Entre el oficio y el beneficio: el papel del editor

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Encuadre. Revista de la enseñanza del diseño
Entre el oficio y
el beneficio: el
papel del editor
Presentación del libro de Gerardo Kloss, publicado por la
Universidad de Guadalajara, Editorial Santillana y la Red
Nacional Altexto de anuies, en coedición con dieciocho
instituciones nacionales de educación superior.
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Mariana Ozuna Castañeda
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam
Resumen
Este texto transcribe las palabras pronunciadas por la Dra. Ozuna durante la presentación
de la segunda edición de este libro del Mtro. Kloss, en la uam Xochimilco. Rescatando el
sentido de la presentación de un libro, se propone simple y ambiciosamente responder a
una pregunta: ¿para qué? ¿Para qué leer, comprar, pensar este libro, para qué escribirlo,
para qué editarlo? Con esta finalidad, define las limitaciones, describe las características y
sugiere las aportaciones que puede ofrecerles esta obra a sus varios posibles lectores.
Abstract
This text transcripts a speech by Dr. Ozuna while introducing the second print of this book
by Gerardo Kloss, at the Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco. The
goal is simple, and yet ambitious: to retake the true meaning of a book presentation,
just to answer a question: why? Why read, buy, think about this book, why write it,
why publish it? For this purpose, she defines the constraints, describes the features and
suggests the contributions that this book may provide to its different potential readers.
Palabras clave
Autor, catálogo, complejidad, corrección, cultura, derechos de autor, diseño editorial,
diversidad, editor, empresa, escritura, humanidades, industria editorial, lector, legislación,
libro, mercado, oficio, política, práctica social, proceso, profesión, texto, transdisciplina.
Keywords
Author, backlist, book, business, complexity, copyright, culture, diversity, Graphic Design,
Humanities, Law, market, Politics, process, profession, Proofreading, Publisher, publishing
industry, Reader, social practice, text, trade, transdisciplinarity, writing.
abril de 2008
Gerardo Kloss Fernández del Castillo.
“[…] obra personal, objeto de arte, producto industrial, incunable, documento oficial, instructivo
práctico, juguete para niños, reportaje de hechos recientes, serie de poemas, enciclopedia, colección
de fascículos, recetario de cocina, material gratuito para la enseñanza primaria, medalla o placa
conmemorativa que reparten las instituciones para su mayor gloria, medio kilo de basura […], revelación
que cambia la conciencia del mundo y de sí mismo […], novela que conduce al patíbulo”.
Creo firmemente que Entre el oficio y el beneficio no conducirá al patíbulo a su autor; es
un libro iniciático en muchos sentidos, una obra metaeditorial, un libro que versa sobre
sí mismo, un libro sobre libros, sobre la industria editorial y sobre los alcances sociales,
materiales, políticos, jurídicos, financieros, que traman su existencia.
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P
resentar un libro es reunirse para celebrar, para acoger entre nosotros la llegada de
papel, tinta, caracteres, pastas, pero sobre todo la de un objeto único. Es un ritual
que connota cierto sentido: presentamos un libro y al hacerlo hablamos de él, de sus
virtudes y sus flaquezas, y hacemos esto para darle sentido a su existencia. Los presentadores
intentamos responder a una enorme pregunta: ¿para qué? ¿Para qué leer, comprar, pensar
este libro, para qué escribirlo, para qué editarlo? Este acto ritual es, además, una efímera
mediación: los que presentamos estamos entre el libro y su finalidad última, ustedes, los
lectores. Nos esforzamos por provocar más eficientemente el encuentro entre el libro y
ustedes.
Un libro es tantas cosas, como dice Gabriel Zaid:1
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Nihil novum sub sole…
El autor no inventa nada sobre la industria
editorial, no revela verdades absolutas ni
ocultas para los editores y empresarios
editoriales; tampoco nos ofrece una receta
para cambiar a México y hacerlo un país
de lectores o editores. Lo que sí posee este
libro es originalidad en su concepción
(intellectio e inventio) y en su ordenamiento
(dispositio); ambas replantean lo “ya
sabido” por los empresarios y críticos, por
la sep, por la Caniem, por los lectores.
Su originalidad radica en mostrar que
el libro es un proceso complejo, propio
de la Modernidad. Paulatinamente, en
su argumentación, el autor proporciona
algunas explicaciones históricas, políticas,
financieras y culturales que nos brindan
el panorama (the whole picture) del papel
que juega el libro y, por ende, el editor,
no sólo en el México de ahora, sino en el
mundo moderno del pasado, el presente y
el futuro.2
Poco a poco Gerardo Kloss destruye
dos preciadas imágenes: la que pone a los
autores a la derecha de Dios, como profetas
que traen a los hombres la nueva palabra,
y la de quienes imaginan al editor como
un Napoleón que escribe, lee y dicta una
carta al mismo tiempo en pleno campo
de batalla. Editar, afirma, es una tarea
transdisciplinaria.3 Sí, el editor ve the whole
picture, el proceso entero, pero no puede
realizarlo por sí solo…
Portada del libro de Gerardo Kloss Fernández del Castillo.
abril de 2008
De lo conceptual a lo concreto
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Los contenidos de la obra se dividen en tres partes, que describen al proceso editorial como
práctica social, en su marco normativo y como método de preparación y ordenación del
texto. El subtítulo Práctica social, normatividad y producción editorial es la “letra pequeña”,
el dulce de la píldora; ahí se encuentra la sustancia expositiva, la síntesis. La otra parte del
título, Entre el oficio y el beneficio: el papel del editor, creo yo, es el gancho literario que indica
un lugar común conflictivo por el que muchos percibimos al editor: alguien que se hace con
el beneficio del trabajo ajeno, y cuya labor es, más que seria profesión empresarial, un mero
“oficio”.
Hay que percatarse del razonamiento detrás de la secuencia de perspectivas: la segunda
y tercera parte de la obra apelan de manera más clara y directa al rostro concreto del libro,
ya sea como acto jurídico o como conjunto material entregado, procesado y transformado.
Pero no nos equivoquemos; el autor no sólo compendia la legislación mexicana desde el siglo
xix en materia editorial, ni nos arroja una serie ininterrumpida de datos estadísticos. Muy al
contrario, desembrolla el ámbito normativo al que, por muchas razones históricas, cualquier
mexicano teme. Aunque la ley es la representación textual de la razón, a veces su formulación
nos parece incomprensible. Este apartado que, sorprendentemente, se lee con agilidad y nos
hace ver la lógica del derecho, es de lo más útil; sensibiliza al lector y a los potenciales autores,
y permite conocer algunas regiones jurídicas de la edición (¿cuáles son los derechos del autor,
cuáles los del editor?, ¿cuáles son derechos de lucro, cuáles son derechos sobre la “obra”,
cuáles sobre su publicación?) contempladas en la Ley Federal de Derechos de Autor de
1996. Gerardo Kloss nos indica las flaquezas de esta ley, al tiempo que puntualiza sobre sus
virtudes; entre éstas, que contempla ya los derechos del editor y el hecho de que en el libro
intervienen varios creadores, como el diseñador gráfico. El método básico que sigue el autor
para evitar el ombliguismo que nos agrada tanto a algunos pueblos, es comparar fenómenos,
procesos similares, llevar su marco de referencia más allá de México y de América Latina; así
la normatividad del derecho mexicano aparece valorada justamente.
El tercer apartado nos devuelve al ámbito concreto del libro: papel, tinta, ideas. Debo
confesar que compartí el disfrute de derribar de su altar al autor. Gerardo Kloss deja detrás
el momento de “creación” y, de hecho, evita sistemáticamente usar este término para
denominar cualquier actividad editorial. Prefiere darle al momento de la recepción del
manuscrito un valor de definitividad dentro del proceso que este hecho inicia: “El editor (y
por extensión los demás participantes del proceso, como el corrector o el diseñador editorial)
se están echando la soga al cuello si aceptan manuscritos que no están seguros de entender
con claridad”; y poco después: “el editor que acepta que el texto se le vaya entregando por
partes es un suicida, profesionalmente hablando”.4 A continuación nos describe cómo el
manuscrito pasa de unas manos a otras, de un proceso a otro, sufriendo una transformación;
la secuencialidad de esta transformación, donde intervienen distintos profesionales, describe
la materialidad que va adquiriendo el manuscrito.
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Encuadre. Revista de la enseñanza del diseño
Su proceso de depuración se muestra a partir de una noción clave: “las humanidades
aceptan la diversidad” y la complejidad; aceptan que no hay una sola respuesta correcta
para cada problema, que sólo hay mayor o menor pertinencia, y que lo que hace que una
respuesta sea más pertinente que otra es multifactorial;5 en este sentido Gerardo Kloss
extrae una ventaja sustancial al considerar a la edición como una actividad humanística.
Este sustrato humanístico es el otro discurso de El papel del editor; de ahí los temas
que aborda en la primera parte, “El proceso editorial como práctica social”. El autor inicia
definiendo al editor como aquel que coordina las partes aisladas, garantiza la calidad
en todas las etapas y posee “la visión global para saber que cada tarea individual es más
trascendente, a la larga, de lo que parece”.6 Actualmente ser editor no es lo mismo que
haberlo sido en los siglos xv o xvi. En 1509 un amigo le envió al humanista Erasmo de
Rotterdam un volumen manuscrito de sus propias cartas, que había sido puesto en venta en
Roma. Era una edición “pirata” o “no autorizada” de sus cartas. Erasmo quemó el ejemplar
y desde 1515 se dedicó a la publicación de sus cartas. Erasmo fue autor y editor de su
propia obra y tuvo que vérselas a solas con el impresor.
¿Quiénes son esos otros, con quienes y gracias a quienes el editor se asume como tal?
El autor, el traductor, sus superiores dentro de la estructura empresarial, técnicos editoriales,
diseñadores gráficos, técnicos de artes gráficas, distribuidores, libreros, lectores… con cada
uno el editor sostiene tratos en diferentes niveles. Para comprender y describir al editor, y su
quehacer, Gerardo asume la perspectiva humanista. No es cuestión sólo de contratar a un
profesional, no; se trata de hacer equipo con el profesional en cada proyecto, de tratar con
esa persona de acuerdo con sus capacidades, reconocerlas y reconocer si dichas capacidades
son las adecuadas para cada proyecto editorial.
Así cuando leemos que “el proceso editorial se fragmenta en cada una de las partes
de las fases, procesos y epistemes transversales por las que va pasando el pobre libro”,
sucede que “El corrector dirá ‘Este autorcete no sabe ni escribir, yo sí’; el diseñador dirá
‘Este correctorzucho no entiende nada de diseño’; el impresor dirá ‘Estos jovencitos
creen que saben mucho porque fueron a la escuela de diseño, pero yo tengo treinta años
imprimiendo’. El autor dirá ‘Esta editorial es malísima, mira lo que estos ignorantes
hicieron con mi texto’”, y advierte: “la mutua ignorancia se puede llegar a convertir
inadvertidamente en sabotaje”.7 El discurso humanista que elige el autor es apropiado para
aproximarse a la labor editorial, no como una suma de especificidades o de especializaciones
profesionales, sino como un proceso. Un proceso que debe abarcar las múltiples dimensiones
del objeto que genera, así que el editor no es alguien definido de manera total, sino que
puede adquirir funciones específicas que determinan su quehacer.8
Gerardo podría haber dejado aquí este capítulo, limitándose al mundo del taller o
del equipo editorial; sin embargo, el pensamiento humanista que embarga la obra no
lo permite y nos aproxima a otro espacio, éste más delimitado pero igualmente social y
complejo: la dialéctica interna y externa de una editorial, vista no sólo como proyecto
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cultural y político, sino también como empresa. En este sentido, el autor insiste en la
necesidad de una masa de lectores, y es aquí donde recaba las estrategias que permiten
a una editorial cumplir con objetivos más integrales. El catálogo o backlist es la clave
para equilibrar la necesidad de lectores y las decisiones editoriales, que hacen del editor
un empresario cultural, un crítico que puede incidir en la toma de nuevos acuerdos al
aventurarse en la edición de nuevos autores.9
Y los lectores, esa masa requerida de mercado, ¿cómo analizarla?, ¿cómo conocerla
si “no necesariamente sabemos qué argumentos moverán a qué lectores a tomar qué
decisiones”,10 cómo saber quién va a comprar qué, cuándo, dónde, por qué…? He
aquí donde “el pudín pasa la prueba de comérselo”, pues para Gerardo Kloss el proceso
editorial que le compete al equipo editorial, y la decisión de editar o no editar, sostienen
una interdependencia con la amorfa masa de lectores que deciden, cada uno y cada vez
de acuerdo con sus propios intereses.11 De ahí la importancia de planear un catálogo y de
entender que no hay sino unas decisiones más apropiadas que otras, decisiones que quizá
con el tiempo se tornan mucho más apropiadas o menos apropiadas.
Proceso, procesar
editado sin tener antes un manuscrito.
Será su lectura, que no es la del lector
común, universitario o técnico, el
principio de sus procesos de pensamiento.
Entre el oficio y el beneficio. El papel del
editor desea que los editores reflexionen
con herramientas humanísticas sobre los
sustentos de su profesión y la consideren
como un entramado de diversas redes, a
las cuales dotan de sentido los procesos de
pensamiento de quien edita.
Esperemos que, por una ironía
moderna, el autor y su libro logren vivir de
la lectura apasionada de editores, autores,
diseñadores, correctores y ávidos lectores,
que leen devotamente las contraportadas y
los cintillos, o asisten a presentaciones de
libros como ésta, en la que espero haber
cumplido con mi papel de mediadora y
lograr que se lleven consigo otro libro
a casa.
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La palabra “proceso” adquiere, pues, a
fuerza de ser cotejada una y otra vez,
tanto en el ámbito del equipo de trabajo
como en la linealidad o secuencialidad del
material que pasa de manuscrito a libro, un
carácter de metáfora. Entender la edición
como proceso permite aprehender la
complejidad, multinivelidad, diversidad, de
una serie de acciones; de ahí que el editor
deba construir para cada proyecto editorial
un “proceso de pensamiento” ad hoc.
En este punto los orígenes humanistas
del editor se resignifican: no sólo está
consciente de la unicidad o enteridad de su
labor, sino que debe entenderla como un
quehacer en el tiempo; el editor lee y su acto
de lectura es complejo porque se desarrolla
en múltiples niveles y ámbitos. Al leer
piensa en las potencialidades materiales,
jurídicas, financieras, culturales, políticas
de un texto; incluso concibe un objeto
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