INFORMES GENERALES - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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INFORMES GENERALES
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«EL MONASTERIO
DE NUESTRA SEÑORA DE LA RÁBIDA»
Este es el título de un libro por todos conceptos interesante,
escrito por el ilustre arquitecto-arqueólogo D. Ricardo Velazquez,
Bosco, y publicado, con dibujos del autor y otras ilustraciones,
por la Junta para ampliación de estudios; libro digno de especial atención por parte de la Academia, tanto por el asunto como
por la depuración de datos históricos de suma importancia, que
en sus páginas se hace con severa crítica.
Porque es necesario reconocer que este libro es algo más que
una simple monografía artística, como ele la competencia especial del Sr. Velazquez podía esperarse, sino que al propio tiempo aporta esclarecimientos en la historia de los hechos preliminares del descubrimiento de América. Y no es que de este aspecto del tema se trate separadamente del análisis artístico del
monumento, sino juntamente de ambos, demostrando que los
monumentos van íntimamente ligados con los personajes y sucesos registrados por la Historia.
El Sr. Velázquez señala, desde luego, la importancia histórica
del Monasterio d é l a Rábida, esa «gloria nacional, dice, que todo
español debe mirar con veneración, y que es y será siempre la
piedra fundamental de que á España haya correspondido la gloria de realizar el descubrimiento del Nuevo Mundo».
Y seguidamente discurre así sobre el particular; «La acogida
que Colón tuvo en el Monasterio de la Rábida fué de decisiva
E t MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA RÁBIDA
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trascendencia en aquel acontecimiento. En el guardián del Convento, Fr. Juan Pérez, y en Fr. Antonio Marchena encontró quienes le comprendieran y participaran de su entusiasmo, y sin
cuya protección, que nunca le faltó, puede que nadie en España
hubiera pensado en ello, y Colón, desilusionado y desamparado,
hubiera ido á ofrecer á otra parte lo que se consideraba como
pura fantasía, y aunque en su inquebrantable firmeza es seguro
que no hubiera renunciado á su proyecto, la gloria del descubrimiento hubiera sido perdida para España.
«En prueba de esto, nada puede haber más concluyente que
la carta que el mismo Colón dirigió á los Reyes desde la isla
Fspañoía, en la que decía: Ya saben Vuestras Altezas, que au du
ve siete años en su Corte importunándoles por esto: nunca, en todo
este tiempo, se halló piloto, ni marinero, ni filósofo, ni de otra
ciencia, que todos no dijesen que nú empresa era falsa; que nunca
yo hallé ayuda de nadie, salvo de fray Antonio de Marchena, después de aquella de Dios eternos; y en otra ocasión dice: « Que á dos
pobres frailes debían los Reyes Católicos el descubrimiento de las
ludias.i>
»De no menos interés es la que el guardián de la Rábida escribió á Colón desde Santa Fe, en la que le dice: «... La sabia
y virtuosa Isabel, tocada de la gracia del Cielo, acogió benignamente las palabras de este pobrecillo. Todo ha salido bien; lejos de
rechazar vuestro proyecto, lo ha aceptado desde luego, y os llama
á la Corte... Partid cuanto antes, que la Reina os
aguarda,y-yo
mucho más que ella... La gracia de Dios sea con vos y Nuestra
Señora ele la Rábida os acompañen
»Estas dos cartas, dice el Sr. Velazquez, son el testimonio más concluyente de que en la Rábida estará siempre sintetizado el descubrimiento del Nuevo Mundo, y que á los franciscanos en ella establecidos debieron principalmente España y Colón
el llevar á cabo la empresa.»
A pesar de estar esto tácitamente reconocido y por ello haber
sido declarado monumento nacional, en 185o, el Monasterio de
la Rábida, permaneció éste muchos años en el abandonó más
inexplicable, como no lo disculpase el estado de empobrecimien-
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BOLETÍN r>E LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
to y desolación á que lo había reducido, sobre las modificaciones introducidas en la fábrica durante los últimos siglos, la
ruina que de ella se enseñoreo desde la extinción de las Ordenes
regulares en 1835. Cubierto además de cal lo que quedaba, no
es de extrañar que á los visitantes que hasta aquella punta de
tierra que avanza en el punto de confluencia del río Tinto con el
O diel se aventuraban, les produjese honda desilusión la vista de
un edificio, ciertamente histórico, pero que había perdido su carácter, pues no mostraba rasgo alguno de su pasado, y que si los
conservaba permanecían ocultos. Aquello era un nombre en la
Historia; pero no era ya un testimonio monumental. Esta es la
impresión que consignaron en sus noticias los escritores que en
nuestros tiempos dedicaron alguna atención al Monasterio,
Y, sin embargo, ocultos bajo la capa de cal y las torpes reparaciones estaban los caracteres, los rasgos y los indicios que,
merced á una sabia restauración llevada á cabo por el mismo señor Velázquez Bosco, nos le han devuelto al lugar preeminente
que le corresponde por su mérito artístico y por su relación, pudiéramos decir la huella, que guarda y descubre con los personajes y el hecho histórico que inmortalizan.
Poner todo esto de manifiesto, con oportunas descripciones
críticas y gráficas demostraciones, es el objeto de este libro, verdadera revelación de una cosa rediviva y preciosa.
Tan interesante estudio nos hace saber que el Monasterio se
componía á fines del siglo xv de iglesia, clausura y hospedería,
partes que subsisten aún casi completas, al menos en su planta,
aunque muy destruidas. La puerta de entrada al Monasterio, formada por un arco de medio punto, muy peraltado, sostenido
por dos columnas ochavadas, que le sirven de jambas, ejecutado
todo con ladrillo agramilado, es la misma adonde en 1484 llegó Colón con su hijo al Monasterio. Encuéntrase luego la puerta interior, construida de sillería, con dintel conopial, sobre el
que se ve pintado el escudo de la Orden Franciscana, y el paso
á la hospedería.
En la entrada por el patio de la hospedería á la iglesia se hacen
notar dos arcos, uno de ladrillo, otro de piedra, ambos en forma
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apuntada túmida, que recuerdan por su elegante trazado las mejores obras de la arquitectura almohad.e, que tan singular manifestación tiene en Niebla, con cuyos ejemplares establece oportuna comparación con los de la Rábida el Sr. Velázquez. Otros
dos arcos, apuntados y de ladrillo, comunican el mencionado
patio con la clausura, cuyas dependencias se agrupan, como de
costumbre, en torno de otro patio claustreado de galerías con
arcos de. medio punto peraltados, todo ello de ladrillo, denotando, como lo antedicho, la fusión ó doble influjo del arte cristiano y el mahometano, que caracteriza á todo el Monasterio.
Dos pisos tiene el claustro, el alto posterior al primero, y dos
escaleras los ponen en comunicación. Una de estas escaleras,
más decorada que la otra, comunica con la llamada celda de
Fr. Juan Pérez, que estima el Sr. Velazquez no debió serlo, sino
sala capitular, y que, en cambio, debe considerarse como celda
del Padre guardián una pequeña habitación contigua; conjeturando, sin embargo, que la sala llamada del P. Marchena, cubierta
con «tosco artechonado mudejar, obra tal vez del siglo xvn,
«esto es, reformada», y en la de conversación ó de descanso
ele la planta baja debieron celebrarse las conferencias con Cristóbal Colón».
Dice que «en el Monasterio, lo mismo la clausura que la hospedería y todas las dependencias anejas á una y otra, son de fábrica mixta de ladrillo y del tapial característico de la arquitectura mahometana en España, con las jambas, dinteles, etc., de
ladrillo»; mientras que en la iglesia, en cuyos muros se observa
lo mismo, se manifiesta más claramente el arte cristiano en partes como el presbiterio, el arco toral y la fachada exterior, con
la portada principal, que son de sillería, cuyo aparejo es el propio de la arquitectura cristiana. Dichos muros son anteriores al
siglo xvi v su decoración de fines del xv. Esta iglesia consta de
una sola nave rectangular y cabecera cuadrada. El cuerpo bajo y
una capilla adosada son las partes más antiguas del monumento»;
<<alguna podrá, tal vez, ser anterior á la Reconquista», dice el
Sr. Velazquez, lo cual pudiera relacionarse con los no esclarecidos orígenes del Monasterio, de los que, á falta de documentos
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auténticos, sólo se conocen y utilizaron por los historiadores Rodrigo Caro, en nuestros días D. José Amador de los Ríos y el
P. Fr. José Coll, en su obra Colón y la Rábida^ las noticias sacadas d e un pergamino escrito en latín en 1515, del que se sirvió
en 1714 el P. Fr Felipe de Santiago, titulado De la antigüedad
del Convento de Nuestra Señora de la Rábida y de las Maravillas
y prodigios d£ la Virgen de los Milagros\ manuscrito inédito procedente del Convento, y la Memoria, también manuscrita, debida
al P. Fr. Juan Crisóstomo, en I / / / , el Convento de Nuestra Señora de la Rábida*, existente en Sevilla en la Biblioteca Colombina; trabajos ambos que no depuran lo que importa.
Que en el paraje donde el Monasterio se alza, hubieran construido los romanos un templo á Proserpina, luego convertido en
iglesia cristiana, después en mezquita, se pretende que convertida de nuevo en iglesia por mozárabes (lo que no es admisible),
es la historia de muchos monumentos vetustos.
En dicha Memoria se consigna el que, reconquistada aquella
región por Alfonso el Sabio, los templarios, al apoderarse de algunos castillos y ciudades, se apoderaron también de la Rábida,
donde se establecieron y permanecieron hasta la extinción de la
Orden, ó cedieron el monasterio á los Padres franciscanos. Trata
de este punto con mucho tino el Sr. Velázquez, depurando
hechos y fechas. Rodrigo Caro dice que «en la ermita que allí
había cuando esta tierra se ganó á los moros se estableció él Convento de solitarios de San Francisco, siendo fama que se edificó
viviendo el santo, por lo cual es tenido por el más antiguo de
España».
Pero es el caso que esto no pudo ser «después de la Reconquista, escribe el Sr. Velazquez, pues San Francisco nació el
año I I 8 2 , fundó la Orden en 1210 y murió en 1226, ó sea
treinta y un años antes del I257> e n q u e fué reconquistada aquella parte de Andalucía por Don Alfonso X . Para que fuera cierto
lo que dice el Padre Coll de que Fr. Bernardo y demás franciscanos que con él vinieron de Portugal fundaran el convento, y
que para ello negociaran con los templarios allí establecidos, sería preciso que unos y otros se establecieran mucho antes de la
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Reconquista. San Bernardo, fraile menor de San Francisco, ingresó en la Orden en 1213; en 1219 San Francisco lo envió con
otros compañeros á Marruecos, partiendo de Italia para Portugal, desde donde fueron á Sevilla, pasando luego á Marruecos,
donde murieron el I ó de Enero de I220. La fundación, para ser
hecha por San Bernardo, tuvo que ser el año 1219, fecha muy
aproximada á la de 122í. en que la fija Fr. Felipe de Santiago,
lo que da grandes probabilidades de certeza á lo que éste
dice...
«El Padre Coli da para todo ello varias fechas. El manuscrito, según él, dice que los templarios se establecieron en la
Rábida hacia el año 1200; que en 1221 lo cedieron á los franciscanos, pero que continuaron en él hasta el año 1224; pero
el Rvdmo, Gonzaga fija la fundación del convento en 1261,
fechas aquellas anteriores á la Reconquista, y ésta posterior,
siendo admisible, por consiguiente, que en la Rábida, no hubiera
nunca mezquita, sino que desde su . fundación estuviese siempre
establecido en ella el culto cristiano, y esto explicaría el que lo
mismo los templarios que los franciscanos pudieran establecerse
antes de la Reconquista^. A este propósito discurre acertadamente el Sr. Velázquez acerca de lo variable que fué y tuvo que
ser durante los siglos medios la tolerancia religiosa, lo mismo en
los reinos cristianos que en los mahometanos. El nombre mismo
del monumento conviene con ello, pues según escribió D. Rodrigo Amador de los Ríos en su Huelva (de la Colección España: sus monitnientos)... «Dentro de la época muslímica existió a
todas luces, y dada la apacible soledad del paraje, una. rahitha,
ermita ó convento fuera de poblado, donde retirados del mundo
v entregados á las obras de devoción vivieron algunos hombres
religiosos».
Con los franciscanos empieza, puede decirse, la historia del
Monasterio, que sólo con grandes lagunas se conoce.
Nada queda en él, sin embargo, anterior á la Reconquista de
aquella región; solamente dos fustes de mármol y un pequeño y
tosco capitel, que en opinión del Sr. Velázquez pudieran haber
pertenecido «á alguna obra hecha en el templo en la época visi-
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
goda»; pero que «aislados como están no pueden servir de base
para ningún fundamento serio».
Del estudio arquitectónico del monumento deduce su inteligente restaurador que fué reconstruido el mismo por los franciscanos desde principios del siglo xv, conservando sólo la iglesia; que la reconstrucción debió hacerse por partes, lentamente,
y que no debía estar aún terminada cuando llegó Colón. Sencillas fueron esas obras á causa de la pobreza de la Comunidad; y
de aquí que, como escribe el Sr. Velázquez, si el Monasterio «no
puede considerarse en el concepto artístico entre los monumentos de primer orden, tiene, sin embargo, importancia suficiente para ocupar señalado puesto en la historia de nuestra Arquitectura», pues «en él se ve claramente la tradición del arte árabe
de Niebla, anterior ó contemporáneo de la Reconquista de aquella región de Andalucía y del que luego extendió la escuela morisca sevillana á todos los pueblos más ó menos sujetos á su
influjo, al par que al del arte de la España cristiana del Norte de
nuestra Península».
La iglesia, que como queda expuesto es lo más antiguo, manifiesta esa doble influencia cristiana y mahometana. A ésta pertenece la forma cuadrada del ábside, y al estilo ojival el arco
triunfal y los demás formeros, la bóveda de arista y la puerta
exterior. Dicha cabecera está construida con sillería, cuyo aparejo es de la arquitectura cristiana, mientras el resto lo está con
fábrica mixta de ladrillo, tapial y mampostería. Las molduras del
arco toral, de los formeros y de los diagonales de la bóveda del
presbiterio, como los de la portada principal, conserva los caracteres de la Arquitectura gótica del siglo xiii, con marcado recuerdo del estilo románico y con la particularidad, por la pobreza de la ejecución, de que carece de bases y capiteles y de elementos ornamentales que hicieran preciso obreros especiales, de
todo lo cual deduce que esa cabecera fué construida por obreros
cristianos, y no mudejares, á principios ó mediados del siglo xiv»,
aunque sus caracteres corresponden al siglo xni, pero son los de
toda la Arquitectura cristiana de ese período en Andalucía.
No es posible en este informe condensar las sabias disquisi-
EL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA RÁBIDA
Mg
ciones que en ese punto y en otros del aspecto artístico del monumento hace el Sr. Velazquez extensamente, estableciendo útilísimas comparaciones descriptivas y gráficas, con otros monumentos de España y de fuera de ella, incluso de Oriente, que en
sus viajes y sagaces observaciones personales ha visto y estudiado. De grandísimo : valor para la historia del arte son las observaciones que le sugiere el examen docto de sistemas y elementos arquitectónicos, estilos y procedimientos; de todo lo cual se
deduce, á nuestro juicio, que un monumento tan sencillo como
el de la Rábida, cuando bien se le sabe apreciar, es un eslabón
importante en el encadenamiento de la evolución del Arte.
Desde luego establece inmediata relación entre el claustro de
la Rábida y el del Convento de San Isidoro del Campo, en Santiponce, obra también de ladrillo y mudejar, ejemplares ambos
los más completos en su género; y asimismo establece comparación en el decorado de sus frisos, pintado, imitación de los alicatados de mosaico de barro esmaltado de la Arquitectura hispano-mahometana, y más que imitación, dice: «continuación de
un antiguo sistema, del que restan escasos ejemplares, de los que
pudieran reunirse aún en España algunos anteriores á la introducción de los frisos de barro vidriado».
Pero lo más interesante de todo, tanto desde el punto de vista
artístico como del histórico, en algún respecto, es la decoración
de las paredes interiores de la iglesia. Esta decoración, también
pintada, nada tiene que ver con estilos españoles cristianos y
mahometanos, como la del claustro, sino que á su vez imita los
mosaicos florentinos, cosa extraña en verdad.
Es de advertir que estas pinturas fueron picadas y-enjalbegadas las paredes.
Y, habiendo hecho levantar la cal el Sr. Velázquez, quedó al
descubierto, aunque mutilada, esa decoración, en la que se ven
imitados tableros de mármol ó de madera, recuadrados con motivos ornamentales, florones á modo de platos en el extrados ó
archivolta de los arcos y en los frentes de los pilares figuras, de
las que sólo de una restan una mano y unos paños.
Cuándo pudo ser introducido en España y hubo de desarro-
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
liarse este sistema decorativo italiano, es punto sobre el cual discurre oportunamente el autor del libro, Pero toca otro aspecto
del insólito caso, acerca de lo cual debe muy especialmente el
que suscribe llamar la atención de la Academia. Después de
hacer notar la tosquedad é imperfecciones con que esas pinturas
de la Rábida están ejecutadas, denotando «no son obra de. un
artista dedicado habitualmente á esta clase de trabajos», y, por
tanto, que «ha podido ser ejecutado ó dirigido por un aficionado
que tuviera algunas nociones de dibujo y que conociera el arte
decorativo italiano y la técnica de la pintura al fresco», el señor
Velázquez plantea una cuestión, para nosotros importantísima,
con estas palabras:
«¿Pueden tener alguna relación estas pinturas con la estancia
de Colón en el Monasterio? Pregunta es esta á la que no es fácil
contestar; sólo habré de observar que, durante los dos anos que
estuvo en Sevilla, entre otros medios de vivir tenía el de dibujar
planos, y en una de sus cartas á los Reyes dice: «En la marinería me fizo Dios abondoso; en astrologia me dio lo que abastaba y así de geometría y aritmética; y en genio en el ánima y
manos para debujar esfera, y en ella las cibdades, ríos y montañas, islas y puertos, todo en s it propio sitio». Creo posible que la
iglesia esté decorada por Cristóbal Colón ó por él dirigida su
decoración, lo que pudo hacer en el tiempo que, en su primera
y segunda estancia en la Rábida, estuvo sin ocupación ninguna
conocida. »
En apoyo de esta hipótesis del Sr. Velázquez, y por lo que
pudiera servir para comprobarla es oportuno hacer constar que
en Genova, cuna de Cristóbal Colón, se conservan dibujos suyos
en el Museo Municipal; lo cual, unido al gusto italiano de los
frescos de la Rábida, puede ser un argumento más en favor del
origen, hoy por algunos puesto en duda, del inmortal navegante, de cuyo trascendental descubrimiento se enorgullece España.
Véase por dónde el libro del Sr. Velázquez, tan interesante en
los varios aspectos que esbozados quedan, ofrece, entre ellos,
uno nuevo que conviene depurar por más de un concepto: el de
Colón, artista.
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Resultaj pues, de todo ello, que á la pericia y conocimientos
especiales de D. Ricardo Velázquez Bosco debemos la resurrección, casi pudiera decirse del descubrimiento de ese monumento, cuna de aquel otro descubrimiento portentoso y de una página importante de la historia del hecho y de la particular de
nuestras artes.
La Academia debe, á nuestro juicio, congratularse de ello; y
no concluiré sin señalarla un medio de completar la reconstitución de esa página históricomonumental. En aquella reducida
región andaluza existen casi juntos tres monumentos que, comomuy bien lo expresa el Sr. Velázquez al comienzo de su libro,
sintetizan la historia de los primeros pasos en el descubrimiento
del Nuevo MundOj son: el Monasterio de la Rábida, la Iglesia de
San Jorge de Palos y el Convento de Monjas de Santa Clara de
Moguer.
Là Iglesia de Palos «guarda bastante, dice, para dar cabal idea
de lo que era cuando de allí partieron Colón y sus compañeros,
el 3 de Agosto de 1492, y la preciosa puerta mudejar, llamada.
de los Novios, bastaría por sí sola para dar interés á aquel templo; y el Convento de Santa Clara de Moguer, atesora joyas que
hacen de él un monumento de no escaso mérito en el concepto
artístico-arqueológico». Pues bien, la Iglesia de Palos y el Convento de Santa Clara de Moguer, no están declarados monumentos nacionales, y debieran.serlo; lo reclama el recuerdo históricopor el. cual está consagrado aquel pedazo de .España como gloria .
nacional.
La Academia verá si lo estima justo, y sobre ello resolverá
con el acierto que avalora sus decisiones.
JOSÉ RAMÓN MÉLIUA.
TOMO LXXÏV
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