A U L A D E P O E S Í A Antología

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Metro 1
(Por Tomás Cano)
La señora que huele a comida de canario, medias sueltas y
pelos cortos.
Aquí estoy caminando sobre las aguas de esta desconfiada ciudad.
Sentado en el vagón de mi infancia. El río azul claro con número de
nombre. El camino a la cima hundida, el camino a la libertad soñada.
Surcos de estaciones pintados en mi piel. Cruzada por pocos más
trenes, conserva su suelo a topos, cielo a rayas. Olor humilde, pitido
clamante.
La señora de bolso de plástico, revista que saluda y sucios dedos de
los pies que van arrastrándose por el suelo topado. Ahí está el señor
de traje, que vive en iglesia, maletín marrón y ojos dormidos por la
monotonía.
No tan superficial el de enfrente, sujeta sus estrechos pantalones en
su tripa con una bandera. Gafas de sol y camisa abierta. En mitad de
este metalizado río, se divisa una oscura rivera de azulejos blancos y
marrones. Guarida del pasado, olvidada y escondida, en sus pasillos
aún conserva alguna luz amarilla. Aquí no para el tren, porque aquí
reside la verdad del pasado enterrado en un falso futuro.
Siempre fueron los ojos
(Por Ana Martínez Bautista)
Siempre fueron los ojos.
Los de Giotto
De la puerta dorada; los de Ana.
Siempre fueron los ojos.
Modigliani
Sabía que lo oscuro es lo atrayente,
El vacío, la nada, lo que esconde
-desnudo el cuerpo, opaca la mirada-.
Siempre fueron los ojos.
Los ojos de Bécaud, los ojos que me miran
Empapados en lágrimas, aquéllos
que aparentan voz propia,
los que tienen
luz propia.
Siempre fueron los ojos.
Que mi mirada existe porque busca
El brillo de otro ojos.
1
Y tus ojos me hablaron esa noche
Sobre historias extrañas y otros mundos
De princesas, incendios y elefantes.
Esa noche hubo insomnio voluntario.
Me mantuvo despierta tu mirada.
Siempre fueron tus ojos
Los culpables.
(Por Julia Laranjinha)
Ella era perfecta
Con su nariz respingona y sus labios finos.
Era perfecta y su pelo castaño
Le caía liso
Por la espalda. Perfecta:
Con sus ojos marrones
Al natural, en sus camisetas de tirantes
Verde botella y tras las mechas blancas
De su flequillo.
Bajita, delgada y risueña.
Perfecta con sus vaqueros cortos
Y deportivas. Era perfecta
Hasta su cadera ancha
O su piel lilgeramente áspera.
Ella era perfecta y él la amaba.
Solían andar cogidos
De la mano, porque él la amaba.
Y ella siempre se ponía sus gorros prestados
De lana y sus gorras con visera
Y es que… él la amaba
Y con razón.
Resplandor
(Por Bárbara Faleiro)
He tocado las mejillas de la luna,
He rozado el albor de las estrellas,
He robado el esplendor de las alturas,
Y me he bañado entre luces y doncellas.
He sentido dolor y ventura,
He bebido lucha y esperanza,
Me he unido a lo grande y lo pequeño,
He amado la luz y la templanza,
2
He besado la boca de la noche
Y he respirado su dulce y tierno aliento.
He sentido el mundo entre mis manos, y me ha mirado como un niño
pequeño.
He sentido en un solo segundo,
la belleza del mínimo sentimiento.
He admirado de la vida el dulce rumbo,
Y lo he sido todo en un momento.
Sierpe de cristal III
(Por Santiago Cabrera Márquez)
Derribaré tus muros de zafiro
Tus lágrimas arrancaré de sseda
Esparciré el alma que te queda
Entre el valor de tu último suspiro.
Enviaré mariposas delicadas
A inflamar tus cuencas ocluscentes,
Adornarán tus párpados ardientes
Leves alas y carne lacerada.
Vengaré con sangre la sangre de mi herida
El metal cobrará que no el engaño
Desgranando tu amarga bienvenida.
Sentirás el frío del estaño
Penetrar sin encontrar salida
El dolor que te inflingiré será tan elevado que te llevará a la locura
Te consumirás en reacción al daño.
El vals de la madrugada A la mujer el futuro
(Por Sergio Díez Sánchez)
He mutado mi pecho en rosas blancas
Por no turbarte con rumor de versos,
Y a pesar del tiempo y tu cintura
Aún conservo el aliento de tus besos.
Por la segunda estrella a la derecha
Me encomendaron remontar el río,
Miríadas de sabores almendrados,
Alcanzar la Perseida del estío.
3
Rumbo a tus románticas papilas
Más allá del humo y de la sangre,
Curso que en tu boca desemboca,
Me prometí no morir de hambre.
El crujir de mil mármoles sordos
Presagia el final de la columna.
Y más de cien palomas de azabache
Se bañan en tu tacto de aceituna.
La noche se estremece en tu presencia,
Tu sonrisa hace al tiempo menos tiempo.
La luna nunca más quiere ser luna,
Quiere llover al fondo de tu cuerpo.
Tu aroma fortalece la poesía
Y diluye terribles maldiciones.
Tu risa riega un poco las alondras
Y será el himno de nuevos tambores.
Morir acariciando tu vestido.
Explorar en la hiedra de tu pelo.
Enterrarse, fundirse en un instante
Y renacer mil veces en un beso.
Diez tempestades que rescatan náufragos,
Los salvan de cruceros paulatinos,
Descubren el brillar de las estrellas
Opacadas por sueños que cumplimos.
Danzar abrazados a lo oscuro,
Deslizarse hacia lo prometido.
Empapados fluir sobre el silencio,
Jamás hemos estado así de vivos.
El ángel blanco
(Por María Claudia Miguel de Priego, exalumna)
El ángel blanco se mostraba en la madrugada.
Y con sus plumas níveas empañaba el columpiar fúnebre de los
patios.
Devoraba la tierra en medio de su sueño.
No otorgaba piedad al llanto de los niños,
Ni a los que al amanecer comienzan su rutina de trabajo,
Ni siquiera a los amantes que sucumbían a las entrañas de la noche.
Mas ellos no podían ser culpados,
4
Y EL ÁNGEL EN EL ALBA LO SABÍA
Conocía su crueldad hasta los límites del neutrino
Y ostentaba de ella haciendo brotar escorpiones marfilados desde el
fondo helado de su boca.
El ángel blanco buscaba el cuerpo de su hijo
En el silencio que habita las interminables cortezas de los bosques
Entre los ostentosos peinados de los mares
Y detrás de las caricias azules de los volcanes.
El ángel blanco buscaba su muerte,
La muerte que pulsaba detrás del cristalino de sus víctimas,
La muerte minúscula de los inocentes
Las arrancaba con espinas de su aureola, las guardaba celoso entre las
paredes de sus alas, y tras muchas curvaturas juntaría las
Microscópicas gotas del infierno.
El ángel era cruel, él lo sabía
Y ostentaba de ello haciendo brotar escorpiones marfilados.
(Por Mª Victoria Martínez Domínguez, 4º B, ESO)
Una sonrisa de retrato
A la vez tan linda y vacía
Me mira con ojos huecos
Lágrimas caen a sus mejillas
De su boca no salen palabras
Un ruido sordo me inunda
Sumiéndome en la espiral del sueño
En que vivo cada día
Intento despertar
Pero sé que no lo lograré
Sólo me queda esperar
A oír tu aliento en el silencio
Y saber que ahí vas a estar
Para salvarme de mis sueños.
***
Quiero ser humo de chimenea
Y poder volar libre por el cielo
Extenderme como las curvas en mis huellas
Caer como un infinito dominó
Perderme en el “fa”
de una canción inacabada
Ser las palabras que escapan
5
Del poeta un día inspirado
Quiero fluir en ese océano
Y poder sentirme libre en mi canción
Notar el aire mientras vuelo
Fundir despacio la respiración.
***
Las horas lentas se arrastran
El Sol dejando paso a la Luna
Y así en un bucle
Veo los días pasar
Pasar sin ningún sentido
Como si de un sueño se tratara
Ayer como hoy
Y hoy
Como mañana
Soy ajena a las victorias
Soy ajena a las derrotas.
Siento que camino
En una espiral sin fin
Sé que si me lanzo
Nunca llegaré a caer
Y esto en definitiva soy yo
Que poco a poco cruzo el mundo
Sin saber de dónde vengo
Y sin saber a dónde voy.
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7
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