El tesoro de los visigodos y la mesa de Salomón

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El tesoro de los
visigodos y la mesa de
Salomón
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El puente del tiempo
El tesoro de los visigodos y la mesa de Salomón
El artículo que tienes entre tus manos es un contenido extra de la novela
El puente del tiempo. Este relato te invita a vivir una aventura descifrando
un enigma que ha permanecido oculto durante siglos. Para lograrlo
deberás sumergirte en conocimientos olvidados y visitar lugares llenos de
misterio.
El puente del tiempo te propone una nueva forma de disfrutar de la
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El tesoro de los visigodos y la mesa de
Salomón
El puente del tiempo - Saber más en el capítulo: 5.- La Mesa
Un punto en el que están de acuerdo todas las crónicas es que la conquista de Hispania
supuso la obtención de un inmenso botín para los vencedores. Durante la alta Edad Media el
reino visigodo era uno de los más pujantes de occidente y las noticias de sus riquezas pudieron
dar pie a la acción que cambiaría su destino.
Incluso antes de la fase principal de ocupación, las algaras patrocinadas por Muza ibn Nusair
en el sur peninsular parecen confirmar que al-Ándalus es una tierra de abundancia, fértiles
valles y mujeres de belleza sin par:
“… y desembarcaron en la frontera isla de Tarifa. Corren [las tierras de]
Algeciras apresando cautivas, de una belleza tal como nunca vieran Musa ni
sus compañeros, cuantiosos bienes y enseres. [...] Cuando las gentes [del
Magrib] vieron aquel botín, se apresuraron para entrar [en el al-Ándalus].”1
Además, el Conde Julián, gobernador de la plaza de Ceuta y pieza clave según los textos árabes
en los acontecimientos, no dudó en ensalzar las maravillas de aquel territorio para alentar a
Muza a cruzar el estrecho:
“Hablóle de la conquista de España, cuya hermosura y riquezas le describió,
así como sus muchas clases de riqueza y productos, sus buenos frutos y su
abundancia de agua dulce”.2
Sin duda, la perspectiva de obtener un significativo botín ayudaría a reclutar los efectivos
necesarios para la aventura que en el año 711 comenzó Táriq. A pesar de ello, no debemos
olvidar que cruzar las columnas de Hércules era una empresa incierta llena de peligros.
Aquellos bereberes se jugaron el todo por el todo, arrestos no les faltaban.
Una vez puestos los pies en Hispania, la victoria del lugarteniente de Muza ante el ejército del
rey Rodrigo en Guadalete abrió la puerta que daba acceso a los ansiados tesoros. Aconsejado
por el Conde Julián, Táriq se encaminó a toda velocidad hacia Toledo, capital de los visigodos,
1
Nafh, I, 253; traducción Pedro Chalmeta: Invasión e islamización: la sumisión de Hispania y la formación de alAndalus. Universidad de Jaén, 2003, p. 124
2
Al-Maqqari; Colección de obras arábigas de historia y geografía, trad. Emilio Lafuente, Madrid, 1867, Apéndice,
p. 174
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donde, tras hacerse con la ciudad, consiguió innumerables riquezas. Las crónicas3 enumeran
muchas de ellas: coronas pertenecientes a los reyes, perlas, rubíes, vasos de oro y plata,
esmeraldas, topacios, sedas, armaduras, dagas, espadas, etc. También, y posiblemente esto
no se lo esperen, alguna fuente4 destaca que el caudillo bereber se hizo con numerosos libros.
Entre los textos sagrados se citan el de Abraham, Moisés o el Pentateuco; entre los profanos se
destacan obras que recogían los “secretos de la naturaleza y el arte”, la forma destilar elixires y
los talismanes de los “filósofos griegos”, vamos, toda una biblioteca del saber y lo divino. En
definitiva, la caída de la capital visigoda parece que supuso una ocasión única de llenar los
bolsillos de los conquistadores (una vez separado el quinto correspondiente a la Comunidad de
los Creyentes).
Pero, ¿cómo pudo caer ese botín en manos de Táriq con tanta facilidad? La existencia de joyas
en los templos se explica por la costumbre visigoda de realizar ofrendas a las iglesias. Los
santuarios albergaban alhajas para gloria de Dios y de quien las donaba (las coronas, como
demuestra los tesoros de Guarrazar o Torredonjimeno, incorporaban los nombres de los
desprendidos monarcas). Sin embargo, sería la velocidad con la que actuó el general bereber la
que permitió la captura de tales tesoros. La celeridad de sus movimientos provocó el
desconcierto impidiendo muchas veces poner a resguardo las reliquias. Por otra parte, la
llegada del conquistador a Toledo debió suponer la huida precipitada de los nobles que
apoyaban la causa de Rodrigo. Los nobles leales al monarca partieron con todo lo que
pudieron cargar buscando refugio en el norte de Hispania. Táriq los perseguirá sin cuartel
hasta alcanzar la fortaleza de Peña Amaya (Burgos) que también tomará consiguiendo
nuevamente un increíble tesoro.
El botín de la conquista no estaría completo si no nos hiciéramos eco de la joya más
deslumbrante que nombran todos los textos: la mesa de Salomón, hijo de David. En la novela
El Puente del Tiempo se recoge la historia del famoso mueble por lo que no vamos a repetirla
aquí. Cabe no obstante aludir a un aspecto importante en relación a la alhaja que recibe las
mayores alabanzas de los cronistas.
Para algunos historiadores5 la mesa de Salomón era mucho más que una increíble reliquia y
estaría cargada de simbolismo. El objeto sería la pieza más valiosa del tesoro real visigodo,
tesoro que, en última instancia, simbolizaría el poder y la legitimidad de los gobernantes del
reino. Quiénes han estudiado la Mesa apuntan a que este hecho explicaría la ansiedad de los
caudillos de la conquista por hacerse con ella. Poseerla implicaba hacerse dueños del país. La
disputa entre Táriq y Muza no sería sólo por conseguir un bien de gran valor material (que en
cualquier caso deberían entregar al Califa), también sería por demostrar quién era el
3
Al Makkari; History of the Mohamedan Dinasties in Spain. Trad. Pascual Gayangos y Arce, Londres,
1867. Book IV, p. 282
4
Ibíd., p. 283
5
M.J. Rubiera Mata: La mesa de Salomón. Awraq: estudios sobre el mundo árabe e hispánico, Instituto
Hispano-Árabe de Cultura. Madrid, 1980, Nº 3. pp. 26-31
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verdadero conquistador del al-Ándalus pues eso era lo que probaba la tenencia de la codiciada
joya.
No sería justo terminar estas líneas sin nombrar otro objeto también ensalzado por la leyenda.
Cuando Muza desembarcó en la Península para hacerse dueño de la situación, optó por no
seguir la ruta de su subordinado y atacó las ciudades del suroeste de Hispania. Una de las
plazas que mayor resistencia mostró fue Mérida. Después de un largo sitio, la ciudad capituló
y el emir pudo hacerse con ella. Según algunas tradiciones fue en este momento cuando Muza
se apoderó de un enorme jacinto que según el mito había pertenecido a Alejandro el
Grande. El tamaño de la piedra era tal que “a tanto era grande la lucencia que dava, que no
avía menester candelas”6.
Tenemos en estos ejemplos una muestra de las maravillas que durante muchos años
alimentaron las tradiciones y las fábulas sobre la conquista. A pesar de que hoy nos
sentimos inclinados a considerar tales relatos como fruto de la fantasía, no debe olvidar el
lector que, bajo de esa pátina de imaginación, las leyendas suelen esconder una base sobre
la que se construyen. Será difícil llegar a saber toda la verdad, pero el esfuerzo de los
investigadores y arqueólogos irá arrojando luz sobre unos sucesos que forman parte de
nuestra historia.
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6
Crónica del Moro Rasis, ed. Gayangos: Memoria sobre la autenticidad de la crónica denominada del
moro Rasis. Real Academia de la Historia, 1850, p. 53
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