentarte por ello, más podrás ganar con el cambio y mejor podrás protegerte de las pérdidas potenciales. En el ámbito personal, pero también en tu equipo, tus amigos o la empresa que hayas creado. Para convertirse en emprendedor, uno debe poder mirar de frente al peor escenario posible y seguir pensando estratégicamente aun cuando se le ponga la piel de gallina. Hay muchas historias impresionantes de empresarios que una mañana vieron que se les acababa la aventura y, sin embargo, lograron invertir la situación porque no se asustaron. O mejor dicho, ignoraron las sensaciones de susto, disimularon delante de los demás y dieron con la solución a tiempo. Mi definición favorita de lo que es un líder es alguien que percibe las oportunidades en el entorno antes que los demás, y se adapta para sacarles ventaja con menos esfuerzo y en menos tiempo. Tanto si es el director de una fábrica que decide montar una guardería como si es el panadero de la esquina que toma la determinación de vender polos en verano. El primero que se pone en marcha es quien suele sacarle mayor ventaja a su invento. Este libro te ayudará a ser más rápido, perder menos y ganar más frente a cualquier cambio que acontezca en tu vida. Y si te aplicas con seriedad, puede que incluso tu reflexión se convierta en un peldaño más de una emocionante historia de éxito profesional o en la primera piedra de tu próxima aventura empresarial. Que ya eres emprendedor... ¿estás seguro Que ya lo sabes todo sobre el cambIo? Aunque parezca poco modesto de mi parte, este libro debería leerlo todo el mundo. Los directivos, los profesionales, los estudiantes, los amantes, los luchadores y los pacifistas, los deportistas y los vagos, las políticas, las jefas y las ayudantes, los padres y sus hijos, las madres y las abuelas. Y también los empresarios experimentados. Siempre hay riesgos mayores, proyectos más ambiciosos y mercados más complejos en la trayectoria de un empresario. Lo divertido del desarrollo personal es que uno no acaba nunca. Va pasando de etapa en etapa como si fuese un videojuego, enfrentándose en cada nuevo nivel a competidores mejor preparados. Todos deberíamos seguir entrenando el colmillo emprendedor por muchos chiringuitos que haya en nuestro haber. Absolutamente todo ser humano se enfrenta al cambio antes o después en su vida. Unos cambios son más brutales y otros son menos memorables, pero todos nosotros, absolutamente todos, echamos canas y nos arrugamos año tras año en nuestra búsqueda del éxito y la felicidad. Enfrentarse al cambio en lugar de evitarlo te permitirá: • Convertirte en líder del entorno que te rodea, aportando tranquilidad y acciones claras cuando lleguen las crisis y consiguiendo mejores resultados económicos para las empresas o los departamentos que llegues a dirigir. • Montar otra empresa después de que falle la primera o incluso adaptar tu plan de negocio justo a tiempo para evitar una posible bancarrota. • Innovar de modo rentable. Ser el primero que se arriesga a sacar un producto nuevo o a cuestionar un modelo de negocio te permitirá rentabilizar mejor la inversión necesaria. • Resolver crisis económicas de tu familia, de tu empresa o de tu región, definiendo planes de acción concretos antes de que explote la crisis, y luego adaptar dicho plan según las circunstancias. • Encarar un despido con una mentalidad más constructiva, acortar el período de desempleo y enfocar mejor tu búsqueda para no tener que aceptar lo primero que te ofrecen. • Sembrar una reputación de fiabilidad y solidez en tu entorno social y económico, con lo que serás el primer nombre mencionado para poner en marcha nuevos proyectos, innovar procesos y dirigir los equipos que puedan resolver los problemas del entorno. • Acelerar tu curva de rendimiento profesional después de cualquier cambio significativo, perdiendo menos tiempo en recordar lo bueno del pasado y lanzándote a encontrar las nuevas ventajas ofrecidas por el incierto futuro. • Leer más claramente las oportunidades y las amenazas de tu sector o de tu organización, de modo que no ignores las malas noticias o te ancles en la negación del cambio, y ganes tiempo para afrontar los vaivenes del mercado y de la política interna con la máxima eficiencia. • Atraer y fidelizar a otras personas valientes y optimistas que se identifiquen con tu modo de encarar el cambio y busquen forjar relaciones de confianza y beneficio mutuo a lo largo del tiempo. • Elegir entre varias alternativas antes de que llegue lo peor del cambio, buscando aquellas que más aprovechan tus puntos fuertes y evitando las opciones que te dejan a ti o a tu empresa a merced de otros. • Convertirte en emprendedor de éxito, identificando nuevas oportunidades de negocio donde otros sólo ven fango, y creando empleo e ilusión en tu comunidad. • Invertir fondos de otros en las mejores oportunidades, ya sean acciones en la bolsa, participaciones mayoritarias en empresas o fondos de todo tipo. Tu predisposición a mirar el cambio de frente te hará mejor lector de los riesgos y tu facilidad para recuperarte de malos impactos te orientará progresivamente hacia las mejores oportunidades. • Disfrutar más de los negocios, de la vida y de cada momento que pasas, entregándote al disfrute en lugar de distraerte con imágenes mentales de lo que debería ser un buen trabajo o una fiesta divertida. En definitiva, este método no te alargará la vida, pero sí que conseguirá que cada minuto de tu trayectoria sea infinitamente más viva, más satisfactoria y, sobre todo, más digna de orgullo y satisfacción contigo mismo. mucho más Que una lectura Como ya has podido experimentar, este libro no es una simple lectura, sino que pretende obligarte a ejercitar ese descuidado músculo de valentía que tanto usaste de niño y tan flácido ha llegado a ser. Enfrentar el cambio y gestionar los problemas que trae consigo es una habilidad directiva valiosísima que hemos empezado a denominar resiliencia en el entorno profesional psicológico, y que sólo se aprende practicando. Si ya has leído mi anterior libro, El éxito en seis cafés, sabes perfectamente de lo que estamos hablando cuando decimos que vas a tener que currártelo tú mismo. Este libro contiene ejercicios para aprender a analizarse uno mismo y estudiar nuestros impulsos ante la adversidad. Incluye entrevistas con grandes emprendedores y personajes que pueden presumir de enfrentarse al cambio con tesón un día tras otro. Ahora bien, por muchos recursos y herramientas que pongamos a tu disposición, sólo tú puedes atreverte a ponerlos en práctica. Al pasar la última página y cerrar la tapa del libro serás otra persona diferente sólo si has intentado nuevos enfoques, te has atrevido a equivocarte y has aprendido de tu propia práctica. Puede que lo más sorprendente de este arte de mutar y adaptarse a lo que viene es que, para aprender a hacerlo, no hay más alternativa que intentarlo y fracasar unas cuantas veces. Los mejores gestores del cambio que conozco tienen muchas historias de fracaso y de ridículo que contar. Pero las cuentan con la satisfacción de quien sabe que después de la sangrienta batalla de errores y frustraciones viene la sabrosa conquista de haber luchado con heroísmo, haber vivido con orgullo y haber ganado al final más guerras de las que perdió. Los emprendedores siguen emprendiendo porque saben que aprenden mucho más de sus propios errores que de cualquier otra fuente y que, después de cada error, viene un glorioso acierto. Los españoles internacionalmente reconocidos que se han prestado a participar en este libro son la prueba de que uno no nace siendo valiente, sino que se desarrolla con esfuerzo y tesón. Desde estrellas pasadas y futuras del arte, pasando por grandes representantes del know-how español en el extranjero, y presumiendo de empresas jóvenes de tecnología puntera y servicios de valor añadido, estos testimonios te ayudarán a ver a la persona de carne y hueso que se esconde detrás de la celebridad y el éxito. Agradeciéndoles infinitamente desde aquí que se hayan prestado a compartir sus alegrías y sus pesadillas con los lectores, espero que, además, todas estas historias –sus historias– nos inspiren a todos para atrevernos a perseguir los sueños más grandiosos. prepárate para cambIar profundamente Todos hemos vivido cambios en nuestras vidas, pero pocos nos hemos parado a pensar en cómo esos cambios nos han beneficiado e incluso moldeado hasta nuestro estado actual. Parece que sólo los locos o los raros buscan el cambio voluntariamente. La mayoría nos escondemos todo lo que podemos de él para ver si pasa sin tocarnos y podemos seguir disfrutando de lo que conocemos. «Que me quede como estoy» es el deseo inconsciente que nos mueve por la oficina y por nuestro hogar. A menos que el cambio amenazante nos prometa un beneficio claro y prácticamente garantizado, como unos millones en la bonoloto, por ejemplo, salimos huyendo. Irónicamente, solamente existimos como especie porque el cambio ha puesto a prueba todas las versiones anteriores al homo sapiens, obligándolas a correr más rápido, a levantarse sobre dos patas, a protegerse del frío o del calor o de los meteoritos repentinos. Pero aun siendo el mejor ejemplo viviente de cómo el cambio puede ayudar a perfeccionar cualquier cosa, somos la especie más protestona y menos dispuesta a dejarnos cambiar en todo el ecosistema del planeta Tierra. La sola noción de que alguien venga a juguetear con nuestra vida sin consultárnoslo nos pone los pelos de punta. Y, sin embargo, ninguno de nosotros sería lo que es si no hubiese experimentado tantos y tantos cambios en su pasado. Nos guste o no, el cambio es vida, y vivir es exponerse a cambiar en cualquier momento, tanto si eres el director ge- neral de una gran multinacional, como si eres la señora que limpia su lujosa oficina, la secretaria que maneja su agenda o el taxista que lo lleva al aeropuerto los lunes por la mañana. Tú, yo y todos los demás vamos a seguir cambiando mientras pretendamos seguir viviendo, y, si te dejas cautivar, estas páginas van a revolucionar tu modo de leer, reaccionar y vivir el futuro que te espera. Este libro va a cambiar tu vida. Profunda y radicalmente. Así que, por favor, atrévete a seguir leyendo… Puedo asegurarte que no te arrepentirás. carlos muñoz: emprendedor convencIdo «Tengo treinta y nueve años y he acumulado quince de trayectoria emprendedora, primero con la empresa de mi familia y más tarde con mi propio negocio en el sector de la aviación. Ahora estoy montando mi segunda empresa y, la verdad, no imagino otro modo más interesante de vivir. ¡Estoy encantado!» Así se define a sí mismo el hombre que se encontró montando una línea aérea en el año 2003. La bien conocida Vueling, hoy fusionada con Clickair, emplea a más de mil doscientas personas y es la segunda aerolínea por tráfico del mercado español. «Para definir a los emprendedores, me gusta mucho la metáfora de “quemar las naves” porque estoy absolutamente convencido de que en algún momento tienes que saber que sólo hay una dirección, y es hacia delante», empieza el empresario, aludiendo al evento histórico en el que Alejandro Magno mandó quemar las naves de su ejército frente a las costas de Fenicia, 335 años antes de Cristo. El célebre conquistador comprendió al desembarcar que su enemigo era tres veces más numeroso y, frente a la desesperación que invadió a sus hombres, les convenció de que debían ganar porque sólo podrían volver a sus hogares en los barcos del enemigo. Y es cierto que el gesto de Muñoz es de determinación absoluta, resuelto, echao palante. Sobre todo, llama la atención su convicción optimista en el futuro y su agradecimiento sincero con lo que la vida le ha traído. Inunda su discurso con palabras como suerte y privilegiado, como si los quince años que relata hubiesen sido un camino de rosas. Al igual que muchos emprendedores, se lo pasa tan bien «decidiendo cada día lo que hago con mi vida», que se considera afortunado. El pequeño de seis hermanos comenzó su trayectoria profesional en AMC, la empresa que había fundado su bisabuelo, y que, siguiendo la tradición, integraba orgullosamente a cada uno de los hermanos. Pero cuando le llegó el momento de complementar su educación con un MBA en Estados Unidos, rompió la preferencia familiar por la Universidad de Stanford y decidió estudiar en Harvard. Muñoz afirma: «La cultura anglosajona de crear empresa y cumplir tus sueños me transfirió una energía increíble. En especial, me gustó mucho la misión de Harvard: “To educate leaders who make a difference in the world”, porque me atrae mucho esta idea de dejar una huella diferente, de impactar de modo visible en el mundo. Creo que si te han dado mucho, no puedes desperdiciarlo, sino que debes intentar hacer todo lo que puedas con ello… un poco como la parábola bíblica de los talentos que nos contaban de pequeños nuestros padres aquí en España». Tan interesante resultó la energía emprendedora que saboreó en Harvard, que decidió trabajar una temporada en San Francisco en McKinsey, la reputada empresa de consultoría internacional de estrategia. Era el final de los años noventa y la revolución de Internet no había hecho más que empezar, con Silicon Valley como cuna indiscutible de innovación y emprendimiento, que hacía de San Francisco el centro de negocios y financiero que intentaba crear modelos de negocio alrededor de los inventos que nacían en el hervidero del valle del silicio. En todo este proceso, su mayor aliado fue su mujer, americana, a la que convenció para volver con él a España y acompañarle en su regreso a la empresa familiar. «Yo creo que una parte de mí ya sabía que AMC no sería mi sitio para siempre, que tenía que volver… Pasaron tres años antes de que la dejase para emprender otros rumbos», recuerda. Seguramente, estos tres años fueron necesarios para ayudar al ambicioso joven a discutir consigo mismo sobre el futuro que soñaba, pero también para hacer frente a las expectativas familiares que suelen influir en el destino de muchos sucesores. No sólo era difícil para su padre dejarle ir, sino que el entorno tampoco comprendía la inquietud de nuestro protagonista por conocer otros mundos. Carlos recuerda que los amigos del entorno familiar y allegados querían ayudarle y le preguntaban: «Pero ¿por qué quieres hacer esto? ¡Si ya tienes la vida resuelta!». Pero él y su mujer estaban de acuerdo en que querían hallar sus propios retos personales. Una vez aceptada la decisión por parte de su familia, transcurrió el último de los tres años entre transferencias de conocimiento y el reclutamiento y la preparación de las personas que le seguirían en su puesto. «No tenía ninguna idea predefinida sobre lo que quería hacer, pero me puse a hablar con gente y a pensar, hasta que vi una oportunidad clarísima. Tenía que montar la primera línea aérea de bajo coste en España.» Qué fácil, ¿no? Un joven con una educación excelente y cierta experiencia en gestión, pero que nunca ha tenido nada que ver con el mundo de los aviones, si no es como cliente, se propone crear una compañía aérea. ¿Y eso no cuesta un montón de dinero? No resulta difícil imaginar la incredulidad con la que debía de escucharle la gente en esos tiempos, sobre todo en la escéptica España en la que no nos creemos que nada sea posible hasta que lo tocamos con nuestras manos y, cuando nadie mira, lo mordemos con la dentadura. Aun así, Carlos irradiaba pura convicción. «Estaba seguro de que tenía que ocurrir. ¿Por qué narices íbamos a seguir pagando 200 euros por un billete de avión cuando los americanos y otros europeos pagaban 50 por lo mismo? Era como la ley de la gravedad de los precios de aviación, tenían que caer, antes o después», relata, apasionadamente, el emprendedor. Había ahorrado algo de dinero en la empresa familiar, que debía servirle para vivir durante un año o año y medio, aunque tenía tan claro lo que quería hacer que iba pagando de su bolsillo todas las inversiones necesarias. Este emprendedor calcula que debió de gastarse el 60 o 70% de sus ahorros en Vueling: viajar por todo el mundo en busca de proveedores, reclutar el talento necesario, incluir el consejo legal preciso y, sobre todo, encontrar la financiación para el proyecto. «No creo que hubiese podido hacerlo sin mi socio Lázaro Ros. Cuando le conocí, él había trabajado durante años en la aviación y lo vio igual de claro que yo. Para mí era fundamental tener un socio con el que compartir las decisiones y las emociones. Me ayudaba mucho saber que él también estaba invirtiendo su patrimonio conmigo, y que se estaba jugando casi tanto como yo», explica Muñoz. Los dos socios lograron convencer a un gran fondo de inversión británico, APAX, y también a otros dos inversores, hasta conseguir 30 millones de euros (5.000 millones de pesetas de entonces). Eran cifras inimaginables en esos años, puesto que la explosión de la burbuja de Internet no había facilitado en absoluto la financiación de proyectos valientes. El emprendedor recuerda que «Vueling estuvo a punto de no salir. ¡Siempre tienes que tener algo de suerte!», puesto que, a día 11 de febrero de 2004, los abogados de uno de los futuros accionistas empezaron a cuestionar aspectos legales del contrato que, de haberse aceptado, lo habrían retrasado todo un mes. El terrible atentado que tendría lugar en marzo en la estación de Atocha de Madrid habría podido asustar a todos los inversores hasta hacer saltar el contrato por los aires. Como él mismo dice: «Era una apuesta binaria porque no sabía lo que iba a pasar… o lo perdía todo o salía bien… En los últimos compases era como un partido de fútbol que vas ganando tres a cero. Puede que pase algo muy gordo y te metan cuatro, ¡pero tendría que ser muy mala suerte!». Seguro que el lector está sudando en la silla al leer estas líneas, y no me extraña, porque las dimensiones de este proyecto asustan a cualquiera. Carlos admite que hubo momentos difíciles: «Los últimos dos meses antes de cerrar el contrato de financiación fueron los peores. Seguía sin saber si saldría o no cuando yo ya apenas tenía reservas económicas, lo que suponía una incertidumbre brutal. Tenía que negociar con fondos muy agresivos sin haberlo hecho antes, y sobre todo me preocupaba que alguien se nos adelantara y nos levantara la idea». Éstos son los momentos en los que los emprendedores de tomo y lomo también flaquean; recuerdan que son jóvenes o que les falta experiencia o que necesitan tal cantidad de dinero que es imposible que nadie apueste tanto por ellos. Es entonces cuando su pasión y su convicción por el proyecto se convierten en la gasolina emocional crítica para seguir luchando. «La primera vez es como estar en una habitación oscura en la que tocas algo y te crees que sabes lo que es, pero no puedes verlo. Tropiezas y te pierdes y, de repente, se abre una puerta y ves la luz», dice el emprendedor. Finalmente, la inversión se cerró y Vueling «nació» el 11 de febrero de 2004, tras absorber a la compañía matriz creada por Carlos. En menos de tres años, sus inversores iniciales multiplicaron cada euro invertido por seis, al lanzarse y crecer con éxito. El proceso culminó con la salida a bolsa de la compañía a finales de 2006. El fondo Apax, principal inversor, había contribuido con 25 millones de euros y obtuvo… ¡más de 150 millones al desinvertir! Para Carlos este éxito trae buenos augurios: «Espero que esto sirva como aliciente para que más fondos apoyen a más emprendedores con buenas ideas en el futuro». Al reflexionar sobre cómo uno se curte para hacer frente al alto nivel de riesgos de la actividad emprendedora, Muñoz habla mucho sobre el modelo paterno con el que creció y, en especial, sobre el crucial apoyo de su pareja. Había crecido escuchando hablar de los retos del mundo empresarial en su casa, pero su padre siempre hablaba en términos muy positivos y describía el hecho de ser empresario como un privilegio. Muñoz intenta participar en foros de emprendedores cuando puede, asegurando que irradian una energía muy especial, la cual, en su opinión, viene del hecho de ser personas libres, innovadoras y que hacen lo que les gusta. «Me gusta mucho ser empresario por la creatividad que me permite desarrollar. Me encanta intentar ver una oportunidad y seguirla para intentar captarla. Ser emprendedor reúne los tres requisitos del trabajo ideal: altas dosis de autonomía, complejidad intelectual –¡no hay dos días iguales!– y alta relación entre esfuerzo y recompensa», afirma. Su consejo para otros emprendedores es que analicen muy bien lo que van a hacer, cuántos meses pueden subsistir económicamente, qué condiciones deben cumplirse para que el negocio resulte rentable y todos los datos precisos. Una vez analizado, tienen que atreverse a «dar el salto». Hacerse asesorar desde el principio por abogados y otros exper- tos (financieros, branding, operativos, etc.), e invertir su propio dinero son también claves en la mente del fundador de Vueling: «Es el stress test definitivo». «El mundo está lleno de gente con buenas ideas que no se atreve a intentar realizarlas, y es una pena. Estoy seguro de que ocho o nueve de cada diez ideas mueren antes de nacer, sin tener la oportunidad de demostrar si eran buenas o malas», cree Muñoz. También lamenta las barreras al emprendimiento que impone un sueldo fijo o una rutina acomodada: «La vida está llena de jaulas de oro. Yo encontré las llaves y pude salir de la mía. Doy gracias todos los días por ser libre». Muñoz se encuentra precisamente ahora en otro momento crítico. Ha invertido un año entero y mucho dinero personal en su nuevo proyecto empresarial. Pero es diferente, porque «ya lo has vivido, sabes qué colaboradores te han funcionado, y sabes que en la habitación oscura hay una puerta en alguna parte», asegura. Al igual que con la creación de Vueling en el sector de la aviación, Muñoz está tan profundamente convencido de lo que hace, que, tras hablar con él, dan ganas de levantarse y ponerse a bailar o reír o hacer cualquier otra cosa alegre, animada y creativa. Esta emoción contagiosa es la salsa de la que están hechos los sueños empresariales más ambiciosos, pero también es el cimiento de los pequeños negocios que tantos emprendedores crean con ilusión y años de esfuerzo. La llamemos como la llamemos, esta salsa hace la vida más sabrosa. Vueling es una prueba de ello, y creo que en estas páginas queda muy claro que esta aventura no es más que el entrante del suculento menú existencial que prepara este convencidísimo emprendedor. Toma las riendas Pino Bethencourt Gallagher ISBN edición en papel: 978-84-92414-13-0 No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal) © Pino Bethencourt Gallagher, 2009 © Centro Libros PAPF, S. L. U., 2009 Alienta es un sello editorial de Centro Libros PAPF, S. L. U. Grupo Planeta, Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) www.planetadelibros.com Primera edición en libro electrónico (PDF): mayo de 2011 ISBN: 978-84-92414-90-1 (PDF) Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L. www.newcomlab.com