Una sombra se exitiende en el Este, el Señor Oscuro Sauron está

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La Guerra del Anillo
Bereg
Autor Elinhir
miércoles, 28 de abril de 2010
Una sombra se exitiende en el Este, el Señor Oscuro Sauron está reclutando a hordas y hordas de orientales de todas
las tribus y regiones posibles. Desde Taur Romen hasta las lejanas tierras del Bosque de Dyr junto a las Orocarni.
Grandes tribus de orientales son gobernadas por la mano de hierro del Gran Ojo...
{xtypo_dropcap}P{/xtypo_dropcap}ero pese a esta situación en el 3018 de la T.E. no todo está perdido. Talah Romen
Sûl una ciudad oriental situada a 50 millas de Taur Romen queda aún sin estar bajo la amenaza de Sauron, y pese a la
situación en la que imponen al pueblo a obedecer sin libertad, hay un rey anónimo que durante mucho tiempo se ganó el
respeto y el amor de su pueblo,pese a la decisión obligada de ir a la guerra en contra de su voluntad. Bereg hijo de Yavië
es quien está al mando.
¿Será todavía posible no ir a la guerra? ¿Podra su pueblo resistirse a Sauron frente a la palabra de un rey? ¿Puede un
pueblo amar tanto a su gobernante como para sacrificarse?
Desde hace tiempo mi pueblo ha estado aguantando el peso de la gran sombra que ha cubierto el Este durante tanto
tiempo, pero tantos años de penuria, hambre y guerra, han sido duros golpes los que han convertido a mi pueblo, que
hasta hace poco tiempo era uno de los escasos pueblos libres que vivíamos en el Este, en uno más de tantos pueblos
que cargan el fuerte yugo de la esclavitud bajo la mirada del gran ojo avizor. Mi nombre carece de importancia, sólo soy
un triste líder que ha luchado durante toda su vida por ver crecer a su pueblo libre y en paz.
La verdad es que Rhûn es una tierra difícil de amar cuando uno ha visto tantas maravillas en el Oste del pais. Quien iba
a decir que mi pueblo tantos años eludiendo el trato con el Señor Oscuro iba a tener la necesidad de luchar para él
por un puñado de riquezas.
- Surgrim, Arithel, Marhil, y otros tantos que decidieron escuchar su llamada.- pensé y juzgué en mi interior que no
cabía perdón para esa gente pero al fin y al cabo no son como yo.
- Bereg, Bereg.- dijo en voz alta una suave voz.
En ese instante volví de mis pensamientos para dirigir mi mirada hacia esa voz mientras permanecía recostado.
- Dime Sivíla- contesté intentando ver su rostro en la oscuridad de mis aposentos.
- Mi señor, ya es la hora. Los hombres ya están preparados para la batalla.- informó la joven.
- Cierto, ya puedo oler el aroma a cuero mojado.- dije antes de levantarme.
Pasados unos instantes en que ya estaba preparado para partir, salí de mi tienda y pude ver el estado en que se
encontraba el campamento.
Hombres ataviados con sus armaduras y sus colgantes listos para la batalla, gente que corría de aquí para allá
ultimando los preparativos para dar lo que iba a ser nuestra última batalla.
¡Ojala sea la última!- pensé mirando al oscuro cielo.
-Señor los cuervos nos acompañan.- dijo una voz titubeante.
-¡No creo en cuervos, Marâh!- Grité al viejo sacerdote.
-No tengo tiempo de pensar en que la suerte nos favorecerá y que volvamos a Talath Romen como si nada hubiera
pasado.- reproché al viejo Suralf.
Fue el sonido del gran cuerno de batalla quien interrumpió nuestra conversación para despedirnos con una leve inclinación
de cabeza por parte de ambos.
¡Puede que sea la última vez que te vea Suralf!- pensé según me ajustaba el atillo de la armadura ciñéndomela al
pecho.
-Maese Bereg, todo esta preparado.- dijo el joven Durgril, tan nervioso como siempre.
- De acuerdo.- asentí con la cabeza.
Fue en ese momento cuando montado en mi caballo pardo grité:
-¡Pueblo de Talath Romen en marcha!Desde ese instante se empezó a movilizar toda la tropa oriental perteneciente a mi amado pueblo. Guerreros que iban
caminando con sus armaduras doradas y cubiertos de toda señal de prestigio y valor ancestral para mostrar al enemigo.
¿A que enemigo?- pensé sinceramente tras tomar el mando de la compañía.
-Bereg, ¿Qué ocurre?- dijo Farlik.
-Oh, amigo mío, voy con tristeza a la batalla. No todos los que vamos a luchar tenemos la creencia de que si ganamos
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esta guerra tendremos paz y riquezas en nuestro pais.-dije al hijo de Khuma.
- Pese a lo que intentó el mago azul, no ha sido posible controlar la oleada tan grande que les avecina a los hombres del
Oeste.- Somos demasiados, mas no todos vamos por la misma causa. La nuestra es por esclavitud tras perder esa maldita
batalla en el Valle. Y ahora todos bajo la maldita mano del Señor Oscuro lucharemos y moriremos queramos o no.-Pero…yo tengo un plan Farlik.- dije a mi compañero de fatigas.
-¿Y que plan es ese, señor?- dijo aquel hombre.
-No me llames señor, acuérdate que te criaste conmigo hijo de Khuma, tú y yo somos más que amigos, hermanos
diría yo.- comenté mientras ya se veían los estandartes gondorianos a lo lejos.
-Señor, señor.- gritó un jinete que acababa de alcanzarlos al galope.
-Señor, nos informan de que Gondor no esta sólo, han venido enanos de las Colinas del Hierro en apoyo. Miradlos por
el flanco derecho, mirad sus estandartes.- informó el jinete.
-Los veo, y puedo deducir quien estará al mando de ese ejército.- dijo Bereg mientras señalaba al grueso ejercito
aliado.
Los cuernos orientales se alzaban al unísono para dar la señal de respuesta junto con las demás hordas de otros
pueblos que estaban esperando su llegada.
-Bereg, mira hacia el Oeste, ¿qué tribu es aquella con aquellos llamativos carros?- dijo Farlik a su amigo.
-Son aurigas, Farlik, aurigas de Hothnankam. Mira como van vestidos con aquellas pesadas armaduras y
acompañados de sus acólitos arqueros. Dicen que fueron ellos los responsables del odio aguerrido que tienen los
enanos por la muerte de Turgrim de la casa de Thelor.- dijo Bereg mientras cogía su lanza y probaba su estabilidad.
El cielo estaba oscuro cuando comenzó a llover y fue el inicio de un gran silencio.
De pronto cesaron los cuernos y tambores, para dar paso a un silencio tan sobrecogedor que ni el mismo Orome
pasaría desapercibido un sentimiento tan espectacular.
A un lado estaba el ejercito gondoriano junto al margen derecho algo más adelantado permanecía el ejercito enano,
todos ataviados con sus cotas de mallas, sus hachas y picos de guerra. Y en el otro lado de la gran explanada verde
estaban los orientales formados por tribus tan variadas como sus costumbres y sus lenguas. Y de entre todas las tribus,
un pequeño pueblo, los beregrim descendientes de Bereg “el imberbe” un extraño y joven rey que
luchaba de forma formidable a pie o a caballo y en el noble arte de la lanza corta.
Todo estaba dispuesto y en silencio mientras un águila surcaba el ancho cielo gris. Fue en ese instante cuando un
gran rayo cayó en medio del campo de batalla, dando la señal de que la batalla había comenzado. Muchos gondorianos
fueron cargados por la extensa caballería oriental, los balchot de Erkâm dieron un duro golpe al centro de la formación
gondoriana donde un joven capitán tomaba nota de tan duro enfrentamiento. Fue en esos momentos donde el ejército
enano guiado bajo la mano de Thorin III, hijo de Dain pie de Hierro, cargó frente al ejercito oriental donde los beregrim se
encontraban junto con el resto de tribus. -¡Baruk khazad!- gritaban mientras se veía como avanzaban como una gran ola
que acomete frente a las rocas.
Se veían muchas hachas relucir bajo la lluvia mientras gritos de orientales seguían acometiendo para frenar el ataque
enano. Todo parecía surtir efecto y pronto los enanos se vieron rodeados por los orientales. Los beregrim en especial
mataban de forma rápida, limpia y eficaz, callando muchas voces enanas. Pero justo cuando parecía todo perdido en
medio de esa cruel batalla el destino quiso unir los caminos de un capitán enano llamado Borin frente a Bereg hijo de
Khuma.
La lucha impedía que ambos adversarios llegasen a verse con claridad mientras un sin fin de estocadas se
entrechocaban entre ambos sin que ninguno de los dos pudiese derrotar al otro. Y fue en ese momento cuando una
mirada se cruzó entre ellos mientras apuraban un pequeño descanso, cuando sorprendentemente los dos dijeron a la
vez:
-¡ Tú, no puede ser!- gritaron ambas voces.
-¿ Que haces aquí Borin?- dijo el rey oriental por encima del sonido de la cruel batalla.
- Luchar con mi pueblo, como es menester, señor.- dijo esto el enano mientras una sonrisa le cubrió el rostro empapado
por la lluvia.
- Vaya, sin lugar a dudas, esta situación es algo llamativa ¿no te parece?- dijo Bereg dando unos pasos hacia el enano.
Los dos bajaron sus armas por un instante y el enano le recordó el motivo por el que luchaba, justificando la causa de los
Pueblos Libres con el sentimiento de paz y libertad que tanto añoraba en su corazón Bereg. Amargamente recordó
tiempos en los que luchó codo con codo con el enano en diversas aventuras ya pasadas justificando sus actos con la
intención de eliminar toda esperanza de que la sombra del este llegase del todo a gobernar.
Bereg, se lamentó y lloró amargamente, sintiéndose culpable por todo lo que había llevabo a estar en aquel lugar, mojado
y ensuciado de barro y sangre.
-Bajo barro, sangre y lágrimas.- pensó en voz alta Bereg, según se incorporó.
En ese justo instante se acercó a Borin y con un fuerte abrazo rodeo al enano, mientras el enano en khuzdul gritó que
cesara el combate en ese momento.
Los hombres y enanos que allí estaban presentes se miraron y fue un momento atípico para estar en medio de ese
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lodazal.
Bereg, se dirigió a sus hombres justo en el momento en que Borin se dirigió a sus enanos.
-Hermanos, hoy hemos estado luchando bajo la sombra del señor tenebroso, pero decidme ¿Quiénes han querido
venir a luchar por su propia voluntad? ¡nadie! Esa es vuestra respuesta ¿no es así? –habló a su pueblo.
Y tras un silencio violento todos respondieron: - Sí, mi señor tienes toda la razón. No queremos luchar, nunca lo hemos
querido bajo esta obligación. Nos gusta la guerra pero no por decreto.-dijo una voz entre el pueblo.
-Leal, Thirgon, sean tus palabras la voz de mi pueblo.-dijo Bereg.
-No quiero que mi pueblo este sumido más en la obligación de combatir bajo la mirada del gran ojo. Es hora de luchar
por nuestros únicos ideales que nos han diferenciado del resto de pueblos que nos han intentado largo tiempo
conquistar, agasajar y enriquecerse acosta nuestra. Por eso os exhorto pueblo mío. Luchad, luchad hijos míos, luchad
como nunca hayais luchado.- dijo Bereg con tanta fuerza que su pueblo en gritos de cólera mientras se unían enanos
entre sus filas todo el pueblo. Enanos y orientales se unieron en una misma formación de centenares de guerreros.
Hachas enanas y lanzas orientales acometieron frente a las hordas adyacentes orientales que con cara de estupor
vieron como los beregrim se habían aliado con los enanos y ahora cargaban contra las otras tribus.
Lucharon y lucharon hasta ver como todos iban cayendo enanos y beregrim. Y viendo que el cansancio ya estaba
próximo y seguían siendo muchas las hordas que con furia les combatían, Bereg hizo un último intento de acabar con dos
orientales que le rodeaban a caballo. Con su lanza asestó un golpe mortal a uno de ellos, pero mientras sacó su
extraordinaria lanza finamente forjada, notó como un fuerte dolor le recorría toda la espalda cayendo y quedando de
rodillas a merced del adversario.
-¡Muere traidor!- dijo el jinete oriental.
Justo en el preciso instante en que levantó el hacha para dar el golpe definitivo otro hacha más pequeño fue arrojado
por Borin quedando incrustado en la cabeza del jinete cayendo fulminado en ese momento.
Borin fue a rescatar a Bereg, pero ya fue tarde cuando notó como había muerto de rodillas frente al enano. La batalla fue
una gran victoria para los gondorianos y el contingente enano que bajo la ayuda de Bereg hicieron retroceder las hordas
orientales del flanco derecho haciendo que una carga de caballeros gondorianos sembrará el pánico y la huida de los
hombres de Rhûn.
Esta es la historia de Bereg “el imberbe” un rey extraño que luchó bajo la última esperanza de que el
Señor Oscuro no tuviese el apoyo del Este.
Esto es lo que hay en el año 35 de la C.E. con el recuerdo de que mi pueblo Talath Romen sirve al servició del rey
Elessar rey de Gondor.
Yo, Beleg, hijo de Bereg, estoy orgulloso de que mi padre luchara por la causa que ha prevalecido y ha sido motivo de
que nuestro pueblo vuelva a tener libertad y paz.
Descanse en paz hijo de Yavië, hasta que el destino vuelva a unirnos.
Escrito de Beleg rey de Talath Romen año 35 C.E.
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