Lección 16: Pablo ante el Sanedrín, La protección del complot judío.

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Escuela Dominical I.C.E del Centro La Rioja 3029 Santa Fe
2010
Pablo ante el sanedrín (23:1–11)
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Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena
conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. 2El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a
los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. 3Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti,
pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me
mandas golpear? 4Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? 5Pablo
dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de
tu pueblo. 6Entonces Pablo, notando que era una parte de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el
concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección
de los muertos se juzga. 7Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la
asamblea se dividió. 8Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los
fariseos afirman estas cosas. 9Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los
fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o
un ángel, no resistamos a Dios. 10Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo
fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le
llevasen a la fortaleza. 11A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues
como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.
PABLO ENFRENTA SU PRIMER JUICIO
La buena conciencia (v. 1) (comp. 24:16)
vivir en santidad delante de Dios.
vivir en integridad.
vivir en dependencia.
(comp. 2 Co. 1:12; 2 Ti. 1:3; He. 13:18; 1 P. 3:15).
La santa reacción (v. 3)
porque en lugar de ver justicia siente venganza.
la función del sumo sacerdote es ajusticiar a los condenados y no a un inocente.
(comp. Lv. 19:35; Dt. 25:1).
La actitud sabia (v. 6)
produjo una declaración de fe que sinceró a su tribunal (Hch. 26:5; 28:20).
los errores doctrinales entre ellos son más graves que los de Pablo (v. 8).
La intervención de Dios (v. 11)
habiendo sido fiel en lo que Dios le confió, se extiende ahora su ministerio (Hch. 18:9;
27:23).
Por una parte el tribuno tiene que brindarle a Pablo el derecho a la defensa, y por otra él mismo
necesita saber la causa de semejante alboroto. De las preguntas formuladas a la gente no obtiene
resultado alguno por la disparidad de contestaciones (21:33–34), así que opta por lo más sabio:
confrontarlo con el sanedrín (v. 30).
Posiblemente el magistrado hubiera estado más satisfecho si hubiese podido actuar como los de
Filipos ante una situación similar: pedir disculpas al prisionero y rogarle que desaparezca (16:35–39).
Pero Jerusalén no es Filipos, y debe enfrentar el momento del mejor modo posible haciendo que el
sanedrín (cuerpo de hebreos con autoridad sobre el tema) (4:5, 15) tome cartas en la cuestión. Al leer el
episodio podemos tener en cuenta tres cosas:
(a) Pablo y el sumo sacerdote
La corte judía se reunió en su lugar de audiencia simplemente para condenar a Pablo, esperando que
con posterioridad el procurador romano ratifique la sentencia de muerte. Pero las cosas siguen un giro
diferente. Lisias, previendo una actitud de violencia, “mandó venir a los principales sacerdotes y a todo
el concilio”, y llevó personalmente a Pablo y “lo presentó ante ellos” (v. 30). Pablo, que ya abandonó
cualquier tipo de justicia por parte de los judíos, comienza a expresar su fe sin temor alguno y “mirando
fijamente el concilio” dice: “Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios
hasta el día de hoy” (23:1). No les reconoce jerarquía y se les acerca en calidad de “hermanos” (4:8).
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Dos actitudes colman la tranquilidad de Ananías: 11 (1) ser considerado simplemente “hermano” (hebreo)
y (2) oír que la conducta judía del preso—Pablo—es intachable (2 Ti. 1:3) (comp. 24:16; Gá. 2:10). Esta
afirmación es inaceptable para Ananías, porque como sumo sacerdote tiene el deber de velar por una
lealtad absoluta a la tradición de los ancianos. Sumamente ofendido, ordena a uno de sus asistentes que
lo silenciara hiriéndolo en la boca. El gesto arrogante de Ananías también es un craso insulto perpetrado
por quien debió ser un ministro de justicia. La respuesta de Pablo es lapidaria: “¡Dios te golpeará a ti,
pared blanqueada!” La frase, que parece ser un proverbio en boga (comp. Mt. 23:27), sirve para
contrastar el exterior de apariencia pura con el interior de malas intenciones, o quizás el muro elegante a
la vista que como lo menciona el profeta (Ez. 13:10–13) pronto sería derrumbado y solo quedarían las
ruinas.
Pablo continúa recriminando al heridor indicándole desfavorablemente que aplica el juicio antes de
tener la sentencia. Quienes le oyen le dicen: “¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?” (v. 4). El acusado
tiene ahora que presentar sus excusas, y dice: “no sabía hermanos, que era el sumo sacerdote”. 12
Normalmente, las reuniones del sanedrín estaban presididas por el sumo sacerdote sentado en su asiento
presidencial en medio del semicírculo de los sanedristas. Pero en esta ocasión no sabemos que haya
sucedido eso porque el concilio había sido convocado por el tribuno. Así que bien puede ser que Pablo
no haya reconocido a Ananías, sea por su supuesta afección a la vista o por el cambio de sacerdote desde
su última visita.
En verdad, el momento es dramático y con la disculpa que Pablo presenta (citando el texto de Ex.
22:28 “no maldecirás al príncipe de tu pueblo”) el asunto queda superado.
(b) Pablo y la división del concilio. Está claro para Pablo que la justicia en última instancia no provendrá
de los judíos, de modo que le parece sabio demostrar a los romanos la inconsistencia de sus acusadores.
¿Cómo? Haciendo evidente la fractura que existe entre sus opositores en temas doctrinales esenciales
para los hebreos, pero intrascendentes para los romanos. Pablo se alinea con los que responden a sus
convicciones, los fariseos, y dice: “Varones, hermanos, yo soy fariseo hijo de fariseo; acerca de la
esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga” (v. 6). La frase desencadena una división en
la asamblea, y es lo suficientemente tumultuosa como para que los romanos no emitieran juicio alguno
(comp. 4:32). Lucas se encarga de explicar lo que acontece señalando que los “saduceos dicen que no
hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, pero los fariseos afirman estas cosas” (v. 8) (comp. Mt. 22:23;
Hch. 4:2; 17:18). Pablo es un fariseo no solamente por su linaje (v. 6) sino porque abriga y predica la
esperanza de la resurrección, razón por la cual está en dificultades. Los saduceos, en cambio, al negar la
inmortalidad, descartan el valor de la esperanza mesiánica que los judíos abrigaban desde después del
exilio babilónico (Dn. 12:2–3). Refuerzan su posición sectaria negando a los ángeles y a los espíritus.
La estrategia de Pablo surte un efecto casi inmediato: “hubo un gran vocerío” (v. 9) y los escribas
(4:5) (comp. Lc. 5:30) inclinándose a favor del apóstol justifican sus experiencias espirituales diciendo:
“no resistamos a Dios” (comp. 22:6–9; 22:17–19). A causa del tumulto, la verdadera razón de la
acusación (haber metido a un gentil en el templo) queda totalmente de lado. Los ánimos no están ya para
oír y discernir la situación a causa de la “grande disensión” producida en presencia del tribuno. Éste,
“teniendo temor de que Pablo fuese despedazado, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en
medio de ellos y le llevasen a la fortaleza” (v. 10).
(c) Pablo y la presencia del Señor
Pablo pasa una noche difícil. Tiene poca satisfacción con lo ocurrido durante el día y está
preocupado por su ministerio desde que llega a Jerusalén. Pero por otra parte, después del
enfrentamiento con Ananías y el tumulto fariseo–saduceo que acaba de protagonizar, es un verdadero
alivio estar a solas bajo fuerte custodia en la torre Antonia. Pablo siente mucha soledad y desazón acerca
de su futuro. Ve pocas esperanzas de salir con vida de esa ciudad, y mucho menos continuar su deseado
11
Ananías es un conocido sumo sacerdote que maneja la tradición de modo inconsciente e inescrupuloso desde
el día de su ascención en el año 47 DC. Es de origen saduceo, pero ignorante de la voluntad de Dios. Unos cinco
años después de este episodio es remitido a Roma acusado de sedición. Es absuelto y vuelve a su país. Es
asesinado en el 66 DC.
12
Muchos creen que no es una disculpa sino más vale un sarcasmo: Es como si Pablo hubiera dicho:
“Ciertamente el sumo sacerdote debe ser reverenciado, pero ¿quién podía suponer que este impostor es el
sumo sacerdote?”
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viaje a Roma. Sin embargo, la misteriosa presencia del Señor Jesús pone muy rápidamente todas las
cosas en orden: “Ten ánimo, Pablo”—le dice—“pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es
necesario que testifiques también en Roma” (v. 11) (comp. 9:4; 16:9; 18:9; 22:17; 27:23). Lucas no es
más explícito, y no sabemos si hay un diálogo o explicación sobre los medios que Dios usaría. Estamos
seguros, no obstante, de que Pablo siente una paz profunda y una valentía reavivada que vigorizan lo
mucho que le espera antes de arribar a Roma.
7) La protección del complot judío (23:12–35)
12
Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición,
diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. 13Eran más de cuarenta
los que habían hecho esta conjuración, 14los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos
y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado
muerte a Pablo. 15Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante
vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos
para matarle antes que llegue. 16Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y
entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. 17Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este
joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. 18Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y
dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte.
19
El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que
decirme? 20Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio,
como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. 21Pero tú no les creas; porque más de
cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni
beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. 22Entonces el tribuno
despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto. 23Y llamando a dos
centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta
jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; 24y que preparasen cabalgaduras en que
poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. 25Y escribió una carta en estos términos:
26
Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 27A este hombre, aprehendido por los judíos,
y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano
romano. 28Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; 29y hallé que le
acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.
30
Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he
enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él.
Pásalo bien. 31Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antipatris.
32
Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. 33Cuando aquéllos
llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. 34Y el
gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, 35le
dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
El modo en que Pablo se libra de las manos del sanedrín es frustrante para ellos. Sin embargo,
algunos piensan que mientras esté cerca, algo deben hacer contra él. Toman otro camino: traman un
complot y lo juramentan “bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen
dado muerte a Pablo”. Lo básico es hallar una excusa para tener a Pablo en la calle. El complot está en
contra de la voluntad de Dios y él utiliza medios muy sencillos para frustrar todo. Aunque el juramento
tiene la fórmula hebrea “Así me haga Dios y aun me añada” sin echar mano a algunos incisos de
excepción que posteriormente añadieron, los cuarenta hombres bajo pacto deben morir porque lo
pactado no se cumple.
La abrupta aparición del sobrino de Pablo sorprende, por lo poco que conocemos acerca de la
familia del apóstol. Lo que podemos ver es que las informaciones sobre el complot se filtran y llegan a
oídos del joven (quizás un adolescente) interesado en el destino de su tío. Pablo, que se encuentra en una
posición de honra, recibe visitas y da ciertas indicaciones sobre lo que el muchacho le informa. No
obstante sigue siendo “el preso” (Ef. 3:1; 4:1).
Con toda rapidez el tribuno decide enviarlo a Cesarea. La escolta que prepara parece exagerada, con
infantería, caballería y tropa armada con lanzas. Pero pensando en que pasarían la noche en el trayecto y
la situación era peligrosa, el tribuno cree que deben ir bien pertrechados. Cesarea era la capital de la
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provincia de Judea y lugar de residencia del gobernador. 13 Félix es en ese momento el gobernador, y
ofició como procurador de Judea a partir del año 52 DC.
Nos sorprende que Lucas haya conseguido tantos datos. Aun más, que haya podido disponer de la
carta que el tribuno envió al gobernador, máxime que estos temas estaban rodeados del secreto de
estado. Lo que posiblemente obtuvo Lucas fue el contenido en forma verbal y entonces redacta algo “en
estos términos” (v. 25). Sea cual fuere la verdad, la nota reproduce los hechos con precisión destacando
especialmente la exagerada participación que Lisias se da a sí mismo (v. 27), tergiversando la verdad en
cuanto a que él sabía “que era ciudadano romano” (v. 27) ya que la información la había obtenido
cuando ya Pablo estaba atado al poste del castigo (vv. 25–30). Si leemos nuevamente la carta y la
comparamos con lo sucedido, nos damos cuenta de que habiendo hallado “que le acusaban por
cuestiones de la ley de ellos; pero que ningún delito tenía digno de muerte o prisión” (v. 29), entonces
¿para qué lo envía al gobernador? Él mismo tiene autoridad para decidir favorablemente la situación.
Sin embargo, Lisias—a nuestro entender—necesita afianzar las relaciones con Roma por una parte,
mostrando su efectividad en caso de tumulto (nótese que los verbos de la carta están en primera persona
del singular), y por otra parte quiere finalizar con el tumulto fenomenal que parece escapar a su control.
Así que Pablo sale de noche para Cesarea haciendo una parada en Antipatris para descansar. Habiendo
cesado el peligro, los soldados volvieron a la fortaleza, y los jinetes llevan al prisionero cruzando terreno
habitado principalmente por gentiles hasta llegar a destino, y entregan a Pablo en manos de Félix.
Este funcionario lee la carta y le pregunta a Pablo por la provincia de su nacimiento para confirmar
que está bajo su competencia. Añade que le indagará cuando “vengan tus acusadores” (v. 35). Mientras
tanto el acusado queda bajo custodia en el palacio que Herodes el Grande había levantado, y que servía
de residencia para el gobernador (pretorio) (comp. Fil. 1:13).
Reflexión
Al concluir una parte tan importante de nuestro estudio podemos resaltar algunas cosas. Si
consideramos los pensamientos de Pablo observamos algunos detalles:
1. La convicción del apóstol sobre su vocación (22:14).
2. La seguridad sobre los alcances de su ministerio (9:15; 22:15).
3. La confirmación de que para cumplirlo tenía que ir a Jerusalén y a Roma (19:21)—razón por la
cual nada lo detiene (21:13; Ro. 1:15).
4. Aunque en cada emboscada está en juego el futuro del evangelio, la provisión de Dios es
consecuente con su promesa. Los romanos rescatan cuatro veces a Pablo de la muerte a manos de los
judíos (21:32–33; 22:23–24; 23:10; 23:23), y en por lo menos tres de ellas lo declaran inocente.
5. La soledad de Pablo interrumpida pocas veces por la presencia del Señor (23:11) es digna de toda
admiración. En verdad, la promesa de Dios nunca falla, y en su ser interior hay algo más que
convicción: está la fortaleza del Espíritu Santo. Es un modelo de misionero, de obrero, y de ciudadano.
En todo, la convicción supera las dificultades.
El término gobernador es genérico (1 P. 2:14). En este caso se refiere al procurador (gr. epitropos) (Mt. 27:2).
Esta persona “era un oficial de finanzas bajo un procónsul o pretor que reunía los ingresos para el Imperio, pero
además revestido de poderes magisteriales para realizar decisiones en cuestiones relativas a los impuestos. En
algunas provincias como Judea, el procurador—que dependía del delegado de Siria—era el administrador
general y juez supremo con atribuciones expulsivas sobre la vida y la muerte” (W. E. Vine).
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