Expectativas de Autoeficacia y Actitud Prosocial Asociadas a

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Copyright 2004 by Psykhe
ISSN 0717-0297
PSYKHE
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Expectativas de Autoeficacia y Actitud Prosocial Asociadas
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Selfefficacy Beliefs and Prosocial Attitude as Correlates
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Elda Velásquez, Loreto Martínez y Patricio Cumsille, Escuela de Psicolog
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La corresp
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erá ser dirig
ida a Elda Velásquez, Escuela de Psicolog
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86
VELÁSQUEZ, MARTÍ
NEZ Y CUMSI
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al momento de evaluar los beneficios que la partici-
más”(p. 228). La consolidación de la identidad se
pación conlleva para cada género.
transforma en el centro de las tareas evolutivas en
El reporte de participación de las mujeres en or-
esta etapa. La relevancia de esta tarea del desarrollo
ganizaciones sociales, tiende a aumentar sistemáti-
queda evidenciada en las investigaciones que han
camente hacia la edad adulta, por tanto, es necesa-
argumentado que la personalidad adulta está
rio conocer las oportunidades de participación que
influenciada en gran medida por la manera en que
pueden ser propiciadas o reconocidas para las mu-
las personas resuelven sus problemas durante este
jeres jóvenes. En cuanto a lo primero, para la puesta
periodo (Stewart & Healy, 1989).
en marcha de ciertas habilidades asociadas con la
En consecuencia con lo anterior, desde el enfo-
participación (e.g., pensamiento crítico, liderazgo)
que ecológico (Bronfenbrenner, 197
9), se concibe a
generalmente existe primero un proceso de aprendi-
la persona en desarrollo, en constante interacción
zaje de dichas habilidades, por lo tanto, conocer las
con su ambiente. Desde esta perspectiva, el desa-
diferencias de participación entre los segmentos jó-
rrollo es un cambio perdurable en el modo en que
venes y adultos ayudará a comprender el desarrollo
una persona percibe su ambiente y se relaciona con
de estas habilidades.
él. Así, las características de los entornos en que los
T
eórica y empíricamente la participación social se
asocia al desarrollo de habilidades –
e.g., empodera-
jóvenes se desenvuelven cobran relevancia para su
desarrollo.
miento, pensamiento crítico, sentimiento de auto-
Los contextos y las experiencias derivadas de
eficacia y desarrollo de identidad entre otras caracte-
los diversos roles permitirán al joven, identificarse
rísticas–(Terry, 2001;
Thomas, 2000;
Zimmerman &
con los valores comunes, favoreciendo la construc-
Rappaport, 1998). En consecuencia, si las mujeres jó-
ción de aspectos sociales de su identidad (Hart,
venes participan menos, tal como se reporta en estu-
Atk
ins & Ford, 1998). En síntesis, las características
dios nacionales (I
NJ
UV, 2001) sus oportunidades de
personales de los adolescentes en conjunción con
desarrollar estas habilidades a través de la participa-
las oportunidades del entorno para la exploración
ción serían menores.
de acción prosocial influencian el desarrollo de la
En función de la literatura consultada, el presente estudio se ha planteado como objetivo general
identidad moral y, a su vez, incrementan el capital
social en las comunidades (Hart et al., 1998).
identificar si existen diferencias en la cantidad y tipo
Es la interacción con el entorno la que brinda a
de participación, además de describir cómo estas
los y las jóvenes diferentes formas de participar. Es
diferencias de participación de hombres y mujeres
decir, la participación puede darse cuando confluye
jóvenes inciden en el desarrollo de expectativas de
tanto la capacidad de participar como las oportuni-
autoeficacia y las conductas prosociales a futuro.
dades existentes. Las oportunidades del entorno
debieran incorporarse al momento de diseñ
ar políti-
Antecedentes
cas pú
blicas de manera que permitan el adecuado
ejercicio de la capacidad de participación a los jóve-
Juventud y Participación
Desde la década de los 50, se han definido metas
nes, al mismo tiempo que los jóvenes contribuirán
con sus capacidades al incorporarse en esa acción
colectiva (Hart et al., 1998;
Palma, 1998). Las posibi-
sobresalientes de la etapa adolescente, destacán-
lidades que las sociedades democráticas ofrecen para
dose los esfuerzos por lograr independencia de los
la participación, debate y para el desarrollo de cono-
padres, adquirir las aptitudes sociales que se requie-
cimiento, habilidades, disposiciones cívicas y pen-
ren de todo adulto;lograr un sentido de sí mismo;
samiento crítico (Branson & Quigley, 1998;
Flanagan,
desarrollar habilidades académicas y vocacionales;
Bowes, J
onsson, Csapo & Sheblanova, 1998) en los
adaptarse a los cambios físicos y la asimilación de
jóvenes, se constituyen en una de las modalidades
un conjunto de normas y valores (McKinney,
de promoción del desarrollo juvenil.
Fitzgerald & Strommen, 1998). Sin embargo, el fenómeno que más caracteriza esta etapa es el establecimiento de la identidad. Para Erik
son (1950), la identi-
M uj
eresy Participación
dad equivale a “
la confianza intensificada de que la
El análisis del estado de la participación de las
realidad y continuidad internas que se han prepara-
mujeres en Chile debe realizarse tomando en cuenta
do en el pasado, corresponden a la realidad y conti-
las diferentes realidades de éstas, dependiendo de
nuidad de significado que uno tiene para los de-
los estratos socioeconómicos y culturales en que se
PARTICIPACIÓN EN JÓVENES
87
desenvuelven y por supuesto el grupo etáreo al que
dictaduras en diversos países. En estas condicio-
pertenecen.
nes, las mujeres lideran movimientos de derechos
En Chile, el 50.7% de la población está constitui-
humanos y de búsqueda de familiares desapareci-
da por mujeres, de las cuales, el 23
% tienen entre 15
dos debido al accionar de las dictaduras (Valdés &
y 29 años, es decir, son mujeres jóvenes de acuerdo
Weinstein, 1993
).
a las políticas nacionales (INE, 2003
).
Por otra parte, una de las características de la par-
El estudio de la participación de las mujeres, ob-
ticipación de las mujeres, ha sido el involucramiento
viamente debe hacerse desde una perspectiva de
en actividades asociadas con labores del hogar o aque-
género, lo que requiere ser contextualizado históri-
llas que tienen un carácter de cuidado hacia otros, en
camente desde su surgimiento en la década de los
contraposición con las características de la participa-
años setenta, momento en el cual la igualdad de gé-
ción masculina más asociadas a lo público (Sabatini,
nero se incorpora a la discusión en ámbitos acadé-
1995; Serrano, Raczinski & Rojas, 1999).
micos y políticos. La primera forma de estudio está
En sus estudios sobre el desarrollo de las muje-
orientada al problema de la invisibilidad y subordi-
res, Gilligan (1985) describe las diferencias de pers-
nación de las mujeres y, consecuentemente, se tor-
pectivas en el desarrollo moral de hombres y muje-
na necesario hacerlas “visibles”, otorgar existencia
res. Sus observaciones permiten entender la inci-
social como requisito esencial para su autovaloración
dencia de la socialización de género en la construc-
y reinvindicación de su condición (Jelin & Valdés,
ción de ciudadanía y la participación social y políti-
1999).
ca. La autora cuestiona los resultados obtenidos por
Posteriormente, el eje de estudio se orienta, por
Kohlberg, sosteniendo que resulta inadecuado eva-
una parte, a la búsqueda de reconocimiento del rol
luar con un único estándar la forma cómo mujeres y
de las mujeres y la lucha por mejores condiciones
hombres actúan frente a determinadas situaciones
para llevar a cabo las labores ligadas a la tradicional
morales. Gilligan (1985) postula la existencia de dos
división de labores entre géneros y por otra a trans-
modalidades de ética:
a) la ética de la justicia y b) la
formar esas condiciones. Esto se debe principalmente
ética del cuidado. La primera está basada en el res-
a la integración de la mujer a la fuerza de trabajo en
peto de los derechos formales, en una considera-
América Latina (Valdés, 1995, en Jelin & Valdés,
ción del individuo como un ser responsable y dife-
1999), en condiciones donde la división sexual del
renciado dentro su entorno, y en la aplicación de
trabajo tienen características que la definen como
reglas y procedimientos objetivos e imparciales, que
opresora, que mantiene la subordinación de las mu-
llevan a lograr resultados justos. La ética del cuida-
jeres y les resta autonomía, planteándose como al-
do se caracteriza por una predisposición a formular
ternativa el cambio del patriarcado como sistema
juicios morales considerando la situación en que se
social (Valdés, 1990).
encuentran las personas, ve el mundo como una red
Jelin (1987, en Jelin & Valdés, 1999) plantea que
de relaciones y enfatiza la responsabilidad por los
son las mujeres las que promovieron la organización
otros como un principio central de la conducta so-
comunitaria y autogestionaria de los servicios pú-
cial. En síntesis, la ética del cuidado considera que
blicos. Pese a tener una proporción alta de participa-
la aplicación de reglas o leyes no es suficiente para
ción en estas organizaciones, las mujeres continúan
enfrentar los conflictos sociales, sino que es nece-
siendo invisibles para la sociedad en su conjunto.
sario también asumir una responsabilidad activa por
Sus formas propias de participación son considera-
los demás. Lo anterior, puede vincularse a las for-
das una forma de reforzar la condición de subordi-
mas de participación en las que se involucran los
nación, en tanto las labores que desarrollan en el
jóvenes, pudiendo ser posible a su vez, hipotetizar
trabajo comunitario son una extensión de las labo-
dos tipos de participación cada uno relacionado a
res domésticas –e.g., a ollas comunes, comedores
las modalidades de ética postuladas por Gilligan, esto
colectivos, salas cunas y jardines infantiles comuni-
es, participación de tipo prosocial, asociado a la éti-
tarios– lo que constituye una de las características
ca del cuidado y la participación activista, ligada a la
de la participación de las mujeres durante las déca-
ética del derecho.
das de los setenta y ochenta (Jelin & Valdés, 1999).
En la perspectiva de Kohlberg, si la ética de la
No obstante lo anterior, existe otro hito en la par-
justicia es el punto más alto de la formación moral de
ticipación de las mujeres en Chile y también en Amé-
las personas, entonces, la ética del cuidado represen-
rica Latina durante el mismo período, mediado por la
taría un desarrollo menos avanzado, sería sólo aplica-
precariedad de las democracias y la presencia de
ble a los ámbitos familiares o privados pero no a los
88
VELÁSQUEZ, MARTÍNEZ Y CUMSILLE
públicos. Basándose en los resultados de sus inves-
La igualdad de oportunidades para participar,
tigaciones, Gilligan cuestiona que las teorías sobre el
encuentra sustento en los hallazgos de diferentes
comportamiento humano sigan considerando la con-
estudios que dan cuenta de los beneficios de la par-
ducta masculina prototípica como el estándar de me-
ticipación, tales como el
dida. Con este sesgo, las características “femeninas”
miento psicológico, la identificación de recursos pro-
ya sea son invisibles en el discurso teórico, o apare-
pios y del entorno, el desarrollo de estrategias para
cen como defecto, inferioridad o carencia.
lograr metas y por ende mayores competencias, ma-
desarrollo de empodera-
Diversos trabajos han cuestionado las interpreta-
yor sentido de responsabilidad y de control, asocia-
ciones de esta investigadora debido a que, al diferen-
dos a la percepción de autoeficacia, satisfacción de
ciar tan netamente a varones y mujeres, tiende hacia
necesidades, conocimiento cívico, mayor grado de
el esencialismo y a la generalización. En consecuen-
responsabilidad (Branson & Quigley, 1998; Florin &
cia, y más allá de sus propósitos, este discurso sería
Wandersman, 1988; Prestby, Wandersman, Florin,
funcional a la perpetuación de las diferencias de gé-
Rich & Chavis, 1990; Terry, 2001; Zimmerman &
nero ya que no da respuestas políticas a las limitacio-
Rappaport, 1998).
nes para la participación femenina en la esfera pública
A través del fomento de la participación se in-
(Marín, 1993). La explicación de Gilligan sobre la con-
vierte en el capital social (Hart et al., 1998). Se re-
cepción del yo de las mujeres favorecería la conclu-
quiere entonces generar actividades motivadoras,
sión de que ellas son las mejores “cuidadoras” casi
especialmente en jóvenes, ya que se ha demostrado
por de naturaleza, dejando de lado las diferencias en
que conexiones tempranas con pares en actividades
la posición social y en el acceso al poder que facilitan
extracurriculares, participación religiosa, entre otras,
que se desarrollen ciertos rasgos más que otros.
son un predictor significativo de involucramiento
Sin embargo, también cabe otra lectura de sus
cívico en la adultez (Hart et al., 1998; Smith, 1999).
ideas. Podría pensarse que su análisis contribuye a
Estudios realizados con mujeres han demostra-
una revisión necesaria del marco ético predominan-
do que la falta de participación, de ocupación de
te, al tiempo que sugiere un camino para la construc-
espacios y por ende la disminución de redes, está
ción de una nueva ética universal que abarque el
asociada a bajo empoderamiento, contribuyendo a
modelo de la justicia (reciprocidad, contrato) y tam-
que las mujeres sean más propensas a una serie de
bién el del cuidado (trabajo voluntario, caridad, res-
riesgos, fruto de las desiguales relaciones de poder
ponsabilidad, solidaridad), una visión de la socie-
que establecen (Jenkins, 2000). Estos antecedentes
dad en la cual mujeres y varones compartan tareas,
resultan relevantes de considerar a la luz de los ha-
responsabilidades, derechos,
llazgos previos (INJUV, 2001) que informan de una
y protagonismo
(Marín, 1993).
menor participación de las mujeres jóvenes en rela-
Esta línea de pensamiento la encontramos tam-
ción a la de sus pares varones. En este contexto, las
bién en quienes proponen como norte del cambio
mujeres jóvenes tendrían menor oportunidad de de-
ético la construcción de una “sociedad del cuida-
sarrollar un mayor nivel de empoderamiento psico-
do”. En ella los miembros de la comunidad no sólo
lógico, de aumentar su percepción de autoeficacia y
deberían gozar de derechos, sino también asumir
menores posibilidades de involucramiento cívico o
obligaciones por el bienestar colectivo. La respon-
prosocial en la adultez, además de los beneficios
sabilidad de todos y cada uno de los sujetos hacia
que ésto implica en su desarrollo.
las familias, las comunidades y el medio ambiente,
se conciben como un aspecto fundamental de la ciudadanía, una inversión social que fortalece la capacidad de la comunidad para asegurar el desarrollo
sustentable.
Expectativas de Autoeficacia y Participación
La autoeficiacia es el conjunto de creencias en
las propias capacidades para organizar y ejecutar
Si bien en el actual contexto global estas pro-
los cursos de acción requeridos para producir deter-
puestas podrían ser vistas como expresiones retóri-
minados logros o resultados (Bandura, 1997). Para
cas, manifestaciones de buenos deseos con escasa
Bandura (1977) las creencias que una persona tiene
viabilidad, tienen al menos el interés de iluminar y
juegan un rol esencial en las motivaciones de ésta.
revalorizar como referentes éticos deseables para el
En este sentido, la autoeficacia se refiere a la con-
conjunto, atributos y relaciones que fueron asigna-
fianza que tiene una persona de que cuenta con la
dos a las mujeres y encapsulados en sus ámbitos
capacidad para hacer las actividades que emprende.
más específicos como el hogar.
Los juicios que la persona hace acerca de su auto-
PARTICIPACIÓN EN JÓVENES
89
eficacia son específicos a las tareas y a las situacio-
Las hipótesis generales de la presente investi-
nes en que se involucra, y las personas las utilizan
gación son, en primer lugar que no hay diferencias
para referirse a algún tipo de meta o tarea a lograr. En
significativas en los porcentajes de participación
el contexto de la presente investigación, ésto impli-
ciudadana de jóvenes hombres y mujeres. En se-
ca que las metas planteadas por los jóvenes en acti-
gundo lugar, se plantea que existen diferencias en el
vidades de participación que benefician a su comu-
tipo de actividades de participación ciudadana en-
nidad estarían estrechamente ligadas a su percep-
tre hombres y mujeres, lo que a su vez incide de
ción de autoeficacia.
manera diferente en su desarrollo psicosocial.
De acuerdo a Bandura (1997), existen cuatro fuen-
Es posible hipotetizar: a) que no existen diferen-
tes de las cuales se derivan los pensamientos de
cias significativas en cuanto a la cantidad de partici-
autoeficacia: a) las experiencias de éxito, que son el
pación de hombres y mujeres; b) que hombres y
resultado de las tareas realizadas y a su vez la fuente de
mujeres difieren en el tipo de participación que eli-
mayor influencia; b) las experiencias vicarias o efectos
gen, siendo la participación prosocial mayor en mu-
producidos al observar las acciones de los demás; c) la
jeres y la participación activista mayor en los hom-
persuasión social, que implica la exposición a los jui-
bres; y c) las expectativas de autoeficacia están aso-
cios verbales de los demás y aunque es una fuente
ciadas a la participación prosocial y la actitud
débil de información sobre la autoeficacia, puede jugar
prosocial a futuro está asociada a la participación
un rol importante en el desarrollo de las creencias de
prosocial.
una persona; y, finalmente, d) los estados emocionales
y fisiológicos como la ansiedad, el estrés, la excitación
Método
y la fatiga, que también proporcionan información sobre la creencia de la propia eficacia.
Las investigaciones que relacionan la autoeficacia con la participación en la juventud, dan cuenta
de la importancia de la participación como fuente de
interacciones que permite el desarrollo de habilida-
Participantes
La muestra estuvo constituida por 1900
jóvenes estu-
diantes de enseñanza media de la Región Metropolitana (1039
mujeres y 861 hombres). Al momento de la evaluación, los
participantes cursaban 1º a 4º medio en establecimientos
des de los y las jóvenes, permite la acumulación de
educacionales de tipo municipalizado, particular subvencio-
capital social y, por lo tanto, favorece la proyección
nado y particular pagado.
de los jóvenes como ciudadanos activos en sus comunidades. Sin embargo, dado que la literatura existente estudia estos elementos en forma separada o
aquellas que indagan en la conformación de capital
social han sido realizadas en el extranjero se plantea
la necesidad de analizar estas relaciones en jóvenes
chilenos. Entre las preguntas que guían este estudio se plantean ¿
participan menos las jóvenes?
,¿
participan de un modo diferente?
, ¿
cómo se relacionan
estas diferencias en la participación con las expectativas de autoeficacia y la actitud prosocial a futuro?
Resulta especialmente importante conocer cuáles experiencias de participación se asocian efectivamente al desarrollo de los jóvenes. Además, si
consideramos que la participación tiene una serie de
beneficios descritos ampliamente en la literatura,
sumado a la necesidad de contar con ciudadanos
con predisposición y preocupación por mantener
conductas y actitudes prosociales a futuro, cabe
entonces preguntarnos si la participación por sí sola
es necesaria para mejorar estas condiciones y a la
vez poder conocer si existe influencia de algún tipo
específico de participación que contribuya en mayor medida a la orientación hacia otros.
Los establecimientos donde se realizó la investigación
están ubicados en las comunas de La Florida, Macul y Ñuñoa.
La edad de los participantes fluctuó entre los 14 y 2
0 años,
con un promedio de 15
.9 años para las mujeres (SD = 1.3) y
16 años para los hombres (SD = 1.4). La muestra total tiene
un promedio de edad de 16 años (SD = 1.3).
I
nstrumentos
Escala de Responsabilidad Social y Participación en
Activ
idades Cí
v
icas (
Pancer,Pratts & Hu
nsberg
er,2
0
0
0
)
:
Mide la frecuencia de involucramiento en actividades de bien
comú
n por lo menos una vez en los ú
ltimos seis meses.
Consta de ocho itemes, donde el mayor puntaje indica
mayor frecuencia de involucramiento. A su vez, esta variable
se divide en dos tipos de participación, a saber:
Participación prosocial: Incluye la participación en actividades de tipo solidario y/
o beneficencia. Por ejemplo:
“
¿
Has participado o ayudado a una organización de caridad?
”
.
Participación activista: Esta participación se orienta a
actividades que tiene en comú
n la lucha por determinadas
causas, orientadas por la ética del derecho. Por ejemplo:
“
¿
Has ayudado o participado en alguna organización que se
preocupa del medio ambiente?
”
.
Escala de Au
toef
icacia: Consta de seis itemes que miden las expectativas de éxito en la resolución de problemas y
habilidad para persistir ante hechos adversos. Los itemes
utilizados son una adaptación de la escala de Sherer, Maddux,
Mercadante, Prentice-Dunn, J
acobs & Rogers (1982). Se
90
VELÁSQUEZ, MARTÍNEZ Y CUMSILLE
presentó a los jóvenes una serie de afirmaciones, por ejem-
rios para las pruebas planificadas, posteriormente se realizó
plo: “Cuando hago planes, sé que puedo hacerlos funcionar”,
un análisis factorial de las escalas, para conocer la validez y
a las que los estudiantes respondieron “Muy en desacuerdo”
confiabilidad de éstas. Luego se contrastaron las hipótesis
(1), “En desacuerdo” (2), “No estoy seguro” (3), “De acuer-
utilizando U de Mann-W hitney y regresiones lineales.
do” (4), “Muy de acuerdo” (5), marcando el número que
corresponde al grado en que cada una de ellas les describía.
Resultados
Como indicador, se consideró que a mayor puntaje, mayor
expectativa de autoeficacia.
Escala de Actitud Prosocial a Futuro: Mide la tendencia
a evaluar de manera favorable situaciones que están definidas
Los promedios y las desviaciones estándar de las
variables en estudio, se presentan en la Tabla 1.
como de beneficio para la sociedad u otras personas. Consta
de cinco itemes, donde una alta puntuación indica una actitud más favorable a involucrarse en actividades que beneficien a la comunidad. A los participantes se les preguntó por
Análisis de V
alidezy Confiab
ilidad de las Escalas
el grado de importancia que asignan en su vida y en su futuro
En el caso de la Escala de Participación, primero
a cada una de las metas de esta escala, por ejemplo: “Ayudar
se utilizó un análisis factorial exploratorio para de-
a mi comunidad”. Las respuestas se distribuyen en “No es
importante”,
“Algo
importante”,
“Importante”
y
“Muy
importante”.
terminar el número de factores que la componían. En
el resto de las escalas, dado que se utilizó instrumentos que fueron considerados previamente en una
aplicación piloto del proyecto en el cual se enmarca
Procedimiento
esta investigación y dada la literatura existente, se
Los adolescentes fueron contactados en sus colegios. La
realizó sólo análisis factorial confirmatorio, a través
invitación a participar enfatizó el carácter voluntario de
del programa AMOS. Debido a que no se cumple el
ésta y un porcentaje altísimo de jóvenes estuvieron dispuestos a participar voluntariamente. El procedimiento aplicado, llevado a cabo por psicólogos y estudiantes de los últimos
supuesto de normalidad (Hair, Anderson, Tatham &
Black, 1999), para la estimación de los parámetros,
años de Psicología, resguardó la confidencialidad y el bienes-
verificación y ajuste del modelo se empleó el méto-
tar de los participantes. Se obtuvo un consentimiento escri-
do de mínimos cuadrados generalizados (GLS).
to de los jóvenes, quienes respondieron un cuestionario, de
aproximadamente 60 minutos de duración, en el mismo establecimiento educacional.
En todas las escalas, los itemes que presentaban
bajas cargas factoriales fueron eliminados.
Las estrategias de análisis apuntaron a obtener informa-
Escala de Participación. Los itemes fueron ana-
ción respecto de las diferencias existentes entre el grupo de
lizados utilizando en primera instancia análisis
hombres y de mujeres y las relaciones existentes entre las
variables medidas. Inicialmente se realizó el análisis descriptivo de las variables y verificación de los supuestos necesa-
Tabla 1
factorial exploratorio, con el método de extracción
de ejes principales y rotación Promax. En la Tabla 2
se muestran los tamaños de las medidas resultantes.
Las medidas fueron sometidas a análisis factorial
Promedios y desviaciones estándar en las dimen-
confirmatorio. Se postuló la existencia de dos
siones evaluadas
constructos diferentes, pero correlacionados entre
Mujeres
Hombres
Total
sí: participación prosocial y participación activista.
Una vez ejecutado el análisis se verificó la ausencia de problemas de identificación (Hair et al.,
Participación Prosocial
1.88
1999), descartándose la existencia de errores estándar
1.96
1.77
DS
0.67
0.61
0.65
muy elevados, incapacidad del programa de invertir
N
1037
860
1897
la matriz, estimaciones imposibles, correlaciones ele-
x
1.35
1.35
1.35
De acuerdo al análisis factorial, la escala tiene un
DS
0.50
0.4
9
0.4
9
buen nivel de confiabilidad, presentando cada ítem
N
1034
860
1894
cargas de regresión altas, con un nivel de homoge-
x
3.91
3.91
3.91
Tabla 3 resume los resultados para el modelo de
DS
0.63
0.64
0.63
medición, errores de estimación y cargas de regre-
N
1003
813
1816
x
vadas entre los coeficientes.
Participación Activista
neidad aceptable para cada una de las escalas. La
Autoeficacia
2.78
En relación con las medidas de ajuste absoluto,
0.70
0.70
el modelo presenta un valor para el estadístico chi-
851
1882
cuadrado (X
2.82
2.72
DS
0.69
N
1031
x
sión. Gráficamente el modelo tiene la forma que se
presenta en la Figura 1.
Actitud Prosocial a futuro
2
= 119.4
6; g
l = 19) con un nivel de
P
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Parámetros estimados para modelo “Participación”
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Grupos
Organización
Ayuda a
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enfermos
Iglesia
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amigos
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0.51
0.59
0.3
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0.55
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Participación
Pro
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Participación
Activ
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Marchas
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Medio
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Figura 2. Modelo de medición para expectativas de autoeficacia.
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Figura 3
. Modelo de medición para variable actitud prosocial a futuro.
ajuste. Sin embargo, el índice RMSR = 0
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1 y el
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endiente, es decir, el modelo
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ombres jó
v
enes (
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.0
0
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uesto ref
leja en gran medida la inf
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n contenida en los datos.
En relació
n a la ex
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as en relació
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icar la ex
istencia de dif
erencias en relació
n a la cantidad de p
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n, se consideró el
constructo p
articip
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n en f
orma global, es decir, la
rencias signif
icativ
as entre h
ombres y mujeres en
relació
n con la p
articip
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n p
rosocial, siendo é
sta
may
or en las mujeres (
p =0
.0
0
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En el caso de la p
articip
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n activ
ista, los resultados obtenidos indican q
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isten dif
erencias
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PARTICIPACIÓN EN J
ÓVENES
95
si existen estos dos tipos de participación, es posible
modo, corregir el sesgo de indagar la participación
entonces plantear que eventualmente no existen dife-
femenina desde una óptica marcada por los estilos
rencias en la cantidad de participación de hombres y
participativos masculinos.
mujeres, sino que su participación es diferente en re-
Esto ayudaría a reconsiderar la imagen de la mu-
lación al tipo de actividad elegida. En otras palabras,
jer asociada a la esfera de lo privado y postular una
permite plantear que el problema no es que las muje-
revisión de los instrumentos que se utilizan para
res participen menos, sino que la forma en que se ha
sondear la participación de las mujeres (MIDEPLAN,
evaluado la participación podría no ser sensible a las
2003; INJ
UV, 2001), especialmente en los segmentos
diferencias de género. En síntesis, las mujeres no par-
jóvenes. La participación femenina se invisibiliza fren-
ticipan menos, sino que lo hacen con una orientación
te a iniciativas de investigación que restringen la
diferente y en actividades distintas.
participación juvenil a clubes deportivos y la presencia de mujeres a centros de madres.
Diferencias en Participación
En relación a la mayor participación de las mujeres
en actividades de tipo prosocial, los resultados del es-
En relación a la cantidad o frecuencia de partici-
tudio son consistentes con los de Flanagan et al. (1998)
pación en actividades, los hallazgos indican que si
con adolescentes, en el sentido que existe un mayor
se considera la participación de una manera global,
nivel de participación de mujeres que de hombres en
es decir sin especificar el tipo de participación, exis-
actividades prosociales. Por lo tanto, podría ser útil
ten diferencias en relación a la cantidad de participa-
que actividades tales como los diversos tipos de
ción de hombres y mujeres, pero quienes más parti-
voluntariado, puedan ser considerados como parte de
cipan no son los hombres, sino las mujeres.
la participación, tal como se incluye en las definiciones
Al respecto, es interesante señalar que esta in-
de participación que se han revisado. Adicionalmente,
formación difiere de las encuestas nacionales (INJ
UV,
la invisibilidad de los ámbitos de participación femeni-
2001; MIDEPLAN, 2003), donde la participación de
nos, nos lleva a preguntarnos ¿
qué reconocimiento se
las mujeres, era notoriamente menor. Por otra parte,
le da al aporte efectuado por las mujeres en este tipo de
los hallazgos son concordantes con investigacio-
actividades, específicamente en lo relacionado al bien-
nes (Serrano, Raczinsk
i & Rojas, 1999) que dan cuen-
estar colectivo? Tal vez la respuesta está dada por la
ta de una mayor participación de las mujeres de otros
consideración de estas actividades como una exten-
sectores etáreos.
sión a la esfera pública de los roles sociales que tradi-
En este sentido, si nos circunscribimos a la realidad
chilena, podemos verificar que estudios del Servicio
cionalmente se ha asignado a las mujeres en el ámbito
familiar y doméstico (lo privado).
Nacional de la Mujer (SERNAM) denotan una altísima
En relación a la frecuencia de participación en ac-
participación de las mujeres adultas en diferentes esfe-
tividades de activismo política, la información obteni-
ras de la realidad comunitaria y organizaciones socia-
da a través de este estudio señala que no existen
les. Esta situación plantea cuestionamientos acerca de
diferencias significativas entre el grupo de hombres y
la evolución que puede tener las experiencias
mujeres. A pesar que las diferencias no son significa-
participativas de las jóvenes en su desarrollo hacia la
tivas, en la participación activista se observa una ten-
adultez. De este modo, la pregunta que cabe hacerse es
dencia levemente mayor en los hombres. Esta ten-
cómo se evoluciona desde una juventud con baja par-
dencia, también podría relacionarse con el desarrollo
ticipación hacia un alto protagonismo.
Los resultados de este estudio indican que no
de una ética del derecho mayor en los hombres que
en las mujeres, aun cuando no existe evidencia con-
existiría una discontinuidad en la participación de
cluyente para afirmarlo. Sin embargo, también resulta
las mujeres entre la juventud y la adultez, sino más
válido preguntarse si estos valores responden a una
bien una continuidad. Sin embargo, dada la natura-
tendencia de estilos de participación de los jóvenes,
leza transversal de esta investigación, esta afirma-
a oportunidades disponibles en el entorno (Hart et
ción debe considerarse con cautela e investigarse
al., 1998) o a efectos de la medición.
en estudios longitudinales futuros.
Es posible que la diferencia entre los niveles de
participación femenina reportados en este estudio
Participación yExpectativas de Autoeficacia
y aquellos reportados en investigaciones previas,
A partir de las fuentes revisadas (Chavis &
estén ligados al hecho de hacer visibles las formas
W andersman, 1990; Flanagan, et al., 1998; Florin &
de participación de las mujeres jóvenes y, de este
W andersman, 1988; Keyes, 1998; Serrano, Raczinsk
i
96
VELÁSQUEZ, MARTÍNEZ Y CUMSILLE
& Rojas, 1999; Thomas, 2000; Zimmerman &
de los jóvenes tienen mayores posibilidades de ob-
Rappaport, 1998) se concluye la importancia del
tener reconocimiento desde el resto de sus comuni-
involucramiento de jóvenes en actividades que sean
dades, aumentando sus expectativas de éxito y por
de beneficio para su comunidad y de la necesidad
ende de autoeficacia. Cuando los jóvenes tienen
de propiciar espacios y oportunidades para el ejerci-
mayores expectativas y sentimientos de autoeficacia,
cio de esa participación.
es más probable que mantengan conductas de
Dado que existen patrones de socialización dife-
autocuidado, desarrollen mejores estrategias de
rentes para ambos sexos es importante conocer si es
aprendizaje, entre otros beneficios para su desarro-
la influencia de esta socialización o las oportunida-
llo.
des existentes para hombres y mujeres en la edad
A su vez, en una comunidad donde la ética del
juvenil, las que pueden tener efectos distintos so-
cuidado es importante, las actividades prosociales se
bre las expectativas de autoeficacia.
transforman en parte de la cultura, de este modo, las
Bandura (1997) plantea que una de las fuentes
oportunidades de desarrollo de identidad moral de
de los pensamientos de autoeficacia son las expe-
los y las jóvenes también aumentan (Hart et al., 1998).
riencias de éxito. Entonces, si las mujeres participan
más en actividades de tipo prosocial, estarían más
expuestas al reconocimiento del entorno. En térmi-
Participación y Actitud Prosocial
nos prácticos, además de las oportunidades exis-
Los hallazgos de esta investigación indican que
tentes para ganar empoderamiento y desarrollar ha-
el sexo es un predictor de actitud prosocial a futuro.
bilidades, las oportunidades de recibir una gratifica-
Dado que existen evidencias para señalar que las
ción o tener éxito en sus actividades son mayores
mujeres participan más que los hombres y lo hacen en
que en las prácticas de tipo activista. Por esto, se
actividades prosociales, es consecuente predecir una
planteó que las expectativas de autoeficacia even-
mayor actitud prosocial en este grupo. Los resulta-
tualmente podrían asociarse a la participación
dos indican que es el tipo de participación en que se
prosocial, más que a la participación activista.
involucra un joven lo que mejor predice la actitud
Los hallazgos dan cuenta que el sexo de una
prosocial. Dado que las edades de los participantes
persona no es un buen indicador para predecir las
fluctuaban en un amplio rango, se evaluó la importan-
expectativas de autoeficacia. Es decir, para los jóve-
cia de ésta en las actitudes prosociales. Relativa a la
nes participantes en el estudio, la variable socializa-
contribución de la participación y sexo, la edad no es
ción de género no es suficiente para predecir las
un predictor significativo.
expectativas de autoeficacia.
Como
se
ha
señalado
anteriormente,
el
Dado que las expectativas de autoeficacia se rela-
involucramiento de las personas en actividades de bien
cionan con el cumplimiento de tareas en forma exitosa
común, contribuye a la formación de capital social
(Bandura, 1977), no es sorprendente entonces que
(Coleman, 1988). De acuerdo a Hart et al. (1998) la dis-
sea la participación prosocial el predictor que más
ponibilidad de oportunidades de participación existen-
aporte en relación al resto de las variables, puesto
tes en una comunidad,
generan a su vez oportunida-
que estas actividades tienden a ser reconocidas y
des de contribuir al bienestar de los otros, favorecien-
retroalimentadas en forma más inmediata que la parti-
do la identificación con el bien común y el desarrollo de
cipación activista. En relación a la participación, la
valores prosociales.
edad de los jóvenes no es un indicador que aporte al
La participación en actividades de bien a la co-
modelo explicativo de las expectativas de autoeficacia.
munidad es un buen predictor de involucramiento
Finalmente, si bien es cierto que el sexo no es
cívico en la adultez. El desarrollo de valores cívicos,
suficiente
para
predecir
las
expectativas
de
está estrechamente ligado a las oportunidades pre-
autoeficacia, esto es una ventaja que impide cierto
sentes en el entorno para desarrollar estas prácti-
determinismo respecto al sexo de una persona, sien-
cas. De este modo, generar estas oportunidades en
do un buen indicador para propiciar el desarrollo de
el entorno puede brindar a los jóvenes opciones para
estilos de socialización que enfaticen actividades
desarrollar no sólo sus habilidades, al mismo tiempo
relacionadas con la ética del cuidado, tanto en hom-
que da a la sociedad la oportunidad de acumular
bres como mujeres, de modo de lograr lo que algu-
capital social (Hart et al., 1998).
nas investigadoras denominan una “
sociedad para
En relación a esto, resulta relevante que el sexo
el cuidado”(Jelin & Valdés, 1999). Esto es importan-
de una persona puede influir en su actitud prosocial
te ya que es a través de actividades prosociales don-
a futuro ya que por una parte tenemos que los hom-
97
PARTICIPACIÓN EN JÓVENES
bres tienen una tendencia a tener menor orientación
miento tanto de hombres como de mujeres, en una
prosocial que las mujeres, dada la socialización que
premisa ética insoslayable para la generación de
aún caracteriza a nuestra sociedad, y por otra hay
nuevos y mejores modelos de sociedad.
una baja valoración de las actividades realizadas por
las mujeres. Entonces si resulta importante para las
Referencias
comunidades desarrollar capital social, debería ser
importante invertir en proporcionar espacios y oportunidades de participación para los jóvenes.
Los desafíos planteados desde esta investigación apuntan a afinar las formas de acercamiento a
las modalidades de participación de los y las jóvenes en pos no sólo de una utilización de los recursos existentes sino también para la generación de
una propuesta dirigida a los y las jóvenes que respete las diferencias de género y las necesidades propias de su etapa de desarrollo.
También es interesante poder profundizar en las
categorizaciones que los propios jóvenes hacen de
participación activista y prosocial y las modalidades que cada una de éstas adquiere para así guiar la
generación de oportunidades de participación que
son adecuadas para el segmento etáreo y posibilitar
la focalización de recursos.
pecíficamente con las oportunidades existentes en
los entornos y cuáles de esas oportunidades son
las que los jóvenes consideran que se podrían emprender y su correlación con indicadores de bienestar psicosocial.
Considerando que habitualmente la participación
prosocial, en sus objetivos, sus expectativas a la base
y los tipos de relaciones que se establecen al interior
de estos contextos se relacionan en lo concreto y en
lo simbólico con las funciones tradicionalmente asignadas al rol femenino (e.g., altruismo, sensibilidad,
cuidado, etc.), es factible preguntarse en qué medida
está contribuyendo a su vez a la reproducción y mantención de estereotipos de género y, por lo tanto, a
una desigual distribución de recursos y poder entre
ambos sexos. Alternativamente, desde un punto de
vista de intervención, surge la interrogante de si en
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Finalmente, podemos cuestionarnos acerca de
lo que realmente hemos hecho como sociedad, en
qué cosas hemos contribuido y sobre todo, qué debería hacerse para que ciertos valores y características subjetivas atribuidas a las mujeres, como la mayor sensibilidad hacia las necesidades y sentimientos de las personas, y el interés por el cuidado de los
otros, puedan transformarse en valores universales
y por tanto esperables y deseables en el comporta-
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