El fantasma y la presencia real Oscar Quiroga El objetivo del presente trabajo es realizar un recorrido que va de la entrada en juego del concepto de falo en Lacan hasta la articulación, en el seminario sobre la transferencia, del significante fálico como presencia real. La conceptualización del significante fálico como presencia real implica una nueva conceptualización de lo traumático. En este punto, desplegaré algunos de los conceptos que tanto Freud, en su teoría de la fantasía, como Lacan en su teoría del fantasma ubican como respuestas privilegiadas frente a lo que ambos denominan lo traumático. Con respecto a la obra de Freud me referiré a lo planteado en "Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad" y en "Pegan a un niño". En cuanto a la obra de Lacan trabajaré sobre la estructura del fantasma tal como la define en el seminario sobre la angustia. Psicoanalista. Lic. en Psicología (UBA) desde 1991. Fue concurrente en los Hospitales Borda y Pirovano. Dictó diversos seminarios en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y en el Servicio de Psicopatología del Hospital Santojanni. Fue integrante de la Cátedra Ciencia y Psicoanálisis de Jorge Kahanoff y, desde 1995, es docente de la Cátedra Psicoanálisis Escuela Francesa I de Diana Rabinovich, ambas en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. [email protected] El fantasma y la presencia real Oscar Quiroga El concepto de deseo en Lacan se rige, desde los primeros años de su enseñanza, por el aforismo "El deseo es el deseo del Otro", tomado de la lectura que Kojeve hace de Hegel. Por esa razón, el primer modo que toma el deseo en Lacan es deseo de reconocimiento. Como señala Diana Rabinovich es un momento de su obra donde prácticamente no aparecen referencias al falo o la articulación del deseo con la sexualidad. Este primer momento está regido por las leyes de la palabra y sus principales referencias son la ya citada lectura de Kojeve y las consideraciones antropológicas de Levis-Strauss. A partir de la entrada en juego del concepto de significante, que Lacan toma de De Saussure, asistimos a un viraje que no es solo conceptual sino también clínico. Este viraje implica el cambio de estatuto del Otro, quien de ser un sujeto" verdadero" como señalaba Lacan en el seminario 2, pasa a ser un lugar topológico con la consecuente caída del deseo como deseo de reconocimiento puesto que este exige un sujeto que reconozca. El deseo pasará entonces a conceptualizarse como deseo del Otro primordial, o sea la madre. El aforismo del deseo no cae pero se modifica el estatuto del deseo y del Otro. Es en este giro donde asistimos a la plena entrada en juego del concepto de falo, y a partir de este, a la articulación entre el deseo y la sexualidad. Es importante destacar que el falo no es conceptualizado por Lacan de un modo unívoco, sino que establece diferentes estatutos del mismo. Por un lado ubica al falo como un significado imaginario en la subjetivación primordial, significado vacío de referente, indeterminado y regido por el puro capricho de la Madre como Otro primordial del sujeto. Por otro lado el falo, también imaginario, es conceptualizado como significación fálica en tanto resultante de la operatoria significante del Nombre del Padre en la metáfora paterna. Entre estas dos dimensiones imaginarias del falo es posible establecer la siguiente diferenciación: del lado del falo como significado imaginario situamos, como ya dijimos, la dependencia del puro capricho materno, que si bien Lacan denomina ley del puro capricho y que por lo tanto tiene cierta racionalidad, deja al niño en posición de súbdito. En la significación fálica, en cambio, se parte de la operatoria de la ley introducida por el Nombre del Padre que se corresponde con un mas allá de la Madre, como señala Lacan en el Seminario 5 "Las formaciones del Inconsciente", y que posibilita, vía la entrada en la lógica atributiva fálica, la subjetivación del niño, o sea la inscripción del sujeto del Inconsciente como asexuado. Es digno de señalar aquí, que esta subjetivación solo es posible al precio de una pérdida, la pérdida de la posición del niño como falo de la Madre. Por último el falo tiene también el estatuto de significante. Esta dimensión funciona como el operador significante desde el cuál Lacan trabaja el complejo de castración como nudo estructural. En este sentido el complejo de castración implica para Lacan la barradura no solo del sujeto sino también del Otro, siendo este matema de la barradura del Otro lo que se vuelve insoportable para el sujeto. La conceptualización del deseo, si bien implica la diferenciación irreductible con la demanda es impensable sin ella. El deseo se instituye entonces como el resto que queda de la tramitación de la necesidad por la demanda. La articulación del deseo con la sexualidad, sostenida del concepto de falo, conlleva en Lacan la crítica a la idea tradicional de genitalidad que postula el acceso a un objeto complementario genital maduro en el que confluyen las pulsiones parciales produciendo así una síntesis. Siguiendo a Freud, Lacan plantea que la única genitalidad posible para el ser hablante debe entenderse como fase fálica, o sea, la entrada en juego del falo en el complejo de castración. No hay, entonces, genitalidad en el sentido de la síntesis sino que la operatoria del falo implica al complejo de castración y por ende, no anula la parcialidad de las pulsiones. Si el deseo es siempre el deseo del Otro, y su característica es ser innombrable por definición, el modo de acceso a este deseo solo se produce a partir del encuentro con la falta en el Otro. Aquí ubicamos la importancia de la dimensión de la pregunta en el niño. Esta pregunta pone primeramente en cuestión al niño como lo que colma el deseo del Otro. Por eso en la subjetivación primordial al niño se le planteará la cuestión de identificarse al falo como modo de constituirse en lo que el Otro desea. Ahora bien, la pregunta del niño no solo descompleta al Otro sino que pone en jaque al sistema significante mismo. Mas allá de este falo imaginario que aparece como respuesta, la pregunta apunta a lo innombrable del deseo inconsciente. Razón por la cuál la dimensión de la pregunta y lo que ésta pone en cuestión, no es anulada por la respuesta. En esta dimensión no anulada de la pregunta es donde articulamos al falo como significante, señalando que su entrada en juego presupone la operatoria de la metáfora paterna tal como establece Diana Rabinovich en su Lectura de "La significación de falo". La operatoria de la ley implica que el falo no es solo imaginario sino también un significante, y no cualquiera: es el significante de la privación del Otro. Lacan plantea en "La significación del falo": "Que el falo sea un significante es algo que impone que sea en el lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Pero como ese significante no está allí sino velado y como razón del deseo del Otro, es ese deseo del Otro como tal lo que al sujeto se le impone reconocer, es decir el otro en cuanto que es él mismo sujeto dividido de la spaltung significante". La definición del falo como significante del deseo allí sostenida nos aclara su estatuto. El falo en el Otro como lugar del significante, indica una falta. Esta falta no es sino el deseo mismo. El significante fálico es definido también como símbolo, incluso es el único que puede denominarse como tal ya que en la batería del significante simboliza que falta. En este punto el significante fálico se distingue del falo en su vertiente imaginaria, el cuál es definido por Lacan como raíz de esta falta que el significante fálico señala. Una de las definiciones que el Diccionario de la Real Academia Española chá de raíz es la siguiente: "Parte de cualquier cosa, de la cuál, quedando oculta procede lo que está manifiesto". Lo allí definido como oculto podemos articularlo al carácter velado del significante fálico haciendo hincapié en la falta estructural de referente del falo que articulada a la sexualidad de un sujeto implica la artificiosidad de la posición sexuada: impostura o mascarada. Precisamente por la falta de algo natural la sexualidad humana no es mas que un puro semblante. Por eso el complejo de castración inconsciente deviene un tope insalvable para el sujeto. El significante fálico en tanto simboliza la falta en el Otro, es el significante del deseo. Este deseo del Otro queda caracterizado como un enigma ya que como dijimos, las respuestas posibles para un sujeto no anulan lo subversivo que la pregunta por el deseo instala. El falo como significante del deseo chá cuenta entonces de la disyunción insalvable entre demanda y deseo. Es el significante que en el lugar del Otro señala al deseo como lo innombrable, aquello articulado no articulable, lo que resta siempre a cualquier demanda. Por esta razón es nombrado a veces también como un signo: signo de una ausencia. En este punto Lacan señala una paradoja, ya que en la batería significante "nada falta". Esto me sugiere la siguiente pregunta: ¿de que naturaleza es esta falta que el significante fálico indica?. La respuesta de Lacan es que, allí donde la batería significante está completa, esta falta aparece como la consecuencia del paso por el Otro, operación que Lacan llama "subjetivación". Si todo lo que significa para un sujeto se debe al paso por el Otro, la falta significante solo se subjetiviza por el encuentro del sujeto con el deseo del Otro, o sea un Otro encarnado. Es por ello que el significante fálico es definido por Lacan como una presencia real. Es la presencia real del deseo. El significante fálico implica entonces al cuerpo de un modo decisivo, es el significante que chá cuenta de la pérdida de la naturalidad del cuerpo por acción de la estructura significante. El falo será el significante que permita explicar la constitución de la sexualidad por la operatoria del significante sobre el cuerpo. Esta operatoria es definida por Lacan en "La significación de falo" como la transformación de lo significable en significado por acción del significante. El falo se constituye, como señala Diana Rabinovich, en el significante de los efectos de la represión primaria; por lo cuál no solo tiene una relación privilegiada al cuerpo sino que su develamiento implica la aparición del pudor. Al no ser un elemento que se articule en una cadena significante, su retorno no se produce bajo el modo de retorno de lo reprimido sino que implica el afecto en el cuerpo, en tanto pone en juego un cuerpo afectado por lo simbólico. El falo operará como razón del deseo en tanto velado funcionando en la sexualidad como lo que chá la ilusión de entendimiento entre lo sexos, pero en el punto de su develamiento pone sobre el tapete la imposibilidad de la relación complementaria sexual. Me parece que es éste el punto mas fuerte de la definición de Lacan del falo como "presencia real". Esta falta irreductible puede entonces pensarse desde distintos estatutos. Por un lado, como ya dijimos, señala al deseo como falta; por otro lado podemos pensarlo como la falta en la batería de un significante que nombre al sujeto. En este sentido, se articula a la falta en ser. En otro sesgo y habiendo articulado la dimensión del cuerpo, el falo devendrá en el significante del goce faltante para posibilitar la relación sexual, por esta razón el significante fálico devendrá en Lacan el significante del goce. también podemos pensar al falo como presencia real articulado al significante de la falta en el Otro. O sea lo que falta al saber inconsciente para ser hegeliano, absoluto, aquella dimensión del saber inconsciente imposible de saber. Es necesario destacar también que al estar el significante fálico excluido de la batería ubicamos su retorno en el afecto en el cuerpo. Por lo cual su operatoria no podemos pensarla en la clínica sin lo imaginario del cuerpo. Allí Lacan señala que el falo podrá aparecer como aquello de lo cuál el sujeto está privado o no. Esta falta que el significante fálico indica es homologada por Lacan en el seminario 8 a lo intervalar. En este mismo seminario, nos señala la relación entre aquello que el significante fálico denuncia y la vida fantasmática. Dice: "El deseo viene a habitar el lugar de la presencia real y a poblarlo con sus fantasmas". Detengámonos entonces, en aquello que primero Freud y luego Lacan señalan como lo que en la estructura responde a esta falta estructural. Mas allá de las diferencias que existen entre la teoría de la fantasía en Freud y la del fantasma en Lacan, creo que la primera funciona como el antecedente de la segunda, en tanto su función, el velamiento de lo traumático. Quiero decir que el desarrollo de la teoría de la fantasía en Freud es homologable al fantasma como estructura en Lacan por la función que cumplen: por un lado evitan el encuentro con lo traumático y por otro dan un marco, una escena, donde se juega el deseo del sujeto. Freud define a las fantasías como productos psíquicos, una puesta en escena que tiene una indudable relación a los síntomas neuróticos, "satisfacciones de deseos nacidos de una privación o un anhelo y llevan con razón el nombre de sueños diurnos". Esta definición no implica que toda fantasía sea per se consciente sino que Freud plantea expresamente la existencia de fantasías inconscientes en las cuales ubica la determinación de los síntomas. Un síntoma podrá estar determinado por mas de una fantasía pero éstas responden a una regla de composición lo que nos permite pensar una lógica, un ordenamiento que articulamos a la sobredeterminación inconsciente. Esa dimensión que no llegando a la conciencia es eficaz. Las fantasías aparecen como protectoras en tanto evitan el encuentro con el recuerdo traumático propiamente dicho. Ahora bien, podemos situar en Freud en el proyecto de una psicología para neurólogos, una dimensión de lo traumático mas allá de cualquier recuerdo. Ahí plantea lo traumático como un puro factor económico, el quantum de energía que rompe las barreras. En este sentido las fantasías protegen contra el trauma que lo económico, o sea la pulsión, implica. Es importante destacar que Lacan retomará esto matemizando a esta energía inligable como A barrado, lo que ya situamos como lo insoportable para un sujeto. En tanto protectoras, las fantasías suponen un relajamiento de la censura, o sea, la posibilidad de realización disfrazada de un deseo. De este modo se evita la invasión de angustia. Pero no solamente se trata allí de deseo. Si bien Freud ubica a los deseos insatisfechos como el material del que parten estas fantasías, los define como la fuerza pulsionante de las mismas, lo que implica una articulación entre deseo y pulsión. En las fantasías situamos no solo la realización de un deseo sino también una satisfacción pulsional, lo particular de la satisfacción de un sujeto, la "autodescarga", caracterizada como "masturbatoria". Freud define a esta satisfacción masturbatoria como un resabio de la satisfacción autoerótica de la pulsión, o sea, una satisfacción en el propio cuerpo con prescindencia de un objeto externo al mismo. Señalamos ya que en Lacan esto sufrirá un viraje que implicará la separación estricta del autoerotismo y lo masturbatorio, definiendo a esto ultimo como fantasmático y por ende inseparable de la sanción del Otro. Volviendo a Freud, esta articulación deseo-pulsión significa que en las fantasías encontramos cierta fijación; dado que ningún sujeto puede fantasear con cualquier cosa sino que opera allí la sobredeterminación. Es de especial mención el trabajo que Freud realiza en "Pegan a un niño". Allí señala que las fijaciones están determinadas desde el complejo de Edipo, y define a las fantasías como "cicatrices o residuos". La fuerza pulsionante de las fantasías se articula a la prohibición que se opera en el complejo de Edipo, lo que significa que los deseos nacidos de una privación, ya mencionados, son deseos incestuosos. Creo que respecto de los tiempos de la fantasía de flagelación que Freud trabaja en ese texto es de suma importancia el segundo. A este tiempo lo caracteriza como una construcción del análisis dado su imposibilidad de tramitación por el recuerdo. Por ende es una necesariedad lógica a construir solo posible en la relación a un analista. En la enseñanza de Lacan no nos encontramos de entrada con la conceptualización del fantasma fundamental como estructura. Parte de las fantasías freudianas, ubicándolas en el registro de la relación especular y llega al armado de la formula del fantasma en el grafo del deseo. Si bien este movimiento implica un giro, que va del soporte imaginario del fantasma al entramado significante del mismo, esto no significa que lo imaginario, no solo lo especular, ya no juegue allí. En la formula del grafo Lacan articula los tres registros: Real, Simbólico, Imaginario. Una primera precisión a realizar es que si bien el fantasma no carece de relación con el síntoma, como lo indican las posiciones de ambos en el grafo, debemos establecer una diferencia clave en cuanto al modo de operatoria del tiempo para cada uno. Del lado del síntoma como formación del inconsciente encontramos la posibilidad de desplazamiento, el funcionamiento del apres-coup de la cadena significante. Del lado del fantasma, en cambio, se trata de una fijeza que implica un tiempo suspendido, aquello que no se modifica por la resignificación a posteriori del significante. El fantasma aparecerá en Lacan como una escena, lo que nos chá ya las resonancias de las reglas de composición de la escena en Freud. Decimos que es una escena que tapa, vela la falta que es el deseo del Otro, lo traumático frente a lo cual el sujeto se encuentra en desamparo. El hecho de definir al fantasma como una pantalla no significa que no muestre; vela y a la vez muestra, cuyo claro ejemplo puede ser la pintura de Magritte "La condición humana". Habiendo situado el carácter de pantalla como una de las funciones del fantasma, pasemos a la segunda señalada por Lacan. El fantasma es "el sostén del deseo", soporta el deseo, es la estructura que mediando, permite sostener el deseo como deseo del Otro, tal como lo señala en el seminario 10 "La angustia". La necesariedad de esta mediación está dada por la ausencia estructural de un objeto connatural al deseo. En esta dimensión el fantasma marca los límites de la escena en la cual se va a jugar el deseo para el sujeto y funciona allí como un regulador del deseo. El fantasma se construye por la relación entre dos términos que son dos posiciones del mismo termino: se trata de las posiciones del sujeto como sujeto y como objeto frente al deseo del Otro. La relación entre ambas posiciones no se chá como un encadenamiento sino que está señalada allí por el losange que los articula. Podemos situar dos relaciones posibles que se requieren mutuamente: -Una relación de exclusión/inclusión donde podemos pensar que el objeto funciona para el sujeto como lo mas extraño y lo más familiar a la vez, lo que justifica el trabajo que primero Freud y luego Lacan realizan sobre lo siniestro. -Una segunda relación de mayor o menor donde el objeto funciona como lo más cercano y a la vez como lo más lejano para el sujeto. Del lado de la posición del Sujeto como Sujeto barrado ubicamos al sujeto alojado en la significación fálica tal como Lacan lo define en el esquema Rho. Sujeto que al carecer de algo que lo represente en el significante tiene su correlato lógico en el fading que instala la cadena significante. Del lado del objeto a de la formula, situamos primero aquello que desde lo imaginario le chá un falso ser al sujeto, allí donde lo simbólico instala su falta en ser. Este falso ser viene a suplir de algún modo aquello de lo que el sujeto está privado en términos de significante, lo que nos permite establecer una articulación entre el a y el significante fálico. Allí donde el significante fálico indica al sujeto como - 1 en la batería significante, el a cumple la función de tapón de esa falta. El a detiene el fading del sujeto allí donde la nominación falla. El valor de este a solo es tal por su lugar en la estructura del fantasma, o sea, que la modalidad del a de que se trate para cada sujeto depende del lugar de objeto que el propio sujeto ocupa en el deseo del Otro. No podemos pensar al a sin el paso necesario por el Otro. Este objeto a viene a funcionar sobre el trasfondo de la falta estructural de objeto y por ende su función es inseparable de la operación del significante fálico. En este sentido, el a rescata al sujeto del fading, de la remisión incesante de la significación en la cadena metonímica. Este falso ser viene a suplir la falta en ser estructural del sujeto. El a es entonces lo que viene a funcionar allí donde el Otro de la demanda de amor desfallece al carecer de respuesta significante al deseo. Debemos señalar entonces que este a no puede agotarse en una faz metonímica, en cuyo caso también se deslizaría incesantemente, sino que junto con el sujeto se aloja en el intervalo, allí donde Lacan colocó al deseo. Esto implica un viraje a partir del cual no puede pensárselo sólo desde lo imaginario, sino también como corte que opera el significante sobre el cuerpo. El resto de este corte es el a, lo que le chá su estatuto de real. En este punto se produce una articulación entre deseo y pulsión en el fantasma. No se tratará allí sólo de sostén del deseo del Otro sino también de goce: la satisfacción de una pulsión. El a entonces no solo rescata al sujeto del fading sino que también funciona como aquello que chá consistencia al Otro en tanto definido como un lugar vaciado de goce. Para finalizar señalamos que el funcionamiento del fantasma le posibilita al sujeto evitar el encuentro con esa dimensión insoportable de la falta en el Otro. Por consiguiente, frente a la vacilación del fantasma no puede sino aparecer la angustia, en tanto traducción subjetiva del objeto a. El sujeto queda allí enfrentado en su desamparo al deseo del Otro, a lo que él es como a para el Otro. En este sentido el fantasma es la respuesta privilegiada que vela lo que el significante fálico, como presencia real, denuncia, de allí su lugar en el grafo del deseo. La angustia definida por Lacan como "la sensación del deseo del Otro" en el seminario 9, es el afecto, razón por la cuál no engaña, que indica la cercanía a ese enigma innombrable del deseo del Otro. Bibliografía: -Freud, S.: "Proyecto de una psicología para neurólogos", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, tomo 1, Madrid 1981. -Freud, S.: "Pegan a un niño", en Ibíd., tomo 3. -Freud, S.: "fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad", en Ibíd. tomo 2. -Lacan, J.: "La instancia de la letra en el Inconsciente o la razón desde Freud", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1988. -Lacan, J.: "La significación del falo", en Escritos 2, Ed. 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