Prólogo “Cerca de doscientos años atrás muchas razas abandonaron el único continente conocido del mundo por los humanos nombrado Taeglis; tanto Demonios como Ángeles desaparecieron de la tierra, se dice que los enanos partieron al sur, los “incompletos” partieron tanto hacia el este como el oeste y los Elfos partieron hacia el norte. Sólo quedan, además de humanos en Taeglis, pocos elfos, escasos enanos y sólo unos cuantos, contados con los dedos de las manos, las cruzas entre elfos y humanos y, enanos y humanos, es decir, semi-elfos y semi-enanos. Así vivimos ahora en Taeglis.” A pesar de que este libro de historia antigua habla un poco acerca de mi raza -los semielfos- y hace un leve intento fallido de integración racial, la situación no es tan linda a pesar de que ha ido “mejorando” conforme pasan los años. Los elfos y los enanos son en su mayoría, esclavizados, vendidos o asesinados en riñas callejeras, y ni se diga de los adefesios como yo: una mezcla. He aprendido a fingir ser un humano y adaptarme a lo que estos hacen, incluso he aprendido a quererlos y tener amigos, pero jamás había tenido amigos como los que ahora conocí en Édola: Lean, Faustus y su hermana Fray, llevo tan solo tres años de conocerlos lo que para alguien de mi calaña es poco, y ya les tengo un aprecio que jamás había conocido. Lean es una mujer problemática, ni ella sabe por qué o cómo, pero siempre está metida en problemas de cualquier tipo estúpido que se puedan imaginar. No es muy alta, buen cuerpo, cabello largo castaño siempre agarrado a media coleta con un listón verde y dos copetes, tez casi pálida y pecosa, dieciocho años. Faustus es una persona muy habladora, juguetón e imprudente, sin embargo tiene algo de fuerza por ahí y bastante voluntad en el corazón, sabe pelear al mismo nivel que yo cosa que me avergüenza un poco ya que siendo mucho mayor que él, debería de saber muchas más cosas que él al igual que superarlo en habilidades pero estamos en un nivel bastante básico; Faustus debe medir un metro con setenta y ocho, un poco menos alto que yo, cabello castaño oscuro casi negro, ondulado al nivel de los hombros, ojos verdes y tez blanca, dieciocho años. Fray es la hermana menor de Faustus por dos años, un poco tímida pero divertida, inteligente y amante de la música, siempre clavada en sus libros de magia arcana salvo cuando está con nosotros, cabello castaño a casi media espalda normalmente suelto o agarrado en una coleta alta, ojos verdes y tez blanca, un poco menos alta que Lean. La vida cotidiana es algo aburrida, trabajo en un bar en el centro de la ciudad junto con Faustus. Los padres de Faustus murieron antes de que yo lo conociera en una pequeña guerrilla a las afueras de la ciudad; siempre hay luchas pequeñas a las afueras de la ciudad con grupos pequeños ya que Édola es una ciudad algo rica y se quieren hacer con un motín, pero al mismo tiempo Édola se cuenta entre las cinco ciudades más grandes de Taeglis junto con Csheksa, Umbra, Sol y Rük, por lo tanto tiene una gran capacidad militar y muchos hombres importantes y fuertes. Édola, la ciudad mercante y herrera se encuentra al norte; Umbra, la ciudad de la magia y el conocimiento al oeste; Csheksa, la ciudad de las arenas, guerreros y alimentos de mejor calidad al sur; Sol, la ciudad de la religión, paladines y luz al este; y en Rük justo en el centro -también conocida como Ciudad Central o Ciudad Imperial-, habita el rey de Taeglis, por lo tanto hay de todo. Entre las cinco ciudades hay caminos de comercio bastante grandes que conectan a todas, aunque últimamente el comercio ha bajado bastante ya que ha habido avistamientos de criaturas extrañas y Umbra está incomunicada del todo, se han enviado muchos escuadrones de reconocimiento de las otras cuatro ciudades a investigar qué pasa, y si algún alma afortunada vuelve, regresa sin memoria y dificultad para comunicarse. Es un tema que tiene al continente entero preocupado e intrigado. Los tres caminos principales que llevan a Umbra están cerrados por orden de Ciudad Imperial. Mi nombre es Mikaw y sí, soy un semi-elfo, adefesio, sabandija, ladrón, insecto y demás sobrenombres que ponen los humanos. Tengo cincuenta y dos años cumplidos aunque aparente los dieciocho. Soy alto, cabello blanco bastante largo con media coleta atada con un anillo de titanio, ojos azules y piel blanca; aunque ustedes no lo crean, paso como humano, un humano muy raro, pero ya he aprendido a fingir ser uno. Mi padre me dejó una casa aquí en Édola, él ahora habita entre los suyos, en el continente del norte, con los elfos. Yo me quedé aquí, con mi madre la cual falleció hace diez años y sigo aquí por la gente que conocí, por mis amigos. Incluso comencé a atender a la misma escuela que ellos con tal de compartir más tiempo con ellos y conocerlos mejor. -¡Hey! ¡Mikaw! –Escuché a Faustus susurrándome para que el maestro en turno no se diera cuenta de que me hablaba. -¿Si? –Volteé a ver su cuaderno- ¿No deberías estar tomando notas en lugar de estar haciendo círculos mágicos sin sentido en tu cuaderno? -¡Ay! ¡Tan aburrido como siempre Mikaw! Sinceramente ya me hartó la escuela, ya tuve suficiente el día de hoy, ¿gustas fugarte conmigo? –preguntó en un tono animado aun susurrando. -A este paso vas a reprobar Faustus… No te voy a sermonear, por mi está bien –le dije con un tono de resignación. -¡Genial! –Dijo entusiasmado- ahora… te toca decirle a Lean. Igual, reprobar no es de gran importancia para mí, sabes que mi objetivo es el ejército. -¿Qué? ¿Por qué a mí? Me va a querer matar, a pesar de que aceptará. -Porque a mí me mataría, a ti sólo querrá matarte. Suspiré –ay Faustus… si no me agradaras tanto te puedo asegurar que estarías en la taberna solo. Tú sal del salón y dile a Fray, yo me encargo de Lean. -Mikaw, eres genial, pero Fray está pequeña y… -¿La piensas dejar sola en la escuela y que después te busque como idiota? –le pregunté en tono de reproche. -N-no, tienes razón, te veo afuera. –Se paró de la silla y se dirigió al maestroSeñor, hay una cosa urgente que le tengo que decir a mi hermana, ¿Puedo salir del salón? -Está bien señor Taiyo, no se tarde –le contestó el maestro en un tono indiferente. Lean sólo lo siguió con la mirada hasta que salió del salón, entonces me volteó a ver a mi con mirada de reprobación, sólo me encogí de hombros y le guiñé el ojo derecho. -Señor –me dirigí hacia el maestro unos cinco minutos después de que Faustus saliera del salón- La señorita Raville y yo tenemos que salir de la escuela; antes de entrar a clases el día de hoy nos han detenido en la calle y han acusado a Lean, de nuevo, de robar un objeto de una tienda de joyas y tenemos que reportarnos en esa tienda, le ruego nos disculpe. Con una sonrisa en la boca Lean se levantó de la silla y me acompaño afuera. Para el maestro ya era normal que pasara eso, así que no objetó. -¿Qué fue todo eso Mikaw? –me preguntó con una sonrisa en la boca -El plan de Faustus para salir de la escuela e ir a la taberna –le dije despreocupadamente mientras caminaba delante de ella rumbo a la salida. Rio un poco –está bien, se los acepto por esta vez sólo porque me hiciste reír. -¡Ah! Por cierto, digamos que lo de la tienda de joyas no era del todo mentira, lo único que cambia es que tú no eres la acusada, sino yo, pero no tienen pruebas –le decía mientras le daba el collar de aleación de platino y oro incrustado con lapislázuli que había robado de la tienda- sabes que soy bueno robando. -¡Mikaw! ¡No puedo aceptar algo robado! –me dijo agobiada. -Bien, entonces lo pagaré, me agradó para ti, sólo lo robé por diversión. -Tonto… -me dijo mientras salíamos afuera de la escuela y se ponía su collar nuevo -¿Cómo piensas pagarlo? -Ya veré, me las ingeniaré. Faustus y Fray nos esperaban sentados en una banca de madera con remaches de hierro forjado bajo el frío sol matutino de invierno. Todo el piso de la ciudad es adoquinado, los cuatro traíamos botas de cuero, Faustus y yo con la típica camisa de lino blanca, pantalones flojos de algodón grueso, yo negros y el grises y un suéter de lana cualquiera, yo traía mis guantes sin dedos de cuero con una placa de metal en la parte superior; Fray y Lean traían medias de lana con una falda hasta las rodillas de algodón y un suéter del mismo material que el nuestro. Aún no comenzaba a nevar. Nos acercamos a ellos y nos pusimos en marcha a la taberna usual para tener un desayuno. -Se demoraron bastante –nos reprochó Fray. -Sólo fueron diez minutos –replicó Lean. -Lo que sea –dije yo- ¿Por qué no vamos a mi casa en lugar de a la taberna? Hubo un silencio corto y los tres me voltearon a ver con una mirada rara, jamás los había invitado a mi casa o siquiera dicho que tenía casa, ellos sabían casi nada personal mío. -¿Y tus padres? –preguntó Lean. -No están, o bueno, no es que no estén sino que vivo solo –les expliqué– ¿gustan ir o no? -¡Pero claro! –Dijo Faustus –yo no sabía que siquiera tuvieras casa. -¿Dónde crees que dormía? ¿En la calle? ¿Realmente tengo facha de vagabundo? –Le pregunté mientras tomaba el camino a mi casa –es por aquí. -Realmente nunca lo había pensado… -contestó Faustus –pero si, si tienes facha de vagabundo. -Gracias, supongo –le conteste en un tono sarcástico. -Mikaw… ¿Que no por aquí es el área de los nobles? –Me preguntó Lean; Fray estaba totalmente perdida viendo las casas. -Así es, vivo a las afueras del área de los nobles –les dije. -¡¿Qué?! –Preguntó Faustus algo asombrado -¿Quiere decir que eres rico? -No me gusta alardear de mis posesiones materiales, la casa era de mi padre. – Lean estaba pensativa. -¿Y tu padre? –me preguntó Faustus. -Cuando lleguemos puede que les cuente… -Les dije pensativo. Seguimos el camino hasta que llegamos a mi casa. Cuando llegamos los tres exclamaron de admiración y de sorpresa. -¿Qué? No es la gran cosa –les decía mientras abría las puertas de mi casa de más de dos metros y medio de alto y cada hoja de la puerta con cerca de un metro de ancho. -¿Qué no es la gran cosa? Mikaw, estas puertas son apenas más pequeñas que las de la herrería principal –replicó Fray. -Si, es cierto –dije mientras les daba paso a mi casa. La sala de estar era lo primero que la gente veía, piso y paredes de madera al puro estilo élfico, los muebles de madera élfica, estantes repletos de libros bastante viejos de magia, estrategia, historia, geografía, matemáticas, alquimia y muchos más temas. Mis tres amigos estaban con la boca abierta, no reconocían la madera de los muebles ya que, si no es la única casa con madera élfica en su interior, es una de las escasas en todo el continente. -Bienvenidos -les dije- ¿gustan algo de tomar o de beber? -Sí, un poco de explicaciones nos vendrían bien –dijo Faustus en tono sorprendido pero demandante. -Sí, sí, explicaciones vendrán cuando me pidan algo de comer y/o tomar. Pónganse cómodos, no todos los días van a escuchar una historia como la mía. Lean y Faustus se sentaron sin contestarme y Fray ya estaba en los libreros hurgando los libros de mi padre. Esperé su respuesta un par de segundos, suspiré y fui a la cocina a traer pan, queso, jamón y cerveza. Regresando a la sala de estar, vi una carta tirada en el piso justo debajo de una ventana, dejé las cosas y regresé por la carta. Ésta tenía el sello del ejército de Édola, al leer el inicio de la carta corrí con mis amigos y la leí en alta voz, estaba dirigida para todos nosotros “Estimado Mikaw Kage y compañía, Por la presente, les hacemos saber que nos hemos enterado de su entusiasmo mal dirigido y extraño interés por unirse a nuestras filas y de la misma manera, les hacemos saber de nuestra aprobación para tal encomienda, no sin antes advertirles y hacerles saber de los peligros que esto conlleva: 1° Deberán estar dispuestos, no sólo a aceptar que cada día aquí arriesgarán su vida, sino a darla y ver morir a sus compañeros, amigos, familia y demás. 2° Deberán estar dispuestos a dar todo lo que puedan dar, pedir únicamente lo básico que necesiten y tomar lo mínimo posible. 3° Deberán estar dispuestos a hacer cualquier misión que se les asigne o morir en el intento. 4° Dejar de lado cualquier estigma racial que tengan y trabajar en equipo. 5° Seguir ordenes al pie de la letra sin cuestionar a ningún superior. Básicamente esos son los cinco puntos principales que deben tener en cuenta porque una vez que entren, no se puede abandonar, la deserción se castiga con pena de muerte, sea cual sea la razón. En caso de que su voluntad siga siendo la misma, favor de colgar una prenda de color rojo en cualquier parte del exterior de su casa, después de eso pronto sabrán de nosotros nuevamente. Saludos y buena fortuna. Krad’ié – Líder del Cuarto Escuadrón.” Hubo un silencio largo e incómodo. Faustus rio sarcásticamente -¿qué sigue? ¿Que un rinoceronte salga de tus orejas Mikaw? -Esa es la pregunta adecuada, amigo mío –dije mientras dejaba al descubierto mis orejas puntiagudas de elfo. Con esa pregunta había visto el momento perfecto. -¿Eres un… elfo? –preguntó Lean sin saber qué hacer. -No, soy un semi-elfo –dije mientras seguía mostrando mi oreja. Fray saltó y se paró con una mirada de emoción muy profunda – ¡¿De verdad?! ¡¿Eres un elfo?! -No Fray, soy un semi-elfo, quiere decir que mi padre es un elfo y mi madre una humana. -¿De verdad viven eternamente? –preguntó Faustus curioso -Si, los elfos viven eternamente, los semi-elfos tenemos la opción de elegir entre una vida de humano o una vida de elfo, yo opté por la vida de elfo, por lo tanto voy a vivir para siempre a menos que me mate alguien. -No sé –dijo Lean –ya me olía que no eras humano, tus actitudes no son del todo de alguien de nuestra edad, actúas de manera más seria y más educada, tus ojos… no sé, tienen algo y ¡tu casa, por las Diosas! Tu casa es grande y vieja, tu casa y tu actitud antes de traernos se me hicieron lo más sospechoso. -Veo que eres observadora, me alegro bastante- le contesté. Ahora son libres de lincharme a muerte o quemarme en la hoguera –dije con tono sombrío. -Mikaw, no porque seas un semi-elfo significa que dejes de ser quien eres, a menos que estos tres años nos estuvieras mintiendo acerca de nuestras amistades y lo que has hecho. –Intenté hablar pero Faustus me interrumpió –aún no termino de hablar, por lo menos yo entiendo perfectamente porque lo habías estado ocultando estos años, no sé Fray y Lean, pero aquí tienes alguien que te respalda. Fray sólo asintió a lo que decía Faustus, pero estaba sin palabras en la boca. -Yo… no sé Mikaw, no sé qué pensar. Lo que dice Faustus es cierto, qué raza seas no te convierte en alguien diferente, pero conoces a mis padres y la educación que he tenido de su parte, he crecido con la idea de que los semi-elfos son todos unas sabandijas y ladrones… -se interrumpió un segundo y tocó el collar que le había dado – No sé qué pensar, necesito tiempo para pensar y asimilarlo –se quitó el collar, lo dejó en la mesa y salió de la casa. Faustus indignado, intentó salir tras ella, pero lo detuve -déjala ir, necesita tiempo para pensar, dáselo. Ya la conoces.