VII Domingo del Tiempo Ordinario Año B Antífona de ingreso

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VII Domingo del Tiempo Ordinario
Año B
Antífona de ingreso
Señor, yo confío en tu misericordia;
alegra mi corazón con tu auxilio
y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. (Sal 12,6)
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno:
concede a tu pueblo que la meditación de tu doctrina
le enseñe a cumplir siempre,
de palabra y de obra, lo que a ti te complace.
PRIMERA LECTURA Is 43, 18-19. 21-22. 24b-25.
Por mi cuenta borraba tus crímenes
Del libro del Profeta Isaías
Así dice el Señor:
«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo,
para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.
Pero tú no me invocabas, Jacob, ni te esforzabas por mí, Israel; me avasallabas con tus
pecados y me cansabas con tus culpas.
Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.»
SALMO RESPONSORIAL (Sal 40)
R/. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos. R/.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.» R/.
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora, y por siempre. Amén. Amén. R/.
SEGUNDA LECTURA (2Co : 1,18-22)
Jesucristo no fue primero "sí" y luego "no". Todo él es un "sí".
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios
Hermanos: Dios es testigo de que la palabra que les dirigimos a ustedes no fue primero
"sí" y luego "no". Cristo Jesús, el Hijo de Dios, a quien Silvano, Timoteo y yo les hemos
anunciado, no fue primero "sí" y luego "no". Todo él es un "sí". En él, todas las promesas
han pasado a ser realidad. Por él podemos responder "Amén" a Dios, quien a todos nosotros
nos ha dado fortaleza en Cristo y nos ha consagrado. Nos ha marcado con su sello y ha
puesto el Espíritu Santo en nuestro corazón, como garantía de lo que vamos a recibir.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Lc 4,18)
R/. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la liberación a
los cautivos.
R/. Aleluya, aleluya.
EVANGELIO (Mc 2,1-12)
El Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados.
+ Del santo Evangelio según san Marcos
“Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa.
Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la
Palabra.
Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de
la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que
hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico:
“Hijo, tus pecados te son perdonados‟.
Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:
“¿Por qué éste habla así? Está blasfemando.
¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?”
Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les
dice: “¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico:
«Tus pecados te son perdonados»,
o decir: «Levántate, toma tu camilla y anda? »
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre
tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -:
«A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».‟
Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que
quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo:
“Jamás vimos cosa parecida”.
Lectio
Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el
cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en
la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de
tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos
como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la
Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y
en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de
Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
Introducción
El Evangelio que la Liturgia nos propone para este domingo nos presenta nuevamente un
relato de milagro, en el que entretejen dos temas: la sanación física y el perdón. Todo ello como
signo de que está aconteciendo el Reino de Dios: el novedoso actuar de Dios en la persona de
Jesús, que beneficia a unos, escandaliza a otros y sorprende a todos.
Describe la curación de un paralítico y habla de la discusión que tuvo Jesús con los doctores de
la ley o escribas sobre el perdón de los pecados.
Con el relato de hoy el Evangelista Marcos nos estimula a entrar en una nueva fase de la misión
de Jesús.
En esta etapa de la misión de Jesús tenemos que preguntarnos: ¿En qué condiciones Jesús
encuentra a las personas y qué cambios obra en ellas?
Notemos que ahora ya no se trata solamente de personas víctimas de enfermedades y
posesiones demoníacas, sino de situaciones en las que se interponen obstáculos en la relación
con Dios y en la relación fraterna. Jesús viene a ofrecer el don de una nueva comunión.
Esto lo vamos a aprender con la curación del paralítico.
Estructura
Podemos distinguir en este relato cinco partes:
(1) Introducción: lugar y circunstancia (2,1-2)
(2) El encuentro del paralítico con Jesús (2,3-5)
(3) Crítica de los fariseos (2,6-7)
(4) Respuesta de Jesús (2,8-11)
(5) Curación del leproso y alabanza coral (2,12)
El capítulo 2, que hoy proclamamos, muestra cómo el anuncio de la Buena Nueva, cuando
se hace con fidelidad, es fuente de conflictos. En Mc 2,1-3,6, están representados cinco
conflictos provocados contra Jesús por el anuncio de la Buena Nueva de Dios.
* Marcos 2,1-2: El pueblo busca a Jesús y quiere escuchar la Palabra de Dios. Jesús está
regresando a casa. El pueblo lo busca. Mucha gente se reúne delante de la puerta. Jesús
acoge a todos y Marcos dice que Él anuncia la Palabra al pueblo. Muchas veces Marcos
informa que Jesús anuncia la Palabra al pueblo (Mc 1,21,22.27.39; 2,2.13; 4,1; 6,2.6.34;
etc.). Pero pocas veces dice qué es lo que decía Jesús. ¿Qué enseñaba Jesús al pueblo? Él
hablaba de Dios y usaba para esto ejemplos de la vida (parábolas) e historias del pueblo
(Biblia). Hablaba partiendo de la experiencia que Él mismo tenía de Dios. Jesús vivía en
Dios. El pueblo lo escuchaba con gusto (Mc 1,22.27). Sus palabras tocaban el corazón. A
partir de la predicación de Jesús, Dios en vez de ser un juez severo que amenazaba castigo e
infierno, se convertía en una presencia amiga, una Buena Noticia para el pueblo.
* Marcos 2,3-5: La fe del paralítico y de sus amigos obtienen el perdón de los pecados.
Mientras Jesús está hablando llega un paralítico, llevado por cuatro personas. Jesús es la
única esperanza para ellos. Suben sobre el terrado, lo descubren y descuelgan al paralítico
delante de Jesús. Señal de mucha solidaridad. Jesús, vista su fe, dice al paralítico: Hijo, tus
pecados te son perdonados. En aquellos tiempos la gente pensaba que los defectos físicos,
como la parálisis, fuesen castigos de Dios a causa de algún pecado. Los doctores enseñaban
que tal persona era impura, incapaz de acercarse a Dios. Por esto, los enfermos, los pobres,
los paralíticos y tantos otros, se sentían rechazados por Dios. Pero Jesús no pensaba así. Él
pensaba lo contrario. Aquella fe tan grande del paralítico y de sus compañeros era señal de
que aquel hombre estaba en paz con Dios, acogido por Él. Por esto Jesús declara: Tus
pecados te son perdonados. Esto es: “Tú no estás lejos de Dios”. Con esta afirmación Jesús
negaba que la enfermedad fuese un castigo por el pecado de aquel hombre.
* Marcos 2,6-7: Jesús es acusado de blasfemar por los jefes. La afirmación de Jesús no
andaba de acuerdo con la idea que los doctores de la ley tenían de Dios. Por esto reaccionan
y acusan a Jesús: ¡Este blasfema! Según su doctrina sólo Dios podía perdonar los pecados.
Y solamente el sacerdote podía declarar a una persona perdonada y purificada. ¿Cómo es
que Jesús de Nazaret, hombre sin estudios, simple trabajador, carpintero, podía declarar a
las personas perdonadas y purificadas del pecado? Además de esto, deben haber pensado:
¡Si fuese verdad lo que Jesús está diciendo, arriesgamos perder el poder y la razón de ser!¡
Perdemos nuestra fuente de ganancias! * Marcos, 2,8-11: Jesús cura para probar que tiene
poder de perdonar los pecados. Jesús sabía que lo condenaban. Por esto pregunta: ¿Qué
cosa es más fácil, decir al paralítico “Te son perdonados tus pecados”, o decir, “Levántate,
toma tu camilla y vete”? Evidentemente es mucho más fácil decir: “Tus pecados te son
perdonados”. Porque ninguno puede verificar si el pecado ha quedado perdonado o no. Pero
si yo le digo: “Levántate y anda”, aquí sí pueden todos verificar si tengo o no el poder de
curar. Así, para mostrar que tenía el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios,
Jesús dice al paralítico: “¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! Curó a aquella
persona. Probó que la parálisis no es un castigo de Dios y que la fe de los pobres es señal de
que Dios lo había ya acogido en su amor.
* Marcos, 2,12: La reacción del pueblo: Jamás hemos visto cosa parecida. El paralítico se
levanta, prende su camilla y se va: y todos exclaman: ¡Jamás hemos visto cosa parecida! Es
claro el sentido del milagro:
1)Los enfermos no deben pensar que Dios les está castigando por cualquier pecado.
2) Jesús abrió un nuevo camino hacia Dios. Lo que la religión del tiempo llamaba
impureza, no era ya un impedimento para que la persona se acercase a Dios.
3) El rostro de Dios que se revela a través de la conducta de Jesús es muy diferente del
rostro severo del dios revelado por la conducta de los doctores.
Con nuestro actuar pecaminoso, uno rechaza el caminar en sintonía con Dios. Es un “no” a
la obediencia a Dios, para dejarnos llevar más bien por nuestras tendencias y proyectos. De
esta forma destruimos nuestra comunión con Él, terminamos separándonos de Él y ya no
podemos más –con nuestras solas fuerzas- reconciliarnos con Él.
La reconciliación solamente sólo se puede lograr cuando la recibimos como un don
gratuito: “¿Quién puede perdonar pecados sino solamente Dios?” (2,7). Distanciarse de
Dios es la mayor pérdida que uno puede tener.
Pero es aquí donde Jesús interviene: su palabra con poder libera al hombre de las
consecuencias más funestas de su libertad y le da una vida nueva mediante la comunión con
Dios.
Y no sólo con Dios. El envío final que Jesús le hace al paralítico es: “Vete a tu casa”. El
perdón que reconcilia con Dios, encuentra su lugar más apropiado en la reconciliación
familiar y con todos los que hacen parte de nuestro tejido relacional.
Apéndice:
Releamos el Evangelio con el Catecismo de la Iglesia Católica
Jesucristo es Dios
(589)
Jesús escandalizó a los fariseos sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa
hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos. Llegó incluso a
dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores, los admitía al banquete
mesiánico. Pero es especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las
autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas,
«¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?». Al perdonar los pecados, o bien
Jesús blasfema –porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios– o bien dice
verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios.
Sólo Dios perdona el pecado
(1441 – 1449)
Sólo Dios perdona los pecados. Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: «El Hijo
del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» y ejerce ese poder divino:
«Tus pecados están perdonados». Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús
confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.
Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el
signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su
sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico,
que está encargado del ministerio de la reconciliación. El apóstol es enviado en nombre de
Cristo, y es Dios mismo quien, a través de él, exhorta y suplica: «Déjense reconciliar con
Dios».
Reconciliación con la Iglesia
(1443 – 1445)
Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de
este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad
del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo
manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él
mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón
de Dios y el retorno al seno del pueblo de Dios.
Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor
les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión
eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón
Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Está claro
que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y
desatar dada a Pedro.
Las palabras "atar y desatar" significan: aquel a quien excluyan de vuestra comunión, será
excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que reciban de nuevo en vuestra
comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es
inseparable de la reconciliación con Dios.
El sacramento del perdón
(1446; 2839)
Cristo instituyó el Sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores
de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave
y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionada la comunión eclesial. El sacramento de
la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la
gracia de la justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como la
segunda tabla de salvación después del naufragio que es la pérdida de la gracia por el
pecado.
Los cristianos, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de separarnos
de Dios. En la Confesión, nos volvemos a Él, como el hijo pródigo, y nos reconocemos
pecadores ante Él, como el publicano. Al confesar nuestros pecados afirmamos al mismo
tiempo nuestra miseria y su Misericordia. En el sacramento de la Confesión encontramos
el signo eficaz e indudable de su perdón.
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