Celebración de la Cena del Señor

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Celebración
de la Cena
del Señor
Teodor Suau i Puig
ITINERARIO
1. Lavatorio de los pies de los discípulos,
en la parte posterior del transcoro (actualmente en la entrada a los Museos de
la Catedral)
5
4
2. Cena del Señor con sus discípulos,
sobre el Portal del Mirador
3
3. Retablo de Jaume Blanquer, en la Capilla
del Corpus Christi, en el ábside izquierda
de la Catedral
4. Cena del Señor con sus discípulos,
en la Sillería del Coro de la Catedral
5. Cena de Abraham y los peregrinos,
en la Sillería del Coro de la Catedral
1
2
J
UEVES SANTO
CELEBRACIÓN DE
LA
CENA DEL SEÑOR
Jesús lava los pies a sus discípulos: Evangelio de Juan 13, 1- 20
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y
a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con
que estaba ceñido.
Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»
Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.»
Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»
Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se
ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he
hecho con vosotros?
Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.
Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros.
Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
«Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.
No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El
que come mi pan ha alzado contra mí su talón.
«Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en
verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me
ha enviado.»
1. Lavatorio de los pies de los discípulos, en la parte posterior alta del transcoro
El Jueves Santo es el día entrañable en que la comunidad cristiana se reúne para hacer el memorial de la Cena del Señor con sus discípulos, justo antes de iniciar su camino de dolor. Un hecho de la
biografía de Jesús, con el cual desea explicar con los gestos más que con las palabras algo que desea
se recuerde para siempre: su secreto y su misterio. En definitiva: aquello que lo revela como el Hijo
de Dios.
Tres momentos simbólicos desarrollaran la liturgia solemne de este día. El primero y el último,
para enmarcar debidamente el segundo, verdadero centro y clave de lo que hoy celebra la Iglesia.
Son estos: el lavatorio de los pies; la Eucaristía; la procesión que lleva el pan y el vino consagrados
para ser adorados durante la noche del jueves al viernes Santo, en respuesta de amor intenso al don
sin medida de Jesús.
Después de la homilía, todos los años, el obispo lava los pies a doce niños de la Escolanía de “Vermells”,
que representan a los apóstoles. Nos invita al el servicio humilde, que transforma la acción humana en
semilla del Reino de Dios. El obispo que lava y besa los pies de estos jóvenes se convierte en una llamada
elocuentes a la voluntad de darla vida por amor, como Jesús ha hecho por todos nosotros.
Por tratarse de un momento plásticamente significativo, en nuestra Catedral se encuentra repetidas figurado, para ser contemplado y transformado en oración: en el Púlpito Mayor (s XVI), en la
sillería del coro, siguiendo el esquema biográfico que sus autores pretendieron plasmar.
Última Cena del Señor con sus discípulos: Evangelio de Marcos 14, 22 – 26
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.»
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Al ver Jesús que había llegado la hora y que el círculo se cerraba a su alrededor, consciente de que
sus discípulos no acababan de comprender todo cuanto Él deseaba comunicarles, les invita a cenar:
un gesto amical, de apertura, en el día más santo para el pueblo de Israel: el día de la Pascua. Irónicamente, mientras el Pueblo Santo de Dios se reúne para celebrar su liberación y recuerda a cada
generación la victoria de su Dios sobre el Faraón, signo y memoria del Mal en el mundo, entonces,
se dispone también a aniquilar al Justo, al Hombre de la Libertad, al Maestro del Amor sin medida,
Jesús de Nazaret.
2. Cena del Señor con sus discípulos. Portal del Mirador
Jesús toma un poco de pan.
Lo parte. Sabe lo que hace: el
pan es una extraña criatura que
encuentra su plenitud en el hecho de dejarse comer, masticar y
destruir. Entonces, y solo entonces, pasa a convertirse en vida
para la persona que lo destruye.
La felicidad del pan se confunde
con la vida que crea en quienes
lo comen. Al precio de su muerte... Y Jesús dice: yo soy este pan.
Yo soy alguien que da la vida por
amor de todos vosotros. Comedme. Soy el hombre-para-los-demás. Soy el camino; la verdad y
la vida. Solo el don de la vida por
amor abre espacios para el Reino
del Dios que os ama.
Y tomando la copa, la pasa a
sus amigos y les dice: “Esta es
mi sangre. Una sangre derramada, perdida según los criterios
del mundo, que confunde don
con pérdida y desnudez con indigencia. Pero yo os digo: solo
3. Retablo de Jaume Blanquer. Capilla del Corpus Christi
aquello que se es capaz de perder por amor, solo eso recupera
para la vida. Redescubre el Origen. Vence el caos y crea el cosmos. Y acerca el mundo a la voluntad
de mi Padre. Tomad y bebed. Aprended a ser como yo y seguidme. No tengáis miedo. Yo he vencido
al mundo”.
Y después, ha querido quedarse para siempre con nosotros, para nosotros, al alcance de nuestras
pequeñas manos, en la Eucaristía que guardamos celosamente en el tabernáculo.
Servicio, don de la vida por amor, eucaristía y presencia. He aquí lo que nos dice el Jueves Santo
de cada año.
Nada extraño, pues que la Catedral de Mallorca, pensada para reunir la comunidad cristiana en
torno a la Eucaristía, ha querido presentar a los ojos de sus fieles y de maneras muy diversas, las imágenes de la Santa Cena: en el Portal del Mirador, sobre el mar, para recordar a los quien entran que van
a encontrarse con un Dios que ha querido hacerse buen pan y bueno vino para todos; representación
presidida por una imagen original del Dios Creador, figurado como los maestros de obras del tiempo,
con la regla de medir en su mano.
Como si nuestros antepasados quisiesen decirnos que la Última Cena
es un momento en la creación, tan
importante como fue el primero.
Sobre todo y de manera majestuosamente elaborada, en el centro
del retablo de J. Blanquer (s. XVII)
que preside el ábside izquierdo,
con todo el esplendor del barroco
mallorquín; también, siguiendo el
propósito de contar la vida entera
del Salvador, no podía faltar en la
sillería del coro, donde se halla figurada al lado de otra cena impor4. Cena del Señor con sus discípulos. Sillería del Coro
tante para la historia de la salvación: la de Abraham y Sara con los
peregrinos enviados de Dios, para
mostrar al contemplador la estrecha unidad de los dos Testamentos.
Otros tantas formas de invitar a la
contemplación en un día señalado,
bueno para dejarse llenar del misterio del Dios Encarnado que se da
para la vida del mundo.
5. Cena de Abraham y los peregrinos. Sillería del Coro
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