ENCUENTROS EN VERINES 2011 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) La literatura en la Era Digital Vanessa Montfort Hace pocos años me despedía de la facultad de Periodismo. En aquel momento no existía Facebook, las redacciones digitales empezaban a instalarse en algunas televisiones. Recuerdo la revolución que supuso nosotros la posibilidad de recibir las imágenes directamente por Internet, el acontecimiento de hacer un montaje en la propia terminal del ordenador, la inmediatez de la noticia, todo ello afectaba positivamente en cuanto a que era casi imposible censurar unas imágenes. Pero surgieron también nuevos problemas como la intoxicación por noticias adulteradas, la dificultad de escoger fuentes fiables. Ante una revolución tecnológica sólo hay dos posturas. Subirse al carro y reciclarse o tratar de ignorarla, lo que no es posible durante mucho tiempo. Yo suelo hacer un ejercicio de abstracción cuando trato de imaginarme hacia dónde vamos a caminar en el futuro, y es plantearme qué habría hecho un escritor del pasado ante una revolución como la digital. Hace unos meses, me plantearon una pregunta interesante para una mesa redonda en la Universidad Complutense de Madrid: “qué habría pasado si Cervantes hubiera tenido Internet”. Yo, sinceramente,creo que habría pasado lo mismo que si Bach hubiera tenido una guitarra eléctrica o si Shakespeare hubiera podido estrenar en uno de los teatros techados y dotados con luces, máquinas de humoy tecnología punta que tenemos en la actualidad. Sin duda, los habría utilizado. Creo que el signo de los creadores destacados de cualquier época es la inquietud y eso supone investigar y explorar cualquier nueva herramienta que aparezca para realizar su trabajo. Imaginaos que un científico se negara a utilizar el microscopio para investigar las células madre. Y que su argumento para no hacerlo fuera que no le gusta, que está más de acuerdo con los métodos tradicionales, que no es su estilo. Nos parecería absurdo. Y volviendo a cómo se habrían enfrentado los escritores del pasado a una revolución como ésta, cuando discuto con algunos compañeros sobre las ventajas y desventajas de la Era Digital para la literatura, me hace recordar otra anécdota, una conversación que mantuve en el Royal CourtTheatre de Londres con el conocido crítico teatro de TheGuardian, Michael Bellington. El encuentro se produjo durante mi estancia en la residencia internacional de dramaturgos en la que participaba con otros nueve escritores de todo el mundo, y como parte del programa, el día anterior acabábamos de asistir a una función de Otello en el Globe con la Royal Shakespeare Company. Recuerdo que Bellington, el crítico, nos preguntó qué sensaciones habíamos tenido. Lo cierto es que nuestro veredicto fue unánime. Nos había desilusionado: a pesar de que éramos conscientes de estar asistiendo a una recreación teatral de la época de un valor más bien arqueológico, acostumbrados al silencio de un teatro cubierto, con luces que crean atmósferas, con un sonido cuasi-perfecto, de pronto, aquellos magníficos actores bajo la luz mortecina de la tarde londinense, en una representación en la que los espectadores, al igual que en el Siglo de Oro, podían entrar y salir cuando quisieran, donde, por lo tanto, era fácil perder la concentración y el sonido no era el mejor ni para los actores ni para los músicos, donde incluso nos llovió durante la representación, todo esto hizo que nos planteáramos en aquella conversación con Bellingtonque si nuestro amigo William hubiera dispuesto de un teatro como los de hoy en día, probablemente no habría querido estrenar en el Globe. Por lo mismo, si Bach, en lugar de un órgano, alguien hubiera puesto en sus manos una guitarra eléctrica y un amplificador, creo que se hubiera vuelto loco de contento, y La pasión según San Mateo habría sido compuesta para guitarra eléctrica solista. Por supuesto, si Cervantes hubiera tenido Internet, muy probablemente habría escrito El Quijote también desde la cárcel y por entregas pero en su blog personal, y Juan de la Cuesta, habría sido el dueño de un portal literario que habría publicitado aquella maravilla por el ciberespacio a través de una cuenta Facebook y Twitter. Por lo tanto, no estoy muy de acuerdo con que la tecnología sea una enemiga del arte, ni de la cultura y mucho menos que vaya a acabar con ella. Sospecho que Internet y el soporte digital es la mayor revolución tecnológica para la literatura después de la imprenta y los cambios que se avecinan son grandes, por lo tanto habrá que adaptarse lo más rápidamente posible. Que haya grandes cambios no implica que no nos beneficien. No hay que olvidar que el mismo Cervantes se benefició de la modernización a esa otra revolución tecnológica que fue la imprenta y gracias a ella El Quijote se convirtió en uno de los primeros ejemplos de BestSeller. Su primera edición de unos 1500 ejemplares fue seguida de una segunda al año siguiente de unos 1800, y ese mismo año, se editó en Lisboa. Sus novelas ejemplares tuvieron 7 impresiones, pero resistieron peor el embate del tiempo. En cualquier caso, a pesar de los mensajes apocalípticos del momento que también profetizaban gracias a este invento del demonio el fin de la literatura, lo único que ocurrió fué que ésta cambió de manos, se multiplicó su accesibilidad, desaparecieron algunos elementos del proceso como los copistas y aparecieron otros. Antes, un copista era capaz de hacer tres páginas en un día. Imagino que nos llama tanto la atención este dato como a los hombres del futuro les sorprenderá el hecho de que para acceder a un libro haya que pedirlo y, en el caso de no estar descatalogado, llegue a nuestras manos en una semana cuando podría estar a un solo click de nuestro ratón. Por lo tanto, todos estos ejemplos me llevan a resumiros cuál creo que va a ser la relación entre la creación —y en este caso, entre la literatura— y las nuevas tecnologías: la convivencia. Creo que la literatura está llamada a continuar acompañando al hombre. Nuestra necesidad de soñar sigue estando intacta. Porque está en nuestra naturaleza. En nuestro código genético. Entonces, la pregunta es: cómo empezar a construir esa sana convivencia entre la literatura y el nuevo mundo digital. Como se habla demasiado de los peligros de este binomio, voy a empezar por destacar sus ventajas y lo haré desde mi propia experiencia, ya que es reciente. Cuando el año pasado me enfrenté a la gira del Premio Ateneo de Sevilla con mi novela Mitología de Nueva York, ésta se convertía también en el primer premio literario a nivel nacional en salir en todos los formatos existentes: es decir, en e-book, en papel y en impresión bajo demanda. También por este motivo se creó un booktrailer de la novela, casi un corto de dos minutos que se colgó en los tres portales que comercializaron el e-book. Esto despertó el interés de los periodistas y, por lo tanto,gran parte de las entrevistas durante la promoción de la novelaacabaron versando, inevitablemente, sobre cuál sería el impacto de estos nuevos formatos en las ventas de la novela en papel. Después de un año, os lo puedo contar: - El booktrailer se ha distribuido a través de las redes sociales de una forma muy activa y si seguimos los comentarios de los lectores, muchos de ellos admiten haber buscado la novela a partir de haberlo visto. - Hay por lo menos cinco páginas de Facebook que han creado los lectores que hablan de la novela. Una de ellas es un auténtico mundo paralelo donde aparecen, incluso, algunos personajes, y a la que se van incorporando nuevos lectores. - El mismo día en que salió el e-book, se descargó en España, en Méjico y USA. - Los nuevos lectores de novela prefieren escribir a través de Facebook que através de la web y te permiten asistir a su proceso de lectura desde que se compran el libro hasta que lo terminan. Incluso he tenido que crear un sistema de dedicatorias digitales que escaneo y envío a aquellos lectores que han comprado el e-book, porque, muchos de ellos, no tienen la posibilidad de acercarse a una firma. Y ahora vayamos con los “contras”: es cierto que el mercado editorial, como la legislación en España, están tardando en adaptarse a todos estos cambios que se avecinan. Desde mi experiencia creo que el e-book democratiza la lectura, suma lectores y no resta, elimina barreras, y las redes sociales se han convertido en una herramienta indispensable en su difusión. Pero la regulación de la propiedad intelectual es tan necesaria como la concienciación. Eso no hace a la tecnología enemiga del escritor, sino cómplice. Aunque, es cierto, en el paisaje se anuncian cambios. La tecnología, desde la aparición de la imprenta, siempre ha supuesto una revolución para los contenidos. Y posiblemente, una novela en formato digital, dará lugar a mutaciones que integren imagen, juegos, interactividad y música. Intentar frenar la evolución de la novela es como intentar frenar la del lenguaje. Es inútil porque es normal en un organismo vivo. Mi preocupación está más en esa falta de conciencia de la propiedad intelectual que nos afecta especialmente en nuestro país y que vaticina un cambio de hábitos ligado al cambio generacional. Es sencillo comprobarlo: Preguntad a un menor de 18 años cuántos DVD de películas o C.D. ha comprado a lo largo de toda su vida. La mayor parte de ellos te preguntarán sorprendidos por qué van a hacer tal cosa cuando puedes descargarlos de Internet. La realidad es ésta: según un informe elaborado en 2010, la tasa de piratería en España ha ascendido a un 76% sobre los mercados de música, películas, videojuegos y el sector del libro. En concreto, los porcentajes suben al 95,6 y 83% en el caso de la música y el cine, frente al 52,3% de los videojuegos o el 19,7% en el caso de los libros. ¿Y cuál es el principal peligro de la literatura en este paisaje que acabo de pintar? Creo que podemos sospecharlo con tan sólo contar una anécdota muy ilustrativa que me ocurrió hace no mucho. Meses atrás, en Facebook, tras colgar un comentario de mi blog, algunos lectores empezaron a hacer sus comentarios. Pero el que verdaderamente me llamó la atención decía: “Hola, me gustaría saber dónde puedo descargar gratis Mitología de Nueva York. Gracias.” Desgraciadamente, ese comentario nos ofrece un retrato robot de la conciencia de la propiedad intelectual del ciudadano medio español. Porque aquel posible lector de mi novela sabía que le estaba preguntando directamente al autor. O por lo menos a alguien de la editorial. En principio pensé que se trataba de un mensaje provocador, pero cuando le contesté que por 9 euros podía descargarlo cómodamente un par de conocidos portales, me dio las gracias con toda naturalidad. Otra anécdota que sirve para ilustrar los peligros a los que nos enfrentamos fue mi conversación hace unos días con un familiar, todo un devorador de libros quien, como regalo de jubilación, había recibido de sus excompañeros de trabajo un reader: “Me vas a perdonar que de diga esto”, me dijo, “pero desde que tengo este cacharro me paso de vez en cuando por La Casa del Libro y por el Corte Inglés, me veo las mesas de novedades, apunto los títulos que me interesan y luego entro en Bibliotheka.org y me descargo lo que quiero”. Le pregunté si podía ir a su casa y llevarme aquello que me más me gustara paraver si lo entendía, pero creo que fue inútil. Portales como Bibliotheka.org que nos ofrece2800 páginas llenas de títulos, escrupulosamente ordenados por géneros, y de manejo muy intuitivo nos hacen temer lo peor. La descarga de una novedad tarda aproximadamente 5 segundos. ¿Y cómo podemos adaptarnos y protegernos de estos peligros? Creo que gran parte de la solución pasa por la educación de las nuevas generaciones a través de exhaustivas campañas de concienciación. Casi todos podríamos hacer pequeños hurtos y no los hacemos porque nos han enseñado que no se debe y también porque hay una legislación que apoya esa educación. Otra forma de combatir la gratuidad del libro es bajar los precios de los e-book y la inserción de publicidad en las publicaciones gratuitas, involucrando a sponsors en los portales distribuidores de libros, como se está haciendo con la música en casos como Spotify: un sistema de préstamo musical donde, si quieres adquirir una canción pagas por ella, y no quieres descargarla, sólo escucharla, de cuando en cuando te interrumpe una publicidad. Algo así como los anuncios de la televisión en abierto. Todos estos cambios pueden ayudarnos a reconducir un sector que tal como lo conocemos tiene los días contados. Por lo tanto, no seamos apocalípticos, pero sí conscientes de los cambios en el paisaje. La literatura es una gran seductora y por eso estoy segura de que,al igual que lo hizo en el pasado, siempre será capaz de atrapar de una forma u otra a las nuevas generaciones: lo hizo cuando dejó de ser un cuento que contaban los viejos, brincó desde los teatros griegos hasta la boca de trovadores y músicos, se paseó por los corrales de comedias hasta llegar a las imprentas, colonizó las suaves ondas del teatro radiofónico hasta imprimirse en la velocidad del celuloide y se escondió durante años entre los dibujos de cómic. Ahora, el paisaje de la nueva literatura es éste: la prensa digital es tenida en cuenta cada vez más, los blogueros se alzan como otro género de la crítica, la literatura viaja veloz de un país a otro y los escritores nos comunicamos directamente con nuestros lectores gracias a Facebook o Twitter. La literatura y el periodismo tienen en las redes unas grandes aliadas si somos capaces de adaptarnos a tiempo. Al margen de revoluciones y cambios, tengo una certeza: generación tras generación, el hombre siempre ha necesitado, quizás ahora más que nunca, que alguien le cuente un cuento antes de dormir. Lo de menos va a ser en qué formato. ****