UNA PALABRA A LOS NIÑ@S, GENTE SAGRADA DE

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UNA PALABRA A LOS NIÑ@S, GENTE SAGRADA DE DIOS
Cómo nos gustaría sentarnos, en el lugar donde viven y juegan en paz con
Ustedes niñ@s para escuchar sus alegrías y sus temores. Nos gustaría oír
sobre sus dudas, sus esperanzas y anhelos. Deseamos llamarlos por sus
nombres y sus nombres de “cariño”, reconocerlos en su individualidad como seres
únicos y valiosos.
Nos duele e indigna que aún existan tantos niños y niñas abandonados, que están
hambrientos, sin acceso a una educación adecuada o sufran de falta de atención
médica. Nos gustaría defender y apoyar a los que han sufrido de abuso sexual o
explotación, así como a los jóvenes que son víctimas de toda clase de violencia en
sus hogares y comunidades. También nos gustaría abrazarlos y pedirles perdón.
Todos estos problemas nos muestran que aún tenemos que convertir nuestros
corazones y nuestras acciones y así también las del mundo, para que ustedes
vivan felices, con sus padres, en sus escuelas, en la comunidad y el mundo.
Aunque algunas veces hayamos fallado como personas, como Sociedad, Estado o
como Iglesia, queremos que sepan que Dios los ama con gran compasión y El nos
pide que este gran amor lo hagamos realidad. Comenzamos este andar con Uds.
compartiendo esta reflexión pastoral con nuestras hermanas y hermanos en la fe,
unidos a vuestros padres en un nuevo compromiso en favor de Uds. Pedimos
perdón por nuestro descuido, nuestros errores, nuestra arrogancia y nuestra falta
de presencia. Cuando miramos el mundo en el que muchos de Uds. viven,
reconocemos la urgencia de nuestra propia conversión, de nuevas estructuras
sociales, económicas, culturales y políticas y un gran cambio en nuestros
corazones. Solos nada podemos, deseamos unirnos con otras personas que
estén comprometidas en protegerlos, defenderlos y acompañarlos en la búsqueda
de la plenitud de su humanidad y dignidad como personas sagradas de Dios.
Porque eso son Uds.: Gente Sagrada de Dios.
BENDITOS SEAN LOS NIÑ@S…
Cuenta el relato sobre una tribu Africana que practica una antigua costumbre de
enviar a sus mujeres jóvenes recién casadas a sentarse solas bajo un árbol hasta
escuchar la canción que les transmite el niñ@ que aún no ha nacido. Después
que la mujer oye la canción, se la aprende de memoria y después le enseña a su
esposo. Cuando finalmente juntos conciben a su hij@, cantan la canción del niño
como una manera de invitarlo a venir al mundo.
Durante su embarazo la mujer continúa cantando la canción de su niñ@ y le
enseña a las comadronas. Cuando el niñ@ nace es bienvenido al mundo con las
letras únicas de su propia canción.
A medida que el niñ@ crece oirá la canción una y otra vez. Si el niñ@ rasguña su
rodilla o tiene fiebre, los padres cantarán su canción para que recupere su salud y
armonía. Cuando el niñ@ crece y se casa, sus canciones se cantarán durante la
ceremonia de matrimonio.
Podría el mundo saludar a cada niñ@ recién nacido con tanto amor y ternura. Es
difícil creer y aún más difícil admitir que el mundo es un lugar hostil para muchos
niñ@s. Cuando miramos sus vidas, debemos decir con el corazón que “Éste no
es el plan de Dios.” Debemos estar conscientes de la sagrada responsabilidad
otorgada por Dios a nosotros para aceptar a cada niñ@ en el mundo como
nuestro.
Cada niñ@ Africano que vive en un campo de refugiados por la guerra o el
hambre...
Cada niñ@ Asiática que es vendida para el comercio del sexo en Asia... y usada
en pornografía..
Cada niñ@ Americano que ha sido víctima de abuso o pedofilia...
Cada niñ@ Latinoamericano que es forzado a mendigar en una esquina...
Cada niñ@ que es forzado a trabajar a una edad temprana, forzado a dejar el
colegio, descuidado, abandonado o hambriento...
Cada niñ@huérfano enfermo de Sida o con una enfermedad terminal, abandonado
por el sector salud.
Cada niñ@ que es víctima de la explotación de los medios de comunicación...
Cada niñ@ que nace con limitaciones físicas y sobre todo en condiciones
inhumanas.
Todos ellos son nuestros niñ@s y la vida de cada uno es sagrada.
Estamos llamados a examinar las razones de la violencia, el descuido, el abuso y
la explotación a la que están sometidos los niñ@s. Debemos prestarles atención:
- escuchándolos
- examinando sus condiciones de vida a la luz del Evangelio.
-
analizando críticamente los factores económicos, políticos, sociales y
religiosos que influyen en sus vidas;
fomentando estilos de vida y políticas públicas que respeten, defiendan
y promuevan los derechos de los niñ@s.
trabajando con otras personas que estén comprometidas con sus
derechos, comprendan los temas y que puedan guiarnos en nuestros
esfuerzos.
Estamos llamados a hablar con palabras de luz en la oscuridad: Cada niñ@, rico
o pobre, de cualquier color o raza, cultura o religión está delante de Dios y de
nosotros como un ser igual, con necesidades y derechos propios, dignos de
merecer nuestra aceptación y cuidado.
Jesús nos enseñó que los niñ@s son las personas escogidas del Reino de Dios.
Como gente de fe, estamos llamados a velar por ellos. La situación dramática en
la que viven muchos niñ@s refleja la maldad que nosotros algunas veces
preferimos ignorar. La calidad de vida que tengan los niñ@s es la medida de
nuestra creencia, de que cada vida es un regalo sagrado de Dios. Quedarnos
callados sobre este tema del bienestar del niñ@ es ya un pecado muy grave.
Esta carta es un llamado a todos los miembros de la Comunidad Cristiana, para
escuchar la palabra de Dios en nuestros corazones y clíticas sobre protección
infantil que promulgue y desarrollen los Estados.omenzar a cambiar nuestra
manera de cómo vemos a los niñ@s y cómo debemos relacionarnos con ellos. No
es suficiente decir simplemente que los niñ@s tienen derechos; debemos tomar
una acción efectiva para cambiar la vida de nuestras familias, de nuestras
comunidades, de nuestras Instituciones religiosas y las prioridades económicas
para garantizar el bienestar de todos los niñ@s. Y para influir positivamente en las
políticas sobre protección infantil que promulguen y desarrollen los Estados.
EL MUNDO DE LOS NIÑ@S
Es la justicia de Dios mismo que respalda al niño (Deut. 10:18)
La situación de pobreza en América Latina es uno de los principales problemas
de los derechos humanos. Por ello es preocupante que más de la mitad de la
población de nuestros países viven en condiciones de pobreza, siendo los niño@s
las primeras víctimas. La extrema pobreza resulta diariamente en muerte para
miles de niñ@s aquí en el Perú y en el resto del mundo, sobre todo en países del
Tercer Mundo.
Una mañana fría de Julio en una vecindad del Distrito Villa El Salvador murió
Eugenia por el descuido y la indiferencia humana. Hubiera cumplido 4 años en
Febrero. Eugenia era una del 48% de los niñ@s aquí en América Latina que
viven en estado de pobreza. Era una de los 27,391 niñ@s en el mundo que ese
día murieron por desnutrición, agua contaminada o de otras enfermedades
curables.
Debemos estar muy impresionados y alarmados de que tantos niñ@s mueran
cada día por descuido e indiferencia. Diez millones de niñ@s mueren cada año
por enfermedades curables. La pobreza acorta la vida de millones de niñ@s,
cuyas madres son muy jóvenes para traerlos al mundo, tan desnutridas que no
pueden alimentar a sus bebés, madres que carecen de cuidado pre-natal y
pierden a sus bebés por enfermedad, o porque han sido abusadas sexualmente.
Debemos estar alarmados, pero muy a menudo no estamos ni siquiera enterados.
Los niñ@s son especialmente vulnerables a la violencia de las guerras y pandillas.
En Latinoamérica, 80,000 niñ@s mueren cada año de violencia doméstica. Aún
cuando la pobreza no mata, los efectos de la desnutrición en la niñez, la falta de
educación, el abuso y la inseguridad permanece en ellos durante toda su vida.
Cerca de 15 millones de peruanos viven en pobreza; 24% de ellos en extrema
pobreza y 40.5% de estos pobres son niños menores de 15 años, imposibilitados
de afrontar sus necesidades más elementales. Más de 239,000 niñ@s y jóvenes
en el Perú no asisten al colegio y la mayoría son jovencitas. Es muy probable que
los niñ@s que no completan su educación al llegar a la vida adulta vivan en
pobreza.
El hambre, la enfermedad y la inadecuada educación limitan el desarrollo mental y
psicológico de millones de niñ@s. Aquí en el Perú de los casi 7 millones de niños
entre 6 y 17 años, 1,900,000 trabajan. Esto es el 28.6%. Muchas veces desde los
5 años de edad, muchos en situaciones de riesgo o en malas condiciones que
constituyen en un sentido, una forma aceptada de esclavitud.
Sabemos que el escándalo y el sufrimiento por el abuso y explotación dañan y
destruyen a los niñ@s. Nuestra experiencia nos mueve a este diálogo pastoral y
nos señala la necesidad de nuestra propia conversión. Cristo nos advirtió que
hacer daño a uno de ellos es una ofensa tan grave que sería mejor que al que lo
hace le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar. (Marcos 9)
Las niñas viven una forma peculiar de pobreza que puede condicionar que su
paso de la adolescencia a la adultez sea abrumador. Patrones culturales
enraizados consideran a la mujer inferior a los hombres lo que limita su desarrollo
y libertad personal. Viven en un mundo de violencia física y emocional que
resulta en baja estima, verguenza y humillación. Esto las hace más vulnerables al
abuso físico, emocional y a la explotación sexual.
A las niñas se les relega a un segundo plano en la educación, en el cuidado de la
salud, en sus condiciones de vida y en oportunidades económicas lo que socava
su sentido de dignidad y valoración como seres humanos, y que contribuye a su
inestabilidad personal y emocional. En tal ambiente, es difícil para una niña
adolescente reconocer su propio valor.
Esta maraña de violencia social causa los embarazos de adolescentes solteras, el
abuso de alcohol y drogas y muy a menudo las lleva a la prostitución. Las niñas
son víctimas y esta “pobreza de género” las conduce a una vida de extrema
pobreza para ella y sus niñ@s.
El embarazo sin matrimonio, el matrimonio vivido sin valores cristianos y sin Dios
es el camino más seguro a la pobreza humana, porque está frecuentemente
acompañado de relaciones familiares destructivas, desnutrición, falta de
habilidades para trabajar, viviendas inadecuadas, mala protección de la salud,
oportunidades limitadas de educación, violencia doméstica, abuso y limitaciones
extremas en casi todos los aspectos de la vida.
LA POBREZA ECONOMICA QUE DESTRUYE LA HUMANIDAD ES EL
RESULTADO DE NUESTRA POBREZA ESPIRITUAL QUE DESTRUYE
NUESTRA REVERENCIA POR LO SAGRADO DE LA VIDA
Si bien la pobreza económica destruye vidas humanas, otra clase de pobreza – la
pobreza espiritual – destruye nuestro respeto por la vida humana. Estas dos caras
de pobreza están relacionadas entre sí y ambas destruyen a los niñ@s. Cuando
miremos con verdad y realismo la pobreza de los niñ@s, reconoceremos que
nuestra nación y nuestro mundo pierden su propia espiritualidad en el sentido final
de sus políticas y economía, en su indiferencia y abandono de los niñ@s, en su
fracaso para reconocer su propia humanidad en el valor de cada persona.
La pobreza espiritual manifestada en la búsqueda insistente por la riqueza
material, el poder, el prestigio y el placer personal, se encuentra en ricos y pobres
por igual. Aunque el mercadeo y publicidad tratan de convencernos que el dinero
puede comprar felicidad y seguridad, en la realidad el resultado se traduce en
inestabilidad y vacío. En un sistema económico basado en el egoísmo, avaricia y
placer, los niñ@s y adolescentes son las primeras víctimas y los que sufren con
mas violencia sus efectos.
En vez de felicidad, se encuentra frustración y
violencia. En vez de solidaridad, hay competencia. El lucro y no el bienestar
humano, se convierte en el objetivo y el conflicto se vuelve más rentable que la
paz. En la actualidad, aún los países pobres gastan más en armas y en sus
fuerzas armadas que en la nutrición, o en el cuidado de la salud y educación de
los niñ@s y adolescentes que son el futuro del mundo.
La brecha entre el rico y el pobre es la señal de pecado en nuestras relaciones
humanas y prioridades económicas. Los niñ@s pobres mendigan o venden en las
esquinas de las calles cuando deberían estar en el colegio. Muchos de los que
están en el salón de clase están tan desnutridos que no pueden aprender.
Aunque sólo viven a pocas cuadras de aquellos niñ@s o adolescentes pudientes,
en realidad son dos mundos distintos. En un mundo de dominación económica
injusta se pierde el derecho a un trato justo e igual.
La actividad económica en particular y el Estado en general debe atender primero
las necesidades de la gente, especialmente las necesidades de aquellos que
están indefensos y que los convierte en vulnerables. Cada familia e individuo
debe tener una parte adecuada de los recursos de la tierra y del fruto de su
trabajo. La prosperidad económica no debe medirse por la riqueza acumulada
sino por la distribución justa de los recursos y por la mejora en la calidad de vida
de todas las personas.
Los sueldos injustos y la falta de oportunidades de trabajo para los adultos pone
en peligro el bienestar de los niñ@s y adolescentes, porque esta situación pone a
la familia en riesgo de violencia y desintegración. También se traduce en hambre,
privaciones, en bajos niveles de vida, carencia de sanidad y una vida estresada
al margen de la sociedad. La pobreza y la explotación económica son los pecados
más graves contra los niñ@s y adolescentes.
Entre las causas de la pobreza está la irresponsable prioridad del gasto nacional
sobre todo en el pago de la Deuda Externa y el armamentismo. El fracaso en la
inversión inadecuada en educación, en el cuidado de la salud, en la protección de
los niñ@s y adolescentes; el pago de salarios injustos a los responsables de ese
cuidado-maestros, protectores del cuidado de la salud y del medio ambiente, es
sólo una parte pequeña del problema.
Muchos países gastan de tres a cinco veces más para atender su deuda externa
que lo que destinan para los servicios en favor de la población. La pobreza y la
guerra destruyen las posibilidades de vivir en paz, en una cultura de solidaridad y
fraternidad. La corrupción en el gobierno y en los negocios drena las arcas
públicas. Las consecuencias de la política internacional, el gasto militar pueden
medirse por el daño que ocasionan a los niñ@s.
Como miembros de familia y ciudadanos, debemos tener cuidado en las
decisiones que tomemos como individuos, como comunidad y como nación y su
impacto en los niñ@s y en las familias. Debemos insistir en que los niñ@s son
primero en todas las políticas económicas, en las decisiones de los programas
sociales y económicos y en los gastos militares. Debemos ser mas cuidadosos y
responsables en la elección de nuestras autoridades.
Para vergüenza nuestra como gente de fe, vivimos tranquilos con toda la injusticia
existente.
TODO NIÑ@ ES NUESTRO NIÑ@
“Todo niño que nace viene con un mensaje que Dios no ha perdido esperanzas en
la humanidad.” Rabindranath Tagore
En un orfanato, Maria, lloraba amargamente el día de su cumpleaños. Tratando
de consolarla, una Hermana le dijo: “Este debe ser un día feliz para ti, estas
celebrando 11 años de tu vida.” La niñita respondió, “pero yo no tengo a nadie,
estoy totalmente sola.”. Carlos, otro niño sin familia tratando de defender su
propia identidad delante de sus amigos desde la calle gritó, “Yo tengo un padre;
sólo que aún no lo conozco”
En su Carta pastoral “Familiares Consortio,” el Papa Juan Pablo II nos dice que
los niñ@s son la medida tanto de nuestra humanidad como de nuestra fe, y que
los Cristianos debemos proveer “aceptación, amor, preocupación educacional,
espiritual y sensibilidad por cada niño que nace.”
El Papa Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in Terris,” sentó la base de fe para la
enseñanza de los derechos humanos cuando declaró sencillamente “toda persona
tiene derecho a la vida, a su integridad corporal y a los medios necesarios para su
propio desarrollo humano.” Nuestras propias enseñanzas pastorales sobre los
desafíos por la paz, la justicia económica y la familia; las cartas pastorales de
otras conferencias nacionales de obispos y las palabras de los líderes de otras
iglesias también afirman los derechos de los niñ@s del mundo.
Todas las religiones del mundo creen que la vida es sagrada y reconocen la
dignidad inherente de todos los niñ@s. Los derechos de los niñ@s se encuentran
en su identidad humana, en sus necesidades especiales y por el hecho de haber
sido creados a la imagen misma de Dios. Si se deja de lado a un niño o si se le
excluye, quiere decir que toda la comunidad ha fallado. Jesús cambió para
siempre la condición de los niñ@s cuando los puso como modelo en nuestra
relación con Dios. “Dejen que los niñ@s vengan a mí y no lo impidan porque el
Reino de Dios es de los que se parecen a los niños. Les aseguro que quien no
reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en el” Marcos 10:15
En las Bienaventuranzas, Jesús dice que el Reino de Dios pertenece a los pobres
– aquellos sin poder, prestigio o recursos, aquellos que dependen de Dios. Quien
sino los niñ@s encajan en esta descripción? Ellos son los más necesitados y los
mas vulnerables. No tienen ni voz ni voto en los asuntos o políticas del mundo.
No tienen autoridad o poder en el hogar ni en la sociedad. Sin embargo, es la
gente del Reino de Dios.
Cuando Jesús habla del Juicio Final, nos dice que el criterio para nuestra
salvación y la de todas las naciones, debe ser nuestra compasión por los pobres,
los desvalidos y los rechazados. Una vez más Cristo pone a los niñ@s como
referentes modelos de su Reino. Cada acto de amor hacia ellos, expresado en
comida, ropa, comodidad y protección, es un acto de amor y servicio al mismo
Jesús. Debemos reconocer la unión íntima entre nuestra fe y nuestras acciones.
No solamente somos llamados a estar en su favor sino nuestra vida debe ser de
solidaridad y compromiso real y efectivo hacia ellos. Jesús dice, “Cuando lo
hicieran con alguno de éstos, mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo.”
(Mat. 25)
Los niñ@s no son una gente más, o sólo valiosos cuando llegan a su madurez. La
niñez, con toda su humanidad y dignidad, debe ser considerada como un estado
inagotable de vida. Todo lo que sucede desde la concepción a través de los años
de desarrollo creativo en la niñez y en la adolescencia, moldea la dignidad y la
capacidad de las personas en su relación con los demás. Como Karl Rahner dijo,
“La niñez es una presencia permanente de la persona humana creada por Dios y
salvada por el amor de Dios en el acto de la redención de Jesús.”
Ante Dios, todos los niñ@s son de igual valor. Por lo tanto, estamos llamados a
actuar cuando la vida de cualquier niño es amenazada en alguna forma. La vida,
su desarrollo, protección, participación, humanidad, respeto y amor son
expresiones fundamentales trascendente e incalculable de los derechos humanos.
Los derechos de los niñ@s no se ganan ni se otorgan por méritos. No son regalos
de sus padres o de la sociedad. Ni son otorgados por la cultura o religión.
Pertenecen al niño como persona en virtud de su humanidad. Jesús fue claro
sobre su valor personal cuando El dijo, “El que recibe a un niño en mi nombre, a
mí me recibe.” (Marcos 9).
Debemos practicar lo que hemos enseñado por años: que cada persona es
exactamente como nosotros en humanidad, cada una es una expresión del infinito
amor de nuestro Creador. Nos dirigimos a los niñ@s para que nos enseñen y nos
ayuden a vivir este hecho de fe.
En su mensaje a la Sesión Especial de las Naciones Unidas, en Julio de 1982, el
Papa Juan Pablo II afirmó la responsabilidad de respetar los derechos humanos
cuando dijo: “Tanto la comunidad de fieles como la comunidad civil están unidos
igualmente por principios morales claves.
Todos los hombres y mujeres
encuentran en su conciencia una ley escrita en su corazón por Dios. De esta ley,
la razón extrae las normas morales de conducta. Estas leyes no son la visión
completa del Evangelio sino responden a las preguntas importantes que afectan el
bienestar de la comunidad humana.
Los estándares éticos y morales que valoran a los niñ@s y adolescentes, sólo por
ser quienes son, deben convertirse en prioridad y referente categórico en nuestras
familias, comunidades y en las políticas estatales.
SER PROTEGIDO EN LA FAMILIA...
En América Latina hay millones de niñ@s que son abandonados por sus padres y
son las madres las que asumen de manera solitaria ambas responsabilidades,
muchas veces las consecuencias traen serios problemas en la formación integral
de los niños. Algunas mujeres al sentirse solas y asustadas, afectivamente
destrozadas entregan a los bebés en adopción, con la esperanza que vivan en la
seguridad de un hogar estable donde recibirán amor y protección.
Muchas de estas mujeres viven una vida de miseria por falta de recursos
personales y sociales. Realmente la madre soltera y su niñ@ está abandonada no
solamente por el padre, su propia familia, el gobierno, por la comunidad en general
y mas triste que nada por la Iglesia. Algunas mujeres al sentirse solas y
asustadas, afectivamente destrozadas entregan a los bebés a Hogares o los
ofrecen en adopción, con la esperanza que vivan en la seguridad de un hogar
estable donde recibirán amor y protección.
El padre que abandona a la madre y a su hij@ aborta figurativamente al niñ@ ,
tanto emocional, psicológica y humanamente - Todos los niñ@s tienen derecho a
la vida con el amor de su padre y madre.
Ser un niñ@ es ser un aprendiz en el camino de la vida. La socialización, el
respeto, la dignidad y la bondad se aprenden por experiencia dentro de la familia.
El niñ@ por nacer tiene derecho a la protección, también al desarrollo saludable
en el seno de su madre quien debe estar física y emocionalmente bien. La
nutrición de la madre determina el desarrollo físico del niñ@, su bienestar
emocional y psicológico determina la salud emocional del niñ@. La madre que es
abandonada, abusada o se encuentra desesperada transmitirá estos sentimientos
a su niñ@.
Una madre adolescente que ha sido abandonada puede considerar que su hij@ es
la causa de sus problemas. El amor conyugal es reemplazado por resentimiento,
la alegría por la llegada de una nueva vida es reemplazada por cólera y
sufrimiento. Estas emociones afectan al niñ@ aún antes de su nacimiento y se
prolongan durante toda su vida.
La primera experiencia de amor del niñ@, su alimentación y participación debe
tener lugar en la familia, con padres que comprendan que ellos deben transmitir a
sus niñ@s el amor que se tienen como pareja. Por esta razón, el matrimonio, a
pesar de las limitaciones que tenga, es el mejor espacio para tener y criar a los
hijos. La familia provee a los niñ@s beneficios que no pueden recibir en otro
lugar, forma los lazos del significado y de las relaciones que moldean la identidad,
provee seguridad y orienta la vida del niñ@.
Tanto el padre como la madre están presentes en el momento de la concepción y
ambos desempeñan roles importantes en el desarrollo del niño.
Desafortunadamente, los padres a menudo están ausentes en las vidas de sus
hijos. Cuando los niñ@s son abandonados durante su etapa o desarrollo inicial,
corren un mayor riesgo de ser víctimas de muchos problemas sociales y
psicológicos La presencia adecuada del padre o dentro de la familia comunica la
plenitud de la identidad personal y humana y la seguridad de un amor que dice,
“Tu estás seguro; no serás dejado de lado. Yo estoy aquí contigo y con tu
mamá.” El nacimiento del niñ@ convierte al padre y a la madre en una familia
que deberá cuidarse y construirse cotidianamente. Y el niñ@ une al papá y a la
mamá como padres.
El padre debe ayudar a alimentar y cuidar al niño con su esfuerzo físico,
emocional e intelectual. Debe proveer estabilidad emocional por medio de su
propio comportamiento no-violento. No debe ser un extraño para sus hijos. Debe
escuchar y responder a sus necesidades, dar y recibir amor, guiarlos en la
formación de sus valores y de su práctica religiosa.
La niña necesita de una relación especial con su padre. Buena parte de su
dignidad y estima personal en un mundo dominado por los hombres, depende de
la imagen y valoración de sí misma que desarrolle en la relación con su padre, por
el ejemplo de amor de su padre para su madre.
El padre debe ser fiel. Cualquier violación en la relación con la madre es una
violación en la relación con el hij@. La unión matrimonial es un derecho del niñ@,
lo que supone una seria obligación de la pareja. La preparación y orientación
para el matrimonio en la que se enfatice el rol paterno es muy importante para el
bienestar de los niñ@s.
PROTEGIDOS EN LA COMUNIDAD –El amor de Dios presente en las
actividades cotidianas de la vida.
Los padres son responsables, entre otras cosas, de la salud, educación y
bienestar de sus niñ@s, pero no pueden asumir solos esta tarea. Deben plantear
organizadamente y exigir el bienestar de sus niñ@s a los espacios de la sociedad
civil y política y hablar con fe y compromiso en favor de sus niñ@s.
Dios tiene un Plan para toda la humanidad, desde siempre: vida plena para todos.
La Iglesia debe dar testimonio del amor de Dios en el mundo. Debe también
levantar su voz profética cuando se atenta contra la vida y la dignidad de las
personas, especialmente los niños que son los más pobres.
Es en la sociedad civil en donde se debe pensar y construir el bien común. La
comunidad es el lugar donde el mundo quebrantado encuentra la proclamación del
amor de Dios y la esperanza para una nueva forma de vida. Si la gente quiere
vivir en paz y en igualdad, debe aprender a ser tolerante y eliminar el odio, la
arrogancia, la ambición y la desunión – pecados que conducen a la explotación, a
la marginación y al abuso de los niñ@s. Por ser los niñ@s indefensos y
vulnerables es que son las primeras víctimas de la maldad en nuestra sociedad.
Ellos tienen derecho a nuestra defensa total.
El verdadero poder para realizar cambios fundamentales está en manos de los
ciudadanos comunes quienes pueden reclamar que se dé prioridad a la
problemática situación de los niñ@s y que los diferentes recursos deben ser
usados para garantizar su bienestar. Debemos hacer un llamado al Estado y a los
diferentes funcionarios públicos para que consideren prioritario la nutrición
materno-infantil y la calidad de la educación. Asimismo, las políticas estatales
deben tender a eliminar la exclusión y promover la participación organizada de la
ciudadanía. Debemos exigir por el bienestar integral de todos los pobres y
desamparados.
La política internacional debe trabajar en contra de la pobreza global de los niñ@s,
contra el conflicto armado y las injusticias sistemáticas que amenazan la vida de
millones de niñ@s y sus familias. Los niñ@s pagan un terrible precio por nuestra
indiferencia a las políticas económicas internacionales y por nuestra negligencia
en favor de los derechos humanos.
El gasto y la forma de organizar el Presupuesto del gobierno refleja su manera de
entender y resolver los problemas y prioridades sociales. Aunque los niñ@s son
los ciudadanos más pobres de nuestro país, nuestro gobierno gasta menos y
menos en sus necesidades. Debido a que los niñ@s no tienen voz ni voto ni
participan en las campañas políticas, es más probable que se sean ignorados por
los gobiernos y por los encargados de elaborar las políticas económicas y los
presupuestos.
Falsos estereotipos de familias pudientes y prioridades inadecuadas en el
presupuesto son generalmente responsables del fracaso de los Gobiernos en la
protección a los niñ@s: del hambre, de la miseria y de los niñ@s sin hogar. Una
sociedad decente no va a equilibrar su presupuesto a costa de los niñ@s pobres;
sin embargo, las dificultades fiscales en muchos departamentos y regiones han
llevado a recortes desproporcionados y a cargas injustas para las familias pobres,
en especial para los niñ@s.
Debemos re-evaluar nuestras prioridades político-sociales a la luz del Evangelio.
El encuentro entre el mundo y la misión de Dios desafía a los Cristianos a crear
una nueva sociedad. Nuestro fracaso para actuar responsablemente para afrontar
los problemas de los niñ@s, socava la credibilidad de nuestra religión. Estamos
llamados a curar sus heridas, mejorar sus vidas y desafiar la maldad del mundo
que les niega su humanidad.
La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niñ@s ha sido
un inmenso y valeroso primer paso para establecer un estándar fundamental y
universal por los derechos de los niñ@s y adolescentes. En su Preámbulo, la
Convención declara que “el niño por razón de su inmadurez física y mental,
necesita de protección y cuidado especial, incluso de protección legal antes y
después de su nacimiento.” Esta declaración confirma nuestra doctrina sobre lo
sagrado de la vida de los niñ@s desde su concepción.
En la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre los derechos de los niñ@s,
se ha delineado una larga y amplia agenda de acción. Personas de buena fe de
todo el mundo deben unirse con otras para realizar los cambios que son
necesarios. Este compromiso es un serio desafío al liderazgo religioso. Este
diálogo debería realizarse fuera del ámbito eclesial y lugares santos —debe
efectuarse en el mundo donde los niñ@s están sujetos al abuso y al maltrato y en
donde nosotros vivimos como cristianos.
Debemos trabajar mano a mano con gente de todas las culturas y religiones para
hacer que el mundo reconozca que todos los niñ@s son nuestros niñ@s.
Nuestra coalición debe estar forjada en la convicción común que la vida de cada
niño es sagrada, una coalición que traspase las fronteras de las culturas,
lenguajes y religiones. Los líderes religiosos pueden brindar una orientación moral
a esta agenda, construyendo con sus propias enseñanzas y tradiciones las bases
establecidas por las Naciones Unidas, haciendo un llamado a toda la gente de fe
para cambiar las condiciones de vida de los niñ@s en este momento crítico de la
historia. Como Cristianos no debemos rehuir esta realidad argumentando
que los problemas de los niñ@s no son nuestros porque son desagradables
e inconvenientes o económicamente difíciles.
El Sínodo de Obispos en 1974 en Roma, y la posterior exhortación apostólica
Evangelii Nuntiandi en 1975, formalmente declaró la liberación socio-económica
como una indispensable dimensión de la evangelización. Una distribución mas
equitativa de la riqueza nacional y de los recursos que tome en cuenta con
responsabilidad la salud, educación y bienestar de todos los niñ@s, ayudaría a
prevenir un colapso y pérdidas innecesarias de vida. Muy frecuentemente en la
economía mundial los niñ@s son ignorados o en caso contrario, explotados en
condiciones inhumanas o desfavorables.
Necesitamos una espiritualidad integral, que incluya las penas, sufrimientos,
ansiedades y aspiraciones de toda la gente, y que nos llame a proteger la tierra,
que es nuestra herencia para los niñ@s. Basados en esta espiritualidad, cada
Cristiano debe comprender el impacto que él o ella pueda tener en nuestras
políticas nacionales.
Si no actuamos con fe, estaremos abandonando la
enseñanza de Jesús. Si actuamos juntos podremos cambiar el mundo de los
niñ@s.
Nuestra espiritualidad debe ser un aporte sustancial a la integridad personal
humana que ofrezca paz en un mundo en caos. Debe comprender la santidad del
regalo de la vida y los valores que tenemos en toda la existencia humana. Debe
ser una espiritualidad que promueva el conocimiento del misterio de Dios para
descubrir el significado de la experiencia de vida en nuestras relaciones humanas
y en la presencia del amor de Dios en todos los momentos cotidianos de la vida.
Nuestra espiritualidad debe reconocer la presencia de Dios en todos los niñ@s y
reverenciarlos en la santidad de la belleza, color, cultura, fe de sus vidas.
Y RESPETADOS EN EL MUNDO – Llamados a nuestra conversión
Estamos llamados a la solidaridad con los niñ@s y sus familias, llamados a
responder a sus necesidades y derechos humanos. Debemos defender la
santidad de sus vidas siempre. Al hacerlo, descubriremos nuestra propia dignidad
y la plenitud de nuestra relación con Dios.
La condición de los niñ@s alrededor del mundo es una constatación sobre nuestra
sociedad y su contenido lleno de maldad. Aunque sea doloroso reflexionar sobre
estas condiciones lamentables, es necesario hacerlo si queremos responder
como pueblo de fe. Esta reflexión debe llevarnos a nuestra propia conversión y a
la transformación de nuestro mundo. Si dejamos de lado a un solo niño o le
privamos de la vida plena, sagrado regalo de Dios, nosotros somos los
responsables.
Estar conscientes de este sagrado encargo es el primer paso en la conversión
personal, familiar y comunitaria que pone nuestras acciones en coherencia con lo
que proclamamos: creer en Jesús y en su enseñanza. Los niñ@s deben ser el
centro de nuestra preocupación.
Los niñ@s que son abandonados, descuidados y abusados en el hogar son signos
de que los padres y las personas encargadas de su cuidado necesitan de una
conversión radical y urgente Los niñ@s desnutridos, que carecen de cuidado
médico y asisten a colegios inadecuados proclaman la necesidad de un cambio en
las prioridades sociales y políticas. Son los niñ@s marginados, explotados y
dejados de lado quienes llaman a la conversión de aquellos que elaboran las
políticas públicas económicas y sociales. La conversión personal y el cambio
social pueden solamente comenzar cuando reconozcamos nuestro
quebrantamiento y volvamos los ojos a Dios en la búsqueda de una relación más
justa y humana. Nuestro mundo no puede sobrevivir si defendemos nuestros
propios intereses a costa de la vida de los niñ@s.
Si realmente somos Iglesia, pueblo de Dios, comprometidos con las enseñanzas
del Evangelio de Jesús, descubriremos que nuestra conversión y salvación
dependen de nuestro andar acompañado con nuestro Señor de los pobres y de la
protección de aquellos que son los preferidos de su Reino. La Evangelización
que no esté enraizada en la necesidad humana es como una semilla echada en un
suelo pedregoso y la reflexión que no lleva a un cambio del corazón, individual y
colectivo es estéril.
La condición crítica en que viven los niñ@s en nuestros países y en el mundo
refleja la maldad que hemos tolerado, aceptado y muy fácilmente permitido. La
condición en la que viven los niñ@s es la medida de nuestra creencia en las
enseñanzas de Jesús. Como comunidad de creyentes, estamos obligados a
avanzar hacia una conversión personal y social que nos permitirá proclamar la
santidad de la vida humana, poniendo primero a los niñ@s como Jesús lo hizo.
No hacerlo es negar lo que proclamamos creer.
“Los niños fueron llevados a Él para que pudiera ponerles
sus manos y bendecirlos. Los discípulos comenzaron
a resondrarlos y a esconderlos. Jesús les dijo,
“Dejen que los Niños vengan a mí, no los escondan.
El Reino de Dios les pertenece.” ( Mateo 19:13)
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