LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA PILAR GÓMEZ FRANCESCA MESTRE Universitat de Barcelona El Encomio de la mosca representa, junto con el diálogo Sobre el parásito, en el corpus lucianeo, un elogio de tipo paradójico y no una parodia. En efecto, a juicio de Bompaire1, no hay en este encomio ninguna intención polémica, ni el deseo de provocar la risa a expensas de autores o de géneros que practican tales elogios, sino que más bien puede apreciarse una absoluta lealtad por parte de Luciano hacia ciertos recursos retóricos que facilitan el camino hacia lo burlesco. Sin embargo, la mosca más que un tema o motivo paradójico (paradoxon), sería un motivo adoxon, de acuerdo con la clasificación y definición de la preceptiva retórica de Menandro2. Así, por otro lado, un elogio paradójico es también un buen ejercicio, desde el punto de vista estrictamente retórico, pues implica argumentar sobre una materia difícil o imposible, que por naturaleza se sustrae a cualquier clase de alabanza. Por ello, en esta clase de elogio cuya finalidad no es la defensa ante un tribunal ni tiene carácter deliberativo ni de exhortación, es fundamental el tono humorístico puesto que el humor nace del contraste entre la manifiesta nimiedad del objeto y la seriedad –adseveratio– con que lo trate. Luciano habría construido en el Encomio de la mosca un puro entretenimiento retórico y erudito –un paignion3– a partir de una causa, en principio, poco atractiva, insignificante, incluso molesta –adoxon, como decíamos, pues–, y fiel a su oficio de orador y constructor de discursos epidícticos, recurre a los elementos retóricos necesarios para tratar de convencer de que el motivo elegido para su discurso tiene su importancia; una importancia, claro está, difícilmente objetivable, fruto sólo de la construcción retórica. 1 J. Bompaire, Lucien écrivain. Imitation et création, París, 1958, p. 282. Cf. Rh. III, p. 346, l. 9-19, Spengel; cf. también Gel. 17, 12. Para las cuestiones relativas a la definición de paradoxon y adoxon en la retórica judicial, Menandro sigue a Hermágoras, véase el apartado sobre la credibilidad aplicada al género judicial en H. Lausberg, Elementos de retórica literaria, (trad. cast.), Madrid, 1975, pp. 30 ss. 3 Según Demetrio (Eloc. 120 = Rh. III, p. 128, Spengel), un pai/gnion es el resultado de decir ta\ mikra\ mega/lwj. 2 KOINÒS LÓGOS. Homenaje al profesor José García López E. Calderón, A. Morales, M. Valverde (eds.), Murcia, 2006, pp. 353-364 354 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE El Encomio de la mosca consigue el efecto cómico esperado, el humor deseado, gracias a la aplicación sistemática de los topoi encomiásticos a un objeto insignificante y, de este modo, adquiere un valor paródico respecto a la elocuencia epidíctica más usual, dando así la réplica a un encomio endoxon4. Luciano sigue en este discurso, aunque sin exordio ni epílogo, las partes tradicionales de un elogio, adaptadas, claro está, al contenido de su discurso5: nacimiento, desarrollo y crianza (§ 4), descripción física (§ 1–3), cualidades morales, virtudes y erga (§ 5-6; § 8-9) –incluyendo incluso algunas virtudes inesperadas como la fuerza (§ 6) o la filantropía (§ 10)–, muerte (§ 7), nombre y homónimos (§ 11). Como es habitual, Luciano recurre más a la argumentación, aderezada con citas poéticas, mitos y proverbios, que al rigor lógico; y se vale también de numerosas comparaciones y elogios secundarios (§ 12), o de leyendas extraordinarias (§ 10), con los que tiñe su composición de la suavitas recomendada por los rétores. Luciano tiene también, sin duda alguna, sus modelos, y éstos arrancan ya de los primeros sofistas. A juicio de Filóstrato6, Gorgias fue el iniciador de la expresión paradójica, y tal vez lo deduce a partir de las palabras del propio sofista en el Encomio de Helena7. También, Isócrates afirma que los oradores que quisieron elogiar mosquitos, sales y cosas semejantes jamás carecieron de palabras8, y él mismo también dedicó sendas obras a causas imposibles, retomando, en una de ellas, la defensa y elogio de la denostada Helena, y ensalzando, en la otra, la figura del tirano Busiris9. Y Erixímaco, en el Banquete de Platón, se queja de que incluso la sal haya sido objeto de un admirable elogio por su utilidad y, en cambio, nadie haya alabado a Eros de una manera digna10. La Segunda Sofística produjo asimismo notables muestras de elogio paradójico, aunque sólo las conocemos en parte11. Dión Crisóstomo, junto al conservado Elogio de la cabellera, dedicó un elogio al loro y otro al mosquito, ambas obras hoy perdidas. Filóstrato las contrapone al Euboico (Or. 7), aunque advierte que no deben ser estimadas 4 Cf. B. Baldwin, Studies in Lucian, Toronto, 1973, p. 80. De entre los distintos manuales de progumna/smata, pueden tomarse como modelo de elogio la definición y los ejemplos de Teón y de Hermógenes; cf. Theon, Prog. 109.19 ss. Spengel y Hermog. Prog. 7 Rade. 6 Philostr. VS 492. 7 Gorg. Hel. 2: “yo, en cambio, quiero, poniendo algo de razón en la tradición, librarla de la mala fama de que se le acusa, tras haber demostrado que mienten quienes la censuran, y, mostrando la verdad, poner fin a la ignorancia”; sin embargo, que esta verdad necesita de la habilidad en la expresión retórica, se confirma más adelante, cuando el propio Grogias reconoce que escribe este discurso “como un encomio de Helena y un juego de mi arte” (cf. ibidem 21). 8 Isocr. 10.12. 9 Al parecer, Polícrates (440-370 a.C.) también escribió una Apología de Busiris. Cf. F. Mestre, “Per una lectura de l’Egipci d’Eli Arístides”, Ítaca 2, 1986, pp. 131-142. 10 Pl. Smp. 177 b. 11 Un catálogo exhaustivo de los elogios paradójicos producidos por la Segunda Sofística puede verse en L. Pernot, La rhétorique de l’éloge dans le monde gréco-romain, París, 1993, pp. 533-535; cf. también G. Anderson, The Second Sophistic, Londres, 1993, pp. 171-199 (“Adoxa paradoxa: the pepaideumenos at play”). 5 LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA 355 “como naderías sino obras sofísticas, pues es propio de un sofista tratar con seriedad también temas de semejante naturaleza”12. Libanio, por su parte, compuso un Elogio de Tersites, que no apunta hacia un registro cínico, como, al parecer, tenía el de Favorino, sino que pretende rehabilitar la figura de Tersites presentándolo como un orador preocupado por el bien común y cuya impudicia no tiene otra finalidad que el interés general, coincidiendo en ello con los cínicos; por lo tanto, el texto de Libanio sería una muestra de elogio paradójico serio13. Luciano, en el marco típicamente retórico-epidíctico de sus encomios, no puede renunciar a la cita, que los teóricos del género consideran como un argumento de prestigio, pues con ellas el orador demuestra que su elogio o cualquiera de las ideas contenidas en él han sido sostenidos ya antes por autores clásicos y respetados, cuya nómina suele encabezar Homero, una voz de autoridad. Concretamente, en el Encomio de la mosca, Luciano cita dos fragmentos dramáticos, alude directamente a Platón y sobre todo invoca a Homero14 –aun sin citar literalmente sus versos–, recurso que descarta una intención paródica hacia el poeta épico ya que, como se ha dicho, en todos los casos, Homero es una voz de autoridad15. Todas las alusiones épicas de este encomio aparecen en la descripción de los erga imputables a la mosca (§ 5), y en dicha descripción, para referir la audacia y la fuerza del insecto, Luciano renuncia a hablar por boca propia y cede la palabra a quien reconoce como “la voz más potente de los poetas”, es decir, Homero16. La cita erudita, en efecto, es uno de los recursos más explotados por la retórica, pero la lectura del pasaje lucianeo contrastada con el texto épico advierte que el interés de Luciano, como en tantas otras ocasiones, no reside en una exhibición erudita, sino posiblemente en provocar un efecto cómico por la distancia y desproporción entre el motivo de su elogio –un insignificante y poco atractivo animal– y el heroico y noble contenido del referente épico; pero, sobre todo, el orador-sofista de Samosata pone de manifiesto la ilimitada capacidad de la oratoria para presentar como buenas cosas malas, al amparo único de los recursos ofrecidos por el arte y la fuerza persuasiva de la palabra, o sea gracias a una demostración y a una exhibición de las posibilidades expresivas del lenguaje, capaz de construir como evidente una realidad que sólo existe en la medida en que es dicha17. 12 Cf. Philostr. VS 487. A propósito de la consideración de sofista de Dión, según Sinesio, el de Prusa habría empezado su carrera como sofista para terminar como filósofo, aunque tal vez sea innecesaria la división entre un Dión sofista y un Dión filósofo, pues difícilmente puede admitirse una auténtica conversión en el de Prusa. Cf. S. Swain, Hellenism and Empire, Oxford, 1996, p. 190 y A. Brancacci, Rhetorike Philosophousa. Dione Crisostomo nella cultura antica e bizantina, Nápoles, 1985. 13 Cf. B. Schouler, La tradition héllenique chez Libanios, vol. II, París, 1984, pp. 770-773. 14 Cf. Il. 2.469-71; 4.130-31; 16.641-43; 17.570-72; 19.31. 15 Cf. J.F. Kindstrand, Homer in der Zweiten Sophistik, Uppsala, 1973. 16 Luciano aplica aquí a Homero la recomendación del rétor Menandro de introducir los versos de Eurípides con un elogio del autor (cf. Rh. III, p. 346, l. 23-26 Spengel). Sobre la megalofwni/a de Homero, véase Philostr. Ep. 16; Plu. Moralia 881 a. 17 Cf. B. Cassin, “Procédures sophistiques pour construire l’évidence”, en C. Lévy-L. Pernot, Dire l’évidence. Philosophie et rhétorique antiques, París,1997, pp. 15-29. 356 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE Luciano atribuye a la mosca temeridad (tharsos)18 y califica su ataque de intrépido y persistente, afirmando que, precisamente por estas cualidades, Homero compara con este insecto –y no con un león, una pantera o un jabalí– al mejor de los héroes por su fuerza (§ 5). No obstante, el mejor de los héroes resulta ser Menelao cuya audacia y valentía no son tradicionalmente sinónimo ni modelo del mejor espíritu heroico. El mejor no de los héroes, sino de los aqueos, es una fórmula épica que en la Ilíada se aplica de manera absoluta sólo a cuatro héroes: Aquiles, Áyax, Agamenón y Diomedes19. Como señala Nagy20, también de otros héroes puede predicarse el epíteto aristos, pero sólo cuando se trata de definir un subgrupo dentro de los aqueos o de destacar la excelencia de un héroe en una determinada actividad: Teucro es el mejor de los aqueos en el manejo del arco21, o Perifante es el mejor de los etolios22. Para la valoración heroica de Menelao, nos interesa recordar ahora que en el canto X de la Ilíada, en la Dolonía, Agamenón pide a Diomedes que elija como compañero para su incursión en el campo troyano al mejor de los presentes, exhortándole a no dejar de lado al mejor y preferir, en cambio, al peor23, y el aedo apostilla que Agamenón habló así “porque temía por el rubio Menelao” (v. 240), en un verso que Zenódoto suprimió porque violaba “the heroic standards of courage”24. El resultado de todo ello es que Diomedes eligió a Ulises. Por otra parte, cuando Héctor, en el canto VII (vv. 66-91), desafía al mejor de los aqueos, sólo Menelao acepta el reto para que no se extienda el oprobio sobre los aqueos25. Sin embargo, el poeta mismo interpela al héroe, recordándole que su fin hubiera estado próximo, “si los reyes aqueos no se hubiesen apresurado a detenerte” (v. 104), y es su propio hermano Agamenón quien le recomienda no luchar con un hombre mejor26. Después de estas palabras, Menelao no duda en dejarse persuadir. Luciano, pues, aunque cede la palabra al venerado Homero para demostrar cuán digna de elogio es la humilde mosca, toma como modelo a un héroe consciente de su propia inferioridad en el campo de batalla, aunque deseoso al mismo tiempo de desem18 Luciano, al decir “no le atribuye temeridad, sino valor” (§ 5), imputa a Homero una distinción entre qra/soj y qa/rsoj que, en realidad, no es homérica (cf. P. Chantraine, Dictionnaire étymologique de la langue grecque, París, 1968, pp. 423-424). Tal vez tenga en mente la diferencia que, posteriormente, el griego ático sí que estableció entre ambos términos –qra/soj “insolencia, desenvoltura”, y qa/rsoj “coraje”– y sobre ella organiza su juego paródico, puesto que la mosca es siempre considerada como animal insolente y desvergonzado; cf. Ael. NA 7.19; Phaed. V 3, 8. 19 Se dice también de Patroclo (Il. 17.689-90), pero en una sola ocasión, y cuando ya ha muerto. 20 Cf. G. Nagy, The Best of the Achaeans, Baltimore-Londres, 1979 (rev. 1999), pp. 32-34. 21 Il. 13.313-4. 22 Ibidem 5.843. 23 Ibidem 10.238-9. 24 Cf. B. Hainsworth, The Iliad: a commentary book 9-12, Cambridge, 1993, pp. 175-176. 25 El término lw/bh (Il. 7.97) utilizado por Menelao remite al lenguaje de la que Nagy llama “blame poetry”, cf. G. Nagy, op. cit., pp. 28-29 para este pasaje del canto VII, así como pp. 222-242 y pp. 253-264 para una discusión extensa sobre esta “poesía de reproche”. 26 Il. 7.109-119. LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA 357 peñar su cometido, y cuya caracterización ante los demás –especialmente frente a su hermano Agamenón– no está exenta de cierto acento cómico27. Dos testimonios de la literatura griega de época romana permiten captar una semblanza de Menelao casi idéntica. Filóstrato en el Heroico, lejos de considerar a Menelao el mejor de los héroes, lo define por contraposición a Agamenón, cuya valentía no es puesta en duda en ningún momento, y de quien afirma que “era un guerrero de pies a cabeza, no era inferior en el combate a ninguno de los mejores y cumplía con sus deberes de rey”. En cambio, a propósito de Menelao, escribe que en la lucha era “como muchos de los griegos” –o sea, uno más del montón entre los aqueos– y que “necesitaba a su hermano para todo y, a pesar de que encontraba comprensión y ayuda en Agamenón, le tenía envidia por todo lo que hacía por él, porque deseaba el mando para sí mismo, que no estaba preparado”28. Ello, no obstante, y a diferencia de Filóstrato, Homero presenta de Menalao un retrato, consistente y creíble, de alguien que sabe que ha sido deshonrado y que es responsable de la muerte de Patroclo29. Es a partir de ese momento cuando la valentía de Menelao queda en entredicho, como demuestra la advertencia que Apolo dirige a Héctor: “¡Héctor! ¿Cuál otro aqueo te temerá, cuando huyes temeroso ante Menelao, que siempre fue guerrero débil y ahora él solo ha levantado y se lleva fuera del alcance de los teucros el cadáver de tu fiel amigo a quien mató, del que peleaba con denuedo entre los combatientes delanteros, de Podes, hijo de Eetión?”30. Dión de Prusa, por su parte, recuerda en el Discurso Troyano31 cómo Menelao es continuamente ridiculizado y descrito en los poemas homéricos como un guerrero afeminado y muy deshonrado entre los griegos32. Como prueba de ello Dión aduce que Homero para caracterizar a Paris refiere que estuvo a punto de ser capturado vivo incluso por Menelao, si Afrodita no hubiera intervenido33. En otro pasaje de la misma obra, cuando Dión reprocha a Homero su inexactitud en el relato del combate singular, toma de nuevo como ejemplo al espartano, ya que el aedo, al no poder decir que Menelao diera muerte a Alejandro, “le atribuye vanos honores y una victoria ridícula, diciendo que su espada se quebró”34. Volviendo ahora al texto de Luciano, vemos que el sintagma “el mejor de los héroes” no es asociado de una forma directa a Menelao, sino que, al parafrasear el texto épico, el samosatense juega irónicamente con la osadía y el atrevimiento de la mosca que el propio Homero compara a los de Menelao. Además, Luciano acompaña el referente homérico con una significativa exageración, cuando afirma que el poeta épico ensalza 27 Ibidem 7.94 y también 10.114-123. Cf. Philostr. Her. 29. 29 Cf. Il. 17.561-566. 30 Ibidem 587-590. 31 Cf. J.F. Kindstrand, op. cit., pp. 140-162 (“Die 11. Rede Dions”). 32 D.Chr. 11.105. 33 Haciendo referencia a Il. 3.324-382. 34 Cf. D.Chr. 11.82, pasaje que también hace referencia a Il. 3.365-8. Sobre la interpretación de Dión de Prusa a propósito de cómo son caracterizados los héroes homéricos, véase J.F. Kindstrand, op. cit., pp. 134-138. 28 358 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE y alaba la mosca no en pocas ocasiones, sino “muy a menudo”, y que con su recuerdo adorna sus versos (§ 5). Es lógico pensar que Luciano pretende dar así prestancia al animal elegido para su encomio, porque ha merecido también la atención del divino Homero, aunque esta elevada frecuencia anunciada por el de Samosata se limite, en realidad, sólo a las seis ocasiones en que el insecto aparece en el corpus homérico, siempre en la Ilíada: dos de estas ocurrencias implican, en efecto, comparación con Menelao; otras dos aluden al vuelo del animal; y las dos restantes aparecen en un contexto negativo, de muerte. La lectura de estos pasajes épicos demuestra que Luciano conoce bien el texto homérico en la sucinta relación que hace de la manera como –según él– Homero embellece sus versos con el recuerdo de la mosca. No obstante, esta misma lectura permite ver cómo Luciano no piensa ni repite de una forma puramente mecánica, exhaustiva, el texto de referencia, sino que elige con sumo cuidado qué material desea aprovechar y destacar en su propia obra. Este procedimiento que podría interpretarse como cita abusiva o manipulación de textos, es, sin embargo, habitual en la época de Luciano, sobre todo en relación con el texto homérico35. Los dos lugares homéricos relativos a Menelao presentan al aqueo siempre bajo la protección de Atenea, como explícitamente indica Luciano. Uno de ellos nos sitúa en el canto XVII. Atenea toma la figura y la voz de Fénix para exhortar a Menelao a combatir denodadamente, animando a todo el ejército, y evitar así la vergüenza y el oprobio de ver cómo los perros despedazan el cadáver de Patroclo36. Menelao implora a Atenea que le infunda el vigor necesario para defender el cadáver de Patroclo cuya muerte ha afligido su corazón, pero reconoce que teme a Héctor, pues éste “tiene la terrible fuerza de una llama, y no cesa de matar con el bronce, protegido por Zeus, que le da gloria”37. Ante la súplica del espartano, Atenea vigoriza los hombros y las rodillas del héroe, infundiendo en su pecho la audacia de la mosca, pues “aunque sea ahuyentada repetidas veces, vuelve a picar porque la sangre humana le es agradable”38. Con el vigor que la diosa le concede, Menelao da muerte al teucro Podes, amigo querido de Héctor, a quien pronto Apolo, por su parte, exhorta para que no huya ante Menelao, “que siempre fue guerrero débil”39. El término “débil” (malthakos) –el mismo que, como hemos visto, empleará Dión de Prusa40– define la inadecuada condición de Menelao como guerrero, y constituye un hapax homérico. Este dato es por sí mismo bastante elocuente a propósito de la heroicidad de Menelao, a pesar de que en diversas ocasiones el espartano 35 Cf. O. Bouquiaux-Simon, Les lectures homériques de Lucien, Bruselas, 1968; R. Bracht Branham, Unruly Eloquence, Cambridge (Mass.), 1989, pp. 140 ss.; F. Mestre, “Refuting Homer in the Heroikos of Philostratus”, in E.B. Aitken & J.K.B. Maclean (ed.), Philostratus’s Heroikos: Religion and Cultural Identity in the Third Century C.E., Atlanta, 2004, pp. 127-141. 36 Cf. Il. 17.556-559. 37 Ibidem 565-566; cf. supra n. 29. 38 Ibidem 571-572. 39 Ibidem 587-588: o(\j to\ pa/roj ge / malqako\j ai)xmhth/j. 40 Cf. supra n. 32. LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA 359 es calificado de “excelente en el grito de combate” (boh\n a)gaqo/j), compartiendo este honor con Diomedes, Héctor, Áyax y Polites41. Zeus concede la victoria a los teucros y los aqueos son incapaces de resistir las invictas manos de Héctor, de modo que Menelao, a pesar de la “audacia de la mosca” infundida por Atenea, abandona el campo de batalla, siguiendo las órdenes de Áyax, para decirle a Antíloco que vaya a anunciar la muerte de Patroclo a Aquiles. Así es como Homero describe su retirada: “como se aleja del establo un león después de irritar a los canes y a los hombres que, vigilando toda la noche, no le han dejado comer los pingües bueyes –el animal, ávido de carne, acomete, pero nada consigue, porque audaces manos le arrojan venablos y teas encendidas que le hacen temer, aunque está enfurecido–; y al despuntar la aurora se va con el corazón afligido” (vv. 657-66). Menelao, pues, se retira del combate sin haber alcanzado el honor del triunfo, la aristeia, el prestigio que en la narración épica un héroe consigue en sus grandes momentos42, pero Homero atenúa este fracaso cuando deja bien patente que la batalla es muy dura y que el oponente de Menelao es ni más ni menos que el fiero Héctor. Con todo, Menelao es capaz de matar a Podes, custodio del cadáver de Patroclo, e incluso de llevárselo a rastras fuera del alcance de los troyanos43. El otro pasaje homérico que Luciano evoca remite al inicio del canto IV, cuando, tras el enfrentamiento entre Zeus y Hera, Atenea es enviada al campo de batalla para mover a los teucros a ofender a los aqueos y faltar así al juramento de devolver a Helena, pues la victoria había sido para Menelao, tal y como proclama Agamenón44. El teucro Pándaro se deja persuadir por la diosa y dispara una flecha contra Menelao, cuya muerte sería motivo de alegría para los troyanos. No obstante, como bien recuerda el propio aedo, ni los dioses ni Atenea en concreto, se olvidaron del hijo de Atreo, ya que esta diosa desvió la funesta flecha y la apartó del cuerpo del héroe “como la madre ahuyenta una mosca de su niño que duerme” (vv. 130-1); versos que Luciano parafrasea en estos términos: “cuando Atenea aparta el dardo de Menelao, para que no le hiera en sus partes pudendas, la compara con una madre preocupada por su niño dormido junto a ella” (§ 5). Por lo tanto, si el cobarde Alejandro había sido alejado del campo de batalla por Afrodita45, no menor favor divino obtuvo Menelao con la ayuda de Atenea, la cual protege al héroe como a una criatura indefensa. Así pues, en el símil no es cuestión del coraje del héroe, sino de la facilidad con la que actúa la diosa, ya que Menelao no llega ni siquiera a sentir turbación en su ánimo, del mismo modo que el niño no es consciente de la posible alteración de su dulce sueño. 41 En lo que a la Ilíada se refiere, mientras que en la Odisea esta fórmula se aplica exclusivamente a Menelao. 42 Cf. G. Nagy, op. cit., p. 24. 43 Cf. Il. 17.575-581. 44 Ibidem 3.456-460. 45 Ibidem 3.380-382. 360 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE Luciano refiere también que Homero describe el vuelo compacto de un enjambre de moscas hacia la leche; en este caso, sin duda, el samosatense tiene en mente sendos pasajes homéricos en que dicho vuelo es utilizado como símil. En el canto II de la Ilíada, el poeta se sirve de esta imagen para explicar de qué modo los melenudos aqueos se reúnen en la llanura deseosos de acabar con los teucros: acuden “como enjambres copiosos de moscas que en la primaveral estación vuelan agrupadas por el establo del pastor, cuando la leche llena los tarros” (vv. 469-471). Y de nuevo el vuelo de las moscas en formación cerrada hacia la leche sirve al aedo para describir, ahora en el canto XVI, la encarnizada contienda que se produjo en torno al cadáver de Sarpedón cuando, herido de muerte por Patroclo, todos se agitaban a su alrededor “como en la primavera zumban las moscas en el establo por encima de las escudillas de leche cuando ésta hace rebosar los tarros” (vv. 641-643). En ambos casos el símil de la mosca describe solamente el tumulto y la cantidad de guerreros, y con esta intención y significado el adjetivo “copioso” (hadinos) es usado por Homero en diversas otras ocasiones, aplicado a otros animales: abejas, pájaros, ovejas o cerdos46. No obstante, tal vez Luciano piense sólo en el primero de estos dos pasajes referidos, puesto que es, efectivamente, en el v. 469 del canto II de la Ilíada donde aparecen los términos que él parafrasea de este modo: “Además también las orna con un epíteto muy bello, al denominarlas ‘espesas’ (hadinas) y llamar ‘naciones’ (ethne) a su enjambre” (§ 5). Forma parte de la habilidad del encomiasta el saber elegir, insistir y repetir aquello que mejor sirve para alcanzar el cometido de su obra. Por ello Luciano, al hacer el encomio de un molesto insecto, omite deliberadamente cualquier alusión a sendos pasajes homéricos en los que el insecto es presentado en términos negativos, pues no se hace eco ni de la “mosca-perro” ni de la “mosca devoradora de cadáveres”47. En cambio, cuando hace la descripción física del animal, Luciano se limita a constatar que a este insecto no sólo le gusta beber leche sino también sangre, pues le resulta más dulce. Y ello es debido a que, a diferencia de la avispa y de la abeja, la mosca no se defiende con un aguijón, “sino con la boca y la trompa, que tiene de modo parecido a los elefantes, y con ella busca alimento, coge los objetos y adhiriéndose los sostiene, semejante como es en su extremo a una ventosa. De ella cuelga un diente con el que pica y chupa la sangre –pues también bebe leche, pero le es más dulce la sangre– sin gran dolor para sus víctimas” (§ 3)48. Aristóteles, en relación con la dieta de los insectos, distingue los que tienen dientes de los que tienen lengua, y entre éstos incluye la mosca, y justifica así una alimentación 46 Ibidem 2.87, 459; Od. 1.92, 14.73. Ibidem 19.21-33; 21.391-399 y 415-422. En los dos pasajes del canto XXI, el término kuna/muia va referido a la diosa Atenea por su insaciable audacia (v. 394), o por sacar del dañoso combate a Ares (v. 421). 48 La expresión “sin gran dolor para sus víctimas” forma parte de la eu)fhmi/a, recurso técnico del encomio que se produce “cuando, sin olvidar lo que es malo, lo explicaremos en términos sumamente positivos”, según Arístides (Cf. Rh. III, p. 505, Spengel). 47 LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA 361 sólo a base de los líquidos que este animal chupa con su lengua en cualquier sitio y circunstancia. Según el estagirita, dicho hábito permite calificar a la mosca de omnívora, pues “gusta de todos los jugos, tengan el sabor que tengan”49. Homero, por su parte, también menciona la sangrienta avidez de las moscas, como refiere Aquiles en un pasaje deliberadamente olvidado aquí por Luciano, donde las moscas ya no sirven para la comparación con el héroe, y donde, asimismo, el insecto es asociado a la destrucción y a la corrupción: en efecto, en el canto XIX, Aquiles agradece a su madre Tetis las espléndidas armas que acaba de traerle y promete vestirlas de inmediato para regresar decidido al combate. Sólo teme, sin embargo, que en el interim “penetren las moscas por las heridas que el bronce causó al esforzado hijo de Menetio, engendren gusanos, desfiguren el cuerpo –pues le falta la vida– y corrompan todo el cadáver” (vv. 24-27). Por ello, Tetis tranquiliza el atormentado ánimo de su hijo y, como la solícita madre del símil utilizado en el canto IV (vv. 30-33), se ofrece también ella a “apartar los inoportunos enjambres de moscas que se ceban en la carne de los varones muertos en la guerra”, para que el cuerpo de Patroclo “aunque estuviera tendido un año entero se conservara igual que ahora o mejor todavía”. Hasta aquí las referencias y alusiones épicas utilizadas para describir la fuerza y la audacia del insecto, donde el lugar común del modelo épico se convierte, en la retórica del elogio, en un paródico juego de palabras. Edwards50 señala acertadamente, sin duda, en su comentario que el poeta épico, cuando utiliza el término tharsos referido tanto al ataque de Menelao como al de la mosca, no piensa en el valor del héroe y del insecto, sino en el deseo de sangre que mueve a ambos. Luciano, por su parte, que no olvida la sangrienta avidez del insecto, prefiere, para destacar este rasgo de su comportamiento, recurrir a una cita trágica, cuyos versos subrayan la invencible fuerza del pequeño animal y su ataque a los hombres con el fin de saciarse de sangre: “Terrible es que la mosca con fuerza vigorosa /salte sobre el cuerpo de los hombres, para llenarlos de muerte, /y a los hoplitas su lanza enemiga turbe”51. El samosatense entonces, con ironía, entiende la mordedura misma y el deseo de sangre de la mosca no como un signo de crueldad, sino como prueba del amor y del afecto de este insecto hacia el género humano (§ 10). Y del mismo modo que Hermógenes52 recomienda utilizar los mismos tópicos para alabar a los animales que a los hombres, Luciano incluye la filantropía como una de las cualidades de la mosca, cuya indolencia, sin embargo, no olvida mencionar y cuya impudicia es, al parecer, lugar común: “resiste con valor el mordisco de una mosca”, según el consejo de los estoicos53. Para demostrar este amor y benévola inclinación del insecto hacia los humanos, Luciano inserta en este punto de su discurso un mito etiológico con el que justifica el 49 50 51 52 53 Cf. Arist. HA 8, 11, 596 b 14. Cf. M.W. Edwards, The Iliad: a commentary book 17-20, Cambridge, 1991, p. 117. Trag. Adesp. fr. 295 Nauck. Cf. supra n. 5. Cf. SVF III 212. 362 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE buen natural del alma del insecto a partir de su origen humano54, y para ello recurre a la metamorfosis de seres humanos en animales. Mía era, en realidad, una hermosa mujer enamorada de Endimión cuyo descanso importunaba con sus charlas, canturreos y bromas continuas. Selene, enamorada también de Endimión, transformó a la muchacha en mosca55, y por ello este insecto siempre siente envidia “de todos cuantos duermen, y en especial de los jóvenes y niños” (§ 10), porque le recuerdan a su amado. Este aition permite a Luciano desarrollar a continuación otro tópico encomiástico, el de la homonimia56, que, tanto si se trata de nombres como de epítetos, siempre ofrece al encomiasta recursos inagotables57. En este caso, Luciano insiste en el motivo erótico de la mordedura de la mosca, trayendo a colación la cita de un poeta cómico, de acuerdo con la cual Mía es el nombre de una cortesana ática: “Mía le hincó el diente hasta el corazón”58. También refiere Luciano que Mía es el nombre de una poetisa muy bella y sabia59, e incluso el de una hija de Pitágoras, aunque renuncia a explicar su historia por ser demasiado conocida, si bien, en realidad, es muy poco lo que de ella sabemos, a juzgar por los escasos testimonios60. Luciano combina, pues, el topos de la homonimia con el mito de Endimión –sirviéndose aquí de una versión que sólo él refiere61. Antes de terminar su composición, sin embargo, Luciano no deja de recordar, de pasada y a título meramente enumerativo, que existen algunas moscas muy grandes, llamadas por la mayoría “guerreras” o por otros “perros”62. También Aristóteles constata la existencia de unas moscas grandes cuando habla de animales que nacen en el fuego, y dice que aquéllas son cazadas por las avispas63. 54 Luciano retoma aquí el topos del ge/noj (cf. § 4), pero ahora a partir de un tratamiento mito- lógico. 55 Como Atenea en la leyenda de Aracné (cf. Ov. M. VI 5-145); también Platón explica que las cigarras eran antaño hombres (Phdr. 259 b-c). 56 Cf. Theon, Prog. 111, l. 3-11 Spengel. 57 Cf. C.P. Jones, Culture and Society in Lucian, Cambridge (Mass.), 1986, p. 114, sobre la invención de nombres en Luciano. 58 Cf. Com. Adesp. 459 K.-A.). El verbo da/knw es usado también con sentido erótico por Eurípides (Hipp. 1301-1303) y por Platón (R. 474 d). 59 El léxico Suda (s.u.) relaciona Mui=a con la poesía: Mía habría sido una poetisa espartana compositora de himnos dedicados a Apolo y a Ártemis; o bien una poetisa lírica, de Tespis, que ejecutaba cantos al son de la lira; o bien el sobrenombre de la poetisa lírica Corinna, nacida en Tebas o en Tanagra (s.u. Kori/nna). 60 Porfirio explica que Mía guiaba, en Crotona, a las jóvenes participantes en el culto de Deméter (Porph. VP 4 p. 19, 9) y Clemente de Alejandría (Strom. 4, 121, 4) que era esposa del célebre atleta Milón. 61 Luciano también habla de Endimión en VH I 11; Icar. 13; DDeor. 11. Por otra parte, la teoría retórica autoriza la inclusión de episodios inventados de acuerdo con un propósito concreto y explicados de forma complaciente: e)/peita mh\ a)hdw=j, a)lla\ stomu/lwj kai\ glafurw=j a)napla/ttein (cf. Rh. III, p. 341, l. 22-23 Spengel). 62 Cf. supra n. 47; según los lexicógrafos esta denominación se debe a la combinación de la insolencia y desvergüenza del perro con el valor de la mosca (cf. EM y Hsch. s.u. kuna/muia). Cf. también U. Dubielzig, “Kuna/muia / kuna/moia: Varianten eines Wortes oder zwei Wörter”, Glotta 72, 1994, pp. 44-57; cf. también supra n. 53. 63 Cf. Arist. HA 552 b 12 y 628 b 34. LUCIANO Y LA TRADICIÓN DE LA MOSCA 363 Luciano había referido ya antes cómo las moscas “en sus uniones, placeres amorosos y aparejamientos gozan de una gran libertad” (§ 6), pues copulan en pleno vuelo y durante mucho tiempo64, pero finaliza su elogio explicando que las moscas se autofecundan, y llega a comparar este insecto con el hijo de Hermes y de Afrodita “de mezclada naturaleza y doble belleza” (§ 12)65, una clara alusión al mito del andrógino que Platón explica en el Banquete (189 d), cuando precisamente se trata de discutir en el diálogo platónico el tema del amor66. Cierra esta breve, pero brillante composición del samosatense, un refrán, cláusula habitual, aunque no especialmente alentada por la teoría retórica como epílogo de encomios. El proverbio “no hacer un elefante de una mosca”, aplicado, según los paremiógrafos, “a los que de palabra ensalzan y amplifican cosas sin importancia”67, sirve a Luciano para indicar rápidamente que ha acabado y que ya ha dicho bastante (§ 12). No obstante, el refrán no ha sido elegido al azar, sino que con él Luciano retoma la alusión al paquidermo: la mosca se parece a él por su trompa (§ 3) y porque su fuerza es tal que puede incluso introducirse entre los pliegues de la piel del gran animal y lacerarlo “en proporción a su tamaño” (§ 6)68. Luciano en la construcción de este encomio tiene en mente diversos autores y géneros de la tradición griega, pero, sin duda alguna, la cita homérica da, en buena parte, el tono de humor requerido para un elogio paradójico. No es que, en opinión nuestra, Luciano se burle o parodie a Homero, sino que, siguiendo los cánones marcados por la preceptiva retórica –y precisamente porque los observa con fidelidad– consigue un efecto paródico-humorístico sobre el ejercicio y la práctica retórica de su tiempo, paralelizable al que presenta en obras como Lexífanes, Maestro de oradores o Un crítico falaz o sobre el término “nefasto”. La intención de Luciano no es denostar a Homero, ni su posición es crítica frente al gran aedo, al que, en este texto, no se quiere refutar en absoluto. Luciano hace bien su trabajo: ensalzar un objeto indigno aun sin asumir seriamente su trabajo de encomiasta, pues lo peor es tomarse esta tarea en serio y aplicarse a ella con intención de ser gracioso. Invoca al más grande de los poetas, pero elige deliberadamente mal su ejemplo, ya que Menelao no es, en modo alguno, el mejor de los héroes. La mosca seguirá siendo, a pesar de las palabras del orador, un animal poco atractivo que jamás dejará de ser molesto. Se trata, en definitiva, de un juego en el que “la rhétorique se moque d’elle même, mais ce n’est pas pour se détruire” 69, sino para construir una composición breve –como una mosca y no como un elefante–, libre, de 64 Cf. ibidem 542 a 7 y b 29, donde Aristóteles explica que es difícil separar a los insectos mientras están copulando por la larga duración de su unión. 65 Cf. Lucianus DDeor. 23.1, donde Apolo y Dioniso conversan sobre Eros, Hermafrodito y Príapo, cuyo aspecto físico y costumbres son muy distintos, a pesar de ser hijos de Afrodita. El motivo es que cada uno de ellos tiene un padre diferente: Ares, Hermes y Dioniso respectivamente. Sobre Hermes como padre de Hermafrodito, véase ibidem 15.2. 66 Cf. T. Karidagli, Fabel und Ainos, Königstein, 1981, pp. 172-177. 67 Cf. Zen. III 69; Diogenian. II 67; cf. supra n. 11. 68 Cf. Aesop. 210 Chambry; Ach.Tat. 2.21, 3-4; Plin. VIII 10, 30. 69 Cf. L. Pernot, op. cit., p. 543. 364 PILAR GÓMEZ Y FRANCESCA MESTRE estilo simple y natural, que permite al autor una reflexión crítica sobre el elogio retórico, sirviéndose aquí de los propios mecanismos de aquél. Lo cual no impide que en otras ocasiones Luciano, hábil artesano de la contaminación y transposición de formas y géneros70, tome distancia respecto del elogio retórico utilizando para ello incluso otros géneros, por ejemplo, el diálogo, como hace en su obra En defensa de los retratos, otra muestra de estudio sobre los méritos del objeto alabado y la tarea del encomiasta en contraste con la seriedad exigida a un orador. 70 Cf. F. Mestre-P. Gómez, “Retórica, comedia, diálogo. La fusión de géneros en la literatura griega del s. II d.C.”, Myrtia 16, 2001, pp. 111-122.