Deténgase a gozar la alegría de la espera de

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Deténgase a gozar la alegría
de la espera de Adviento
Deténgase a gozar la alegría
de la espera de Adviento
Por Katharine Jefferts Schori
Por Katharine Jefferts Schori
N
N
os encontramos al principio de Adviento y el tiempo de espera. Tiempo
que no tiene el carácter penitencial de la estación de Cuaresma, sino de
un tiempo que nos invita a disminuir la velocidad y prestar atención.
Piense en el último embarazo que observó. Si usted era amigo de los padres
o de los abuelos, sabrá que cada pequeño cambio o desarrollo o incidente
inesperado de pronto adquiría gran importancia. Los largos meses de espera
agudizaron la capacidad de observación, ¡especialmente de la madre!
Bueno, el mundo está esperando el nacimiento del tan esperado Uno,
que traerá sanación y paz a todos los que trabajan y sufren en la oscuridad.
Todavía esperamos en ansiosa espera a aquel que conduzca a los soldados a que
transformen sus armas en tractores y en empacadoras de heno y reoriente a los
guerreros a las escuelas de la paz.
Piense en las familias que conoce cuyos hijos e hijas están “lejos en la guerra” - o
en el pueblo de Sudán, que reza y espera para que los próximos meses no traigan
otra erupción viciosa de violencia. Su afán de liberación es casi abrumador.
La mayoría de nosotros podemos ignorar esa manifiesta hambre la mayor parte
del tiempo. Estas semanas de Adviento son una invitación a detenernos un poco
para vivir ese anhelo.
Me encontraba recientemente en
Salt Lake City para la consagración
del nuevo obispo de la Diócesis
de Utah. La diócesis incluye una
creciente y pujante comunidad
sudanés. Varios de sus
dirigentes me pidieron
que esperara, y me
reunirá con ellos,
justo antes de
prepararnos para
la ceremonia de la
ordenación.
os encontramos al principio de Adviento y el tiempo de espera. Tiempo
que no tiene el carácter penitencial de la estación de Cuaresma, sino de
un tiempo que nos invita a disminuir la velocidad y prestar atención.
Piense en el último embarazo que observó. Si usted era amigo de los padres
o de los abuelos, sabrá que cada pequeño cambio o desarrollo o incidente
inesperado de pronto adquiría gran importancia. Los largos meses de espera
agudizaron la capacidad de observación, ¡especialmente de la madre!
Bueno, el mundo está esperando el nacimiento del tan esperado Uno,
que traerá sanación y paz a todos los que trabajan y sufren en la oscuridad.
Todavía esperamos en ansiosa espera a aquel que conduzca a los soldados a que
transformen sus armas en tractores y en empacadoras de heno y reoriente a los
guerreros a las escuelas de la paz.
Piense en las familias que conoce cuyos hijos e hijas están “lejos en la guerra” - o
en el pueblo de Sudán, que reza y espera para que los próximos meses no traigan
otra erupción viciosa de violencia. Su afán de liberación es casi abrumador.
La mayoría de nosotros podemos ignorar esa manifiesta hambre la mayor parte
del tiempo. Estas semanas de Adviento son una invitación a detenernos un poco
para vivir ese anhelo.
Me encontraba recientemente en
Salt Lake City para la consagración
del nuevo obispo de la Diócesis
de Utah. La diócesis incluye una
creciente y pujante comunidad
sudanés. Varios de sus
dirigentes me pidieron
que esperara, y me
reunirá con ellos,
justo antes de
prepararnos para
la ceremonia de la
ordenación.
L
os veinte más o menos jóvenes
eran elocuentes y apasionados,
y su portavoz me dijo: “Somos los
jóvenes perdidos que se han convertido
en las mujeres y hombres perdidos.
Nosotros somos tres mil aquí en Salt
Lake. Tenemos miedo de lo que pueda
pasar en Sudán.
Queremos que
usted haga algo”.
Durante el
servicio que siguió,
recogieron la
ofrenda y cantaron
para nosotros con inmensa alegría.
Ellos saben lo que es tener hambre y
sed de justicia y de paz.
Todos conocemos o podemos
descubrir, ese mismo anhelo urgente,
si reducimos la velocidad lo suficiente
como para notarlo en alguna parte
de nuestras propias vidas o en las
vidas de nuestros vecinos. Se nos
ofrece la invitación anual de esperar y
descubrir, ¿responderemos?
El esperar no es fácil para la
mayoría de los que vivimos en países
desarrollados. Esperamos que los
detalles de nuestra vida fluyan con
relativa facilidad y nos frustramos a
cada interrupción o desvío.
Todos conocemos el sentimiento
del antiguo lamento de James Taylor:
“Me da rabia que mi motor vaya tan
lento... maldito este atasco de tráfico”.
Una de las advertencias más profundas
de consejería que haya nunca oído fue
ofrecida a una persona frustrada por
los atascos de tráfico y los conductores
groseros: “Memoriza algunos salmos
y la próxima vez que te encuentres en
esa situación, comienza a recitarlos
a voz en grito - con las ventanas
cerradas”.
Hay otras respuestas y tal vez más
creativas, pero la capacidad de templar
nuestra reacción es un excelente
comienzo. El siguiente paso se da
al continuar rezando esos salmos,
especialmente los que hablan de la
esperanza de un futuro distinto y
más pacífico. Esos salmos reconocen
nuestro anhelo humano de bálsamo
divino.
Recitar los salmos es un buen
comienzo. Hay muchas otras maneras
creativas y vivificantes de esperar.
¿Qué es lo que usted sueña, cómo
ve ese mundo sanado? Una vez
que tenga los inicios de una imagen
concreta, una actitud de esperanza
le conducirá a ver que esa visión se
convertirá en realidad en formas
pequeñas y tranquilas. La alegría de
esos cantantes sudaneses fue testigo de
su conocimiento de la paz, a pesar de
que la vida de un refugiado puede ser
enormemente difícil.
E
l príncipe de la paz acampó
entre nosotros como heraldo de
ese mundo sanado e instigador del
mismo. Él no nació en un hospital de
alta gama o en un hotel, se presentó de
una manera muy tranquila y discreta,
a pesar del noble lenguaje de Lucas
en historia de la Navidad. Vino a los
pobres, a lo que parecía una granja
en una nación llena de tanta ansiedad
como lo está hoy Sudán. Todavía sigue
acampando en lugares así.
¿Tenemos el tiempo para esperar
y ver? ¿Dónde lo descubriremos de
nuevo?
La Rvdma. Katharine Jefferts Schori
es la Obispa Presidente y Primada de la
Iglesia Episcopal.
L
os veinte más o menos jóvenes
eran elocuentes y apasionados,
y su portavoz me dijo: “Somos los
jóvenes perdidos que se han convertido
en las mujeres y hombres perdidos.
Nosotros somos tres mil aquí en Salt
Lake. Tenemos miedo de lo que pueda
pasar en Sudán.
Queremos que
usted haga algo”.
Durante el
servicio que siguió,
recogieron la
ofrenda y cantaron
para nosotros con inmensa alegría.
Ellos saben lo que es tener hambre y
sed de justicia y de paz.
Todos conocemos o podemos
descubrir, ese mismo anhelo urgente,
si reducimos la velocidad lo suficiente
como para notarlo en alguna parte
de nuestras propias vidas o en las
vidas de nuestros vecinos. Se nos
ofrece la invitación anual de esperar y
descubrir, ¿responderemos?
El esperar no es fácil para la
mayoría de los que vivimos en países
desarrollados. Esperamos que los
detalles de nuestra vida fluyan con
relativa facilidad y nos frustramos a
cada interrupción o desvío.
Todos conocemos el sentimiento
del antiguo lamento de James Taylor:
“Me da rabia que mi motor vaya tan
lento... maldito este atasco de tráfico”.
Una de las advertencias más profundas
de consejería que haya nunca oído fue
ofrecida a una persona frustrada por
los atascos de tráfico y los conductores
groseros: “Memoriza algunos salmos
y la próxima vez que te encuentres en
esa situación, comienza a recitarlos
a voz en grito - con las ventanas
cerradas”.
Hay otras respuestas y tal vez más
creativas, pero la capacidad de templar
nuestra reacción es un excelente
comienzo. El siguiente paso se da
al continuar rezando esos salmos,
especialmente los que hablan de la
esperanza de un futuro distinto y
más pacífico. Esos salmos reconocen
nuestro anhelo humano de bálsamo
divino.
Recitar los salmos es un buen
comienzo. Hay muchas otras maneras
creativas y vivificantes de esperar.
¿Qué es lo que usted sueña, cómo
ve ese mundo sanado? Una vez
que tenga los inicios de una imagen
concreta, una actitud de esperanza
le conducirá a ver que esa visión se
convertirá en realidad en formas
pequeñas y tranquilas. La alegría de
esos cantantes sudaneses fue testigo de
su conocimiento de la paz, a pesar de
que la vida de un refugiado puede ser
enormemente difícil.
E
l príncipe de la paz acampó
entre nosotros como heraldo de
ese mundo sanado e instigador del
mismo. Él no nació en un hospital de
alta gama o en un hotel, se presentó de
una manera muy tranquila y discreta,
a pesar del noble lenguaje de Lucas
en historia de la Navidad. Vino a los
pobres, a lo que parecía una granja
en una nación llena de tanta ansiedad
como lo está hoy Sudán. Todavía sigue
acampando en lugares así.
¿Tenemos el tiempo para esperar
y ver? ¿Dónde lo descubriremos de
nuevo?
La Rvdma. Katharine Jefferts Schori
es la Obispa Presidente y Primada de la
Iglesia Episcopal.
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