Testimonio31 - Observatorio de Catástrofes y Desastres Naturales

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Contextualización
A continuación, se presentan dos testimonios de personas que vivieron el terremoto, de
intensidad 8, 8, acaecido el sábado 27 de febrero del 2010, a las 3:34 hrs. de la madrugada, con
epicentro en el sur de Chile, específica mente en Cobquecura. Al respecto, es necesario señalar que
ambas personas viven en la comuna de La Cisterna, en la región Metropolitana. La persona uno, reside
en una casa en el paradero 22 1/2 de Gran Avenida, tiene 23 años, es estudiante y viven junto a sus
padres y dos hermanas. La persona dos, habita en un cuarto piso de un edificio, que se ubica en el
paradero 21 de Gran Avenida, tiene 26 años, ejerce como administrador público en el Gobierno
Regional, y es principal sostenedor de su familia, conformada por cuatro hermanos, que estudian en la
universidad, su madre y abuela materna.
Testimonio 1
ANTES
Es curioso, pero la idea de vivir un terremoto en mi vida, se apareció días antes del
acontecimiento, pues mi pololo me había regalado la revista "Muy interesante", (edición 271/Febrero
2010) en la cual venía un reportaje del terremoto de Valdivia. Recuerdo que lo leí en la sobremesa de la
once, y entre todos comentábamos al respecto, desde las distintas experiencias y posiciones. Recuerdo
que manifesté, que lo único que le pedía a Dios, frente a esta posibilidad, es que por favor nos
encontráramos todos juntos como familia, sobre todo por mi hermana menor de 17, ya que le tiene
mucho miedo a los temblores, desde muy pequeña, y suelen salir corriendo sin control. Sin embargo,
pese a esa conversación, jamás imaginé que viviría ese acontecimiento natural, una semana y media
después. Otro dato curioso, en el "antes de", es que llevaba alrededor de 10 días antes del terremoto,
despertando todas las noches entre las 3:20 y 3:30 de la mañana/me costaba conciliar el sueño, y solía
estar inquieta. Además, me sentía con angustia sin razón alguna, me acordé de mi hermana de 22, la
llamé y le dije que por favor llegara luego del sus vacaciones en el sur, lo que le molestó bastante,
porque sentía que la estaba controlando, pero a pesar de eso, insistí. Finalmente, mi hermana llegó el
jueves 25, mientras que yo llegué de mis vacaciones en La Serena el día miércoles de esa semana.
Luego, ese día viernes 26, mi padre me llamó como a las 19 horas a mi celular, y me dijo que en
la noche quería que nos juntáramos toda la familia a cenar, por lo tanto me pidió a mí y mis hermanas
que no saliéramos a "carretear", entonces me vine de la casa de mi pololo. Esa noche finalmente, mi
padre compró comida china, cenamos vimos el Festival de Viña, aprovechando el último fin de semana
de vacaciones, acostándome después a las 2:00 de la mañana.
DURANTE
La madrugada del 27 de Febrero, al igual que los días anteriores, me desperté a las 3:30 de la
mañana. En ese instante me percaté que la luz del baño estaba encendida, lo que me impulsó a
levantarme de la cama. En el baño se encontraba mi hermana de 17 lavándose los dientes, intercambié
algunas palabras con ella, enfatizando que no se quedara en el computador hasta tan tarde, y que se
acostara pronto. Entonces se acercó a apagar la luz, cuando súbitamente ésta se apagó, entonces me
tomó la mano y me dijo: está temblando, yo le dije: "hermana tranquila, va a pasar", me soltó y empezó
a golpear las puertas de los dormitorios, gritando está temblado, está temblando, bajen, bajen. Yo no
recuerdo bien, pero sé que estaba detrás de ella tratando de calmarla, ni siquiera sé bien como llegué al
primer piso. Mi hermana abrió la puerta, y me quedé con ella en el quicio de ésta, al instante llega mi
hermana de 22, con su amiga que alojaba en nuestra casa y mi mamá. En aquel momento, fue cuando
comenzó a templar más fuerte, y mi padre no podía bajar por las escaleras, y nosotras gritábamos
¡papá, papá!, ¡Papá baja, por favor! .Estábamos todos abrazados, y mi padre logró bajar. Mientras, mi
hermana menor mi madre y yo rezábamos, y decíamos por favor que pare, que pare, por favor señor a
verdad, es que pensaba que era el fin, pensaba principalmente en mi pololo que vive en departamento,
y en mi abuela materna, que estaba sola en su casa de Peñuela, Coquimbo.
En este escenario, una de las cosas que más me asombraba, era luz eléctrica que emergía como
de la tierra e iluminaba el cielo, pues para mí resultaba ser una imagen apocalíptica junto con el
movimiento. Incluso, mi hermana menor preguntaba ¿qué eso?, ¿qué está pasando? , ¿Por qué el cielo
se ilumina? Luego, al dejar de temblar, mi padre dijo: "esto fue un terremoto". Siempre recuerdo ese
episodio, porque pese a todo lo que se venía a la cabeza en eso momentos, jamás llegué a verbalizar esa
idea. Fue en ese segundo, que tomé conciencia de lo que habíamos vivido, y comencé sentir nauseas y
ganas de llorar. La atención sin embargo, se centró en parte en mi hermana menor, que empezó a llorar
y a vomitar en el jardín. A su vez, la incertidumbre de los primeros minutos era terrible, no saber donde
había sido el epicentro era muy angustiante, pues pensaba en mi abuela materna, y pensaba lo peor.
Luego, todos nos tratábamos de comunicar con nuestros parientes y cercanos, y mi padre realizó tres
salidas a buscar a mi abuela paterna, mis tíos y prima que viven cerca de nuestra casa, y posteriormente
fuimos a buscar a mi pololo y su familia.
Esa noche, ver las cosas en el suelo, y el desorden producido por el movimiento, junto el
nerviosismo del los nuestros, generaba una sensación tan extraña de angustia, nerviosismo y asombro
en mi caso, de lo que habíamos experimentado.
DESPUES
Más tarde, cuando tuvimos conocimientos de que los nuestros estaban bien, y yo me
encontraba más tranquila, empecé ordenar, a limpiar, a barrer la losa rota y atender a las personas que
estaban en mi casa. Estaba en actitud de alerta y muy inquieta. Desde ese momento no paré de hacer
distintas actividades hasta las 3:00 del domingo. Estuve 24 horas en movimiento, fui la única persona
que no durmió, pero no me sentía cansada, sino más bien con mucha energía, y atenta a los
requerimientos del resto. Todos me decían que me acostara, pero no podía, me-sentía estresada porque
casi todos estaban como paralizados, y los que no, no aportaban mucho con la organización de algunos
quehaceres, como la preparación del almuerzo, y el orden de la casa, para que pudiéramos estar más
cómodos. Por un lado entendía que estuvieran algunos asustados, pero por otro era necesario que los
que estaban mejor nos repartiéramos y nos apoyáramos en las distintas actividades domésticas, pues
esto recaía en mi madre, yo y en ocasiones en mi hermana de 22.
Finalmente, todos se quedaron hasta el domingo, y las cosas estuvieron un poco más
organizadas. A esa altura me sentía cansada, pero con la misma sobre exaltación, la cual perduró por
varios días. Igual me molestaba, un poco la inercia, lo que generaba un conflicto interno en mí, porque
de alguna manera estaba siendo egoísta, en querer que otros reaccionaran igual. Además, también
necesitaba algo de contención, pero me postergué siempre.
Durante la semana, seguía inquieta, miraba la televisión, y sentía las imperiosas ganas de
aportar en algo. Eso me mantenía en alerta. Posteriormente, envié mis datos a la FEUC (Federación de
Estudiantes de la PUC) para ofrecerme como voluntaria en cualquier actividad. Al instante me vi
involucradas en algunas cosas en Santiago, y más tarde me ofrecieron viajar, con grupo interdisciplinario
de estudiantes, a Vichuquén, para apoyar la planificación municipal y en el catastro de esa comuna, y las
localidades costeras bajo su distrito. Estuvimos cuatro días en ese lugar, apoyando al municipio en
distintas líneas de acción.
Esta era mi opción más factible para contribuir en algo, pues mi hermana de 22 se fue a La
Serena a ver a mi abuela, y me quedé a cargo de mi hermana menor, quién requirió de mucha
contención emocional, ya que a ratos le daban crisis de pánico. Esta situación, no obstante, me agotó
porque estuve tres semanas pendiente de ella, quién era muy de mandante v absorbente, lo que me fue
irritando. Además, por otro lado, sentía que tenía que apoyar a mi pololo quién estaba bastante
inestable emocionalmente, lo he acompañada en todos sus procesos, y en un mes súbitamente me
encontré con una persona distinta, más expresivo, y más sensible. Cambió su manera de pensar, y se
convirtió en creyente radicalmente, fue a conversar con un sacerdote y actualmente su vida tiene una
connotación espiritual muy fuerte. Lo anterior, para mí fue una experiencia muy significativa, pues estoy
con una persona diferente a la que había estado estos tres años y medio de relación, todo estoy
procesando sus cambios y adaptándome a una menara diferente de interacción. En este sentido, pienso
que me favorece ser también creyente, porque lo puedo entender mejor, pero no me deja de
sorprender su conversión. Para mí, el después de' se centra en este hito en mi relación de pareja, y en la
sensación permanente de vulnerabilidad.
Testimonio 2
ANTES
Recuerdo que el día miércoles 24 había llegado a Santiago, luego de pasar mis vacaciones en La
Serena. Podría haber viajado el fin de semana, como me lo habría propuesto la abuela de mi polola,
pero decidí viajar antes para aprovechar estar con mi familia y ordenar algunas cosas antes de entrar a
trabajar.
El día viernes 26 de febrero, durante la tarde, me encontraba en mi departamento junto a mi
familia y mi polola. Esa tarde, mi polola me invitó a cenar a su casa, pero preferí no ir, porque quería
pasar el tiempo con mi madre, con la cual no había podido conversar hace días. Ahora, creo que
haberme quedado en mi hogar ese día fue la mejor decisión.
En la noche, mi hermano de 22 años que padece diabetes, acompañó su polola a tomar un
colectivo. Luego de 15 minutos, mi hermano me llamó al celular, y me dijo que se sentía con una baja de
azúcar (hipoglicemia) y me pidió que llamara a la ambulancia, porque sentía que se descompensaba
rápidamente. Entonces, llamé a la Help, y me dijeron que la glicemia tenía que estar más baja, para que
fuera urgencia, lo que me molestó y me puse a discutir. Mientras tanto, llegó mi hermano en mal
estado, le dimos azúcar, bebida, y comida para que subiera los niveles de azúcar. Más tarde, llegó la
ambulancia, el equipo médico lo examinó y se fue, luego de garantizar que se iba a compensar y que no
había que preocuparse. Desconforme con el servicio y la demora de éste} envié un mail al SERNAC
realizando un reclamo.
Luego, con mi familia nos quedamos acompañando a mi hermano en el living-comedor, viendo
el Festival de Viña, y aprovechando de estar con ellos en mi último fin de semana de vacaciones. Por
otra parte, entrar a trabajar me generaba particularmente un poco de ansiedad, debido al cambio de
gobierno, el cual no me agrada, y me produce un poco de inestabilidad laboral.
DURANTE
Cerca de las 3:30 de la mañana, me lavé los dientes y me fui acostar. Mientras caía en el sueño,
siento que se empieza a mover el camarote. En un primer momento, no me preocupé mayormente,
puesto que los temblores no me atemorizan, pero al percatarme de que se movía más fuerte el edificio
(vivo en el cuarto piso) me bajé del camarote con dificultad, producto del movimiento y la escasa
visibilidad que había por el corte de luz. Entonces, fui a despertar a mi hermana y a mi madre, mientras
mis hermanos fueron a despertar a mi abuela, quien comenzó a sentirse mal, le costaba respirar.
No recuerdo bien, pero creo que mi hermana gritó algo, y mi hermano con diabetes estaba
bastante inquieto. En ese momento nos abrazamos todos y nos quedamos cerca de la puerta, cerré los
ojos y me entregué a lo que podría suceder. En el piso que me encontraba, tenía la impresión de que los
vidrios iban a explosionar, mientras se escuchaba el estruendo que se producía al caerse las distintas
cosas de mi hogar (repisa, cosas de cerámica, vidrio, entre otros).
Pasado el movimiento, empezamos a dividimos tareas, tales como: buscar agua, juntar la
insulina, glucagón y azúcar, además de pan, algo de comida y frazadas. Nos abrigamos, y bajamos a la
cancha del condominio, en donde nos encontramos con los vecinos de los otros departamentos.
Permanecimos un buen rato, hasta que llegó mi polola alrededor de las 4:30 de la mañana a buscamos.
Decidimos irnos, pues estábamos con mi abuela a la intemperie, y sin tener experiencia previa de
terremoto (yo y mis hermanos) creímos que estar en una casa era lo más seguro en ese momento.
Pasado el movimiento, empezamos a dividimos tareas, tales como: buscar agua, juntar la
insulina, glucagón y azúcar, además de pan, algo de comida y frazadas. Nos abrigamos, y bajamos a la
cancha del condominio, en donde nos encontramos con los vecinos de los otros departamentos.
Permanecimos un buen rato, hasta que llegó mi polola alrededor de las 4:30 de la mañana a buscamos.
Decidimos irnos, pues estábamos con mi abuela a la intemperie, y sin tener experiencia previa de
terremoto (yo y mis hermanos) creímos que estar en una casa era lo más seguro en ese momento.
Llegamos a la casa de mi polola, estábamos todos muy nerviosos (su familia y la mía), y nos
quedamos conversando en el living, tapados con frazadas y escuchando la radio Cooperativa en el
equipo que traía mi madre, mientras que otros se quedaban dormidos a ratos. En la mañana llegó la luz
y vimos las primeras imágenes de los que había acontecido.
Desde esa mañana, se me quitó el apetito y estaba muy nervioso. No quería ver la televisión, ni escuchar
la radio. Esa noche nos quedamos nuevamente donde mi polola, y al día siguiente partimos al
departamento junto a mis hermanos y mi polola a ordenarlo, y dejarlo listo para cuando llegara mi
madre y mi abuela en la noche.
DEPUÉS
Llegamos al departamento el domingo en la noche. El lunes me desperté temprano para ir a
trabajar, tomé el metro con un poco de temor; luego, caminando hacia mi trabajo, comencé a observar
los escombros de los edificios. Llegué a mi edificio de trabajo, y estaba demarcado con un plástico que
señalaba lugar de peligro. Subí de todas maneras, y junto a mis compañeros comenzamos a ordenar
algunas cosas, pero nos despacharon temprano, porque no estaba garantiza nuestra seguridad y además
no contábamos con agua potable.
Durante las dos primeras semanas de trabajo, iba de manera intermitente, porque no se
contaba con las condiciones de seguridad, y las autoridades que se retiraban con el cambio de gobierno,
no se habían pronunciado claramente respecto a nuestra situación.
Durante las tres primeras semanas, me encontraba bastante inapetente, estaba muy nervioso,
con muchos miedos, me sentía alienado, ido, fuera de mí. Durante este periodo, la persona que más me
apoyó fue mi polo la, ella me tranquilizaba y me entregaba su amor, junto con sus padres que estaban
muy preocupados por mí. Razón por la cual fui al neurólogo, y posteriormente a la psiquiatra.
Una de las tantas noches, en la que me sentía angustiado -y yo siendo ateo- sentí la fuerte
necesidad de rezar, así que me persigné y empecé a conversar con Dios, le pedí disculpas. Luego
interpreté mi alejamiento como una oportunidad de ser más crítico, a raíz d_ todas las lecturas
realizadas, y que en realidad era lo único que le daba sentido a la vida. Así que me entregué a él, ya que
sentía que ninguna de las respuestas racionales que daban distintos autores filosóficos, ayudaban a
resarcir al dolor de ese minuto. Sentía un profundo vacío espiritual que sólo Dios podía llenar, además
creí que pese a todo mi alejamiento, nunca había dejado de admirar y seguir a Cristo. De este modo, me
propuse encontrar un guía espiritual y realizar alguna liturgia en mi condominio e ir a misa, entre otras
cosas.
Por otro lado, me fui dando cuenta de las personas y las cosas que me importaban realmente,
como mi polola, mi familia, la familia de mi polola, mis amigos más cercanos, entre otros.
Actualmente, pese a sentirme a ratos un poco nervioso, me siento mejor y más cerca de Dios,
de la vida que me dio y de las personas que me apoyan. Sólo espero tener más fuerza para poder apoyar
a los demás, porque si no estoy bien, no puedo ayudar a nadie y hacer algo por la sociedad en que
vivimos.
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