Toma las riendas - Muchoslibros.com

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Pino
Bethencourt
Gallagher
Toma
las
riendas
¿Te atreves a cambiar?
PRÓLOGO
C
uando Pino me llamó para mostrarme su libro y pedirme que lo presentara, lo que me movió a participar en él
fue, por supuesto, que se trataba de Pino. Pero, además, me
encantó el proyecto por la profunda convicción que comparto con ella de que todos, vengamos de donde vengamos,
podemos llegar a ser emprendedores.
Para mí esta iniciativa es crucial porque nos acerca a todos y cada uno de nosotros a la posibilidad de ser emprendedores. Nos enseña lo que ya he comprobado miles de veces con el programa LIDERA: que todos podemos abrir
una nueva ventana en nuestras vidas, de modo que ya no
tengamos que depender de los demás sino sólo de nosotros
mismos.
Muchos dicen que para ser emprendedor hay que nacer
con unos ingredientes particulares, pero yo estoy convencidísima de que, aunque es cierto que el punto de partida
influye mucho, una parte muy importante de la capacidad
de emprender es ejercitable y aprendible.
Lo pienso porque es lo que he experimentado yo misma,
y lo que he visto en muchos grandes empresarios a lo largo
de mi trayectoria. Hay muchas circunstancias que van coincidiendo en nuestro camino profesional para convertirlo finalmente en una carrera de emprendimiento.
La gran mayoría de los emprendedores no hemos crecido
soñando épicas historias de crear macroimperios desde la
nada. Más bien te vas metiendo en proyectos que te gustan
y a los que dedicas tiempo, trabajo e ilusión. Proyectos que
cada vez van tomando más cuerpo y, de repente, ves con
claridad que estás construyendo un proyecto empresarial.
Por todo ello, me gustó desde el primer momento el libro de Pino Toma las riendas. En él no sólo nos aporta historias contadas en primera persona de emprendedores de
todo tipo y condición, sino que además nos pone en guardia a los lectores de lo maravilloso que es emprender.
Sé de primera mano que el camino más fácil para llegar
a emprender consiste en abrir muy bien la ventana mental.
Mantener los ojos y los oídos bien alertas para ver y otear las
posibilidades que van apareciendo aquí y ahí sin previo aviso. Y luego, como anuncia la portada, hay que tomar las
riendas y saber aprovecharlo.
Evidentemente, algunos lo tienen tan claro que dedican
un año a buscar expresamente la oportunidad y consiguen
crear algo tan difícil como una línea aérea. Pero a su lado
nos encontramos muchos otros que nunca imaginábamos
que íbamos a acabar viviendo de nuestra propia empresa.
La gama de posibilidades a través de las cuales uno puede
emprender es tan amplia como tipos de personas existen.
Los reportajes sobre Alfredo Kraus y Sara Baras ofrecen una
muestra de lo que viven todos aquellos volcados en el cine,
la gastronomía, las artes o el deporte: se han construido a sí
mismos con dedicación y esfuerzo, creando a su vez equipos
de personas que han sabido motivar y entrenar para hacer
crecer aún más el objeto de su pasión.
Están emprendiendo con cada decisión y cada riesgo que
toman a lo largo de su trayectoria, viviendo el día a día con
la misma pasión, las mismas ganas y tanto esfuerzo como
los famosos empresarios galácticos que tan lejanos nos parecen a veces.
El libro está lleno de ejercicios para que el lector se
cuestione a sí mismo. Para que no se vea solamente como
es ahora, sino también como el emprendedor que puede
llegar a ser si se atreve a intentarlo. Algunas de las prácticas remueven bastante y tocan la fibra sensible, pero sólo
porque quieren convencer al lector de que «tú también
puedes».
Un foco importante del libro es cómo nos enfrentamos
a los cambios, y de qué modo esto nos prepara para ir construyendo la confianza en nosotros mismos. Enfrentarse a los
cambios es claramente la mejor forma de afianzarnos en
quienes somos.
Gracias a los imprevistos y a la incertidumbre, uno se
curte y se da cuenta de que no pasa nada por cometer un
error. Un fracaso es un valiosísimo aprendizaje. No tenemos
más que ver el ejemplo americano... Valoran el fracaso y lo
consideran un auténtico trampolín para el éxito. Quiero convencerme de que en España ya caminamos en esa dirección,
lo que incrementará considerablemente el número de emprendedores.
Atreverse a emprender y responder personalmente de los
propios hechos es el mejor constructor de autoconfianza
que conozco, desde la satisfacción que produce el éxito conseguido por uno mismo hasta las frecuentes frustraciones de
equivocarse solito. Sin depender de terceros.
Sólo superando los propios errores acaba uno convenciéndose de que aparecerán las luces que harán triunfar su
proyecto. ¡Qué importante es la convicción!
El proyecto LIDERA lo ha demostrado en sus casi tres
años de andadura y las más de dos mil mujeres que han
pasado por sus programas de entrenamiento. Las razones de
este éxito son múltiples.
Por un lado, LIDERA se dirige a todas las mujeres de
Madrid: empresarias, directivas, estudiantes y jóvenes profesionales, universitarias o con un título de formación
profesional, mujeres mayores de cuarenta años, etc. Realmente es la «suma de todos». Por otro lado, es una apuesta
decidida y valiente por la mujer de la Comunidad de Madrid, con un mensaje nuclear constructivo y positivo:
«SI QUIERES, PUEDES. DECIDE CON LIBERTAD
Y COMPITE EN IGUALDAD DE CONDICIONES».
Además, los mejores de los mejores se unieron para
hacerlo realidad. Los formadores que participan son los
number one en desarrollo de habilidades de liderazgo. La cuidadosa selección de mujeres referentes en los diferentes campos de actividad se ha unido a la ilusión y el coraje de las
mujeres participantes: las protagonistas. ¡Las más importantes de todo el proyecto!
La gran maravilla es que todo lo que describe Pino en
este libro se ha demostrado una y otra vez en las diferentes
promociones de mujeres LIDERA. La alegría y la ilusión
que ha florecido en estas mujeres durante el programa las
está impulsando a crear nuevas empresas, a buscar cambios
profesionales y a potenciar la confianza en sí mismas día
tras día.
Sé de lo que hablo porque lo he vivido. Me parece que
fue ayer, aunque hayan pasado más de treinta años. Al terminar mis estudios universitarios decidí opositar. Si hubiese
aprobado las oposiciones no habría aprendido nada de todo
esto. ¡Nunca he agradecido más un suspenso!
Empecé mi pequeño proyecto como una forma de compaginar un estímulo profesional con mi vida de mujer joven, casada y con niños pequeños. Poco a poco y sin grandes
visiones ni ambiciones, sino con muchas ganas de crear, de
esforzarme y de construir algo útil para el mercado.
Creo que lo he pasado infinitamente bien al haber podido hacer realidad todas las ideas que he tenido a lo largo de
la trayectoria empresarial de Infoempleo. De verdad, emprender no es cuestión de grandes mitos ni de leyendas,
sino pura y simplemente de querer.
¡Querer sí que es poder!
María Benjumea
Presidenta de Infoempleo
INtRODuCCIÓN.
tOma
Las
RIENDas
H
acía mucho tiempo que tenía ganas de escribir un libro
sobre el cambio en general. ¿Por qué unos se atreven a
cambiar y otros no? El cambio y el atrevimiento me impresionan desde hace muchos años, y me han incitado a cabalgar sobre sus olas con más o menos destreza desde que era
pequeña.
Como sucede muchas veces, se han alineado varios elementos para convertir esta aventura literaria en todo un revolcón vital bastante inesperado. La crisis económica que
envía mensajes peores cada semana nos está deprimiendo a
todos poco a poco, y yo nunca he sido capaz de vivir en
medio de una situación mala sin intentar hacer algo para
mejorarla. Supongo que soy una «metomentodo», pero creo
que este libro es la mejor aportación que puedo hacer a mi
sociedad en estos momentos.
El último dato tenebroso que me ha llegado es la cifra de
cuatro millones de parados, por lo que cada vez está más
oscuramente claro que tendremos que enfrentarnos a cambios múltiples y difíciles en poco tiempo. Tanto en el ámbito individual como en el regional, e incluso a escala nacio-
nal, estamos probablemente ante el mayor reto empresarial
de los últimos cien años y, la verdad, da un poco de yuyu.
Somos poco emprendedores. Uno de los mayores obstáculos que veo es que no somos un país especialmente valiente y emprendedor, que se diga. El último informe anual
del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), en español,
el observador global del emprendimiento, nos asigna un
3,3% de actividad inicial emprendedora en 2008, un 3,9%
de nuevos negocios y un 14,8% en actividad general de
creación de empresa. Comparados con el resto de las economías de innovación, como las llama el informe, quedamos
más o menos en el punto medio entre la peor y la mejor. Sin
embargo, nuestra intención de montar un negocio en los
tres años siguientes y nuestra implicación activa en un negocio naciente sí que están en los puestos más bajos de la
tabla de los treinta y ocho países analizados. Nuestros acompañantes en esta área del ranking son Bélgica, Japón y Alemania, entre otros.
Las malas lenguas hablan de muchas sociedades que se
crean con fines fiscales, y luego suele haber un cierto ratio
de empresas creadas por necesidad y sin ambición alguna
más allá de procurarse empleo propio. Aquí es donde se ve
que esto de emprender y asumir riesgos no nos gusta nada:
el índice de actividad emprendedora con altas expectativas
de crecimiento (que significa llegar a emplear a más de veinte trabajadores) es de los más bajos de la tabla, junto con
México, Bélgica, Francia y Japón, por debajo del 0,5%.
Lo que nos distingue de nuestros compis poco emprendedores es que somos más pobres. Sus PIB duplican el nuestro, en el caso de Francia y Alemania, o lo cuadruplican, en
el caso japonés. México lo tiene parecido y Bélgica es un
país más pequeño, pero con una renta per cápita mayor que
la nuestra. O sea que podríamos decir que ellos pueden permitírselo más que nosotros.
Somos poco productivos o competitivos. Todos los
años nos dicen lo mismo desde varios organismos sobre
nuestra baja productividad, y en el informe del World Economic Forum de 2008-2009 nos otorgan el puesto 29 de su
ranking de competitividad global.
Mientras que, por un lado, nos consideran potentes porque tenemos un gran mercado de consumo, un sector empresarial sofisticado y diversificado internacionalmente y
unas infraestructuras buenísimas, por otro, nos suspenden
en nuestro potencial innovador, en la calidad de nuestras
instituciones y, sobre todo, en la inflexibilidad de nuestro
mercado laboral.
No hay que ser psicólogo para intuir que esta inflexibilidad y la carencia de innovación están muy relacionadas con
lo poco que nos gusta asumir riesgos. Ni ahora, ni antes
tampoco. Nuestro tejido económico se ha centrado en la
segunda mitad del siglo xx alrededor de la inversión más segura que se nos ocurría: el ladrillo.
La entrada de riqueza y nuevos negocios que supuso la
apertura del país al mundo internacional tras la dictadura y,
en particular, la entrada en la Comunidad Económica Europea (después, Unión Europea) han generado muchas oportunidades de negocio y nos han permitido crear empleo de
modo estable hasta bien entrado el año 2008.
La abundancia de oportunidades, la apertura de nuevos
mercados europeos sin aranceles egoístas y la entrada de
fondos europeos para modernizar nuestras infraestructuras
nos permitieron crear muchas empresas. Algunas han llegado a sorprender al mundo entero con su poderío y su expansión. Hemos ido engordando felices en los últimos
treinta años, convencidos de que éramos listísimos, y sin
darnos cuenta de que crecer cuando los nutrientes abundan
tiene bastante menos mérito del que puede parecer.
La crisis internacional de liquidez de 2008 y 2009 ha
acelerado a un ritmo impresionante lo que tenía que lle-
garnos antes o después: la puesta en evidencia de una economía que vivía demasiado del ladrillo, invertía poco en
tecnología y prefería un trabajo fijo por cuenta ajena. A poder ser vitalicio.
También nos hemos dejado llevar por la cultura del pelotazo. La ganancia fácil y poco esforzada. Quien tenía que
trabajar demasiado para hacerse rico debía de ser más estúpido que los demás, porque los auténticos listos «se forraban
en un pispás». Como el cuento de la cigarra y la hormiga,
hemos estado bailando todo el verano de abundancia, riéndonos de las hormiguitas, currantes humildes y sacrificadas.
En nuestra ebria alegría, casi todos nos hemos lanzado a la
carrera por conducir el coche más grande, ir de viaje al sitio
más exótico o comprarnos el piso más caro.
Hasta que llegó el invierno económico... Y vaya si llegó. Desde el verano de 2008 nos hemos convertido en una
triste cigarra pelada de frío con la helada de liquidez internacional, y ahora los demás europeos nos recuerdan cómo
presumíamos de ser «los que más crecíamos de Europa».
Nuestras calles se llenan de carteles de venta y de alquiler,
y las ofertas de dos por uno invaden los medios, pero no
está nada claro de dónde van a llegar los compradores y alquiladores necesarios. ¿Dónde está la gracia de venir a un
país que ha dejado de ser una fiesta porque no tiene dinero?
No nos queda otra alternativa que aprender a crear valor
de verdad. Crear productos y servicios que el resto del mundo quiera comprarnos porque sean únicos y diferentes. Innovar y sacarle punta a nuestro ingenio. Explotar todo lo
que nos hace grandes: nuestra riquísima diversidad cultural,
nuestro variadísimo bagaje histórico, nuestra simpatía de siempre y nuestra privilegiada ubicación geográfica como punto
intermedio entre unos y otros.
No se reconstruye un país en un día ni en un año. Pero
se puede hacer si nos lo proponemos en serio. Tenemos que
aprender a arriesgar, a trabajar duro y a vender lo que sabemos hacer. Hemos de pasar de una cultura que se lo pone
muy difícil al emprendedor a una nueva mentalidad que
elogie el arrojo, las ganas de emprender y la valentía de fracasar para aprender.
Una vez más, la clave es la emoción. El fallecimiento de
mi queridísima tía Esperanza, el 19 de abril de 2009, también ha marcado profundamente este proyecto. No sólo
porque vivir las últimas semanas de su enfermedad y ser
testigo de su muerte me han obligado a vivir en primera
persona el cambio vital más difícil que existe: la pérdida de
un ser querido, sino también porque Esperanza Bethencourt, mortal como todos en sus defectos y sus virtudes,
será inmortal para los que la conocimos en la huella que
deja su modo de vivir, siempre mirando hacia delante. Destacó por tener una confianza ciega en que el mañana traería
nuevas y mejores oportunidades, y decoró el museo de mi
vida con un modelo inigualable de enfrentamiento a las dificultades, que irradiaba a todos con su impactante y contagiosa convicción.
Creo que todos los emprendedores que he tenido la suerte de entrevistar para este libro vibraban también con un
algo especial que incita a moverse. Algunos lo llaman convicción, otros, pasión por el proyecto, y aun otros hablan de fe
y de esperanza. Es ese combustible tan especial que los ha
impulsado hacia delante en lo bueno y en lo malo, y cuyo
ingrediente principal es pura emoción.
La esperanza ha aparecido una y otra vez como un elemento clave en todas las fuentes que he investigado para
ilustrar cómo se aprende a emprender y encarar las dificultades. Desde la neurociencia, la psicología evolucionista o la
genética del comportamiento, todos los expertos coinciden
en el protagonismo indiscutible de las emociones en nuestro modo de afrontar la adversidad y el riesgo.
De nuevo, nuestra herencia evolutiva nos exige una emoción fuerte y positiva si queremos sobrevivir al camino más
difícil. La llamemos convicción, pasión o esperanza, sin esta
emoción, no llegamos al otro lado. Cada vez más estudios lo
demuestran.
No siendo menos adicta que el resto de la raza humana
al «subidón» de chispitas emotivas que provoca el pensamiento mágico, como describo en detalle en el capítulo 5,
no puedo dejar de preguntarme si hay una conexión mágica
o divina que me ha llevado a escribir estas líneas en este
preciso instante de mi vida, con la pasión y la entrega que
me han salido de no sé dónde. Y sobre todo, con un enorme
espíritu de esperanza en el futuro de España.
Mi último libro, El éxito en seis cafés (Gestión 2000, 2008),
abordaba la forma y el fondo del desarrollo de nuestras redes sociales, provocando al lector a entrenar una gestión
más estratégica de sus contactos. Ahora enfrento otro gran
apartado de nuestra naturaleza humana, sin el cual no hubiésemos sobrevivido como especie, y que, sin embargo,
parecemos ignorar o dar por hecho.
Ésta es mi apuesta por ti y por tu futuro. Apuesta tú
también por ti. ¡Atrévete a tomar las riendas!
1.
ENfRENtaRLO
EN
LuGaR
DE
EvItaRLO
Q
uieras convertirte en empresario o no, te interesa aprender a vivir el cambio de modo más efectivo. Primero
porque la vida de todos está llena de cambios, así que aún te
van a tocar unos cuantos, y más vale pasarlos lo mejor posible. Y segundo porque emprender tu vida no se reduce a
crear un proyecto empresarial, sino que se extiende a todo
lo que sea hacer realidad tus ideas y tus aspiraciones. Es el
modo más emocionante y pleno de emprender tu vida. Cualquiera que viva así te lo podrá asegurar.
¿Por dónde empezar? La verdad es que no he encontrado
nunca ningún libro que me explique cómo puedo sufrir
menos y no estresarme cuando me cambian mis esquemas
profesionales o vitales. Hay libros buenísimos que hablan
de gestionar crisis o de convencer al jefe para modificar los
procesos o de cambiar la mentalidad de la gente que nos
rodea. Pero aún no he encontrado uno que me explique lo
que debo hacer cuando son los demás los que pretenden
cambiarme a mí.
Y voy más lejos: ¿qué hay que hacer para reunir el coraje
de lanzarse a la piscina de los emprendedores? ¿Es tan difí-
cil? ¿Lo puede hacer cualquiera o hay que pasar algún examen o tener una sangre especial? ¿Dónde se encuentran las
respuestas a estas preguntas?
¿Qué se supone que uno debe hacer si se levanta una
mañana en mitad de una crisis económica en la que las empresas pierden clientes, y los empleados, su trabajo, los medios pierden anunciantes y los responsables de cobros no
encuentran pagos por ninguna parte?
sI no puedes evItarlo, dIsfrútalo
A menos que seas una flagrante excepción a la regla de empeoramiento generalizado que nos asola en estos meses, y te
sientas como el tío Gilito, ese gracioso pato que veíamos en
los cómics del pato Donald, sentado encima de una montaña de lingotes de oro que contaba todos los días porque no
se atrevía a meterlos en ningún banco, estás igual que todos
los demás. ¡Vamos a tener que aprender a disfrutarlo! Porque esto ya no hay quien lo evite o lo niegue.
Así es que me he propuesto escribir el primer libro que
explique a sus lectores cómo maximizar sus ganancias ante
cualquier cambio que les traiga la buena o mala suerte. Y cómo,
aprendiendo a resistir un cambio tras otro, uno puede convertirse en emprendedor de éxito.
Practiquemos lo que predicamos y ¡atrevámonos a experimentar! Te propongo un sencillo ejercicio para demostrarte que te va a venir muy bien seguir leyendo. Piensa en
el cambio más importante que has sufrido en los últimos
seis meses. Tal vez has perdido el trabajo o tenido un hijo.
Te has casado, has comprado una casa, te «han divorciado»
o incluso has ganado un premio en una lotería. Te ha dejado
la chica que cuidaba a tus hijos de dos y tres años, has tenido que cerrar la empresa, o tu jefe ha sido promocionado y
ahora es el compi de equipo al que no soportas quien paga
tu sueldo. Sea lo que sea, escríbelo en estas líneas:
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Ahora responde a las siguientes preguntas.
¿cuánto te ha costado este cambio?
Cuenta el dinero que has perdido o los euros que has dejado de ganar. Las horas de trabajo o de recados extraordinarios que tuviste que hacer por culpa de este cambio, y todas
las horas extra que haces desde que fue alterada tu situación.
Piensa en las amistades que se han distanciado, o en los
puntos positivos que han borrado tus familiares de la lista
mental que tenían de ti. Escribe absolutamente todo lo que
ya no tienes desde aquel instante.
¿cuánto tardaste en darte cuenta?
Piensa en las horas, días o semanas que transcurrieron entre la primera señal de peligro y el gran evento que te convenció definitivamente de que tu vida ya no sería igual. La
mayoría de los cambios se anuncian con señales muy sutiles, aparentemente desconectadas e insignificantes, pero
tiempo después uno reconoce el patrón que no supo ver en
su momento.
Tal vez te ayude hacer una lista de todas estas señales.
Usemos un ejemplo bien conocido: cuando la esposa se da
cuenta de que su marido la engaña, suelen haber ocurrido
muchos detalles extraños que no parecían tener importancia. Alguna mentirijilla sobre qué hizo un viernes para llegar
tan tarde a casa, una caja de cerillas de un bar extraño, alguna mirada sospechosa de su marido al preguntarle por un
gasto en la tarjeta de crédito… Lo cierto es que cuando el
cónyuge engañado se da por enterado, suele haber mucha
más gente que ya lo sabe… y suelen haber pasado meses
desde la primera vez que su esposo le fue infiel.
Aprovecha este ratito de lectura para pensar, haz tu lista
de eventos, señales y momentos de duda, y ponles una fecha
lo más exacta posible. Así podrás contar el tiempo que
transcurrió entre el primer anuncio del cambio y la llegada
inequívoca de tu nueva realidad.
Ésta es la pregunta más dura: ¿cuánto tiempo pasó
hasta que dejaste de lamentarte y desear que el cambio
no hubiese ocurrido?
Cuando uno pierde su trabajo, por ejemplo, se va a casa
en mitad de la jornada laboral en una nube de estupor.
Aunque ya supiese por adelantado que ese momento iba
a llegar, el último recorrido desde su oficina o su taller
hasta el hogar pasa completamente desapercibido para el
recién desempleado. Es difícil saber si dura unos minutos
o unas horas, y muchos se pierden por los parques o en
los bares en su esfuerzo por darse por enterados de su
nueva situación.
Transcurren unos días o unas semanas de sufrimiento
y preocupación. Uno no sabe cómo decírselo a su novia o a
sus amigos, incluso a veces la gente prefiere fingir que sigue
yendo a trabajar todas las mañanas para no tener que decirle a nadie lo que ha ocurrido.
A veces las semanas se convierten en meses de discusiones inútiles con uno mismo sobre el porqué de la decisión
y cómo podría haber cambiado sus actos y palabras para
evitar lo que ocurrió. Tal vez busque culpables o se irrite sin
razón con quienes le rodean, metiéndose en peleas por cualquier tontería, y seguramente se permita llorar o quejarse
cuando nadie pueda verle.
Y luego, de repente, uno empieza a sentirse mejor. Se
levanta más ligero por la mañana y tiene más ganas de reír.
Su casa parece menos gris y deprimente, la calle tiene colores más vivos, ve más sonrisas y oye más expresiones de alegría, y poco a poco se pone a reescribir su currículum y a
navegar por Internet para buscar un nuevo trabajo.
Piensa bien y cuenta las horas, o los días o meses que
pasaron desde el día del cambio y el momento en el que empezaste a sentirte mejor y te pusiste manos a la obra.
última pregunta: ¿qué ganaste con esta experiencia?
Antes de escribir un enorme NADA en mayúsculas, piénsalo bien. ¿Aprendiste algo nuevo? ¿Descubriste una parte de
ti mismo o de tus seres queridos que no conocías? ¿Acabaste
encontrando un trabajo mucho mejor que el que tenías antes? ¿Aprendiste un idioma en la búsqueda? ¿Te echaste un
noviete más guapo y más galante, aunque tardaste varios
meses o todo un añito en dar con él?
Fíjate que, si sometemos a un auditorio lleno de emprendedores a este ejercicio, la mayoría va a mostrar una enorme sonrisa agradecida al acabarlo. Para los no emprendedores esto sólo puede querer decir que los sonrientes no
perdieron nada y que el negocio les fue de fábula. Pero
no es así. Los emprendedores son como cohetes llenos de
energía, tan motivados por la libertad de escoger lo que
hacen con su tiempo cada día, que las pérdidas sufridas
por el camino no han sido sino oportunidades para aprender una lección utilísima. En las culturas anglosajonas se
respeta e incluso se admira a los emprendedores que han
fracasado, y empiezan a ser perfiles muy buscados por los
cazatalentos, puesto que son personas que sí han aprendido de sus propios errores. Ésta es la victoria personal que
explica tanta sonrisa.
Por algo dicen que «más sabe el diablo por viejo que por
diablo». Todos los cambios nos obligan a aprender nuevas
cosas sobre quiénes somos y dónde vivimos. Sería muy extraño que no hubieses ganado nada de nada con esta experiencia. Si sigues convencido de que no ganaste nada, es por
una de dos: o aún no has querido darte por enterado de lo
que ocurrió y evitas pensar en ello, o has decidido echarles
la culpa a todos menos a ti mismo, concluyendo que no te
queda ya nada por aprender y hundiéndote en una ceguera
aburrida e ignorante.
Pues bien, mi ambición al escribir este libro es que mejores tu respuesta ante este cambio y otros parecidos que te
sobrevengan en el futuro. Que aprendas a maximizar tus
resultados frente a los cambios, lo cual equivale a:
• Perder menos tiempo en percatarte de que algo está ocurriendo.
• Poner en marcha planes de contingencia que te protejan
contra la materialización de tus sospechas, de forma que
tus pérdidas sean menores o más controlables.
• Prepararte psicológicamente para recibir el golpe, con lo
que reducirás el sufrimiento, el estupor y el arrepentimiento que aparecen después.
• Perder menos tiempo en reaccionar de nuevo y volver a
coger las riendas de tu vida, gastando menos paro, viendo menos horas de mala televisión y aburriendo menos a
tus amigos con discursos sobre lo horrible que es la vida.
• Incluso, y esto ya sería para nota, ver las nuevas oportunidades lo antes posible y ser capaz de prepararte para aprovecharlas.
Si en lugar de sufrir y patalear, estuvieses aprovechando
toda esa energía en analizar lo que viene, tendrías la opción de imaginar una forma de ganar algo con el cambio
por haberlo visto venir: la gran idea para montar tu primera empresa, el camino para negociar una salida rentable
del curro del que quieren echarte o empezar a buscar dinero
en otros lugares antes de que el banco te reclame un pago
adelantado.
Podrías mudarte de país para buscar mercados más propicios para tus productos, cerrar unas oficinas que gastan
más de lo que rinden o lanzar un nuevo producto barato
que la gente vaya a necesitar cuando lleguen las vacas flacas.
Emprender las oportunidades que nacen en el seno de toda
revolución. En otras palabras: cuanto antes veas lo que puede ocurrir, y menos tiempo y energía desperdicies en lamentarte por ello, más podrás ganar con el cambio y mejor podrás protegerte de las pérdidas potenciales. En el ámbito
personal, pero también en tu equipo, tus amigos o la empresa que hayas creado.
Para convertirse en emprendedor, uno debe poder mirar
de frente al peor escenario posible y seguir pensando estratégicamente aun cuando se le ponga la piel de gallina. Hay
muchas historias impresionantes de empresarios que una
mañana vieron que se les acababa la aventura y, sin embargo, lograron invertir la situación porque no se asustaron. O
mejor dicho, ignoraron las sensaciones de susto, disimularon delante de los demás y dieron con la solución a tiempo.
Mi definición favorita de lo que es un líder es alguien que
percibe las oportunidades en el entorno antes que los demás, y se adapta para sacarles ventaja con menos esfuerzo y
en menos tiempo. Tanto si es el director de una fábrica que
decide montar una guardería como si es el panadero de la
esquina que toma la determinación de vender polos en verano. El primero que se pone en marcha es quien suele sacarle mayor ventaja a su invento.
Este libro te ayudará a ser más rápido, perder menos y
ganar más frente a cualquier cambio que acontezca en tu
vida. Y si te aplicas con seriedad, puede que incluso tu reflexión se convierta en un peldaño más de una emocionante
historia de éxito profesional o en la primera piedra de tu
próxima aventura empresarial.
Que ya eres emprendedor... ¿estás seguro Que ya
lo sabes todo sobre el cambIo?
Aunque parezca poco modesto de mi parte, este libro debería leerlo todo el mundo. Los directivos, los profesionales,
los estudiantes, los amantes, los luchadores y los pacifistas, los
deportistas y los vagos, las políticas, las jefas y las ayudantes,
los padres y sus hijos, las madres y las abuelas.
Y también los empresarios experimentados. Siempre hay
riesgos mayores, proyectos más ambiciosos y mercados más
complejos en la trayectoria de un empresario. Lo divertido
del desarrollo personal es que uno no acaba nunca. Va pasando
de etapa en etapa como si fuese un videojuego, enfrentándose
en cada nuevo nivel a competidores mejor preparados. Todos
deberíamos seguir entrenando el colmillo emprendedor por
muchos chiringuitos que haya en nuestro haber.
Absolutamente todo ser humano se enfrenta al cambio
antes o después en su vida. Unos cambios son más brutales
y otros son menos memorables, pero todos nosotros, absolutamente todos, echamos canas y nos arrugamos año tras
año en nuestra búsqueda del éxito y la felicidad.
Enfrentarse al cambio en lugar de evitarlo te permitirá:
• Convertirte en líder del entorno que te rodea, aportando
tranquilidad y acciones claras cuando lleguen las crisis y
consiguiendo mejores resultados económicos para las empresas o los departamentos que llegues a dirigir.
• Montar otra empresa después de que falle la primera o
incluso adaptar tu plan de negocio justo a tiempo para
evitar una posible bancarrota.
• Innovar de modo rentable. Ser el primero que se arriesga a sacar un producto nuevo o a cuestionar un modelo
de negocio te permitirá rentabilizar mejor la inversión
necesaria.
• Resolver crisis económicas de tu familia, de tu empresa
o de tu región, definiendo planes de acción concretos antes de que explote la crisis, y luego adaptar dicho plan
según las circunstancias.
• Encarar un despido con una mentalidad más constructiva, acortar el período de desempleo y enfocar mejor
tu búsqueda para no tener que aceptar lo primero que
te ofrecen.
• Sembrar una reputación de fiabilidad y solidez en tu entorno social y económico, con lo que serás el primer
nombre mencionado para poner en marcha nuevos proyectos, innovar procesos y dirigir los equipos que puedan
resolver los problemas del entorno.
• Acelerar tu curva de rendimiento profesional después de
cualquier cambio significativo, perdiendo menos tiempo
en recordar lo bueno del pasado y lanzándote a encontrar las nuevas ventajas ofrecidas por el incierto futuro.
• Leer más claramente las oportunidades y las amenazas de
tu sector o de tu organización, de modo que no ignores
las malas noticias o te ancles en la negación del cambio,
y ganes tiempo para afrontar los vaivenes del mercado y
de la política interna con la máxima eficiencia.
• Atraer y fidelizar a otras personas valientes y optimistas
que se identifiquen con tu modo de encarar el cambio y
busquen forjar relaciones de confianza y beneficio mutuo a lo largo del tiempo.
• Elegir entre varias alternativas antes de que llegue lo peor
del cambio, buscando aquellas que más aprovechan tus
puntos fuertes y evitando las opciones que te dejan a ti
o a tu empresa a merced de otros.
• Convertirte en emprendedor de éxito, identificando nuevas oportunidades de negocio donde otros sólo ven fango, y creando empleo e ilusión en tu comunidad.
• Invertir fondos de otros en las mejores oportunidades, ya
sean acciones en la bolsa, participaciones mayoritarias en
empresas o fondos de todo tipo. Tu predisposición a mirar
el cambio de frente te hará mejor lector de los riesgos y tu
facilidad para recuperarte de malos impactos te orientará
progresivamente hacia las mejores oportunidades.
• Disfrutar más de los negocios, de la vida y de cada momento que pasas, entregándote al disfrute en lugar de
distraerte con imágenes mentales de lo que debería ser
un buen trabajo o una fiesta divertida.
En definitiva, este método no te alargará la vida, pero sí
que conseguirá que cada minuto de tu trayectoria sea infinitamente más viva, más satisfactoria y, sobre todo, más digna
de orgullo y satisfacción contigo mismo.
mucho más Que una lectura
Como ya has podido experimentar, este libro no es una simple lectura, sino que pretende obligarte a ejercitar ese descuidado músculo de valentía que tanto usaste de niño y tan
flácido ha llegado a ser.
Enfrentar el cambio y gestionar los problemas que trae
consigo es una habilidad directiva valiosísima que hemos
empezado a denominar resiliencia en el entorno profesional
psicológico, y que sólo se aprende practicando. Si ya has
leído mi anterior libro, El éxito en seis cafés, sabes perfectamente de lo que estamos hablando cuando decimos que vas
a tener que currártelo tú mismo.
Este libro contiene ejercicios para aprender a analizarse
uno mismo y estudiar nuestros impulsos ante la adversidad.
Incluye entrevistas con grandes emprendedores y personajes
que pueden presumir de enfrentarse al cambio con tesón un
día tras otro.
Ahora bien, por muchos recursos y herramientas que
pongamos a tu disposición, sólo tú puedes atreverte a ponerlos en práctica. Al pasar la última página y cerrar la tapa
del libro serás otra persona diferente sólo si has intentado
nuevos enfoques, te has atrevido a equivocarte y has aprendido de tu propia práctica.
Puede que lo más sorprendente de este arte de mutar y
adaptarse a lo que viene es que, para aprender a hacerlo, no
hay más alternativa que intentarlo y fracasar unas cuantas veces. Los mejores gestores del cambio que conozco tienen muchas historias de fracaso y de ridículo que contar. Pero las
cuentan con la satisfacción de quien sabe que después de la
sangrienta batalla de errores y frustraciones viene la sabrosa
conquista de haber luchado con heroísmo, haber vivido con
orgullo y haber ganado al final más guerras de las que perdió.
Los emprendedores siguen emprendiendo porque saben
que aprenden mucho más de sus propios errores que de
cualquier otra fuente y que, después de cada error, viene un
glorioso acierto.
Los españoles internacionalmente reconocidos que se
han prestado a participar en este libro son la prueba de que
uno no nace siendo valiente, sino que se desarrolla con esfuerzo y tesón. Desde estrellas pasadas y futuras del arte,
pasando por grandes representantes del know-how español
en el extranjero, y presumiendo de empresas jóvenes de tecnología puntera y servicios de valor añadido, estos testimonios te ayudarán a ver a la persona de carne y hueso que se
esconde detrás de la celebridad y el éxito.
Agradeciéndoles infinitamente desde aquí que se hayan
prestado a compartir sus alegrías y sus pesadillas con los
lectores, espero que, además, todas estas historias –sus historias– nos inspiren a todos para atrevernos a perseguir los
sueños más grandiosos.
prepárate para cambIar profundamente
Todos hemos vivido cambios en nuestras vidas, pero pocos
nos hemos parado a pensar en cómo esos cambios nos han
beneficiado e incluso moldeado hasta nuestro estado actual.
Parece que sólo los locos o los raros buscan el cambio
voluntariamente. La mayoría nos escondemos todo lo que
podemos de él para ver si pasa sin tocarnos y podemos seguir disfrutando de lo que conocemos. «Que me quede
como estoy» es el deseo inconsciente que nos mueve por la
oficina y por nuestro hogar. A menos que el cambio amenazante nos prometa un beneficio claro y prácticamente garantizado, como unos millones en la bonoloto, por ejemplo, salimos huyendo.
Irónicamente, solamente existimos como especie porque
el cambio ha puesto a prueba todas las versiones anteriores
al homo sapiens, obligándolas a correr más rápido, a levantarse
sobre dos patas, a protegerse del frío o del calor o de los
meteoritos repentinos. Pero aun siendo el mejor ejemplo
viviente de cómo el cambio puede ayudar a perfeccionar
cualquier cosa, somos la especie más protestona y menos
dispuesta a dejarnos cambiar en todo el ecosistema del planeta Tierra.
La sola noción de que alguien venga a juguetear con
nuestra vida sin consultárnoslo nos pone los pelos de punta. Y, sin embargo, ninguno de nosotros sería lo que es si
no hubiese experimentado tantos y tantos cambios en su
pasado.
Nos guste o no, el cambio es vida, y vivir es exponerse
a cambiar en cualquier momento, tanto si eres el director ge-
neral de una gran multinacional, como si eres la señora que
limpia su lujosa oficina, la secretaria que maneja su agenda o
el taxista que lo lleva al aeropuerto los lunes por la mañana.
Tú, yo y todos los demás vamos a seguir cambiando
mientras pretendamos seguir viviendo, y, si te dejas cautivar, estas páginas van a revolucionar tu modo de leer, reaccionar y vivir el futuro que te espera.
Este libro va a cambiar tu vida. Profunda y radicalmente.
Así que, por favor, atrévete a seguir leyendo… Puedo asegurarte que no te arrepentirás.
carlos muñoz: emprendedor convencIdo
«Tengo treinta y nueve años y he acumulado quince de trayectoria emprendedora, primero con la empresa de mi familia y más tarde con mi propio negocio en el sector de la
aviación. Ahora estoy montando mi segunda empresa y,
la verdad, no imagino otro modo más interesante de vivir.
¡Estoy encantado!»
Así se define a sí mismo el hombre que se encontró montando una línea aérea en el año 2003. La bien conocida
Vueling, hoy fusionada con Clickair, emplea a más de mil
doscientas personas y es la segunda aerolínea por tráfico del
mercado español.
«Para definir a los emprendedores, me gusta mucho la
metáfora de “quemar las naves” porque estoy absolutamente
convencido de que en algún momento tienes que saber que
sólo hay una dirección, y es hacia delante», empieza el empresario, aludiendo al evento histórico en el que Alejandro
Magno mandó quemar las naves de su ejército frente a las
costas de Fenicia, 335 años antes de Cristo.
El célebre conquistador comprendió al desembarcar que
su enemigo era tres veces más numeroso y, frente a la desesperación que invadió a sus hombres, les convenció de que
debían ganar porque sólo podrían volver a sus hogares en
los barcos del enemigo.
Y es cierto que el gesto de Muñoz es de determinación
absoluta, resuelto, echao palante. Sobre todo, llama la atención su convicción optimista en el futuro y su agradecimiento sincero con lo que la vida le ha traído. Inunda su
discurso con palabras como suerte y privilegiado, como si los
quince años que relata hubiesen sido un camino de rosas. Al
igual que muchos emprendedores, se lo pasa tan bien «decidiendo cada día lo que hago con mi vida», que se considera
afortunado.
El pequeño de seis hermanos comenzó su trayectoria
profesional en AMC, la empresa que había fundado su bisabuelo, y que, siguiendo la tradición, integraba orgullosamente a cada uno de los hermanos. Pero cuando le llegó el
momento de complementar su educación con un MBA en
Estados Unidos, rompió la preferencia familiar por la Universidad de Stanford y decidió estudiar en Harvard.
Muñoz afirma: «La cultura anglosajona de crear empresa
y cumplir tus sueños me transfirió una energía increíble. En
especial, me gustó mucho la misión de Harvard: “To educate leaders who make a difference in the world”, porque me
atrae mucho esta idea de dejar una huella diferente, de impactar de modo visible en el mundo. Creo que si te han
dado mucho, no puedes desperdiciarlo, sino que debes intentar hacer todo lo que puedas con ello… un poco como
la parábola bíblica de los talentos que nos contaban de pequeños nuestros padres aquí en España».
Tan interesante resultó la energía emprendedora que saboreó en Harvard, que decidió trabajar una temporada en
San Francisco en McKinsey, la reputada empresa de consultoría internacional de estrategia. Era el final de los años noventa y la revolución de Internet no había hecho más que
empezar, con Silicon Valley como cuna indiscutible de innovación y emprendimiento, que hacía de San Francisco
el centro de negocios y financiero que intentaba crear modelos de negocio alrededor de los inventos que nacían en el
hervidero del valle del silicio.
En todo este proceso, su mayor aliado fue su mujer,
americana, a la que convenció para volver con él a España
y acompañarle en su regreso a la empresa familiar. «Yo creo
que una parte de mí ya sabía que AMC no sería mi sitio
para siempre, que tenía que volver… Pasaron tres años
antes de que la dejase para emprender otros rumbos», recuerda.
Seguramente, estos tres años fueron necesarios para ayudar al ambicioso joven a discutir consigo mismo sobre el
futuro que soñaba, pero también para hacer frente a las expectativas familiares que suelen influir en el destino de muchos sucesores. No sólo era difícil para su padre dejarle ir,
sino que el entorno tampoco comprendía la inquietud de
nuestro protagonista por conocer otros mundos.
Carlos recuerda que los amigos del entorno familiar y
allegados querían ayudarle y le preguntaban: «Pero ¿por qué
quieres hacer esto? ¡Si ya tienes la vida resuelta!». Pero él y su
mujer estaban de acuerdo en que querían hallar sus propios
retos personales.
Una vez aceptada la decisión por parte de su familia,
transcurrió el último de los tres años entre transferencias de
conocimiento y el reclutamiento y la preparación de las personas que le seguirían en su puesto. «No tenía ninguna idea
predefinida sobre lo que quería hacer, pero me puse a hablar
con gente y a pensar, hasta que vi una oportunidad clarísima. Tenía que montar la primera línea aérea de bajo coste
en España.»
Qué fácil, ¿no? Un joven con una educación excelente
y cierta experiencia en gestión, pero que nunca ha tenido
nada que ver con el mundo de los aviones, si no es como
cliente, se propone crear una compañía aérea. ¿Y eso no
cuesta un montón de dinero?
No resulta difícil imaginar la incredulidad con la que
debía de escucharle la gente en esos tiempos, sobre todo en
la escéptica España en la que no nos creemos que nada sea
posible hasta que lo tocamos con nuestras manos y, cuando
nadie mira, lo mordemos con la dentadura. Aun así, Carlos
irradiaba pura convicción.
«Estaba seguro de que tenía que ocurrir. ¿Por qué narices
íbamos a seguir pagando 200 euros por un billete de avión
cuando los americanos y otros europeos pagaban 50 por lo
mismo? Era como la ley de la gravedad de los precios de
aviación, tenían que caer, antes o después», relata, apasionadamente, el emprendedor.
Había ahorrado algo de dinero en la empresa familiar,
que debía servirle para vivir durante un año o año y medio,
aunque tenía tan claro lo que quería hacer que iba pagando
de su bolsillo todas las inversiones necesarias. Este emprendedor calcula que debió de gastarse el 60 o 70% de sus ahorros en Vueling: viajar por todo el mundo en busca de proveedores, reclutar el talento necesario, incluir el consejo
legal preciso y, sobre todo, encontrar la financiación para el
proyecto.
«No creo que hubiese podido hacerlo sin mi socio Lázaro
Ros. Cuando le conocí, él había trabajado durante años en
la aviación y lo vio igual de claro que yo. Para mí era fundamental tener un socio con el que compartir las decisiones
y las emociones. Me ayudaba mucho saber que él también
estaba invirtiendo su patrimonio conmigo, y que se estaba
jugando casi tanto como yo», explica Muñoz.
Los dos socios lograron convencer a un gran fondo de
inversión británico, APAX, y también a otros dos inversores, hasta conseguir 30 millones de euros (5.000 millones
de pesetas de entonces). Eran cifras inimaginables en esos
años, puesto que la explosión de la burbuja de Internet no
había facilitado en absoluto la financiación de proyectos
valientes.
El emprendedor recuerda que «Vueling estuvo a punto
de no salir. ¡Siempre tienes que tener algo de suerte!», puesto que, a día 11 de febrero de 2004, los abogados de uno de
los futuros accionistas empezaron a cuestionar aspectos legales del contrato que, de haberse aceptado, lo habrían retrasado todo un mes. El terrible atentado que tendría lugar
en marzo en la estación de Atocha de Madrid habría podido
asustar a todos los inversores hasta hacer saltar el contrato
por los aires.
Como él mismo dice: «Era una apuesta binaria porque
no sabía lo que iba a pasar… o lo perdía todo o salía bien…
En los últimos compases era como un partido de fútbol que
vas ganando tres a cero. Puede que pase algo muy gordo y te
metan cuatro, ¡pero tendría que ser muy mala suerte!».
Seguro que el lector está sudando en la silla al leer estas
líneas, y no me extraña, porque las dimensiones de este proyecto asustan a cualquiera. Carlos admite que hubo momentos difíciles: «Los últimos dos meses antes de cerrar el
contrato de financiación fueron los peores. Seguía sin saber
si saldría o no cuando yo ya apenas tenía reservas económicas, lo que suponía una incertidumbre brutal. Tenía que
negociar con fondos muy agresivos sin haberlo hecho antes,
y sobre todo me preocupaba que alguien se nos adelantara y
nos levantara la idea».
Éstos son los momentos en los que los emprendedores
de tomo y lomo también flaquean; recuerdan que son jóvenes o que les falta experiencia o que necesitan tal cantidad de dinero que es imposible que nadie apueste tanto
por ellos. Es entonces cuando su pasión y su convicción por
el proyecto se convierten en la gasolina emocional crítica
para seguir luchando.
«La primera vez es como estar en una habitación oscura
en la que tocas algo y te crees que sabes lo que es, pero no
puedes verlo. Tropiezas y te pierdes y, de repente, se abre
una puerta y ves la luz», dice el emprendedor.
Finalmente, la inversión se cerró y Vueling «nació» el 11 de
febrero de 2004, tras absorber a la compañía matriz creada por Carlos. En menos de tres años, sus inversores iniciales multiplicaron cada euro invertido por seis, al lanzarse y
crecer con éxito. El proceso culminó con la salida a bolsa de
la compañía a finales de 2006. El fondo Apax, principal
inversor, había contribuido con 25 millones de euros y obtuvo… ¡más de 150 millones al desinvertir!
Para Carlos este éxito trae buenos augurios: «Espero que
esto sirva como aliciente para que más fondos apoyen a más
emprendedores con buenas ideas en el futuro».
Al reflexionar sobre cómo uno se curte para hacer frente al alto nivel de riesgos de la actividad emprendedora,
Muñoz habla mucho sobre el modelo paterno con el que creció y, en especial, sobre el crucial apoyo de su pareja. Había
crecido escuchando hablar de los retos del mundo empresarial en su casa, pero su padre siempre hablaba en términos
muy positivos y describía el hecho de ser empresario como
un privilegio.
Muñoz intenta participar en foros de emprendedores
cuando puede, asegurando que irradian una energía muy
especial, la cual, en su opinión, viene del hecho de ser personas libres, innovadoras y que hacen lo que les gusta. «Me
gusta mucho ser empresario por la creatividad que me permite desarrollar. Me encanta intentar ver una oportunidad
y seguirla para intentar captarla. Ser emprendedor reúne los
tres requisitos del trabajo ideal: altas dosis de autonomía,
complejidad intelectual –¡no hay dos días iguales!– y alta
relación entre esfuerzo y recompensa», afirma.
Su consejo para otros emprendedores es que analicen
muy bien lo que van a hacer, cuántos meses pueden subsistir económicamente, qué condiciones deben cumplirse para
que el negocio resulte rentable y todos los datos precisos.
Una vez analizado, tienen que atreverse a «dar el salto». Hacerse asesorar desde el principio por abogados y otros exper-
tos (financieros, branding, operativos, etc.), e invertir su
propio dinero son también claves en la mente del fundador
de Vueling: «Es el stress test definitivo».
«El mundo está lleno de gente con buenas ideas que no
se atreve a intentar realizarlas, y es una pena. Estoy seguro
de que ocho o nueve de cada diez ideas mueren antes de
nacer, sin tener la oportunidad de demostrar si eran buenas
o malas», cree Muñoz. También lamenta las barreras al emprendimiento que impone un sueldo fijo o una rutina acomodada: «La vida está llena de jaulas de oro. Yo encontré las
llaves y pude salir de la mía. Doy gracias todos los días por
ser libre».
Muñoz se encuentra precisamente ahora en otro momento crítico. Ha invertido un año entero y mucho dinero
personal en su nuevo proyecto empresarial. Pero es diferente, porque «ya lo has vivido, sabes qué colaboradores te han
funcionado, y sabes que en la habitación oscura hay una
puerta en alguna parte», asegura.
Al igual que con la creación de Vueling en el sector de la
aviación, Muñoz está tan profundamente convencido de lo
que hace, que, tras hablar con él, dan ganas de levantarse y
ponerse a bailar o reír o hacer cualquier otra cosa alegre,
animada y creativa. Esta emoción contagiosa es la salsa de la
que están hechos los sueños empresariales más ambiciosos,
pero también es el cimiento de los pequeños negocios que
tantos emprendedores crean con ilusión y años de esfuerzo.
La llamemos como la llamemos, esta salsa hace la vida
más sabrosa. Vueling es una prueba de ello, y creo que en
estas páginas queda muy claro que esta aventura no es más
que el entrante del suculento menú existencial que prepara
este convencidísimo emprendedor.
Toma las riendas
Pino Bethencourt Gallagher
ISBN edición en papel: 978-84-92414-13-0
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© Pino Bethencourt Gallagher, 2009
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Primera edición en libro electrónico (PDF): mayo de 2011
ISBN: 978-84-92414-90-1 (PDF)
Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.
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