STS 2013.Intimidacion.Amenaza suicidio padre violador

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Roj: STS 2934/2013
Órgano: Tribunal Supremo. Sala de lo Penal
Sede: Madrid
Sección: 1
Nº de Recurso: 1786/2012
Nº de Resolución: 469/2013
Fecha de Resolución: 05/06/2013
Procedimiento: RECURSO CASACIÓN
Ponente: CANDIDO CONDE-PUMPIDO TOURON
Tipo de Resolución: Sentencia
Cuestión:
Agresión sexual. Declaración de la víctima.
Resumen:
Violación de una menor por su padre. Intimidación y prevalimiento. Progresión
delictiva: primera fase, en la que concurre prevalimiento, cuando a los 13 años
comienzan los abusos; segunda fase, alcanzados los 16 años el padre intenta la
penetración, momento en el que se manifiesta la resistencia, y recurre a la
intimidación. La amenaza de suicidio del padre es una amenaza seria, previa,
inmediata, grave y determinante del consentimiento forzado, pues aunque no
constituye un mal para la víctima sino para el victimario, en realidad la hace
responsable de un mal muy grave, como es la destrucción de la familia, derivada
directamente de su negativa a acceder a lo solicitado. Situación intimidante suficiente
para doblegar la voluntad de la menor, tanto desde un punto de vista objetivo, que
atiende a las características de la conducta y a las circunstancias que la acompañan,
como subjetivo, referido a las circunstancias personales de la víctima.
Encabezamiento
SENTENCIA
En la Villa de Madrid, a cinco de Junio de dos mil trece.
En el recurso de casación que ante Nos pende, por infracción de
ley e infracción de precepto constitucional interpuesto por Aureliano contra sentencia
de fecha veintiseis de junio de 2.012, dictada por la Audiencia Provincial de Toledo,
Sección Primera, en causa seguida al mismo por delito de agresión sexual, los
componentes de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que al margen se expresan, se
han constituido para la votación y fallo bajo la Presidencia y Ponencia del Excmo. Sr.
D. Candido Conde-Pumpido Touron, estando el recurrente representado por el
Procurador D. Daniel Búfala Balmaseda y como recurrida la Acusación Particular Olga ,
representada por la Procuradora Dª Mª del Pilar Moyano Núñez.
I. ANTECEDENTES
PRIMERO.- El Juzgado de Instrucción Nº 5 de Illescas instruyó
Sumario con el Nº 2/2009, y una vez concluso lo remitió a la Audiencia Provincial de
Toledo, Sección Primera, que con fecha 26 de junio de 2012, dictó sentenciaque
contiene los siguientes:
HECHOS PROBADOS:
"Se declara probado que "el acusado Aureliano , mayor de edad y
sin antecedentes penales, empleado de banca, de estado casado, con dos hijos, siendo
la mayor la perjudicada Olga , nacida el NUM000 de 1.988, por tanto menor de edad
en el año 2001, cuando contaba con trece años y durante un viaje familiar a la
República Dominicana y ciudad de Santo Domingo, comenzó a efectuar tocamientos
con ánimo libidinoso en distintas partes erógenas del cuerpo de su hija, y a partir de
ese momento, ya en España y en el domicilio familiar de la c/ DIRECCION000 NUM001
, URBANIZACIÓN000 , se produjeron las mismas acciones casi a diario, cuando la
llevaba a la cama para contarle cuentos, y aprovechándose de la soledad del
momento, al estar su madre ocupada en los quehaceres de la casa, repetía esos
tocamientos en pecho y zona vaginal, así como frotamientos del cuerpo el padre con el
de la hija, así como aprovechaba los momentos en que estaban solos para despojarle
de la ropa y besarla en la boca, aprovechando otras situaciones para realizar
tocamientos, como cuando se encontraban viendo la televisión con su hermano
pequeño, tapándose con una manta, e incluso cuando dormía la siesta con sus padres,
que se colocaba en medio y aprovechaba para frotarse contra sus nalgas.
Como consecuencia de esta situación de tocamientos libidinosos
habituales, se produjo una progresión en la actuación del padre, que cuando Olga tenía
dieciséis años, pretendió penetrarla vaginalmente, sin conseguirlo pese a la amenaza
de que se iba a ir de casa, lo que no consintió la menor, hasta que en el verano de
2005, acompañó a su padre a la oficina bancaria donde trabajaba, planta superior de
la c/ Madrid de Getafe, pues iba a pasar unos datos al ordenador, entrando el padre en
su despacho tras activar la clave para entrar, y donde tras enseñarle unos
preservativos, y comenzar a tocarle el pecho hasta quitarle la ropa, la obligó a
efectuarle una felación y luego a yacer en la alfombra; siendo que a partir de ese
momento, bajo la continua amenaza de matarse con el coche, o de sus cambios de
humor que incidían negativamente en la voluntad de su hija menor, pasó a que los
yacimientos y felaciones fueran habituales entre ellos, aprovechando distintos lugares,
como el domicilio familiar, o la vivienda de un amigo, o la casa de la abuela de la niña
hasta el punto de que se hizo habitual que por las tardes cuando el acusado llegaba al
garaje con su vehículo, la niña bajara a buscarle, se besaran y subieran a la habitación
a realizar el acto sexual o felaciones; y el dominio que el padre llegó a ejercer sobre su
hija llegó a ser tan relevante que bastaba que la mirara para ella saber lo que quería;
situación que se repetía en forma muy habitual, varias veces a la semana, llegando el
padre a transmitir a su hija la misma enfermedad contagiosa que marido y mujer
padecían en pene y vagina, ordenándole que se aplicara la misma pomada que
utilizaba su madre.
Estos yacimientos continuaron hasta quince días antes del 10 de
junio de 2008, que como consecuencia de una fuerte disputa entre hermanos, en la
que intervino el padre, la hija terminó por contar a su madre lo que ocurría,
formulando en dicha fecha Olga denuncia por estos hechos, iniciando la misma a partir
de ese momento tratamiento psicológico (16 de junio a 16 de septiembre de 2008),
reanudando luego una terapia grupal con su madre hasta finales de 2009; y recibiendo
asistencia psicológica en la Oficina de Asistencia a las Víctimas de Toledo a partir del
13 de julio de 2009 hasta la realización del informe psicosocial de 14 de julio de 2010,
y situación en la que actualmente continúa".
SEGUNDO- La Audiencia de instancia, dictó la siguiente Parte
Dispositiva:
FALLO : "Que debemos condenar y condenamos al acusado
Aureliano , como autor criminalmente responsable de un delito continuado, ya
definido, de agresión sexual, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal, a la pena de quince años de prisión, con las accesorias de
inhabilitación especial del derecho de sufragio pasivo por el tiempo de la condena, y la
prohibición de comunicarse por cualquier medio o procedimiento con Olga y de
acercarse a distancia inferior a 500 metros de ella, a su lugar de trabajo, o a su
domicilio o a cualquier otro frecuentado por ella por tiempo de diez años; pago de las
costas causadas en el procedimiento, con inclusión de las devengadas por la acusación
particular y, que en orden a la responsabilidad civil, indemnizará a Olga en la cantidad
de ciento cincuenta mil euros (150.000 euros), con los intereses del art. 576 de la
Lecivil".
TERCERO.- Notificada dicha sentencia a las partes, se preparó
contra la misma recurso de casación por infracción de ley e infracción de precepto
constitucional por la representación del acusado, que se tuvo por anunciado,
remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las pertinentes certificaciones
para su sustanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y
formalizándose el recurso.
CUARTO.- La representación del recurrente formalizó su recurso
alegando los siguientes motivos: PRIMERO: Al amparo del art. 5.4 de la L.O.P.J., por
vulneración del derecho fundamental al Juez predeterminado del art. 24.2 de la
Constitución Española. SEGUNDO: Al amparo del art. 5.4 de la L.O.P.J., vulneración del
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva ( art. 24.1 C.E.), presunción de
inocencia ( art. 24.2 C.E.) y a un proceso público con todas las garantías ( art. 24.2
C.E.). TERCERO: Al amparo del art. 5.4 de la L.O.P.J., por vulneración del derecho
fundamental a la presunción de inocencia del art. 24.2 de la Constitución Española.
CUARTO: Infracción de ley al amparo del art. 849.1º de la Lecrim., por aplicación
indebida del art. 179 del Código Penal. QUINTO: Infracción de ley al amparo del art.
849.1º de la Lecrim., por indebida inaplicación del art. 21.6 del Código Penal,
dilaciones indebidas. SEXTO: Al amparo del art. 5.4 de la L.O.P.J. y del art. 852 de la
Lecrim., por vulneración del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva del art.
24.1 de la Constitución Españolay art. 120.3 de la Constitución Española, al no
motivarse la abrumadora cuantía de la indemnización.
QUINTO.- Instruidas las partes del recurso interpuesto, quedaron
los autos conclusos pendientes de señalamiento de día para la votación y fallo cuando
en turno correspondiera.
SEXTO.- Hecho el señalamiento ha tenido lugar la votación y el
fallo prevenidos el veintitrés de mayo pasado.
II. FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO .- La sentencia impugnada, dictada por
la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Toledo con fecha 26 de junio de 2012,
condena al recurrente como autor de un delito continuado de agresión sexual, a pena
de quince años de prisión. Frente a ella se alza el presente recurso, fundado en seis
motivos, por vulneración de derechos constitucionales e infracción de ley.
SEGUNDO.- El primer motivo de recurso se
formaliza por la representación procesal del recurrente al amparo del art. 5.4 de la
LOPJ, por vulneración del derecho al juez ordinario predeterminado por la ley.
El motivo alega que se ha vulnerado dicho derecho
por corresponder la competencia para el enjuiciamiento a la Audiencia Nacional al
realizarse los hechos en lugares cuya competencia pertenecía a distintas audiencias y
por haberse cometido el acto delictivo inicial en el extranjero, lo que debe determinar
la nulidad del acto de juicio y la devolución de la causa para que sea celebrada nueva
vista en la Audiencia Nacional
Ha declarado reiteradamente esta Sala que las
discrepancias interpretativas sobre la normativa legal que distribuye la competencia
entre órganos de la jurisdicción penal ordinaria no pueden dar lugar a infracción del
derecho constitucional al juez ordinario predeterminado por Ley.
Por ello la pretensión de nulidad no está
fundamentada, dado que la previsión legal del art. 238.1 LOPJse extiende solamente a
los supuestos de falta de competencia objetiva y funcional, que no son del caso,
puesto que la competencia a estos efectos de la Audiencia de instancia y de esta Sala
de ningún modo ha resultado alterada, y porque el hecho alegado tampoco ha
supuesto indefensión que justifique tal petición.
Los efectos anulatorios de los arts. 11, 238.1y 240
L.O.P.J. únicamente se producirían en el caso en que las diligencias hubieran sido
acordadas por un Juezde otro ámbito jurisdiccional, sin competencia objetiva para la
investigación de delitos ( STS 2 de octubre de 12).
Ha de tenerse en cuenta, además, que en el Pleno
no Jurisdiccional de esta Sala de 3 de Febrero de 2005 se acordó que:"....el delito se
comete en todas las jurisdicciones en las que se haya realizado algún elemento del
tipo; en consecuencia el Juez de cualquiera de ellas que primero haya iniciado las
actuaciones procesales, será en principio competente para la instrucción de la
causa...", por lo que habiéndose cometido la mayoría de las acciones delictivas en la
localidad de Illescas, y siendo el Juzgado de Illescas el que inició las investigaciones
delictivas, ha de concluirse que el órgano instructor y el enjuiciador eran legalmente
competentes.
TERCERO.- El recurrente se limita en su alegación
a invocar con carácter general el derecho fundamental que se dice conculcado, sin
efectuar ninguna concreción sobre el caso de autos. El Ministerio Fiscal en su escrito de
impugnación al recurso explica que fue la Audiencia de instancia la que planteó la
cuestión de la competencia a las partes y, tras los informes de las mismas, resolvió en
Auto de 5 de marzo de 2012 que era competente tanto objetiva como territorialmente
para el enjuiciamiento de los hechos, pues aunque los abusos se iniciaron en una visita
familiar a la República Dominicana, pudiendo por ello ser competencia de la Audiencia
Nacional, lo cierto es que continuaron en el domicilio familiar de Illescas, por lo que en
virtud del principio de ubicuidad, y al ser los hechos denunciados ante el Juzgado de
Illescas, que fue el que inició el procedimiento judicial, y atendiendo además a que los
iniciales abusos pasaron a ser agresiones sexuales continuadas de más gravedad,
realizadas en Illescas, la Audiencia de Toledo tenía competencia para enjuiciarlos. No
se ha conculcado, por tanto, el derecho fundamental invocado.
Procede, en consecuencia, la desestimación del
motivo.
CUARTO.- Se formula el segundo motivo al
amparo del art. 5.4 de la LOPJ, por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
y del derecho a la presunción de inocencia.
El recurrente basa su denuncia en la omisión de la
valoración sobre la prueba de descargo personal y documental practicada en el
plenario. Se dice que la sentencia es un reflejo de la declaración de la víctima y que se
ha preterido la única prueba imparcial, la del psicólogo Sr. Pedro Jesús adscrito a los
juzgados y cuyas conclusiones desmienten la verosimilitud del relato incriminatorio de
la víctima. Dice el recurrente que no se sabe por qué la sentencia considera que la
prueba no es relevante por no informar en la forma solicitada y con arreglo a la ciencia
del perito. Se cuestiona asimismo el valor de la prueba pericial practicada por el
psicólogo adscrito a la oficina de protección a las víctimas y por la trabajadora social.
Tampoco se valora en la sentencia, dice el motivo, la testifical de la defensa, que
acredita que el acusado no se podía encontrar en la casa a las horas que dice la
denunciante.
El derecho a la tutela judicial efectiva no impone
una determinada forma de razonar ni tampoco una extensión concreta en el desarrollo
de la argumentación. Basta, en cada caso, con la expresión de las razones de forma
que resulte "comprensible", debiendo acudir a las características del caso concreto
para comprobar la necesidad de una mayor extensión o complejidad del razonamiento.
Es por eso que no es preciso motivar lo que resulta obvio o no es preciso extenderse
en aquellos aspectos de la cuestión que no han sido objeto de controversia entre las
partes al aceptarlos expresa o tácitamente ( STS 14 de febrero de 2005).
También hemos señalado que la motivación de las
resoluciones judiciales no sólo alcanza la escueta relación de los medios probatorios
examinados, sino, lo que es más importante, su aptitud y sentido incriminatorio y es
en este punto donde el Tribunal de instancia debe resolver las cuestiones atinentes a
las contradicciones, hechos o circunstancias incompatibles alegadas por la defensa y la
valoración que le merece la prueba de descargo, sin que tampoco sea exigible al
mismo la contestación puntual a todos y cada uno de los elementos de descargo
empleados por la defensa, sino sentar el hilo de su discurso lógico sobre el porqué de
su desestimación, con la extensión suficiente ( STS 26 de mayo de 2005).
QUINTO.- Al hilo de sus denuncias, el recurrente
cuestiona el valor otorgado a la declaración de la víctima por el Tribunal de instancia,
aunque sobre este extremo se remite a un motivo posterior, centrando sus alegaciones
en negar que el Tribunal haya valorado la prueba pericial que el recurrente invoca y la
testifical de la defensa.
Pero ello no es así. Como el propio motivo expone,
el Tribunal razonó sobre el valor de las pruebas aludidas; primero se refirió a la
testifical de los compañeros de trabajo del acusado, razonando por qué estima que sus
manifestaciones no son relevantes, y después analizó el resultado de la prueba
pericial, explicando las razones por las que las del perito Don. Pedro Jesús y el perito
Sr. Cesar se consideran de difícil valoración.
El motivo discrepa de las apreciaciones de la Sala,
defendiendo la trascendencia que se debió dar a las citadas pruebas, pero ello no
acredita la omisión que atribuye al Tribunal y que resulta inexistente, sino una mera
divergencia entre el criterio valorativo de la parte recurrente y el más objetivo del
Tribunal sentenciador. La Sala sentenciadora de instancia ha razonado, en el segundo
fundamento jurídico de su resolución, cuya mera lectura basta para rechazar la
denuncia del recurrente, acerca de la prueba que se practicó ante su presencia,
llevando a cabo los razonamientos pertinentes en punto a la convicción que obtuvo de
las pruebas a las que el motivo se refiere. No cabe apreciar, por tanto, la vulneración
constitucional invocada en el motivo.
Procede, en consecuencia, su desestimación.
SEXTO.- Se formula el tercer motivo, también al
amparo del art. 5.4 de la LOPJ, por vulneración del derecho constitucional a la
presunción de inocencia.
El recurrente afirma que se han realizado
conclusiones o juicios de valor que resultan ilógicos; la sentencia llega al
convencimiento sobre los hechos probados mediante la aceptación a ultranza de la
declaración de la víctima dejando aparte los elementos expuestos en el motivo
anterior, favorables a la defensa y accediendo a la supuesta corroboración periférica de
forma errónea. Alega el motivo que la valoración periférica viene determinada
exclusivamente por la declaración de la testigo hermana del acusado y por los peritos
que, por el mero ejercicio de su profesión -dependiente de la oficina de ayuda a las
víctimas del delito- obedecen a una inequívoca parcialidad, y siguen en su informe
criterios equivocados, aplicables a menores de edad cuando la víctima en la fecha de la
denuncia y de su evaluación por los peritos era mayor de edad.
Ha
señalado
de
forma
muy r e i t e r a d a l a
jurisprudencia de este Tribunal Supremo que la declaración de la víctima puede ser
considerada prueba de cargo suficiente para enervar la presunción de inocencia,
aunque sea la única prueba concurrente, lo que es frecuente que suceda en casos de
agresión sexual, porque al buscar el acusado para la comisión de los hechos delictivos
un ámbito íntimo, se dificulta la concurrencia de otra prueba diferente ( STS 187/2012,
de 20 de marzo, STS 688/2012, de 27 de septiembrey STS 724/2012, de 2 de
octubre).
La
credibilidad
del
testimonio
de
la
víctima
corresponde valorarla al órgano de enjuiciamiento, que es el que dispone de
inmediación, y lo que le compete a este Tribunal de Casación, a través del motivo
casacional por presunción de inocencia, es el control de la racionalidad de la valoración
realizada por el Tribunal de Instancia, en función de los parámetros de la lógica, la
ciencia y la experiencia. Para verificar la estructura racional de dicho proceso
valorativo se establecen notas o parámetros que coadyuvan a su valoración, y que
consisten, en síntesis, en el análisis de su credibilidad subjetiva, de su credibilidad
objetiva y de la persistencia en la incriminación.
La falta de credibilidad de la víctima o perjudicada
puede derivar de la existencia de móviles espurios o abyectos, en función de las
relaciones anteriores con el sujeto activo, pues pueden concurrir razones vinculadas a
las previas relaciones acusado- víctima, indicadoras de móviles de odio, resentimiento,
venganza o enemistad ( STS 22 de octubre de 2012).
Móviles que no cabe apreciar en el caso actual,
cuando es la hija la que denuncia un gravísimo atentado a su liberad sexual realizado
por su propio padre, y cuando ha sido necesario que alcanzase la mayoría de edad y
un cierto grado de madurez para disponer del valor y la libertad necesaria para
hacerlo, sin que se aprecie motivo espurio alguno que pudiese explicar una acusación
de esta naturaleza, con graves consecuencias para ambos y para toda la estructura
familiar y la propia vida futura de la denunciante, sino es precisamente por la absoluta
realidad de los lamentables hechos denunciados. El tiempo transcurrido, la forma y el
momento en que se produjo la denuncia, y la propia relación paterno filial entre la
denunciante y el denunciado, hacen difícil pensar en una causa actual de
animadversión que pudiese viciar el testimonio.
El segundo parámetro de valoración de la
declaración de la víctima consiste en el análisis de su credibilidad objetiva, o
verosimilitud del testimonio, que según las pautas jurisprudenciales debe estar basada
en la lógica de la declaración (coherencia interna) y en el suplementario apoyo de
datos objetivos de carácter periférico (coherencia externa).
En el caso enjuiciado el relato de la joven
sexualmente agredida es coherente, tal y como lo valora el propio Tribunal
sentenciador, y no incluye aspectos insólitos, extravagantes, u objetivamente
inverosímiles. La denuncia se produce, como es habitual en supuestos de menores
objeto de abuso en el ámbito familiar según indican las reglas de la experiencia, al
alcanzar la suficiente madurez con la mayoría de edad, pues inicialmente la
desproporción entre las posiciones del agresor y la agredida, y el temor a las
consecuencias dificultan a la menor la posibilidad de denunciar los hechos.
Solo con la madurez, y el propio transcurso del
tiempo se adquiere la fortaleza necesaria para formular la denuncia, a sabiendas de
que determinará vivencias familiares muy dolorosas.
Concurren, además, elementos objetivos de
corroboración, aunque no sean excesivamente relevantes, como por ejemplo el
dictamen pericial, que pone de relieve unas secuelas síquicas que son características
de un supuesto de abuso infantil
Resultan también relevantes, a efectos de su
valoración como elementos periféricos de corroboración, las declaraciones de la madre
y la tía de la menor, como señala el Tribunal sentenciador, siendo asimismo muy
importante, a estos efectos, el resultado del careo practicado entre el acusado y su
esposa, madre de la denunciante
El hecho de que el padre llegase a transmitir a su
hija la misma enfermedad contagiosa que marido y mujer padecían en sus órganos
genitales, ordenándole que se aplicara la misma pomada que utilizaba su madre, es
manifiestamente significativo, máxime cuando el dato de la enfermedad venérea
compartida por sus padres no es normal que se pusiese en conocimiento de la menor,
salvo por la circunstancia de que su propio padre se la contagió.
El tercer parámetro de valoración consiste en el
análisis de la persistencia en la incriminación, lo que conforme a las referidas pautas
jurisprudenciales supone: a) ausencia de modificaciones esenciales en las sucesivas
declaraciones prestadas por la víctima; b) concreción en la declaración; c) ausencia de
contradicciones, manteniendo el relato la necesaria conexión lógica entre las diversas
versiones narradas en momentos diferentes.
En el caso actual concurre dicha persistencia pues
la víctima ha proporcionado a lo largo de la instrucción la misma versión de los hechos,
en lo sustancial, hasta el acto del juicio oral, donde reprodujo el mismo relato sin
modificaciones esenciales y sin ambigüedades, generalidades o vaguedades. El
Tribunal sentenciador, que ha tenido ocasión de valorar personalmente la declaración
de la acusada, valora sus manifestaciones como veraces y vívidas.
En consecuencia la declaración de la víctima
constituye en el caso actual prueba hábil y suficiente para desvirtuar la presunción
constitucional de inocencia, y su valoración por el Tribunal sentenciador no incurre en
error notorio o arbitrariedad, siendo conforme a las reglas de la lógica y la experiencia.
SÉPTIMO .- Por ello el motivo resulta carente de
contenido casacional, dado que el recurrente se limita a exponer su propia, personal y
subjetiva valoración de la prueba. Se atribuye mendacidad a la víctima, de la que se
dice que mintió desde un primer momento, sin justificar porqué, que incurrió en
contradicciones, que no se aprecian, o que sostuvo versiones distintas y
contradictorias, cuando las diferencias son nimias.
Se acude en el nuevo análisis de la prueba al
informe Don. Pedro Jesús ; se cuestiona asimismo el testimonio de la madre de la
víctima, con cita igualmente de la aludida pericia; se cuestiona la apreciación del
Tribunal de instancia sobre la total falta de credibilidad de la versión del acusado; se
cuestiona asimismo la testifical de la hermana del acusado, de la que se dice que su
convencimiento sobre la veracidad de lo relatado por su sobrina le llegó por una
conversación telefónica con una vidente.
En definitiva, se pretende una nueva valoración
probatoria, de pruebas personales, que no es propia de este recurso casacional, salvo
en supuestos de falta de razonabilidad.
E l a c usado ha sido condenado porque desde un
viaje familiar a Santo Domingo en el verano de 2001, ha llevado a cabo acciones de
contenido sexual sobre su hija Olga , nacida en 1988, que comenzaron con
tocamientos, frotamientos y besos, acciones habituales que continuaron hasta una
progresión en la actuación del padre, que, cuando la menor tenía 16 años, pretendió
penetrarla vaginalmente, sin conseguirlo pese a la amenaza de que se iba a ir de casa,
hasta que en verano de 2005 -en el lugar de trabajo del padre, una oficina bancariallegó a obligarla a hacerle una felación y luego a yacer en la alfombra.
A partir de ese momento, bajo la continua
amenaza de matarse con el coche o de sus cambios de humor que incidían
negativamente en la voluntad de su hija, pasó a que los yacimientos y felaciones
fueran habituales entre ellos, hasta el punto de que por las tardes, cuando el acusado
llegaba al garaje con su vehículo, la niña bajara a buscarle, se besaran y subieran a la
habitación a realizar el acto sexual o felaciones. Y el dominio del padre sobre ella llegó
a ser tan relevante que bastaba que la mirara para saber ella lo que quería.
Los yacimientos continuaron hasta 2008; como
consecuencia de una disputa entre hermanos, en que intervino el padre, la hija contó a
su madre todo lo ocurrido, formulando denunciae iniciando tratamiento psicológico
, reanudando tras éste una terapia grupal junto a su madre hasta finales de 2009 y
recibiendo asistencia psicológica, que continúa.
El Tribunal razona la veracidad que otorga a las
manifestaciones de la víctima, exponiendo detalles de su relato -que narra los hechos
en el sentido que se recoge en el apartado de hechos probados- que considera
destacables -que la obligó a llevarse un preservativo usado para eliminar rastros, que
"cuando se hizo mayor se sentía mal"-; extrayendo de las circunstancias por ella
narradas -y de la forma en que lo hace- que siendo más pequeña la repetición de los
actos había normalizado la voluntad de la niña, que viniendo de quien venían y dada
su edad debía tenerlos por no reprochables, pasando al yacimiento con amenazas.
Se contrapone a tal relato la versión exculpatoria
del acusado, achacando los acercamientos a su hija a la excelente relación que
mantenían, afirmando que la relación familiar sin fisuras cesó cuando le manifestó a su
esposa que le había sido infiel muchas veces, lo que por deseos de venganza
desencadenó la denuncia de la hija. Manifestación negada por la esposa en la vista
"extrayéndose la misma conclusión del visionado del careo entre el acusado y su
esposa".
Dicho relato exculpatorio se considera en la
sentencia de absoluta incredibilidad, en la forma en que fue expuesto en el juicio, y
tras el resultado de la prueba, al contraponerlo al de la víctima, emitido con "firmeza,
rotundidad y persistencia".
La sentencia es extensa y minuciosa a la hora de
contestar a la tesis de la defensa de una "confabulación madre-hija", y de explicar la
conclusión de la Sala de instancia sobre la relevancia probatoria de la única prueba
directa -la declaración de la víctima-, además de la propia incredibilidad de los
argumentos del acusado. De la declaración de la víctima se afirma su ausencia de
ánimo de venganza, su veracidad -subrayando el desorden fáctico de su imputación,
habida cuenta de que declaró sobre un período que comprende de 2001 a 2008, y la
ausencia de detalles, que, además, ha tratado de olvidar-, con criterios valorados por
los peritos en el informe que afirma la coherencia del relato y la muy alta probabilidad
de ser creída, la mayor que se puede dar.
La sentencia explica por qué es este informe el que
le ofrece mayor credibilidad, frente al del facultativo que aún la trataba y el Don. Pedro
Jesús , quien no sólo desoyó las instrucciones sobre el objeto de su pericia consultando todo el sumario- sino que procedió a efectuar valoraciones en orden a las
conclusiones a las que se había de llegar -"se llegó incluso a llamar la atención del
perito sobre esa materia mientras informaba"-, pareciendo su informe una refutación a
todo intento de las conclusiones a que llegó el otro perito antes mencionado, cuando el
objeto de la pericia era el mismo.
Y destaca el Tribunal que, en todo caso, el informe
que sí se valora -el del psicólogo y la trabajadora social- no es sino una corroboración
de la veracidad del testimonio de la víctima, alcanzada por sus propios medios por el
Tribunal, al someter a contradicción todo lo actuado en el juicio,
Se expone asimismo la valoración de las restantes
pruebas, testificales esencialmente de referencia, de la madre de la víctima, de la
hermana del acusado -independientemente, dice la sentencia, de sus creencias
esotéricas- y de los compañeros de trabajo del acusado, intrascendentes para la Sala
de instancia.
La lectura de la sentencia recurrida muestra de
forma clara que la condena del recurrente responde a pruebas lícitas de cargo
racionalmente valoradas y con entidad suficiente para sustentar la condena sin que la
nueva valoración de lo actuado que, en definitiva, efectúa el motivo, desvirtúe la
enervación de la presunción de inocencia del acusado según las consideraciones, e x
art. 741 de la Lecrim, del Tribunal sentenciador.
Procede, por todo ello, la desestimación del motivo.
OCTAVO.- Se formula el cuarto motivo al amparo
del art. 849.1 de la Lecrimpor infracción del art. 179 del CP.
El recurrente entiende que no existe intimidación
adecuada para la incardinación en el tipo aplicado; la supuesta amenaza del acusado
carece de la apariencia de seriedad, firmeza e inmediación necesarias, no más allá de
la mera obtención del consentimiento por prevalimiento. Únicamente se habla en el
hecho probado de "pese a la amenaza de que se iba a ir de casa" sin que se haga
mención de elementos de fuerza o intimidación distintos a los relativos a la relación
parental. Los hechos deben subsumirse en el abuso sexual.
La naturaleza del motivo obliga a partir de los
estrictos términos del relato probatorio ( STS 13 de abril de 2004). La STS núm.
1.259/04expone que la intimidación es de naturaleza psíquica y requiere el empleo de
cualquier fuerza de coacción, amenaza o amedrentamiento con un mal racional y
fundado ( STS núm. 1583/2002, de 3 de octubre). Ha de ser idónea para evitar que la
víctima actúe según las pautas derivadas del ejercicio de su derecho de
autodeterminación, idoneidad que dependerá del caso concreto, pues no basta
examinar las características de la conducta del acusado sino que es necesario
relacionarlas con las circunstancias de todo tipo que rodean su acción. Debe
significarse que la intimidación entraña la amenaza de un mal de entidad suficiente
para doblegar la voluntad de una persona y la valoración de su suficiencia debe
hacerse atendiendo a las circunstancias objetivas y subjetivas de cada caso y entre
ellas el grado de susceptibilidad de la víctima para ser amedrentada.
Como ya dijo la STS de 22 de mayo de 1998la
voluntad de los menores es más fácil de someter y de ahí que amenazas que ante un
adulto no tendrían eficacia intimidante si las adquieren frente a la voluntad de un
menor ( STS 22 de abril de 2009).
NOVENO.- El hecho probado expresa que como
consecuencia de la habitualidad de los tocamientos sexuales, se produjo una
progresión en la actuación del padre, que, cuando la menor tenía 16 años, pretendió
penetrarla vaginalmente, sin conseguirlo pese a la amenaza de que se iba a ir de casa,
hasta que en el verano de 2005 la niña acompañó a su padre a la oficina bancaria
donde trabajaba, y en la que, tras enseñarle el acusado unos preservativos -ya en su
despacho- y comenzar a tocarle el pecho hasta quitarle la ropa,la obligó a efectuarle
una felación y luego a yacer en la alfombra.
A partir de ese momento, bajo la continua
amenaza de matarse con el coche o de sus cambios de humor que incidían
negativamente en la voluntad de su hija, pasó a que los yacimientos y felaciones
fueran habituales entre ellos, hasta el punto de que se hizo habitual que por las tardes,
cuando el acusado llegaba al garaje con su vehículo, la niña bajara a buscarle, se
besaran y subieran a la habitación a realizar el acto sexual o felaciones. Y el dominio
del padre sobre ella llegó a ser tan relevante que bastaba que la mirara para saber ella
lo que quería.
Y luego explica la sentencia que nos encontramos
ante una progresión delictiva, comenzada por el tipo más leve de los abusos sexuales,
cuando la víctima tenía de 11 a 15 años, y, luego, ya con el efecto de la intimidación y
apoyándose en el consentimiento viciado anterior, bajo la amenaza de matarse con el
coche, lo que provocaba en la hija el rechazo de la pérdida del padre y lo que el mismo
representaba, conseguir las agresiones vía bucal y vaginal.
Añade después la sentencia que en la situación de
los previos abusos existió una situación de prevalimiento al tratarse del progenitor de
la víctima; en lo que atañe al tipo de la violación, la intimidación debe entenderse
necesariamente en base a la normalización de una conducta aberrante de una duración
de entre cuatro y cinco años, en que se produjeron los tocamientos, como preparación
a conseguir un estadio delictivo superior, a través de la amenaza, cuando con la
repetición de esos actos había normalizado la voluntad de la víctima que viniendo de
quien venían y dada su edad debía tenerlos por no reprochables, se pasa al yacimiento
que se consigue amenazando a la hija con irse de casa, coger el coche y matarse, lo
que la misma cree que evita accediendo a sus deseos.
Situación de amenaza y de cambios de humor
constantes que amedrentan a la hija, en cuanto intimidación psicológica o vís psíquica,
que la obliga a consentir lo que no quiere, habiendo verbalizado la joven en la vista
que cuando se hizo mayor se sentía mal, y que a partir de los 16 años lo hacía contra
su voluntad, así como que solo accedía porque su padre se cabreaba y decía que se iba
a matar con el coche.
Amenazas de autolisis que la jurisprudencia ha
considerado bastantes, como en el caso de la Sentencia de 1 de octubre de 1999,
núm. 1396/99, muy similar al actual.
La exposición del Tribunal de instancia comprende
pues la concurrencia de intimidación junto a las penetraciones vaginales y bucales.
DÉCIMO.- Es cierto que la línea divisoria entre la
intimidación y el prevalimiento puede ser difícilmente perceptible en los casos límite
como lo es la diferencia entre el consentimiento cercenado por la amenaza de un mal y
el viciado que responde al tipo del abuso o prevalimiento, donde la víctima en alguna
medida también se siente intimidada.
Por ello para apreciar la intimidación este elemento
debe tener relevancia objetiva y así debe constatarse en el hecho probado. Lo
relevante es el contenido de la acción intimidatoria llevada a cabo por el sujeto activo
más que la reacción de la víctima frente a aquélla. El miedo es una condición subjetiva
que no puede transformar en intimidatoria una acción que en sí misma no tiene ese
alcance objetivamente.
E s p r e ciso, en este sentido, que, expuesta la
intención del autor, la víctima haga patente su negativa de tal modo que sea percibida
por aquél. Que exista una situación intimidante que pueda considerarse suficiente para
doblegar su voluntad, tanto desde un punto de vista objetivo, que atiende a las
características de la conducta y a las circunstancias que la acompañan, como
subjetivo, referido a las circunstancias personales de la víctima.
Como ha establecido la jurisprudencia consolidada
de esta Sala, la intimidación empleada en el delito de violación no ha de ser de tal
grado que presente caracteres irresistibles, invencibles o de gravedad inusitada, sino
que basta que sean suficientes y eficaces en la ocasión concreta para alcanzar el fin
propuesto del yacimiento, paralizando o inhibiendo la voluntad de resistencia de la
víctima y actuando en adecuada relación causal, tanto por vencimiento material como
por convencimiento de la inutilidad de prolongar una oposición de la que, sobre no
conducir a resultado positivo, podrían derivarse mayores males, de tal forma que la
calificación jurídica de los actos enjuiciados debe hacerse en atención a la conducta del
sujeto activo. Si éste ejerce una intimidación clara y suficiente, entonces la resistencia
de la víctima es innecesaria pues lo que determina el tipo es la actividad o la actitud de
aquél, no la de ésta.
También ha señalado la doctrina de esta Sala,
(sentencias 381/97, de 25 de marzo, 190/1998, de 16 de febreroy 774/2004, de 9 de
febreroentre otras), que la intimidación, a los efectos de la integración del tipo de
agresión sexual, debe ser seria, previa, inmediata, grave y determinante del
consentimiento forzado.
En el caso actual se produce una progresión
delictiva, desde una primera fase en la que solamente concurre prevalimiento, cuando
la víctima, de solo 13 años, comienza a ser objeto de abusos por parte de su padre,
hasta una segunda fase, en la que alcanzados los dieciséis años el padre pretende
alcanzar la penetración, vaginal y bucal, momento en el que se manifiesta la
resistencia de su hija, que se niega a esta progresión delictiva, y es entonces,
precisamente porque el prevalimiento ya no es suficiente, cuando el padre recurre a la
fuerza y la intimidación. Expresa el relato fáctico que en una primera ocasión, en su
despacho, el padreobliga a su hija a hacerle una felación, y a continuación a yacer
sobre la alfombra, y a partir de ese momentobajo la continua amenaza de matarse
con el coche o mediante cambios de humor que incidían negativamente en la
voluntad de su hija menor, pasó a conseguir que los yacimientos y felaciones
fuesen habituales .
Cabe apreciar aquí una progresión, no solo en el
resultado producido, al pasar de los abusos a la penetración, sino también del
procedimiento para incidir sobre la voluntad de la menor, que pasó del mero
prevalimiento a la intimidación, precisamente al ser insuficiente el primero para vencer
su resistencia por el crecimiento de la menor y la mayor entidad de las agresiones
realizadas. La amenaza de suicidio del padre, con la natural consecuencia de ruptura y
tragedia familiar, imputable síquicamente a la menor por negarse a acceder a sus
deseos, puede considerarse en este supuesto específico como una amenaza seria,
previa, inmediata, grave y determinante del consentimiento forzado, pues aunque
aparentemente no constituye un mal para la víctima sino para el victimario, en
realidad la hace responsable, si se niega a acceder a sus deseos, de un mal gravísimo,
como es la muerte de su propio padre, y la destrucción de la familia, derivada
directamente de su negativa a acceder a lo solicitado.
No puede haber para una menor, ya victimizada
previamente a través de los abusos, una amenaza más intimidante que la de hacerla
responsable de la muerte de su propio padre, lo que conlleva necesariamente el
descubrimiento de su conducta anterior, ante su madre y hermano, a los que dejará
viuda y huérfano por su oposición, con la culpabilidad adicional derivada de su
aquiescencia anterior a los precedentes abusos. En consecuencia, no cabe dudar en el
caso actual de que el hecho delictivo enjuiciado, de una enorme gravedad, supera
manifiestamente los límites del prevalimiento, e incide en la intimidación.
La intimidación requiere una conducta activa,
positiva por parte del autor proyectada directamente sobre la víctima, generando con
esta acción el temor que ha de ser, en primer término, racional y fundado, lo que exige
una valoración atendiendo a criterios de normalidad. Y en el caso actual consta esta
conducta activa proyectada sobre la víctima, que genera un temor racional, el temor a
que su negativa determine la muerte de su padre, y de que todo se descubra. Es un
temor racional y fundado, desde el punto de vista objetivo, y subjetivamente
considerado, determinante, al actuar sobre una menor de voluntad muy debilitada por
el abuso anterior.
Concurre,
en
consecuencia,
una
situación
intimidante que puede considerarse suficiente para doblegar la voluntad de la
menor,tanto desde un punto de vista objetivo, que atiende a las características
de la conducta y a las circunstancias que la acompañan, como subjetivo,
referido a las circunstancias personales de la víctima.
UNDÉCIMO .- Como señala la STS, ya citada núm.
1396/99, de 1 de octubre, en un caso muy similar al actual, de agresión sexual
realizada por el padre a su hija menor amenazando con suicidarse si no accedía a sus
pretensiones, "En una primera aproximación, pudiera pensarse que la amenaza del mal
anunciado --el suicidio--, no recaería sobre la menor sino sobre el autor de la agresión,
pero si se profundiza más se puede llegar a la conclusión, de que la intimidación no
está constituida por el suicidio sino por hacer responsable a la menor de aquella
decisión; de alguna manera este planteamiento es una manifestación del principio de
transferencia de culpabilidad, tan utilizado en la dialéctica autojustificativa de la
delincuencia terrorista y que trata de hacer responsable a la víctima de la acción del
verdugo. En efecto, el recurrente con su anuncio de darse muerte estaba
responsabilizando a su hija de aquella muerte si no accedía a la relación sexual. Se
trata de un anuncio serio, inminente y suficiente para la víctima --recuérdese que tenía
quince años, y que las relaciones en cuanto a tocamientos ya se habían iniciado años
anteriores--, y que el autor de las mismas era su propio padre. Es claro que en estas
condiciones la amenaza tuvo los requisitos de seriedad e inmediatez exigibles, y que el
perjuicio para la menor se encontraba en cargar sobre su conciencia con la muerte del
padre, situación que sin duda supone un ataque no en plano físico, pero sí claramente
en el plano moral para la menor con evidente perjuicio para su salud mental e
integridad moral, conceptos ambos que pueden constituir el ataque con el que se
intimidaba, que por ello no debe reducirse el anuncio de un mal en el aspecto físico
corporal".
Procede, por todo ello, la desestimación del motivo
DÉCIMO SEGUNDO .- Se formula el quinto motivo
al amparo del art. 849.1 de la Lecrim, por indebida inaplicación del art. 21.6 del CP.
Alega el recurrente que las actuaciones iniciadas en
junio del año 2008, se han enjuiciado en marzo del 2012, sin responsabilidad del
acusado en ello, el sumario llegó a la Audiencia en otoño de 2010 y el juicio se celebró
en junio de 2012.
El carácter razonable de la dilación de un proceso
debe ser apreciado mediante la aplicación a las circunstancias del caso concreto de los
criterios objetivos consistentes esencialmente en la complejidad del litigio, la duración
normal de procesos similares, el comportamiento de los litigantes y el del órgano
judicial actuante. No toda dilación por el hecho de serlo es indebida sino que ello debe
ser valorado en cada caso concreto, no siendo suficiente la referencia genérica a la
misma, sino que es preciso que la parte puntualice los concretos lapsos de tiempo que
justifican su pretensión y su falta de adecuación ( STS 10 de febrero de 2005). Las
dilaciones indebidas suponen un menor reproche penal de la conducta en la medida
que la lesión al derecho de ser juzgado en un plazo razonable se traduce en un recorte
de la pena. Pero esta construcción requiere que junto al dato objetivo de un plazo no
justificado se constate una efectiva lesión bien por causa de las circunstancias
personales del autor del hecho, bien por reducción del interés social de la condena que
haga que la pena a imponer resulte desproporcionada ( STS 1 de julio de 2009).
DÉCIMO TERCERO. - No es el caso; el recurrente
aduce la duración total del procedimiento, que se suspendieron dos señalamientos de
juicio, y que entre el auto de procesamiento -octubre de 2009- y el emplazamiento
ante la Audiencia - septiembre de 2010- no hubo trámites sustantivos sino que la
acusación recurrió la responsabilidad civil.
Ha de subrayarse que el recurrente no hizo
mención alguna a tal extremo en la instancia; no planteó al Tribunal sentenciador la
atenuante que ahora postula, sobre la que, por lo tanto, no se pronuncia la sentencia
recurrida. No consta, de otro lado, y tomando en consideración la exposición que el
Ministerio Fiscal ofrece al impugnar el motivo aludiendo a un sumario complejo con
varios informes periciales, la concreción de paralizaciones o retrasos injustificados en
el curso del procedimiento, tampoco el mero y genérico transcurso de los casi cuatro
años en total, constituye por sí un elemento indicativo de la indebida dilación que se
pretende. No se constata tampoco la desproporción en la pena impuesta -15 años de
prisión, máximo imponible- dadas las circunstancias que la sentencia expre s a a l
determinarla en el cuarto de sus fundamentos de derecho.
De todo lo cual se sigue la desestimación del
motivo.
DÉCIMO CUARTO.- Se formula el sexto y último
motivo al amparo del art. 5.4 de la LOPJ, por vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva.
El recurrente se refiere a la falta de motivación de
la indemnización fijada a favor de la víctima de los hechos, cuya cuantía considera
desmesurada y distante de las habitualmente señaladas por la jurisprudencia. Su
importe se compadece únicamente con supuestos de secuelas permanentes
constitutivas de gran invalidez. No debe fijarse más cantidad que la de 12.000 euros,
acorde a las secuelas sufridas.
Tres son, según se ha dicho, las exigencias que el
Tribunal ha de respetar en esta materia: a) Necesidad de explicitar la causa de la
indemnización; b) Imposibilidad de imponer una indemnización superior a la pedida
por la acusación; y, c) Atemperar las facultades discrecionales del Tribunal en esta
materia al principio de razonabilidad ( STS 23-1-03).
Debemos reiterar que la determinación de la
responsabilidad civil por daños materiales y físicos económicamente evaluables
obedece a criterios compensatorios concretamente establecidos mediante las
correspondientes pericias y otros elementos valorativos, así como al costo económico
de la asistencia sanitaria y los perjuicios derivados de la pérdida de ingresos, pero
cuando se trata de daños de índole moral, que por su propia naturaleza no son
traducibles económicamente y por ello no pueden utilizarse como criterios o bases
determinantes de la indemnización los mencionados para los daños físicos y
materiales, la única base para medir la indemnización por esos perjuicios y daños
anímicos es el hecho delictivo mismo del que éstos son su consecuencia o resultado
causal, de tal suerte que la propia descripción del hecho constituye la base que
fundamenta el "quantum" indemnizatorio señalado por el Tribunal sentenciador en el
ejercicio de una prudente discrecionalidad únicamente revisable en casación cuando la
valoración rebase los límites mínimos y máximos dentro de los cuales resulta
razonable esa prudente discrecionalidad ( STS 21 de octubre de 2002).
El Ministerio Fiscal interesó una indemnización de
50.000 euros, en tanto que la acusación particular solicitó la suma de 300.000 euros.
La sentencia dice que la cifra acordada, 150.000 euros, se fija en atención a los
padecimientos de la perjudicada, de los que ha sido objeto durante toda su minoría de
edad, con independencia de que le resten o no secuelas, o aún con ellas, en cuanto la
prepotencia en el abuso y la agresión sexual por parte del padre, la han abocado a
sufrir un trastorno que, aún no evaluable como secuela, ha distorsionado totalmente la
imagen y la figura del padre en todo su crecimiento y formación de su personalidad, de
muy difícil recuperación, por mucho que la prueba pericial haya apuntado a que con el
tiempo las imágenes vividas van perdiendo fuerza.
Además, se valora que esta víctima ha sufrido una
merma importante en sus relaciones de convivencia pasadas, presentes y futuras, que
se reconocen de difícil evaluación cuantitativa, pero se valoran con ponderación en la
referida suma. A estos extremos se alude también por la Sala al fijar la pena,
mencionando el daño psíquico irreparable en muchos aspectos, trastocando las
vivencias infantiles y de la pubertad y el modo de percibirlas, lo que ya no se podrá
olvidar.
La cifra fijada por la sentencia no resulta
desproporcionada a las consecuencias padecidas por la víctima y tampoco aparece
como arbitraria.
Procede, por tanto, la desestimación del motivo y,
con él, de la totalidad del recurso.
III. FALLO
Que debemos declarar y declaramosNO HABER LUGAR al
recurso de casación por infracción de ley e infracción de precepto constitucional
interpuesto por Aureliano contra sentencia de fecha veintiseis de junio de 2.012,
dictada por la Audiencia Provincial de Toledo, Sección Primera, en causa seguida al
mismo por delito de agresión sexual. Condenamos a dicho recurrente al pago de las
costas causadas en el presente recurso. Comuníquese esta resolución a la mencionada
Audiencia a los efectos legales oportunos, con devolución de la causa.
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección
Legislativa lo pronunciamos, mandamos y firmamos
PUBLICACION .- Leida y publicada ha sido la anterior sentencia
por el Magistrado Ponente Excmo. Sr. D Candido Conde-Pumpido Touron , estando
celebrando audiencia pública en el día de su fecha la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, de lo que como Secretario certifico.
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