Unidad IV: El anciano con enfermedad terminal

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Unidad IV: El anciano con enfermedad
terminal
“El anciano con enfermedad terminal”
UNIDAD IV EL ANCIANO CON ENFERMEDAD TERMINAL
4.1 CUIDADO Y APOYO AL ANCIANO CON ENFERMEDAD TERMINAL
Aunque la muerte nos rodea a todos, se suele contemplar como algo que afecta a los
demás, no a uno mismo.
El envejecimiento, por si mismo, condiciona un pronostico de vida limitado. Algunas
actitudes ante la muerte están asociadas a la edad, aunque lo que prevalece es la
percepción individual. No obstante, la edad avanzada es un factor que hay que tener en
cuenta, tanto si se trata de la edad en que sobreviene la muerte, como si nos referimos a la
persona que sufre la perdida de un ser querido.
Los trabajos sobre la muerte y la vejez se refieren esencialmente a los temores y las
angustias suscitados al pensar en ella. Las conclusiones generales apuntan que el miedo a
morir no aumenta con la proximidad de la muerte por causa de la edad. Cáliz y Reinolds han
comprobado que los ancianos se sienten menos afectados por las consecuencias de su
propia muerte.
Por otra parte, la persona que sufre la perdida de un ser querido debe abordar un
proceso de duelo que también esta condicionado por la edad. La persona mayor suele sufrir
continuas perdidas, de seres queridos, de salud, de libertad y de capacidades, que ole
permiten recuperarse para afrontar un nuevo proceso de duelo. Sobre todo cuando se trata
de la perdida de pareja, el anciano entra en situación de alto riesgo con probable afectación
grave a su salud física y psicológica.
El proceso de la muerte ha sido estudiado por psicólogos, médicos y otros
profesionales. El modelos propuesto por Kubler – Ross en 1969 para interpretar el proceso
es el mas conocido, aunque ha recibido numerosas criticas. Supone estadios por los que
pasaría el paciente moribundo hasta llegar a una etapa final de aceptación de la muerte.
• La negación y el aislamiento constituyen la fase inicial, una vez que se
conoce el pronóstico de muerte. Se da en mayor parte de los pacientes y es más
angustiosa y duradera cuando la noticia es comunicada bruscamente y por una
persona no preparada específicamente para ello. Esta fase no es solo característica
del comienzo de la enfermedad, sino que puede ser recurrente a lo largo del
proceso. La mayoría de los pacientes no llevan la negación al extremo. La fase de
negación puede ir acompañada de sentimientos de soledad y aislamiento que se
pueden agravar con comportamientos de huida de los miembros de la familia o del
propio equipo, que esquivan conversar con el paciente.
• La segunda fase de ira, se caracteriza por sentimientos de rabia, envidia y
resentimiento. Esta fase es muy difícil de afrontar por la familia y el personal. El
paciente tiene continuos motivos de quejan hacia quienes le rodean, especialmente
hacia los mas cercanos. La actitud terapéutica seria la tolerancia y evitar
personalizar el enfado.
• La tercera fase, de pacto, solo dura breves periodos de tiempo. Se caracteriza
por el uso de la negociación. Es un intento de posponer los hechos; incluye un
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premio a la “buena conducta”. La mayoría de los pactos se hacen con dios y se
guardan en secreto.
• La depresión acompaña a las perdidas tales como agravamiento, dolor o
adelgazamiento, y otras que se perciben como inminentes. En esta fase, la Dra.
Kubler – Ross considera que no debe estimularse al pacienta a ver el lado alegre de
las cosas, pues eso significa que no ha de pensar en su muerte inminente. Es
preferible permitirle expresar su dolor.
• La quinta fase, aceptación, implica haber superado las fases previas. El
paciente necesita dormir a menudo a intervalos breves; esta es una neces idad cada
vez mayor, que no significaba abandono. El paciente se distancia del mundo exterior.
*Agonía:
Se define cono el estado que precede a la muerte, ene. Que la vida se va
extinguiendo gradualmente.
Es lógico pensar que al proceso de agonía no se da en el cien por cien de los
pacientes, ya que a algunos les sobrevendrá la muerte de forma repentina e inesperada. Es
característico en esta fase el deterioro progresivo, con cambios frecuentes y bruscos, con
agotamiento sucesivo de la energía, con cambios en el nivel de conciencia o sin ellos.
Generalmente es una situación de alto estrés emocional que provoca el sufrimiento en el
paciente y su familia.
El proceso de la agonía es variable de unas personas a otras. La evolución clínica de
la enfermedad, las características individuales del anciano, sus recursos personales,
culturales, espirituales, y familiares, condicionan las manifestaciones de agonía.
En líneas generales se pueden identificar diversos signos clínicos:
•
Perdida del tono muscular, que motiva la debilidad extrema
inmovilidad, incontinencia etc.
•
Enlentecimiento de la circulación que produce disminución de la
sensibilidad, enfriamiento periférico, y en ocasiones livideces y signos de
isquemia periférica.
•
Cambios en las constantes vitales, generalmente hipotensión,
bradicardia, taquipnea con fases de apnea. En ocasiones pueden aparecer fiebre
por infecciones recurrentes.
•
Alteraciones cognitivas con disminución del nivel de conciencia,
desorientación o agitación, aunque se pueden mantener lucido hasta una fase
avanzada.
•
Alteraciones seno – perceptivas, disminución de la visión, alteraciones
del gusto y del olfato. La sensibilidad auditiva y la táctil parecen se los sentidos
que se mantienen durante mas tiempo.
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En contra de la creencia muye extendida de que la mejor intervención enfermera es la
pasividad, los cuidados enfermeros en la fase final tiene enorme importancia. Si el anciano
permanece en su domicilio, la familia debe tener instrucciones claras y concretas que
reduzcan su ansiedad, sin sobrecargarles de tareas. Si es posible, el profesional enfermero
debe estar presente en esta fase. O por lo menos, la familia debe tener un teléfono de
contacto con el equipo.
Las intervenciones enfermeros se pueden dividir en tres grupos: control de síntomas,
apoyo emocional y atención espiritual.
El criterio es actuar sobre los síntomas que causan malestar en el paciente. Requiera
trabajo en equipo, asegurando la prescripción médica de los fármacos que se prevé
requerida el paciente. La medicación que no cause acción inmediata no debe utilizarse. El
cuidador principal debe tener instrucciones claras del uso de medicamentos según el
síntoma. Los más frecuentes son:
Dolor: asegurar que tiene prescrito y disponible el tratamiento preciso, generalmente
opiáceos. Si estaba administrándole la medicación por vía oral y el paciente deja de deglutir,
asegurar medicación parenteral, preferentemente por vía subcutánea, previo ajuste de
dosis.
Disnea: que provoca ansiedad y angustia en el paciente. El tratamiento de elección es
también la morfina. Además puede mejorar la respiración modificando la postura, dando
instrucciones verbales de control de la respiración del paciente, acompañándole,
mostrándole interés y preocupación, proporcionándole aire fresco y limpiándole y
refrescándole la boca frecuentemente.
Estertores: presentes en el 70% de los pacientes agónicos. Provocados por
secreciones en oro faringe. Pueden producir gran malestar al paciente e inquietud a los
familiares. El paciente puede mejorar cambiando de posición. El tratamiento farmacológico
consiste en la administración subcutánea de anticolinergicos (escopolamina o hioscina),
según prescripción.
Crisis de agitación: en los ancianos es frecuente y responden a múltiples etiologías. Se
debe descartar la incomodidad, la retención urinaria y al dolor. El tratamiento farmacología
no más frecuente el haloperidol por vía subcutánea.
Dado que se trata de una situación de sufrimiento emocional, de debe poner especial
énfasis en las intervenciones de apoyo del paciente y la familia, fundamentalmente al
cuidador principal; a continuación se dan algunas sugerencias:
•
Mantener la comunicación con el paciente, aun en el acaso en que
existan datos de perdida de conciencia. Dar masajes cortos e
interesándose por su bienestar. Usar el contacto físico y estimular a
los familiares para que lo hagan.
•
Escuchar a la familia y aceptar los momentos de tensión emocional,
prestando especial atención al cuidador principal.
•
Interesarse por las posibles necesidades espirituales del enfermo y la
familia.
•
Garantizar la respuesta inmediata del equipo en caso de necesidad.
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•
Dar consejos prácticos y concretos sobre los trámites a realizar.
*Duelo:
Es el estado en el que una persona o familia experimenta respuestas emocionales
e intelectuales como consecuencia de una pérdida.
A pesar de que puede aplicarse a la perdida de un persona o cosa amada, aquí
nos referimos exclusivamente al primer supuesto: perdida de un ser querido.
La aflicción es la respuesta emocional a la perdida. La profundidad de la aflicción
depende de muchos factores, como la personalidad, las relaciones previas y la intimidad con
el se perdido, las perdidas previas y los recurso personales. Aunque es difícil generalizar, la
edad avanzada puede influir en el proceso de duelo. La persona mayor suele sufrir perdidas
mas frecuente en los últimos años de su vida; esto hace que la recuperación se haga más
difícil.
La perdida de la pareja es una situación de crisis especial pues pone al anciano en
riesgo de múltiples problemas de salud tanto física cono psicológica. Por lo general, la
capacidad de adaptación es mayor en la mujer. El anciano varón puede percibir la perdida
con igual intensidad, pero cuenta con menos recursos para afrontarla, ya que en la
generación de nuestros mayores los roles de ama de casa no se han compartido
equilibradamente, lo que añade un sentimiento de desvalimiento en el anciano.
La perdida de un se querido es psicológicamente traumática. El duelo es un proceso
adaptativo para devolver el equilibrio. Aunque nos se trata de un proceso lineal, se pueden
describir unas etapas más o menos sistematizadas:
•
Experimentar pena y dolor
•
Sentir miedo, ira , culpa y / o resentimiento
•
Experimentar apatía, tristeza y desinterés
•
Empezar a mirar con esperanza la reconstrucción de la vida sin el ser
querido.
Pueden presentarse manifestaciones múltiples, entre otras:
•
Llanto, sentimientos de tristeza, expresiones de culpa, ira o
resentimiento.
•
Manifestaciones físicas de vació de estomago, tirantez de tórax o
garganta, sensación de ahogo, boca seca.
•
Pensamientos negativos recurrentes, periodos esporádicos de
desesperación.
•
Alucinaciones visuales o auditivas
•
Trastornos del sueño perdida del apetito o comportamientos
bulímicos, apatía o hiperactividad, aislamiento social.
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A su vez se presentan algunas tareas del proceso del duelo.
•
Reconocer y aceptar la perdida
•
Sufrir pena y dolor
•
Reconducir la vida sin la persona desaparecida
•
reconducir las relaciones interpersonales con su ausencia
Se reconsidera que el duelo ha finalizado cuando la persona puede hablar del ser
querido desaparecido con manifestaciones de aceptación de esta perdida. El plazo
considerado normar varia ampliamente, oscilando entre los 6 meses y 2 años. Pro las
razones antes mencionadas. Los ancianos pueden no llegar a resolver su duelo nunca.
*Duelo disfuncional:
Se define como el fracaso a la prolongación en el uso de respuestas intelectuales o
emocionales mediante las que los individuos intentan superar el proceso de modificación del
auto concepto provocado por una perdida.
Los ancianos son un grupo de riesgo para el duelo disfuncional. Se pueden identificar
manifestaciones como.
•
Revivir experiencias pasadas con poca o ninguna reducción de la
aflicción
•
Inicio o exacerbación de respuestas somáticas o psicosomáticas
•
Expresión de sufrimiento o negación de la perdida
•
Expresiones de culpa, cólera, tristeza, o llanto
•
Alteraciones del sueño o de los hábitos alimentarios
•
Ausencia de contactos sociales
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