Jesús se revela a Pedro “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho encerraron gran cantidad peces, y su red se rompía.” (Lucas 5:5) Cuántas veces el Señor Jesucristo ha esperado para que podamos estar en la posición correcta para escuchar sus palabras y obedecerlas. Pedro era un pescador con experiencia. Él era un hombre muy capaz y voluntarioso. La noche anterior no había sido una buena noche. No habían pescado nada. El Maestro estaba en la región de Galilea, en el mar de Galilea, también llamado en el evangelio de Lucas el Lago de Genasaret. La multitud se agolpaba para oír sus palabras. Jesús era una figura pública y ya se conocían los milagros que había comenzado a obrar. (Lucas 4:14; 4:40-41). Así que cuando se encontraba a orillas del lago tuvo que buscar una barca que lo alejara un poco de la multitud para que “sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.” ¡Que cuadro más bello! Jesús aprovechaba cualquier ocasión para dar de beber a las ovejas que se encontraban sin pastor. De manera natural vio la multitud, vio la barca, y tuvo un deseo intenso de hacer la obra que el Padre le había encomendado (Juan 4:34). Que auditorio más hermoso. Jesús sobre una barca a orillas del mar de Galilea, un mar de agua dulce, con un cielo matutino. Que espectáculo poder salir a buscar al Maestro de mañana, y sentarse a escuchar sus enseñanzas. Palabras divinas llenas de vida y poder. Poder para sanar, poder para crear, poder para dar vida eterna. Esa misma mañana los pescadores “lavaban sus redes”. Había terminado la faena de la noche anterior y se disponían para descansar. No había sido una buena noche. No habían pescado nada. Así que Pedro se dispuso a escuchar al Maestro mientras que lavaba su red. Luego de que Jesús “terminó de hablar” vio también a una oveja con hambre, y teniendo compasión de que no había pescado nada, le dijo: “Boga mar adentro, y echa tus redes para pescar.” Estas palabras captaron la atención de Pedro de inmediato. Le dieron esperanza. Había visto al Maestro hacer milagros en su propia casa (Lucas 4:38-39). Así que lleno de esperanza y renovado su espíritu encaminó su barca mar adentro. Y como le había dicho a Jesús en “su palabra hecho la red” (Lucas 5:5). La sorpresa no se hizo esperar. La red empezó a jalar. De tal manera que la red se rompía. Pedro era un pescador con experiencia. Así que hizo señas para que otra barca viniera en su ayuda. Pero esto no fue suficiente porque las dos barcas se hundían. Así que fuera probable que tuviesen que haber devuelto una cantidad de peces considerables de vuelta al mar. Pero esto no fue lo más impresionante del relato. Seguidamente Pedro se arrodilló, y se sintió tan impactado dentro de su ser que le dijo: “Apártate de mi, Señor, porque soy hombre pecador.” (Lucas 5:8) Esta escena muestra que la pesca había sido la gota que había desbordado la represa. Pedro ya había escuchado al Maestro. Hace quizás solamente algunas horas antes había escuchado las enseñanzas de Jesús. Jesús había estado en la casa de Pedro. En su interior había empezado a crecer como un rio una sensación de que el Maestro era más que un rabino. Sabía que sus palabras eran como una espada de doble filo. Sus milagros eran una manifestación del poder de Dios. Pedro era como una represa a punto de estallar. Se sentía un pecador. Pero la señal de los peces rompió la represa, y Pedro no se pudo contener, se sintió el pecador más vil. Se sentía completamente inmerecido de la presencia del Bendito y Santo en su barca. Esa presencia era demasiado santa para un pecador como él. Ese momento Pedro cayó ante el Señor. Ya no había excusas, no había forma en que él pudiera ocultar su iniquidad. Se confesó pecador. El Espíritu de Dios estaba trayendo convicción de pecado, de justicia, y de juicio a la vida de Pedro. Cuan necesario es que nuestro amado Señor nos lleve a ese lugar en donde no hay excusas. Donde las razones ya no son suficientes. Donde no nos podemos convencer que todo está bien, de que podemos arreglar las cosas por nosotros mismos. En ese lugar lo que sabemos acerca de pescar ya no es suficiente. Entonces nos damos cuenta que nuestra vida no parece ir por el buen camino que pensábamos. En ese lugar no podemos decir que Dios seguramente debe estar agradado porque no somos “como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano”. (Lucas 18:11). Pero Cristo tenía para Pedro planes que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni nunca han subido a corazón de hombre” (1 Corintios 2:9). Jesús le dijo:”No temas.” Son las palabras del Bendito. “No temas”. Son las palabras que se escuchan del Maestro cuando se sabe que se ha caído con las manos en la masa. Pedro sabía ahora que Jesús tenía poder para juzgar su iniquidad. La presencia del Santo le había mostrado que estaba en problemas delante del Señor del universo. Pero Jesús le dijo: “No temas”. Esas palabras se quedarían con Pedro de allí en adelante. De tal manera se quedaron con Pedro que cuando regresaron a tierra “dejándolo todo le siguió.” Hay momentos como esos en la vida de cada creyente, cuando dejando todas las cosas que este mundo puede ofrecer, se decide seguir al Maestro, “dejándolo todo.” Pero esta decisión no llega sin un proceso. El proceso es conducente a no ser sabio en la propia opinión. “Oh, yo sé como pescar”. “Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:12). El Maestro necesita personas que no sean sabias en su propia opinión (Proverbios 3:7). Él necesita gente que confía en Jehová y su Palabra (Proverbios 3:5). Gente que está apasionada por Dios, por Sus Palabra y por Su voluntad. Como todo esto es un proceso. Jesús sabías que tanto Pedro como sus demás discípulos necesitaban entrenamiento. Ese entrenamiento iba a ser personal e iba a durar 3 años de ministerio público de Cristo, y luego vendría el ministerio del Espíritu Santo, quien les iba a seguir guiando según el Camino de Cristo cuando el Señor hubiera desaparecido en las nubes. (Lucas 24: 50-51) Pedro apenas estaba comenzando, pero se encontraba en la condición apropiada. Estaba listo para hacer de las Palabras de Jesús su guía, y a hacer de Jesús su Maestro y Señor. Estaba en la disposición de corazón correcta. Estaba rindiendo adoración a Jesús como el Mesías prometido a Israel (Juan 6:68-69) Como se explica muy bien en la Palabra de Dios, este proceso de ser atraído hacia Jesús, es un proceso donde interviene el Padre Celestial (Juan 6:44-45). Así que el Padre ya había estado preparando a Pedro y a los demás discípulos para ir en pos de Jesús. Jesús le dijo a Pedro que lo iba a hacer pescador de hombres. Jesús entonces encomienda a Pedro un nuevo trabajo. Antes se había dedicado como trabajo a ser pescador de red y barca. Ahora iría comisionado por el Señor del universo a pescar hombres para el reino de Dios. Iba a ser uno de esos mensajeros que cuenta la parábola del rey que invita a las bodas de su hijo (Mateo 22:2-14) que irían por las calles y veredas a convidar a todos “malos y buenos” a entrar en el reino de Dios. Iba a ser un mensajero del amor y la gracia de Dios para con todos los hombres.