UNAMUNO, DEL ENSAYO A LA NOVELA FILOSOFICA: La agonía del cristianismo y San Manuel Bueno, mártir CARLOS MATA INDURAIN Pamplona (España) 1. Preliminar Toda la producción novelística de Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salan~anca,1936) se sitúa en una zona de transición entre la narrativa y el ensayo. En efecto, todas sus novelas - sus nivolas, por emplear el marbete que el escritor acuñó - destacan por su alto contenido ideológico, pues están concebidas como un vehículo para la expresión de conflictos existenciales,para el desarrollo de las inquietudes del autor, que se manifiestan en el conjunto de su producción literaria. Esta circunstancia condiciona sus características y, así, las novelas de Unamuno resultan altamente subjetivas y líricas, plenas de simbolismo; en ellas, la palabra (los diálogos o monólogos de los personajes) predomina de forma notable sobre la acción. Títulos como Amor y pedagogía (19O2), Niebla (1 9 l4), Abel Sánchez (19 17), La tía Tula (192 1 ) o San Manuel Bueno, mártir (193 l), además de algunas de sus piezas narrativas cortas, constituyen buenos ejemplos al respecto. Es más, a veces las novelas retoman ideas que su autor ya había expuesto en sus escritos de contenido y tono filosófico. Por ejemplo, Niebla (1914) es una novela que resume, a través de las vivencias sentimentales y existenciales de su protagonista Augusto Pérez, lo expuesto en Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913). De la misma forma, hay también un claro trasvase de ideas de La agonía del cristianismo (ensayo publicado en 1931, pero escrito algunos años antes) a San Manuel Bueno, mártir ( 1 931, fechada en noviembre de 1930). Sería interesante analizar las relaciones entre estas dos parejas de libros, si bien aquí voy a centrarme en los dos últimos títulos citados'. Por supuesto, no voy a intentar aquí un análisis exhaustivo de ambas obras - piezas claves las dos en la obra unamuniana y que cuentan con abundante bibliografia, sino que me limitaré a compararlas, mostrando la relación de la pieza narrativa con el ensayo previo, en dos sentidos: 1) Por un lado, scñalaré cómo la idea general de La agonia del cristianismo subyace también en la acción y en el pensamiento de San Manuel Bueno, mártir:la vida, la vida cristiana en concreto, se concibe como agonia (en el sentido etimológico de la palabra, 'luclia', que Unamuno pretendía recuperar). Esa agonía se da sobre todo en el protagonista, don Manuel, personaje que sufre en su interior la dura pugna del vivir y del creer o, mejor, del vivir queriendo creer, pero sin poder creer. 2) En segundo término, me fijaré en algunas ideas concretas de la novela que recuperan otras del ensayo, a veces, con notables coincidencias en determinados pasajes o en los intertextos citados. 2. San Manuel Ilucno, 13ártirO la agonia de la fe En el breve prólogo que Unam~inoaiitepuso a San Manuel Bueno, mártir en la edición de "La novela de hoy" comentaba: "Esta novelita ha de ser una de mis obras mas leídas y gustadas en adelante como una de las mas características de mi producción toda novelesca. [...] Y quien dice novelesca dice filosófica y teológica. Y así pienso yo, que tengo la conciencia de haber puesto en ella todo nii sentimiento trágico de la vida cotidianaw2.Se trata, en efecto, de una obra de madurez y de sintesis, en la que el escritor vasco resume algunas de sus más hondas inquietudes. En el análisis que sigue, tengo que dejar de lado aspectos interesantes de una novela tan compleja como ésta (por ejemplo, la identificación de don Manuel Bueno con don Quijote, Alonso Quijano el bueno; cl rico simbolismo del lago y la montaña; el coniplicado juego de perspectivismo y distanciamiento narrativos, etc.), para centrarme en algunos puntos esenciales. 2.l. Los protagonistas Como es bien sabido, San Manuel Bueno, mártir refiere la tragedia de un sacerdote, el párroco de Valverde de Lucerna, que no cree en la vi& eterna, pero que finge tener fe - y vive "como si" la tuviera - para no perjudicar la salud espiritual de todos los creyentes que le han sido confiados a su cura de almas. Junto a este personaje agónico, don Manuel, cuyas luchas son trasunto de las que sostuvo el propio Unamuno, Angela y Lázaro, una pareja de hermanos, creyente ella, descreído él, forman el triángulo pfincipal de personajes. Los tres abordan el problema de la fe desde tres actitudes o perspectivas distintas: la del "profesional" de la religión al que la fe "se le supone"; la dc la mujer educada en un colegioreligioso y que cree sinceramente, según ella misma confiesa; y la del espíritu escéptico que vuelve del Nuevo Mundo imbuido de ideas progresistasy modernizadoras, y que acaba convertido por el sacerdote, no a la fe (que no la tiene), sino a la religiosidad. Para Angel-~aimundoFernández González3, el autobiografismo de la novela es total y complejo, y en ella están en síntesis los tres yos de Unamuno, retratados en la tríada de personajes principales: don Manuel es el Unamuno de la intrahistoria y encarna los aspectos fundamentales y agónicos de su vivir; Ángela es el Unamuno de la adolescencia, el más auténtico; y Lázaro, el Unamuno de la historia, el Unamuno de la vida política y social. La figura del bobo Blasillo, especie de contrapunto o alter ego del sacerdote - al tiempo que símbolo de su imposible fe, encarnación de una idea de Blas Pascal -, y el lago y la montaña, cuya continua y simbólica presencia los eleva a la categoría de personajes, completan la nómina de los protagonistas principales. 2.2. Don Manuel y su agoniú del cristianismoJ El sentimiento de agonía interior que sufre don Manuel, el torcedor de la duda y la lucha por recuperar una fe que no llega a consolidarse, es el mismo que sintió el escritor y el que impregna de forma angustiosa su ensayo escrito a raíz del destierro parisino del año 1924. Recuérdese que La agonía del cristianismo es, a su vez, una especie de compendio quintaesenciado de Del sentimient~trágico de la vida, donde Unamuno expone su idea de que el agonismo es inherente al cristianismo en la modernidad, esto es, de que existe un "abrazo trágico entre la fe cristiana y la cultura" (Cerezo Galán, p. 651). Mucho se ha escrito sobre la autenticidad de las distintas crisis religiosas de Unamuno, desde la primera de 1897, y de todas sus reflexiones subsiguientes sobre el problema de la fe; sobre si "descreía" sinceramente o si estuvo instalado retóricamente en la duda, en una especie de ejercicio de pose intelectual de cara a la galería. El citado Cerezo Galán adopta una postura equidistante de ambos extremos: "Ni un Unamuno jugando al cristianismo y escribiendo su falta de fe en literatura, como cree Sánchez Barbudo, ni un Unamuno heterodoxo a priori, sin razones últimas, como sostiene J. Marías, complaciéndose en una duda en la que de veras y radicalmente no se está" (p. 653). En un caso, se trataría de un simulacro de fe; en otro, de un simulacro de duda. Cabría recordar aquí también la opinión de Fernández Gonzálcz, expuesta en distintos trabajos, para quien Unamuno fue sincero dentro de su inautenticidad: fue un personaje inauténtico en el que sus pensamientos se contradecían con sus sentimientos, de forma que lo que afirmaba con el corazón lo negaba con la inteligencia, y viceversa. Fue la suya una personalidad en la que razón y fe no eran solo aspectos contrarios, sino incluso contradictorios. Y, aunque heterodoxo, fue hombre de una profundísima religiosidad, que anduvo siempre a vueltas con su necesidad de salvarse, de vivir una vida eterna, y de ahí su voluntarismo religioso y su defensa del actuar "como si" realmente se creyera. Lo que sí está claro es que Unamuno se identifica con aquellos que sufren queriendo creer pero sin llegar a creer, los que sienten anhelo -"hambrew - de Dios, y buscan, y se preguntan, aunque no terminen de encontrar la luz que les ilumine definitivamente, bien porque Dios calla, bien porque ellos no saben o no pueden escucharle; en suma, se identifica con aquellos - como Pasca15, como su don Manuel - que vivieron una fe agónica o una agonía de la fe. Unamuno sentía la necesidad de creer, necesidad de Dios, y de ahí nace su voluntad de creer, su querer creer. Ese momento volitivo, o virilidad de la fe (cfr. AC, cap. V), como puro querer creer, no es todavía la fe verdadera, explica Cerezo Galán, aunque ese querer creer puede acabar en ganas de creeP. ''¿Creía Pascal? - se pregunta Unamuno - Queria creer. Y la voluntad de creer, la will to believe, como ha dicho Williarn James, [...] es la única fe posible en un hombre que tiene la inteligencia de las matemáticas, una razón clara y el sentido de la objetividad" (AC, p. 88). Don Manuel, el protagonista de su novela, es un héroe trágico que se debate entre su increencia y su voluntad y necesidad de creer; y la tragedia de don Manuel es la misma tragedia de don Miguel. Su idea es que hay que mantener la ilusión, porque la religión es la única solución contra el sinsentido de la existencia, y la fe la única salvación posible frente a la muerte, e1 Único medio de sobrevivir y sobrevivirse. Don Manuel conoce la falta de sentido de la existencia, cree en la nada, se siente atraído por la eterna quietud del lago (el suicidio, la noluntad o voluntad de no ser). Necesita y quiere creer, pero no puede creer; sin embargo, opina Cerezo Galán, no se trata de un impostor porque no persigue sacar una ventaja o ganancia personal de esa situación; es la suya ' h a duda que escapa a su voluntad y lo envuelve como un destino trágico": "Querer y no poder creer es el martirio quijotesco del protagonista de San Manuel Bueno, mártir, tal vez como Unarnuno, o como tantos espíritus tocados por el mal del siglo" (p. 725). Su martirio es sentir el abandono de Dios, la agonía de un alma a la que Dios se oculta, y acaba siendo un mártir de esa lucha por la fe. Reflexionemos un momento sobre esa palabra, mártir, que figura en el titulo -San Manuel Bueno, mártir -,y también en el texto de la novela (pp. 68, 73, 79.. .). ¿Por qué se aplica el calificativo de mártir a don Manuel? Stricto l sensu, acudiendo a la definición académica, mártir es la "Persona que padece muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la religión cristiana" (DRAE). Don Manuel muere defendiendo, si no su fe, que no la tiene, su anhelo de fe y la fe de los demás. Su - ¿cómo denominarlo? - engaño o autoengaño, su ficción, sirve para mantener la ilusión de todos sus feligreses, a los que ha querido siempre transmitir el "contento de vivir" (cfr. especialmente las pp. 23 y 38). Sin embargo, él mismo no tiene esa fe, y su voz calla, en el momento de rezar el Credo, justo al llegar a la frase "creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable" (pp. 17-18), dejando que sea el pueblo quien la recite. No olvidemos que Unarnuno perdió la fe precisamente razonando el Símbolo de la fe. La razón y la inteligencia son causa de la agonía religiosa, pues no constituyen medios válidos para alcanzar la deseada fe; y recordemos, por otra parte, que en La agonía del cristianismo dejó escrito: "Fe que no duda es fe muerta" (p. 30). ~ o Manuel n finge creer para dar alegría a los demás (pp. 44-45); pero para Lázaro, conocedor de su secreto, no es un hipócrita @p. 37-38); es el suyo un bienintencionado fraude para que los demás se sueñen inmortales (p. 46): "que crean lo que yo no he podido creer" (p. 64). El sacerdote responde con evasivas a la pregunta directa de Angeia sobre si cree en la otra vida (p. SO), confiesa taxativamente a Lázaro que no hay más vida eterna que la de este mundo (p. 61) y manifiesta su convencimiento de que muchos grandes santos murieron sin creer en la otra vida (p. 73). Angeía tiene su propia teoría sobre el santo párroco de Valverde de Lucerna: "Y ahora, al escribir esta memoria, esta confesión íntima de mi experiencia de la santidad ajena, creo que don Manuel Bueno, que mi San Manuel y que mi hermano Lázaro se murieron creyendo no creer lo que más nos interesa, pero sin creer creerlo, creyéndolo en una desolación activa y resignada. [...] Y es que creía y creo que Dios nuestro Señor, por no sé qué sagrados y no escudriñados designios, les hizo creerse incrédulos. Y que acaso en el acabamiento de su tránsito se les cayb la venda" (pp. 76-77). También se afirma luego del sacerdote que "sin esperar la inmortalidad los mantuvo en la esperanza de ella" (p. 79). Y ese fue su "'secreto trágico", su "tragedia", en eso precisamente consistió su "martirio". 2.3. La identijkacidn entre don Manuely Cristo agonizante Según las ideas expuestas por Unamuno en su ensayo del año 1931, el cristianismo es agonía. Para él, el cristianismo es la religión del Hijo7,de Cristo, y sobre todo la religión del Cristo que lucha con la muerte y agoniza en la Cruz. En La agonía del cristianismo, p. 30, leemos este párrafo: 'Terriblemente v trágicos son nuestros crucifijos, nuestros Cristos españoles. Es el culto a Cristo agonizante, no muerto. [...] El Cristo al que se adora en la cruz es el Cristo agonizante, el que clama consumahtm est! Y a este Cristo, al de "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo, XXVII, 46), es al que rinden culto los creyentes agónicos. Entre los que se cuentan muchos que creen no dudar, que creen que creen'. Unamuno, en efecto, se interesa sobre todo por ese Cristo agónico y agonizante: "Y todo es luchar contra la muerte, o sea agonizar" (AC, p. 101). Pues bien, en la novela un aspecto importante es la identificación de don Manuel con ese Cristo sufriente - luchador, agonista - en la Cruz: la lucha interior del cura, a la que asistimos a lo largo de la novela, es la misma que la de Jesús en el Huerto de los Olivos al pedir a su Padre pase sin necesidad de apurarlo el amargo cáliz de sufrimiento que le espera; es la lucha del Cristo que, clavado en el infamante madero, se lamenta del supuesto abandono de su Padre. De hecho, las palabras de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", mencionadas en el ensayo, se repiten en varias ocasiones, como un insistente leitmotiv, en Sail Aíanuel Bueno, mártir. La primera vez (p. 16) es durante un sermón de Viernes Santo, cuando la voz de don Manuel suena tan parecida a la del Cristo "conio si 15 brotara de aquel viejo crucifijo a cuyos pies tantas generaciones de madres habían depositado sus congojas"; tan desgarrada es que su madre le responde con un angustizdo grito, "iHijo, mío!", identificándose a su vez con la Virgen como Mater Dolorosa8.Luego la encontramos mencionada en el recuerdo de Ángela (p. 30), en los ecos del bobo Blasillo (éste repite la frase que ha escuchado al sacerdote en dos ocasiones, pp. 3 1 y 45) y en el últinio sermSn de Semana Santa que pudo pro~unciarel swerdote (p. 619. Pero hay además otros pasajes en los que se opera esa identificación: don Manuel cura a varios endemoniados y poseídos que acuden la noche de San Juan al lago, convirtiéndose él mismo en lago y piscina probática, con tal éxito que las gentes le piden milagros (pp. 14- 15); igual que el Buen Pastor, presta más atención "a los desgraciados y a los que aparecían como más díscolos" (p. 15); en cierta boda, manifiesta su deseo de poder convertir el agua del lago en un vino que "alegrara siempre, sin emborrachar nunca", en clara reminiscencia del primer milagro de Jesús, el de las bodas de Caná (p. 23); ya enfermo, don Manuel pide a sus cuidadores que permitan se le acerque "Dejad Blasillo (p. 67), de la misma forma que Cristo indicó a sus disci~~ulos: que los niños se acerqrieii a mi". Y, en fin,por si quedara algún tipo de duda, la identificación se hace explícita en las propias palabras de Angeia, cuando habla de 'nuestros dos Cristos, el de esta Tierra y el de esta aldea' (p. 61). . 2.4. Oíras i d a s comunes a ambas obras Además del problema de fondo de la fe, de la agonía del protagonista (valga la redundancia)consistente en querer creer y no poder creer, que acabo de resumir, existen otras ideas más concretas comunes a ambos textos. Veamos: 2.4.1. La paternidad carnal y la paternidad espiritual Una línea de pensamiento fundamental en La agonía del cristianismo es la tensión entre la esperanza escatológica de la resurrección de la carne y el dogma filosófico de la inmortalidad del alma. Una vez desarrollada esa dicotomía, Unarnuno afirma que una manera de eternizarse estriba en la paternidad, no tanto carnal como espirituallo. En ese ensayo se expresa, en especial en el cap. IX dedicado a "El padre Jacinto", la posibilidad de buscar la fe en la resurrección de la carne. Don Manuel también tratará de engendrar en medio de su agonía, compatibilizando las nociones de virginidad y 'maternidad'. Angelina confiesa desde el comienzo de la novela que don Manuel es su padre espiritual (p. 7); se dice de él que entró en el Seminario para poder sustentar a unos sobrinos (p. 12); el sacerdote consigue que Perote se case con la hija de la Rabona y que prohije a la criatura nacida, fruto de otra relación amorosa (p. 13); Angelina siente crecer su "afecto maternal" hacia su padre espiritual (p. 34), y ese sentimiento también aflora en ella al absolver al cura en nombre del pueblo (p. 51); por el contrario, es una mujer con un complejo de maternidad fnistrada (se insiste varias veces en que ha renunciado a casarse) y, en fin, en la p. 75, vuelve a explicar que don Manuel es "padre de mi alma". A su vez, su hermano Lázaro es otro hijo espiritual del sacerdote, lo mismo que todos sus feligreses". 2.4.2. La vida solitaria, ideal para la santidad Es una idea relacionada con el punto anterior, La afirmación de que el solitario (monachos) está más cerca de la santidad queda apuntada en las páginas 30 y 62 de San Manuel Bueno, mártir. Y en La agonía del cristianismo había escrito Unamuno: "S610 el eremita se acerca al ideal de vida individualista" (p. 80), y distinguido dos tipos de cristianos, los civiles (cristianos del mundo o del siglo) y los puros cristianos (los regulares, los del claustro). Pero a continuación reconocía que "cabi llevar el mundo al claustro, el siglo a la regla, y cabe guardar en medio del mundo el espiritu del claustro" (AC, p. 80). En la novela, don Manuel - y también, en cierto modo, Angeía - hace del pueblo su monasterio; pero no es un solitario, sino que allí, entregándose a la acción, no a la contemplación, llega a alcanzar en el sentir de todos la condición de santo. 2.4.3. El nacimiento, pecado original del hombre En La agonía del cristianismo (p. 105) exponía Unamuno la idea de que el verdadero pecado original del hombre consistía en haber nacido, recordando los famosos versos de La vida es sueño, de Calderón de la Barca: "pues el delito mayorldel hombre es haber nacido", que cita de memoria como: "Porque el pecado mayor del hombre es haber nacido" (con una sustitución, seguramente voluntaria, de delito por pecado: en efecto, delito presenta connotaciones penales civiles, mientras que las de pecado son religiosas). Pues bien, en San Manuel Bueno, mártir no solo se habla de la "cruz del nacimiento" (p. 34, Angela quiere aliviarle de su peso a su padre espiritual) y luego del sueño de la vida (p. 64), sino que también se citan, correctamente, esas palabras calderonianas: "el delito mayor del hombre es haber nacido" (p. 63). 2.4.4. La negación del cristianismo social El ataque al cristianismo social es idea plasmada igualmente en ambas obras, la ensayistica y la novelesca, en reflexiones que parten de la frase de Jesús: "Mi reino no es de este mundo". En La agonía del cristianismo, cap. VI, se lanzan duras criticas contra el cristianismo social y el político: Unamuno se opone al cristianismo como poder político temporal, "el catolicismo del decreto, la inquisición y la cruzada", la religión defendida a golpe de cruz y espada. También critica el cristianismo como religión institucionalizada, en especial el jesuitismo, al que aplica acerbos epítetos. Ni cristianismo conservador ni cristianismo progresista, sino cristianismo agónico, tal es el ideal propugnado por Unamuno. En la novela, Lázaro propone crear un sindicato agrario católico, posibilidad que don Manuel rechaza enérgicamente: "No, Lázaro, no; la religión no es para resolver los conflictos económicos o políticos de este mundo que Dios entregó a las disputas de los hombres" (p. 58). Ya antes había afirmado el sacerdote: "La justicia humana no me concierne" (p. 17). Y es que tanto el integrismo católico como el catolicismo progresista son para Unamuno dos formas de "enfeudarniento político de la fe" (cfr. Cerezo Galán, pp. 727-28). 2.5. Intertexfualidad La relación entre ambas obras puede buscarse también en la abundancia de reminiscencias evangélicas - o biblicas, en general - que comparten. Así, la novela se abre con una cita de San Pablo, 1 Cor, XV, 19, que le sirve de lema: "Si sólo en esta vida esperamos en Cristo, somos los más miserables de los hombres todos"; pues bien, esa cita ya estaba recogida en La agonía del cristianismo - al hablar de que el cristianismo fue una preparación para la muerte y para la resurrección, para la vida eterna - de esta forma: "Si Cristo no resucitó de entre los muertos, somos los más miserables de los hombres" (AC, p. 38). El recuerdo de la indicación de Jesús de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mateo, XXII, 23-33 y Lucas, XX, 25) aparece en SMBM, p. 17 y en AC, pp. 39,7 1 y 72; la fiase "Mi reino no es de este mundo" (SMBM, p. 57) la encontramos al principio del capítulo VI, "El supuesto cristianismo social", de La agonia del cristianismo. Igualmente, el "Bienaventurados los pobres de espiritu" del Sermón de la Montaña (Mateo, V, 3) figura tanto en SMBM, p. 47 como en AC, p. 69; "Mi alma esta triste hasta la muerte" (Marcos, XV, 34) la leemos en SMBM, p. 59 y AC, p. 44; la fi-ase de Jesús al buen ladrón "Mañana estarás conmigo en el paraíso" (Lucas, XXIII, 39-44) figura repetida en SMBM, p. 61 y en AC, p. 92. En fin, otra reminiscencia bíblica muy del gusto de Unamuno es la afirmación de que quien ve la cara a Dios muere, presente en SMBM, pp. 66 y 72 y en AC, p. 10312. También hay intertextualidad común no bíblica. Así, la conocida fi-ase del catecismo del Padre Astete "...doctores tiene la Iglesia.. ." está en SMBM, pp. 30 y 62 y en AC, pp. 93-94; y la afirmación de Karl Marx de que "La religión es el opio del pueblo", con la que juega Unamuno en SMBM, p. 58, quedaba aludida en AC (por ejemplo, en la p. 96). A veces la coincidencia textual entre ambas obras, novela y ensayo, no estriba en la cita común de un pasaje ajeno, sino que viene a desarrollar una misma idea unamuniana. Un ejemplo bastará. Un pasaje de La agonía del cristianismo (cap. VI, "La fe pascaliana", p. 92) dice así: "Y un cristiano debe creer que todo cristiano, más aún, que todo hombre, se arrepiente a la hora de la muerte; que la muerte es ya, de por si, un arrepentimiento y una expiación, que la muerte purifica al pecador". Pues bien, es indudable la relación con el fragmento del capítulo quinto de San Manuel Bueno, mártir en el que el padre de un suicida pregunta al sacerdote si dará tierra sagrada a su hijo, a lo que responde: "Seguramente, pues en el último momento, en el segundo de la agonía, se arrepintió sin duda alguna" (SMBM, pp. 2 1-22). Por último, también coinciden ambas obras en el empleo de las etimologías, tan frecuentes junto con los juegos de palabras en La agonía del cristianismo (algunas de las que aparecen en SMBM: de Miguel, de arcángel, de diablo.. . estaban recogidas igualmente en el ensayo previo). 3. Final Aunque no he podido detenerme a desarrollar algunos aspectos complejos, ni he pretendido apurar todas las afinidades existentes entre ambas piezas, creo que lo apuntado basta para comprobar la estrecha relación que las une. La proximidad de redacción facilita ese trasvase de ideas del ensayo a la novela, no menos que la idea unamuniana de que la novela es filosofía y teología, a la vez que agónica autobiografía espiritual de su autor. Notas Agradezco al Dr. Angel-~aimundoFemández G o d e z , experto conocedor de la figura de Unamuno (dase, entre otros trabajos, su libro Unamuno en su espejo, Valencia, Bello, 1976), el haberme sugerido este tema de investigación, ad como sus valiosos comentarios, que han contribuido a mejorarlo. Utilizo para mis citas estas dos ediciones: La agonía del cristianismo, Madrid. Alianza Editorial, 1986, presentación de Agustin Garcia Calvo; y San Manuel Bueno, mdrtir. Cdmo se hace una novela, Madrid. Alianza Editorial. 1989, presentación de Paulino Garagoni. Como ambos titulos se repiten a cada paso, utilizo a veces para referirme a ellos las siglas AC y SMBM, respectivamente. Podrían citarse muchos pasajes similares; baste este de su articulo "Nwelas de actualidad", Nosohm, 1922, p. 453: 'Toda novela verdaderamenteoriginal es autobiogrsifica.El autor- poeta d s bien, o sea creador - se pone, o mejor se da, en todas y cada una de sus criaturas". En 'Morir y sobrevivir. Estructura autobiogdfica en San Manuel Bueno, mártir', lección inaugural del curso académico 1968-1969 de la Universidad de Barcelona (sección de Palma de Malloma), Palma de Mallorca, 1969. Aprovecho aquí ideas del libro de Pedro Cerezo Galán, Las máscaras de lo trágico. Filosojia y tragedia en Miguel de Utramuno, Madrid, Editorial Trotta, 1996, pp. 647-62 (sobre AC) y 714-32 (sobre SMUM). S Para Cerew Galtín, Unamuno esiá más cerca del sentimiento trágico de Pascal que del escepticismo mistico de Renan (cfr. AC, cap. VlII, "La fe pascaliana'). "Lo que a lo largo de las ptíginas de San Manuel encontramos es una defensa apasionada del querer creer sin llegar a la fe. [...] Es sostener que, aunque no se crea, el mejor camino para llegar a creer es vivir como si se creyera y rezar siempre, tomar agua bendita" (Fernández González, "Morir y sobrevivir...",p. 14). "El cristianismo es la religión del Hijo, no la del Padre, del Hijo virgen" (AC, p. 101). V i don Manuel se identifica con el Cristo agónico, tarnbibn a Angelina, en tanto en cuanto "madre* de su padre espiritual, le conviene la comparación con la Mater Dolorosa, madre y virgen a la vez. "Comp. con el final de la conclusi6n de La agonía del crisfianisnio: "iCristo nuestro, Cristo nuestro!. ,por qué nos has abandonado?" Y Otra posibilidad, expuesta por Unamuno en varios lugares, consiste en eternizarse a través de sus obras literarias, a través de la fama lo Cfr. AC, p. 32: "El sufiniiento de los monjes y de las monjas, de los solitarios de ambos sexos, no es un sufrimiento de sexualidad, sino de maternidad y paternidad, es decir, de finalidad. Sufren de que su carne. la que llcva al esplriiu, no se perpetúe. no se propague. Cerca de la muerte, al fin del mundo, de su mundo, tiemblan ante la esperanza desesperada de la resurrección de la carne"; y el cap. IX, "El padre Jacinto". Otros motivos simbólicos que convendría examinar son le caravana en la que muere el guía (SMBM, p. 18) y el guía que no logra entrar en la tierra de promisión (SMBM, pp. 65-66).