Cohesión social, ¿cohesión nacional?

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30 LA VANGUARDIA
O P I N I Ó N
MIÉRCOLES, 22 NOVIEMBRE 2006
SAMUEL HADAS
MÀRIUS CAROL
Oriente Medio espera...
El sosiego
E
n estos días, Oriente Medio está a la
expectativa, con esperanza, aunque
no sin escepticismo. El cambio de
guardia en el Congreso de EE.UU.,
la inminente publicación del informe Baker-Hamilton, podrían significar un cambio de
dirección en la política norteamericana en la
región. La nueva iniciativa española, de ser
adoptada por la UE, podría propulsar una mayor implicación europea en la región (fue rechazada de plano por Israel y recibida con recelo en Washington). “Oriente Medio, acosado
por los conflictos y la sospecha
durante décadas, está al borde
de la euforia. Se vislumbra una
oportunidad sin precedentes para avanzar decididamente hacia
la paz en esta región”. Esto escribe, en julio de 1999, el ex secretario de Estado de EE.UU.
Henry Kissinger. Desde entonces, Oriente Medio ha estado al
borde de la euforia reiteradamente. Pero la ventana de oportunidad, abierta laboriosamente una
y otra vez, es cerrada estrepitosamente, también una y otra vez.
Y el año que se acerca a su fin podríamos decir, a la manera del
bromista, que ha sido peor que el
anterior aunque probablemente
mejor que el próximo.
El panorama no puede ser
más desconsolador. Los escollos
en el camino hacia la estabilidad
y las relaciones pacíficas en
Oriente Medio parecen insuperables: no cede
la insurgencia iraquí, alimentada desde el exterior por el terrorismo islámico de la escuela
de Bin Laden; el conflicto palestino-israelí no
tiene visos de solución en un futuro previsible, por el contrario, amenaza complicarse
aún más ante las irreductibles posiciones de
los extremistas fundamentalistas y una confusa agenda política en Israel; en Líbano, la organización fundamentalista Hizbulah, con la
ayuda de sus patrones en Teherán y Damasco, se apresta a un golpe de Estado; Siria, cada vez más aislada, continúa brindando refugio a los grupos palestinos más radicales, enemigos de la paz con Israel, mientras amenaza
con recuperar la meseta del Golán, usando los
métodos de Hizbulah o incluso con una guerra abierta. Irán prosigue imparable su carrera nuclear. Uno de los más firmes candidatos
a reemplazar a su líder espiritual, el gran ayatolá Ali Jamenei, es el ultraconservador ayatolá Mohamed Taghi Mesbah-Yazdi, que se
S. HADAS, analista diplomático. Fue el primer
embajador de Israel en España y ante la Santa Sede
opone al diálogo con Occidente y apoyó el
uso de bombas suicidas contra Israel.
Las ambiciones nucleares de Irán podrían
crear una reacción en cadena, con países como Egipto, Arabia Saudí y Turquía, en la búsqueda de armas nucleares para mantener el
equilibrio del terror. El terrorismo de raíces
fundamentalistas seguirá siendo uno de los
graves problemas de Oriente Medio: la religión está implicada profundamente en la polí-
LOS EXPERTOS PREVÉN
que EE.UU., debido al resultado
electoral, empiece a operar en
Oriente Medio basándose en
supuestos diferentes
tica y en la cultura de los pueblos de la región
y es componente vital del espacio mediterráneo, en el que el terrorismo motivado por
quienes instrumentalizan la religión se ha
convertido en protagonista singular cada vez
más amenazador.
La comunidad internacional es incapaz de
desactivar la escalada de violencia en Oriente
Medio. Cuando hablamos de comunidad internacional hablamos, por supuesto, del cuarteto integrado por EE.UU., UE, ONU y Rusia. El cuarteto representó una promesa de
nuevo enfoque de mediación. Pero, cuando
hablamos del cuarteto, debemos, sobre todo,
referirnos a EE.UU., cuyo protagonismo en
los últimos años brilló generalmente por su
ausencia o por una presencia conflictiva.
Las diferencias entre los aliados transatlánticos y el desmarque de Rusia de la política
del cuarteto en nada contribuyeron a facilitarle un rol constructivo. Además, Washington
no ha concedido hasta ahora un papel relevante a la UE. Pero también la única superpotencia parece haber reconocido
la limitación de la fuerza, como
se lo recuerda a diario la guerra
inacabable en Iraq. Aharon D.
Miller, que fue asesor de seis secretarios de Estado norteamericanos, exige “decisión y firmeza”, recordando que los tres norteamericanos que hicieron la mayor contribución al proceso de
paz palestino-israelí –Henry Kissinger, Jimmy Carter y James
Baker– combinaron firmeza y
empatía con un agudo sentido de
cuándo interceder.
James Baker, el propulsor de
la conferencia de Madrid de
1991, reaparece en la escena encabezando, con el demócrata
Lee Hamilton, el grupo de estudio que está a punto de concluir,
a solicitud del presidente George
W. Bush, un plan para formular
una nueva política norteamericana en Iraq y, por extensión, en toASTROMUJOFF
da la región. Si el presidente
acepta sus conclusiones, EE.UU.
podría comenzar a operar en Oriente Medio
basándose en supuestos diferentes. Los expertos prevén, sobre todo como consecuencia de
los resultados electorales, un cambio de política, aunque no sería inmediato. El hecho mismo de la creación del grupo de estudio es el
primer reconocimiento por parte de la Administración de sus errores.
Ante la complejidad de la situación es imposible aventurar una predicción sobre el futuro de Oriente Medio, una región que es la
mejor prueba de la vigencia de la afirmación
del estadista británico Benjamin Disraeli de
que lo que anticipamos rara vez ocurre y que
aquello que menos esperamos es lo que generalmente sucede. La mayor dificultad reside
en las percepciones mutuas y las diferentes
perspectivas políticas y culturales de las partes. Como en otras oportunidades, me siento
tentado nuevamente de citar a ese extraordinario estadista que fue Abba Eban, para
quien en Oriente Medio se actúa razonablemente sólo después de agotado el repertorio
de errores. Oriente Medio espera, esta vez,
con incertidumbre pero con esperanza.c
L
ao Tse es un filósofo y escritor
chino del siglo VII antes de Cristo, fundador de la corriente del
taoísmo, y es uno de los adalides
del sosiego para enfrentar las dificultades. De hecho, la leyenda sugiere que se
mantuvo ochenta y un años en el útero
materno antes de nacer, lo que demuestra
que se tomaba las cosas con calma. Su
gran frase es “todo pasa; sólo la serenidad
permanece”. El taoísmo parece haber calado en el Gobierno, porque todo el mundo predica la paz mental, empezando por
su presidente, que en Barcelona pidió a
su colega José Montilla que abra una etapa de sosiego.
Es evidente que Zapatero no se refería
a la actitud personal del próximo presidente de la Generalitat, porque dudo que
Montilla se haya tomado un Valium en
su vida. El de Iznájar tiene mirada de lama tibetano, sonrisa de estatua renacentista y habla poco como los pitonisos del
oráculo. Es de suponer que el presidente
del Gobierno se refería a algunas personalidades que le acompañarán en el episodio segundo del tripartito, a quien un conseller calificó en su día de Dragon Khan,
no se sabe muy bien si por las piruetas
que daba o por el vértigo que causaba en
la ciudadanía. Zapatero ha pedido calma
con la encuesta del CIS en la mano.
Otro gobernante que ha pedido sosiego
en Catalunya es el vicepresidente Pedro
Solbes, quien ha solicitado a Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, la máxima
cautela de la institución financiera que representa para evitar que su holding provoque recelos en Europa. Tampoco se tiene
la sensación en esta orilla del Mediterráneo de que alguien tan cabal como don
Ricardo necesite del consejo prudente de
todo un vicepresidente económico. Solbes teme que la UE pueda interferir este
proceso a instancias de la banca europea.
Calma y cautela, ha instado, cuando la
institución catalana considera que estos
temores no están justificados porque ni
puede ser considerada una entidad pública ni es posible dudar de su solvencia.
Creo que el Gobierno debería aplicarse
más sosiego a sí mismo antes de pedir a
los catalanes que nos vacunemos contra
los excesos. En este país los excesos han
tenido nombres y apellidos, así que vale
más que se señale a los imprudentes antes
que tratarnos a todos como insensatos.
Por cierto, sosiego también se genera consensuando el proceso de paz, no paseando a Obiang por los palacios, o disponiendo de una ministra de Fomento que consiga que cercanías funcione. Lao Tse se
reencarnó varias veces, sus apóstoles no
siempre sobreviven a las urnas.c
JOSEP MARIA PUIGJANER
Cohesión social, ¿cohesión nacional?
A
hora que ya se van serenando los ánimos de políticos y ciudadanos, y va
quedando atrás la contienda electoral, es tiempo de entrar
en temas de fondo, puestos sobre la
mesa por quienes se aprestan a gobernar. Uno de ellos es el que Carod-Rovira denomina principio según el cual cohesión social quiere
también decir cohesión nacional.
Se trata, evidentemente, no de un
principio filosófico sino político. Sometámoslo, pues, a breve examen.
Es lógico que los tres partidos coaligados para gobernar traten de que
la sociedad catalana adquiera un
mayor grado de cohesión, cada vez
más difícil por su variada composición demográfica, por su complejidad étnica, cultural, lingüística y religiosa. Me imagino qué entenderá
por cohesión social el nuevo Gobierno, pero espero una descripción precisa a corto plazo. En mi opinión,
JOSEP MARIA PUIGJANER, escritor
y periodista
una sociedad cohesionada es aquella en la que la totalidad de los ciudadanos que la forman se sienten iguales en sus derechos y en sus deberes,
aquella en que nadie queda marginado por razón de raza, procedencia, religión o condición social. Definida la cohesión, creo que en Catalunya estamos aún lejos de alcanzar la
propuesta y deseable meta de la cohesión social.
Se trata de una cohesión absolutamente necesaria, y a ella hay que dedicar todos los esfuerzos y, más todavía, abundantes recursos. Una
cohesión, por otro lado, que, de gobernar, Convergència i Unió también hubiera procurado, por pura
lógica política y por convicción ética. Conviene decir, de paso, que el
de la cohesión social no es un asunto específicamente nuestro. Todos
los países de la Europa comunitaria
están hoy emplazados a actuar con
inteligencia y corazón para integrar
a importantes sectores de la población que no han encontrado todavía su acomodo en el país que han
elegido para vivir. Ahora se habla
de cohesión social.
En tiempos no lejanos se hablaba
de integración de los recién llegados a nuestro país. Era un objetivo
en el que, durante el franquismo,
LO QUE LES
resulta más
comprensible y necesario
a los inmigrantes es la
condición de españoles
trabajaron fuerzas sociales y políticas, codo a codo con sectores progresistas de la Iglesia, en un clima
adverso y con escasos medios pedagógicos –el catalán estaba proscrito
en la escuela– y con un sistema informativo y de comunicación que
marginaba el mundo identitario catalán. A pesar de carencias y de obs-
táculos, se consiguieron –pienso–
considerables resultados.
Mi impresión es que, con las medidas adecuadas, es posible alcanzar
un grado suficiente de cohesión social porque la sociedad catalana no
es –no ha sido nunca– racista ni mayoritariamente clasista. Más bien se
ha mostrado acogedora, comprensiva y favorable a la permeabilidad entre los diversos estratos sociales.
Ahora bien, creo también que la cohesión social no avanzará si no se
trabaja a fondo en la integración de
los sectores a quienes resulta más arduo tomar conciencia de lo específico de este país. Me refiero a que la
lengua catalana y los demás componentes de la identidad cultural han
de ir penetrando en todos los rincones de nuestra sociedad.
El principio enunciado por el líder republicano afirma que la cohesión social lleva aparejada la cohesión nacional. A mi entender, este
enunciado me parece enormemente optimista, porque puede uno sentirse socialmente encajado en esta
sociedad y no tener ningún tipo de
vibración nacional catalana. Hay
que percatarse de que, para la mayoría de los inmigrantes que hoy viven en Catalunya, la reivindicación nacional catalana queda sepultada por la implantación apabullante de la nacionalidad española, que
tiene, lógicamente, todo el apoyo
del Estado. A los inmigrantes, lo
que les resulta más comprensible y
más necesario es la condición de españoles. La condición de catalanes,
hoy por hoy, no es sustantiva, no es
sustancial.
En consecuencia, es ingente la tarea que a este país se le presenta si
quiere consolidar su identidad nacional. Para ello se precisa la dedicación de los políticos y se reclama la
participación de los ciudadanos.
No basta con colocar en el Estatut
la afirmación de que Catalunya es
una nación. En este país, la identidad nacional hay que ganársela todos los días, como el pan, como el
amor, como la felicidad, como la supervivencia.c
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