¿Es importante la concepción virginal de Jesús?

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¿Es importante la concepción virginal
de Jesús?
(Mateo 1:18-25, Isaías 7:14)
Introducción: Ha sido el blanco de muchos chistes, a menudo de pésimo gusto o
sencillamente deplorables, contados con la pretensión de tachar de mentira chusca el que es el
núcleo mismo de la Natividad: “¿Embarazada por el Espíritu Santo? ¡Ja!”. Este elemento de
nuestra fe se ha analizado, satirizado y ridiculizado desde todos los ángulos posibles, y ha sido
radicalmente rechazado por la mentalidad científica moderna. Lo cierto es que la ciencia se
ocupa de lo que es la norma, la media, los eventos repetibles que pueden ser examinados
empíricamente, mientras que la historia se da de bruces con lo que es irrepetible, la anomalía,
lo inusual y excepcional, que no puede ser analizado o probado en términos meramente
racionales. Y este es evidentemente el caso de la concepción virginal de Jesús.
▪ ¿En qué medida es importante el hecho de que María era virgen y no había mantenido
relaciones con hombre alguno en el momento en que Jesús fue concebido en su vientre? Esta
pregunta se podría dividir en tres subsidiarias:
a) ¿Hay algún testimonio bíblico que afirme la concepción virginal de Jesús, y cuál es la
fiabilidad de los documentos bíblicos?
b) ¿Asegura la doctrina cristiana que se trate de un elemento necesario del sistema de
creencias cristiano?
c) ¿Qué trascendencia tiene el que la concepción fuera virginal?
▪ En diciembre de 2004 tanto Newsweek como Time Magazine incorporaron a Jesús en sus
portadas. La de Newsweek venía encabezada por el siguiente titular: “El Nacimiento de Jesús fe e historia: Cómo se conformó el relato de la Navidad”. Por su parte, en la portada del Time
podía leerse: “Secretos de la Natividad: Por qué la historia del nacimiento de Jesús inspira
tanto interés académico -y fe”. Los temas tratados en estas revistas iban desde la verdadera
identidad de los reyes magos y lo “factible de la existencia” de la estrella que les guió, hasta el
cuestionamiento de que el lugar de nacimiento de Jesús fuera Belén, puesto que hay quienes
afirman que podría haber sido Nazaret. Por tanto, ambos artículos ponían en tela de juicio la
veracidad de la Natividad, asegurando que, pese a que la Navidad y sus tradiciones son
atesoradas por parte de los cristianos, buena parte si no la totalidad de la historia del
nacimiento de Jesús no fue sino una invención posterior de la Iglesia, y no una crónica veraz
de lo que realmente ocurrió. ¿Pero dónde están sus pruebas? ¿O son más bien meras
opiniones y conjeturas?
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▪ Resulta chocante observar como algunos de los ataques más agresivos contra esta doctrina
provienen de gente que se autodenomina “cristiana”. Por ejemplo, Tomas Jefferson (tercer
presidente de los Estados Unidos, que era más deísta que cristiano) calificó la concepción
virginal de “fábula”. En la misma línea, Barnes Tatum, profesor de seminario protestante, utilizó
la expresión de “ficción teológica”. Un conocido teólogo católico, Hans Küng escribió: “A pesar
de que la concepción virginal no puede entenderse como un evento histórico-biológico, se
puede interpretar como un símbolo de profundo significado, al menos en aquel tiempo.” Robert
Funk, fundador del Seminario de Jesús (una suerte de foro de debate sobre la encarnación), en
un tono similar, se refiere a la concepción virginal como “un insulto a la inteligencia moderna” y
llega al punto de considerarlo “una doctrina perniciosa que denigra a la mujer”. Asimismo, el exobispo anglicano John Shelby Spong lo describe como “uno de los elementos mitológicos de la
fe-tradición cuyo propósito no era relatar un hecho de manera literal, sino capturar las
dimensiones trascendentes de Dios en los términos y conceptos propios de los seres humanos
del siglo I de nuestra era”. En el fondo, no debería sorprendernos el que se cuestione sin pudor
y desde tantos ámbitos la concepción virginal de Jesús, puesto que lo mismo ocurre con el
resto del testimonio bíblico. ¿Existe alguna evidencia?
1) Hemos de volver nuestra vista a la Palabra para averiguar qué se nos dice a este respecto.
Un argumento que algunos emplean a menudo es que hay escasa evidencia bíblica de la
concepción virginal, mencionada únicamente en Mateo y Lucas (¡unos “pesos pesados” del
Evangelio!).
▪ La pregunta que algunos plantean es: ¿por qué otros no lo mencionan? ¿Cabría la posibilidad
de que no supieran nada de ello porque de hecho fuera una invención tardía añadida por la
Iglesia con el único propósito de honrar a Jesús? Esta es la línea de su argumento. Sabemos
que cada evangelista tenía propósitos y audiencias muy concretas. Marcos es probablemente
el autor del primer testimonio escrito de la vida de Jesús, tal vez transcribiendo los sermones
que Pedro predicaba a lo largo de sus viajes. El propósito de Marcos no era el de incluir los
hechos del pasado que se consideran “deseables” en una biografía moderna. Se centraba más
bien en la imponente realidad de la Buena Nueva y del Salvador que la personificaba, dando
cuenta de lo que ocurría y de su significado -y de hecho demostró poderosamente la divinidad
de Jesús.
▪ El Evangelio de Juan tampoco entró en detalles sobre la vida temprana de Jesús, pero
evidentemente asumió las enseñanzas presentes en otros Evangelios, puesto que habla sobre
la encarnación de manera tremendamente elocuente y clara: La Palabra que estaba con Dios y
era Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. La Palabra, Jesús, no habría asumido
completamente la carne si simplemente hubiera habitado en un ser humano que hubiera sido
concebido de la forma ordinaria. Juan enfatiza el testimonio dado por Jesús de haber venido de
lo alto, de ser el enviado de Dios, la encarnación de Dios. Indudablemente, las enseñanzas de
Juan se corresponden a la perfección con las de Mateo y Lucas, aunque para Juan la gloria de
Cristo queda revelada en la Cruz más que en el pesebre. Esto mismo ocurre con Pablo, pero
observa su referencia a la concepción virginal en Gálatas 4:4: “Dios envió a su Hijo, nacido de
una mujer.”
▪ Para una relación específica del acontecimiento hemos de dirigir nuestra atención a las
narraciones de Mateo y Lucas. Ambos exponen los hechos de manera clara a través de dos
relatos muy diferentes, pero totalmente compatibles, con características muy judías en
naturaleza y énfasis, y los dos confirman la virginidad de María. El Evangelio según Mateo
refleja la inquietud y preocupación de José, quien obviamente sabía “de dónde vienen los
niños”. Naturalmente que lo sabía, y por ello estaba preocupado. Sabía bien que él no había
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tenido nada que ver con el bebé que se estaba gestando en el seno de María, de modo que
decidió divorciarse de ella, pero hacerlo en secreto, puesto que temía que pudieran apedrearla
por infidelidad. Fue entonces cuando el ángel intervino comunicándole a José que el niño que
crecía en el vientre de María había sido concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1:20). Después
de esto, el ángel procedió a informar a José del nombre que habría de darle al bebé: Yeshua,
que significa Yahweh salva. ¡El ángel incluso le adelantó a José que el niño había venido para
salvar a su Pueblo de sus pecados! Sabemos por la Escritura que solo Dios puede salvar y
perdonar los pecados, y de este Niño se estaba profetizando que salvaría y perdonaría los
pecados. Encontramos por tanto una clara referencia a la divinidad de Jesús en el mismo
sueño de José, comunicado por el ángel del Señor.
▪ En el Evangelio de Lucas se nos presenta la perspectiva de María. El ángel le transmitió que
daría a luz a un niño, y ella también sabía “de dónde vienen los niños”, lo cual le hizo preguntar
cómo era aquello posible puesto que ella jamás había yacido con varón alguno. En respuesta a
su pregunta “¿cómo es esto posible siendo yo virgen?” el ángel proclamó: “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Esta es la explicación que
encontramos en la Biblia: claro que no es una explicación científica, pero es un testimonio del
hecho acontecido. ¿Y acaso algo así le resulta difícil de hacer a Dios, que creó el universo con
lo intrincado de su naturaleza, al Dios que creó la vida misma? ¿Acaso algo puede haber que
le resulte difícil a Él?
▪ ¿Por qué se iban a inventar Mateo y Lucas algo así cuando los únicos precedentes en cierto
sentido paralelos eran paganos? Es posible que ambos hombres estuvieran familiarizados con
cuentos paganos de supuestas concepciones milagrosas, como las de Alejandro Magno o
César Augusto, o alguna de tantas historias de la mitología griega que relataban presuntos
encuentros sexuales entre “dioses” y humanos. Había una extendida tradición greco-romana
que defendía que la superioridad humana solo podía ser explicada por un acto de creación o
procreación divina, pero el resultado de aquellas uniones inicuas fueron “superhéroes” que
adolecían de los mismos pecados e impurezas que nosotros. De modo que no cabe duda de
que los relatos de Mateo y Lucas, de trasfondo intensamente judío, nada tienen que ver con
mitos paganos. Más bien, ellos creían, sabían, que lo que escribían era literalmente verdad.
2) ¿Hay algo en el Antiguo Testamento que hiciera esperar a los judíos que el Mesías
nacería de una virgen? Mateo parece ser el primero que relaciona este acontecimiento con
Isaías 7:14, y el único evangelista que reconoce, o por lo menos que menciona, la predicción
de la milagrosa concepción de nuestro Salvador presente en este versículo del Antiguo
Testamento: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará
a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
▪ Desde luego, en el contexto de Isaías la profecía tenía un significado muy específico. El rey
Acaz temía ser invadido y depuesto por los monarcas samaritano y sirio, que conspiraban
contra él, pero Dios envía a Isaías para asegurarle que tal cosa no ocurriría. Isaías comunica a
Acaz que Dios mismo proveería una señal: En el tiempo en que una joven concebirá y dará a
luz a un niño, y le pondrá por nombre “Dios con nosotros”, y antes de que este sea lo bastante
mayor para distinguir el bien del mal, los enemigos de Judá serán destruidos. Una de las claves
de este pasaje está en la palabra almah, traducida como virgen, que puede usarse para
referirse a una mujer casta o sencillamente a una joven casadera. Sin embargo, cuando los
judíos expatriados en Egipto traducían las Escrituras hebreas al griego (siglo III a.C.)
emplearon en este versículo el término parthénos (virgen) como traducción del hebreo almah.
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▪ A través de esta traducción al griego, Mateo comprendió que un profundo misterio emanaba
de aquellas palabras. Su significado no se limitaba a las circunstancias en las que se
pronunciaron por vez primera, sino que suponían una referencia profética que apuntaba al
nacimiento del Mesías, el maravilloso evento del que dependía toda esperanza de futuro.
Conocida como “profecía tipológica”, este versículo tenía una aplicación inmediata, pero se
vería consumada por completo en un futuro remoto. La lectura que Mateo hace de este pasaje
reconoce este sutil milagro como característico de la manera de actuar de Dios.
▪ No es el caso del rey David, quien en el Salmo 144 expresa un profundo deseo de que el
Señor “parta los cielos en dos y descienda”. David deseaba un Dios a la manera de un héroe
militar que le defendiera: “toca las montañas para que humeen”, continuaba; “envía relámpagos
y dispersa a los enemigos; dispara tus flechas e imponte”. David ansiaba una intervención
dramática de proporciones divinas, con truenos, sacudiendo los cimientos de la tierra y
destruyendo a sus enemigos. (Al igual que en Isaías 64, donde probablemente sigue los pasos
de David en este sentido).
▪ ¿Acaso satisfacería Dios alguna vez los ruegos de David e Isaías? ¡No del modo que ellos
imaginaban, pero sin duda lo hizo! En lugar de venir como un conquistador militar, el Señor
“partiría los cielos” de manera silenciosa y descendería delicadamente como embrión en el
vientre de una mujer -el Adviento es un tiempo para meditar profundamente a este respecto-,
volviéndose “vulnerable y débil”, insertándose a sí mismo en nuestra historia y linaje humano,
no despreciándonos por nuestra violenta rebelión, egos desbocados, hábitos mundanos y
nuestro sucio pecado, sino llegando de tal manera que le hacía completamente dependiente,
siguiendo un patrón del que debemos aprender: “Os aseguro que a menos que cambiéis y os
volváis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3). Dando ejemplo, en
Belén él se volvió un niño.
▪ En un mundo que valora las cosas en términos de tamaño, influencia y demostraciones
espectaculares de poder, ¿por que valora Dios lo débil y humilde? Porque no puede hacer por
nosotros lo que nosotros insistimos en hacer por nosotros mismos. No nos da aquello que
nosotros nos negamos a admitir que necesitamos. No puede guiarnos si no reconocemos
primero que necesitamos de su guía. No puede salvarnos si nosotros insistimos en salvarnos a
nosotros mismos. Las formas sencillas y humildes de Dios son las formas sencillas y humildes
del amor -no forzando ni imponiéndose, sino ofreciendo e invitando gentilmente.
3) Así pues, los primeros credos de la Iglesia afirman la concepción virginal de Jesús como
un elemento crucial para comprender quién es Jesús y qué es lo que Él hizo, haciendo patente
la convicción de la Iglesia primitiva, anterior aún a los textos de los Evangelios de Mateo y
Lucas.
▪ Mateo y Lucas probablemente escribieron sus Evangelios en la séptima década de la era de
nuestro Señor, pero sus relatos es más que probable que ya hubieran estado circulando en la
tradición oral (¡Lucas no fue el primero en entrevistar a María y hacerle preguntas difíciles!).
Hasta el siglo XIX la mayoría de los cristianos aceptaban la concepción virginal sin vacilar,
hasta que teólogos liberales comenzaron a desafiar los milagros presentes en la Biblia y, en
casos particularmente atroces, la misma divinidad de Cristo, haciendo su reinterpretación de
Jesús como poco más que un hombre sabio y buen maestro que falleció en el siglo I de nuestra
era.
▪ Al sembrar dudas respecto a la misma Biblia y los milagros de los que esta da testimonio,
estos hombres también estaban socavando la autoridad de Jesús -ya no sería necesario
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someterse a Él como Señor. Pero un estudio cuidadoso del testimonio bíblico demuestra que
es preciso y fidedigno. Recomiendo el libro El caso de la Navidad: Un periodista investiga la
vida de un niño en el pesebre, de Lee Strobel (The Case for Christmas: A Journalist
Investigates the Identity of the Child in the Manger); o para quien tenga ganas de algo más
denso y en profundidad, The Meaning of Jesus: Two Visions, de N.T. Wright and Marcus Borg.
4) ¿Qué trascendencia tiene? Una vez preguntaron a Larry King, el conocido locutor
radiofónico de un programa de entrevistas de la CNN en antena durante más de 25 años, a
quién le gustaría entrevistar si pudiera elegir a alguien de cualquier momento histórico.
Contestó de inmediato que a Jesús. Seguidamente su interlocutor se interesó por lo que le
preguntaría King a Jesucristo si le tuviera delante. El locutor respondió: “Me gustaría
preguntarle si nació de una virgen. La respuesta a esa pregunta definiría toda la historia de
principio a fin para mí.” (Larry King es judío.)
▪ De hecho la clave es la resurrección: si Jesús fue ciertamente levantado de entre los muertos
y creemos a Dios, creemos en este milagro, y esta es la clave para aceptar a la vez la
milagrosa concepción. La Escritura califica a Jesús como el único salvador: el único mediador
entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5); el único hijo de Dios (Juan 3:16); no hay bajo el cielo
otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12); de modo
que tampoco debería asombrarnos que su llegada a este mundo también fuera única.
▪ ¿Qué está en juego?:
a) Ni más ni menos que la santidad y divinidad de nuestro Salvador: Su nacimiento fue o
bien fruto del Espíritu Santo o fruto de un encuentro sexual ilícito, y la naturaleza de su vida
y su ministerio sencillamente descartan esta última como una opción viable.
b) La verdad del testimonio bíblico: ¿Podemos confiar en los detalles que nos dan los
escritores bíblicos? Si no, entonces se pone en duda que podamos fiarnos de todo lo que
dicen.
c) El poder de la salvación: ¿Era Jesús simplemente un hombre más con un enorme ego?
¿O era Dios encarnado como Él mismo afirmaba? Solo en este último caso hubiera sido
verdaderamente capaz de consumar los planes divinos, consistentes en rescatarnos de
nosotros mismos. Si hubiera sido simplemente un hombre, no podría haber sido Salvador, ni
podría ofrecer limpiarnos de nuestros pecados, ni mucho menos la vida eterna.
▪ La concepción virginal habla poderosamente de la nueva creación, algo tan radicalmente
nuevo que sacude los mismos cimientos de este mundo: la “nueva humanidad” nace en Él.
¿Eres parte de esa nueva humanidad? En el lugar en que Dios se volvió un niño, también a
nosotros se nos invita a volver a ser niños: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). Lo que
se nos promete en este fascinante pasaje, que se encuentra en el corazón mismo del prólogo
de Juan, es una nueva forma de poder (en griego exousía = poder, autoridad, derecho): ¡el
poder de convertirnos en niños! ¡Qué paradoja! A los niños se les suele contar entre los más
débiles de la sociedad, y se nos da el poder de hacernos débiles e indefensos, y la autoridad
para vivir bajo su autoridad y protección (N.T. Wright).
▪ La Palabra se hizo carne y vivió, murió y venció a la muerte en medio de nosotros para que
pudiéramos experimentar nosotros mismos un milagroso nuevo nacimiento. ¿Has
experimentado ese nacimiento? Cuando celebramos la concepción de la Palabra en el vientre
de María hemos de pensar también en nuestro propio nuevo nacimiento. La Natividad es Dios
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haciendo algo completamente nuevo, en el seno de María, en este mundo, en nosotros (Isaías
43:19): “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez
abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” En estas Navidades centrémonos en la
nueva creación: permitir a Cristo convertirnos en la nueva humanidad que porta la luz de Dios
en medio de este mundo de oscuridad. ¿Amén? Amén.
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