Comentario El avaro

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Comentario de texto
El avaro de Molière
1 HARPAGÓN. (Llega gritando desde el jardín y sin sombrero.) ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al
ladrón! ¡Al asesino! ¡Al criminal! ¡Justicia, justo Cielo! ¡Estoy perdido! ¡Asesinado! ¡Me han
cortado el cuello! ¡Me han robado mi dinero! ¿Quién podrá ser? ¿Qué ha sido de él? ¿Dónde
está? ¿Dónde se esconde? ¿Qué haré para encontrarlo? ¿Adónde correr? ¿Adónde no
5 correr? ¿No está ahí? ¿No está ahí? ¿Quién es? ¡Detente! ¡Devuélveme mi dinero,
bandido!... (A sí mismo, cogiéndose del brazo.) ¡Ah, soy yo! Mi ánimo está trastornado; no sé
dónde me encuentro, ni quién soy, ni lo que hago. ¡Ay! ¡Mi pobre! ¡Mi pobre dinero! ¡Mi más
querido amigo! Me han privado de ti, y, puesto que me has sido arrebatado, he perdido mi
sostén, mi consuelo, mi alegría; se ha acabado todo para mí, y ya no tengo nada que hacer
10 en el mundo. Sin ti no puedo vivir. Se acabó; ya no puedo más; me muero; estoy muerto;
estoy enterrado. ¿No hay nadie que pueda resucitarme, devolviéndome mi dinero o
diciéndome quién lo ha cogido? ¡Eh! ¿Qué decís? No hay nadie. Seguro que el que ha dado el
golpe esperó el momento con mucho cuidado, y escogió precisamente el rato en que hablaba
yo con el traidor de mi hijo. Salgamos. Voy en busca de la Justicia, y haré que den tormento a
15 todos los de mi casa-, a sirvientas, a criados, al hijo, a la hija y también a mí. ¡Cuánta gente
reunida! No pongo la mirada en nadie que no suscite mis sospechas, y todos me parecen ser
el ladrón. ¡Eh! ¿De qué han hablado ahí? ¿Del que me ha robado? ¿Qué ruido hacen arriba?
¿Está ahí mi ladrón? Por favor, si saben noticias de mi ladrón, suplico que me las digan. ¿No
está escondido entre vosotros? Todos me miran y se echan a reír. Ya veréis cómo todos han
20 tomado parte en el robo de que he sido víctima. ¡Vamos, de prisa, comisarios, alguaciles,
jueces, tormentos, horcas y verdugos! Quiero hacer colgar a todo el mundo, y si no encuentro
mi dinero, me ahorcaré yo mismo después.
CONTEXTUALIZACIÓN
El texto que vamos a comentar es literario porque tiene una finalidad estética.
Pertenece al género dramático, como se puede ver en la raya que precede al
nombre del personaje o en las acotaciones (“llega gritando desde el jardín…”).
El autor de esta célebre comedia es el dramaturgo francés Jean Baptiste
Poquelin, Molière, escritor barroco del siglo XVII, quien ya en vida disfrutó de su
reconocimiento como artista. El monólogo (el personaje habla consigo mismo)
se encuentra al final de la escena VII, en el acto IV, poco después de que el
criado de su hijo Cleanto haya localizado en el jardín el tesoro tan celosamente
guardado por él.
TEMA
La idea central es la codicia del protagonista y, más concretamente, la
desesperación ante la pérdida de la arquilla donde guardaba su dinero. Este
desasosiego, que llega a rozar la enajenación, nos dibuja a un hombre egoísta
y enfermo de avaricia.
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RESUMEN
Harpagón expresa su desconcierto ante la confirmación de que alguien le ha
robado el arca con sus ahorros. Su ánimo, trastornado, pasa por todos los
estados: incredulidad, desesperación, alucinación, sensación de muerte. Luego
pide que se ejecute al culpable con la horca y, en el súmmum de la sed de
venganza, se culpa a sí mismo.
ESTRUCTURA
En cuanto a la estructura externa, el fragmento es un único párrafo en el que,
como hemos dicho, el personaje monologa.
Por lo que respecta a la organización interna de las ideas, podemos decir que
estas se expresan siguiendo un orden gradativo ascendente:
a. En la primera parte, (desde el comienzo hasta “ni lo que hago” [1-7])
se sitúa a Harpagón en el espacio y se muestra su desesperación
ante la pérdida del dinero.
b. En la segunda (desde la línea 6 hasta la 14), Harpagón ensalza las
virtudes del dinero y aumenta un grado más esta desesperación.
c. Y en la última (desde la línea 14 “Salgamos” hasta el final), Harpagón
realiza una petición de justicia y acusación contra todos.
CONTENIDO Y FORMA
Vemos cómo se reflejan estas ideas a través de la forma:
Por las acotaciones sabemos que el protagonista aparece en escena entre
gritos y habiendo perdido la compostura (“sin sombrero” [l.1]). La exaltación de
Harpagón se evidencia con diversos tipos de repeticiones: paralelismos (“al
ladrón” [l.1]), anáforas (“al criminal” [l.2]) y enumeraciones (“ladrón, asesino,
criminal” [l.2]; “comisarios, alguaciles, jueces, tormentos, horcas y verdugos”
[l.21]). En esta última, la gradación ascendente muestra el aumento de
desesperación. Su desconfianza es absoluta, como lo confirman los
interrogativos (“Quién”, “qué”, “dónde”) y las sucesivas interrogaciones retóricas
(“¿qué haré para encontrarlo?”[l.3]), que al no encontrar respuesta aumentan
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todavía más la angustia del protagonista. En el colmo del recelo, llega a
confundirse él mismo con el ladrón (“cogiéndose del brazo” “Ah, soy yo” [l.6]).
Después, con apóstrofes, evoca al dinero (“mi más querido amigo”). Sin él, su
desvalimiento es total, de ahí que lo exprese con una oración causal: “puesto
que me has sido arrebatado, he perdido mi sostén” (l.8).
Realiza una alabanza del dinero con metáforas que recuerdan el lenguaje
amatorio (“sostén”, “consuelo” y “alegría”). Para él, el dinero lo es todo, él le da
la razón de vivir, le calma y le satisface. Por eso su ausencia le hace sentirse
muerto; por eso reclama piedad. Se finge muerto y, con otra gradación
ascendente, pide la resurrección: pasa del “me muero”, al “estoy muerto”, luego
al “estoy enterrado” y por último al “¿no hay nadie que pueda resucitarme,
devolviéndome mi dinero o diciéndome quién lo ha cogido”? (l.13).
El personaje está fuera de sí, todo en él es pura exageración, llega al ridículo
con tantas exclamaciones (“Ay”, l.7), sospechas e hipérboles (“me muero”,
l.11). Molière hace de él el arquetipo del hombre avaricioso y egoísta que todo
lo quiere para sí, de ahí que sea un acierto la elección del monólogo para este
momento, porque refleja muy bien la soledad a la que se ve abocado quien
codicia y desconfía, quien no tiene otro valor en la vida más que la posesión de
la riqueza.
La postura resulta egocéntrica y posesiva, como confirma el reiterado uso de la
primera persona del singular (determinantes posesivos “mi” y pronombres
personales “me”, “mí”). Solo existe la esfera del YO, todo lo quiere para sí, no
existe nadie más que él.
Por otro lado, también la diversidad de modalidad oracional da cuenta de los
cambios de estados emocionales por los que pasa el personaje: exclamativa
para la exaltación, interrogativa para las dudas y exhortativa para ordenar
justicia contra el culpable. Porque no sólo es avaricioso, sino también
vengativo.
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De la misma manera, el uso variado de los tiempos verbales refleja ese estado
psicológico de desconcierto que todo lo explora, así va del presente al futuro
pasando por todos los tiempos del pasado e incluso las formas no personales
con valor imperativo:
Perífrasis aspectuales y modales (“Llega gritando”, “¡sin ti no puedo
vivir!”), presente (“¡Estoy perdido!”), diferentes pasados: pretérito
perfecto compuesto (“¡Me han robado mi dinero!”), pretérito perfecto
simple (“Escogió”); futuro (“Me ahorcaré”), formas no personales
(“¿Adónde correr?, “cogiéndose”) e imperativo (¡Detente!).
CONCLUSIÓN
En definitiva, el autor, haciendo un uso de variados recursos (morfosintácticos,
léxicos, prosódicos…), nos muestra las fases de la desesperación del
codicioso.
El avaro
es
una
comedia
moral que
reprueba
ciertos
comportamientos como el egoísmo, la desconfianza, la avaricia y la venganza.
Molière ha dibujado con Harpagón la caricatura del hombre avaricioso.
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