MEDITACIÓN 61 MARÍA Y LA PASIÓN PRELUDIOS DE PASIÓN.- LA DESPEDIDA 1. ° La hora.- Llegó la llora señalada por el Padre para consumar el sacrificio, y el Hijo obediente ni un momento siquiera la retarda. No ignoraba lo que significaba la llegada de esta hora, y lejos de echarse para atrás cobardemente, con inmensa alegría, a la vez que con profunda pena, se lanza al sufrimiento todo de la Pasión. Y el primer paso que da es el despedirse de su Madre. Imposible pintar ni imaginar esta escena. Jesús ha llamado a solas a la Santísima Virgen y la ha comenzado a exponer la voluntad de su Padre... Escucha estas palabras..., adivina las razones que la daría para explicar su decisión de ir a la muerte y para tratar de consolar su corazón herido. El Padre lo había decretado..., era necesario para satisfacer la justicia divina..., para redimir al mundo..., para destruir el imperio del pecado... ¡Qué concepto formaría del pecado la Virgen, cuando comprendió que tanto iba a costar borrarlo! Penetra mucho en esa razón que es la causa de todo... ¡Qué será el pecado!... ¡Cómo irritará al corazón de Dios cuando no se aplaca si no es con el sacrificio de su propio Hijo! Y ya para prevenirla..., ya para que Ella tomara también desde entonces como suyos los sufrimientos que iba a padecer..., la daría cuenta detallada de toda la Pasión..., de su prisión en el Huerto..., de la traición de Judas..., de las injusticias de los tribunales..., de las escenas del Pretorio... Temblándole la voz le contaría el tormento horrible de la flagelación..., el de la coronación de espinas..., el del camino del Calvario cargado con la Cruz..., el de la crucifixión... y, en fin, cómo después de las tres horas de espantosa agonía, en ella había de morir escarnecido..., insultado hasta sus últimos momentos... ¡Cuántas horas amargas tuvo Jesús que pasar en su pasión!; pero no fue ésta una de las menores... ¡Cuánto tendría que sufrir por ser El, el verdugo que así laceraba el corazón de su Madre, clavándola cada vez más, con cada palabra suya, la espada del dolor... 2. ° La Virgen.- Y, efectivamente, cuál sería el dolor de María cuando oyó todo lo que su Hijo la dijo. Naturalmente se estremecería a cada nuevo tormento que oía había de padecer... ¡Cómo lo había Ella de permitir!... ¡Cómo lo había de tolerar!... ¿Por qué no morir antes?... ¿Cómo el Padre Eterno no usó con Ella del beneficio que concedió a San José, llevándole de este mundo antes de presenciar estas escenas? Pero al mismo tiempo que estos afectos naturales, sentiría que era esa la voluntad de Dios... y, sobreponiéndose este afecto sobrenatural, no sólo admitiría resignada todo lo que su Hijo la ofrecía de dolor y de sacrificio... sino aún contenta y gozosa se abrazaría ya desde este momento con su Hijo dolorido y quebrantado para seguirle hasta la muerte... ¡Qué dolor tan intenso el de este corazón de Madre!... Pero aún admira más la fortaleza y valor con que a imitación de su Hijo se lanza a padecer. Piensa..., piensa mucho en esto...; ante este ejemplo, medita tus 1 cobardías ante cualquier sufrimiento que se te presenta..., avergüénzate..., pide perdón..., pide gracia para cambiar y tener gran generosidad... y participar de esta fortaleza de Madre y de Hijo... 3. ° La bendición.- Y entonces, Jesús pide humildemente de rodillas a su Madre su bendición para ir a padecer. Considera las circunstancias que hacen más penosa la despedida de dos corazones y verás que nunca la ha habido semejante a ésta. El amor y la unión de corazones, era en Jesús y María algo tan extraordinario como no se puede pensar más..., pues ¿cómo se arrancarían y despegarían el uno del otro en esta amarguísima despedida?... Por otra parte, la separación era para ir a sufrir y a padecer. Y el colmo de su sacrificio fue no sólo el aceptar resignada este dolor y quebranto, sino consentir en él y admitirlo con alegría y satisfacción... y por eso Jesús pide que muestre este su beneplácito dándole su bendición... ¡Cómo temblaría de emoción la mano de María al levantarla para bendecir a su Hijo si sabía que con ella le daba licencia para entregarse a las tormentos y a la muerte misma! 4. ° Tu hora.- Piensa que tú también tienes tu hora..., también llega para ti la hora del sufrimiento..., de la prueba..., del dolor... y luego llegará la hora de la muerte... ¿Cómo te preparas para estas horas decisivas en tu vida?... ¿y en especial para la última? ¿Vives realmente para aquella hora?... ¿Desperdicias ahora las que el Señor te da, para santificarte aunque sea a costa de sacrificios?... ¿Eres cobarde y huyes de ellos? Mira a Jesús..., contempla a María y aprende el camino del sacrificio y el de la mortificación. No olvides el detalle de Jesús al pedir la bendición a su Madre. También quiere que para todo pidas la bendición y el beneplácito a quien debes, para no hacer nunca ni siquiera en el sacrificio tu propia voluntad. ¡Cuántas veces eso será la mayor mortificación..., la que quizá más te humille..., la que más te cueste... y, por lo mismo, la que Jesús más te pide y más quiere de ti!... 2