Consejos para preparar la prueba de admisión a la Sección internacional española de París INTRODUCCIÓN La enseñanza de la lengua y la literatura españolas, y de la historia y geografía en español en el seno de la Sección internacional española se enmarca dentro de las últimas corrientes de la enseñanza-aprendizaje de lenguas: el enfoque comunicativo. Pretendemos que nuestros alumnos desarrollen su competencia lingüística a través de la práctica efectiva y del estudio en la lengua de una disciplina no lingüística. Esto no quiere decir que abandonemos, sobre todo en los cursos de Collège, una reflexión sobre la propia lengua, pero siempre como modo de avanzar más hacia su práctica. Nuestras clases se desarrollan desde el primer momento en español, y por eso el alumno que vaya a entrar en sixième necesita haber desarrollado, aunque sea mínimamente, su competencia lingüística en español. También hay alumnos que pueden optar para entrar en otros cursos (5ème, 4ème, 3ème, 2nde y 1ère). Estos alumnos sí habrán de demostrar su nivel de competencia en nuestra lengua. NIVEL DE LENGUA Durante el curso de sixième, los alumnos avanzarán para conseguir al final de curso las competencias A1, del Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER). En el curso de cinquième, tendrán que desarrollar las competencias expresadas en el nivel A2 de dicho MCER. En quatrième trabajarán para conseguir las competencias B1, y en troisème conseguirán las competencias del nivel B2 del MCER. NIVEL A = Usuario Básico SUB NIVEL A1 (Plataforma) A2 (Acceso) DESCRIPCION El usuario básico: A1 y A2. La persona capaz de comunicarse, en situaciones muy cotidianas, con expresiones de uso muy frecuente y utilizando vocabulario y gramática básica. B1 (Umbral) El usuario independiente: B1. Es capaz de desenvolverse en la mayor parte de las situaciones que pueden surgir durante un viaje por zonas donde se utiliza la lengua objeto de estudio. B2 (Avanzado) El usuario independiente: B2. Puede relacionarse con hablantes nativos con un grado suficiente de fluidez y naturalidad, de modo que la comunicación se realice sin esfuerzo por parte de los interlocutores. B = Usuario Independiente. http://www.oapee.es/oapee/inicio/iniciativas/portfolio/niveles-decompetencia.html Estos niveles están debidamente adaptados a la edad de los alumnos, como por ejemplo puede verse en este ejemplo de la competencia de expresión escrita. 1 2 1 2 ESCRIBIR . Soy capaz de escribir postales cortas y sencillas; por ejemplo, para enviar A felicitaciones. Sé rellenar formularios con datos personales; por ejemplo, mi nombre, mi nacionalidad y mi dirección en el formulario del registro de un hotel. Soy capaz de escribir notas y mensajes breves y sencillos relativos a A mis necesidades inmediatas. Puedo escribir cartas personales muy sencillas; por ejemplo, agradeciendo algo a alguien. Soy capaz de escribir textos sencillos y bien enlazados sobre temas que B me son conocidos o de interés personal. Puedo escribir cartas personales que describen experiencias e impresiones. Soy capaz de escribir textos claros y detallados sobre una amplia serie de temas relacionados con mis intereses. Puedo escribir redacciones o B informes transmitiendo información o proponiendo motivos que apoyen o refuten un punto de vista concreto. Sé escribir cartas que destacan la importancia que le doy a determinados hechos y experiencias http://www.oapee.es/documentum/MECPRO/Web/weboapee/iniciativas/portfoli o/portfolios-validadosesp/primaria/castellano/pelpasaporteprimaria.pdf?documentId=0901e72b800044a1 También se pueden consultar el nivel a través de las muestras de examen que propone el Instituto Cervantes, en la siguiente dirección web. http://diplomas.cervantes.es/informacion/modelos_examen_audios.html Además, hay muchas páginas web en la que se puede encontrar diferente material para hacer prácticas. Se encuentran poniendo en un buscador “comprensión lectora 5º” (CM2), 6º (sixième), etc. EXÁMENES Los exámenes que se van a encontrar los alumnos candidatos para entrar en la sección constan de dos partes. Una primera parte es escrita. Consiste en la lectura y comprensión de un texto y una redacción sobre el tema del texto u otro similar. También puede haber alguna pregunta de parafraseo gramatical, pero siempre aparecen en contexto, de modo que no hay por qué conocer la gramática, sino la forma que hay que utilizar. No se pregunta por la tercera persona del singular del pretérito imperfecto de indicativo del verbo tener, sino que se pide que se utilice. Completa la frase con el verbo indicado en la forma correspondiente: Cuando Juan ___________ (tener) trece años, era un niño muy gordito. Este tipo de preguntas se harán en todos los niveles. Puede ser indicativo el tipo de estructuras que aparecen en los textos propuestos (v.infr). La segunda parte del examen es oral, y consiste en una entrevista con el profesor de la sección. En esta entrevista el alumno candidato leerá un texto, y responderá preguntas sobre él. Se iniciará una pequeña conversación. Tiene una duración aproximada de quince minutos. TEXTOS A continuación, proponemos una serie de textos que pueden orientar sobre el nivel de comprensión lectora que van a necesitar los alumnos para realizar con éxito la prueba de admisión. SIXIÈME 1 LA PRINCESA DE LAS ACELGAS Un príncipe iba de viaje. Al pasar por un campo vio a un campesino y a su bella hija recogiendo acelgas. El príncipe se enamoró de la hija del campesino y le pidió que se casara con él. La hija no lo quería como marido porque no tenía trabajo; sólo era príncipe. El príncipe decidió aprender el oficio de tejedor. Tejió un precioso pañuelo de seda que tenía dibujos de un palacio y un jardín. La madre del príncipe le llevó el pañuelo a la hija del campesino. A la joven le gustó tanto que, muy contenta, dijo: – Ahora sí me casaré con el príncipe. 2 PABLO CONOCE EL MERCADO Ayer mi mamá me mando a comprar pan. Dice que ya puedo ir solo, porque el mercado está cerca. Nunca había estado dentro. Hay muchos puestos y los tenderos son muy simpáticos. Me paré en la pescadería. Vendían unos pescados tan grandes que me parecieron ballenas. El pescador me dijo que eran merluzas. Al lado estaba la carnicería. ¡Qué chuletas tan grandes! Había mucha gente en la frutería. Compraban frutas de todas clases: peras, manzanas, naranjas, plátanos. ¡Y los chorizos y salchichas de la charcutería! Ahora entiendo por qué mi mamá no me dejó traer a Plinio, ¡se hubiese lanzado a comérselos! En la tienda de frutos secos, el tendero me regaló un puñado de almendras y un huesillo. En un rincón del mercado, estaba un hombre muy viejo que tocaba el violín. La gente le daba monedas y él regalaba su hermosa música. Con tanto mirar, se me hizo tarde y tuve que correr hasta la panadería. A partir de ahora acompañaré a mi mamá y a mi papá cada vez que vayan de compras al mercado. M. de los Ángeles Gonzáles – M. José Sáenz (Adaptación) CINQUIÈME LAS GRUTAS DEL ILLIMANI Illimani es el nombre de una cumbre de 6710 metros en la cordillera de Los Andes de Bolivia, pero también significa cóndor. (Leyenda - Bolivia) Cierto día un indio llamado Yucaré, mientras caminaba por las faldas de la montaña, encontró sobre las piedras un pequeño y pobre cóndor ensangrentado y sucio. Su primer impulso fue matarlo, pero enseguida sintió lástima; lo cogió y luego lo volvió al nido de donde había caído. -¡Gracias, muchas gracias! Sabrán mis padres que me has salvado -dijo el polluelo casi imperceptiblemente. Al otro día, al pasar junto a un precipicio, Yucaré vio que volaban hacia él dos enormes cóndores. Atemorizado, cogió un garrote y se preparó a luchar, pero cuando el cóndor se percató de lo que el niño se proponía, le gritó desde lo alto: -Nada temas amigo. Nada temas, no te haremos ningún daño; hemos venido sólo para agradecerte el haber salvado a nuestro hijito. Cuando Yucaré vio que, en efecto, no corría peligro alguno, se deshizo del garrote e invitó a la pareja de cóndores a posarse en el suelo. A su derecha se ubicó el cóndor y a la izquierda su señora. -Queremos agradecerte -dijo papá cóndor. Y la hembra de inmediato preguntó: -¿Qué deseas? ¿Qué te gustaría hacer? El indiecito reflexionó mucho antes de contestar. Y luego dijo: -Llévenme a la cima del Illimani. Nada más bello que volar, volar y contemplar la Tierra desde lo alto. -Muy bien -dijo la hembra. Y convinieron en encontrarse al día siguiente para realizar el deseo del joven indio. En la mañana, como habían acordado, Yucaré montó en el lomo de mamá cóndor. Esta corrió entonces, algunos metros, batió las alas y comenzó a elevarse poco a poco. Instantes después ya no podía verse la tierra: una espesa neblina cubría el cielo. Volaban y volaban cada vez más alto; el frío entumecía los huesos, pero el ascenso continuaba. Y volaron y volaron hacia la cima del Illimani. Al llegar, Yucaré se despidió de sus buenos amigos y continuó por la escarpada superficie. Después de una agotadora faena, se encontró con una misteriosa gruta, donde penetró con curiosidad y dificultad. Al principio nada podía ver, pues la luz era escasa, pero le pareció ver en la penumbra, las siluetas de un hombre y una mujer sentados y apoyados en la pared. Tenían los brazos cruzados. El oro de sus pulseras relucía en sus brazos, igual que las vajillas y copas de plata que les rodeaban. Yucaré estaba impresionado y continuó internándose en la misteriosa gruta. En un largo camino, encontró una bolsa con cuchillos y flechas, plumas y grandes trozos de resina, que puso en un plato de greda y encendió. Ya con luz, el valeroso niño se internó, lleno de curiosidad, en lo más profundo de la montaña. Bajó hasta llegar a una gran cámara donde había husos e hilados de gran colorido, alforjas tejidas en telar, y muchísimos otros objetos de estilo incaico de gran valor. Maravillado continuó descendiendo, pero en las húmedas gradas perdió el equilibrio, resbaló y cayó. El plato se hizo mil pedazos y ya no tuvo más luz. Después de lanzar algunos gritos desesperados, el indiecito observó que la gruta no estaba completamente a oscuras. Desde un extremo se divisaba una ligera claridad. Con mucho esfuerzo, comenzó a caminar y después de mucho, encontró una galería de túneles subterráneos que lo condujo a una nueva gruta, iluminada por el sol. Alborozado se dirigió a la salida, quedando cegado momentáneamente por la luminosidad. En la madrugada del día siguiente el resuelto y valiente Yucaré estaba de vuelta en casa. A nadie le quiso contar de los tesoros que encontró en las grutas del Illimani, para no despertar la codicia y ambición entre sus hermanos. Y no lo hizo hasta muchísimos años más tarde. Muchos son los hombres que se han arrimado hasta las grutas del Illimani, pero ninguno ha podido encontrar el inmenso tesoro oculto allí por los incas. No obstante, la riqueza permanece en ese lugar desde hace siglos. QUATRIÈME Lo que aconteció a un honrado labrador con su hijo (…) “Señor- comenzó Patronio – había una vez un labrador honrado que tenía un hijo que, aunque muy joven, era de agudísimo entendimiento. Cada vez que su padre quería hacer algo, él le señalaba los inconvenientes y de esta manera le apartaba de las cosas que no le convenían (…) Este hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado le dijo a su hijo que fueran los dos a comprar algunas cosas que necesitaban, para lo cual llevaron una bestia. Camino del mercado, yendo ambos a pie con la bestia sin carga, encontraron a unos hombres que venían de la villa a donde iban ellos. Cuando, después de saludarse, se separaron, los hombres empezaron a comentar que el padre y el hijo no parecían sensatos pues llevando a la bestia sin carga iban a pie. El labrador, entonces, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían comentado. El mozo respondió que creía que no era natural el ir a pie los dos. Entonces el labrador mandó a su hijo que montara a la bestia. Yendo el hijo sobre la bestia, encontraron otros hombres que les saludaron y luego comentaron que no estaba bien que el labrador, siendo viejo, fuera a pie y su hijo, joven, cabalgando. Preguntó, entonces, el padre al hijo que le parecía lo que decían. Contestó el mancebo que tenían razón. Así que el labrador le mandó que se bajara de la bestia y se subió él a ella. Continuaron su camino el labrador cabalgando y el chico a pie. Al poco rato tropezaron con otros que dijeron que no estaba bien dejar al mozo a pie ya que era tierno y aún no estaba hecho a fatigas, mientras el padre, ya acostumbrado a ellas, montaba la bestia. Entonces le preguntó el labrador a su hijo qué opinaba de esto. Respondiole el mancebo, que según su opinión, decían la verdad. El padre le mandó, entonces, que se subiese también para no ir ninguno de los dos a pie. Yendo así encontraron a otros que empezaron a comentar lo flaca que estaba la bestia y que era un crimen ir los dos subidos (…) El padre le dijo al hijo: – Te ruego que me digas qué podemos hacer ya que hagamos lo que hagamos todo nos lo van a criticar. El hijo contestó que no debían actuar por el miedo al que dirían, pues siempre alguien los criticaría.” El Conde Lucanor (adaptación) Don Juan Manuel TROISIÈME […] y al oír aquello me entraron unos celos burgueses y terribles, porque yo, que pensaba en la injusticia y en lo mal repartidos que están los bienes del mundo, no quería compartir a Sara con nada ni con nadie, y entonces los ojos de Saratriste se empañaron, de bruma marina o de niebla de montaña, verdes o azules, mar o cielo, qué más me daba nadar en ellos como pez en el agua verde o volar como pájaro en el cielo azul, y su humedad pasó a ser del 100%, no me gusta Gobi, dijo, idiota, nunca me he enamorado, dijo, idiota, el amor es una estupidez, y yo casi salto de alegría y rompo el techo con mi cabeza dura, aunque no despegué los pies del suelo, nunca me he enamorado, idiota, vete con tu brasileña, y Saralluvia se puso a llorar, humedad de sus ojos 125%, idiota, y yo me acordé del hermano mayor de Santi, el que ahora está haciendo el paso de la oca o sucedáneo, cuando hace años regresó de una cita con una chica, la chica con la que se va a casar cuando termine la mili, nosotros éramos pequeños y por lo tanto excusablemente curiosos y él iba a la universidad, qué tal, le preguntamos, fatal, contestó, un desastre, bebimos y bailamos y nos reímos y nos besamos y todo lo demás y todo era maravilloso, y por qué un desastre, preguntamos Santi y yo, que éramos pequeños y por lo tanta disculpablemente curiosos, porque sí, contestó, porque me he enamorado de ella y no quería enamorarme, yo no quería enamorarme, […] CASARIEGO CÓRDOBA, M. (1995), Y decirte una estupidez, por ejemplo, te quiero, Madrid, Anaya. pp 136-137. SECONDE Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de Letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten que por qué no lo dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero ésas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado… Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados: - ¡Hola, mano! Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba. Max Aub(1957), Crímenes ejemplares, Madrid, Calambur, 1996, pp. 44-45 PREMIÉRE Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar. Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante. ¡Válame Dios! dijo Sancho; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi espada. Dios lo haga como puede, respondió Sancho Panza. Y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice, […] El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, Miguel de CERVANTES.